Sjuanmaria Vianney

  • May 2020
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Sabias que: LA ORACIÓN PARA SAN JUAN MARÍA VIANNEY 1. "La oración es la elevación de nuestro corazón a Dios, una dulce conversación entre la criatura y su Criador". (Sermón sobre la oración). 2. "Con la oración todo lo podéis, sois dueños, por decirlo así, del querer de Dios". (Sermón sobre la perseverancia). 3. "La oración abre los ojos del alma, le hace sentir la magnitud de su miseria, la necesidad de recurrir a Dios y de temer su propia debilidad". (Sermón sobre la oración). 4. "Todos los males que nos agobian en la tierra vienen precisamente de que no oramos o lo hacemos mal". (Sermón sobre la oración). 5. "Todos los santos comenzaron su conversión por la oración y por ella perseveraron; y todos los condenados se perdieron por su negligencia en la oración. Digo, pues, que la oración nos es absolutamente necesaria para perseverar". (Sermón sobre la perseverancia). 6. "¡Cuántas veces venimos a la iglesia sin saber a qué venimos ni qué queremos pedir! Sin embargo, cuando se va a casa de cualquiera, se sabe muy bien por qué uno se dirige a ella. Los hay que parecen decirle a Dios: «Vengo a decirte dos palabras para cumplir contigo...». Con frecuencia pienso que, cuando venimos a adorar a nuestro Señor, conseguiríamos todo lo que quisiéramos, con tal de pedirle con fe viva y un corazón puro". (Sobre la oración). 7. "Nuestras oraciones han de ser hechas con confianza, y con una esperanza firme de que Dios puede y quiere concedernos lo que le pedimos, mientras se lo supliquemos debidamente". (Sermón sobre la oración). 8. "Hemos de orar con frecuencia, pero debemos redoblar nuestras oraciones en las horas de prueba, en los momentos en que sentimos el ataque de la tentación". (Sermón sobre la oración). 9.Por muchas que sean las penas que experimentemos, si oramos, tendremos la dicha de soportarlas enteramente resignados a la voluntad de Dios; y por violentas que sean las tentaciones, si recurrimos a la oración, las dominaremos (Sermón sobre la oración). 10. "La tercera condición que debe reunir la oración para ser agradable a Dios, es la perseverancia. Vemos muchas veces que el Señor no nos concede enseguida lo que pedimos; esto lo hace para que lo deseemos con más ardor, o para que apreciemos mejor lo que vale. Tal retraso no es una negativa, sino una prueba que nos dispone a recibir más abundantemente lo que pedimos". (Sermón sobre la oración). Invitación: a todo los CURSILLISTA al retiro anual SETIEMBRE 12 de las 8 a.m a 5 p.m y Si quieres comprometerte a servir a tu Iglesia y compartir con ellas tus mejores dones te invitamos a Participar de un Cursillo de Cristiandad en el Solicitar orientaciones y ayuda con Tina Franco. La Parroquia Invita a todas la Mujeres: a un desayuno el día 19 de setiembre de 8 a.m. a 12 m para mayor información comunicarse con María Rosado Ayuda: se comunica a todos los fieles que el Padre José Viajara a Perú en agosto, si deseas colaborar y ayudar a su parroquia en Perú el 26 habra una seguna colecta. Gracias

¿TODAVIA MODELO? Hay que situar a los santos. Ellos, como todo, son ellos y su circunstancia. ¿Podemos considerar hoy a San Juan María Vianney, modelo de párroco? Decididamente, sí. En lo sustancial: Modelo de caridad pastoral, dechado de virtudes de abnegación de otra época, retrotraída a los padres del desierto. Imitar sin adaptaciones y sin reticencias, sin contar con la cultura de Vianney, de sus lecturas, de su formación deficiente, sería un error. Pero la raíz era muy lozana, viva y sana y segura: el amor. Juan María iba envuelto en un huracán de amor. Por Ars pasó un huracán de amor. Con ese amor podemos contar para aceptarle como modelo, intercesor, protector e imitable. Tengamos en cuenta sus circunstancias. Además, no se por qué y es lo corriente por la limitación de los biógrafos, que acentúen desproporcionadamente aquella virtud que les ha sido característica en su vida, dejando otras peculiaridades más íntimas y familiares en la penumbra y sin destacar. No se ha dicho que Vianney era un carácter jovial y sencillo. Sus familiares señalan sus cualidades que le hacían un carácter de trato agradable. Un hombre con ingenuidad infantil y sin ostentación, una mezcla de abandono, candor y gracia sencilla, se combinaban en su trato unidas en finura de tacto, seguridad de juicio, que daba a su trato y a toda su persona un encanto inexpresable. Este testimonio que recojo del Cardenal Gerrlier, Arzobispo de Lyón, nos ayuda a situar la personalidad nada ordinaria del Cura de Ars...

PASTOR Dardilly. Desde su torre se divisa la ciudad de Lyon. Fue su cuna. Era de niño, pastor. Su rebaño se componía de tres ovejas y un asno. En su zurrón siempre una estatua de la Virgen, que no se cansaba de contemplar. Con ella no temía los hielos ni los soles. "¡Qué feliz era yo entonces -decía poco antes de su muerte-, cuando no tenía que apacentar más que mi asno y mis tres ovejas! ¡Pobre asnillo ceniciento! Treinta años tendría cuando le perdimos. Entonces yo podía rezar cuanto quería."

