EN LA LAGUNA QUE SEPARA EL POSTODO DE LA PRENADA. Notas criticas sobre QUINTANA, Francisco (Coord.): Asalto a la fábrica. Luchas autónomas y reestructuración capitalista. 1960-1990. Alikornio Ediciones. Barcelona, 2002. “La historia radical pide los niveles más exigentes de la disciplina histórica. La historia radical debe ser buena historia. Debe ser tan buena como la historia pueda ser” Edward Palmer Thompson1 Jose Pérez i Granados Historiador Sin duda alguna, los movimientos sociales constituyen el principal motor de cambio en las sociedades industriales contemporáneas. No obstante y a pesar de su importancia, su estudio ha sido tradicionalmente arrinconado y desprestigiado, especialmente desde el mundo académico, pero también entre la intelectualidad de la izquierda radical, más preocupada en el análisis de los mecanismos económicos de explotación o en la recuperación del pensamiento político de determinados autores. En este contexto, desde hace ya unos años, entre algunos sectores de la izquierda anticapitalista catalana y del resto del estado, se apostó por la recuperación de lo que para ellos era uno de las procesos emancipatorios más interesantes del siglo pasado, la llamada Autonomia Operaria : el ciclo de protesta que se desarrolló en Italia desde mediados de los sesenta hasta finales de la siguiente década, un movimiento de revuelta que acabó extendiéndose por todo el territorio y entre amplias capas de la población, caracterizado por su rechazo al reformismo del comunismo histórico (PCI), la critica a la ética del trabajo, la defensa de la democracia radical de base y la introducción de nuevas formas de lucha en los repertorios de acción colectiva, como la reapropiación de espacios liberados o las autorreducciones, y que contó con teóricos como Franco Berardi “Bifo”, Toni Negri o Primo Moroni, entre otros1. Hasta aquí, poco que objetar, quizás tan solo lamentar que a estas alturas algunos colectivos sigan empeñados en reivindicarse de tan sólo una de las abundantes y ricas corrientes de pensamiento emancipador realmente existentes, hecho que les lleva en muchos casos a mantener actitudes un tanto dogmáticas y sectarias con respecto a quienes defienden formas diferentes de lucha por el cambio social. Ahora bien, lo que resulta totalmente inaceptable es que, como en el caso que nos ocupa, se llegue al extremo de, desde su absoluto desconocimiento, 1
THOMPSON, Edward P.: Agenda para una historia radical. Crítica. Barcelona, 2000. p.14
reinventar el pasado de nuestro movimiento obrero atribuyendo características propias del caso italiano a procesos que, les guste o no a quienes lo defienden, no partieron de esas premisas. Nos encontramos ante un trabajo desigual y descompensado, el núcleo del libro lo constituye un ensayo de Francisco Quintana en torno a lo que él denomina la transición del modelo de desarrollo fordista al posfordista, o lo que otros han llamado Tercera Revolución Industrial, basada en el cambio tecnológico, la descentralización productiva y la extensión del consumismo yanqui a escala planetaria; y como afectó esta a una clase obrera que perdía sus espacios tradicionales de organización ( la fábrica) diluyéndose en lo que Quintana denomina “la metrópoli mercantilizada”. A pesar de incurrir en errores históricos de cierto calado2, o utilizar conceptos que bajo nuestro punto de vista muestran un escaso respeto hacia su objeto de estudio3, estamos sin duda ante la parte más sólida de un libro lleno de aportaciones incoherentes e irrelevantes dada su total y absoluta falta de rigor histórico, especialmente el ensayo que firmado por Nexo autonomía, lleva por título Autonomía obrera y transición democrática4, un excelente ejemplo de cómo un texto escrito desde la absoluta ignorancia puede llegar a estar expuesto en los aparadores de algunas librerías, avatares a los que por otra parte ya nos tiene suficientemente acostumbrados la posmodernidad. Sus autores, partiendo de un profundo desconocimiento de la ya abundante bibliografía existente en torno al desarrollo del movimiento obrero durante el franquismo y el posfranquismo5, se limitan a lanzar al aire, en un tono anticomunista más propio de un fiscal estadounidense de los cincuenta que de alguien que dice reclamarse del marxismo6, una serie de juicios de valor absolutamente al margen de la realidad empírica. Se presenta a CCOO como un sindicato, cuando en realidad era un movimiento sociopolítico, se nos anuncia la existencia de otras centrales sindicales como CSUT y SU mucho antes de su