Santa Maria

  • May 2020
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E

sta iglesia es quizá la primera levantada después de la repoblación por Alfonso VI. El linaje de los Briceño construyó con ladrillo la recia torre -defensiva-, sobre un arco apuntado, bajo el cual transcurre la vía pública. Su primera planta carece de escalera, y el acceso a las dos superiores se verifica mediante una estrecha escalera embebida en el espesor de sus muros y cubierta de bovedillas de cañón escalonadas. La primera y segunda planta cubren sus estancias con bóvedas de cañón, cada una con su eje perpendicular al de la otra. La planta segunda tiene saeteras en sus muros y la tercera está provista de ventanajes esbeltos con frisos de facetas. Se remata la torre con un coronamiento moderno, y está situada a los pies de la iglesia. Posteriormente fundaron esta iglesia, para su enterramiento, los caballeros Briceño y se utilizó como auxiliar de la primitiva parroquial de San Juan. Por estar encargados los miembros del linaje Briceño de la guarda del castillo la denominaron Santa María la Mayor del Castillo, y una falsa tradición considera que fue mezquita. No creemos que se denominara la Mayor para distinguirla de la de San-ta María Magdalena situada en el barrio de Almocrón puesto que éste se construyó posteriormente. Pertenece a la arquitectura castellana de ladrillo, la cual, aunque basada en el románico, tiene fisonomía propia; su tipología, por tanto, es la del románico de ladrillo. Consta de una nave, que estuvo techada con armadura de madera, y ábside semicircular cubierto con bóveda de horno precedido de un tramo recto cubierto con bóveda de cañón . En la capilla del ábside lo embellecía una pintura románica compuesta con el motivo central de un Pantocrátor . A los pies de la nave se situó el coro, bajo un rico techo artesonado de madera formado por cuatro paños de lazo ataugeado de 9 y 12, "muy bien compuesto" según Gómez-Moreno y apoyado en ricos mozárabes . La iglesia de Santa María la Mayor estaba compuesta por varias fábricas construidas en sucesivas épocas. La robusta torre queda bien trabada en línea con el lienzo que forma la fachada izquierda -orientada al Norte- de la nave de la iglesia; la fachada derecha de ésta -orientada al Sur- se une fragmentariamente a la torre mediante un ángulo recto. Las dos fachadas, de espeso-res sensiblemente diferentes, se aparejan con manifiestas juntas de dilatación al ábside y están construidas con pi-lastras y rafas de ladrillo, que encuadran fábricas de cal y canto, éstas enfoscadas con mortero de cal. El ábside está construido uniformemente con sus paramentos exteriores e interiores de ladrillo, forrando la zona central compuesta de mampuestos cogidos con mortero de cal, y está provista de ventanas rasgadas. Todas estas fábricas, con sus apropiados contrafuertes, formaron el cuerpo de la primitiva iglesia. Posteriormente, y adosada a su fachada derecha, se levantó el cuerpo de la sacristía. Junto a éste, y también unidos a la misma fachada, se construyeron después otros dos cuerpos, actualmente desaparecidos. El arco toral y las pilastras del ábside se rehicieron con nervadura gótica de piedra en el siglo XVI. En el XVIII se decoró con yeso el interior de la nave de la iglesia mediante falsas pilastras arquitrabadas de orden dórico y aparentes arcos fajones semicirculares con bóve-das de cañón; la cubrición se apoyó en racionales armaduras de madera. Han desaparecido el altar mayor y los cuatro situados en los paños laterales de la nave. Es curioso mencionar el reloj situado en la fachada Sur de la torre de esta iglesia, que con el repique de cien campanadas, llamadas de la Queda, avisaba a los moradores de la villa alejados de ella el próximo cerramiento de las puertas de sus murallas. En cuanto a la ayuda de los fieles a esta iglesia las primeras noticias que tenemos aparecen en el siglo XVI. Juana de Salas, en 1533, dotó una fundación; dos años después Juan Briceño y Juan Altamirano fundaron la capellanía denominada Patronato Real de Legos que continuó sin interrupción su actividad y crecimiento hasta finales del siglo XVIII; luego, a lo largo de los años, se sucedieron las fundaciones de aniversarios por particulares y por beneficiados a favor del cabildo, de misas por diferentes personas así como capellanías. Todas estas fundaciones acrecentaron los bienes de la iglesia, que obtuvo primacía sobre las demás, hasta el extremo de que a partir de la segunda mitad del siglo XVI todas las procesiones ordinarias y extraordinarias partían de ella. Arévalo (Ávila), Desarrollo urbano y monumental hasta mediados del siglo XVI. Don Luís Cervera Vera.

