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Sus primeros años
Domingo Faustino Sarmiento (Faustino Valentín era su verdadero nombre; luego le pusieron Domingo en honor al santo de la familia) nació en San Juan el 15 de febrero de 1811. Su madre se llamaba Paula Albarracín de Sarmiento, y su padre, José Clemente Sarmiento Funes. La madre se dedicaba al tejido, y con esta labor sostenía su humilde hogar. Llevaba a cabo esta manufactura desde soltera para los religiosos (realizaba un tejido que ellos apreciaban mucho), lo que le permitió levantar los cimientos de su casa en uno de los barrios humildes de San Juan. Fue en esa casa donde instaló su telar bajo una higuera, lugar que eternizó su imagen laboriosa y la representó como una mujer fuerte, emprendedora y valiente.
José Clemente, el padre de Sarmiento, era un trabajador del campo modesto y sencillo. Colaboró con el Ejército del Norte, combatió en Tucumán y participó en la campaña de San Martín como oficial de milicias en Chacabuco. Tuvo siempre la convicción de educar a su hijo, porque no quería que tuviera su mismo destino como hombre de campo, humilde, peón y arriero.
Sarmiento tuvo un tío protector que descubrió en él, desde muy pequeño, su avidez por aprender. Se llamaba Eustaquio de Quiroga Sarmiento, era obispo de Cuyo y le enseñó a leer a los cuatro años. Cuando tenía cinco años, ya leía con facilidad, acto que llamaba mucho la atención de los mayores del pueblo, por lo que lo invitaban a sus casas para escucharlo y luego recompensarlo con deliciosos regalos que, orgulloso, llevaba a su hogar. En 1816 ingresó en la Escuela de la Patria, donde tuvo como educadores a dos maestros porteños: Ignacio Fermín y José Jenaro Rodríguez, fundadores de ese establecimiento. Relataría él mismo, dentro de sus recuerdos, que nunca había faltado a clase, y que eso lo enorgullecía. Fue en esa escuela donde, por su inteligencia y su gran dedicación por el estudio, lo proclamaron “Primer ciudadano”. Durante esos años se vivieron tiempos convulsionados en su provincia. Uno de sus tíos, el presbítero José de Oro, quien colaboró permanentemente en su educación, había participado en una de las revueltas políticas de esa época, por lo que tuvo que huir a San Luis. Transcurría el año 1825, y Sarmiento, que aún era un niño, lo
acompañó. Juntos se instalaron en San Francisco del Monte, donde aprendió latín y la doctrina cristiana.
batió en Niquivil, su bautismo de fuego, y en varias batallas más, defendiendo firmemente su convicción política. Los unitarios se debilitaron en batallas perdidas y Quiroga comenzó a imponer su poder en Cuyo, por lo que Sarmiento tuvo que dirigirse a Chile.
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Sarmiento demostró allí sus dotes de educador, y a pesar de su temprana edad, mantenía su permanente preocupación por la adquis ición de conocimientos como único e insuperable medio de progreso. Esta arraigada vocación lo llevó a dedicarse a ser maestro de sus propios vecinos, y poco tiempo después, fundó una escuela para enseñar a leer a los niños y a los adultos del pueblo. En 1827 regresó a San Juan, y allí administró la tienda de una tía suya. En esa época se dedicó entusiastamente a la labor que más le gustaba: leer. Devoraba con fervor todo libro que estaba a su alcance. Fue así como conoció las obras de Rousseau, Feijóo, Franklin y Paine. En esa década, las fuerzas federales y unitarias se batían en cruentas luchas y revueltas. Sarmiento, aunque era muy joven, comenzó a tomar partido por la política y se inclinó por la idea unitaria, ya que no compartía el proceder de los caudillos federales. Se incorporó a las fuerzas militares del general José María Paz, quien dirigía el Poder Supremo y era un ferviente opositor del caudillo Quiroga. Com-
En Chile
El primer lugar de este país que habitó fue San Antonio de Putaendo; luego se trasladó a Santa Rosa de los Andes, donde le otorgaron su primer trabajo como maestro. En 1832 se dirigió a Pocuro, donde se dedicó con pasión a la enseñanza de la lectura, haciendo participar a los hijos de los vecinos. Esta labor lo llevó a la fundación de una escuela, que logró construirse gracias al esfuerzo de los pobladores del lugar, que colaboraron con la edificación y la donación del mobiliario.
