La imaginación y la cárcel de la estructura Por Jorge Vega Sabina Berman miró al grupo en silencio —hasta que todos se callaron— y entonces dijo, seria, que para un artista “lo más difícil es la disciplina. A nadie le importa si producimos o no, hasta que lo hacemos. Así que el nuestro es un oficio cuyo esqueleto se llama disciplina”. Enseguida recordó una verdad esencial: que el mundo está lleno de gente que piensa escribir, algún día, su gran novela; gente que normalmente no lo logra por falta de rigor. El problema para un artista, dijo, “es creer en uno mismo y tener disciplina, porque es el propio artista quien crea su circunstancia, no al revés”. La disciplina es necesaria para concebir, primero, el plan de cualquier obra. “Si no sabemos planear tal vez logremos escribir algo bueno, pero sólo por chiripa”. El arte no es un asunto de inspiración. “Hay que pensar duro antes de crear algo, luego uno puede ser ligero”. Para ella pensar la estructura de una obra de teatro, novela o cuento antes de escribir es básico, un “ejercicio vital”. Al planear una estructura [que luego puede cumplirse o no], el artista descansa su parte consciente y deja en plena libertad creativa a su inconsciente. Comparó este proceso con la meditación, donde los mantras distraen la parte consciente para que el espíritu pueda viajar y elevarse a sus anchas. *** Ella habló de la estructura clásica. Dibujó una línea recta en el pizarrón y la dividió en cuatro partes iguales. Dijo que la primera de estas divisiones [de izquierda a derecha] representaba el planteamiento, la segunda y tercera venían a ser el conflicto y la última la conclusión de una obra escrita. Esto se sabe desde Homero, dijo. En la primera parte se muestran las fuerzas o personajes que van a entrar en conflicto; en la segunda, que es la más grande, se desarrolla este conflicto y en la tercera se resuelve. La estructura que ella llama “clásica” es una manera natural de contar y una técnica bien aprendida por Hollywood. Sabina Berman agregó varios elementos más a esta línea dividida. En la parte final del planteamiento, poco antes de donde inicia el conflicto, marcó una X para representar lo que llamó el Punto de Quiebre 1 [PQ1], descrito como el evento que cambia el orden de una situación, como aquello que desencadena el conflicto. En otras palabras, “si el héroe no sale de casa, no hay conflicto”. Sin puntos de quiebre “la historia sería plana, no habría cambios. Además tienen que ser fuertes, decisivos para la obra”. Antes de iniciar, antes incluso de trazar la línea dividida en cuatro partes, conviene tener presente lo que ella llama “paradigma”, y que no es otra cosa que decir: “X desea algo, pero se lo impide Y”. En otras palabras, los escritores deben saber primero quién será su personaje, qué desea y quién o qué le va a impedir satisfacer ese deseo. Recomienda conocer en términos generales la historia que se va a contar y luego ir soltando poco a poco y con malicia la historia. “Casi siempre el paradigma se escucha muy simple, pero
lo importante es el tratamiento que el escritor hará de él, cómo va a desarrollar su tema. Allí se muestra la calidad de un artista”. A partir del paradigma es posible ya trazar la línea, el esqueleto de la obra. Al final de la segunda parte, en la que se desarrolla el conflicto, Sabina marcó otra X para decir que allí debería ir el Punto de Quiebre 2 [PQ2], es decir, el suceso que indica el fin del conflicto y el comienzo del desenlace. Hay un X más en la línea que trazó desde el principio y que va a la mitad del conflicto. Ella llama “Psi” a este punto, que viene a ser una especie de Punto de Quiebre, no tan fuerte como éstos, y que tiene como fin principal darle cierta agilidad al conflicto. El “Psi” cambia un poco la historia, bien sea la tensión o la dirección, pero no la saca de su paradigma. Esta sería la estructura básica, pero sus variaciones pueden ser infinitas. El problema con la estructura es que uno puede contar cualquier cosa y volverla creíble. *** Sabina Berman trabaja con tarjetitas en las que va aterrizando tanto su paradigma como la línea recta donde marcó los Puntos de Quiebre y el Psi. Agrega dos elementos más a dicha línea, uno al principio, que llama Alfa, y otro al final, que es Omega. Alfa viene a ser la primera escena y Omega la última. Y hay que imaginar las dos antes de ponerse a escribir. Si uno logra imaginar estas escenas desde el principio, la