¿Por qué los hombres de hoy pegan a las mujeres?
Miércoles, 25 de febrero de 2004. Año XV. Número: 5.192.
OPINION TRIBUNA LIBRE
¿Por qué los hombres de hoy pegan a las mujeres? SHERE HITE
Las mujeres afrontan hoy en España -como en tantos lugares del mundo- una violenta oleada criminal de ataques y asesinatos.La idea más común es que la libertad e independencia de las mujeres es uno de los factores determinantes de la agresión, pero no es ése el meollo de la cuestión. Los hechos son más bien que algunos hombres atacan y matan a algunas mujeres. Incluso el hecho de que los hombres lo hagan porque sientan que está en peligro su tradicional condición de superioridad no debe interpretarse como que es la independencia de las mujeres lo que está causando el problema. Es necesario poner al día esa mentalidad anticuada -en ocasiones, considerada romántica y glorificada en películas, novelas y medios de comunicación- que aún define a la masculinidad. A fin de cuentas, echarle la culpa a la independencia es tanto como decir que las mujeres deberían poner fin a la violencia transformándose en dóciles esposas y madres que no aspiran a la independencia. Si bien se da por hecho que la creciente independencia de las mujeres mueve a los hombres a la violencia, no es éste un aserto del todo justo puesto que son las mujeres las víctimas de esa violencia, no quienes cometen los delitos. Sin embargo, la sociedad prefiere cargar las tintas de la culpa sobre las mujeres en lugar de hacerlo sobre los hombres o sobre una ideología, hoy fuera de lugar, que enaltece la superioridad masculina. No todos los hombres son víctimas de la ideología machista, por supuesto. Muchos hacen gala de una conducta positiva en sus relaciones con las mujeres; desgraciadamente, sin embargo, muchos hombres interiorizan las consignas sobre lo que significa ser un hombre de verdad. ¿Cómo habría que castigar a los hombres que agreden a las mujeres? En Nueva York surtió unos efectos saludables el que frecuentemente se viera a los hombres en el momento de ser arrestados mientras la policía respondía a llamadas rutinarias que denunciaban casos de violencia doméstica y que se viera cómo a esos hombres les ponían unas esposas y la policía se los llevaba detenidos. Los índices de violencia descendieron.
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¿Por qué los hombres de hoy pegan a las mujeres?
Una solución a largo plazo es modificar la escala de valores.Por ejemplo, el atractivo con el que actualmente se presentan las pautas de comportamiento militar. Incluso el atractivo de que gozan en los patios de los colegios los más bravucones, ésos que martirizan a otros niños más pequeños y que ridiculizan a esos otros chicos que no se defienden. Podemos cambiar los mensajes sociales que reciben los niños acerca de lo que significa ser un hombre. Hay definiciones mejores. A propósito, merece la pena subrayar que culpar de esta violencia a las mujeres es como esa mentalidad antañona con la que se juzgaba a las mujeres en los casos de violación y que ha demostrado ser injusta: solía darse por hecho que la mujer era la culpable en casos de violación si llevaba una faldita corta o un lápiz de labios llamativo o si podía demostrarse que había mantenido relaciones sexuales con algún otro hombre sin estar casada con él. A lo largo de los siglos, ha regido esa legislación, como si los hombres tuvieran derecho a comportarse como violadores no necesariamente monógamos. La ideología les ha dado carta blanca. Por supuesto, las cosas se ven hoy de otro modo. La creciente autonomía de las mujeres y su seguridad en sí mismas está beneficiando a toda la sociedad y debe ser fomentada. No hacerlo equivale a traicionar el pasado y el futuro de los derechos humanos. Otro análisis de la situación es el que apunta a que la generalización de la violencia contra las mujeres va de la mano de la generalización del nacimiento del movimiento en favor de los valores familiares.Se ha dicho que el incremento de la violencia es paralelo al incremento de la independencia de las mujeres, pero ¿por qué ha de suponerse que este paralelismo es más lógico que el paralelismo entre el incremento de la violencia y otros fenómenos sociales? Antes que nada, me gustaría dejar claro que la alternativa a una sociedad basada en los valores de la familia no es una sociedad pornográfica. Personalmente, no estoy en contra de los valores familiares per se, pero entiendo como familia el grupo tradicional del padre-dueño-y-señor y las mujeres-a-su-servicio, sino más bien un grupo de amor en el que tanto el hombre como la mujer colaboran el uno con el otro en la medida de sus fuerzas y se dan mutuamente amor y apoyo. Quizás sean las presiones que hay sobre mujeres y hombres para adoptar la fórmula adecuada del matrimonio y sentirse satisfechos con ella la causa de este incremento de la violencia y de los asesinatos. Es más, yo diría que la violencia no es tanto el resultado de la mayor independencia de las mujeres como el resultado del clima actual de presión social que, por un lado, insiste en que las mujeres han de ser unas buenas esposas y unas buenas madres y aceptarlo todo y, por otro, de esa presión para que los hombres se ocupen de todo y sean los que manden.
