Medicine & Science in Sports & Exercise® Volumen 28, Número 1 1996 Pronunciamiento
El ejercicio y la reposición de fluidos Este pronunciamiento fue escrito para el Colegio Americano de Medicina Deportiva (ACSM, por sus siglas en inglés), por Victor A. Convertino, Ph.D., FACSM (Director); Lawrence E. Armstrong, Ph.D., FACSM; Edward F. Coyle, Ph.D., FACSM; Gary W. Mack, Ph.D.; Michael N. Sawka, Ph.D., FACSM; Leo C. Senay, Jr., Ph.D., FACSM; y W. Michael Sherman, Ph.D., FACSM.
Este documento fue traducido al español por el M.Sc. José Moncada (Escuela de Educación Física y Deportes, Universidad de Costa Rica) y la Lic. Ana Victoria Mora R. Se agradece la revisión de la traducción a Luis F. Aragón-Vargas, Ph.D., FACSM, y a R. Hernan Delmonte, MD, FACSM.
RESUMEN Pronunciamiento del ACSM sobre el Ejercicio y la Reposición de Fluidos. Med. Sci. Sports Exerc., Vol. 28, No. 1, pp. i-vii, 1996. Es la posición del ACSM que la reposición adecuada de fluidos ayuda a mantener la hidratación y por lo tanto promueve la salud, la seguridad y el rendimiento físico óptimo de los individuos que participan en actividades físicas regulares. Esta declaración se basa en una revisión e interpretación completas de las publicaciones científicas relacionadas con la influencia de la reposición de fluidos en el rendimiento deportivo y el riesgo de una lesión por calor asociada con la deshidratación y la hipertermia. Con base en la evidencia disponible, el ACSM recomienda lo siguiente acerca de la cantidad y composición del fluido que debe ingerirse en la preparación, durante, y después del ejercicio o de la competencia atlética: 1) Se recomienda que los individuos consuman una dieta nutricional equilibrada y que beban fluidos adecuados durante las 24 h antes de un evento, en particular durante el período que incluye la comida antes del ejercicio para promover una hidratación apropiada antes del ejercicio o competencia. 2) Se recomienda que los individuos beban un aproximado de 500 ml (alrededor de 17 oz.) de fluido aproximadamente 2 hrs. antes del ejercicio para propiciar una hidratación adecuada y dejar tiempo para la excreción del agua ingerida en exceso. 3) Durante el ejercicio, los atletas deben empezar a beber temprano y a intervalos regulares con el fin de consumir los fluidos a una tasa que permita reponer toda el agua perdida por la sudoración (i.e., pérdida de peso corporal), o consumir la cantidad máxima tolerable. 4) Se recomienda que la temperatura de los fluidos que se ingieran sea menor que la temperatura ambiente [entre 15° y 22°C (59° y 72°F)] y que tengan sabor, para aumentar la palatabilidad y propiciar la reposición de fluidos. Los fluidos deben estar al alcance de los atletas, y servirse en recipientes que permitan que se ingieran volúmenes adecuados con facilidad y con la mínima interrupción del ejercicio. 5) Se recomienda agregar cantidades apropiadas de carbohidratos y/o electrolitos a las soluciones rehidratantes para los eventos deportivos cuya duración sea mayor de 1 h, ya que no dañan
significativamente la distribución del agua en el cuerpo y podrían mejorar el rendimiento. Existe poca evidencia de que existan diferencias en el rendimiento fisiológico o físico entre el consumo de una bebida que contenga carbohidratos y electrolitos y el agua pura en los eventos deportivos que duran menos de 1 h. 6) Durante el ejercicio intenso que se realiza por más de 1 h, se recomienda que los carbohidratos se ingieran a una tasa de 30-60 g · h-1 para mantener la oxidación de los carbohidratos y retrasar la fatiga. Esta tasa de ingesta de carbohidratos puede lograrse sin comprometer la distribución de fluidos si se bebe entre 600-1200 ml · h-1 de una solución que contenga entre un 4%-8% carbohidratos (g · 100 ml -1). Los carbohidratos pueden ser azúcares (glucosa o sucrosa) o almidones (e.g., maltodextrinas). 7) Se recomienda la inclusión de sodio (0.5-0.7 g · l-1 de agua) en la solución rehidratante que se ingiere durante los ejercicios que duran más de 1 h, ya que podría ser ventajoso al aumentar la palatabilidad, propiciar la retención de fluidos y posiblemente prevenir la hiponatremia en ciertos individuos que toman cantidades excesivas de fluidos. Existe poca base fisiológica para la presencia de sodio en una solución rehidratante oral para estimular la absorción intestinal de agua mientras existan residuos de sodio de la comida previa.
