Slp Gilbert, Historia

  • May 2020
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TEORIA DE LA ARGUMENTACION: HISTORIA DE UNA NUEVA DISCIPLINA. MICHAEL A. GILBERT1 Traducido por Anna Maria Vicuña La Filosofía ha tenido --desde su nacimiento en los tiempos antiguos-- una íntima conexión con la argumentación. Después de todo, los filósofos en muy raras ocasiones recurren a las estrategias y experimentos usados en las ciencias naturales y sociales. Usualmente, una teoría o una perspectiva filosófica particular no se defiende por medio de la investigación empírica, y el uso del mundo "real" está más a menudo confinado a experimentos de Gedanken (del pensamiento). En su lugar, los filósofos usan los argumentos para determinar si una posición tiene fallas o debilidades y se espera que el perdedor, o perdedora, en un argumento filosófico abandonará su posición o, quizás de un modo más realista, se retirará de la discusión para hacer algunos ajustes. Quizás, como resultado de la confianza de la filosofía en la argumentación, los filósofos han tenido siempre un enorme respeto por su importancia y un fuerte sentido de responsabilidad por su propagación pedagógica. Han habido, desde los tiempos de Aristóteles, dos maneras básicas de estudiar la argumentación --dentro del dominio de la filosofía. La primera manera es formal y utiliza los modelos de la lógica deductiva. La segunda manera --que, como la primera, puede ser rastreada hasta Aristóteles (e, incluso, antes)-- es práctica y ha recibido el nombre de "Lógica Informal", o "Pensamiento Crítico" o alguna denominación similar. En tiempos recientes, sin embargo, se han producido cambios profundos en el tipo de trabajo hecho en argumentación y se puede decir ahora que un nuevo campo ha sido creado sobre los viejos fundamentos. Esta nueva área de investigación, llamada Teoría de la Argumentación, hunde sus raíces contemporáneas en los años cincuenta, pero sólo recientemente ha asumido una forma suficientemente definible, como para que sea considerada como una sub-area de investigación (relativamente) independiente. Además de originarse en la lógica deductiva formal y el pensamiento crítico, La Teoría de la Argumentación emerge de la teoría del diálogo formal, la filosofía del lenguaje (especialmente en la forma de teoría de los actos de habla), la Teoría de la Comunicación, el Análisis del Discurso y varias áreas de la Psicología. Los hitos que señalan a la Teoría de la Argumentación como distinta de sus antecesoras son dos. El primero es un fuerte énfasis en la argumentación dialógica, esto es, en el hecho de que dos personas tienen una discusión, en lugar de la tradicional persona solitaria que se enfrenta con un texto fragmentario. El segundo es que los teóricos de la argumentación miran, cada vez más, a los argumentos como situados, o que toman lugar, en un contexto determinado. Este contexto, a su vez, tiene una tendencia a provocar un impacto tanto en el argumento como en las personas que argumentan. La meta de este ensayo es describir la historia reciente del campo y establecer las variados y distintas perspectivas dentro de la filosofía y otras disiciplinas que tienden a entrelazarse cada vez más y evolucionar lentamente hacia un campo más unificado. Estas perspectivas incluyen, entre otras cosas, un inusual grado de confianza en varias ramas de las Ciencias Sociales tanto como en el trabajo de algunos círculos filosóficos europeos. En 1

consecuencia, un mayor énfasis será puesto en investigadores que son probablemente menos familiares al lector. Espero que este ensayo demostrará la renovada vitalidad de la Teoría de la Argumentación y estimulará a otros filósofos a estar más consciente de las conexiones que su propio trabajo podría tener con esta área. Virtualmente todas las raíces de la lógica formal e informal contemporánea se pueden encontrar en Aristóteles y éstas no serán revisadas aquí. Hay, sin embargo, una distinción que él introdujo y que es crucial para este estudio y es la distinción entre dialéctica y retórica. La primera busca la verdad usando la lógica y el razonamiento, mientras que la segunda usa la persuasión y la emoción para influenciar la mente de la audiencia. Puede que Aristóteles no haya considerado que las diferencias fuesen tan claras, pero efectivamente separó las áreas creando diferentes campos de estudio para cada una. En todo caso, la distinción ha tenido un profundo impacto en la historia de la lógica y la argumentación, y ha rodeado lo que algunas veces se ha llamado "la dicotomía convencer/persuadir". Convencer es usar la razón, la dialéctica y la lógica, mientras que persuadir es basarse en la emoción, el prejuicio y el lenguaje. De la mano con esta distinción está la separación que Aristóteles hizo de la retórica en tres áreas separadas: logos, ethos y pathos. El resultado de la división aristotélica de la retórica en estos tres aspectos, ha sido el supuesto de que las áreas pueden ser tratadas como campos separados, cada uno de los cuales tiene que ver con la argumentación, pero de modos muy diferentes y no relacionados entre sí. Como resultado final, se han desarrollado tres áreas distintas en virtual independencia unas de otras. La Lógica Formal se centra en los aspectos estructurales de los argumentos y, en particular, en la articulación y la amplificación (para algunos) atormentadoramente exacta del concepto de validez formal. El ethos, en la medida en que ha atraído algún interés de parte de los filósofos, llegó a ser una parte de la Lógica Informal encontrándose en tales nociones como argumentos ad hominem, ad misericordiam y ad verecundiam. A la emocionalidad, que Aristóteles vió como central a la retórica, se le otorgó aún menos atención. Ciertamente, hay varias falacias, como aquellas ligadas al ethos, que pueden ser vistas como de alguna manera ligadas a pathos, pero la distancia es aún mayor. (Véase Walton, 1992 para una excelente discusión de este tema). No todas las disciplinas ignoraron las categorías no formales de ethos y pathos. La retórica clásica y moderna permaneció preocupada con el ethos y su impacto en la elaboración de discursos. El pathos, por otra parte, fue subsumido por la psicología y, más tarde, fue tomado por la teoría de la comunicación. Para los filósofos, sin embargo, estos dos aspectos del trabajo de Aristóteles fueron fundamentalmente considerados como no relevantes para la construcción de argumentos buenos, fundados y convincentes. No es que los filósofos no creyeran que el ethos y el pathos no tuviese un impacto sobre la aceptación y el rechazo de los argumentos, sino que más bien ellos parecieron creer que esos factores no deberían tener tal impacto. En otras palabras, uno debería aceptar o rechazar los argumentos sobre la base del logos únicamente. Es importante anotar el supuesto implícito de que el logos puede existir solo, con independencia del ethos y del pathos. Este axioma esencialmente indefendido es central al enfoque filosófico tradicional de la lógica informal y ha permanecido más o menos incuestionado hasta los tiempos relativamente recientes, hacia los cuales ahora nos volvemos1. Hay dos investigadores que son generalmente considerados los fundadores de la teoría contemporánea de la Argumentación. El primero es el teórico de la argumentación y 2

jurisprudencia belga, Chaim Perelman, y el segundo es el filósofo inglés Stephen Toulmin. En un increíble ejemplo de sincronicidad los trabajos embrionarios fueron originalmente publicados casi el mismo año. Perelman primero publicó La Nueva Retórica, con la Sra. L. Olbrechts-Tyteca, en Francia en 1958 como La Nouvelle Rhetorique, y Toulmin --el ahora clásico Los Usos del Argumento-- fue editado por Cambridge University Press el siguiente año. Como no fue hasta el año 1969 que la Universidad de Notre Dame publicó la traducción de John Wilkinson y Purcell Weaver de La Nueva Retórica, el trabajo de Toulmin tuvo un mayor impacto inmediato en la comunidad filosófica de habla inglesa. Un adicional progenitor de la moderna área, que también tuvo una marcada influencia en Europa, pero sólo recientemente en los Estados Unidos y Canadá, es Arne Naess. Su trabajo fue por primera vez traducido al inglés en 1953 y es una contribución importante aunque, a menudo, ignorada. Estos investigadores serán examinados a continuación con el énfasis puesto en sus particulares contribuciones a la naturaleza de la Teoría de la Argumentación, más que en sus completas perspectivas filosóficas. El enfoque de Perelman sobre la argumentación descansa en varios supuestos claves. El primero es que la separación del argumento en diferentes categorías -dependiendo de que sea clasificado como lógico, dialéctico o retórico-- es infundada. Simplemente no hay manera, al margen de las matemáticas y la lógica formal, de usar premisas evidentes por si mismas, en conjunción con razonamientos lógicamente garantizados, para asegurar las conclusiones. Esto se sigue de la negación, en LA NUEVA RETORICA, de la existencia de los requeridos puntos de partida evidentes por sí mismos."En definitiva no creemos en revelaciones inalterables, cualquiera que sea su naturaleza u origen. Excluímos de nuestro arsenal filosófico todos los datos absolutos e inmediatos, ya sean denominadas sensaciones, auto-evidencia racional o intuiciones místicas". (1969, p.510). En consecuencia, en primer lugar, cualquier punto de partida en un argumento puede ser cuestionado y, por lo tanto, el punto de partida auto-evidente requerido por la máquina generadora de verdades lógicas no puede partir. En segundo lugar, todos los argumentos basados en modelos de argumentos puramente formales, o sea, argumentos lógicamente formales, son, en el mejor caso, intentos por reducir y trasladar el lenguaje real, inherentemente ambiguo, a términos formales. Tales argumentos son llamados "cuasi-lógicos" en oposición a los lógicos, puesto que siempre puede haber debate en relación a su forma propia. El rasgo singular más significativo del programa es la idea de que la verdad no está manifiesta. Eso es, no hay manera de apuntar, en el curso de un argumento, a la verdad misma. No hay una "luz natural" que alumbra desde las proposiciones verdaderas y que falta en las falsas. Los argumentos, por lo tanto, son el único camino que tenemos para alcanzar la verdad no-formal en primera instancia y, así, la verdad misma no puede ser usada como criterio para determinar qué argumentos son mejores. El mismo título del trabajo de Perelman y Olbrechts-Tyteca invita a una re-interpretación de la relación entre verdad y retórica, esto es, el argumento. El tipo de retórica bajo discusión es "nuevo"; no enfatiza la infinidad de maneras por las cuales un discurso puede ser adornado, sino más bien, se centra en las maneras por las cuales la adhesión de una audiencia particular puede ser incrementada, por medio de la razón y la argumentación.

