Familia y vejez: la abuelidad – Iacub: El concepto de abuelidad debemos emplazarlo en el núcleo de las familias propias de Occidente. Hay tres modalidades de familias: En la postfigurativa aparece una concentración de saber-poder en los mayores y un sometimiento de los jóvenes hacia estos. Son culturas en las que los cambios son lentos. Las preguntas fundamentales son contestadas por un orden de ideas que las precede. En el tipo configurativa la familia está marcada por un quiebre real o simbólico de las formas culturales anteriores. Aparecen nuevas tendencias culturales que fragmentan las generaciones. En el tipo prefigurativa existe una propuesta mesiánica, ya que el saber aparece ubicado en el que vendrá. Siendo los jóvenes los más favorecidos. El avance de la tecnología genera una difícil adaptación de las personas mayores, las cuales caducan rápidamente en sus roles de saber y son reemplazadas por individuos jóvenes. La familia se caracteriza por una suma de relaciones singulares que engendran obligaciones absolutas con pocas personas, no anónimas, ligadas a través de una historia y que nos reconectan con un pasado que a su vez nos determina. Es sólo la estructura familiar quien sostiene y transmite un núcleo social singular. La familia es el núcleo conformador de la subjetividad. Bleger plantea que la función institucional de la familia es la de ser el reservorio de control y seguridad para la satisfacción de la parte más inmadura y narcisista, pero a su vez permitiendo que funcionen las partes más adaptadas en el extragrupo. Habrá dos elementos frente a los cuales el grupo familiar deberá protegerse: la separación y la fusión. Por esto establece dos modalidades defensivas: la familia aglutinada y la esquizo-paranoide. El lugar que para un niño tengan sus abuelos devendrá del rol que le otorgue la madre o el padre. Existen tres elementos inquietantes en torno a la abuelidad. El primero tiene que ver con el cambio de estatus interno en la familia, en el cual se puede observar la pérdida de ciertos roles ligados al ser padre o madre. En segundo lugar, notamos la modificación en las relaciones afectivas que se producen en tanto los hijos devienen padres. Por último, la asociación que se realiza entre el ser abuelo y ser un adulto mayor. Tal vez la abuelidad sirva de función reparadora para contrabalancear algunos de los golpes que sufre la propia autoestima durante el envejecimiento. Cada momento histórico y cada grupo social va determinando modos de contactos, de interacciones, regulaciones del afecto e incluso posibilidades educativas. Se pueden diferencias cinco estilos de abuelidad: Abuelos formales: manifiestan un interés constante por los nietos, pero estableciendo un ligadura convencional que no interfiere con el rol parental. Abuelos alejados: muestran poco interés por sus nietos y no tienen con ellos más que contactos episódicos. Abuelos reservorios del saber familiar: son los encargados de transmitir los valores y de ofrecer modelos de comportamiento a los nietos. Abuelos lúdicos: es una relación percibida como una fuente de placer y de satisfacción. Abuelos padres sustitutos: reemplazan a los padres, en general es ocupado por las abuelas. Autoestima e identidad – Hornstein: La autoestima es una experiencia afectiva y cognitiva, y desempeña la función de termostato emocional, pues modula el impacto de las emociones negativas, evitando que se extiendan al resto de la vida. Se nutre de factores externos. La autoestima necesita estrategias de sostenimiento, desarrollo y protección. Algunas personas realizan enormes esfuerzos para proteger la autoestima. Un individuo apático es un individuo no motivado por la sociedad ni por él mismo. Los talleres de creatividad son buenos para descubrir lo que se quiere hacer para uno mismo. El amor propio, la imagen y la confianza en sí mismo son indispensables para la autoestima. Amor a sí mismo supone quererse aceptando defectos, límites y fracasos. No depende exclusivamente de los logros y vínculos actuales. Su presencia consigue resistir a la adversidad y sobrellevar decepciones. Ese amor a uno mismo depende de cómo fuimos y somos amados y valorados. La autoconfianza se alimenta del sentirse capaz de actuar satisfactoriamente en situaciones en situaciones diversas. La confianza procede de antiguos vínculos. Los vínculos y logros valorizados son indispensables para la