DE PASTOR A AGRICULTOR A los trece años cambió el cayado por el azadón. Regaba los puerros y cavaba las viñas. Era un trabajador dócil, activo y alegre. Trabajaba y rezaba al mismo tiempo. "Cuando estaba en el campo-dice-, yo rezaba en alta voz si estaba solo, en voz baja si tenía compañía. Al dejar caer la herramienta, solía decir: no te

olvides que importa más cultivar el alma y arrancar sus malas hierbas. Cuando, después de comer, los demás descansaban, yo aparentaba dormir, pero seguía conversando con Dios en mi corazón. Cuando oía el reloj, rezaba un avemaría, y me decía: "Valor, alma mía; el tiempo pasa, la eternidad se acerca; vivamos como condenados a morir."

LA VOZ DEL PUEBLO La gente de Dardilly decía a su padre: "Debieras hacer cura a tu hijo." Eso era una locura en esto por aquellos días, cuando a Revolución Francesa destruía iglesias, cerraba seminarios y desterraba sacerdotes. Vianney entraba en los años de la juventud. Ya había perdido toda esperanza de poder estudiar, cuando, con el Concordato de Napoleón, la paz empezó a amanecer para las iglesias de Francia, y en Dardilly apareció un santo sacerdote, el abatte Balley, dispuesto a transformar a aquel joven valiente en un pastor de almas. El joven Vianney estudiaba heroicamente, pero sin provecho ninguno. Veinte veces estuvo a punto de volverse al arado, y siempre le detuvo la paciencia inagotable de su maestro.

LA ORACION Agotados los medios humanos, acudió a la oración. Las noches se le pasaban pidiendo a Dios que le diese las luces necesarias para llegar a ser capaz de ganar almas. Multiplicó las limosnas, redobló las penitencias, frecuentó el trato con los pobres y los enfermos, se condenó a no condimentar sus comidas, y poco a poco pudo ver que su inteligencia se abría y que empezaba a comprender lo problemas de la Teología. Pero cuando llegó el momento de la ordenación, hubo serias dificultades en la curia lionesa. Como algunos objetasen su escasa instrucción, el Vicario General preguntó: "¿Es piadoso? ¿Sabe rezar el Rosario? ¿Tiene devoción a la Santísima Virgen?" "Es un modelo de piedad", contestaron. "Pues bien, yo le recibo; Dios hará el resto." Gracias a esta condescendencia, Juan Bautista fue admitido a las órdenes en 1815. Acierto providencial.

ARS Le destinaron a Ars, pequeña villa, situada a unos kilómetros de Lyón. Su nombre, es hoy conocido de todo el mundo. Entonces era bastante difícil encontrarlo. El mismo perdió el camino en su entrada. La vista de su parroquia le llenó de desaliento. Era un pueblo pobre, abandonado, incomunicado; pero, más que esto, lo que llenaba de terror al nuevo sacerdote era la absoluta indiferencia religiosa. "Aquí no hay nada que hacer; yo mismo corro peligro de perderme." La caridad se sobrepuso a este primer movimiento, y el celo disipó los temores. El cura de Ars estableció su residencia en la iglesia solitaria. Al romper el día estaba ya allí, y allí permanecía hasta el Ángelus del anochecer, con la mirada fija en la Sagrario y el corazón fijo en Dios. Sale únicamente a mediodía para tomar el pobre alimento que él mismo se prepara, porque en la casa parroquial no habita nadie más que él. Después va de casa en casa. Es la hora en que puede ver a sus parroquianos. Entra, saluda al jefe de la familia, acaricia a los niños, sonríe, consuela, y mientras las gentes comen, él habla de Dios y de sus santos. Todos le reciben con alegría; sin pensar en su pequeña talla, su sotana raída, su cuerpo flaco y desmedrado; saben que se encuentran delante de un santo. Cuando los labriegos vuelven a sus trabajos, él retorna a su oración.

LAS NOCHES Durante la noche se encierra en la sacristía, repasa su Moral, lee las vidas de los santos, prepara y escribe las pláticas de los domingos, se las aprende de memoria, y se ejercita en la declamación. No tarda en verse rodeado de un grupo de fieles fervorosos, que asisten diariamente a su misa y llegan por la tarde a rezar con él el rosario. El buen párroco se fija sobre todo en un hombre, el tío Chaffangeon, que permanece inmóvil en la iglesia, sin mover los labios. "¡Eh!, -le pregunta un día-, ¿qué es lo que dices a Nuestro Señor?" "Miro al buen Dios y él me mira." “¡Qué suerteañadía el buen cura- mirar al buen Dios”.