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El abandono de las tesis verídicas, que sean identificables como tales, como la meta de la argumentación explica por qué la noción de "adhesión" es tan central en el trabajo de Perelman. El dice en (su muy accesible obra) El Reino de la Retórica, que el propósito de la argumentación es "...producir o incrementar la adhesión de los miembros de una audiencia a las tesis que son propuestas para su aprobación" (1982, p.9). Después de todo, si no hay verdades evidentes por sí mismas sólo podemos creer en proposiciones probables y, cuando argumentamos, la meta del que argumenta debe ser incrementar la adhesión de la audiencia a la proposición particular o a la posición en cuestión. La adhesión debería ser lo suficientemente fuerte como para servir de garantía tanto a la acción como a una simple creencia. Además, los conceptos de "adhesión" y "audiencia" van de la mano. No se argumenta en aislamiento. Los argumentos son acerca de cosas reales que son presentadas a personas reales. "Para que exista una argumentación, debe hacerse presente, en todo momento, una efectiva comunidad de mentes". (1969, p.19). Esa comunidad es construída por el que habla, y lo que él busca es la adhesión de esa audiencia. Por otra parte, cada audiencia tiene sus creencias aceptadas y privilegiará ciertos modos de pruebas y argumentaciones. "Porque, dado que la argumentación anhela asegurar la adhesión de aquellos a quienes está dirigida, es, en su totalidad, relativa a la audiencia que va a ser influenciada" (1969, p.19). Así, un argumento persuasivo, presentado a dos audiencias distintas con respecto al mismo tema, podría ser construído y presentado de maneras completamente diferentes. Es la audiencia la que proporciona los acuerdos iniciales sobre los supuestos requeridos para iniciar el argumento, y provee el marco para la substancia y el estilo de la argumentación. No todas las audiencias son creadas iguales: algunas son elitistas y otras son comunes. Por encima de todas ellas está la audiencia universal, un constructo que representa la audiencia más amplia, y con más discernimiento, a la que se podría dirigir un argumento. La Filosofía, la ciencia, y los "mejores" argumentos generalmente tienen como audiencia construída a la audiencia universal. "Cada uno constituye la audiencia universal a partir de lo que conoce de sus semejantes, de modo tal que le permite superar superen las pocas oposiciones de las que él está consciente. Cada individuo, cada cultura, tiene así su propia concepción de la audiencia universal". (1969, p.33). No obstante, el concepto aún mantiene su fuerza como resultado de su construcción. El sujeto que argumenta debe construír sus argumentos como siendo aceptables para el grupo más amplio posible. Esto significa que (dejando de lado el simple auto-engaño) la necesidad psicológica de admitir objeciones de varios miembros de la audiencia, reales o hipotéticos, actuará como un control sobre la naturaleza de la argumentación, a condición únicamente de que el que argumenta dirija su argumentación a la audiencia universal. Perelman y Olbrechts-Tyteca proporcionaron una total y útil taxonomía de los argumentos, tal como son usados en el discurso práctico. Su énfasis descansa fuertemente en discursos dirigidos a una audiencia y no enfoca, como lo hacen trabajos más recientes, hacia los argumentos dialógicos. Es sorprendente que, a pesar de la importancia que la audiencia tiene para Perelman, él preste relativamente poca atención a la argumentación dialógica. Hay alguna mención de ella, pero no está en el corazón del libro, excepto como una instancia de un tipo de audiencia. En verdad, la argumentación dialógica se ha convertido en un encuentro que se debe pretender tener con una audiencia más grande. "La significación filosófica de la adhesión del interlocutor en el diálogo es que el interlocutor es 4

mirado como una encarnación de la audiencia universal" (1969, p.37). Perelman y Olbrechts-Tyteca reconocen que la pura "discusión", que es heurística, en oposición al "debate", que es erístico, son los puntos extremos de un continuo. La mayoría de los diálogos caen entre los extremos y envuelven algún aspecto de ambos. Pero, al final, la argumentación dialógica es secundaria y derivada del discurso ante una audiencia mayor. No obstante, el trabajo de Perelman levantó la bandera de la argumentación como el medio que usamos para buscar la verdad y la agitó ante las fuerzas de los lógicos formales y de los retóricos clásicos. El primer grupo tenía que empezar a confrontar la verdad de que los argumentos formalizados estaban radicalmente divorciados de la argumentación real. El segundo grupo tenía que empezar la modernización, alejándose del clásico análisis del discurso, y acercándose a la "nueva" retórica que requiere persuasión, adhesión y audiencias reales. Al negar la separabilidad de la lógica y la retórica Perelman forzó a los teóricos de la argumentación a pensar en líneas nuevas y más integradas. Uno de los efectos de LA NUEVA RETORICA y de los últimos trabajos que Perelman escribió solo, fue enfatizar la aridez y la irrelevancia de la lógica formal deductiva para la argumentación. El abandono de la verdad no-matemática absoluta (o, por lo menos, de nuestra habilidad para reconocerla), la importancia de la audiencia real a la que se está dirigiendo y la noción de incremento de la adhesión como la meta de la argumentación, todas ellas ayudaron a re-enfocar los modernos estudios retóricos. El impacto inicial de Perelman, sin embargo, fue mayor en los estudios de comunicación y retórica que en filosofía, especialmente en Norteamérica. Aunque no fue ciertamente desconocido en los círculos filosóficos, (Véase Natanson & Johnstone, 1965), su trabajo sólo recientemente ha llamado la atención de muchos estudiosos de la argumentación basados en la filosofía. La falta de atención no fue, ciertamente, un problema para el segundo de los ancestros. El libro de Stephen Toulmin, LOS USOS DEL ARGUMENTO (1969), ha recibido atención de los filósofos, retóricos y teóricos de la comunicación. El libro comparte muchas presupuestos con LA NUEVA RETORICA, los más notables son la importancia de la audiencia ("campos" para Toulmin) y la creencia en la irrelevancia de la lógica formal para el discurso ordinario. En verdad, gran parte del libro de Toulmin es un ataque directo a la relevancia de la lógica formal para cualquier cosa que no sea las matemáticas puras. Escribiendo muy en la tradición del "lenguaje ordinario", Toulmin pretendió desvirtuar las pretensiones de los que vieron en la lógica formal el árbitro propio de la corrección argumentativa2. Esto hizo necesario varias clarificaciones diferentes. Una de tales nociones claves que Toulmin introdujo fue la idea de un "campo" como un terreno del discurso en el cual el dominio (o campo) del saber en cuestión es relevante. El argumentó que la lógica formal se vió a si misma como proporcionando los criterios de un argumento fundado para todo campo, sin considerar su contenido propio. Esto llevó a la conclusión de que sólo la argumentación en disciplinas formales podría ser correcta, puesto que sólo ellas tenían la suficiente precisión (p.43). Pero si uno examina la terminología se hace claro lo mucho que la lógica ha seleccionado del lenguaje ordinario. Términos como "posible", "necesario" y "lógica" todos tienen un significado diferente en diferentes áreas. El término "lógica" usado en un argumento sobre un modus ponens probablemente requeriría una interpretación formal, mientras que la misma palabra usada en una 5

predicción sobre la rotación de los pitchers (lanzadores) en el equipo de beisbol de Toronto, los Blue Jays, durante la temporada de 1993, significaría algo substancialmente menos riguroso que la "necesidad lógica". Toulmin concluyó que podríamos distinguir los aspectos de lo que ocurre en un argumento en aquellos aspectos que son "dependientes del campo" y aquellos que son "invariantes con respecto al campo". Los nuevos lógicos, que se preocupan de los argumentos reales, deberían centrarse en los aspectos invariantes del campo que incluyen a todos los argumentos. Se espera que todo argumento, por ejemplo, tenga una pretensión o una conclusión que es propuesta como verdadera, mientras que, por otra parte, el tipo de evidencia relevante en un campo puede ser irrelevante en otro. La conexión entre los campos de Toulmin y las audiencias de Perelman tiene que ver con la importancia de reconocer la variabilidad como un legítimo componente en el análisis de argumentos. El tipo de hechos ofrecidos, el grado de apoyo que proporcionan y el nivel de apoyo requerido para la aceptación de la conclusión no será el mismo en todo los campos de trabajo. Los matemáticos, por ejemplo, podrían requerir certeza y no conformarse con nada menos que una completa reducción al absurdo antes de abandonar una proposición o aceptar su negación. El comprador de un automóvil, por otra parte, puede incluír todo tipo de evidencia irregular y variables grados de confirmabilidad incluyendo los reportajes de respetadas revistas, consejos de los amigos y reacciones emocionales. En breve, Toulmin estuvo de acuerdo con Perelman en que la situación es relevante para enjuiciar un argumento: dónde tiene lugar, cuál es su tema y quién está argumentando. No obstante, el grado en el cual la situación era relevante, era limitado y la búsqueda estaba aún enfocada a encontrar los rasgos invariantes de campo que prodrían ser aplicados y estudiados en todos los argumentos, aún, en contextos naturales. La contribución más perdurable de Toulmin, por supuesto, fue su modelo de argumento. Este modelo, a menudo referido como el modelo DGC (datos, garantía, conclusión), pretende proporcionar una representación geométrica de la argumentación real tal como puede ocurrir en una situación particular. Un argumento normalmente empieza con una aserción llamada la Conclusión (pretensión) [C], junto con sus Datos [D]. Si hay un cuestionamiento, entonces esta usual combinación entinemática será incrementada por la Garantía [G]. La pretensión podría ser algo como "Ten cuidado cuando discutas con Juan, será un buen argumentador", junto con datos tales como "porque es un estudiante de Filosofía". La garantía, para inferir esta conclusión de estos datos, podría ser, "Generalmente, los estudiantes de Filosofía son buenos argumentadores". También se puede agregar un Cualificador [Q], tal como "así, probablemente, Juan será...", y/o una condición de Refutación [R], tal como "a menos que Juan sea un estudiante deficiente". Finalmente, está el Apoyo [A], en el que se basa la garantía, y que apela a las teorías vigentes y presupuestos asumidos por los que están adscritos a un campo. Un posible apoyo para el ejemplo citado podría ser,"Los estudiantes de Filosofía usualmente estudian la argumentación y llegan a ser diestros, escribiendo y pensando críticamente". Reunidos todos estos elementos, el modelo se parece a esto: D-------------------------------- de modo que Q, C puesto que G 6