autoestima. La confianza escasa nos hace sentir vulnerables para proteger nuestra autoestima. La identidad consiste en una combinación de opiniones y experiencias. Es una mirada condicionada por múltiples juicios y la mirada de los otros. Si la identidad y la autoestima no tomaran en cuenta a los otros, se acercarían al autismo. Es una suma más o menos integrada de identificaciones. La autoestima se manifiesta a través de las emociones, de los pensamientos y la acción: influye en nuestras relaciones sociales y proyectos. Nadie carece de ideas acerca de sí mismo y de su valor. Y estas ideas influyen en nuestras acciones y sentimientos. La autoestima facilita la acción: la acción alienta, modela y construye la autoestima. La autoestima es un juicio. Nos juzgamos a partir de lo que creemos que es el juicio de los demás, con razón o sin ella. No existe una buena autoestima sin los otros, pero tampoco contra los otros o a costa de los otros. La autoestima ocupa un lugar esencial en el bienestar subjetivo en sus variados componentes: mantener relaciones afectivas insatisfactorias, lograr cierta autonomía y cumplir ciertas metas. Las personas se evalúan a sí mismas según su habilidad en la ejecución de tareas, su concordancia con los patrones éticos y estéticos, la forma en que otros la aman o aceptan y el grado de poder que ejercen. Tener autoafirmación es respetar nuestros anhelos y deseos, y expresarlos adecuadamente defendiendo nuestras convicciones, valores y sentimientos, lo que requiere identificar nuestros objetivos y llevar a cabo las acciones que nos permitan alcanzarlos. Existen seis pilares de la autoestima: 1) La práctica de vivir conscientemente: los que no evitan pensar y no niegan ciertos hechos desagradables, reflexionando acerca de las elecciones y decisiones. 2) La práctica de aceptarse a uno mismo: implica asumir como propio lo que pensamos, lo que sentimos, lo que hemos hecho y quienes somos. 3) La práctica de la responsabilidad: necesitamos responsabilizarnos de nuestras acciones y sus efectos. 4) La práctica de la autoafirmación: afirmarse es respetar nuestros deseos, valores y convicciones. Enfrentar los desafíos de la vida y no eludirlos. 5) La práctica de vivir con un proyecto: los proyectos impulsan hacia un futuro deseable. 6) La práctica de la integridad: es ser congruente con los valores profesados. Si mis acciones entran en conflicto con mis valores, mi autoestima se lesiona. Hemos pasado de una civilización del deber a una cultura de la felicidad y los placeres. El deber ser feliz lleva a evaluarlo todo desde el punto de vista del placer. La felicidad es una utopía. El hombre sufre por no querer sufrir. La tristeza es un ingrediente de la vida. Lo más frecuente es que se agregue a la tristeza una sensación de soledad y aislamiento. El amor permite existir y ser, permite no diluirse. Construye un refugio. El infantilismo y la victimización son dos modos de la irresponsabilidad. El infantilismo combina una exigencia de seguridad con una avidez sin límites, y a la vez evita cualquier obligación. La autovictimización es la tendencia a concebirse según el modelo de los damnificados. Convertirse en inimputable. Aunque el hombre haya dejado de ser su propio soberano, sigue siendo responsable de sí mismo y no puede rectificar sus errores descargándolos sobre una historia desfavorable. Cuanto más consciente se vuelve el individuo más intenta revivir el niño que fue. Existe un buen uso de lo infantil. Puede reconciliar lo intelectual y lo sensible y recupera el asombro. Tal vez una vida más plena sea eso: una vida en estado de renacimiento. Basta con recuperar la espontaneidad y el encanto de la infancia. Ser adulto es renunciar a las pretensiones desorbitadas, aceptando los obstáculos, condición misma de la libertad. La identidad requiere que el ser pueda acontecer. La impostura consiste en considerar la identidad como algo hecho, cuando todavía está por hacer. La alteración es poder convertirse en otro sin dejar de ser uno mismo. Es la forma viva de la identidad. Mientras que la alteridad supone una relación entre dos seres. El carácter designa el conjunto de disposiciones permanentes o habituales de una persona, su manera de sentir, de experimentar, de actuar y de reaccionar; su forma de ser.
