“TOQUE DE QUEDA” DE LAS MARAS: AMARILLISMO MEDIÁTICO Y LUCRO DE LOS TEMORES CIUDADANOS Mario Alfredo Cantarero
1. 2. 3. 4. 5.
Índice Un lunes como “La Guerra de los Mundos” Caos, incertidumbre e histeria Ambivalencia gubernamental El amarillismo mediático Propósitos políticos del rumor
6. Perspectivas… Un lunes como “La Guerra de los Mundos” Una adaptación radiofónica de “La Guerra de los Mundos”, obra de Herbert George Wells, en 1938, creó una enorme histeria social en los ciudadanos newyorkinos, en los Estados Unidos. La gente creyó que se estaba produciendo una verdadera
invasión
alienígena
de
la
Tierra.
Fueron escenas de pánico colectivo. Algunos se suicidaron, otros se lanzaron de los edificios, hubo quien se encerró en el sótano de la casa con pistolas, y otros se pusieron toallas mojadas en la cara para protegerse del gas venenoso de los marcianos. Cuando se reveló la realidad, el programa fue motivo de escándalo e indignación. Este hecho desplegó reflexiones sobre los efectos de los medios de comunicación en la población.
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La tarde del lunes 19 de octubre de 2009 fue de zozobra. Los ciudadanos fueron presas del miedo. Este evento evidencia lo siguiente: es una muestra de la inseguridad en que vive la población ante el clima de delincuencia, y consecuentemente el poder que se les atribuye a las pandillas; además, la incapacidad del gobierno en el manejo de la información al respecto, y los avisos sobre el estilo de pelea política y comunicacional que utilizará el principal partido de oposición. Caos, incertidumbre e histeria Utilizando el medio Internet, los estrategas de la comunicación interesados desplegaron
el
rumor
del
“toque
de
queda”, la “toma de centros comerciales” el control de ciudades por las pandillas, a partir del lunes 19 de octubre. El rumor circuló rápidamente en todos los espacios públicos y privados, y como el fuego en hojarasca seca circuló en los bancos, en las universidades, en las escuelas, en las iglesias, en los hogares y en los negocios. Como respuesta, muchas empresas despacharon a sus empleados; por temor o como parte de la campaña mediática. Medio mundo se fue a sus casas. Las aulas universitarias quedaron solas, sin que las autoridades emitieran circulares autorizando suspensiones de clase. En San Salvador el tránsito era un caos. Las avenidas (Manuel Enrique Araujo
y
la
Roosvelt)
y
los
Boulevares
(Los
Próceres,
Venezuela,
Constitución, etc.) se desbordaron ante las serpientes de carros atascados. Las frases “las calles están tomadas”, “los mareros han puesto toque de queda”.Los teléfonos fijos y los celulares sonaban al unísono, con tonos de angustia.
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Los padres de familia y los amigos llamaban para contarles del peligro, y para exhortarlos a que se movilizaran de prisa, porque el peligro estaba al acecho. Las 6 de la tarde era la hora de inicio del “toque de queda”. Se percibía el nerviosismo en las voces y en los modos de andar y transitar. La angustia invadió las caras de los capitalinos. Fue un lunes de profundo miedo provocado por un rumor malévolo, en un contexto donde ser respira el temor a la delincuencia. No era para más, el rumor atribuía la responsabilidad a las maras. “Son las maras”. Este dato encendió los nervios y la preocupación de los capitalinos, que respiran terror por la acechanza cotidiana de la violencia con 16 muertos diarios, las rentas y las extorsiones, con un costo económico y emocional habitual de enorme envergadura. Ambivalencia gubernamental La población percibe que el gobierno no ofrece seguridad con una actitud ambivalente ante la ola delincuencia que agobia al país; los funcionarios no tienen claro qué hacer y cómo hacer para controlar los índices de criminalidad que van en ascenso, con una organización policial
con
muchísimas
falencias
actitudinales y con un presupuesto muy limitado. Los ciudadanos construyen esta imagen a partir de las declaraciones que dan las autoridades de seguridad en los medios de comunicación, y con base al calvario de la experiencia cotidiana, en donde sufren para sobrevivir con la violencia a la vuelta de la esquina.
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Como consecuencia de la ambivalencia gubernamental, los salvadoreños no creen en la capacidad de las autoridades para frenar a los pandilleros. Por ello el lunes de zozobra, los ciudadanos no se detuvieron a reflexionar sobre la certeza de la información. Su respuesta ante el rumor: “Vámonos a casa, allí estaremos más seguros”. Es más, por la falta de coherencia en la información gubernamental y por el ofrecimiento de información tardío, los responsables gubernamentales de la comunicación están demostrando incompetencia en el manejo de la información, para enfrentar a los adversarios políticos mal intencionados, que hacen uso y desuso del tema de la violencia, para sacar ventaja política. El amarillismo mediático Los medios de comunicación tienen su parte de responsabilidad en la creación de este clima de zozobra. Día con día exaltan una visión alarmista sobre la violencia, donde
se
enfatizan
las
consecuencias
y
excluyen las causas y sus responsabilidades. En
términos
noticiosos periódicos
generales,
televisivos,
muchos
radiofónicos
evidencian
un
espacios y
los
desempeño
profesional irresponsable. Dedican mucho de sus espacios a los hechos de violencia en sus entregas sometidas
estelares;
las
diariamente
audiencias a
un
son
régimen
informativo muy al estilo de la Revista Alarma.