a menos que R sobre la base de A Este modelo es completamente diferente del diseño estándar de Deducción Natural, de un argumento. Ante todo, incluye items que realmente se encuentran en los argumentos y pone atención al proceso de justificar y defender una aserción, en lugar de itemizar una justificación formal de acuerdo a un conjunto de reglas de transformación. Se notará que en el modelo de Toulmin existe aún un claro sentimiento deductivo. Los hechos parecen ser la premisa menor y la garantía la premisa mayor. También podemos insertar un cualificador modal e, incluso podemos probablemente formalizar las condiciones de rechazo. No obstante, el hecho de que esto pueda hacerse no significa que el modelo sea esencialmente deductivo, sino solamente que diferentes modelos pueden ser traducidos entre sí. La importancia, desde el punto de vista de la Teoría de la Argumentación, es que hay un intento por moverse desde el modelo del pensamiento matemático al modelo de la jurisprudencia. En ambos casos el apoyo y la justificación son importantes, pero en el último están también disponibles para el que argumenta. También es importante notar que el modelo DGC asume que los argumentos generalmente tienen lugar entre personas. La garantía, el apoyo y las condiciones de rechazo entran en acción a medida que son requeridos. Es decir, el argumento es presentado en una forma simplificada y el resto es agregado cuando un interlocutor exige información adicional. Esta fue una de las primeras instancias en que se tomó conciencia de la naturaleza esencialmente dialógica de la argumentación, aunque de un modo limitado. La presencia de un interlocutor, en efecto, es referida en lugar de ser afirmado por Toulmin. Debemos asumir que la garantía, el apoyo y las condiciones de rechazo son en respuesta a algo; y ¿qué podría ser eso a no ser la solicitud de una persona por mayor información? De modo que el argumento es aún establecido teniendo un argumentador en mente, en la medida en que el resultado es lo que es producido por una persona, con la participación de un socio invisible. No obstante, Toulmin sí reconoció que los argumentos son, a menudo, interactivos y que lo que sucede en ellos es frecuentemente una función de esa interacción. La mayor debilidad de Toulmin, desde un determinado punto de vista, yace en la naturaleza inherentemente oposicional de su enfoque. "Lógica (podemos decir) es jurisprudencia generalizada". (p.7). En otras palabras, lo que hacemos es una versión no refinada de lo que sucede en una Corte de Justicia. En primer lugar, esto significa que hay adversarios y que la suma final es cero. En consecuencia, habrá un ganador y un perdedor y cada argumento será juzgado y evaluado independientemente. A pesar de ser un buen punto de partida --como efectivamente, lo fue-- el modelo de Toulmin concibió el argumento como una competencia intelectual en oposición a un episodio entre dos personas que se concentran en un disenso. Arne Naess, el filósofo y lógico noruego, es la tercera gran figura de la Teoría de la Argumentación contemporánea. Su mayor influencia la ha ejercido entre los teóricos de 7

Europa, particularmente en Alemania y Holanda. Naess, a diferencia de Toulmin y Perelman, empezó a pensar y a trabajar en términos dialécticos. El argumento para él era algo que ocurría entre personas en un contexto interactivo. Además, las primeras etapas de la teoría del diálogo, o dialéctica formal, son atribuíbles a su Interpretation y Preciseness (1953), anterior por casi veinte años a la introducción de los juegos dialógicos por Hamblin en 1970. Naess desarrolló reglas para gobernar las interacciones, de modo que pusieran la dialéctica en el centro de la escena. De su obra Wie fordert man heute die empirische Bewegung? Van Eemeren, Grootendorst & Kruiger (1987) cita lo siguiente: Quizás la mejor palabra para describir lo que quiero decir es "dialéctica"....En mi terminología, debate o dialéctica, es una parte de la investigación; es decir, es una forma de comunicación verbal intersubjetiva y sistemática por medio de la cual los malentendidos pueden ser aclarados y los puntos de vista individuales pueden ser sometidos a aprobación o rechazo. Esto no pretende ser una definición normativa, sino una aproximacióna a una definición descriptiva (p. 115; orig, Naess, 1956). Naess específicamente vió el lenguaje como dependiente del contexto. Un conjunto de palabras que tiene un significado particular en una ocasión, dice él, podría "..expresar algo completamente diferente en otro contexto" (1966, p.9; el énfasis es original). Y, de nuevo, Las expresiones habladas y escritas no son abstraídas del contexto de individuos que hablan, escriben, escuchan y leen estas expresiones... El material básico para nosotros son ocurrencias de expresiones verbales. Así, "llueve" en sí misma no es un objeto inmediato de preocupación, pero nos preocupamos de "llueve" como expresada o escuchada, o de las instancias de esa oración en algún texto. (1953, p.1). Las palabras sólo tienen significado cuando son usadas por las personas en un contexto particular. En consecuencia, lo que llega a ser crucial es comprender la terminología usada en una situación dada: los significados son comunicados entre los usuarios de un lenguaje. Con todo esto en mente Naess, se centra en la noción de "precisión", una técnica para crear acuerdos lingüísticos más y más finos entre los protagonistas. Naess está preocupado de encontrar un método para hacer que las expresiones sean más y más precisas, a fin de que los participantes en un diálogo se acerquen cada vez más puedan comprenderse y alcanzar una solución. De dos expresiones A y B, una será normalmente más precisa que la otra si comparten un conjunto de expresiones alternativas, pero A tiene menos alternativas que B. Naess define a A como más precisa que B bajo las siguientes circunstancias. Sí y sólo sí, toda alternativa sinonímica de A es también una alternativa sinonímica a B, y existe al menos una alternativa sinonímica de B que no es una alternativo sinonímica de A, y A admite al menos una alternativa sinonímica, entonces se dirá que A es más precisa que B. (1953, p.56). Esto es expresado menos técnicamente, para expresiones U y T en Communication and Argument (1966): 8

El que una expresión U es una precisión de una expresión T significa que todas las interpretaciones razonables de U son interpretaciones razonables de T, y que hay al menos una interpretación razonable de T que no es una razonable interpretación de U (1966, p.39). Una vez que ha establecido las nociones básicas, Naess continúa proporcionando reglas e instrucciones para precisar las expresiones en el curso de un argumento. Esto requiere extensas clarificaciones de los modos de la definición, y permite, en un trabajo mucho más técnico de 1953, una formalización del concepto de precisión y de su relación con varios modos de definición. El impacto de este trabajo se verá más claramente en el de Else Barth y Erik Krabbe, así como en el de Van Eemeren y Grootendorst. Debería notarse que parece ser un supuesto implícito en el trabajo de Naess el que la precisión lleva a, o significa, la comprensión, pero esto no es argumentado implícitamente. En verdad, uno podría sostener que una cierta cantidad de ambigüedad puede ser importante en los argumentos, en la medida en que permite una mayor concentración en los tópicos principales, evitando una exposición excesivamente detallada. Naess, sin embargo, teme más a los "pseudo acuerdos", en los que dos argumentadores piensan que están de acuerdo pero realmente no lo están, que a la continuación de una extensa argumentación. Esto es en virtud del axioma que dice que, al ser preciso, uno promueve la comprensión y la concentración en el tema mientras se evitan los seudo acuerdos. Los tres autores hasta aquí presentados han jugado un rol instrumental para desplazar el foco de la Teoría de la Argumentación desde el argumento, considerado como un artefacto, al argumento considerado como un proceso humano. El trabajo de ellos ha tenido un gran impacto, aunque en distintos campos en general. Tanto Perelman como Toulmin eran (y son) ampliamente referidos por los investigadores en Teoría de la Comunicación y del Habla, pero Perelman no ha recibido mucha atención por parte de los filósofos. Naess ha sido mayormente escuchado por los europeos y, como el resto de los formalistas, ha sido largamente ignorado por la Teoría de la Comunicación. Al mismo tiempo que Toulmin y Perelman estaban escribiendo, los lógicos informales estaban enseñando a sus alumnos Pensamiento Crítico y falacias, fundamentalmente a través de textos como la "Introducción a la Lógica" de Copi, que fue publicado por primera vez en 1951. Las falacias son presentadas de un modo breve usando ejemplos que son, en su mayor parte, inventados o tomados fuera de contexto. No fue hasta 1971 que Howard Kahane, respondiendo al desafío de los tiempos y a las motivaciones de los estudiantes, publicó su Logic and Contemporary Rhetoric: The use of Reason in Everyday Life. La diferencia fue que el libro de Kahane tomó ejemplos cotidianos, sacados de revistas y periódicos, que trataban de temas que les preocupaban a los alumnos o, al menos, que éstos reconocían como importantes. Esto significó que las falacias estaban más situadas que en los textos antiguos. No obstante, sucedió que los filósofos preocupados de la Teoría de la Argumentación estaban exclusivamente involucrados en Lógica Informal y, fundamentalmente, preocupados de su enseñanza. En consecuencia, fue el estudio de las falacias y las demandas pedagógicas de los cursos de Razonamiento Crítico, lo que dirigió su trabajo y sus preocupaciones. Hay notables excepciones a esta tendencia, por ejemplo, el filósofo Británico C.L. Hamblin y los norteamericanos Henry Johnstone and Nicholas 9

