Revista Digital de Investigación en Docencia Universitaria / Año 3 – N°1‐ Jun. 2007
Buscar entr e los muer tos . Reseña de la novela Rosa Cuchillo de Óscar Colchado
Chr istian Estr ada Ugar te
«¿La muerte? / ¿La muerte sería también como la vida? / “Es más liviana, hija”». Con esta conversación en torno de la muerte –y en su contraste con la vida– empieza Rosa Cuchillo, novela de Óscar Colchado, publicada en 1997. Desde el inicio, la novela de Colchado se presenta como un constante contrapunto entre las circunstancias de la vida y de la muerte a partir de los sucesos vividos por los dos personajes centrales: Rosa Wanka y su hijo, Liborio. Este último, enrolado en las huestes del grupo terrorista Sendero Luminoso –que asoló el país entre los ochenta e inicios de los noventa–, muere fusilado por militares encargados de la lucha antisubversiva. Su madre, Rosa Wanka, que en la novela es presentada con el apelativo de «Rosa Cuchillo», muere de pena y empieza la búsqueda de su hijo a través del mundo de los muertos.
Situada temporalmente en la década de los ochenta, en medio de la violencia subversiva instaurada por Sendero Luminoso en el país y de una fuerza represiva que muchas veces imitaba la crueldad de dicho grupo, la novela expone, con claridad y fuerza narrativas, el drama sufrido por los habitantes de diversos poblados de Ayacucho, sobre todo, Illaurocancha, una de las comunidades que vivieron en carne viva capítulos prolongados de la guerra interna. Y es este contexto el telón de fondo de la búsqueda de Rosa Cuchillo.
El tópico de la búsqueda en la tradición literaria siempre ha estado fuertemente vinculado con el autoreconocimiento. De esta manera, la búsqueda conlleva la necesidad del personaje por encontrarse a sí mismo y se convierte, así, en un viaje
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interior en el que los personajes se van autodescubriendo paulatinamente a través de las miradas de los otros. En este sentido, la búsqueda resulta una experiencia vital, una necesidad primaria. Y Colchado, siguiendo la línea de otras obras literarias, ubica la búsqueda de Rosa Cuchillo en el mundo de los muertos. De este modo, la muerte no se reduce al fin de una etapa sino que se convierte en el inicio de otra.
Por su parte, la experiencia de Liborio en el grupo senderista se ve permanentemente ensombrecida por la cercanía con la muerte: en una sociedad convulsionada por una realidad tan violenta y cruda, las posibilidades de existencia de las personas se reducen a ser víctimas o victimarios. En este sentido, la experiencia de Liborio está siempre enmarcada en la certeza de la muerte, siempre próxima.
Así, la relación entre vida y muerte en la novela está estructurada a modo de diálogo y las fronteras entre una y otra obedecerían a una mirada distinta de la occidental. De hecho, la muerte es presentada como un espacio más vital que la vida. Mientras la muerte se presenta como un ambiente festivo en varios episodios de las andanzas de Rosa Cuchillo, la vida contiene pasajes oscuros y un aire desolador.
Una particularidad interesante de la novela es su estructura narrativa: no está dividida en capítulos sino en secciones determinadas por las voces de diversos personajes que se van intercalando a lo largo de la historia. Esta característica nos permite abordar los acontecimientos desde diversos ángulos. De esta manera, la novela termina siendo un calidoscopio que nos otorga una mirada amplia a la vez que profunda sobre una de las etapas más absurdas de nuestra historia.
Por un lado, la misma Rosa Cuchillo nos cuenta, en primera persona, la historia de su búsqueda:
«Bien abrazada a Wayra, que braceaba dificultosamente, pude llegar por fin a la otra orilla, sin dejar de pensar en mi Liborio, muerto ahora último nomás en los enfrentamientos de la guerra, y por quien de pena yo también me morí.» (p. 10)
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Estas reflexiones son bastante íntimas y le dan al lector una visión de la muerte como un espacio con elementos y relaciones análogos a los que caracterizan al mundo de los vivos. En este sentido, la historia de Rosa Cuchillo se inserta en la tradición de la búsqueda –como ya se ha mencionado– y en el ingreso por el mundo de los muertos. En esta tradición, tenemos al personaje principal y a un acompañante, quien guía y protege a este nuevo visitante por los campos de la muerte.