En este mismo pueblo instaló su propio negocio, un bodegón, pero que pronto fracasó debido la humilde condición de los habitantes, que vivían del fiado. Entonces se vio forzado a mantenerse con diversas tareas que realizó en diferentes localidades, entre ellas, dependiente de una tienda y minero. Quizá el debilitamiento por el esfuerzo de su trabajo como minero
hizo que se enfermara gravemente de tifus. Su vida corrió serio peligro, por lo que sus allegados decidieron que volviera a San Juan para que le prodigaran mejores cuidados.
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De regreso a San Juan
En 1836 retornó a su suelo natal, se recuperó pronto de su enfermedad y retomó su incansable tarea vocacional basada en la férrea necesidad de transmitir sus propios conocimientos, promocionar la educación como pilar del progreso y sostener la comunicación como medio imprescindible para el porvenir de los pueblos.
Allí fundó la Sociedad Literaria, que era una filial de la Asociación de Mayo, fundada por Esteban Echeverría en Buenos Aires, cuyas tareas se basaban en la lectura y la discusión de obras intelectuales y avanzadas de la época, así como en la representación de obras teatrales de renombre. En 1839 fundó su primer periódico, El Zonda, donde publicó sus ásperas críticas en contra de los caudillos y del gobierno. Ese mismo año creó el Colegio de Señoritas de la Advocación de Santa Rosa de América, con lo que comenzó su infatigable labor de política educa-
cional, en la cual incorporó a la mujer. Las críticas de los periódicos lo pusieron en peligro con el gobierno de Benavídez, quien lo persiguió hasta su destierro a Chile. El 19 de noviembre de 1840, durante su huida al país vecino, en los Baños del Zonda escribió la célebre frase que lo inmortalizó como pensador libre: “On ne tue point les idées” (las ideas no se matan).
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Nuevamente en Chile
En Chile realizó una gran cantidad de tareas relacionadas con la educación de ese país y desarrolló su talento como escritor. Como periodista, colaboró en el periódico El Mercurio y escribió en El Nacional. En 1842 fundó el primer diario de Santiago de Chile, El Progreso. Publicó textos escolares y creó el “Método de lectura gradual”, a través del cual todos los niños chilenos de esa época aprendieron los procesos de la lecto-escritura. Chile reconoció inmediatamente la enorme capacidad de Sarmiento para llevar a cabo una política educativa capaz de ofrecer a su pueblo el camino del desarrollo y del progreso, por lo que en 1843 fue nombrado miembro del Cuerpo Académico de la Facultad de Filosofía y Humanidades. En cuanto a sus obras personales, publicó Mi defensa, obra basada en notas autobiográficas cuyo fin era responder a los diferentes ataques que recibía. Fue en 1845 cuando publicó su obra capital, Facundo (novela biográfica que cuenta la vida de Juan Facundo Quiroga). Durante su estadía en Chile, Sarmiento mantuvo una gran amistad con el ministro chileno Manuel Montt. Como Sarmiento era un hombre polémico y había ganado,
por sus críticas, muchos adversarios, Montt le encomendó un viaje con doble propósito: protegerlo de las temibles amenazas que recibía y solicitarle una investigación sobre los diferentes problemas, sistemas y métodos relacionados con la educación existentes en Europa y en los Estados Unidos. Entre 1845 y 1848, Sarmiento recorrió Uruguay, Brasil, Francia, España, Argel, Italia, Alemania, Suiza, Inglaterra, Estados Unidos, Canadá y Cuba. Se relacionó con grandes personalidades, entre ellas, el gran educador norteamericano Horace Mann.
En Francia se entrevistó en dos oportunidades con el general don José de San Martín. El Libertador ya tenía 67 años, y Sarmiento era un joven de 34. Estados Unidos fue un gran descubrimiento para Sarmiento, y un modelo de progreso, con un mercado interno productivo y sólido, con un sistema político estable y un sistema educativo preparado para el futuro desarrollo económico. Sarmiento se impregnó de este modelo de los Estados Unidos, que lo llevó a implementar una política definida para la Argentina, basada en la educación pública general y la modernización de la sociedad. De regreso a Chile, contrajo matrimonio con Benita Martínez Pastoriza, viuda y madre de Domingo Fidel, a quien Sarmiento dio su apellido. En 1849, publicó Educación popular y la obra maestra Viajes por Euro-
pa, África y América. También gestó sus obras fundamentales Argirópolis y Recuerdos de provincia, durante 1850.