EL CRECIMIENTO Los asistentes al culto se hacían cada vez más numerosos, y más numerosas también las comuniones. El párroco se llenaba de alegría ante aquellos efectos prodigiosos de la gracia. Pronto creyó llegado el momento de organizar cofradías para conservar el terreno conquistado y de abrir una campaña inteligente y metódica contra los abusos. Atacó primero las tabernas y las casas de juego, procediendo siempre con prudencia y conmiseración para las humanas flaquezas. "Jamás me he enfadado con mis parroquianos -podrá decir más tarde; jamás les he hecho el menor reproche." Se enfrentó luego con el baile, en el que vió el mayor obstáculo para la regeneración de su parroquia. Sabía decir las cosas con gracejo y con una suave ironía. "Mirad, hermanos

-exclamaba-, las personas que entran en el baile, dejan su ángel custodio a la puerta y toman en su lugar un demonio; de suerte que no tarda en poblarse la sala de demonios tanto como de bailadores... He visto un anciano que iba al baile con anteojos y bastón. ¡Qué pena! Otro iba a ver bailar, con un niño en brazos y otro de la mano. Y yo me decía: Los lleva al infierno." Vianney consiguió que el mismo día de la función del pueblo se negasen las muchachas a bailar. Más le costó desarraigar la costumbre de trabajar en días festivos. Es el tema que trataba con más frecuencia en sus sermones. "Cuando trabajáis en domingo -decía -, lo que ganáis es la ruina de vuestra alma y de vuestro cuerpo. Si entonces os preguntasen: ¿Qué acabáis de hacer?, podríais contestar vosotros: Hemos vendido nuestra alma al demonio, hemos crucificado a Nuestro Señor Jesucristo, hemos renegado del bautismo. Cuando veo que alguno acarrea en día de fiesta, me digo: Éste acarrea su alma al infierno. ¡Oh! ¡Cómo se engaña el que se afana en el día del Señor creyendo que va a hacer más dinero! Os imagináis que todo depende de vuestro trabajo; mas he aquí una enfermedad, un accidente... ¡Basta tan poca cosa! Una tempestad, un granizo, una helada... Dos medios infalibles conozco para llegar a ser pobre: trabajar en domingo y robar." Estas exhortaciones reiteradas acabaron por triunfar. Todo quedó renovado. "Ars ya no es Ars -decía el cura con satisfacción legitima. Hace muchos años que no se ha realizado semejante revolución en una parroquia. He asistido a muchas misiones, pero en ninguna parte he encontrado tan buenos sentimientos como aquí." Ni existía el respeto humano, ni se oía la menor blasfemia, ni se daba el más pequeño escándalo. "No valemos mucho más que los otros pueblos -decía un vecino-, pero seríamos muy miserables si, viviendo junto a un santo, nos entregásemos a semejantes desórdenes."

CONFESIONARIO DE SAN JUAN MARIA VIANNEY

Juan Bautista Vianney era un santo, un apasionado amante de la cruz. Sabía muy bien que el sufrimiento es el precio con que se compran las almas. “En mi actua la muerte, decía San Pablo, pero en vosotros la vida”. A un compañero le decía: ''Has trabajado, has rezado, has llorado...; no es bastante. ¿Has ayunado, has velado, te has acostado sobre la tierra, has azotado tu cuerpo? Si no has llegado hasta aquí, te falta mucho todavía." Su vida era una continua inmolación por los pecadores. Pobre hasta la necesidad, tenía un cuarto desnudo y ahumado, una sotana remendada y un sombrero viejo, que provocaba las burlas de las gentes. "Para el cura de Ars -respondía él-, es demasiado." Por sus manos pasaban miles de monedas de oro y de plata, pero todo iba a parar a los necesitados. Construyó escuelas, templos, hospitales y asilos de huérfanos. Su mayor contento era socorrer una necesidad. "Somos muy felices -solía decir-, porque los pobres vienen a nosotros. Si no viniesen, tendríamos que buscarlos."

PENITENCIA Su penitencia se podría comparar a la de los Padres del desierto. Comía sólo tres veces por semana, y dos barras de pan le bastaban para toda la Cuaresma. Una patata le parecía el más exquisito de los regalos, y sólo bebía agua. Dormía dos horas sobre un montón de paja, y la tos o la fiebre cortaban su sueño a cada instante. En su afán de mortificar todos sus sentidos, se impuso la obligación de no permitirse el menor regalo, de no oler una flor, de no arrojar una mosca de su cara, de no beber cuando tenia sed, de no darse cuenta de un mal olor, de no sentarse, fuera del confesionario; de no apoyarse cuando estaba de rodillas, de ser afable con todos, de estar siempre alegre, de no quejarse nunca. Y no se quejaba, aunque estuviese asediado por la multitud, aunque pasase diez y ocho horas seguidas en el confesionario con los pies helados, las carnes magulladas y el cuerpo deshecho. "Cuando dejaba el confesonario, tenía que tocarme las piernas para ver si estaban en su sitio; me era imposible tenerme en pie, y tenía que salir agarrándome a los bancos."

SUS ENFERMEDADES Y EL DEMONIO A todo esto se juntaba la enfermedad, dolores agudos de cabeza y de estómago, desmayos; a la enfermedad, añadía la penitencia: cadenas, cilicios, disciplinas; a la penitencia, la lucha con el enemigo. El demonio combatía al santo sacerdote con una tenacidad rabiosa. Cuando el cura de Ars se echaba a dormir, a la puerta de la casa rectoral se oían todas las noches tres golpes fragorosos, seguidos de estos apóstrofes : "¡Vianney! ¡Vianney! ¡Ven aquí, ven aquí! ¡Vete, vete, comedor de trufas!" Después el enemigo entraba haciendo un ruido infernal y arrojando inmundicias en un cuadro de la Virgen Maria . Cuando llegaba a la habitación del cura, echaba por tierra las sillas, revolvía los muebles, rasgaba o quemaba las cortinas, y levantaba los mayores estruendos, que unas veces semejaban murmullos de ejércitos, otras galopar de corceles, otras chirriar de carros, o aullar de osos, o caminar de rebaños, o trinar de ruiseñores. Rompía la pila del agua bendita, arrastraba por la habitación el montón de paja en que dormía el santo, y llenaba de golpes su cuerpo agotado. Vianney rezaba, repeliendo los asaltos con la señal de la cruz.