U

na vez más hay que referirse al momento de la repoblación, ya que tanto la historia como la ubicación de este templo no podrían entenderse sin aquella. La monarquía, que en el caso de Arévalo se había decantado por la caballería más o menos local para llevar a cabo tal misión, autoriza al linaje de los Briceño para construir la torre y la iglesia de Santa María, así como establecer allí su lugar de enterramientos y de "juntas". Para ello se tenía en cuenta que este linaje era el encargado de proteger la cercana zona del castillo. Se encuentra por tanto en terrenos intramuros. El lugar elegido se convirtió posteriormente en cierre occidental de la que se conoce como plaza de la Villa, espacio típicamente castellano con edificios bajos porticados y suelo empedrado, donde además estuvo ubicada la primitiva sede del poder concejil. En la actualidad esta plaza mantiene su aspecto tradicional, pero fue perdiendo parte de su actividad en favor de otros espacios como la plaza del Arrabal o la del Real convirtiéndose la calle Santa María en el eje que las comunica. Como muestra de su importancia en época medieval hay que decir que eran los toques de su torre los que marcaban el cierre de la cerca. Su emplazamiento es singularmente mudéjar, con alta torre que se levanta sobre un arco de medio punto con sucesivas roscas que cruza la calle (algunas fuentes quieren ver en este arco la puerta central de un recinto amurallado una hipótesis carente de todo fundamento), y que recuerda sobremanera a las turolenses. En su interior tiene dos cámaras superpuestas, abovedadas y con los ejes cruzados y un sistema de escaleras embutidas en los muros y cubiertas con bóvedas escalonadas de cañón, que se ilumina mediante pequeñas saeteras de ladrillo y permite llegar a un campanario en el que los esbeltos arcos se adornan con dobladura, alfiz y esquinillas, sobre el que iba la terraza similar a la torre nueva de San Martín, en la que se levantó el chapitel barroco. Es torre que parece construida a la vez que la iglesia si se analiza la fachada norte del templo y la unión entre sus fábricas (el machón que separa ambas fábricas parece haber sido reconstruido en parte, suprimiendo los enjarjamientos con la torre) y antes de la iglesia si se analiza la fachada sur y se ve cómo la torre se adosa al cuerpo de la iglesia, en una operación que corresponde -quizá- a la reforma del coro del siglo XVI. Sus tres pisos de arcos doblados, los inferiores muy restaurados, que arrancan sin ningún basamento convierten la traza exterior del ábside en una forma muy ligeramente poligonal, que ya ceñida por una retícula se prolonga en los muros del saliente tramo recto, pero advirtiendo que quizá por la existencia de la retícula estos tres registros alcanzan altura mayor que la de los registros del ábside. Remata toda la cabecera con un ático de mampostería de desconocida utilidad que le hace sumamente esbelto, al que se accedía por un hueco sobre el reformado toral de medio punto. Quizá fue un granero, desván o sobrado, o quizá simplemente un cuerpo superpuesto cuando se elevó la única nave, según se ve en los dibujos de Luis Cervera Vera, pero hay que señalar que el recrecimiento de mampostería del ábside tiene el mismo grosor que el resto de la construcción, que sobre la última faja de arcos del ábside parece verse el arranque de lo que pudo ser un alero y que este alero tendría la misma altura que el friso de esquinillas que aún se ve sobre los muros de las naves laterales (áticos como éste hay en otros muchos templos). En el restaurado interior de la iglesia destacan el sotocoro con un alfarje de bellas lacerías en el que se mezclan lo mudéjar y lo renaciente que tiene cuatro paños con lazo ataujerado de nueve y de doce y es obra que Fernández-Shaw Toda atribuye a Juan Cordero y Diego de Herrero hacia 1544. Son magníficas las pinturas murales del ábside, de fines del románico, creemos que obra retardataria que puede ser de la segunda mitad del siglo XIII, con gran Pantocrátor y su correspondiente Tetramorfos sobre filacterias con los nombres de los evangelistas, todo sobre un friso de esquinillas antropomorfas (se decoran con muy expresivos rostros humanos) y enmarcado por bandas de lacerías. También quedan fragmentos de pintura mural por el resto del ábside. La iglesia tenía adosadas al muro meridional una serie de capillas que fueron desmontadas en una restauración de 1970. La torpe restauración, al suprimir tales capillas y al añadir un gran peso sobre la armadura fue la causa de la ruina del edificio en 1981. La ruina, en lugar de ser atajada, fue acentuada por la actuación de un restaurador que destrozó la armadura hundiéndola sobre el sotocoro. A pesar de ello el taujel del coro ha podido salvarse y bien restaurado por Enrique Nuere es hoy una de las joyas del templo.