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Entre Chile y la Argentina
En 1851, enterado del pronunciamiento de Urquiza contra Rosas, quiso volver a su patria para apoyar el acontecimiento y participar en la campaña libertadora. Entonces, se dirigió a Montevideo y se incorporó en el Ejército con el grado de teniente coronel. Rosas fue vencido en la batalla de Caseros el 3 de febrero de 1852, en la cual Sarmiento participó y combatió como excelente soldado, comprometido con su ideal.
Pero se disgustó con el proceder posterior de Urquiza en el poder, la relación con él se complicó y regresó a Chile, país que siempre consideró su segundo hogar. Fue allí donde publicó Campaña con el Ejército Grande, a través del cual realizó duras críticas a Urquiza. En esta época tuvo la famosa y polémica disputa con Alberdi, quien defendía a Urquiza. Esto dio origen a Las ciento y una (cartas de Sar-
miento) y a Cartas quillotanas (colección de las cartas de Alberdi), que plasmaron la fuerte enemistad y las diferencias ideológicas de ambos.
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De regreso a la Argentina hasta el Gobierno de San Juan
Deseoso de participar nuevamente de los acontecimientos de su tierra, volvió a Buenos Aires el 11 de marzo de 1855. En aquel año y los siguientes realizó una gran actuación en diferentes cargos públicos, donde ejerció funciones ejecutivas y legislativas como concejal, diputado, senador, convencional y ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores. Participó en todos los eventos y entidades periodísticas, y desde su posición como comunicador y como funcionario, bregó por la educación pública, por la defensa de la ciudadanía, por la reforma agraria, por el desarrollo de los medios de comercialización y de transporte, y por la asistencia pública. En 1862 fue nombrado gobernador de San Juan, su tierra natal. Durante su gestión en esta provincia, Sarmiento produjo significativos cambios y progresos. Promovió la construcción de edificios, de caminos y de escuelas. Basado en su vocación como educador y manteniendo el rumbo de su frase más repetida, “educar al
soberano”, demostró con el ejemplo y con la obra pública su obstinada pasión por ver a su pueblo preparado para gobernar en democracia, e impulsó uno de sus proyectos más deseados: la Ley Orgánica de Educación Pública, con la cual decretó la obligatoriedad de la escuela primaria. También fundó el Colegio Preparatorio y la Escuela de Señoritas (formadora de maestras). Dentro del ámbito periodístico también implementó grandes reformas: reabrió el periódico El Zonda e incorporó una imprenta. Entusiasta de las comunicaciones, mejoró notablemente el servicio de correos. Entre otras obras, creó baños públicos, trazó el primer plano de la provincia, fundó hospitales, promovió comunidades agrícolas, formó empresas mineras y organizó las milicias provinciales.
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La misión diplomática
Luego de renunciar a la gobernación de San Juan, en 1864, fue nombrado por el presidente Mitre representante de nuestro país ante el Gobierno de los Estados Unidos como ministro plenipotenciario y enviado extraordinario de la Argentina. La intención del viaje al país del norte era recoger todo tipo de in-
formación relacionada con el proceso de civilización que en él se estaba desarrollando.
de personalidades políticas destacadas, lo que lo llevó al triunfo.