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Muestran un manejo de la información de poca calidad periodística, con un enfoque limitado sobre la complejidad del problema de la delincuencia, y una magnificación y estereotipada del fenómeno de la violencia en nuestro país, especialmente sobre el fenómeno de las pandillas. Prácticamente atribuyen la responsabilidad de la situación de crimen y terror a los pandilleros, cuando en realidad hay mucha tela que cortar, como las frágiles políticas públicas, las estrategias de seguridad desenfocadas de los gobiernos de las anteriores administraciones, la estructuras socioeconómicas excluyentes, un sistema educativo desbordado, un sistema de justicia fuera de contexto, etc. En el caso específico del “toque de queda”, desde el viernes 16 de octubre, se anunció en Teledos en su emisión de la noche, en donde calificó al rumor como “la ofensiva” de las maras. Por la reiteración de los algunos medios, en los que se leyó el email, al parecer se trataba de una campaña orquestada mediáticamente para potenciar el temor de la población. Es más, el viernes 23 de octubre, siguiendo con el tono amarillista, el canal 12 pasó un comunicado de la Sombra Negra, que también inició su circulación por Internet, al igual que la “ofensiva” de las maras. Parece una tendencia informativa fundar en rumores en cadena, para desestabilizar paulatinamente al gobierno actual. Al “toque de queda de las maras” le sigue “el surgimiento de la sombra negra”, y con ello la intención de instaurar una guerra contra las maras en El Salvador, como alternativa a la flojedad de las autoridades de seguridad.
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Pánico por escasez de información Por definición, el rumor es una información específica sobre un asunto (un tema de interés como un acto de violencia), que interesa a mucha gente (implica a la población porque afecta su seguridad cotidiana). El rumor tiene una autenticidad dudosa y un origen
no
determinada:
comprobable “un
amigo
(fuente me
dijo”,
no “los
mareros han dicho”), pero se le da legitimidad atribuyendo el origen a una persona que es cercana al hecho. Se transmite con rapidez, generalmente por medios diferentes (verbal, digital, celular, Internet), en tiempos de crisis o tensión, como el clima de inseguridad y terror que se está viviendo en San Salvador, San Miguel y Santa Ana. Su legitimidad y rapidez ocurre porque los canales de comunicación se ven interrumpidos. En este caso porque la comunicación gubernamental no está funcionando oportunamente y de manera efectiva, con el agravante de que las autoridades de seguridad no actúan con decisión en el plano operativo y su discurso es altamente dubitativo. Entre otros motivos, este tipo de rumores despliega con tanta rapidez precisamente por el miedo. Con “esta ofensiva de las maras”, los ciudadanos actuaron del mejor modo con el que pueden sobrevivir. La gente tendió a creer el rumor, porque temieron los sucesos más desagradables que podían ocurrirles (la muerte, la extorsión, la agresión, etc.), tanto a ellos como a sus parientes.
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Los rumores de esta naturaleza se dan por la falta de información que dé certeza sobre su seguridad, que, como siempre dicen las encuestas, es uno de los asuntos que más le interesa y preocupa a mucha gente. Como cualquier rumor, los que iniciaron este rumor “el toque de queda de las maras”, son los agentes clandestinos o personas hostiles, que tienen intereses muy
claros
para
desplegarlos,
entre
los
cuales
pueden
estar
la
desestabilización del gobierno, la propensión para que el ejército salga a las calles o para quitarle perfil a otro hecho que está en la agenda pública. Si no hubo información oportuna al respecto de parte de las autoridades, la información contenida en el rumor ofrece las orientaciones a la población, para que puede resguardarse en su casa. En esta época de inseguridad, de inquietud e incertidumbre, algunos sectores o instituciones que proporcionan salidas autoritarias al problema de la delincuencia,
adquirirán
prestigio
y
ganancia
política,
porque
están
ofreciendo alternativas ante la imprecisión del gobierno. En esta dirección, se están perfilando el reavivamiento de la Sombra Negra, que promueve el exterminio de los mareros. Propósitos políticos del rumor Esto que se ha dado es común en nuestra cultura. En el mundo de los políticos (en cualesquiera de sus espacios: Asamblea Legislativa, partidos políticos, ministerios, etc.), en el ambiente de los periodistas (cualesquiera de los medios de comunicación social: prensa, radio, televisión, gabinetes informativos, unidades de comunicaciones, etc.),
en
centros
laborales
(privados
o