Esta exploración por el mundo de los muertos no resulta totalmente sencilla para la protagonista, ya que se debe enfrentar a seres extraños en los que, con frecuencia, logra reconocer gestos y sentimientos de personajes que ella conoce o cree conocer. En el camino, a través de su encuentro con esos seres, el lector va descubriendo a Rosa Cuchillo y tomando contacto con su drama. Mujer, madre y campesina, Rosa Cuchillo representa en su propio drama la furia de la violencia, con sus muertos, sus desaparecidos y sus torturados.
Por su parte, la historia de Liborio está contada desde una segunda persona. A través de esta voz, descubrimos los temores del personaje y las particularidades de su tragedia, la del hombre que no está seguro de sus propias acciones. Sus dudas dentro del mismo grupo terrorista son las de una persona que termina descreyendo de la prédica de los líderes de ese grupo. Su lectura de lo que ocurre y de lo que motiva la guerra es diferente y responde a motivaciones distintas: su concepción es andina y la propone como el camino correcto para llevar a cabo una auténtica revolución. Mientras Rosa Cuchillo representa la (des)esperanza de la madre que busca a su hijo muerto o desaparecido, Liborio personifica una búsqueda social: su historia no está determinada por la relación filial sino por el rol social que debe cumplir.
Por otro lado, la educación sentimental adolescente de Liborio se muestra entretejida con los acontecimientos históricos –violentos y tensos– en los que se enmarca el destino social del personaje. Así, el descubrimiento de su función dentro de la sociedad y el proceso de enamoramiento vivido por Liborio coinciden en una misma pulsión, como si se tratara de emociones originadas de una misma fuente:
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«Cierto, mamita —le interrumpiste, bailando tu corazón de contento que ella estuviese comprendiendo estas cosas y hasta enseñándoles algunas—, cierto.» (p. 187) Esta particularidad de la historia se concreta en el hecho de que la muerte de Liborio tiene su germen en acontecimientos vinculados con Angicha, la joven de la que se enamora. La cercanía de la muerte en el relato de Liborio y su deseo por Angicha generan en el lector una identificación entre las experiencias del amor y de la muerte.
Además de estas dos voces, en la novela van apareciendo otras de personajes que nos brindan otras miradas sobre el escenario violento de la historia. Uno de estos personajes es Mariano Ochante, rondero con una mirada crítica acerca de las acciones de Sendero y quien nos permite apreciar la situación crítica de los grupos campesinos. La voz de Ochante resulta más reflexiva en tanto se extrae de los momentos de convalecencia del personaje luego de que una bala lo hiriera en una lucha contra un grupo senderista. Desde su convalecencia, Ochante produce un monólogo del cual somos testigos. A diferencia de la voz en primera persona de Rosa Cuchillo, Ochante no nos presenta una narración ordenada de su propia historia: más bien, somos testigos de un discurso entrecortado y, por momentos, onírico, en el cual se entremezclan las reflexiones e ideas del personaje.
De esta manera, la historia fluye a través de miradas distintas: la de la madre que ha perdido a su hijo en una lucha ilógica; la del joven que, entusiasmado inicialmente con una propuesta ideológica, va encontrando su propio rumbo y rol social; la del campesino que, convertido en rondero, se enfrenta a una violencia cuyas motivaciones no termina por comprender; la del agente de las fuerzas antisubversivas que, en medio de la lucha, comete violaciones contra los derechos humanos.
A través de la alternancia de estas voces, la novela presenta una serie de temas y motivaciones diversos. Su estructura permite que pueda ser abordada desde una lectura sobre la situación de la mujer en tiempos de lucha armada, sobre la maternidad, sobre el autoreconocimiento del sujeto y su constitución tanto psicológica como política, sobre
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la confrontación entre las ideas de Occidente y las del Ande, o sobre el parentesco de la novela con otras obras (la Eneida , La divina comedia , la Biblia , entre otras).
