Solo Amando Se Puede Educar

  • November 2019
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Foro: “Somos educadores/as”

Solo amando se puede EDUCAR

Por Miriam Hernández Cabrera Misión Cultura Ambiente Brisas del Golfo - Cumaná Estado Sucre, marzo 2006 Me decido a hacer este escrito porque tenía que presentar un informe sobre el foro pero como no pude llegar sino al final (por razones de salud), busco en mi corazón la percepción que tengo de lo que es ser educador/a.

Siempre he sido llamada a ser amiga de mis compañeros de viaje en esta Vida planetaria y así lo seré de quienes por accidente lleguen a ser mis amigos de aprendizaje (no me gusta llamarlos alumnos). Educar no es enseñar. No creo que se pueda enseñar algo a alguien: sólo aquel que se proponga aprender, aprenderá. Un educador o educadora debe representar una ayuda, alguien que da la vuelta a las cosas y le dice a la gente cuán apasionantes y maravillosas son, incitándolas a conocerlas. El menosprecio de los aspectos emocionales e íntimos de las personas es lo que conduce a los fracasos educativos. Esa persona sentada en cualquier ángulo del salón, confundido y triste, debe sentir mi calor, percibir mi voluntad de penetrar con él en las cosas de la vida y enfrentar juntos/as la tormenta, aprendiendo a navegar y poner el viento a nuestro favor; tiene que saber que cuenta conmigo, que no voy a estimular su deserción vejándole, irrespetándole, abusando desde mi pedestal de la enseñanza. Ella tiene que saber que soy su compañera de ruta, que quiero caminar junto con ella ofreciéndole mi conocimiento y aprendiendo de él. Hagamos un ejercicio de retrospectiva y recordemos a nuestros maestros: ¿por qué hay, muchas veces, tan ingratos recuerdos de la escuela a través de experiencias crueles con nuestros educadores? ¿por qué gran parte de nuestro aprendizaje en el odio y la rabia fue iniciado por docentes que se burlaban de nuestra letra en la escuela, que no sabíamos colorear o que los dibujos de nuestras casas eran feas o deformes? ¿por qué esos maestros/as nos enseñaban a amar los sábados y detestar los lunes? ¿por qué nos mandaban a callar cuando queríamos hablar y nos mandaban hablar cuando queríamos callar? ¿por qué permitieron que nos orinásemos en el salón porque no era la hora de ir al baño? ¿por qué me hicieron sonrojar de vergüenza al pedirme públicamente uniforme nuevo porque el que usaba estaba descolorido, olvidando que papá era obrero y mamá hacía empanadas para garantizar un nivel mínimo de subsistencia? ¿por qué no nos enseñaron las matemáticas sin perseguirnos, aplazándonos y llamándonos brutos y estúpidos encaminados al fracaso? ¿por qué me hicieron recitadora guías, páginas de libros y apuntes? ¿por qué rayaron mis trabajos con tinta roja sin darme explicaciones? ¿por qué premiaron a los compañeros que siempre estaban en primera fila y traían todos los días la tiza y el borrador? ¿por qué recordamos tantas manifestaciones frustrantes, alienantes y vejatorias, donde solo conservamos el recuerdo y el afectos de pocos docentes con quien estudiamos? Son reflexiones para todos/as. Para mí hay varias respuestas pero la más indicada es: tuvimos “ENSEÑADORES” que no educaban porque no amaban y que a quien menos amaban era a ellos mismos. Quien no se ama no puede amar. Nadie puede dar lo que no tiene. Lo más que puede es convertirse en un ardoroso facilitador/a del conocimiento que

puede presentarlo ante sus alumnos, pero si éstos se niegan a asimilarlo, nada se puede hacer al respecto. Educar, por lo tanto, es prodigar afecto, dar seguridad, comunicar confianza, fortalecer a la persona, vivir los conflictos sin forzar soluciones. Sólo amando se puede educar. Pocas actividades humanas implican tan alto nivel de comprensión y afecto como es la del verdadero educador/as. Poder compartir con tantas personas de diversas edades, sexo y origen social, dando orientación y enfrentando adversidades, son las cosas que nos harán diferentes. Educar es amar porque “solo lo afectivo es efectivo”. En el comienzo de toda excelencia humana está el entusiasmo y el amor, en la afectividad radica el secreto de la salud y la felicidad. Son los afectos los que confieren a toda existencia la razón de ser. Las decisiones más humanas nacen de vivencias impregnadas de afectividad. Por eso quiero que sepan que esto nació en el momento en que estaba compartiendo con Mercedes, Briceidad, Zuly, Carlos Betzabeth y Maryori; no en un pupitre, ni un escritorio, sino en la acera de la casa de Briceida, en el propio suelo, sentada en medio de Mercedes y Briceida, estábamos trabajando en el informe de la Asamblea de esa noche. Allí sentí el afecto, el calor humano, el don de servicio de Carlos haciéndole café a las mujeres para que se nos quitara el frío. Eran las 10 de la noche y, a lo mejor los demás no se daban cuenta que estábamos aprendiendo y enseñándonos algo el uno al otro. Las bromas, la risa, la camaradería, los chistes, todas son caras de la afectividad. Por eso afirmo que solo amando se puede educar. Así como para justificarse, para existir, un pájaro necesita volar, un educador necesita amar a los educandos, para estimularlos en sus impulsos y enseñarlos a ellos también a amar. Porque sólo así se creará la liberación de energías formadoras de nuevas formas de relaciones y actitudes de cooperación social. Ninguna obra humana que se levante en contra de la afectividad tiene posibilidades de éxito. Solo el amor, la ilusión, la emoción del disfrute de la igualdad y la libertad tiene posibilidades de triunfo. Este papel exige del docente una actitud totalmente diferente al modelo tradicional, orientándose en el mejoramiento de sí mismo y en su trato con los demás. Esta será la manera más sensata y lógica de educar aprendiendo. El esfuerzo será grande y los obstáculos variados, sin embargo, los resultados se asoman como maravillosamente atractivos. No hay que olvidar que allá afuera están pasando la Vida, espera nuestra patria y, lo que es más importante, caminan nuestros hijos y nietos. De manera que ¡adelante, siempre adelante!! Finalmente quiero dejarles a mis compañeros/as, a manera de reflexión y recuerdo, una poesía que una vez leí Tu risa me hace libre, me pone alas. Soledades me quita, cárcel me arranca. Boca que vuela, corazón que en tu boca relampaguea Es tu risa la espada más victoriosa, vencedor de las flores

y las alondras, rival del sol, porvenir de mis huesos y de mi amor

Así debe ser el educador

Miriam Hernández Cabrera C.I. 2.748.607

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