Si el carácter de una persona es demasiado estable, hablamos de patología del carácter. Existen vínculos estrechos entre los problemas de autoestima y la mayoría de los trastornos psíquicos. La soledad y el aislamiento social son factores de riesgo en materia de depresión, dependencia de drogas y alcohol. La difícil tarea de morir – Schwarz: Todo viejo se enfrenta con la tarea de morir y es en relación a esta tarea que se nos abren múltiples interrogantes respecto al cómo, cuando, donde y para que de nuestra intervención terapéutica. Las estrategias psicológicas conscientes e inconscientes frente a la muerte son múltiples. Hay viejos que hablan de su muerte próxima, que la anuncian, que se preparan y hay quienes la niegan sistemáticamente. Están los que se mueren sorpresivamente y los que se van muriendo lentamente. Hay quienes luchan y quienes se entregan. Quienes deciden morirse y otros se mueren a pesar de ellos. El modo de morir adquiere un carácter personal. Mucho tiene que ver con los modos de haber vivido. Pero la muerte individual es también un hecho social. Acontece en determinado contexto socio-cultural. Si comparamos al hombre de las sociedades arcaicas con el de nuestra sociedad industrial observamos lo siguiente: El primero se caracteriza por su espíritu comunitario y una concepción circular del tiempo que le confiere un sentimiento de continuidad y de comunicación entre el mundo de los vivos y de los muertos. Los viejos son valorados socialmente, ya que su proximidad a la muerte los transforma en intermediarios privilegiados entre los vivos y los muertos. Su concepción le permite aceptar la muerte integrada al ciclo vital. Se siente protegido y acompañado. El hombre moderno hace una exaltación del individualismo, debilitando su sentido comunitario. Reemplaza el tiempo circular por la concepción lineal del progreso, en la cual la ciencia y la técnica desplazan al mito y al pensamiento religioso. De esa manera el hombre actual enfrenta la muerte como un destino individual, cargado de contenidos de soledad, vacío y pérdida. Así es como la muerte aceptada dio lugar a la muerte temida y por ende a la muerte negada. Una sociedad con una actitud tan negadora frente a la muerte no puede más que rechazar y aislar al viejo a quien asocia con la muerte y sus fantasmas, de los cuales pretende defenderse. El contacto con la muerte que caracteriza a los niños y jóvenes de hoy es la muerte violenta, que se consume como espectador detrás de una pantalla. La muerte natural no está incorporada a la vida cotidiana. Vida y muerte quedan enfrentadas, como fuerzas opuestas. El viejo se enfrenta tarde o temprano a la inexorabilidad de la muerte. Existen distintas calidades en el proceso de morir, pero como vive un viejo su muerte es algo que en realidad sólo podemos inferir, y nuestra impresión está muy impregnada por la proyección de nuestros propios deseos y temores. La relación que guardamos en nuestro mundo interno con nuestros muertos más significativos, es decir, como y con quienes nos encontraremos del otro lado, si nos recibirán con sentimientos amorosos u hostiles, son fantasías que parecen influir en nuestro tránsito a la muerte. La cuestión del adonde iremos a parar influye en el proceso de morir. El modo práctico de encarar la muerte puede transformarse en un último acto de amor y cuidado o por el contrario en un acto de hostilidad y venganza hacia los deudos. Esto determinará en gran medida el lugar que ocupará el muerto en la memoria de los vivos. Los sueños cumplen una función importante en nuestro modo de elaborar el morir y la muerte. A través de ellos escenificamos nuestras fantasías anticipatorias de lo desconocido, dándole contenidos familiares a lo que podríamos llamar la escena temida por excelencia. La aceptación de la muerte no significa la ausencia del miedo. Cuanto más acompañada se siente la persona en su tránsito a la muerte, mejor podrá afrontar el inevitables miedo. Los familiares y amigos son irremplazables en ese sentido. Ficha de cátedra “memoria” – Soler: Las redes neuronales se distribuyen en el cerebro de tal modo que el hemisferio izquierdo se especializa en lenguaje y pensamiento lógico y el derecho en percepción visual, procesamiento espacial, arte, creatividad y procesamiento de la información. Neuroplasticidad: capacidad del sistema nervioso para modificarse o adaptarse a los cambios. Es un mecanismo que permite que las neuronas se reorganicen en respuesta a las distintas situaciones.