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públicos), se evidencian individuos o grupos "expertos" en el manejo de los "tips" o "nortes" informativos (mejor conocidos como "chambres"). El reconocimiento de un clima de temor propiciado por las expresiones de violencia, y el frágil manejo del hecho por parte de las autoridades de seguridad, ha dado lugar a que un grupo de "especialistas en comunicación" esté utilizando hábilmente el recurso del rumor, para la formación de las corrientes de opinión (individual, colectiva o institucional) en su beneficio político, que es muy distante del bien común. Entre otros propósitos, el uso de este tipo de rumores permite a los usufructuantes, cobrarse "facturas políticas" para vengarse de los adversarios en la contienda política, por medio de discursos que desprestigian, en donde dejan mal parado al gobierno de Mauricio Funes; asimismo, se deja ver lo que será la costumbre de grupos de oposición, para ir creando un clima de opinión pública en contra del gobierno. En la polarización de la opinión pública, en términos generales o específicos, no significa que los partidos políticos o los movimientos sociales (como fundadores de los hechos políticos) o los medios de comunicación social (como creadores del presente social actual) son omnipotentes y unidireccionales en la afectación de los públicos. Sus posibilidades y sus límites se ubican en la proximidad de los discursos o de los hechos políticos con las certezas concretas de los sectores sociales. Con el rumor del lunes 19 de octubre y la evidencia de que no ocurrió lo anunciado, la gente comienza a entender que han sido engañados por alguien, y ya se expresan en los corrillos de los centros de trabajo y en los espacios públicos discursos y actitudes de indignación.
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Como se ha señalado en otras oportunidades, el espacio de los rumores en la creencia de los públicos depende de la congruencia que tengan los planteamientos u ofrecimientos con la solución de sus problemas y con la seguridad de sus vidas. Significa que los mensajes o discursos pueden orquestarse reiteradamente en los medios de comunicación social; pero si estos no se vivencian en la rutina diaria de los públicos se vuelven vacíos de contenido y pueden generar conductas adversas a lo que se pretendía con su generación. En el caso de la violencia, este discurso del “toque de queda” impuesto por las maras cobró poder e influencia en la población, no porque sean ingenuos y manipulables, sino porque es un tema sobre un hecho donde los ciudadanos se juegan la vida diariamente. Perspectivas… Luego de presenciar el pánico provocado por el rumor maligno del lunes 19 de octubre, en horas de la tarde, no cabe duda que el miedo se ha tomado las calles y los espacios ciudadanos. De no actuar con urgencia, el problema se convertirá en una paranoia colectiva, en una incertidumbre indetenible, que puede traer consecuencias insospechadas para la nación salvadoreña, y una de las secuelas pueda que redunde en la ingobernabilidad del país. Las autoridades de seguridad pública, el gobierno y todo el sistema político deben trabajar en una agenda de país, con estrategias consensuadas, con un
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diagnóstico preciso sobre la situación, para erradicar el problema de la violencia desde sus propias raíces. Asimismo, se requiere de un liderazgo firme que combata todas las expresiones de violencia como las pandillas, el crimen organizado y la violencia estructural. Sólo esto permitirá la restitución de la esperanza y la confianza de la ciudadanía, tan necesarias para legitimar las acciones gubernamentales. Esta
restitución
posibilitará
la
cooperación
de
la
ciudadanía,
en
el
ofrecimiento de información a las autoridades, para que puedan diagnosticar, proyectar y actuar con medidas certeras, en el castigo de los vándalos que actúan al margen de la ley, amparados en la limitada apreciación generalizada de que todo acto de violencia y extorsión proviene de las pandillas o maras. Sin la aportación de información por parte de la ciudadanía, no se podrá luchar frontalmente contra este flagelo que desespera a cada uno de los ciudadanos, en todos los momentos y espacios de su vida. La percepción ciudadana sobre el estado actual de la violencia y de los niveles de zozobra, en gran parte, tiene su comienzo en las políticas equivocadas de seguridad pública, y de la ambivalencia en el discurso y acciones mediáticas. En el caso de los medios de comunicación deben ser más responsables en el manejo de la información en el tema de la violencia y la delincuencia, en el sentido de investigar más los actores y los componentes que las generan. De esta manera podrán ofrecer la complejidad de los problemas sociales y con ello las diversas posibilidades de colaborar en su solución.
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De
modo
que
propagandístico
eviten de
los
el
manejo
hechos
que
de
estereotipado,
abaten
nuestra
ideologizado nación.
A
y las
irresponsabilidades periodísticas las audiencias les cobran precios carísimos, precisamente cuando le pierden la confianza y el interés a los medios de comunicación por esas prácticas poco profesionales. La falta de credibilidad a los medios amarillistas se paga con creces en los raiting y en la pautación publicitaria.
Profesor e investigador de periodismo y comunicaciones, Facultad de Ciencias Económicas, Universidad Francisco Gavidia
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