Uno de los elementos centrales para entender la historia es la comprensión de su manejo de los tiempos narrativos. La historia de Rosa Cuchillo se desarrolla en un tiempo real distinto de la de Liborio. La coincidencia narrativa de estas dos historias le da una tensión particular a la historia. De esta manera, el fin de la novela confluye con su inicio. El resultado es una novela perfecta en su disposición temporal que ofrece una sensación de continuidad coincidente con el tiempo circular que subyace a la cosmovisión andina.
Testigo de historias que se van intercalando a modo de episodios, el lector puede observar los conflictos culturales detrás de tanta violencia. La disposición de los tiempos en la narración obedece al interés del autor por mostrar los encuentros y desencuentros entre las opiniones e interpretaciones de los personajes. En la novela, las víctimas dejan de ser simples estadísticas: su condición humana es reivindicada.
La historia del nombre «Rosa Cuchillo» –que es el que le da el título a la novela– resulta interesante por dos motivos. En primer lugar, nos coloca ante dos versiones de un mismo sujeto: Rosa Wanka y Rosa Cuchillo. En el momento en que la madre de Liborio recibe el apelativo de «Rosa Cuchillo», su nuevo nombre la designa no en su línea de parentesco familiar sino en su condición social: una mujer que debe defenderse –y que se defiende– del acoso de los hombres mediante un arma, el cuchillo que le da su nuevo nombre:
«En las noches, dormía con un cuchillo al alcance de mi mano, bien plantado al centro de una cruz dibujada en el suelo, tal como una vez escuché decir que eso era bueno para espantar a los malos espíritus. —También a las malas intenciones de los hombres, hija. [...] Desde entonces, los hombres me miraban con una mezcla de temor, admiración y respeto. La gente dejó de llamarme Rosa Wanka para nombrarme con el mote de Rosa Cuchillo.» (p. 30)
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Esta doble denominación del personaje nos recuerda nuestra doble identidad como sujetos: la identidad que recibimos, pasivamente, cuando nacemos y aquella que vamos construyendo en el transcurso de nuestra experiencia social.
En segundo lugar, al titular su novela como «Rosa Cuchillo», Colchado nos provee una pauta fundamental para la lectura de su libro: la realidad como una red de tensiones sociales. Así, tenemos las relaciones conflictivas entre lo femenino y lo masculino, la costa y el Ande, los militares y los senderistas, los campesinos y los senderistas, los campesinos y los militares, la vida y la muerte, etc. Rosa Cuchillo, desde el título, nos coloca en un campo de tensiones no resueltas.
La muerte simboliza el lugar en el que la condición humana de los personajes da lugar a un estado más esencial. Rosa Cuchillo es reconocida como una de las deidades de la cosmogonía andina. Liborio, por su parte, deja de ser el hijo de Rosa Wanka: su atención no se fija en su encuentro con esta sino en su necesidad de iniciar un nuevo camino en busca de la recuperación del mundo andino. De esta manera, el encuentro no resulta ser lo más importante de la novela. Lo realmente esencial es el proceso que lleva a los personajes a dicho encuentro, dispuestos a un nuevo inicio:
«Lejos, a la distancia, reconocí a mi Liborio. Avanzaba solo, envuelto en su poncho, calzando llanquecitos. [...] ¿Rosa? ¿Rosa Cuchillo?, me dijo. ¡Hijito!, diciendo lo abracé. Sé quién eres, oh diosa Cavillaca, me dijo, de no habérmelo dicho el Gran Gápaj no lo hubiera sabido. ¿Él te dijo? Sí, madre. ¿Y a dónde vas?, indagué. Estoy volviendo a la tierra, respondió, me envía el Padre a ordenar el mundo. ¿Un pachacuti?, dije. Sí, es necesario voltear el mundo al revés. No dijo más, me abrazó, me dio un beso en la mejilla y partió.» (pp. 197 198) Rosa Cuchillo es una novela de búsqueda y de encuentros con uno mismo. Es la constante búsqueda del significado de dos personajes en constante movimiento. La muerte de uno –Liborio– genera la muerte del otro –Rosa Cuchillo. Y a partir de su encuentro empieza una nueva búsqueda.