Memoria: es el proceso de codificar, almacenar y recuperar información. Existen distintos sistemas según el material involucrado, el marco temporal sobre el que opera y las estructuras neuronales que la soportan. Podemos hablar de memoria explícita o declarativa e implícita o procedural. A su vez, la memoria explícita o declarativa puede dividirse en episódica y semántica. La episódica se refiere a experiencias personales ocurridas en tiempo y lugar específico-personal. La semántica se refiere a hechos y conceptos, palabras y significados: conocimiento del mundo. Tenemos la memoria de trabajo o working memory, la memoria de largo plazo y la memoria prospectiva. En la memoria de trabajo se encuentra la información presentada hace unos segundos. Se trata del recuerdo inmediato de cantidades limitadas de información disponible para la manipulación mental inmediata. La memoria a largo plazo almacena información hasta que se la necesite e incluye la memoria diferida, presentada hace unos minutos, la memoria reciente para los eventos que pasaron o información presentada hace unos días, y la memoria remota para los eventos que pasaron hace unos años. La memoria prospectiva se encarga de aquello que planeamos hacer en el futuro. Lo nuevo que se debe aprender requiere de la memoria para que el conocimiento persista, se conserve y pueda recuperarse cuando sea necesario. Aunque no es correcto hablar de memoria en singular ya que ésta es una COLECCIÓN DE HABILIDADES MENTALES QUE USAN DISTINTOS SISTEMAS NEUROANATOMICOS CEREBRALES. MEMORIA EMOCIONAL: es la capacidad de adquirir, almacenar y recuperar información relacionada con la emoción. Dependería de la amígdala mientras que la memoria general depende del hipocampo. MEMORIA AUTOBIOGRAFICA: colección de los recuerdos de nuestra historia, sin esta memoria perderíamos gran parte de lo que somos. Recordar implica la creatividad y la imaginación ya que las memorias se reconstruyen cuando las evocamos. FUNCIONES INSTRUMENTALES: son los instrumentos de nuestra inteligencia. Divididas en LENGUAJE, PRAXIAS Y GNOSIAS. La adquisición de estas funciones instrumentales depende de la maduración del sistema nervioso y cualquier trastorno en su funcionamiento provoca los síntomas conocidos como afasia. apraxia y agnosia. ENFERMEDAD DEGENERATIVA: es un cuadro crónico en el que la función o la estructura de tejidos u órganos afectados empeora a medida que avanza la enfermedad en el tiempo. ALZHEIMER: la función que cumple el cuidador es fundamental ya que el sujeto que padece demencia lentamente pierde su capacidad de autovalía. Son ocho los dominios cognitivos que con más frecuencia se dañan en el Alzheimer: memoria, lenguaje percepción, atención, habilidades constructivas y de orientación, resolución de problemas, capacidades funcionales. La memoria es la función que permite el reconocimiento de sí mismo y de los otros a través del tiempo, lo que nos hace seres históricos. Los olvidos "benignos" normales en el anciano se relacionan con dificultad para recordar solamente determinados datos: y es una dificultad temporaria y reversible, los olvidos son parciales ya que no afectan períodos completos de la vida, no hay pérdida progresiva de memoria, no se pierde la capacidad para razonar, el juicio, los sentimientos hacia la familia, no interfieren con las AVD. Pero esta situación puede agravarse por presencia de déficit sensoriales ingesta de medicamentos, enfermedades asociadas, toxicomanías, etc. Resulta importante la observación, el acompañamiento y la atención. Institucionalización en adultos mayores – Soler:> Institucionalizar es dar a una cosa carácter de institución e Internar equivale a encerrar, así como Internamiento es sinónimo de reclusión en un hospital. Pensar en la institucionalización es considerar que la persona es la institución (implica carácter permanente) y que es cosificada cuando esta situación ocurre. Hablamos de Institucionalización para referirnos a la incorporación de una persona a una institución, lo que supone haberla apartado de su medio familiar-social-laboral, etc., para insertarla en un ambiente que no le es propio. Ambiente integrado por otras personas en igual condición de salud, enfermedad, edad, situación socioeconómica y familiar, entre otras. Todo esto con un fin específico. La internación puede entenderse como temporaria pero la institucionalización pasa a tener carácter permanente y es precisamente éste el rasgo que provoca las múltiples alteraciones observadas en las personas que la sufren.
Uno de los problemas que la gerontología debe afrontar actualmente es determinar hasta qué momento el sujeto debe permanecer junto a sus familiares, sus objetos queridos, sus recuerdos, sin que esto resulte perjudicial para él mismo o para los otros. Se habla de "polipatología" para señalar la sumatoria de cuadros que el anciano presenta y que hay que considerar en el momento de tomar una decisión respecto del futuro del. anciano y su familia. Hay otros casos en los que no se presenta un cuadro patológico, sino que intervienen otros factores en el momento de decidir el futuro del anciano y su familia. Podemos pensar en lo que sucede con el ingreso de una persona a una institución por cuestiones de edad. También es cierto que hay personas que "voluntariamente" deciden su internación. Aquí la institución viene a llenar el espacio que la familia deja respecto de los cuidados, compañía, atención especializada, contención, respuesta a las demandas del anciano, entre otras. Las instituciones