Rescher. Aunque los tres tenían diferentes enfoques, sus perspectivas estaban conectadas por la clara visión que ellos tenían de una necesidad de cambiar el enfoque vigente. Como su trabajo podría ser familiar para la mayoría de los lectores ellos serán tratados brevemente, a fin de ahorrar espacio. En el -ahora clásico- libro de Hamblin Fallacies (1970), él argumentó que el enfoque tradicional, "el tratamiento estandarizado" de las falacias, no funciona. Por el contrario, si queremos comprender las falacias debemos entender primero lo que es un argumento: "Alguien que meramente hace proposiciones falsas, aunque sean absurdas, es inocente de falacias, a menos que las proposiciones constituyan o expresen un argumento" (224). La discusión de "argumento" de Hamblin, recuerda la de Perelman, y permite que el concepto no sea tan nítido como los lógicos -formales e informales- les gustaría que fuese sino que, más bien, lo hace dependiente del contexto. "La relación lógica real entre premisas y conclusión puede darse de muchas maneras" (230). La falacia, para Hamblin, es también una cuestión de contexto. El insistió en que las falacias y los errores en la argumentación sólo tienen sentido en el contexto de la dinámica de la dialéctica. De la falacia de equivocación, por ejemplo, dijo que "...casi nunca suponemos que una palabra es equívoca a menos que tengamos alguna dificultad con ella". (p.294). Esto va en contra del Tratamiento Estándar, en el cual las falacias son consideradas ocurrencias identificables, que pueden ser encontradas en argumentos individuales. En su penúltimo capítulo, "Dialéctica Formal", Hamblin reconoce la vital importancia del argumento como algo que ocurre entre la gente. El introduce, a la luz de esta inspiración, un método de dialéctica formal o conjunto de juegos de diálogos. Estos están entre los primeros intentos de crear un sistema de movida/contra-movida que mantendría el rastro de los argumentos y los supuestos usados por los que discuten. La idea central es que en un argumento cada participante adquiere ciertos "compromisos" que, figuradamente, pone en un "almacén de compromisos". El objetivo de este juego es forzar al interlocutor a cometer afirmaciones inconsistentes. Esta formalización permitió la investigación de nociones tan cruciales como carga de la prueba, inconsistencia, y ganar en el contexto del argumento. Henry Johnstone Jr. está entre los primeros norteamericanos que escribieron sobre argumentación. Como la mayoría de los filósofos que trabajan en el área, él estaba decididamente entre los dialécticos, o sea, entre los teóricos de la argumentación que consideran que hay un modo específico y especial de argumentación --con su propio conjunto de valores, actitudes y procedimientos-- que puede ser llamado "dialéctico". Hacer dialéctica es buscar un resultado que es indisputable, porque es la verdad o porque se sostiene mejor que los puntos de vista opuestos con los que compite. Uno no tiene que creer que la dialéctica produce la verdad sino, simplemente que la verdad puede aparecer en una argumentación correcta3. Un dialéctico cree que el argumento debería ser conducido de acuerdo con reglas y convenciones que sirven para identificar la teoría o el punto de vista que mejor resiste el ataque y la crítica. Un retórico, por otra parte, cree que tales reglas y procedimientos son, en sí mimos, objetos de procedimientos retóricos y, así, son una parte y una parcela de la teoría que pretende defender. (Véase Weimer, 1984). Además de Johnstone, entre los filósofos dialécticos se incluye a Rescher y Toulmin, mientras que en los retóricos mencionados hasta aquí se incluye a Perelman y Naess.

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Johnstone es un dialéctico extremo. El cree muy decididamente que hay distintos modos de argumentación y que son dependientes de las intenciones del que argumenta. En particular, la argumentación filosófica, (junto con otras formas tales como la científica), es especial, en la medida que tiene como meta la idea de verdad o, al menos, la claridad de una visión, o la investigación de una teoría de acuerdo a reglas y principios de la racionalidad. En sus críticas de Perelman y Olbrechts-Tyteca, Johnstone está particularmente preocupado con su inhabilidad o su negligencia para distinguir entre dialéctica filosófica y retórica o argumento ordinario, en el que persuadir al oponente es el punto clave. "...El anhelo del filósofo al argumentar ha sido usualmente más que simplemente asegurar la adhesión a sus tesis. Más específicamente, ningún filósofo podría, en conciencia, estar satisfecho con un asentimiento logrado por métodos rechazados por su audiencia". (op. cit.,p.133). La Retórica, aún la "nueva Retórica" de Perelman & OlbrechtsTyteca no es apropiada para la investigación dialéctica de los tópicos filosóficos. Cuando se persigue la verdad filosófica uno no hace uso de técnicas retóricas. Uno sigue las prácticas de la argumentación justa y correcta diseñadas para guíar en el descubrimiento del punto de vista más racional y lógico. Johnstone, no obstante, no confronta directamente los argumentos de Perelman: de que somos incapaces de distinguir entre la retórica y la dialéctica sobre cualquier base sistemática. ¿Es un enfático tono de voz suficiente para construír un argumento retórico? ¿Es suficiente la presentación de una cadena de argumentos similares e inteligentemente relacionados? ¿Qué decir de la anticipación de contra-ejemplos? ¿Es retórica si uno construye caminos de respuesta o de escape? ¿Son retóricas las decisiones que un autor hace con respecto a lo que debe ser el cuerpo de un texto y lo que deben ser notas de pié de página?4 El trabajo en el área de teoría de la Argumentación de Rescher, también un fiel dialéctico, se remonta a una época mucho antes que tal campo existiera. Mientras que, talvez, el nunca se vió a sí mismo como un participante de este campo específico, gran parte de sus esfuerzos se han dirigido a la clarificación de conceptos cruciales en el área. Como su trabajo es muy bien conocido en la comunidad filosófica, es suficiente indicar que su examen de las nociones de presupuestos, carga de la prueba y dialéctica, proporcionan ejemplos del punto de vista dialéctico o racionalista crítico de la Teoría de la Argumentación5. El verdadero rol de la Argumentación, de acuerdo con Resher, es llevarnos a creencias bien fundadas siguiendo las aceptadas reglas de racionalidad. La argumentación, a menudo, es una disputa entre adversarios y tiene como meta el cambiar el punto de vista de una persona, en otro. Pero la dialéctica, aunque puede ser una disputa entre adversarios, puede producir una investigación, cuando al tratar con una tesis uno tiene "...el anhelo de refinar su formulación, descubrir el apoyo racional que le sirve de base y evaluar su peso relatico" (1977, p.47). Esto es hecho, primero que todo, en una investigación unilateral donde, presumiblemente, la meta no es ganar, en la medida en que uno está argumentando consigo mismo. En consecuencia, el objetivo debe ser determinar el mejor curso de acción. Podemos, entonces, hacer retroceder esta concepción, a un contexto diádico, en el que el objetivo es el estatus probatorio de una proposición o teoría. Un filósofo que casi ciertamente no se considerará a sí mismo envuelto en Teoría de la Argumentación, pero que ha llegado a ser muy importante, especialmente en la rama europea de la Comunicación Teórica es el filósofo Paul Grice. Su ensayo, "Logic & Conversartion" (Grice, 1989 [or. 1975]), ha tenido un enorme impacto. El punto de vista de Grice es que la conversación normal es una empresa cooperativa entre el que habla y el que 11

escucha, y sigue unas reglas intrincadas e implícitas. La principal regla que se sigue, según él propuso, es el Principio Cooperativo [PC]: "Haz tu contribución conversacional tal como es requerida por la situación en que aparece, en concordancia con los propósitos o dirección aceptados en el intercambio conversacional, en el cual Ud. se ha comprometido". En otras palabras, se espera que uno siga las rutinas usuales o normales de la conversación. Una contribución a una conversación no debe ser, y en efecto no lo es, al azar, sino que, por el contrario, fluye como un resultado de la conversación existente y de las reglas y procedimientos normales que seguimos. Este principio fundamental, the [PC], es, además, articulado por Grice como cuatro máximas que gobiernan la cantidad de la conversación, la cualidad de lo que es dicho (esto es, la verdad), y su relevancia y manera (esto es, la perspicacia) (pp. 26-27). El descubrimiento más crucial de Grice pretende dar cuenta de lo que ocurre cuando una máxima es violada, esto es, lo que hacemos cuando no seguimos el [PC]. Mientras que una violación puede ocurrir por varias razones, lo más significativo para la argumentación sucede cuando la máxima es "violada". En este caso, es aparente para el que escucha que el que habla, al expresar una proposición p, está violando el Principio Cooperativo --si la proposición p es tomado en su significado literal. Para Grice, esto significa que la proposición no podría, ipso facto, ser tomada en este sentido y el que escucha tendría que buscar y localizar un significado alternativo para las palabras, o el simbolismo de la expresión. En otras palabras, el supuesto es que la persona con quien uno se está comunicando está otorgando sentido y siguiendo las reglas normales de la conversación ordinaria. En tal situación decimos que el que habla ha realizado una implicación (implicature) conversacional. Grice describe esto como sigue (p. 30) Alguien que dice p, se dirá que ha implicado a q cuando, 1.- está observando las máximas o, al menos el [PC]; 2.- se supone que él intenta q como un requisito para que la de p sea consistente con la suposición 1. 3.- el que habla asume que el que escucha inferirá q de p, a la condición 2.