Enciclopedia del Románico en Castilla y León — Ávila Varios Autores.

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undación y enterramiento del linaje de los caballeros Bríceños. Templo de una sola nave en el que destaca su ábside con tres ordenes de arquerías ciegas dobladas de medio punto, con su tramo recto en la misma disposición recuadrados, nave estrecha y alta.

La esbelta torre, otra brillante obra de la arquitectura mudéjar, es perforada en su base por un arco ligeramente apuntado, por el que transcurre la calle del mismo nombre, tipología de torre perforada muy original por lo poco frecuente. El acceso desde el primer piso esta empotrado en sus muros; dos estancias superiores son de bóveda apuntada, para llegar al cuerpo de campanas, con eleva­ dos ventanales apuntados de arcos dobles enmarcados en alfiz y con cenefas de ladrillos en esquinilla, adorno tan característico del mudéjar de la Tierra de Arévalo. El cuerpo alto es posterior, de época neoclásica, remata en forma piramidal, entonado con el conjunto. En esta torre se encontraba el reloj de cuerda que controlaba la vida de la villa; aún conserva la "campana de queda", que con sus cien toques de diez en diez, abría o cerraba las puertas de las murallas, tocaba a arrebato cuando había fuego, y pausadamente cuando duelo... En 1538 estaba en mal estado y al no poderse reparar, fue sustituido por otro en 1548. Torre diferente a las anteriores, forman las tres un conjunto originalísimo, y son testimonio de la variedad de soluciones arquitectónicas del estilo mudéjar castellano. Recientemente las cigüeñas, de nuevo han construido tres nidos. En su interior, desgraciadamente mal restaurado que produjo su hundimiento, quedan restos del espléndido artesonado mudéjar del coro bajo. En la nave un enterramiento gótico. En el ábside, un formidable conjunto de pinturas murales románicas, es el más importante conocido de la comarca, pero en mal estado de conservación y dañado por antiguos incendios. Aún así, denotan gran valor artístico y en ellas se aprecian dos momentos en su ejecución. Representan un Pantocrátor en mandorla con tetramorfos, figuras, diferentes alegorías y cenefas, siendo muy llamativas unas caras barbadas, de grandes ojos almendrados e insertadas en el volumen de los ladrillos esquinados. En la unión de la bóveda y el tramo curvo del ábside se aprecia una inscripción en letra gótica. (De Arévalo y su tierra. A la luz de ahora con mirada de siglos. Varios autores.)

uxiliar de la Iglesia Parroquial de San Juan es la antigua de SANTA MARÍA LA MAYOR DEL CASTILLO, fundación y enterramiento de los caballeros Briceño, Señores de Mingolián. En su preciosa torre de arabesca fantasía, sustentada sobre un arco ligeramente ojival que da paso a la calle de su nombre, y apoya, según tradición, en otro cubierto por el piso de dicha vía pública, se observan mezclados los arcos ojivales con los de medio punto, que señalaron las edificaciones religiosas del siglo XIII; no creemos, sin embargo, que alcance tan remota antigüedad aunque la tradición asegure que fue Mezquita durante la dominación Árabe. Confirma nuestro aserto el levantamiento de un friso para dar cabida a la esfera (ya desaparecida) de un reloj, que es indudable ostentó la fachada Sur de esta torre y cuya maquinaria sigue funcionando y haciendo sonar las horas y el histórico toque de cien campanadas llamado de «la Queda», porque a las personas alejadas de los muros de la Villa les indicaba que los guardianes no tardarían en cerrar sus puertas. El visitante saca la impresión de que la nave del templo no corresponde a la magnificencia de su torre, ni a la época de su construcción. Medianera de la torre y en comunicación con

ella y la Iglesia, se encontraba en el siglo XVI la llamada «Alojería», en cuyo hospedaje cuenta como seguro la tradición se albergó Santa Teresa de Jesús e hizo noche en ella, a su paso para Medina. El coro bajo presenta notable dibujo de yeso y estilo barroco. Su altar mayor, además de la imagen de Nuestra Señora, luce tres cuadros dedicados a Santa Teresa, San José y la Purísima, y en la nave, los altares de la Magdalena, el Carmen, la Virgen amamantando al Niño Jesús, llamado de la «Buena Leche» y Nuestro Señor Crucificado, de buena pintura. De la historia de Arévalo y sus sexmos Don Juan José de Montalvo.

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ituada en la plaza de la Villa, su emplazamiento es, como señala Gutiérrez Robledo, singularmente mudejar. Fue fundada por el linaje de los Briceño para ser su lugar de enterramiento.