geriátricas cubren una necesidad social, se presentan como una opción a considerar para aquellas familias que tienen dificultades para manejarse con su familiar anciano, o en aquellos casos en que la persona anciana no cuenta con familiares que puedan ocuparse de ella. Esto ocasiona innumerables dificultades. La institucionalización es un recurso extremo pero a menudo es usado en primera instancia frente a la situación de "vejez" de un miembro de la familia. Cada familia enfrenta la vejez de uno de sus miembros de manera diferente. Es por esto también que resulta de gran importancia la capacitación adecuada del personal que trabaja en las Instituciones para que pueda brindar los cuidados integrales que el anciano necesita y atender las demandas de los familiares y la institución misma, cuidando (al mismo tiempo) su salud y bienestar. Sin dudas, las llamadas “residencias para la tercera edad", "hogares geriátricos", etc. responden a una necesidad de la población: aquella que tiene que ver con el tener que hacerse cargo de un familiar anciano que no puede vivir de forma independiente y la imposibilidad de brindarle de otro modo, la atención que necesita. Aquí la internación se vuelve una solución al problema de la familia, pero para el anciano comienza a convertirse en un problema cuando se transforma en institucionalización. Toda institución es un sistema que sufre cambios permanentes al igual que lo son cada una de las partes que lo integran. Asimismo, la persona que ingresa a ella posee características propias y pertenece a otros sistemas que, a partir de ese momento, comenzarán a interactuar con el sistema institución. Una vez ingresado el anciano a la institución, la familia entra en relación con la misma ya que aún aquellas que abandonan allí a su familiar, establecen con la misma un tipo de relación particular. El respeto por el paciente y la adecuada formación del personal que tomará a su cargo su cuidado son los pilares fundamentales sobre los cuales se puede trabajar en pos de la salud, entendiendo como tal el proceso de búsqueda permanente del equilibrio que proporciona bienestar integral a las personas. ¿De qué hablamos cuando hablamos de Demencia?: Las quejas sobre el funcionamiento de la memoria son muy frecuentes entre la población de adultos mayores. Los olvidos forman parte de la vida cotidiana en lo que llamamos “normalidad”. Sin embargo, hay que diferenciar los olvidos “benignos” de aquellos que interfieren con las actividades de la vida diaria y vuelven difícil que el adulto mayor siga viviendo de manera independiente. Y además de todo esto, la incertidumbre frente a lo que se presenta como inevitable: la posibilidad de que se trate de un síndrome demencial. La consulta con el médico es el paso que se sigue habitualmente. Aquí resulta esencial que el profesional pueda determinar si se trata de los llamados “olvidos benignos” o si se está en presencia de síntomas que pueden hacer pensar en un cuadro demencial. La conformación de un equipo interdisciplinario de salud resulta sumamente valioso y necesario para el abordaje de cualquier patología. También existen pruebas neuropsicológicas de aplicación sencilla y rápida que permiten tener una idea más adecuada de la situación cognitiva del paciente. Para lo cual es indispensable la capacitación continua y adecuada del personal de salud. Tampoco puede descartarse la riqueza que aporta la comunicación con los familiares. Frente a los trastornos de memoria aparece el fantasma de la Demencia sostenido por las representaciones sociales: Viejo=enfermo, olvido=demencia, etc. También hay que considerar, en cuanto a la definición del término SINDROME DEMENCIAL, la amplitud de factores que involucra la dificultad para realizar un diagnóstico diferencial y por tanto la complejidad del
abordaje adecuado. Las demencias han sido siempre relacionados exclusivamente con lo biológico, aunque sus síntomas pertenecen mayormente al plano mental. De esta forma, la consulta al médico y la medicación se presentan como la solución a todos los problemas del paciente que consulta por estos trastornos. (biomedicalización del envejecimiento) La Demencia es un síndrome caracterizado por una declinación de la función intelectual que interfiere en las AVD. Comporta distintos síntomas, entre los cuales los olvidos se presentan tempranamente. Otros síntomas que aparecen son: desorientación espacial y dificultad en relación con las tareas espaciales, pobreza de introspección y juicio crítico, conciencia (o no) de pérdida de memoria y otras anomalías cognitivas, violencia , comportamiento suicida, alteraciones de la marcha, comportamiento desinhibido, falta de cuidado en el aspecto personal y la higiene, trastornos del lenguaje, del sueño y del apetito, ideas delirantes persecutorias, alucinaciones visuales, alta susceptibilidad a factores estresantes biológicos y psicosociales, entre otros. La depresión, por ejemplo, incide sobre la merma de las capacidades cognitivas, por eso es necesario abordar el análisis del cuadro que presenta el paciente antes de rotularlo con un diagnostico que, luego, es difícil (si no imposible) quitarle. Cuando hablamos de Demencias nos referimos a “…un deterioro global, progresivo e irreductible de las funciones intelectuales…” como refiere Iacub, citando al DSM IV. Es global porque involucra todas las funciones: memoria, pensamiento abstracto, juicio, funciones corticales superiores y produce cambios en la personalidad. Es progresivo porque a partir de su comienzo insidioso