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Los defensores de los valores de la familia suelen cerrar los ojos ante hechos como que la familia siempre ha llevado implícita la violencia doméstica y que el divorcio fue algo generalizado en otros tiempos. Podría afirmarse que la moral hipócrita de los defensores de la familia es la causa de que crezca esta violencia y de que las mujeres estén pagando el precio de la sumisión. Tiene exactamente la misma lógica esta afirmación que el recurso a esa respuesta visceral que implica que las mujeres están siendo perversas y rebeldes (es decir, ¡demasiado independientes!) y que son ellas, por tanto, la causa de la violencia. ¿Está la violencia que padecen las mujeres vinculada a la libertad de la mujer de los últimos 20 años? Un argumento que se suele oír con frecuencia en Occidente y en Oriente Próximo es que, como ahora las mujeres salen de casa y son sexualmente activas, como son además sexualmente curiosas (¿como Eva?), tienen que ser castigadas. La sociedad y sus valores, dicen, se están desmoronando porque estas mujeres necesitan que se las salve de sí mismas. También es posible oír afirmaciones tales como que entre sexo y violencia existe una vinculación innata. Todo esto son tonterías. Al objeto de disimular las opiniones que justifican la violencia contra las mujeres, algunos críticos meten en el mismo saco la libertad de la mujer, los derechos de la mujer, la pornografía, la minifalda, el consumismo, la música rock y las drogas, además de culpar frecuentemente a la mujer libre moderna de todo ello.Los fundamentalistas islámicos recurren a imágenes de mujeres libres occidentales para ilustrar esta actitud. La mención del consumismo y las drogas trata de conectar con esas personas que se sienten profundamente inquietas e inseguras, que tienen la sensación de que a su alrededor están retrocediendo los valores del amor y del cariño, como por ejemplo lo sienten las personas que afrontan una dinámica de cambio en sus familias, personas que es posible que sean susceptibles a esos argumentos irracionales porque se sienten desgraciadas en una sociedad como la de hoy, en la que imperan los fríos valores del mercado y en la que parece exigirse a los individuos que sean productivos. Porque son muchas las personas que creen que Occidente ha degenerado hasta corromperse, que las mujeres son demasiado libres y que se guían exclusivamente por el dinero, que las relaciones sexuales son demasiado fáciles, que en estos tiempos las mujeres deberían volver a quedarse en casa. Por supuesto, la sociedad siempre ha preferido las explicaciones fáciles. Estamos en un período de cambios muy profundos. Las demandas de igualdad de la mujer tienen profundas implicaciones en el campo laboral, en el de la vida personal y en el de la sexualidad.Si bien es com prensible que en determinados momentos todos nosotros nos sintamos inquietos e inseguros ante los cambios que se producen, todos esos miedos son injustificados porque tenemos a http://www.elmundo.es/diario/opinion/1594994_impresora.html (3 de 6)25/02/2004 17:23:33
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nuestro alcance una magnífica oportunidad. Nos encontramos en medio de un cambio que no tiene precedentes: una nueva definición del orden social hacia una dirección que otorga a las mujeres una condición de igualdad con los hombres; una recreación de la cultura sexual, de la cultura del trabajo y de la cultura de la familia, colosales tareas todas ellas. Los sutiles cambios que se producen hoy en día en millones de individuos van dirigidos a la consecución de un nuevo orden social que se compone de más amor, más cariño y más bondad de los que en la actualidad disfrutamos, aunque ya no se basará nunca más en un anticuado sistema familiar con una jerarquía que requiera que las mujeres se sometan a la autoridad del hombre o que haga que los hombres sientan que tienen a todos los demás a su cargo y que son responsables de ellos, sin capacidad para interactuar en un plano de igualdad con los otros sino obligados a comportarse mejor que los demás y a demostrarlo. Una democratización de la vida privada. Un cambio a mejor. Esos pintorescos estilos pornográficos tan presentes en los medios de comunicación y en el arte de nuestro tiempo no son más que indicios de que se aproxima el fin del orden moral preexistente. Las legítimas aspiraciones de mujeres y niñas, hombres y niños, de crear una nueva sociedad en la que las mujeres sean valoradas en un plano de igualdad con los hombres se vinculan, a veces falsamente, con el nuevo mundo de la pornografía y el sexo barato.Se oyen cosas como que las mujeres de hoy no tienen ni idea de cómo hay que llevar una familia o en qué consiste el verdadero amor. «Han renunciado a su principal hermosura, ¡lo único que ahora quieren es sexo, sexo y sexo! ¡Qué superficiales son...!», se oye. Establecer una relación entre los nuevos derechos y la autonomía de la mujer de una parte y los actuales valores de mercado o un concepto superficial de la sexualidad femenina de otra es un error y un insulto a las mujeres. La pornografía, por ejemplo, no tiene nada que ver con la libertad de la mujer. En su mayor parte, los que controlan y los que dirigen el negocio de la pornografía son hombres y, de hecho, la pornografía representa valores de otros tiempos en los que las mujeres no son más que perversas tentaciones sexuales o madres ejemplares en el hogar. La pornografía reafirma la visión demoniaca de la sexualidad femenina que tan extraordinariamente ha hecho sufrir en el pasado tanto a mujeres como a hombres. Con el pretexto de que versa sobre la nueva libertad sexual, la pornografía pretende sojuzgar a las mujeres aún más que antes, al tiempo que justifica la violencia de los hombres sobre las mujeres. Las mujeres no han sido las creadoras de la revolución sexual, como dicen los obispos españoles, ni de la actual pornografización de tantos sectores de la sociedad, desde el arte a la publicidad.Echar sobre ellas la culpa de su independencia no tiene lógica.Antes al contrario, en general las mujeres se han movido por sus derechos, no en demanda de pornografía o de libertad sexual.
