Saqueo cultural Si seguimos por la ruta trazado por las lecturas anteriores, ahora nos posicionamos frente a una arista menos enfatizada en la relación del Norte con el Sur o, si se prefiere, de la relación entre el grupo poderoso y el grupo débil: el arte. Se prefiere la última denominación ya que los grupos, e incluso los individuos, de alto poder establecen su dominio sobre los grupos o individuos de menos poder con independencia de situaciones geográficas y, en ocasiones, se ha posibilitado tal dominio gracias a la coloaboración de de miembros y grupos situados en la geografía de los débiles (por ejemplo, el saqueo en Grecia, como lo muestra el documenta The first line). Al saqueo y el aprovechamiento de bienes materiales naturales y sociales, con las consecuencias políticas consabidas, ha acompañado sistemáticamente, aunque con menos publicidad, al saqueo de objetos y productos culturales (en general, obras de arte en general y documentos escritos históricos de los pueblos subordinados). El enriquecimiento cultural de pueblos como los Estados Unidos, con una historia bastante reciente comparada con la de civilizaciones milenarias como la China o, con una menor temporalidad, como la tolteca, la azteca y la maya, se ha dado gracias al saqueo cultural de los pueblos conquistados o colonizados política, militar o economicamente. En ese sentido, se ubica el artículo de Philippe Baqué quien presenta una serie de datos sobre saqueos culturales de naciones europeas y de los Estados Unidos en los distintos puntos geográficos en los que se sitúan los pueblos que dominan. En esta misma dirección, pero con una circunscripción geog´rafica más delimitada, son las reflexiones presentadas por Adriana Navarro y Juan Carrillo Armenta sobre el saqueo de objetos de arte prehispánico recuperado arqueológicamente en Jalisco; aquí, enfatizan variables como la venta de tales objetos y la participación del crimen organizado en ese proceso. Obviamente, el asunto, ético por definición, ha sido tratado, por ejemplo, en los Estados Unidos, desde una perspectiva política y legaloide, para impedir que los bienes culturales obtenidos en procesos de guerra o por otros medios ilicitos y que son exhibidos en museos norteameticanos y europeos no puedan ser recuperados por los dueños históricos, independientemente de la forma en que han sido obtenidos. El poder se manifiesta en todas sus dimensiones, aunque, algunos pueblos subordinados han recuperado objetos importantes de su historia, esto se explica más por la apelación a tribunales internacional que a la buena voluntad del poderoso. Esta descripción es presentada por Patrick Howlett-Martin en su artículo sobre “Los objetos artísticos que pertenecen a la comunidad donde fueron creados”. Si bien estos documentos son más descriptivos y, quizás, cuestinadores, podemos encontrar rreflexiones más profundas, por ejemplo, en los argentinos Giovannetti y Cecilia Páez, quienes reflexionan sobre el saqueo y la propiedad recurriendo a fuentes inspiradas en el anarquista Proudhon. Algunos de esos pueblos dominados o colonizados han presentado demandas legales para exigir la devolución de los bienes culturales históricos y nacionales: 1) Ecuador y otros cinco países latinoamericanos contra subastadoras multinacionales situadas en Francia; 2) La exigencia de pobladores de Jáltipan en Veracruz, México a las autoridades del gobierno mexicano de que devuelvan centenares de piezas arqueológicas; 3) La exigencia
del congresista peruano Yonhy Lescano de que se clarifique qué pasó con la devolución de 95 lotes de piezas arqueológicas que hizo la Universidad de Yale al gobierno de Perú. Si bien todos los documentos enfatizan el papel de los europeos y de los norteamericanos en este latrocinio cultural e histórico, hay que resaltar que existen complejas redes criminales (incluidos políticos) establecidas en los propios pueblos saqueados que tejen acuerdos con aquellos para facilitar, mediante considerables ganancias económicas, la extracción de dichos bienes. Las consecuencias, incluso sin mayor elemento teórico de por medio, son enormes en términos de la construcción identitaria de nuestros pueblos, de la historia y de la memoria colectiva, factores que, en mayor o menor medida inciden a su vez en la dimensión económica y socials, pues la carencia de los testimonios históricos mina la cohesión social.