Entonces el príncipe de las tinieblas huía gritando: "¡Ah! ¡Mucho me haces sufrir! Si hubiese tres hombres como tú en la tierra, mi reino sería destruido."

LOS ENEMIGOS HUMANOS Más terribles aún eran los enemigos de carne y hueso. La calumnia y el desprecio eran la moneda con que pagaba el mundo la abnegación del humilde párroco. Se criticaban sus ayunos, se hacía burla de sus combates con el infierno, se le trataba de loco, de charlatán, de hipócrita, de ambicioso. Hasta sobre sus costumbres arrojaba su vaho inmundo la malignidad, durante cinco años. "Vivía esperando que de un momento a otro me arrojarían a palos de casa para encerrarme en un calabozo. Y me parecía que todo el mundo debiera haberse armado contra mí para echarme de una parroquia donde mi vida sólo podía ser un obstáculo a la gracia." En medio de las injurias y los temores, él seguía trabajando, sin dejarse vencer por el desaliento ni por la tristeza. ''Muchas eran entonces mis cruces -confesaba más tarde-; tantas, que apenas las podía soportar. Pedí al Señor que me diese la gracia de amarlas, y de repente me sentí dichoso. ¡Verdaderamente, sólo allí existe la felicidad!" Lejos de defenderse, autorizó las acusaciones con su firma. Su propia vida le daba asco; las alabanzas le llenaban de pena, y no cesaba de derramar lágrimas a causa de sus pecados, de sus miserias, de su glotonería, de su hipocresía. "¡Ah! -escribía a los calumniadores-; sólo vosotros me habéis conocido. No sé cómo agradeceros esa bondad con que os dignáis interesaros por mi pobre alma."

SU MEJOR DEFENSA SU HUMILDAD Vianney no sabía que este lenguaje era su mayor defensa. Aquella humildad heroica triunfó de todas las suspicacias, el obispo proclamó públicamente la humildad de aquel hombre, el mundo reconoció su virtud sublime, y empezó aquel desfile de multitudes que hizo del cura de Ars el apóstol universal de su siglo. Miles y miles de personas llegaban cada año para recibir los consejos de Vianney. Ya en 1840 se pudieron contar más de 20.000, número que siguió aumentado en los años sucesivos. De todas las naciones europeas acudían los peregrinos, arrastrados por la fe, por la piedad o por el arrepentimiento. Si alguno llegaba movido por la curiosidad, pronto se sentía transformado por una mirada, un gesto o una lágrima de aquel hombre prodigioso. Y al verle, todos decían: "Este hombre es más grande que su fama. Jamás hemos contemplado más de cerca a Dios." Unos buscaban al director de almas, otros al padre que tenía medicinas para todas las llagas del espíritu, otros al taumaturgo que tenia poder sobre las enfermedades y la muerte. Vianney se resignó a aquel fenómeno extraño, y consagró todas sus fuerzas al bien de sus hermanos.

LOS DIAS San Juan Bautista María Vianney sus días son iguales. Invariablemente, a medianoche sale de su habitación y se dirige al confesionario. La muchedumbre le sigue y se coloca ordenadamente en la iglesia. Los penitentes llegan sin interrupción a su presencia, y marchan consolados y contentos. A las siete, la

misa; y luego, otra vez la dura tarea de la confesión. Cuando suenan las once, el cura sube al púlpito para comenzar la instrucción cotidiana, que él designa con el nombre de catequesis. Su presencia refleja la santidad. Su cuerpo débil X encorvado parece una sombra; su rostro tiene una palidez casi transparente; sus ojos, rojos y húmedos de llanto, hacen pensar en las tragedias lamentables que acaba de oír; sus largos cabellos, blancos como la nieve, encuadran su figura en una aureola luminosa. Su voz es débil; su lenguaje, inculto; y sin embargo, las almas se sienten conmovidas y transformadas. Al toque del Ángelus sale de la iglesia. Dos guardias le defienden de los apretones del pueblo. Todos quieren verIe, hablarle, tocarle, recibir su bendición, recoger una palabra suya.

UN RESPIRO Al fin está solo, puede tomar un poco de alimento, rezar un rato, abrir rapidísimamente la correspondencia. Hasta la una. Luego, otra vez el confesionario. Y las horas pasan, consolando a los afligidos, curando a los enfermos, perdonando a los pecadores. "¡Ah, los pecadores, los pobres pecadores!", exclamaba con lágrimas en los ojos. Los pecadores se llevaban lo mejor de su solicitud. Los amaba con tan profunda ternura, que por ellos ofrecía constantemente su vida. Todo le parecía llevadero cuando se trataba de conquistar un alma para Dios. "Cuando se ama no se trabaja y si se trabaja se ama el trabajo, decía San Agustín. -"Si el buen Dios os diese a escoger entre subir al Cielo ahora mismo, o permanecer en la tierra hasta el fin de los siglos trabajando por la conversión de los pecadores, ¿qué haríais?" -"Me quedaría en la tierra." -"¿Hasta el fin del mundo?" -"Hasta el fin del mundo." -"Pero, con tanto tiempo delante de vos, no os levantaríais tan de mañana." -"¡Ay, amigo mio! Me levantaría como ahora, a medianoche; y sería el más feliz de los servidores de Dios." El demonio le recriminaba porque no le hacía caso al vestido violado, (el obispo), que le había mandado que no madrugara tanto. "Sapo negro, le decía, hay otros sapos negros que no me hacen tanto daño como tú". "Si no fuera por esa..." y le señalaba la imagen de la Virgen...