progresa atravesando estadios con mayor o menor rapidez hasta su desenlace. Es irreductible porque no se ha encontrado aún la forma de frenar este progreso de la enfermedad ni de revertirlo, aunque es posible retrasar el avance del deterioro y mejorar la calidad de vida del sujeto y su entorno. Frente al deterioro cognitivo, el sujeto responde como una unidad en sus múltiples dimensiones. Esto es importante porque permite comprender el error que se comete al considerar a la enfermedad como exclusivamente biológica, al tiempo que nos permite apuntalar otras áreas con menor grado de deterioro y trabajar con el paciente y su entorno para sobrellevar su enfermedad. El diagnóstico precoz y diferencial es absolutamente necesario ante cualquier consulta porque es la herramienta que nos permite poner en funcionamiento el mecanismo de abordaje adecuado. En el caso del síndrome demencial esto puede verse dificultado por la variedad de tipos que presenta. Frente a la irrupción de la demencia hay un “extrañamiento del yo” de este sujeto. Sigue siendo él mismo, pero es, a la vez, otro extraño. Podríamos decir que los familiares-cuidadores duelan distintos aspectos del sujeto a medida que el cuadro demencial avanza. Actualmente se sabe que frente a un paciente con demencia son posibles algunas vías de tratamiento, pero antes de que aparezcan los primeros síntomas son muchas las formas que tenemos de retrasar la aparición de la enfermedad: es bien conocida la importancia que tiene la estimulación cognitiva y sus beneficios sobre el funcionamiento neuronal. Es habitual el uso de fármacos en el tratamiento de este cuadro, a lo que debe sumarse de manera integrada el trabajo con el paciente y el trabajo con los familiares-cuidadores porque resulta imprescindible resguardarlos del deterioro que también ellos experimentan y porque el bienestar del paciente depende, en gran medida, de ellos. Siempre debemos recordar que, frente a un paciente con demencia debemos seguir ciertos lineamientos: 1. Procurar el consenso, evitar la confrontación 2. No dar órdenes sino hacer pedidos claros y sencillos 3. No obligar al paciente, sino intentar convencerlo 4. No hacerlo sentir molesto, avergonzado o frustrado 5. No pedirle que recuerde, más bien que imagine 6. Hacer que se sienta lo más seguro posible 7. Motivarlo También es mucho el trabajo que podemos hacer con los familiares-cuidadores.
1.Informarlos acerca del cuadro sin crear falsas expectativas y evitando acentuar una visión demasiado negativa de la situación del paciente. 2.Estar disponibles (y hacérselos saber) en los momentos de crisis para acompañarlos y sostenerlos, lo que genera tranquilidad en ellos que redunda en bienestar para el paciente. 3.Mostrar distintas actividades que faciliten el ejercicio de la creatividad y guiarlas a fin de que, tanto ellos como el paciente, puedan disfrutar de un momento que los conecte con lo placentero. 4.Brindar asistencia psicológica toda vez que lo requieran y asesorar respecto de los cambios que se van presentando en el sujeto-paciente y, necesariamente, en las relaciones. Para la evaluación del paciente siempre debe contarse con un Equipo de Salud Interdisciplinario, sea que se trabaje en forma privada o en una Institución. La interconsulta con otras profesiones garantiza una más amplia visión de la situación y posibilita efectuar un diagnóstico más adecuado. La Entrevista es fundamental en cualquier diagnóstico porque permite recabar información acerca del paciente y de su entorno. Pero, como en cualquier cuadro, el criterio a seguir es la observación y escucha atenta del problema que se presenta y el abordaje interdisciplinario del caso tanto como el seguimiento de este. En ocasiones, un paciente puede traer un diagnóstico inicial parcial o erróneo y de este modo requerir del Equipo de Salud la revisión de los hallazgos obtenidos en el examen del caso y la corrección del curso del tratamiento en beneficio del paciente y su entorno. Psicoanálisis de la vejez – Aducci: La imagen idealizada que se propone de los viejos es la del sabio. O por su virtud, o por su abyección se sitúan fuera de la humanidad. La vejez es un concepto socio-cultural. Podríamos definir la senescencia como el período de la vida en que el menoscabo de las funciones mentales y físicas se hace cada vez más manifiesto, en comparación con los períodos anteriores de la vida. La OMS eligió la edad de 65 años como marca del comienzo de la vejez. Podríamos definir el envejecimiento como una evolución que conduce al organismo desde su nacimiento a su muerte, pasando por la infancia, la adolescencia, la adultez y llegando finalmente a la senescencia. A medida que transcurre el tiempo y el individuo envejece, se observa una disminución de la actividad metabólica global. En el curso del envejecimiento en particular se produce un aumento de la rigidez de la organización molecular y una disminución del poder de hinchazón del colágeno, aumentado notablemente la resistencia al estiramiento. La disminución de la masa metabólica activa, la lentitud de las respuestas a los estímulos exteriores, la desorganización progresiva de los sistemas de control, acaban por concluir en una disminución progresiva de la eficacia en el funcionamiento de los diferentes órganos y de las diferentes funciones del organismo en respuesta a las agresiones exteriores. Podemos definir los factores del envejecimiento clasificándolos así: Intrínsecos genéticos, que determinan el termino de vida de toda una población con variaciones