fundación, pero lo que es mucho más grave, se llega a plantear que en la segunda mitad de los sesenta “las CCOO ya habían alcanzado un cierto grado de consolidación y de reconocimiento ante el capital a cambio de hacer una tarea de contención y encauzamiento del movimiento obrero”, cuando en realidad y hasta mediados de los setenta hablar de movimiento obrero era casi sinónimo de CCOO, y por último, y siguiendo los pasos de la historiografía más conservadora se llega a negar el carácter anticapitalista de aquellas luchas: “En cualquier caso, hay que reconocer que la constitución política de la clase trabajadora, salvo en las corrientes autónomas, no sobrepasaba el horizonte de lo que sería el reconocimiento de las libertades formales
de asociación, reunión y huelga”. De esta forma construyen una interpretación vanguardista del proceso histórico que, aunque en este caso centrándose en la traición de las direcciones políticas y sindicales, los sitúa al lado de aquellos “historiadores liberales” que se centran en el papel de las elites dirigentes a la hora de analizar el proceso de transición, excluyendo de su interpretación el eje central del asunto, la presión ejercida por los diferentes movimientos sociales antifranquistas sin la cual la dictadura no habría acabado poco después de la muerte del dictador. En fin, un buen ejemplo de como se encuentra una parte de la intelectualidad de izquierdas, totalmente perpleja, e intentando autoconvencerse y convencer a los demás de que es estado de perplejidad es el summun filosófico. Incapaces de reconocer que estamos en plena crisis ideológica, algunos de estos letratenientes no han sabido saltar de su barca a tiempo y se hunden esperpénticamente en esa parte del río que separa el postodo de la prenada. 1
Lamentablemente no existe bibliografía en catalán o castellano sobre el tema más allá de la excelente novela de Nani Balestrini Los invisibles ( Anagrama, Barcelona, 1988.). No obstante, en italiano, pueden consultarse: Balestrini, N.- Moroni, P.: L'Orda d'Oro. 1968-1977. La grande ondata rivoluzionaria e creativa, politica ed esistenziale. Feltrinelli. Milano, 1997. y Berardi, F.: Dell'innocenza. 1977: l'anno della premonizione. Ombre Corte Edizioni. Verona, 1997. 2 Algunos ejemplos: el coordinador de la obra sitúa la Huelga general de Manresa finales de enero de 1946 en 1941, en prólogo se defiende que las CCOO surgen en 1962 en Asturias, cuando ya existían antes y en otros lugares, mientras que Oliva y Sewell nos presentan el laudo como un porcentaje fijo de aumento de salarios impuesto por el régimen en momentos de crisis económica si no se llega a un acuerdo tras diez días de negociación del convenio colectivo, cuando ni se aplicaba sólo en momentos de crisis económica, ni a los diez días de conflicto, ni significaba siempre un aumento de salarios. 3 Quintana, como el resto de autores del trabajo, utiliza de forma un tanto acrítica el concepto “obrero masa” siguiendo los postulados de Toni Negri. Ver Negri, T.: Del Obrero masa al Obrero social. Anagrama. Barcelona, 1981. 4 El resto del trabajo lo componen un pequeño ensayo sobre la huelga de la factoría Roca firmado por J.R.Oliva y A.J.Sewell y dos entrevistas realizadas a protagonistas del periodo que participaron en las jornadas "De l'autonomia obrera a l'autonomia difusa", organizadas por la Oficina 2004, en junio del 2000 en el C.S.O. La Lokeria de L’Hospitalet de Llobregat. En los tres casos se nos intenta presentar como ejemplos de autonomía obrera conflictos que en ningún caso tuvieron ese carácter. 5 Si bien es cierto que el papel jugado por el movimiento obrero durante la transición ha sido silenciado en aquellas interpretaciones con una mayor presencia mediática, actualmente existe una abundante bibliografía sobre el tema que no ha sido consultada por los autores, limitándose estos a citar dos trabajos ya muy superados de Juan Pablo Fusi y Josep Fontana. 6 Se presenta a CCOO como un “sindicato comunista”, exactamente lo mismo de que fueron acusados por el Tribunal Supremo en la sentencia del 16/1/1967 que las declaraba ilegales; y los diferentes partidos de la extrema izquierda son calificados de “grupúsculos marxistasleninistas”, exactamente igual que hacían los miembros de Fuerza Nueva o siguen haciendo los “historiadores liberales”( nos gustaría saber donde esta la diferencia entre estos partidos y las diferentes organizaciones italianas que participaron de la autonomía como Potere Operario, Avanguardia Operaria, Manifesto, Lotta Continua o el Grupo Gramsci).