escritura de un texto se facilitaría más. Llena sus tarjetas con escenas que va inventando y las acomoda de manera horizontal, en línea recta, para ver cómo funcionaría la obra. Si en la primera parte utilizó cuatro tarjetas, en la segunda utilizará ocho y en la última cuatro. Todo debe ser proporcional. Sugiere trabajar con la estructura para saber, antes de escribir la obra, dónde puede estar la falla y así ahorrar tiempo y hacer los cambios precisos, aquellos que vuelvan ágil y ameno un texto. Sería una visión muy parecida a la que tiene Dios desde lo alto. Sólo él, y no el lector, conoce el principio y desenlace de una historia, y poco a poco va soltando la información que considera necesaria. Veamos un ejemplo, inventemos una historia: Primero el paradigma: Marco [X] desea encontrar a su mamá, pero se lo impide su falta de dinero [Y]. Tracemos a continuación una línea imaginaria y dividámosla en cuatro partes iguales. Hecho lo anterior hay que plantearnos la pregunta: ¿de qué se trata el conflicto? En este caso es la lucha de Marco, un niño, por encontrar a su mamá. Sabina recomienda no perder de vista esta pregunta al escribir el texto, porque en realidad es en el conflicto donde se encuentra lo central de una historia. Ahora vamos a los Puntos de Quiebre. Primero el PQ1, que en este caso podría ser cuando Marco se da cuenta que ha desaparecido su mamá, que ha ido a trabajar a otro estado, a otro país, encargándolo con la abuela. Marco, al darse cuenta de los sacrificios que hace su madre por ganar dinero, decide buscarla para hacerle la carga más ligera.
El PQ2 podría ser cuando Marco, luego de enfrentar innumerables problemas, consigue dinero para visitar a su madre. El “Psi” puede ser cuando a la mitad del conflicto, de su lucha por conseguir dinero, descubra el lugar donde su madre se encuentra y se entere además que lo extraña mucho, que llora por él todas las noches. Faltan las escenas Alfa y Omega. Primero la Alfa. En este caso podría ser una escena donde la mamá, de madrugada, le da un beso en la frente a su hijo. Cerca de ella hay una maleta y la abuela, que llora. En cuanto a Omega, que vendría siendo la escena final, uno puede permitirse ciertos juegos. Me explico. Podemos dividir la cuarta parte de la línea en dos. En la primera podemos hacerle creer al lector que la historia va a terminar de determinada manera, por ejemplo, que Marco encuentra a su mamá y que son felices, y en la segunda [que propiamente vendía a ser Omega] se cambia todo y resulta que Marco sí encuentra a su mamá, pero ya muerta y con un billete de lotería. Puede ser al revés, hacerle creer a los lectores que Marco, a pesar de tener para el pasaje nunca encontrará a su mamá, y en el final-final resulta que sí la encuentra y que estaba escribiendo una carta para pedirle a su abuela que vinieran a vivir con ella, que tiene un trabajo excelente y que incluso hay planes de boda. Después hay que llenar las escenas restantes, delinear el planteamiento y el conflicto y comenzar a definir los personajes. *** Trabajar de esta manera, con la estructura, dijo, “ayuda a discernir qué contar y qué no, para no incluir escenas inútiles. Nos sirve también para ver lo que hace falta. Hay que imaginar hasta las últimas consecuencias de lo que se va a contar, pasar de la metáfora a los hechos. Al manejar la estructura uno puede desprenderse de la historia, dominar la anécdota, verla desde fuera”. La estructura debe trazarse a partir de la emoción, “lograr que los Puntos de Quiebre nos emocionen o bien nos den miedo, según el tipo de historia que queramos contar”. La estructura sirve para que los creadores tomen distancia del texto y puedan volverlo más ágil y atractivo. “Dentro de la cárcel de la estructura, sentenció, uno puede hacer volar la imaginación. Entre más originales tratemos de ser, menos vamos a serlo. Hay que ser nosotros mismos y tener confianza en la reserva de nuestro inconsciente. La estructura es donde descansa la parte consciente y el inconsciente llena lo demás. Hay que fluir, hay que soltarse, dejar el consciente en la estructura”. -------Las notas con que elaboré este artículo fueron tomadas en un curso sobre el arte de escribir, sobre las dificultades del oficio, que impartió Sabina Berman en la sala audiovisual Alberto Isaac de Casa de la Cultura antes de que comenzaran las lluvias en pleno. Sala húmeda, abrumada por el calor de las cuatro de la tarde.