El templo es de una sola nave con cabecera formada por un tramo curvo ligeramente poligonal hacia el exterior al que se une de forma acodada un profundo tramo recto. A los pies se levanta una de las torres más representativas y modelo único en la provincia de Ávila que, como señalamos antes, recuerda a las del mudejar turolense, torre que se alza sobre un arco que sirve de tránsito en el viario de la ciudad. El ábside formado por un tramo semicircular cuya traza exterior es ligeramente poligonal, muestra en su exterior una triple arquería de arcos doblados ciegos superpuestos que parten sin ningún tipo de basamento. El tramo recto ofrece también una triple arquería cuyos arcos se prolongan con una mayor altura que viene determinada por los recuadros que ciñen la misma. Las series de arquerías se rematan por un friso de esquinillas sobre el que se dispone un ático de mampostería encintada, un espacio al que se accedía por un hueco situado por el arco toral, cuya función puede estar en relación con servicios del templo, como almacén de granos o «tesoro» en el que guardar los diezmos o tal vez como archivo. Este cuerpo otorga una gran esbeltez al conjunto y posiblemente responda a un recrecimiento posterior a la construcción del templo, pues pueden verse algunos restos del cornisamiento original de la cabecera. En el interior los vanos aparecen moldurados con ladrillo y están delimitados por dos frisos de esquinillas. El ábside se cierra con una bóveda de cuarto de esfera en su tramo curvo y una de cañón en el recto. Su interior ha sido restaurado y destacan en él las pinturas murales de su cabecera y el coro situado a los pies del templo. El ábside recoge uno de los conjuntos pictóricos más importantes del románico en Ávila y que puede fecharse en el siglo XIII. En la bóveda de horno aparece la representación clásica de la iconografía del Pantocrátor en su mandorla con los símbolos de los Evangelistas o tetramorfos, dispuesta sobre un friso de esquinillas que presenta una originalísima decoración al aprovechar los lados de éstas para pintar en ellas rostros humanos barbados y dotados de una gran fuerza expresiva, de difícil significación iconográfica. La pintura mural de esta capilla mayor se extendía además por debajo el friso de esquinillas citado, por la rosca de los arcos de medio punto que forman las ventanas que iluminan el presbiterio y por los muros del tramo recto, de estas pinturas sólo han quedado parcialmente visibles otras escenas y algunas figuras como testimonio de esta decoración mural. El arco toral que se abre a la nave del templo es de granito y por el tipo de decoración de motivos florales de la rosca de este arco pensamos que debió hacerse en los últimos años del siglo XV o principios del XVI, ya que es evidente la filiación con los temas decorativos que en esos años se realizan en la ciudad, tanto en la arquitectura civil como religiosa. El coro, restaurado también, es uno de los más relevantes de la provincia. Es un taujel formado por cuatro paños de lazo ataujerado de nueve y de doce y presenta una rica decoración de mocárabes. Es obra de Juan Cordero y Diego Herreros y fue realizado hacia 1544. La torre está situada a los pies del templo y es uno de los modelos más destacados de la arquitectura abulense, su originalidad reside en el hecho de que en su cuerpo bajo se abre una puerta formada por un arco apuntado que está incorporada al viario de la ciudad, algo inusual en el ámbito abulense. Exteriormente presenta un sistema constructivo similar al que hemos venido señalando, formado por cajas de mampostería encintada con verdugadas y reforzadas las esquinas con ladrillo. Sobre la puerta citada se levanta el cuerpo de la torre en el que sólo se abren pequeñas saeteras para dar iluminación al interior y sobre él se erige el campanario que se abre mediante dobles ventanas encuadradas por alfiz y rematadas con friso de esquinillas. Posiblemente terminaba en una terraza sobre la que más tarde se levantó el chapitel barroco que hoy remata el conjunto. En su interior hay dos cámaras superpuestas abovedadas con los ejes cruzados y escaleras embebidas en los muros y cubiertas con bóvedas de cañón escalonadas. Debió construirse, según Gutiérrez Robledo, al mismo tiempo que la iglesia si se parte del análisis de su muro septentrional y la unión de ambos elementos, o pudo construirse antes que el templo si analizamos la fachada sur, ya que aquí se ve como la torre se adosa al cuerpo de la nave. En la torre se encontraba la campana llamada de «la Queda», cuya función, muy medieval, era avisar a los arevalenses con sus cien toques dados de diez en diez, de la apertura o cierre de las murallas, era la encargada de informar al pueblo de los diversos acontecimientos ciudadanos. La arquitectura mudéjar en Ávila Maria Isabel López Fernández

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