individuales, a veces considerables. Extrínsecos, entre los que podemos señalar los ecológicos por un lado y los patológicos por otro. Uno de los objetivos de la gerontología y la geriatría es la determinación de factores de envejecimiento, para poder actuar sobre ellos y evitar los riesgos de sobre mortalidad que imponen al género humano, tratándolos profilácticamente. Mayores conocimientos sobre estos mecanismos, la aplicación de mejores procedimientos en el campo de lo biológico, lo epidemiológico, lo sociocultural, lo médico y lo psicológico, aumentaran las posibilidades de prolongar la vida activa del hombre. El cerebro que envejece muestra un grado variable de atrofia. Se ha confirmado el hecho según el cual muchos individuos “normales” de edad avanzada presentan alteraciones que no pueden distinguirse cualitativamente de las observadas en individuos con demencia grave. Existen etapas en el desarrollo psicofísico del hombre que se distinguen por características propias. Freud se muestra contrario a la aplicación del tratamiento psicoanalítico en personas de más de 50 años
de edad. El tiempo requerido para la curación se torna demasiado largo y la capacidad de deshacer procesos psíquicos empieza a desfallecer. Suelen carecer de la plasticidad de los procesos anímicos de la que depende la terapia. Pero es más importante determinar la edad de la neurosis más que la edad del paciente. La importancia de una mayor expectativa de vida radica en que las formas de enfermedad mental debidas a alteraciones degenerativas del cerebro y de su sistema vascular abundan cada vez más a partir de la edad de 60 años, y no alcanzan su incidencia máxima sino en la octava y la novena décadas de vida. La hospitalización no se prevé sino en último externo, cuando los esfuerzos de la comunidad no bastan ya para que el anciano lleve una vida aceptable. Muchos trastornos atribuibles a la senectud son simplemente estados que con frecuencia se observan en épocas anteriores de la vida. Se piensa que la creatividad declina con el envejecimiento cronológico y no siempre es así. En todo proceso creativo debe tenerse en cuenta no sólo la cantidad de lo creado, sino el aspecto cualitativo de lo creado. Longevidad y creatividad, más calidad, parecen estar asociadas. La creatividad aparece en el anciano como una forma de prolongar su propia existencia. Es un deseo de afirmar su propia identidad, en forma imperecedera a través de la actitud creadora. La actitud creativa le permitiría revisar su experiencia de vida y visualizar una nueva perspectiva de la misma. Si disminuye la capacidad creativa el envejecimiento cronológico es acompañado por: perturbaciones de la personalidad, condiciones socioeconómicas o culturales adversas, enfermedades, etc. En los casos en que esta capacidad creativa se encuentra paralizada es donde se indica el psicoanálisis, ya que brinda al individuo la oportunidad de restablecer todas sus relaciones objetales abandonadas. La reminiscencia puede dar nostalgia, pesar, dolor, culpa, desesperanza o resolverse en reorganización constructiva, creatividad, sabiduría, deseos de vivir en el presente. En la segunda mitad de la vida y en la vejez se han acumulado capacidades y funciones potenciales que estimuladas son la fuente de la capacidad creativa. Conocimientos acumulados, juicio, erudición, prudencia, autonomía, honestidad, madurez y autoridad permiten expresarse con mayor facilidad en una experiencia creativa. El envejecimiento no siempre es declinación, puede en algunos casos ser consumación. El mantenimiento de la capacidad de crear es el nexo que tiende un puente entre la tercera edad y la madurez. No sólo debe tenerse en cuenta la cantidad de lo creado; vale el aspecto cualitativo del mismo, su sabiduría y erudición. Longevidad y creatividad, y calidad y erudición parecen estar asociados. El anciano afirma su propia identidad en una actitud imperecedera. Todo paciente de edad avanzada, capaz de dialogar y narrar libremente, es pasible de ser psicoanalizado. Toda perturbación psíquica psiconeurótica que tenga como fundamento un conflicto infantil, reprimido sexual y cuyo paciente se avenga a respetar las normas de la asociación libre y las más elementales del encuadre psicoanalítico, horarios, honorarios, vacaciones, etc., obtiene beneficios incuestionables, que son observados primariamente como desaparición de los síntomas y aplacamiento de la angustia. En la medida que el proceso psicoanalítico progresa y se establece la transferencia y la neurosis de transferencia, único camino licito de la cura, los avatares del tratamiento no se diferencian de los tratamientos clásicos de pacientes adultos con sus regresiones y progresiones. El termino depresión expresa un síntoma complejo, pleno de significados. Representa un humor triste, junto al se agrupan, a veces, la inhibición y el dolor moral. Se pueden asociar malestares somáticos variados, generalmente vinculados a desequilibrios neurovegetativos. Las vivencias depresivas pueden manifestarse a través de una expresión de dolor moral, o sentimientos de autoacusación o culpabilidad. Existen: Depresiones endógenas o crisis melancólicas: atribuidas a trastornos biológicos de las aminas biógenas, que responden positivamente al tratamiento con psicofármacos, antidepresivos y ansiolíticos. Depresiones psiconeuróticas o crisis depresivas: responden al tratamiento psicoanalítico. Reacción depresiva: provocada por origen traumático, toxico, patológico, reacciones de adaptación a situaciones de cambio.