INTRODUCCION Las perturbaciones en el agua corporal y en el equilibrio electrolítico pueden afectar el funcionamiento celular y sistémico, y como consecuencia, reducir la capacidad de los humanos para tolerar el ejercicio prolongado. La pérdida de agua durante la sudoración inducida por el ejercicio puede conducir a la deshidratación de los compartimientos de líquido intracelulares y extracelulares del cuerpo. Incluso una pequeña cantidad de deshidratación (1% del peso corporal) puede aumentar la tensión cardiovascular como lo indica una elevación desproporcionada del ritmo cardíaco durante el ejercicio y limitar la habilidad del cuerpo para transferir el calor de los músculos que se contraen hacia la superficie de la piel, donde el calor puede disiparse hacia el ambiente. Por lo tanto, las consecuencias del déficit de agua corporal pueden aumentar la posibilidad de deteriorar el rendimiento deportivo y desarrollar una lesión por calor. El objetivo específico de esta declaración es proporcionar los parámetros apropiados para la reposición de fluidos que ayuden a impedir o minimizar los efectos debilitantes del faltante de agua y electrolitos en el funcionamiento fisiológico y en el rendimiento deportivo. Estos parámetros también se referirán al razonamiento que se sigue para la inclusión de carbohidratos y electrolitos en las bebidas rehidratantes.
HIDRATACIÓN ANTES DEL EJERCICIO La reposición de fluidos después del ejercicio representa la hidratación previa a la siguiente sesión de ejercicios. Cualquier carencia de fluido antes del ejercicio puede limitar potencialmente la termorregulación durante la siguiente sesión de ejercicios si no se emplea la reposición adecuada de fluidos. La pérdida de agua corporal debida a la sudoración está en función de la carga térmica total que se relaciona con los efectos combinados de la intensidad del ejercicio y las condiciones ambientales (temperatura, humedad, velocidad del viento) (62,87). En los humanos, la sudoración puede exceder los 30 g · min-1 (1.8 kg · h-1) (2,31). El agua que se pierde en forma de sudor se deriva de todos los compartimientos con fluido del cuerpo, incluyendo la sangre (hipovolemia) (72), lo que ocasiona, por lo tanto, un aumento en la concentración de electrolitos en los fluidos corporales (hipertonicidad) (85). Las personas que comienzan a ejercitarse cuando están hipohidratados, con hipovolemia concomitante, e hipertonicidad, presentan una limitación en la capacidad para disipar el calor corporal durante el ejercicio subsiguiente (26,28,61,85,86). Ellos
presentaron una rápida elevación de la temperatura central del cuerpo y un mayor estrés cardiovascular (28,34,82,83). El rendimiento en el ejercicio de corta duración y de alta potencia, así como en las actividades prolongadas de resistencia de moderada intensidad, puede verse afectado negativamente cuando los individuos empiezan a ejercitarse con la carga de un déficit de fluidos en la que ellos mismos incurrieron previamente (1,83), un efecto que se ve exagerado cuando la actividad se lleva a cabo en un ambiente cálido (81). carencia Durante el ejercicio, las personas por lo general beben volúmenes insuficientes de fluido para compensar la pérdida por el sudor. Se ha hecho referencia a esta observación como “deshidratación voluntaria” (33,77). Al seguir con un déficit en el volumen de fluido ocasionado por el ejercicio, los individuos ingieren más fluido y retienen un porcentaje mayor del fluido cuando también se repone el déficit de electrolitos (71). De hecho, la restauración completa de un déficit de volumen de líquido no puede darse sin la reposición electrolítica (principalmente sodio) en la comida o en las bebidas (39,89). Los electrolitos, en especial el cloruro de sodio, y en menor cantidad el potasio, se pierden con el sudor