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De hecho, lo que han exigido es igualdad sexual, que es un tema absolutamente diferente y que todavía está por resolverse. Seamos claros: el movimiento feminista sostiene que las mujeres tienen derecho a elegir entre casarse y quedarse solteras, entre tener hijos y no tenerlos y de ahí en adelante. Por el contrario, el sistema moral tradicional sostiene que aquella mujer que no está ya casada cuando llega a los 30 años debe de ser una solterona; que una mujer que no se ha casado ya cuando ha cumplido veintipocos años y mantiene una vida sexual activa es poco menos que un pendón. El movimiento feminista ha demostrado que todo esto forma parte de un periclitado sistema de valores y no de la realidad, que forma parte de un sistema que oprime a las mujeres y en consecuencia aboga por un cambio. El movimiento dio comienzo durante los años 70 al mismo tiempo que saltaba a los titulares de los periódicos otro movimiento, que tenía una orientación diferente en pro de la libertad sexual. Así pues, los dos movimientos (relacionados entre sí pero diferentes) aparecieron mezclados en los medios de comunicación, lo que dio origen a la confusión que hoy perdura entre nosotros. En consecuencia, da la sensación de que cargar en el movimiento feminista las culpas de la independencia de la mujer y de las causas de la violencia sobre la mujer bordea la peor especie de culpabilización interesada de las mujeres, aparte de ser irracional. El movimiento que impulsa el cambio en la sociedad para incluir a las mujeres como titulares de derechos iguales a los del hombre en todos los campos considera el futuro como algo enormemente positivo a partir de hogares en los que el cabeza de familia será indistintamente masculino o femenino y de una nueva forma, aún en evolución, de relacionarse en el seno de una familia democratizada y en el trabajo. La solución no pasa por que las mujeres se vuelvan más dóciles y obedientes. Eso fue lo que probaron a hacer los judíos en Alemania antes de que los exterminaran, convencidos de que seguramente, si demostraban que se estaban adaptando, terminarían por ser aceptados. Y sin embargo no lo fueron: los eliminaron. La solución está por el contrario en que desaparezcan los valores de la familia tradicional. En estos días de resurgimiento fundamentalista, tanto en Occidente como en Oriente, se observa una presión cada vez mayor sobre las mujeres para que vuelvan al seno familiar, abandonen sus carreras y la independencia. Y lo dicen quienes afirman que lo mejor es la maternidad -y eso que, de acuerdo con las estadísticas recientes, en España se han dado unos cuantos casos de progenitores asesinados por sus hijos-. Hay cada vez mayor presión sobre los hombres para que sean hombres al estilo militar; es decir, para que ejerzan un papel dominante. Si el disgusto de algunos hombres ante estos cambios está saliendo al primer
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plano, ¿no debería producirse un debate público sobre el sistema tradicional de valores masculinos y la identidad masculina? Si tiene su origen en las ansias de dominación, ¿no deberían popularizarse unos nuevos modelos de valores e identidades, otros modelos diferentes de héroes masculinos? La enseñanza que todos nosotros podemos sacar de esto es que cada individuo tiene un gran valor, el valor de ser quien es: los hombres no necesitan dominar a las mujeres para que se les reconozca ese valor y las mujeres no necesitan dedicarse a una familia tradicional ni tener hijos para ser valoradas. Shere Hite es escritora especializada en temas femeninos y autora de diversos estudios sobre sexualidad, como el reciente Sexo y negocios. Preside la Asociación para el Avance de la Mujer.
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