CONSSUMATUM EST La hora del descanso había ya sonado para él. Sobre su alma flotaba una atmósfera de paz que parecía el presagio, el crepúsculo inmensidad de los mares. Lo de la eternidad. Durante mucho tiempo había vivido en una nube de desolación interior, que le puso a las puertas de la desesperación. "Si debo ser condenado -rezaba entonces-, haced, oh Dios mío, que os ame al menos sobre la tierra." Ahora todo era claridad y consuelo: Dios se le manifestaba con toda su suavidad; las desconfianzas humanas habían desaparecido; tres años hacía que el enemigo infernal no osaba acercarse. "Ya no temo nada", decía el anciano. "Que nadie lo miraba... Aminadab tampoco parecía; y el cerco sosegaba, y la caballería a vista de las aguas descendía",

había cantado San Juan de la Cruz en su Cántico espiritual, presagiando el momento.Y no se cansaba de hablar del amor de Dios, de la Eucaristía, de la Santísima Virgen. Su muerte fue como el descender luminoso y majestuoso del sol, que se hunde sereno en el abismo del océano. San Juan Bautista María Vianney ¿Por dónde empezamos y por dónde acabamos al querer hablar de San Juan Bautista María Vianney, el Cura de Ars?... Su vida de Párroco la pasa sin moverse durante cuarenta y dos años en un pueblecito francés de 380 habitantes, en Ars. Pero está tan llena de anécdotas, de milagros, de luchas con el demonio, de conversiones, que se necesitan horas para decir algo nada más de lo mucho que habría que contar. Juan Vianney es un campesino de familia pobre. De niño, cuida del burro y de tres ovejas. De mozo, tiene que arar el campo. Lleva consigo una medalla que pone al borde del campo, y al llegar allá con al arado o el azadón, la Virgen se lleva un beso muy fuerte... Es un joven tan bueno, que más de una vez dijeron a su padre: Pero, ¿por qué no metes a tu hijo en el seminario para que sea cura?... El caso es que un día fue al seminario. Y lo despidieron al fin porque no había manera de meter el latín en aquella cabeza. Un sacerdote bueno, paciente, abnegado, toma por su cuenta el prepararlo. No había manera. El estudio no estaba hecho para joven semejante. No se le quería ordenar de sacerdote por estas sus limitaciones intelectuales. Y se ha hecho célebre el diálogo del Vicario General de la Diócesis de Lyon, que se decidió a admitirlo a la ordenación: ¿Es piadoso? ¿Reza el Rosario? ¿Tiene devoción a la Virgen? Le contestan convencidos: Sí, es un modelo de piedad en todo. -Pues, entonces, yo lo recibo: Dios hará el resto. Y Dios lo hizo, ¡vaya que si lo hizo! Las catequesis del Cura de Ars se hicieron famosas: hablaba sereno, directo, seguro, con gracia. Y en el confesonario dominaba la moral como un doctor. Cuando llega a la Parroquia de Ars, pueblo que no alcanzaba los 400 habitantes, no se encontró con enemigos, ni descreídos, ni con gentes de mala voluntad. Sencillamente, eran ignorantes y abandonados casi del todo en sus prácticas religiosas. El Cura, se pregunta: ¿Por dónde empiezo? Y la respuesta se la formuló inmediata. Primero, muchas horas de oración ante el Sagrario, y muchas penitencias. Después, a visitar con amor todas las casas y a conocer una por una todas las ovejas. Luego, a desarraigar los cuatro grandes males del pueblo: la ignorancia religiosa de todos; las cuatro tabernas que dejan a las familias sin dinero por la bebida y el juego de los hombres; el baile que estropea a la juventud; y la profanación del domingo, porque se trabaja y no se va a Misa.

