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Reflexiones sobre el suicidio.

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Jeferson Alejandro Espitia Fernández2

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Le Suicidé, Edouar Monet. Estudiante de sociología de la universidad de caldas.

Ésta es la tristeza que se adhiere a toda vida mortal, Una tristeza que, sin embargo, nunca llega a la realidad, Sino que solo sirve a la perdurable alegría de la superación. De ahí el velo de la pesadumbre, el cual se extiende sobre la naturaleza entera, de ahí la profunda e indestructible melancolía de toda vida. sólo en la personalidad está la vida; y toda personalidad se apoya en un fundamento oscuro, que, no obstante, debe ser también el fundamento del conocimiento.

Schelling, sobre la esencia de la libertad humana.

Suicidio, una aproximación.

El suicidio en su definición más simple, y sin adjetivos, aparece como muerte voluntaria por mano propia. es un tema fascinante, fascina, y la pregunta que surge es: ¿ayudar a preservar la vida o construir una política pública que defina el derecho a que se pueda morir por voluntad de una forma agradable?, ¿libertad o coacción?, o ambas, ya que no hay libertad, si no hay un orden jurídico de coacción ya sean éste consuetudinarios o por norma escrita. El suicidio puede ser -tal como lo expresa el artículo, de Enrique Campos- “el último tabú y al mismo tiempo la aniquilación de todos los demás tabúes. La pedofilia, el incesto, el parricidio, infestan los telediarios modernos, los de tapa de moda para dar paso a la atrocidad del día. Cuando toca suicidio, desciende el eufemismo; «fue encontrado muerto», «llevaba días sin dar señales de vida», «las razones de su fallecimiento aún se desconocen». Incluso el presentador, lidia con la noticia adoptando un gesto incómodo. Él tampoco quiere hablar de ello. Como todos, tampoco quiere padecerlo y mucho menos hacerlo. Como todos, a menudo otorga al suicidio carácter de enfermedad contagiosa. Y no es contagioso, pero en España se lleva por delante cada año a cuatro mil personas, alrededor del doble de lo que se cobran las carreteras, ochenta veces más caídos por la voluntad propia que las víctimas de violencia machista. El desequilibrio entre su impacto social y su impacto mediático es cuando menos alarmante. En general, solo interesa el suicidio del famoso, y en concreto el que pueda justificarse por vidas disolutas; el natural discurrir de los acontecimientos para el muñeco roto.”i El Suicidio es un tema o una palabra que reverbera atracción, quizá a la capacidad de muerte por mano propia, o el morbo por ver y leer qué escribió antes de morir aquel que cometió tan bello y terrible acto. ¿qué hace que suceda?, a esta pregunta surgen: reproches, discursos en defensa, del acto, de los motivos, de la vida, y de esa fuerza extraña que tiene la muerte, esa fuerza extraña y potente de reflexión sobre la vida. La vida, ¡la Vida! La vida solo es un sueño, el despertar, el despertar, la muerte, y la muerte es vivir.

El suicidio en sus diferentes formas expresión y representación, muestra la complejidad de un asunto, que hoy es vedado por temor al efecto imitación, aunque esa discusión responde más al campo de la psicología y el psicoanálisis, no es asunto alejado de otras ramas del análisis como la filosofía o la sociología, en éste caso, podríamos decir que cuando se piensa en el efecto imitación, estamos hablando de psicología de las masas y una serie de patrones de conducta comunes entre personas de una misma sociedad los cuales son impuestos por fuerzas simbólicas o culturales externas a la naturaleza de individuo las cuales transforman estas últimas. Pensemos entonces un segundo en la posibilidad de que haya un efecto imitación sobre aquello que impacta en el inconsciente de quien observa inconsciente la pantalla del televisor, una noticia sobre el suicidio de alguien, Facebook, o redes sociales, temas virales que se convierten en moda como el caso de la ballena azul, el bullying, o el Facebook live, de una persona que promete grabar todo su suicidio y cumple su objetivo, mientras el público movido por el morbo afirma su conducta con likes, emoticones, ya sean de rechazo o aprobación y el actor sigue su rumbo extasiado por el ruido que hace el público que pide a emoticones su muerte. O ir por la calle desprevenido y de repente encontrar a una persona colgada de un árbol o si es más cercano, en su habitación con un tiro atrapado en su corazón, como lo hiciese José Asunción Silva, encontrar a esa persona con las venas cortadas o con un frasco de pastas vacío, la tapa a unos metros de distancia, y la mirada perdida en la nada. Supongamos que nos es destinada por el azar algunas de estas situaciones. ¿Saldríamos corriendo a suicidarnos nosotros también?, ¿la culpa sería tanta que lo haríamos nosotros después de que esa persona cercana se suicidara?, ¿postearíamos nosotros nuestro suicidio en Facebook porque también se anhela más de 3 mil likes y miles de comentarios? Pensaríamos que la prensa en su gran argumentación sobre el tema –esto no sucedeevidencia que las razones de la persona extraña o cercana, que se suicidó lo hizo por causas socio-económicas similares a las que padecemos y que allí encontró la solución a los problemas terrenales, condenando su alma. En el sector rural de la india viene aconteciendo un fenómeno que le ha costado la suma de 30000 suicidios en 20 añosii, lo que equivale a 1500 por año. Las razones de uno de los agricultores que ha fracasado en su intento de suicidio, son claras. se ha perdido la utilidad, se ha perdido el significado y motivación de sus días, ya no pueden cultivar por dos condiciones centrales, la climática y la económico-social. La injerencia de sectores con más

