Sinopsis: Amelia 2 � Holocausto Su t�a Laura le dec�a que fuera a casa urgente, hab�a una conmoci�n en su armario y no sab�a como callarlo. Arm�ndose de valor, la joven abri� de un tir�n la puerta del ropero. �Todo est� bien �suspir�, volviendo a cerrar la puerta. Amelia se volvi�, y se dispon�a a sacarse las botas cuando al agacharse, la puerta del ropero se abri� de golpe y la golpe� en la cola, haciendo que pegara un salto. ��Tob�a! No puedo creer que est�s pidiendo una mujer en sue�os... �reneg� el viejo sacudiendo la cabeza. Amelia se acerc� a la puerta, tomando la sart�n que estaba sobre la mesada al tiempo que preguntaba: ��Qu� cosa? �Un gato? Luna mene� la cabeza y susurr� con voz temblorosa: �No, algo grande, que caminaba en dos piernas, pero... no humano. �Te voy a decir... lo que nunca pude contarles porque iba a parecer rid�culo. Cuando estuve desaparecida una semana, en realidad pas� varios meses en otro mundo. En la oscuridad que se cern�a a su alrededor y las llenaba de aprensi�n, hab�a m�s de lo que pensaban. Unos ojos fosforescentes las espiaron al salir y subir los escalones. El monstruo se afirm� en sus patas traseras y salt� sobre el cap�, ara�ando el metal con sus garras. Entre chispas y crujido de fierros, se desliz� a medida que el auto tomaba velocidad, pero no lo perdieron. Iba agarrado de una mano, tratando de frenarlos con los pies, maravillado de la potencia del veh�culo. Sergio la bes� y le acarici� la espalda por debajo de la camisa, y ella se sinti� una traidora porque no pod�a contarle lo que pasaba por su mente al hombre que conoc�a sus labios y su cuerpo. Hab�a dejado que se creyera un tonto y que lo que hab�a visto no era real. ��Pero esta carta es la muerte! �exclam� poniendo la mano sobre la Muerte en forma de solemne jinete negro. La espada ten�a ansias de ir tras el troga y Amelia la sigui�, tirando de la empu�adura, mientras la hoja volaba paralela al piso hacia �l. Hac�a mucho tiempo que nadie lograba tocarlo. Al menos sigo siendo de carne y hueso, se dijo, complacido. �Est�s pensando que tus amigos no te abandonar�n... �musit� Kidan, algo divertido, y curioso por saber hasta donde llegar�a su calma y cu�ndo se quebrar�a�. Ya veo, la elegida te habl� de nosotros. Y esa Dalia, �qui�n es? �Cada vez que pienses en alguien, yo lo sabr�. As� que no quedar� nadie para buscarte, ni un recuerdo de ti en el mundo �afirm� sonriente�. Ahora, voy a dar una vuelta por tu bonita ciudad. �Eso es de colecci�n �no? � coment� el taxista mirando por el retrovisor la espada, nervioso luego de haber escuchado la llamada. Al principio, sus ojos no distinguieron nada por contraste con el paisaje que acababa de abandonar; sol dorado y c�lido filtr�ndose entre las hojas verdes, y un
mar azul profundo golpeando su isla con ternura. Ahora se hallaba a mitad de una monta�a oculta por un manto eterno de hielo. �Amelia, es bueno tener ojos para verte y manos para tocarte. Con sus dedos temblorosos coloc� la llave tres veces en el agujero antes de poder meterla y hacerla girar. La tela de la cortina borrone� por un instante la imagen de la espalda de un troga y una bata blanca. Amelia not� el movimiento con horror y detuvo el golpe que iba directo al pecho del troga, observando incr�dula c�mo la cabeza de su madre rodaba lejos de su cuello y un chorro de sangre caliente le ba�aba la cara y las manos.