Después, vendrá lo demás, aunque se empezará a practicar todo desde el principio: fortalecer las cofradías piadosas; llevar las almas a la Confesión y a la Comunión, y ayudar todo lo posible a los pobres. A los de las tabernas les decía: La taberna o el bar es la bodega del demonio y la escuela donde el infierno enseña su doctrina, donde se juegan las almas y se arruina la economía doméstica, donde se estropea la salud, donde comienzan las disputas y de donde salen los asesinatos. A los del baile: Los que entran al baile dejan su ángel de la guarda en la puerta y se llevan en su lugar un demonio, de suerte que no tarda en poblarse la sala de demonios, tantos como bailadores. A los profanadores del domingo: Hay dos maneras de hacerse pobres: robar y trabajar el domingo. El caso es que con tanta oración y penitencia, arremetiendo contra estos vicios, y llevando a las almas a los Sacramentos, el santo Cura podía expresar después la mayor alegría de un Párroco: -Ars ya no es Ars. Y el alcalde afirmaba a su vez: Tenemos una iglesia pobre, pero un Cura santo. Pero el demonio comenzó a hacerle una guerra inaudita. Junto con San Antonio Abad, no se sabe que haya habido santo con una lucha tan fiera, y sostenida por tanto tiempo con el demonio, como la del Cura de Ars. Por la noche empezaba a retemblar la casa. Gritos, imprecaciones, todo por tierra... Una noche se le presenta un parroquiano con el fusil: ¿Qué pasa, Padre? -¿Lo has oído, verdad? No harás nada con el fusil. Es el demonio... No te preocupes, cuando el demonio mete tanto ruido, señal de que viene algún gran pecador a confesarse. De esta manera suele avisarme... Al principio, Juan Vianney le tenía mucho miedo, cuando el demonio le decía: ¡Ha llegado el tiempo de ir al infierno! Y entonces el pobre Cura, tan humilde que se consideraba un gran pecador, le pedía a Dios: Dios mío, si no te voy a amar en el infierno, que al menos te ame ahora todo lo que pueda... Pronto aprendió a reírse del demonio, que con una invocación a la Virgen, una señal de la Cruz, o con un poco de agua bendita se desespera y huye acobardado... Ahora vienen muchos años en que Ars se va a convertir en un centro de peregrinación de toda Francia y de toda Europa. Llegaban peregrinos a confesarse desde todas partes. Juan Vianney se levantaba a la una de la noche para hacer su oración. Antes del amanecer, ya estaba en el confesonario. A las siete celebraba la Misa, hacía la acción de gracias, y otra vez al confesonario. Hasta las once en que comenzaba sus famosas catequesis. Tomaba después un ligero alimento, y al confesonario de nuevo. ¡Hasta dieciocho horas diarias atendiendo a los penitentes, que se llegaron a calcular al final en muchas decenas de miles al año... ¡Dieciocho horas de confesonario diarias!... Los penitentes se le apretujaban al

lado, y le costaba a veces media hora el atravesar los pocos metros que hay entre la iglesia y la casa cural. Un gran pecador acepta el desafío del amigo: -¿Por qué no vas a Ars? -¿Yo? ¿Y a qué voy a ir yo allí? No tengo nada que decirle a ese Cura. -Bien, prueba. Nada pierdes. Y fue, y allí descargó su conciencia. Regresa, y comenta escueto: Vengo de ver a Dios... Otro caballero, presumido, se clava entre los penitentes que hacen cola en la calle, y se dice despectivo: A ver qué dice este Cura.... Al atravesar la calle el Párroco se detiene ante el soberbio perro de caza: ¡Qué perro tan bello! Ojalá usted gastase tantos cuidados con su alma como los tiene con este perro... El cazador quedó cazado para Dios... Es todo lo que ha hecho Juan Bautista María Vianney: arrancar almas y almas al infierno para llevarlas a montones a Dios...A los de las tabernas les decía: La taberna o el bar es la bodega del demonio y la escuela donde el infierno enseña su doctrina, donde se juegan las almas y se arruina la economía doméstica, donde se estropea la salud, donde comienzan las disputas y de donde salen los asesinatos. A los del baile: Los que entran al baile dejan su ángel de la guarda en la puerta y se llevan en su lugar un demonio, de suerte que no tarda en poblarse la sala de demonios, tantos como bailadores. A los profanadores del domingo: Hay dos maneras de hacerse pobres: robar y trabajar el domingo

El Orden Sacerdotal El Orden Sacerdotal es un sacramento que, por la imposición de las manos del Obispo, y sus palabras, hace sacerdotes a los hombres bautizados, y les da poder para perdonar los pecados y convertir el pan y el vino en el Cuerpo y en la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo. El sacramento del orden lo reciben aquellos que se sienten llamados por Dios. La vocación al sacerdocio lleva consigo el celibato, recomendado por el Señor. La obligación del celibato no es por exigencia de la naturaleza del sacerdocio, sino por ley eclesiástica. La Iglesia quiere que los candidatos al sacerdocio abracen libremente el celibato por amor de Dios y servicio de los hombres. La Iglesia quiere a sus sacerdotes célibes para que puedan dedicarse completamente al bien de las almas, sin las limitaciones, en tiempo y preocupaciones, que supone sacar adelante una familia. Aunque es verdad que en algún caso una esposa podría ayudarle, también es verdad que en otros muchos, una esposa podría absorberle su tiempo por estar enferma física o psíquicamente, o por exigir de él mayor atención, etc. Y por supuesto, los hijos exigirían de él, no sólo tiempo, sino destinos en los que la educación de ellos fuera más fácil, o evitar atender a enfermos contagiosos, etc. Es decir, el sacerdote sin familia está más libre para el apostolado; y la Iglesia, en dos mil años de experiencia, así lo ha advertido, y por eso exige el celibato a sus sacerdotes. Pero, sobre todo, el celibato sacerdotal tiene un fundamento teológico: Cristo fue célibe, y el sacerdote es "alter Christus", es decir, otro Cristo. El amor de Jesucristo es universal, igual para todos; sin los exclusivismos propios del amor matrimonial. Así debe ser el amor del sacerdote. La vocación no consiste en recibir una llamada telefónica de Dios. Si un muchacho tiene buena salud (no es necesario ser un superman), es capaz de hacer estudios (no es necesario ser un genio), puede vivir habitualmente en gracia, con la ayuda de Dios (no hace falta ser ya un santo), tiene buena intención (no se trata de buscar el modo de ganarse la vida ) es decir, busca su propia perfección y la salvación de las almas, debe preguntarse si Dios le llama al sacerdocio. No se trata de preguntar me gustaría ser sacerdote? sino, me querrá Dios sacerdote? En caso de duda preguntar a persona imparcial y formada. Hay que pedirle a Dios que haya muchas vocaciones sacerdotales y religiosas, pues hacen falta muchos párrocos, muchos misioneros, predicadores, confesores, maestros, etc., y también muchas Hermanitas de los Pobres, de la Caridad, en los hospitales, en los asilos, religiosas en las escuelas, colegios etc.; y otras en los conventos de clausura que