capacidad económica y más fuerza de kapital, han desplazado al productor pequeño, estos no poseen las fuerzas económicas para hacerle frente a las condiciones de sequía, y tampoco competir con las grandes empresas, viendo así su única salida, el Suicidio. Los venenos que servían antes para evitar que las plagas se comieran la cosecha, ahora son utilizados por los agricultores para evitar que la plaga del hambre¸ los asesine, y antes de ello, deciden levantar la mano sobre ellos mismos. Suicidarse. Suicidarse, es un acto de cobardía y pecado y no es voluntad propia, sino influencia de fuerzas malvadas que influye y llevan al individuo a quitarse la vida. Algo como lo anterior se puede escuchar en sermones que se dan en las capillas sobre el suicidio. Sobre el pecado más grande, quitarse la vida, de manera voluntaria sea por mano propia o asistido. sólo Dios es dueño de nuestra vida y por tanto sólo él podrá quitarnos la misma cuando él así lo desee, cuando sea su voluntad y no la nuestra, revisando algunos apartados de la argumentación religiosa del monoteísmo en cuanto al suicidio encontré que había algo que podría ser común, y de mi interés, La Voluntad. A ello se podría sugerir algunas preguntas para dar cuenta de lo complejo de la muerte voluntaria, ya que no es la voluntad desde el debería –como voluntad absoluta, perfecta, sin puntos de fuga, sin flexibilidad del concepto o textura abierta del mismoiii-, sino que se busca acercarse al suicidio, para construir un discurso intelectual, sociológico y filosófico del mismo y desencapillarlo del tabú, de los malos chistes, del cliché, el fetiche y del miedo al efecto imitación. Qué implicaciones sociales podrían surgir si se considera el suicidio como un acto político, como un derecho fundamental e inalienable, como una cuestión moral, como expresión máxima de la libertad, es decir, de emancipación, como un acto de rebeldía, como un acto de lucidez, como irracionalidad, como un pecado, como la condena de nuestra alma a las llamas del infierno. Etc., a lo anterior plantearíamos, ¿quiénes construyen los discursos que buscan posesionar juicio sobre el suicidio, o juzgar a los que levantan la mano sobre sí mismos? ¿qué intereses hay detrás de estos mismos? Al igual que Henri Roorda, “me figuro la cara que pondrían los ricos si los pobres adoptaran la costumbre de suicidarse para abreviar su triste y gris existencia. Con toda seguridad dirían que es inmoral”iv ¿a quién explotarían? El pobre debe ser luchador, resistir, pensar positivamente, ser un soñador, salir adelante, así ello

signifique consumir sueños pre-fabricados, prolongar la desdicha y la miseria etc. no es pues mi intención hacer apología del suicidio como la salida del pobre a su cotidianidad envuelta de miseria como lo demostrase Marx sobre lo que vivía la clase obrera en Francia, en su artículo el suicidio o Engels en su estudio sobre la condición de la clase obrera en Inglaterra, sino de dar cuenta que preservar la vida, o acabar la misma por mano propia, es una expresión de la lucha de clases. Aquellos que pueden ser dichosos, y aquellos que la desdicha los arrastra al patíbulo, y su mano sería el instrumento último que se usasen sobre sí mismos. La muerte voluntaria debe expresar el deseo de morir como una posibilidad, no como una obligación para dejar de padecer la desdicha, la miseria, el hastío de vivir los ritmos de una sociedad caótica, la depresión causada socialmente, la desesperación de un posible desahucio, la tristeza causada por el abandono, y un sinfín de posibles razones que se dan más acá del suicidio. Contra David Hume y Stig Dagerman entre otros, el suicidio también debe ser la posibilidad del dichoso, de aquel que le es soportable la carga del vivir, ahí habría elección, allí habría expresión de la voluntad en su expresión más cómoda, de decidir levantar la mano sobre sí mismo, decidiendo sobre su vida. Que la experiencia sea dichosa y esta lo lleve al suicidio. El escritor Gustavo Martín Garzo, escribe en su artículo para el país sobre la película las vírgenes suicidas lo siguiente en un párrafo: “Walter Benjamin dice que uno de los problemas del mundo actual es la pobreza de la experiencia. “Así como fue privado de su biografía, escribe Giorgio Agamben glosando al autor alemán, al hombre contemporáneo se le ha privado de su experiencia: más bien la incapacidad de tener y transmitir experiencias quizás sea uno de los pocos datos ciertos de que dispone sobre sí mismo”. La banalidad de nuestra vida se confunde con la banalidad de gran parte de la cultura y el mundo que nos rodea. Viajamos sin descanso, acudimos a museos y exposiciones, leemos libros que compramos precipitadamente en las librerías de aeropuertos, estaciones y grandes almacenes, para abandonar al momento en cualquier rincón, asistimos a grandes eventos deportivos, pero nada de esto tiene el poder de cambiarnos. Regresamos de nuestros viajes cargados de fotografías que nada significan; las lecturas pasan por nuestra vida como las hojas vanas de los calendarios; abandonamos las salas de los museos tan ciegos y somnolientos como habíamos entrado; y pasamos de unas