expresión causa de

Así, se dirá que uno está haciendo una implicación conversacional cuando uno observa el [PC] y la implicación es requerida para que un auditor promedio puede hacer sentido de las indicaciones del que habla. Esto se aplica, por ejemplo, a muchas expresiones coloquiales tales como "salir de las llamas para caer en las brasas". También se aplica a observaciones y respuestas que requieren de información en clave, tal como cuando alguien pregunta si el siempre atrasado Tomás ha llegado ya, y recibe la respuesta: "¿Se ha puesto el sol?". Siguiendo reglas estrictas esta es una respuesta irrelevante, pero puesto que [1] asumimos que el que habla esta siguiendo el [PC], [2] asumimos que lo que se dijo es relevante, de modo que [3] inferimos que lo que ella realmente quiere decir es que Tomás no ha llegado porque es demasiado temprano. Por otra parte, podemos además asumir que el que habla conoce o asume que entenderemos el sentido de la observación y no nos confundiremos. El [PC] de Grice y su correlato, la implicación conversacional proporcionan un marco muy manual para explicar, de un modo sencillo, el axioma de la comunicación que dice que los que se comunican trabajan juntos para dar sentido a los mensajes. Explica claramente por qué nos comprendemos entre sí, aunque los mensajes sean a menudo 12

incompletos y deban ser completados por el que lo recibe, agregando los ingredientes perdidos. Cuando el componente perdido es una premisa, entonces decimos que la comunicación era entinemática. Cuando el mensaje necesita ser reconsiderado a fin de que tenga sentido, decimos que debe ser una implicación conversacional6. Especialmente atractivo para la Teoría de la Comunicación y los recientes embrionarios trabajos en la Teoría de la Argumentación son las nociones de que [1] el que recibe un mensaje es un socio activo en la conversación, y [2] la aparente violación del Principio Cooperativo no es una indicación de que un comunicador ha hecho algo erróneo, sino que el mensaje no debe ser tomado literalmente. INVESTIGACION ACTUAL Al mismo tiempo que los filósofos mencionados estaban escribiendo, algunos cambios también estaban tomando lugar entre los investigadores de la teoría de la Comunicación que se concentraron en la argumentación. Un punto de perspectiva para observar la metamorfosis fue el Journal Of The American Forensic Association [JAFA]. Esta revista fue el órgano de la American Forensic Association, dedicada al desarrollo y organización del debate formal. Sus miembros eran fundamentalmente estudiantes universitarios y profesores secundarios, y en ella se publicaron noticias de los torneos americanos de debate, realizados a nivel nacional, y se difundieron artículos acerca de la técnica del debate. Durante veinte años la revista evolucionó de sus propósitos originales a una plataforma para profesores preocupados con los aspectos comunicativos y filosóficos de la argumentación interactiva. Siguiendo la evolución de JAFA, ahora denominada Argumentation And Advocacy, se puede presenciar la creación y la substanciación de una nueva disciplina.

LOS TEORICOS DEL HABLA

El primer signo real ocurrió en 1970 cuando un artículo, titulado "The Limits Of Logic" de G.D. Mortenson y R.L. Anderson, argumentó que la lógica formal era inadecuado para la comprensión y la representación de los argumentos cotidianos o las discusiones públicas. Subsecuentemente, en 1975, Wayne Brockriede publicó "¿DONDE ESTA EL ARGUMENTO?"2, y en 1977 D.J. O'Keefe publicó "DOS CONCEPTOS DE ARGUMENTO"3. En el primer artículo, Brockriede pretende que el argumento no es algo que solamente se encuentra en editoriales y textos, sino que más bien se trata de un proceso dinámico, que se produce entre la gente, tiene características identificables y puede ser encontrado virtualmente en todas partes. Un argumento, para Brockriede, tiene que ser inferencial sin ser una implicación, tiene que tener razones para elegir entre proposiciones alternativas y debe involucrar incertidumbre en su resultado. El también requiere que el argumento tome lugar dentro de un marco de referencia que los participantes comparten y que los que argumentan se exponen a un auténtico riesgo de cambiar sus creencias. Dos 13

años más tarde D.J. O'Keefe introdujo una distinción que llegó a ser crucial para los futuros escritores. El distinguió entre argumento1 y argumento2, donde el primero denota un objeto concreto o abstracto que es el resultado de un individuo que "construye un argumento", mientras que el segundo designa aquel proceso en el cual dos personas se comprometen cuando "tienen un argumento". Joseph Wenzel ofreció varias distinciones adicionales cuando, en 1979, consideró tres perspectivas separadas sobre el argumento. La primera, la categoría tradicional de argumento como objeto, esto es, un silogismo, que el denominó "producto". La segunda, que denominó "procedimiento", comprende las habilidades y las técnicas retóricas que se han acumulado en el tiempo. Desde el punto de vista del procedimiento, el argumento es algo que puede ser analizado debido a su impacto persuasivo y a su uso como técnica retórica. La tercera fue denominada con el término "proceso", que describe lo que a menudo se llama "dialéctica": dos individuos usan su racionalidad crítica para investigar o determinar la verdad. Muchos de los problemas que dificultan la teoría de la argumentación, sostuvo él, han sido el resultado de tratar de encontrar una perspectiva que incluya las tres distintas tareas. Lo que fue más significativo de estos escritos fue su integración de los conceptos de lógica y argumentación que superaron las categorías de la teoría de la Comunicación. Ellos fueron testigos de un tomar conciencia del crecimiento en la dirección de la investigación dialógica mientras que, al mismo tiempo, se mantenían las bases fundasmentales de los estudios sobre la retórica y el habla. Después de todo, no sólo fue la filosofía la que se había concentrado en el argumento Estático, sino que también la retórica. La preocupación por el análisis del habla empezó a ser reemplazada por una concentración en la interacción. Esto requirió nuevos conceptos y distinciones tales como argumento1 y argumento2 que podrían permitir a los investigadores distinguir entre diferentes preocupaciones. Un enfoque que ha tenido una enorme influencia en Teoría de la Argumentación y también en la teoría de la Comunicación en general, ha sido el enfoque Social Constructivista. Charles A. Willard en un articulo publicado en 1978 y que denominó "Una Reformulación del Concepto de Argumento: Fundamentos Constructivista/Interaccionista de una Sociología del Conocimiento", utiliza el constructo de la Teoría Personal y el Interaccionismo de la Escuela de Chicago para definir argumento "...como una clase específica de relación social o encuentro". (121). Más específicamente, "argumento es una clase de interacción en la que las personas mantienen lo que ellos construyen como proposiciones mutuamente excluyentes". (125, énfasis en el original). Este enfoque, muy popular en Teoría de la Comunicación, significa que la teoría de la Argumentación tiene tanto un rol descriptivo como su tradicional función normativa. A fin de entender un argumento debemos empezar con las personas que argumentan. Los argumentos, para Willard, sólo existen cuando son usados por personas que argumentan. Además, cuando las personas argumentan en la práctica, cualquier cosa que ellos hagan podría ser un argumento. Con la enunciación de esta posición surgen, de pronto, campos de teorías competitivas. Un extremo está representado por Willard y su amplia concepción de "argumento". El otro extremo, (al menos como un ejemplo) fue defendido por Brant Burleson (1981) quien sostuvo que las concepciones de "argumento" deben ser idóneas para la argumentación de los investigadores, que los argumentos mismos tenían que ser esencialmente verbales y que las definiciones deberían específicamente excluír pasos y 14

estilos que no son dignos de tener el honor de ser "argumentos". Debido a que, sostiene él, el argumento es un concepto usado en forma amplia y difusa, una caracterización "...basada en el uso ordinario será necesariamente tan inclusiva que comprenderá un amplio rango de eventos que tienen poco significado como argumentos". (969). La Teoría de la Argumentación, de acuerdo con Burleson, no debe preocuparse de estudiar disputas a gritos, peleas, llantos o discusiones triviales. Los Teóricos del Habla, como podemos llamarlos, llegan a la Teoría de la Argumentación desde una perspectiva diferente a la de los Lógicos Informales. Aquellos empiezan con el que argumenta como alguien que confronta la tarea de la persuasión (un término que para ellos no es condenable). Mucho más que estar envueltos con la tradición retórica, los Teóricos del Habla necesitan que el discurso esté asociado con el que habla, para que tenga significado y sea susceptible de ser analizado. Los Lógicos informales se han concentrado históricanmente en el argumento como un artefacto, una cosa que puede ser analizada en su validez, su carácter falaz y su adecuación, independiente del contexto en que se usa. Si los filósofos se han concentrado en los actos locucionarios4, los que se interesan en el debate están más interesados en los actos ilocucionarios y cómo el argumento es usado y creado. Así, llega a ser importante para ellos, el ser capaz de definir argumento de una manera suficientemente amplia como para usarla en muchas situaciones naturales, pero lo suficientemente estrecha como para que el significado tenga alguna permanencia. Mientras los investigadores americanos estaban debatiendo el alcance y el significado del término "argumento", en Holanda se estaban desarrollando enfoques más formales sobre el argumento interactivo. El primero de estos enfoques fue iniciado por Frans Van Eemeren y Rob Grootendorst en la Universidad de Amsterdam. Este enfoque, llamado Pragma-dialéctica, descansa fuertemente en Austin y especialmente en la noción de actos de habla de Searle. Para la escuela holandesa, los argumentos pretenden justificar un punto de vista, de manera que resulte satisfactorio para un juez racional, que actúa de acuerdo con ciertas reglas acordadas. Su enfoque es pragmático (pragma) porque están preocupados con la tarea práctica de argumentar, y es dialéctico porque ven el argumento como un proceso social que se produce entre dos personas que argumentan. Puesto que su preocupación es la dialéctica, los actos de habla -tal como son usados por Austin y Searle- son insuficientemente complejos para la argumentación que requiere interacción entre unidades individuales. En consecuencia, van Eemeren and Grootendorst introducen la noción de un acto ilocucionario complejo: "Este acto complejo está compuesto de ilocuciones elementales que pertenecen a la categoría de asertivas y que, al nivel de la oración, mantienen una relación uno-a-uno con las oraciones (gramaticales). La constelación total de las ilocuciones elementales constituyen el acto ilocucionario complejo de la argumentación que, a un nivel más alto, mantiene, como un todo único, una relación uno-a-uno con una secuencia de oraciones (gramaticales)". (1984, p. 34). En otras palabras, un argumento está compuesto de actos individuales de habla que tomados colectivamente forman un único acto ilocucionario complejo. A fin de ser exitoso, los actos ilocucionarios deben ser comprendidos por el que escucha (de ahí la importancia de Grice). Claramente, sin embargo, esto no es suficiente para la mayoría de las disputas. Cuando se trasmite un argumento, uno requiere que sea comprendido, pero uno también quiere que el argumento logre algo, esto es, convencer al que escucha. Por esta razón, van Eemeren y 15