durante el ejercicio. La concentración de Na+ en el sudor alcanza un promedio de ~50 mmol · l-1, pero puede variar bastante (20-100 mmol · l-1) dependiendo del estado de aclimatación al calor, de la dieta y de la hidratación (6). A pesar de que se conoce la concentración electrolítica usual del sudor, es difícil la determinación de una cantidad típica de pérdida electrolítica total durante el estrés térmico o el ejercicio, ya que la cantidad y la composición del sudor varían con la intensidad del ejercicio y las condiciones ambientales. El rango normal de la ingesta diaria en USA de cloruro de sodio (NaCl) es de 4.6 a 12.8 g (~80-220 mmol) y de potasio (K+) es de 2-4 g (50-100 mmol) (63). Las sesiones de ejercicio que producen pérdida electrolítica dentro del rango de una ingesta dietética diaria normal son fácilmente repuestas durante las 24 hrs. posteriores al ejercicio, y se espera la rehidratación completa si se ingieren los fluidos adecuados. Cuando se consumen las comidas, las cantidades adecuadas de electrolitos están presentes, de manera que la composición de la bebida pierde importancia; sin embargo, es importante que los fluidos estén disponibles durante las comidas ya que la mayoría de las personas se rehidratan principalmente durante y después de las comidas. Ante la ausencia de comidas se puede lograr una rehidratación más completa con fluidos que contienen sodio, que con el agua pura (32,55,71). Para evitar o retrasar los efectos adversos de la deshidratación durante el ejercicio, los individuos parecen beneficiarse de los fluidos ingeridos antes de la competencia. Por ejemplo, el agua ingerida 60 min. antes del ejercicio mejorará la termorregulación y disminuirá la frecuencia cardiaca durante el ejercicio (34,56). No obstante, el volumen de orina aumentará hasta 4 veces más del que existía sin la ingesta de fluido antes del ejercicio. Desde una perspectiva pragmática, la ingesta de 400-600 ml de agua 2 h antes del ejercicio debe darle suficiente tiempo a los mecanismos renales para que regulen el volumen de fluido total del cuerpo. Además, debe ser capaz de retornar la osmolaridad a niveles óptimos previos al ejercicio, así como ayudar a retrasar o evitar los efectos negativos de la deshidratación durante el ejercicio.
LA REPOSICION DE FLUIDOS DURANTE EL EJERCICIO Sin la reposición adecuada de fluidos durante el ejercicio prolongado, la temperatura rectal y el ritmo cardíaco se elevarán más, en comparación con una condición de buena hidratación (13,19,29,54). El efecto más serio de la deshidratación ocasionada por la falla en la reposición de fluidos durante el ejercicio es un deterioro en la disipación del calor, el cual puede elevar la temperatura central del cuerpo hasta niveles muy altos y peligrosos (i.e., >40°C). La deshidratación
inducida por el ejercicio causa hipertonicidad de los fluidos corporales y deteriora el flujo sanguíneo hacia la piel (26,53,54,65), y se ha asociado con una reducción en la tasa de sudoración (26,85), lo que como consecuencia limita la pérdida de calor por evaporación, lo cual representa más del 80% de la pérdida de calor en un ambiente cálido-seco. La deshidratación (i.e., 3% de la pérdida de peso corporal) también puede causar una reducción significativa en el gasto cardíaco durante el ejercicio, ya que una reducción en el volumen latido (o de eyección) puede ser mayor que un aumento en el ritmo cardíaco (53,80). Debido a que un resultado neto del desequilibrio electrolítico y de agua asociado con la incapacidad para reponer adecuadamente los fluidos durante el ejercicio es un aumento en la tasa de almacenamiento de calor, la deshidratación inducida por el ejercicio representa un potencial para el desarrollo de desórdenes relacionados con el calor (24), incluyendo un golpe de calor potencialmente mortal (88,92). Por lo tanto, es razonable suponer que la reposición de fluidos compensa la deshidratación y el aumento excesivo en el calor corporal durante el ejercicio podría ser un instrumento para la reducción del riesgo de lesión térmica (37). Para reducir el potencial de lesión térmica, se recomienda reponer el agua perdida debido a la sudoración durante el ejercicio en una tasa proporcional a la tasa de sudoración (5,19,66,73). La ingesta inadecuada de agua puede conducir a un cansancio prematuro. Por lo general, durante el ejercicio, las personas no consumen tanta agua como la que pierden por sudoración, y cuando mucho, la ingesta voluntaria de agua solamente repone alrededor de dos tercios del agua perdida en forma de sudor (36). Es común que las personas se deshidraten entre un 2%-6% de su peso corporal durante el ejercicio en el calor, a pesar de la disponibilidad de cantidades adecuadas de fluidos (33,35,66,73). En muchos eventos deportivos, el volumen y la frecuencia del consumo de líquidos podría estar limitada por las reglas de la competencia (e.g., número de períodos de descanso) o su disponibilidad (e.g., distancia entre los puestos de asistencia en una carrera). Mientras en estudios de laboratorio, quienes se ejercitan toleran consumir grandes volúmenes de líquido (>1 L · h-1), los estudios de campo indican que la mayoría de los participantes beben pocas veces durante las competencias. Por ejemplo, no es poco común que los atletas de élite ingieran menos de 200 ml de líquido durante los eventos de larga distancia llevados a cabo en un ambiente frío y cuya duración es mayor a las 2 hrs. (13,66). Raras veces, las tasas reales de ingesta de fluido son mayores a los 500 ml · h -1 (66,68) y la mayoría de los atletas se dejan deshidratar entre 2-3 kg de su peso corporal en deportes como las carreras, el ciclismo y el triatlón. Está claro que la percepción de la sed, un índice inadecuado de la magnitud del déficit de líquido, no puede utilizarse para restaurar por completo el agua perdida por la sudoración. Así, los individuos que participan en ejercicios intensos y prolongados deben confiar en estrategias tales como el monitoreo de la pérdida de peso corporal y la ingesta de volúmenes de fluido durante el ejercicio con una tasa proporcional a la que se pierde por sudoración, es decir, la reducción en el peso corporal, para asegurar la reposición total de fluidos. Esto puede lograrse al consumir fluidos que logren mejorar la ingesta de bebida a una tasa de aproximadamente 500 ml de líquido por libra de peso corporal perdido (100 ml · 100 g de peso corporal perdido). Aunque se ha observado malestar gastrointestinal en aquellos individuos que han intentado beber a una tasa equivalente a sus tasas de sudoración, en especial en más de 1 l · h-1 (10,13,52,57,66), ésta respuesta parece ser individual y no existe una relación clara entre el volumen de fluido ingerido y los síntomas de molestias gastrointestinales. Además, el no mantener la hidratación durante el ejercicio al no beber cantidades adecuadas de líquido podría contribuir con los síntomas gastrointestinales (64,76). Por lo tanto, se debería estimular a los individuos a que consuman, durante el ejercicio, la máxima cantidad de fluidos que puedan tolerar sin tener molestias gastrointestinales hasta una tasa equivalente a la de la perdida por la sudoración. Una forma para mejorar la relación entre la ingesta de fluido y la pérdida por sudoración, es aumentar la palatabilidad del fluido ingerido. Varios factores, entre ellos la temperatura y el sabor, influyen en la palatabilidad del agua (25,36). Aunque la mayoría de las personas prefiere el agua