Depresiones mixtas: presentan aspectos sintomáticos y formales de los tres tipos de depresiones y al comenzar un tratamiento de una de ellas en uno presenescente o un senescente es necesario detectar si se está frente a una personalidad previa depresiva. En la vejez, el paciente puede tener antecedentes de cuadros depresivos, esto puede acompañarse de angustia, inhibición, sentimientos de culpa y diversos síntomas. Puede ser un cuadro depresivo cíclico. El paciente describe que, a raíz de una causa externa real, se ha precipitado la crisis depresiva. Puede ser un cuadro depresivo que aparezca por primera vez. El cuadro depresivo calificado como reacción de adaptación a la vejez, suele presentarse con un sentimiento de rechazo asociado al retiro forzoso y al retraimiento social. Las depresiones en la senescencia están apoyadas en las identificaciones más primarias, vinculadas al narcicismo primitivo, y a la simbiosis, a lo que se llama parte psicótica de la personalidad y cuya defensa frente a la ruptura de esta simbiosis se pude presentar como hipocondría, fobias intensas o enfermedades psicosomáticas. Duelo es la reacción frente a la perdida de una persona amada o de una abstracción que haga las veces. La melancolía se singulariza por una desazón profundamente dolida, una cancelación del interés por el mundo exterior, la perdida de la capacidad de amar, la inhibición de toda la productividad y una rebaja en el sentimiento de sí que se exterioriza en autorreproches y autodenigraciones y se extrema hasta una expectativa de castigo. Toda depresión comienza con la herida narcisista correspondiente al sentimiento de pérdida de la creatividad, la iniciativa, las tentativas de producir recuerdos subjetivos que sustenten las fantasías de omnipotencia recuperada; como esto entra en círculo vicioso en la dinámica mental del individuo incrementando la injuria narcisista, la depresión no se aliviara naturalmente con psicofármacos, sino con la ayuda psicoterapéutica. En el viejo la depresión puede ocurrir ante la imposibilidad material de ejecutar sus conductas maniacas. No es frecuente la presentación de pacientes de edad avanzada con cuadros maniacos. Esta etapa del desarrollo es poco propicia para prestar un marco de referencia adecuado a la exteriorización de los rasgos de carácter y actividad de tipo maniaco. Los principales motivos de consulta del paciente añoso son característicos y los constituyen generalmente la depresión, la angustia grave, la elaboración de severos duelos por las más diversas perdidas, los problemas de convivencia, los temores creados por el enfrentamiento con esta etapa de la vida, sus estructuras socioculturales, etc., temor a contraer enfermedades, temor a la invalidez y la soledad; pero no hay duda que el conflicto neurótico es el punto de partida que debe ser puesto de manifiesto, que la neurosis de transferencia ha de instalarse irremediablemente y que debe ser tratada en consecuencia. Uno de los principales aspectos de la psicología del sujeto de edad avanzada es su preocupación por el pasado. Es común que buena parte de su dialogo esté compuesto por reminiscencias. Ella es usada como un mecanismo compensatorio frente a los cambios de esta etapa. La senescencia es una etapa evolutiva de la vida, que, liberada de prejuicios socioculturales, no tiene por qué ser enfermedad o decadencia, sino que puede ser consumación. La característica de la sexualidad de la senescencia es la persistencia de la tensión libidinal y la disminución de la capacidad orgásmica y de erección.