Reportaje Especies amenazadas por la pesca industrial en Chile
Transformaciones económicas, el movimiento de los mercados y, principalmente la explotación a destajo de los recursos marinos han venido impactando hasta su virtual aniquilación a los pequeños pescadores chilenos. Una crisis que emerge, literalmente, desde el fondo del mar mediante la pesca más depredadora de todas: la de arrastre. Una crisis de larga gestación que para los pequeños pescadores que residen en el dilatado litoral de siete mil kilómetros ingresó en un estado terminal en 2002, con la promulgación de la Ley de Pesca. Un proceso que también tiene para ellos claros responsables, que están en el gobierno de Ricardo Lagos, que elaboró y refrendó el proyecto, y en el Congreso, que lo aprobó.
El periodo que acompañó a la aprobación, en 2002, del proyecto de ley de pesca estuvo escoltado por frecuentes -y también violentasmovilizaciones de centenares de pescadores artesanales que buscaban, enarbolando largos remos, modificaciones a la iniciativa presentada por el gobierno. Entonces decían, y hoy ratifican, que la ley privatizaría los recursos pesqueros y se los entregaría a los grandes armadores, en tanto la franja costera de cinco millas entregada a los artesanales sería insuficiente para su subsistencia. Hoy, a escasos cinco años de la puesta en marcha de la ley, la merluza, el principal recurso de esta pesquería, prácticamente ha desaparecido de la franja costera. Y junto con la merluza desaparece también una actividad laboral
relacionada con el mar y un alimento tradicional de la mesa de los chilenos. La demanda de los pequeños pescadores, unos 60 mil a lo largo del litoral chileno, está en este momento bien acotada. Simplemente piden la suspensión de la pesca de arrastre, sistema a escala industrial que no discrimina nada de lo que encuentra a su paso. Se estima que son unos 30 mil los pescadores artesanales en la zona central de Chile; la mayoría de ellos vive en condiciones económicas muy precarias. Uno de sus principales recursos ha sido la merluza, que hace un par de años exhibe una evidente escasez. Y si así ha sucedido con esta especie, es muy probable que la carencia se extienda hacia otras, como la sardina, la anchoveta y el jurel. Un proceso de progresiva escasez que ha llevado a efectos no sólo económicos, sino sociales. Sólo en la región del Bío Bío, se calcula que han desaparecido unos mil empleos directos y más de dos mil indirectos. Un impacto que golpea a las familias y a una forma de vida apoyada en los recursos marinos, dice Cosme Caracciollo, presidente de Conapach (Confederación Nacional de Pescadores Artesanales de Chile). Unas de las modificaciones de la actual ley fue terminar con una práctica denominada en el sector como la "carrera olímpica": en buen romance, salir a pescar en un periodo de tiempo determinado todo lo que estuviera al alcance de las redes. Tras el fin de este hábito aumentó levemente la biomasa, pero a poco andar han vuelto los problemas. La ley vigente, que establece límites máximos de captura anuales por armador, ordena también lo que le corresponde a los industriales y a los artesanales. "Es, en definitiva, una privatización del mar", sostiene Caracciollo. En el caso de la merluza, la realidad dista en mucho de la racional partición por ley de los recursos biológicos. Para el año en curso se
estableció una cuota máxima de extracción de 62 mil toneladas, de las cuales un 35% corresponde a los artesanales y el resto a los industriales. El resultado, sin embargo, ha sido nefasto para los pequeños pescadores: no han alcanzado a pescar ni el 4% de lo que por ley les correspondería. ¿Dónde está el problema? Habría algunos factores climáticos, de desplazamiento de los cardúmenes, pero la cuestión central, sostiene Caraciollo, está en el arte de pesca de arrastre. Según datos del IFOP (Instituto de Fomento Pesquero), la biomasa de la merluza ha disminuido desde un 1.500.000 toneladas en 2002 a sólo 272.000 en 2005. En sólo tres años, entre el 2001 y el 2003, la biomasa cayó en un 73% y sin ningún signo de recuperación. Y junto a la reducción del volumen, también se redujo el tamaño de los ejemplares: el peso promedio ha pasado de 466 gramos a 310 gramos. Una captura que en un 90%corresponde a ejemplares jóvenes y sin capacidad de reproducción. Las causas del colapso para otros intereses sí son motivo de discusión. Para el gobierno y para los industriales se trata de cambios climáticos ligados al calentamiento global y a la presencia de la jibia como depredador de la merluza. Para los artesanales, aun cuando la jibia puede tener alguna incidencia en la disminución de los peces, el origen del colapso sólo responde la pesca de arrastre. Y para ello hay estadísticas. Tal como arrastra todo lo que halla a su paso, las embarcaciones también han de descartar altos volúmenes de lo levantado, con una evidente pérdida para la biomasa. Aproximadamente un 36% de lo capturado vuelve al mar como descarte, recursos que generalmente mueren en el proceso. Caracciolo afirma que "el único factor controlable y que ha incidido en sobreexplotación de este recurso es la pesca
de arrastre. Por tal motivo, entre las posibles medidas que podrían ayudar a la recuperación del recurso es una moratoria de este arte. Además de la merluza, agrega, están en vías de extinción otras 92 especies que forman el sistema en el que trabajan los pescadores artesanales, tales como el besugo, el congrio dorado y el congrio negro. El sector industrial también se ha visto afectado por la depredación que el mismo practica. Sin embargo, la misma ley de la oferta y la demanda ha empujado al alza los precios del pescado, en muchos casos prohibitivos para el bolsillo del chileno medio. Un proceso que está muy bien escrito en las estadísticas de exportación. Si en 1994 las exportaciones de pescados llegaron a 1,6 millón de toneladas por un valor de 1.366 millones de dólares, durante el 2006 el volumen de exportaciones cayó en 300 mil toneladas, pero ganó un 63%.
Un negocio en el que no participa el sector artesanal, cuyo mercado está en el consumo interno. Y aquí surge una paradoja: Chile, pese a sus miles de kilómetros de costa, pese a sus otrora abundantes recursos marinos, no se ha caracterizado por ser un gran consumidor de pescados. Aun cuando sí ha sido y es parte importante de la tradición gastronómica y cultural, no ha sido un plato de consumo frecuente. No lo era cuando el pescado era muy barato, y menos lo será ahora, cuando su precio es similar o más alto que otras carnes. Si el promedio en el consumo mundial de pescado es, según la FAO, de trece kilos al año, en Chile es de sólo siete kilos. Un índice que muy probablemente, a la vista de los números y la depredación, tenderá a disminuir. Como los ingresos de los pequeños pescadores artesanales.