alaben a Dios y pidan por los pecadores. Por eso es un gran apostolado ayudar económicamente a la formación de futuros apóstoles, y a los conventos de clausura. Todos debemos pedir a Dios que sean muchos los jóvenes que sigan la voz de Dios, pues hacen falta muchos y buenos sacerdotes y religiosos. Los padres tienen obligación grave de dejar en libertad a sus hijos que quieran consagrarse a Dios. Pero también sería pecado -y gravísimo- el inducir a sus hijos, por motivos humanos, a abrazar, sin vocación, el estado eclesiástico. Los padres deben cuidar de no presionar a sus hijos en la elección de una profesión y estado de vida.

http://www.pastoralsj.org/buscador/buscador.asp llamado

Flaqueza evangélica

¿Cómo llamarme cristiano cuando a veces me descubro tan alejado de Dios, tan egoísta con la gente, tan frío en la fe? ¿Cómo hablar de amor cuando a veces mi corazón alberga desprecio o indiferencia? ¿Cómo amar a un Dios que a veces se me oculta? Pareciera que para vivir el evangelio hay que ser gente virtuosa, paciente, buena, sólida, firme, coherente a ultranza… ¡Vamos, un mirlo blanco! Parece que hay que tenerlo todo claro, o al menos tener muy claro lo esencial. Pero en realidad esa es una de las paradojas del evangelio. Descubrir en nosotros una debilidad fecunda, una flaqueza invencible, una contradicción sedienta de algo firme. Y ahí, en esa tormenta, avanzar sin rendirse, sabiendo quién nos sostiene…

1. No se trata de

ser mediocres “Sus jefes juzgan por soborno, sus sacerdotes predican a sueldo, sus profetas adivinan

por dinero; y encima se apoyan en el Señor diciendo: ¿No está el Señor en medio de nosotros?” (Miq 2, 11) Que

ahí está la trampa: Justificar, en nombre de la debilidad tan humana, el vivir un poco a medias. No somos perfectos, y jamás lo seremos. Somos limitados, pecadores y muy frágiles. Pero eso no ha de convertirse en un canto la mediocridad o a la tibieza. ¿Y en qué consiste esa tibieza? El amor sin raíz. La fe sin preguntas ni Dios. Los encuentros sin historia. Las fachadas sin trastienda. Los errores sin importancia. Las palabras sin contenido real. Los verbos que solo se conjugan en primera persona. El juicio sin misericordia. A veces uno tiene que examinarse y exigirse un poco en la vida. ¿Dónde tengo que crecer yo? ¿Cuáles son mis “tibiezas”?

2. Se trata de ser

humanos “Yo le dije: “¡Ay, Señor mío! mira que no se hablar, que soy un muchacho”. El señor me contestó: “No digas que eres un muchacho, que a donde yo te envíe, irás, lo que yo te mande, lo dirás. No tengas miedo, que yo estoy contigo” (Jer 1,6-7) Humanos en la debilidad. No exigirnos una perfección irreal. No mitificar

nuestras capacidades ni querer ignorar lo contradictorio de nuestras vidas. Aceptar que el amor a veces duele. Que el compromiso a veces cuesta. Que habrá días en que la generosidad no asoma por ninguna parte, y episodios en que las lágrimas campen a sus anchas. Se trata de darse cuenta de que la propia vida no es un cuento infantil, sino más bien una historia con la complejidad de las historias humanas, con alegrías y tristezas, con aciertos y errores, con preguntas y respuestas (y alguna que otra pregunta sin respuesta). Eso sí, sabiendo que en esa

debilidad, y en Dios, somos fuertes de un modo bien diferente. ¿Cuál es mi debilidad, tan humana, en la manera de vivir el evangelio? ¿Soy capaz de acoger con tranquilidad esas dos caras de la vida?