Grootendorst, a diferencia de Austin y Searle, otorgan una gran importancia a lo perlocucionario. Al argumentar, el efecto que uno quiere lograr -esto es, convencer- es crucial para comprender el proceso. En verdad, ellos están muy preocupados de distinguir entre decisiones racionales del que escucha, que son el resultado de consideraciones intencionadas por el comunicador, de aquellas que son accidentales, o bien, intentan lograr otros efectos no racionales, por ejemplo, estimular las emociones del que escucha. En un argumento "...se espera que el que escucha decida, sobre fundamentos racionales, si debería -o no debería- permitir el deseado efecto perlocucionario, que el que habla trata de producir.." (op. cit., p. 28). Extendiendo el análisis de Searle a un conjunto de oraciones que incluyen una argumentación, van Eemeren y Grootendorst son capaces de especificar la elegancia, veracidad, reconocimiento, satisfacción y otras condiciones para la argumentación tanto a favor como en contra. Un acto de habla, por ejemplo, podría tener éxito, en el nivel ilocucionario, siendo comprendida como una argumentación, pero podría no tener éxito en el nivel perlocucionario, fracasando en convencer. El enfoque Pragma-dialéctico también les proprocionó con una plataforma para el análisis de la argumentación como un proceso en etapas, lo que permitió un profundo análisis, haciendo posible el examen de interacciones de intercambio. Ellos también son capaces de proporcionar un análisis de los argumentos entinemáticos (1982, 1983) y las falacias (1987)7. La escuela holandesa de van Eemeren y Grootendorst es un intento de tratar de modelar la argumentación, al mismo tiempo que se intenta ajustarla a los estándares de racionalidad y orden. No es sorprendente que, gran parte de lo que normalmente la gente podría describir como un argumento, deba ser dejado de lado como un resultado de su ser no-racional, de su insuficiente verbalización (y, por lo tanto, demasiado ambiguo para ser identificado), o por elementos o estilos seguidos por el argumento -que varían de los modelos establecidos. Muchos argumentos simplemente no siguen un proceso suficientemente rutinizado como para permitir la identificación de los cmponentes requeridos para la identificación de un acto de habla.(cf., Jacobs, 1989). En verdad, la descripción que van Eemeren y Grootendorst hacen del proceso de organizar un argumentación, naturalmente ubicada, en una argumentación adecuada para el análisis linguístico incluye no menos de cuatro "transformaciones dialécticas". Las instrucciones para la aplicación de estas reglas de traducción evocan algo que no es más que la formalización del lenguaje ordinario a la lógica formal. En la transformación conocida como "omisión (deletion)", por ejemplo, se nos dice que los elementos que son irrelevantes incluyen "explicaciones detalladas, clarificaciones, anécdotas y acotaciones" (1989, p. 375). Es bastante posible, sin embargo, que estos elementos descartados, podrían muy bien contener la información más significativa, la que podría ayudar al oyente a comprender el argumento. A menudo, por ejemplo, una reiteración, una acotación o un ejemplo puede tener más fuerza comunicativa que el pretendido núcleo "real" del argumento. En consecuencia, un modelo útil debe ser cuidadosamente observado, a fin de que no se aleje, en nombre de la uniformidad, de la naturalidad que está específicamente tratando de identificar. En una línea decididamente más formal y clásicamente lógica, uno encuentra a E.M. Barth quien ha sido una fuerza mayor en el desarrollo y propagación de los sistemas de dialéctica formal. Como estudiante de Arne Naess y E.W. Beth, ellá está en una tradición trazada directamente hasta P. Lorenzen y K. Lorenz, en la que la dialéctica es incluída en la 16

lógica formal. Hasta la fecha esta empresa está más plenamente articulada en su colaboración con Erik Krabbe, "Del Axioma al Diálogo" (1982). Allí, ellos escriben lo siguiente: Siguiendo a Lorenzen y Kuno Lorenz, mostraremos que las constantes lógicas pueden ser definidas, de varias maneras, por medio de reglas para su uso en diálogos críticos, y también los conceptos de verdad lógica y argumento válido lógicamente, de tal manera que las extensiones de estos conceptos son exactamente aquellos que conocemos en otros organizaciones ("vestidos") de dos valores, o de la constructiva, o de una lógica mínima. Uno obtiene exactamente las mismas "verdades lógicas" y exactamente los mismos argumentos válidos como en las otras descripciones de estas tres lógicas.(p. 24, énfasis en el original). Como este sentimiento lo indica, las bases del sistema que Barth y Krabbe presentan están profundamente enraizadas en la lógica formal elemental. A los usuales elementos esenciales, ellos agregan operadores que facilitan los aspectos interactivos del proceso dialéctico. Estos incluyen afirmar la propia decisión de defender una posición, o preguntarse cómo lo defenderá un oponente, y declarar por sí mismo o indicar a un oponente una carga proposicional. El conflicto de opiniones emitidas empieza por el acuerdo, de parte de los que discuten, sobre un sistema formal de reglas del diálogo. Ellos empiezan, entonces, por explorar el conjunto de compromisos del otro, preguntándose sobre su defensa y sus adicionales compromisos, tratando de resolver los desacuerdos mostrando que, uno u otro, sostiene un conjunto inconsistente y, por lo tanto, forzándolo al abandono de la proposición disputada. Previo a ese resultado, la discusión debe ser desarrollada de acuerdo con reglas acordadas de conducta racional. Sus reglas de la dialéctica están basadas sobre las leyes clásicas de la lógica proposicional, es decir, si uno está comprometido con (P, entonces Q), y si se puede mostrar que uno debe también estar comprometido con P, entonces, ipso facto, uno está comprometido a Q. De un modo similar, si uno afirma [P v (Q&R)], y se muestra que P es falso, entonces uno está comprometido a (Q&R). El sistema también incluye reglas de conducta que específicamente prohiben pasos argumentales abusivos, irrelevantes o inapropiados. Una regla fuerte que es posible adoptar es aquella que si es adoptada entonces, "...un argumentador que es insultado, ridiculizado o de alguna manera dañado (despedido de su trabajo, enviado a un asilo o físicamente dañado) sin haber cometido alguna acción no permitida...en el curso de la discusión, ha ganado la discusión en su totalidad". (p. 63). Uno podría preguntarse cuánto disfrute podría obtener un argumentador, después de haber vencido a un oponente más tramposo o más poderoso, si es recluído en un asilo. Uno también podría preguntarse cuántos argumentos realmente incluyen únicamente esos pasos argumentales, y si son capaces de ser reflejados en un cálculo proposicional. Ciertamente, algunos pasos hechos en muchos argumentos serán representables de esta manera, pero muchos no lo serán. Bath y Krabbe están muy conscientes de esto. Ellos ven su tarea como parte de la Teoría de la Argumentación, pero no como si fuese la versión total. "La materia llamada Lógica corresponde a esa parte de la teoría de la Argumentación que estudia sistemas de reglas dialécticas de un lenguaje-invariante formal3 y reglas dialécticas de un lenguaje-dependiente formal2, basadas en reglas sintácticas (formal2)". (p.75). (Donde "formal2" indica la forma de un objeto y "formal3 indica formal en el sentido de seguir 17

reglas específicas). Así, para ellos, la lógica, como parte de la Teoría de la Argumentación, es el estudio de las reglas dialécticas de procedimiento aceptadas en todos los lenguajes y las reglas dialécticas de transformación inherentes a la estructura del lenguaje, basadas sobre las reglas clásicas deductivas de la lógica formal. Uno de los enredos más profundos que corre a través de la Teoría de la Argumentación es la tensión entre lo normativo y lo descriptivo. Tradicionalmente, el argumento no ha sido estudiado tanto como ha sido prescrito. Lo que las investigaciones han hecho en el argumento per se, ha sido organizado en torno al deseo de incremeentar la habilidad de una persona para argumentar racionalmente. Mientras que una parte y una parcela del estudio del argumento es, por lo menos, un modesto componente descriptivo, para los lógicos informales tradicionales esto no podría envolver nada más que la identificación de las premisas y conclusiones, argumentos, sub-argumentos, falacias e irrelevancias. Una persona será instruída para establecer un argumento en una cierta forma, esto es, para "describir" o "diagramar" el argumento en una forma oficial estandarizada. (Véase por ejemplo, Johnson & Blair, 1983). En otras palabras, se ha puesto, relativamente poca atención, a la manera en que la gente realmente conduce sus argumentos en oposición a la manera como la gente debería conducir sus argumentos. Prácticamente todo texto tiene métodos para establecer un argumento, y al hacerlo así, el analista selecciona aquellos componentes que son cruciales para la comprensión del argumento y deja de lado todo aquello que es considerado inesencial, conduce a errores, resulta trivial o es redundante. (Esto no es únicamente el hábito de los Lógicos Informales. Como lo mencioné anteriormente, van Eemeren and Grootendorst siguen esta misma línea en el enfoque Pragma-Dialéctico). Johnson & Blair, por ejemplo, nos dicen lo que debemos "separar a través de la retórica" (p. 80), a fin de encontrar el argumento real, como si hubiese una clara demarcación entre lo que es "meramente retórico" y lo que es "claramente substancial". Este supuesto crucial para la Lógica Informal no es sólo que hay una diferencia entre retórico y no-retórico, sino 1] que la diferencia es rápidamente identificable, y 2] que lo retórico, en oposición a lo no-retórico, no es crucial para comprender y/o analizar un argumento. La clave fundamental de la Lógica Informal es la falacia. Puede ser descrita como un error, o como un argumento que parece bueno pero no lo es, o como una trampa sofística tendida por un argumentador inescrupuloso, y, en verdad, puede ser una de estas tres. Tradicionalmente, (y por esto yo quiero decir hasta muy recientemente) las falacias han sido descritas junto con explicaciones, ejemplos, y/o criterios para su identificación (por ejemplo, Gilbert, 1979; Johnson & Blair, 1983; Fogelin & Sinnott-Armstrong, 1991). Algo, sin embargo, ha cambiado radicalmente. La perspectiva actual se está moviendo más y más hacia la noción de que las falacias, si ellas son de alguna utilidad, sólo pueden ser realmente comprendidas en un contexto. Esto es, cualquier "falacia" dada sólo puede ser denominada como tal, después de determinar la situación específica en la cual es usada impropiamente. Mientras sus raíces están en Hamblin (1970), esto fue más recientemente propuesto por Walton (1989) quien escribió que los juicios sobre falacias "...necesitan ser respaldaddos por evidencia sacada del particular texto del discurso del argumento que está siendo sometido a análisis". (p. 170). Esta perspectiva, aunque en ningún caso universal,(se estaría oponiendo a la de Johnson & Blair (1987) y Gouvier (1987), es muy poderosa: uno puede casi siempre proporcionar ejemplos de argumentos que satisfacen los criterios de una 18