fría, son ciertos patrones culturales y aprendidos los que influyen en la preferencia de las personas con respecto a la temperatura del agua. La temperatura más agradable del agua durante la recuperación del ejercicio fue de 5°C (78), aunque cuando se ingirió agua en grandes cantidades, se prefirieron las temperaturas entre 15°-21°C (9,36). Los experimentos también han demostrado que se mejora la ingesta voluntaria de fluido si se le agrega un sabor al líquido (25,36) o si éste se endulza (27). Por lo tanto es razonable esperar que el efecto de agregarle sabor al agua y que el efecto de la temperatura aumenten el consumo de fluido durante el ejercicio, aunque la evidencia para apoyar esta hipótesis es insuficiente. En general, las bebidas rehidratantes endulzadas (artificialmente o con azúcares), con sabor, y enfriadas entre los 15° y los 21°C deben estimular la ingesta de fluidos (9,25,36,78). La tasa o el ritmo a la cual el equilibrio entre los fluidos y los electrolitos debería restaurarse se determina también por la tasa a la cual el fluido ingerido se vacía del estómago, y se absorbe desde el intestino hacia la sangre. La tasa a la cual el fluido deja el estómago depende de una interacción compleja de varios factores, tales como el volumen, la temperatura y la composición del fluido ingerido y la intensidad del ejercicio. El factor más importante que influye en el vaciamiento gástrico es el volumen de fluido en el estómago (52,68,75). Sin embargo, la tasa de vaciado gástrico de fluido se retrasa de forma proporcional con el aumento en la concentración de glucosa en más del 8% (15,38). Cuando el volumen de fluido gástrico se mantiene en 600 ml o más, la mayoría de los individuos puede aún vaciar más de 1000 ml·h-1 cuando los fluidos contienen una concentración de carbohidratos de entre el 4%-8% (19,68). Por lo tanto, para estimular el vaciado gástrico, en especial con la presencia de un 4%-8% de carbohidratos en el fluido, es ventajoso mantener el mayor volumen de fluido que el estómago pueda tolerar durante el ejercicio (e.g., 400-600 ml). Aparentemente, el ejercicio de leve a moderado produce poco o ningún efecto en el vaciado gástrico, mientras que el ejercicio fuerte, a intensidades mayores al 80% de la capacidad máxima puede retardar el vaciado gástrico (12,15). Los estudios de laboratorio y de campo sugieren que durante el ejercicio prolongado es posible el consumo frecuente (cada 15-20 min) de volúmenes de fluido moderados (150 ml) a grandes (350 ml). A pesar de la aparente ventaja de que haya un volumen de fluido gástrico alto para estimular el vaciamiento gástrico, se debe ser cuidadoso al querer mantener un alto volumen de fluido gástrico. Las tasas de vaciamiento gástrico varían en cada persona, así como su tolerancia a los volúmenes gástricos, y no se ha determinado si la capacidad para tolerar volúmenes gástricos altos puede mejorarse al beber durante el entrenamiento. Tampoco está claro si las quejas de los atletas sobre síntomas gastrointestinales durante las competencias son consecuencia de la falta de costumbre de ejercitarse con el estómago lleno o de los retrasos en el vaciamiento gástrico (57). Por lo tanto, se recomienda que los individuos aprendan sus límites de tolerancia para mantener un volumen alto de fluido gástrico para ejercicios de varias intensidades y duraciones. Una vez que el fluido ingerido se va al intestino, el agua va del intestino a la sangre. Por lo general, la capacidad de absorción intestinal es la adecuada para satisfacer hasta las demandas más extremas (30); y con intensidades de ejercicio que pueden mantenerse por más de 30 min, el ejercicio parece tener poco efecto sobre el funcionamiento intestinal (84). De hecho, la deshidratación como consecuencia de la incapacidad para reponer los fluidos perdidos durante el ejercicio reduce la tasa de vaciamiento gástrico (64,76), lo que sustenta el fundamento para la ingesta temprana y continua durante el ejercicio.