historias a otras sin que ninguna deje en nuestros labios unas pocas palabras que merezca la pena conservar. Para enfrentarnos a ese vacío, nos hemos rodeado de expertos, comentaristas y guías de todo tipo que nos dicen cómo debemos comportarnos. Hay guías turísticas, de lectura, guías sobre cómo enfrentarnos a nuestros fracasos sentimentales. Si vamos a una ciudad, nos explican los itinerarios que tenemos que seguir; si entramos en un museo, los cuadros ante los que debemos detenernos; en nuestra vida afectiva, cómo evitar el sufrimiento; si se trata de nuestros hijos, cómo comportarnos para que nos dejen dormir. Todo debe ser fácilmente sustituible, nuestras lecturas, nuestros amantes, las ciudades que visitamos, las salas de los museos. Los hombres y las mujeres actuales viven sin apenas poner límites a sus deseos, y sin embargo pocas veces han tenido menos cosas que contarse. La ausencia de relatos define su convivencia, y la política actual es el ejemplo más visible de esta dolorosa carencia. La crisis de la cultura del relato oculta, una crisis más honda: esa pobreza de la experiencia de que habló Benjamin. Y la experiencia tiene que ver con la palabra y el relato, pues vivir es encontrar cosas que contar y compartir: el cuento de nunca acabar. La literatura es el trabajo de la ostra: toma un instante en apariencia banal y lo transforma en algo que tiene el poder de revelar lo que somos. Por eso dice Proust que “la verdadera vida, la única vida realmente vivida es la literatura. Gracias a ella se nos revela el mundo. Sin la literatura, nuestra propia vida nos sería desconocida”.v El suicidio no es pues simplemente levantar la mano sobre uno mismo, no es muerte voluntaria en el sentido estricto, y en el laxo, hay allí expresado un grado de voluntad, expresado éste a su vez en el grado de libertad con el cual la persona actúo, en su apuesta final. Las causas son sociales pero la acción es individual, reconociendo que hay también expresiones de conductas suicidógenas como lo expresase Durkheim, en las cuales aparecen suicidios colectivos. Que puede expresarse como una posibilidad que el individuo tiene, y una capacidad a su vez, la de morir por mano propia. quiero terminar esta primera reflexión sobre el suicidio, con el primer párrafo de la carta de suicidio del 05-noviembre de 1929vi “No hay motivos para vivir, pero tampoco hay motivos para morir, la única manera con que se nos permite demostrar nuestro interés por la vida, es aceptarla, la vida no merece que nos tomemos el trabajo de abandonarla…”

i

Véase. http://www.jotdown.es/2017/07/cine-suicidio-thelma-louise-la-rochelle/

ii

Véase. https://www.youtube.com/watch?v=x3QhYnszrvg&list=PLvgi6sEBVkzs3_pXAcfkyXhmTS7BbsV2G&index=24 iii

Uno de los problemas a la hora de definir teóricamente un concepto, no encontramos que éste no puede ser escindido de otros, y que los límites entre estos se pueden establecer teóricamente, pero en la realidad estos mismos se nos presentan como un sinfín de singularidades, que hacen parte de un todo. Hablar de voluntad, no es sólo hablar de querer hacer, sino que motiva ese querer hacer, si son pulsiones biológicas, o si son pulsiones culturales que se convierten en pulsiones biológicas, y en ese sentido hablar de voluntad, no puede reducirse al acto último, como éste se presente sino que el interés es más la lógica que hace que éste mismo funcione, en éste caso el suicidio como acto final, no expresa la voluntad en su deber ser de la misma, sino que expresa un grado que está en relación con unas situaciones previas que llevaron a que se tomase la decisión de suicidarse, con la complicidad del silencio y la soledad. iv

Pág. 29, Mi suicidio, Henri Roorda. Edit. Trama Editorial.

v

https://elpais.com/elpais/2012/02/08/opinion/1328710911_200160.html

vi

Fragmento de una carta de suicidio. En: agencia general del suicidio, Jacques Rigaut. Edit. La valija de fuego.

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