falacia específica, pero que, no obstante, parecen ser buenos argumentos. Walton cita el argumento de apelar a la autoridad (ad verecundiam) como una falacia que, a menudo, no es falaz; siempre estamos en necesidad de expertos, el problema es cómo uno las usa en lugar de que uno las use. Las amenazas, para citar otro ejemplo, son instancias de apelar al temor (ad baculum). Pero, si una mujer empleada amenaza a su supervisor con acusarlo de acoso sexual, si él no deja de lado sus incorrectas sugerencias, ¿se ha cometido una falacia? Uno podría pensar que no. En consecuencia, la orden "no cometa falacias" debe ser alterada o, al menos, explicada para significar que uno no debería realizar ciertos pasos argumentales en ciertas situaciones (XX, 19nn). El cambio esencial en Teoría de la Argumentación, desde el punto de vista de la Lógica Informal, es el énfasis en la situación. El impacto es grande porque el campo es tan fuertemente prescriptivo. Cuanto más prescriptiva sea una tarea más importante es que sea capaz de producir reglas generales de conducta. Si la Lógica Informal sólo puede determinar tales reglas, examinando cada situación individual, entonces su generalidad y habilidad para proporcionar guías para la conducta argumental es limitada. Los cambios que vendrán más adelante en Lógica Informal, como un resultado de este nuevo énfasis en la situación, serán dramáticos a medida que debe cambiar de una concepción que identifica supuestas formas regulares a una que inspecciona situaciones particulares en busca de claves contextuales. Como el contacto entre los grupos divergentes se hace más grande, aumenta la presión sobre la Lógica Informal para tratar con situaciones argumentativas más reales. (Véase por ejemplo a Walton, 1992). Puesto de un modo simple, el ideal debe, y será, acercarse más a lo real --si el campo va a mantener su significado dentro del ámbito general de la Teoría de la Argumentación. El centrarse en la particularidad, aunque extraño para la filosofía, es inherente al Análisis del Discurso. Este campo, una sub-área de la teoría de la Comunicación, estudia las conversaciones reales a fin de determinar las reglas y procedimeintos seguidos por los que participan en ellas. El supuesto básico es articulado por Scott Jacobs and Sally Jackson: "La presencia de un argumento señala dificultades potenciales o actuales en la conversación, mientras que su ausencia indica la presencia de un "acuerdo logrado" en la conversación". (1982, p. 206). Para el Análisis del Discurso la presencia de un argumento significa que algo está mal y necesita ser reparado. La base es que cada expresión verbal (utterance) no-fática en una conversación, digamos que una solicitud, puede ser satisfecha con una respuesta preferencial, (la solicitud es aprobada), o con una respuesta nopreferencial, (la solicitud es negada). Si la respuesta no-preferencial sucede, entonces la conversación debe resolver esa disrupción, al mismo tiempo que se mantiene el suficiente equilibrio para que la conversación prosiga. El enfoque del Análisis del Discurso considera al argumento no sólo como una situación específica, sino también como utilizando reglas y procedimientos que son una función de esa situación, tanto como la naturaleza, las relaciones precisas y las personalidades de los participantes. Esto se aplica a tales nociones básicas como prueba y aceptabilidad: "...los receptores y los autores de puntos rebatibles trabajan en conjunto sobre la cantidad y la calidad del apoyo requerido para obtener un acuerdo". (1980, p. 262). Esto arroja, por ejemplo, una interesante luz sobre los entinemas. A qué grado un entinema debe ser explicado será una función de los que argumentan, de su acuerdo y/o desacuerdo. Un socio conversacional escéptico demandará una completa explicación, más que un socio que acepta fácilmente o uno que evita los desacuerdos. Así, mientras los Lógicos Informales usan "los buenos argumentos" para indicar que el proceso de racionalidad crítica 19

se aplica a todos (la mayoría) de los argumentos y a todas (la mayoría) de las situaciones, los Analistas del Discurso ven el acuerdo como una conveniencia operacional en un contexto social. Cada perspectiva proporciona distintas conclusiones para lo que es una buena y una mala argumentación. Con respecto a la importancia de las diferencias individuales, Barbara O'Keefe (1988) ha hecho un interesante trabajo sobre lo que es relevante para la argumentación, especialmente cuando se trata de determinar las posibles causas de su éxito y su fracaso. Ella describe tres diferentes tipos de "mensaje con diseño lógico" (MDL). Cada diseño lógico determina cómo un individuo construye (y muy probablemente interpreta) los mensajes comunicativos. El primero, conocido como el "diseño lógico de un mensaje expresivo", es bastante literal. El propósito de la comunicación, desde el punto de vista de este MDL, es expresar nuestros pensamientos y entregar respuestas a nuestro socio. El receptor erxpresivo asume que la intención de los mensajes es ser tomados en su sentido literal y así lo hace. El segundo es el "convencional". Un comunicador convencional comprende que la conversación, el argumento y la comunicación en general es gobernada por reglas sociales y, al comunicarse, uno actúa, como si jugara un juego. Para el diseño convencional algunas cosas pueden no ser dichas o, al menos, pueden no ser dichas directamente dependiendo de las convenciones sociales que gobiernan la situación particular. El más sofisticado, es el diseño "retórico". El comunicador retórico no sólo considera que hay reglas que gobiernan la comunicación interactiva, sino también que el asumir diferentes roles o personajes resulta en la creación y utilización de reglas diferentes. En consecuencia, el diseño lógico de mensaje retórico puede crear situaciones mediante la adopción de roles y estructuras retóricas que están mejor adaptadas a un contexto dado. Las implicaciones para la teoría de la Argumentación son complejas. Para empezar, parecería que el ideal propuesto como el mejor argumentador -desde el punto de vista de la Lógica Informal clásica- según el modelo de B. O'Keefe, sería un diseño lógico de mensaje expresivo. Después de todo, practicamente todo texto de pensamiento crítico explica cómo todo, excepto el núcleo del mensaje, debe ser eliminado del argumento antes de que sea adecuado para el análisis. Así, dada la naturaleza de la argumentación, delimitada por reglas -tal como es concebida por la Lógica Informal- puede ser que el MDL es la elección más apropiada para el "mejor". Es, sin embargo, muy interesante que los más sutiles, atentos y flexibles comunicadores, los usuarios del MDL retórico, no serían ciertamente, en su mayoría, aquellos que, los del grupo de Lógica Informal, identificarían como los mejores argumentadores. Este último grupo se apoya mucho más en la situación particular y en el contexto y muy poco en el argumento, en tanto argumento. Otra cuestión surge si tratamos de pensar en el establecimiento de reglas pata todos los diseños lógicos de mensajes. Quizás, la manera en que uno se comunica es relevante a las reglas que uno debería seguir al hacer eso. Finalmente, las varias confusiones, falacias y errores, podrían ser construídos así porque el observador utiliza un diseño de mensaje diferente del (los) participante(s), resultando en (digamos) una evaluación negativa de una forma de argumento que es extraña al observador. Otra área de investigación en Teoría de la Comunicación relevante a la Teoría de la Argumentación, propuesto primariamente como un ejemplo, incluye el trabajo sobre los objetivos como componentes de todos los episodios comunicativos y especialmente argumentativos. En el área de investigación de objetivos, se asume como garantido, quee todas las interacciones comunicativas -e, ipso facto, los argumentos- envuelven una variedad de objetivos. Siempre estarán incluídas ciertos objetivos personales (del yo o 20