TU EVANGELIO ES TERRIBLE Cristo, he oído predicar tu Evangelio a un sacerdote que vivía el Evangelio. Los pequeños, los pobres, quedaron entusiasmados; los grandes, los ricos, salieron escandalizados, y yo pensé que bastaría predicar sólo un poco el Evangelio para que los que frecuentan las iglesias se alejaran de ellas y para que los que no las frecuentan las llenaran. Yo pensé que era una mala señal para un cristiano el ser apreciado por la “gente bien”. Haría falta - creo yo que nos señalaran con el dedo tratándonos de locos y revolucionarios. Haría falta - creo yo - que nos armasen líos, que firmasen denuncias contra nosotros, que intentaran quitarnos de en medio. Esta tarde, Señor, tengo miedo, tengo miedo porque sé que tu Evangelio es terrible: es fácil oírlo predicar, es todavía fácil no escandalizarse de él, pero vivirlo... vivirlo es bien difícil. Michel Quoist

Buenos Pastores

Tanto hablar del nuevo Papa, de su enorme responsabilidad, etc. nos hace conscientes de que en el mundo hacen falta personas responsables, pastores capaces de cuidar de un pueblo que busca, lucha, vive… Y, la verdad, eso no se puede reducir a unos pocos, como si hubiese cuatro pastores y los demás fuésemos un rebaño, balando y paciendo plácidamente… En realidad todos, donde quiera que estemos, estamos llamados a ser pastores unos de otros; a veces necesitaremos alguien que nos cuide y nos guíe, otras veces tendremos que ser nosotros luz y guía para otros. Pastores, a imagen del Buen Pastor, que dio la vida por los suyos.

1.

Pastores para guiar... “El buen pastor va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado a todas las suyas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen porque conocen su voz”. Jn 10, 3-4 Marcando un camino, tras los pasos del primer pastor, Jesús. Para mostrar una forma de ser, de

vivir, de sentir, de amar… Que sepamos ir caminando unos delante de otros, tras los pasos de aquellos que te encontraron. Que aprendamos a conocer, por su nombre y sus sueños, por sus heridas y sus alegrías, a aquellos que forman parte de nuestras vidas. Y al tiempo que sepamos hablar de ti, con palabras, pero sobre todo con hechos. Que sepamos arriesgar, para llegar allá donde tu Reino sea más real, más completo, más pleno. Que sepamos caminar juntos… ¿Quién me guía a mí? ¿Y a quién guío yo? ¿A dónde? ¿Cómo? CRECE LA SED Se insultan unos a otros y se les seca la boca. ¡Crece la sed! Yo no quiero ser nada de esto, quiero ser manantial y quitarme esta sed para poder quitar la sed a los demás. Hay que abrir los brazos al de enfrente. Y no sólo los brazos hay que abrir las manos para que se nos caiga el arma de vergüenza. Gloria Fuertes

2. Pastores para salir... “Yo soy el buen pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen

a mí”. (Jn 10,14) A la búsqueda de aquellos que no tienen quien les cuide. A la búsqueda de quienes

están solos, perdidos, incomprendidos… A la búsqueda de quienes anhelan, y no saben qué. De quienes esperan una mano amiga, una palabra de acogida, una respuesta que no termina de llegar. Que sepamos salir al camino, allá donde no llegan los cantos ni las voces, donde no hay calor ni hogar, sentido ni esperanza. Que sepamos salir. ¿Conoces de veras a otros? ¿Te preocupan sus historias, sus problemas, sus luchas, sus anhelos, sus miedos, sus alegrías? ¿Sabes “sus nombres”?

NADIE ESTÁ SOLO

En este mismo instante hay un hombre que sufre, un hombre torturado tan sólo por amar la libertad. Ignoro dónde vive, qué lengua habla, de qué color tiene la piel, cómo se llama, pero en este mismo instante, cuando tus ojos leen mi pequeño poema, ese hombre existe, grita, se puede oír su llanto de animal acosado, mientras muerde sus labios para no denunciar a los amigos. ¿Oyes?... Un hombre solo grita maniatado, existe en algún sitio. ¿He dicho solo? ¿No sientes, como yo, el dolor de su cuerpo repetido en el tuyo? ¿No te mana la sangre bajo los golpes ciegos? Nadie está solo. Ahora, en este mismo instante, también a ti y a mí nos tienen maniatados. José Agustín Goytisolo

3. Pastores para dar la vida... “Yo soy el Buen Pastor. El Buen Pastor da la vida por las

ovejas”. (Jn 10,11) Viviendo un poco por otros. Dando sin esperar una contrapartida. Sirviendo sin

querer ser reconocidos. Proclamando el evangelio sin precio ni cautela. Aceptando el fracaso sin rendirnos por ello. Asumiendo el conflicto por ser coherentes. Buscando la verdad sin falsear la fe. Acoger sin poner barreras. Derramarse, como el agua que riega la tierra reseca. Vivir con la mirada atenta a lo que otros pueden sentir, temer, llorar o amar… Ir dejando un poco de uno mismo en cada persona que pasa por tu vida. Y así cansar el corazón, dejar que las manos encallezcan, endurecer los pies en el camino, gastar la vista… será el camino. ¿En qué, en quién estoy “gastando” mi vida?

LO QUE QUIERO SER Quiero ser pastor que vele por los suyos; árbol frondoso

que dé sombra al cansado; fuente donde beba el sediento. Quiero ser canción que inunde los silencios; libro que descubra horizontes remotos; poema que deshiele un corazón frío; papel donde se pueda escribir una historia. Quiero ser risa en los espacios tristes, y semilla que prende en el terreno yermo. Ser carta de amor para el solitario, y grito fuerte para el sordo… Pastor, árbol o fuente, canción, libro o poema… Papel, risa, grito, carta, semilla… Lo que tú quieras, lo que tú pidas, lo que tú sueñes, Señor… eso quiero ser. JM

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