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Un elemento interesante de la novela es la presencia sutil de otras obras en su composición. Una de estas es la Biblia . La estructura familiar alrededor de Liborio es similar a la que gira en torno del Jesús bíblico. Rosa Cuchillo, mujer mortal, da a luz un niño como consecuencia de su unión con un dios, Pedro Orcco, y luego se casa con Domingo, un hombre terrenal como ella. Así, Liborio, como Jesús, es hijo de una mujer y de una divinidad. Esta circunstancia, sin embargo, no lo liberará de su tragedia. Por el contrario, le dará un sentido particular: Liborio morirá y, luego, retornará a la tierra para liberar a los hombres devolviéndoles el orden correcto. En este punto, la alusión al personaje mítico de Inkarri resulta revelador:
«(...) ese incadios cuya cabeza, según los abuelos, se hallaba enterrada en el Cuzco y que se estaba recomponiendo hacia los pies. Y que una vez completo, iba a voltear el mundo poniéndolo al revés.» (pp. 128129) Liborio, como Jesús o como Inkarri, representa un personaje trágico: su muerte ya está predestinada, así como su retorno. Es en esta tragedia en que se funden su condición humana –hijo de Rosa Cuchillo– y su carácter divino –hijo de Pedro Orcco, el Wamani. La Biblia y La divina comedia (el recorrido realizado a través del mundo de los muertos en busca de un ser amado) son dos obras que funcionan como referentes en la construcción temática de Rosa Cuchillo . Además de esta presencia, sutil pero constante, la novela de Colchado presenta un escenario narrativo en el que se encuentran elementos andinos y occidentales. Este encuentro caracteriza un espacio poscolonial en el que la transculturación de elementos originalmente foráneos se ha entremezclado con una nueva realidad. El sincretismo, en este caso, supone una segunda etapa en la convivencia entre estos elementos. Rosa Cuchillo , en consecuencia, se convierte en una obra de encuentro cultural: aspectos de la cultura andina coinciden con los planteados por el discurso cultural de Occidente.
Tratar de entender los sucesos de la década violenta de los ochenta no solo como hechos sino como condiciones que dañaron en lo más profundo a seres humanos es una tarea
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que debe asumir todo ciudadano peruano. La universidad, en su condición de espacio de discusión e intercambio de ideas acerca de lo que acontece para todos, debe cumplir su función de promoción de esta tarea. La lectura de Rosa Cuchillo constituye una buena oportunidad para llevar a cabo esta reflexión. Óscar Colchado nos presenta una novela a través de cuya fluidez narrativa el lector puede apreciar el drama social que, en menor o mayor grado, nos tocó vivir.
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Bibliografía
COLCHADO, Óscar 2000 Rosa Cuchillo. 2da edición. Lima: Editorial San Marcos
Par a citar est e documento, puede utilizar la siguiente r efer encia: ESTRADA; Christian (2007). “Buscar entre los muertos. Reseña de la novela Rosa Cuchillo de Óscar Colchado” [artículo en línea]. Revista Digital de Investigación en Docencia Universitaria (RIDU) Año 3 N°1Junio 2007. [Fecha de consulta: dd/mm/aa].
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Chr istian Estr ada Ugar te [email protected] Bachiller en Lingüística y Literatura, y con estudios de Magíster en Literatura Hispánica por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Coordinador de los cursos de Lenguaje en el Área de Humanidades de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas. En esta misma universidad, se desempeña como profesor del Taller de Técnicas de Expresión Escrita para las carreras de Publicidad y Periodismo, y del Seminario de Investigación Académica 1. Ha participado en la elaboración y dictado de cursos sobre comunicación oral y escrita, temas de literatura peruana, y la relación entre lengua y cultura. Trabaja, además, como corrector de estilo.