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Allí publicó Vida de Lincoln, Las Escuelas: base de la prosperidad y de la República en los Estados Unidos y El Chacho, último caudillo de la montonera en los llanos. También frecuentó destacados círculos intelectuales, donde se relacionó con grandes filósofos, escritores y políticos. Uno de los acontecimientos más distinguidos fue su nombramiento como Doctor Honoris Causa en la Universidad de Michigan, lo que consagró a nuestro prócer como un magistral autodidacto, ya que nunca tuvo una educación formal y sistemática. Su labor periodística nunca perdió continuidad, así que también allí participó en los periódicos New York Tribune y Boston Daily Address, y fundó el periódico Ambas Américas. Lamentablemente, en ese país recibió la terrible noticia de que su hijo Fidel Sarmiento (Dominguito) había sido abatido frente a la fortaleza de Curupaytí en la guerra que se había desatado contra el Paraguay. Durante su estadía en los Estados Unidos también se enteró de su candidatura como presidente junto con Adolfo Alsina. Esta fórmula tuvo el apoyo de varias provincias y
Presidencia de Sarmiento
Sarmiento asumió como presidente de la Nación Argentina el 12 de octubre de 1868. Durante su mandato se realizaron grandes y monumentales obras públicas, tendientes al progreso de la Nación, a la integridad democrática y al desarrollo de la educación como avance progresista y única base del crecimiento republicano. Triplicó la cantidad de alumnos concurrentes a la escuela primaria con la fundación de 800 escuelas nuevas. Debido a la falta de instrucción superior, convocó a sabios y a maestros del extranjero, sobre todo de los Estados Unidos, para que se desempeñaran de formadores de maestros. Fundó la Escuela Normal de Paraná y subsidió la organización de la Escuela Normal de Preceptores de Concepción del Uruguay. Otras obras impo rtantes en el ámbito educativo fueron la creación de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, la fundación de la Escuela de Minería y Agronomía y la creación de varios colegios nacionales en diferentes ciudades importantes del país.
Por otro lado, estructuró la defensa de nuestro territorio fomentado la organización del Ejército a través de la instrucción sistemática; para ello fundó el Colegio Militar de la Nación y la Escuela Naval. Con el propósito de fomentar el crecimiento del ámbito cultural y social, creó la Academia de Ciencias de Córdoba, el Museo de Historia Natural y el Observatorio Astronómico; y proyectó la creación del Jardín Botánico y del Jardín Zoológico (que fueron concluidos después de su gobierno). Fue durante su presidencia cuando se realizó el primer censo nacional, se organizó la Contaduría Nacional, se crearon el Registro Nacional de Estadísticas y el Boletín Oficial, y se fundó el Banco Nacional.
Su política de comunicación fue, sin dudas, la más exitosa, ya que incrementó notablemente la distribución de piezas postales, introdujo el telégrafo y tendió 5.000 kilómetros de líneas; también triplicó la extensión de vías férreas e inauguró el primer cable transoceánico.
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Después de la presidencia
La presidencia de Domingo Faustino Sarmiento terminó al cumplirse el período completo en 1874, pero su intensa labor y su preocupación por el orden nacional y el progreso de su país no culminaron en ese momento.
En 1875 fue elegido senador nacional y fue nombrado Director General de Escuelas de la provincia de Buenos Aires. Continuó con su trabajo periodístico en La Tribuna y en La Educación en la provincia de Buenos Aires. Publicó la revista Educación común y luego participó en El Nacional, El Debate, El Diario y El Monitor de la Educación Común, en defensa de la educación laica y obligatoria. Desde su compromiso de ferviente e inagotable escritor, publicó Conflictos y armonías de las razas en América, Memorias Militares, Vida de Dominguito, La Educación Popular y Prensa Libre. También participó en obras públicas de gran envergadura, entre las cuales se destacó la construcción del Parque Tres de Febrero como paseo público (en los terrenos que habían pertenecido a Rosas). Su trabajo fue incesante, fecundo y siempre progresista. Durante los 14 años que continuaron a su presidencia, colaboró infatigablemente con su país en todos los acontecimientos relacionados con la educación y con el periodismo; y cabe destacar que, a dos años de su muerte, una de sus últimas obras fue la fundación de 44 escuelas en Buenos Aires. Sarmiento sufría de una enfermedad cardiovascular que agravó su salud en el año 1887. En el invierno de 1888 se refugió por última vez en Paraguay, en busca de un clima más cálido. Ya no pudo vo lver a su tierra, y falleció el 11 de septiembre de 1888. En la Conferencia de Ministros y Directores de Educación de las Repúblicas Americanas, realizada en 1943, se declaró Día del Maestro en todos los países del continente americano el 11 de septiembre, día en que pasó a la eternidad Domingo Faustino, “formador de form adores”, “Maestro de América”.