LA REPOSICIÓN DE CARBOHIDRATOS Y ELECTROLITOS DURANTE EL EJERCICIO Existe poco fundamento fisiológico para la presencia de sodio en una solución rehidratante oral para aumentar la absorción intestinal de agua mientras haya en el intestino suficiente sodio disponible de
la comida anterior o en las secreciones pancreáticas (84). La inclusión de sodio (<50 mmol·l-1) en bebidas para reponer fluidos durante el ejercicio no han mostrado mejorías consistentes en la retención del fluido ingerido en el compartimiento vascular (20,23,44,45). Por lo tanto, un fundamento principal para la suplementación de electrolitos con bebidas rehidratantes es reponer los electrolitos perdidos por la sudoración durante el ejercicio mayor a 4-5 h de duración (3). La concentración normal de sodio en el plasma es de 140 mmol · l-1, lo que hace al sudor (~50 mmol · l-1) hipotónico con respecto al plasma. Con una tasa de sudoración de 1.5 l · h-1, puede darse durante el ejercicio una carencia total de sodio de 75 mmol · h-1. El consumo de agua puede disminuir las concentraciones elevadas de electrolitos en el plasma y devolverlas a niveles normales, y además reestablecer la sudoración (85,86), pero la completa reposición del fluido del compartimiento extracelular no puede mantenerse sin la reposición del sodio perdido (39,70,89). En la mayoría de los casos, esto puede lograrse por medio de una ingesta nutricional normal (63). Si el sodio aumenta la palatabilidad, entonces su presencia en una solución rehidratante podría justificarse, ya que la ingesta de líquido podría maximizarse al mejorar la calidad del sabor del fluido ingerido (9,25). Si se añaden carbohidratos a una solución rehidratante se puede mejorar la absorción intestinal de agua (30,84). Sin embargo, la función principal de la ingesta de carbohidratos en una bebida rehidratante es mantener la concentración de glucosa en la sangre y aumentar la oxidación de los carbohidratos durante los ejercicios que duren más de 1 h, en especial cuando el glucógeno muscular es bajo (11,14,17,18,50,60). Como resultado, la ingesta de carbohidratos puede retardar la fatiga durante el ejercicio con una duración mayor de 1 h, el cual por lo general causa fatiga sin la ingesta de carbohidratos (11). Para mantener los niveles de glucosa en la sangre durante el ejercicio continuo de moderada a alta intensidad, deben ingerirse carbohidratos durante todo el ejercicio, a una tasa de 30-60 g · h-1. Estas cantidades de carbohidratos pueden obtenerse, mientras que se reponen cantidades relativamente grandes de fluido, si la concentración de carbohidratos se mantiene por debajo del 10% (g · 100 ml-1 de fluido). Por ejemplo, si el volumen de ingesta de bebida deseado es de 600-1200 ml · h-1, entonces las necesidades de carbohidratos pueden satisfacerse al tomar líquidos con concentraciones en un rango de entre 4%-8% (19). Con este procedimiento, se pueden satisfacer simultáneamente tanto las necesidades de líquido como de carbohidratos durante el ejercicio prolongado. Cuando se ingieren durante el ejercicio, soluciones que contienen concentraciones de carbohidratos > 10%, ocurrirá un movimiento neto de fluido hacia el lumen intestinal debido a su alta osmolaridad. Esto puede ocasionar una pérdida efectiva de agua del compartimiento vascular y empeorar los efectos de la deshidratación (43). Pocos investigadores han examinado los beneficios de añadirle carbohidratos al agua durante los eventos deportivos que duran menos de 1 h. A pesar de que los datos preliminares indican un beneficio potencial para el rendimiento (47,48), el mecanismo no es claro. Sería prematuro recomendar la ingesta de otro líquido, además del agua, durante los ejercicios que duran menos de 1 h. Por lo general, la inclusión de glucosa, sacarosa y otros carbohidratos complejos en las soluciones rehidratantes tiene igual efectividad en el aumento de la oxidación de carbohidratos exógenos, en el retraso de la fatiga, y en la mejoría del rendimiento (11,16,79,90). Sin embargo, la fructosa no debe ser el carbohidrato predominante, ya que se convierte lentamente en glucosa sanguínea, por lo que no está disponible rápidamente para la oxidación (41,42), lo cual no mejora el rendimiento (8). Además, la fructosa puede causar molestias gastrointestinales (59).