propios) junto a los objetivos que pertenecen a la relación existente entre los que argumentan. Esto puede estar completamente al margen del objetivo estratégico que puede (o no puede) ser el impulso real para el argumento. La relevancia del análisis de metas puede ser ejemplificado, para citar un caso, en Bavelas (1990) donde ella concluye que los mejores y más sofisticados comunicadores eligen usar expresiones ambiguas en ciertas situaciones, en lugar de herir los sentimientos de alguien o parecer desagradable. En este modelo, el evitar un desacuerdo directo y evitar establecer la propia posición de un modo claro no es una instancia de la "falacia" de equivocación o, incluso una técnica de una argumentación defectuosa, sino el signo de un comunicador sofisticado negociando con cautela, en un contexto difícil. Hay un tributo final a los recientes desarrollos en teoría de la Argumentación que requieren mención. En 1983 Janice Moulton publicó un crítico artículo sobre el "método de adversarios que compiten", que ella vió como el modelo básico de la controversia filosófica. Este punto de vista fue retomado y amplificaddo por Karen Warren, en 1988, cuando ella argumentó que el núcleo del "marco conceptual" sobre el cual se basa la argumentación filosófica --y otros niveles altos de la argumentación--, es esencialmente patriarcal, enemigo de la mujer y diseñado para ayudar a la supresión de la mujer. Andrea Nye, en su historia de la lógica, Words Of Power, (1990) también concluyó que el modo lineal y abstracto de pensamiento, que valoriza el que se siga reglas por encima de cualquier otra cosa, excluye a la mujer y otros grupos que carecen del necesario proceso educativo, o aquellos cuya propia constitución, psicología y sociología no los conduce a las dominantes estructuras de pensamiento del hombre blanco europeo. Finalmente Deborah Tannen (1990), un teórico de la comunicación, detalla cuán diferente son los procesos naturales en los que las mujeres se apoyan de aquellos que los hombres encuentran congenial. El resultado es, por lo menos, una dificultad en comprender y comunicarse entre los géneros. Mientras las posiciones establecidas son controversiales, aún en la comunidad feminista, los resultados de los argumentos mencionados por las escritores feministas de la anti-linealidad significa que, por lo menos, los supuestos tradicionales deben ser cuestionados. Si las reglas y procedimientos, que han sido históricamente enseñados por los Lógicos Informales, son excluyentes y en verdad hacen que los argumentos sean fáciles para (muchos) hombres y no lo sean para (muchas) mujeres, entonces una injusticia existe. Además, está la distinta probabilidad de que las estructuras pensadas como naturales o básicas, sólo lo sean para un grupo u otro, de modo que el resultado está, de nuevo, en la localización de las reglas del argumento o, por lo menos, la expansión de las técnicas y la alteración de las definiciones claves. La ideología tradicional sostiene, por ejemplo, que un buen argumento es uno poderoso que eficientemente elimina o, al menos debilita significativamente, la posición del contrario. En muchos modelos, no obstante, este enfoque carece totalmente de ingredientes considerados por algunos como cruciales. Los sentimientos y el yo del oponente, la futura relación entre proponente y oponente, y la continuación de un discurso que lleve a acuerdos son factores (para nombrar a algunos) que podrían intervenir para mediar en lo que es "bueno" y lo que no lo es. 5.- NOTAS FINALES

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De un modo correcto o incorrecto, desde Aristóteles, ha habido una separación entre lógica, dialéctica y retórica. En varios sentidos esto está reflejado en la separación entre cuerpo y alma y la división de los argumentos entre los que persuaden y aquellos que convencen. La Lógica Informal, desde sus orígenes, ha estado fundamentalmente preocupada de la inculcación de valores y técnicas que son consideradas como pertenecientes a la dialéctica, al convencimiento, como opuesto a la retórica que es considerada como tratando con (mera) persuasión. Como resultado de esto, ciertos factores humanos tales como la emoción y la intuición han sido considerados como extraños a la argumentación adecuada y únicamente el dominio de otras disciplinas (Psicología y Teoría de la Comunicación) o, peor, la preocupación de sofistas y manipuladores. Además, el enfoque ha estado puesto en el examen de argumentos aislados de su contexto y la situación social, política y cultural de las personas que argumentan8. La dificultad con tal estrecha perspectiva es que ha creado una imagen de la humanidad que es abiertamente infecunda y estéril. Los seres humanos cambian sus creencias interactivamente, esto es, argumentan de una multitud de maneras y sólo algunas de ellas descansan exclusivamente o fundamentalmente en estructuras de razonamiento, que pueden ser identificadas y categorizadas. Lo que ha sucedido en Teoría de la Argumentación es la realización de que esto no es completamente malo. La emoción, la intuición y lo físico no son plagas que contaminan la tierra de la Razón, sino componentes ordinarios, perfectamente naturales, de toda tarea humana. Hoy día, el Lógico Informal Clásico tiene dificultades al ignorar los desarrollos en campos correlativos, que tratan con los varios modos en que la gente se comunica, y que no caen nítidamente dentro de la categoría de "racional". Las actuales tendencias en Teoría de la Argumentación y Teoría de la Comunicación han recorrido un largo camino en considerar a los que argumentan como personas que están argumentando, en lugar de actores, fuera de contexto, realizando ejercicios en una apropiada conducta lógico-racional. Revistas tales como INFORMAL LOGIC, ARGUMENTATION AND ADVOCACY y ARGUMENTATION más y más surgen de una audiencia interdisciplinaria y atraen a tales audiencias. Las recientes conferencias observan a los abogados del razonamiento crítico, que creen que los argumentos necesitan ser despojados de todo componente no-racional, mezclándose con los cientistas sociales que creen que ningún argumento puede ser comprendido aislándolo de su situación cultural y social. Es el movimiento hacia la integración de estos enfoques lo que está teniendo un mayor impacto en el campo. La mutua polinización es un resultado de distintos grupos que comparten similares inquietudes: ¿Cómo podemos comprender y mejorar la básica actividad humana de la argumentación? Bien puede ser que la meta de crear un ídolo de la racionalidad, que todos debemos luchar por alcanzar, no es natural y es poco realista. También creo (y he argumentado, Xxxxx, 19nn,) que es un error tratar y negar (y/o denigrar) aquellos aspectos de la argumentación que no satisfacen los estándares de la Lógica Informal como caracterizado por los clásicos proponentes críticos racionalistas. Hechos recientes en teoría de la Argumentación, me parece, están moviendo el campo en una dirección más inclusiva haciendo que las inquietudes de disciplinas relacionadas sean relevantes para los tópicos que la Lógica Informal ha tratado tradicionalmente de resolver. Creo firmemente que todo esto es muy bueno. Perelman y Toulmin empezaron con una insatisfacción con la lógica formal como un modelo para la práctica de la argumentación. Siguiendo sus huellas numerosos 22

investigadores hicieron contribuciones para la comprensión de la argumentación como proceso humano. No son sólo los cientistas sociales los que ven a la argumentación tomando lugar en un contexto, también lo hacen los lógicos informales. Cuando Kahane (1971) puso al día los ejemplos de las falacias clásicas para hacerlas "relevantes" para los alumnos contemporáneos, el era parte de un movimiento inexorable de lo formal a lo natural que puede, no obstante, utilizar formalización como representación opuesta a idealización. Esta continuación inevitablemente resultará en el avance de nuestro conocimiento de la argumentación y en la esperanza de poder reemplazar la violencia como una herramienta para lograr que la gente cambie de una creencia en otra. NOTAS 1 Conferencia dada por el prof. Gilbert en la Universidad Nacional Andrés Bello, en el marco de un Encuentro Internacional sobre Argumentación. 2 N. del T. Publicado en la presente edición, pag xx. 3 N. del T. Publicado en la presente edición, pág.xx. 4 N del T. Austin distingue tres clases de actos. Primero, el acto locucionario (locutionary act), que consiste en usar una expresión verbal (utterance) con un sentido y una referencia más o menos definidos. Ej. "La puerta está abierta". Segundo, el acto ilocucionario (illocutionary act), que es el acto que se puede realizar al realizar el acto locucionario. En el acto de decir que la puerta está abierta, por ejemplo, yo puedo realizar el acto ilocucionario de afirmar, sugerir o exclamar. En tercer lugar, el acto perlocucionario (perlocutionary act), es el acto que yo puedo lograr, con éxito, por medio de un acto ilocucionario. Así, al realizar el acto ilocucionario de sugerir, puedo tener éxito en lograr el acto perlocucionario de hacer que Ud. cierre la puerta. 1. El estudio filosoófico de la argumentación continuó a través de la Edad media con refinamiento y vastas alteraciones y enmiendas, disputas y divisiones. Esto ha sido muy bien investigado y documentado por investigadores como Guthrie (1971), Hamblin (1970), Rescher (19..), Kneale and Kneale (....), Bochenski (19..) y otros. Como este ensayo se centra en el particular desenvolvimiento de la Teoría de la Argumentación, dejaré la temprana historia en estas manos más capaces. 2. No es claro a quien tenía en mente Toulmin, como defensor de esta posición. En oposición a sus argumentos contra las respectivas posiciones de Kneale y Carnap sobre la probabilidad, los argumentos en contra del virulento logicismo que él ataca no está asignado a filósosfos específicos. En efecto, podría ser muy difícil encontrar en ese tiempo que alguien sostuviera la posición que el describe. 3. Uno no necesita ser un realista sobre la verdad para ser un dialéctico. Es suficiente sostener la posición de que la mejor teoría es la que se sostiene mejor en campos específicos, o sea, dialéctico, escrutinio. 4. Ver el trabajo de Weimer: "Why All Knowing Is Rethorical?" (1984) para una interesante discusión de este punto desde una perspectiva de la Teoría de la Argumentación. 5. Una excelente reseña del trabajo de Rescher puede ser encontrado en el número Winter 1992 de la revista Informal Lógic (Vol. 14, Nª1), que se dedicó a su trabajo. Su libro más importante en el área es, a mi juicio, Dialectics (1977). En ese trabajo Rescher defiende las

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reglas de la racionalidad contra el escepticismo y contra el proponer reglas para la conducta de la investigación racional. 6. Es importante notar que las máximas de Grice pueden requerir ajustes de varias clases para diferentes situaciones y la situación cultural no es la menos importante. En algunas sociedades decir el mínimo es considerado hostil, mientras que en otras el decir mucho es considerado de mala educación. En consecuencia lo que se puede considerar una violación del [PC] y, por lo tanto, una implicación conversacional puede variar de campo o audiencia a campo o audiencia. 7. Un interesante resumen de esta posición junto con sus críticas y extensiones puede ser encontrado en la revista Argumentation, Volumen 3, Número 4, Noviembre 1989. El número está dedicado a la argumentación y a la teoría de los actos de habla. 8. No considero una introducción de veinte palabras, acompañando una cita de un periódico, como una suficiente explicación del contexto o situación. ??

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