LA REPOSICION DE FLUIDOS Y EL RENDIMIENTO EN EL EJERCICIO Aunque es evidente el impacto de las carencias de fluido en el funcionamiento cardiovascular y en la termorregulación, aún no está clara la magnitud con la que la reposición de fluidos altera el rendimiento en el ejercicio. A pesar de que algunos datos indican que la ingesta de líquidos mejora la capacidad para realizar eventos deportivos de corta duración (1 h) en climas moderados (7), otros
datos indican que este podría no ser el caso (40). Es probable que el efecto de la reposición de fluidos en el rendimiento sea más evidente durante el ejercicio que dura más de 1 h y en condiciones ambientales extremas. El agregar una pequeña cantidad de sodio a las bebidas rehidratantes tiene poco impacto en el tiempo de fatiga durante el ejercicio leve prolongado (>4 h) en el calor (73), la habilidad para completar 6 h de ejercicio moderado (5), o la capacidad para desempeñarse durante pruebas contra reloj simuladas (20,74). Un déficit de sodio, en combinación con la ingesta y retención de un gran volumen de fluido con pocos o ningún electrolito, ha llevado a niveles bajos de sodio en el plasma en muy pocos atletas de maratón o de ultramaratón (3,67). La hiponatremia (la concentración del sodio sanguíneo entre 117 y 128 mmol · l-1) se ha observado en atletas de ultra-resistencia al final de una competencia y se asocia con desorientación, confusión, y en la mayoría de los casos con ataques grand mal (67,69). Un fundamento importante para la inclusión de sodio en las bebidas rehidratantes es la prevención de la hiponatremia. Para evitar el desarrollo de esta rara condición durante el ejercicio prolongado (>4 h), debe haber electrolitos en el líquido o en la comida durante y después del ejercicio. Es necesario mantener las concentraciones de glucosa sanguínea para lograr un rendimiento óptimo en el ejercicio. Es necesaria la ingesta de carbohidratos para mantener la concentración de glucosa sanguínea durante ejercicios extenuantes que duren más de 1 h (sobre 65% V(punto)O2máx) (11,49). Hacia el final del ejercicio prolongado, los carbohidratos ingeridos se convierten en la fuente principal de energía (proveniente de los carbohidratos) y pueden retardar la aparición de la fatiga (17,19,21,22,51,58). Los datos de estudios de campo diseñados para evaluar estos conceptos durante las competencias deportivas, no siempre han demostrado que se retrase la aparición de la fatiga (46,47,91), pero la incapacidad para controlar factores críticos (tales como las condiciones ambientales, las condiciones de entrenamiento, los volúmenes de líquido ingerido), dificultan esta confirmación. La inclusión de carbohidratos en una solución rehidratante se vuelve más importante para el rendimiento óptimo cuando el ejercicio intenso dura más de 1 h.
CONCLUSION El objetivo principal de la reposición del fluido corporal que se pierde durante el ejercicio es mantener la hidratación normal. Se deben consumir fluidos adecuados durante las 24 hrs. previas a un evento y beber alrededor de 500 ml (cerca de 17 onzas) de líquido, aproximadamente 2 hrs. antes del ejercicio, para propiciar la hidratación adecuada y dar tiempo para la excreción del exceso de agua ingerida. Para disminuir el riesgo de una lesión por calor y del deterioro del rendimiento durante el ejercicio, la reposición de fluido debe intentar igualar la pérdida de fluido. A una intensidad igual de ejercicio, la necesidad de reposición de fluidos se vuelve mucho mayor con el aumento en la sudoración durante el estrés térmico ambiental. Durante los ejercicios que duran más de 1 h, a) se deben añadir carbohidratos a la solución rehidratante para mantener la concentración de glucosa sanguínea y retrasar la aparición de la fatiga, y b) deben añadirse electrolitos (especialmente NaCl) a la solución rehidratante para aumentar la palatabilidad y reducir la probabilidad de hiponatremia. Durante el ejercicio, las necesidades de fluido y carbohidratos pueden satisfacerse simultáneamente al ingerir entre 600-1200 ml · h-1 de soluciones que contengan entre 4%-8% de carbohidratos. Durante el ejercicio que dura más de 1 h, serían apropiados entre 0.5-0.7 g de sodio por litro de agua para reponer la que se ha perdido por la sudoración.
RECONOCIMIENTO
Este pronunciamiento fue revisado para el American College of Sports Medicine, por representantes de la membresía en general, el Comité de Pronunciamientos, y por: David L. Costill, Ph.D., FACSM, John E. Greenleaf, Ph.D., FACSM, Scott J. Montain, Ph.D., y Timothy D. Noakes, M.D., FACSM.
REFERENCIAS Las referencias pueden observarse en el documento original en Inglés.