Elaborar la comida diaria para la familia no es tarea sencilla. Se trata de aportar creatividad, sin descuidar los gustos y las necesidades nutricionales de cada integrante. Los granos de quínoa y amaranto son una excelente opción a la hora de incorporar variedad, sabor y nutrición. En los últimos tiempos han comenzado a resurgir una serie de alimentos tan nutritivos como deliciosos, que permiten darle versatilidad y calidad a nuestras preparaciones de todos los días. Los granos de quínoa y amaranto, dos "pseudocereales" que fueron cultivados por los pueblos originarios latinoamericanos hace casi siete mil años, podrían inscribirse dentro de esta corriente ya que en la actualidad ganan cada vez más adeptos en países como México, Perú, Bolivia, China, Estados Unidos e India. Se los denomina“pseudocereales” porque poseen propiedades muy similares a las de los cereales, pero botánicamente no lo son. Quínoa, gran poder nutritivo Venerada en la antigüedad por las culturas originarias de nuestro continente, la quínoa es un alimento de gran poder nutricional y rico en proteínas de alto valor biológico (tan sólo media taza diaria alcanza para cubrir las necesidades proteicas de un niño). Por otro lado, es capaz de proporcionarnos aminoácidos esenciales para nuestro organismo como la arginina y la histidina, fundamentales, sobre todo, en la alimentación de los más pequeños. Además, contiene vitamina E y vitaminas del grupo B. Su riqueza radica, principalmente, en el germen que posee y que le proporciona el 30 por ciento del peso total al grano, mientras que en la mayoría de los cereales este germen no sobrepasa el uno por ciento de su peso. Amaranto, una semilla con muchos beneficios Las semillas de amaranto, por su alto contenido de proteínas, vitaminas y minerales como el hierro, constituyen una excelente opción a la hora de reforzar la alimentación de los niños, combatir anemias o hacer frente a procesos de desnutrición. Asimismo, es un alimento a tener en cuenta si se busca prevenir la osteoporosis, ya que contiene calcio y magnesio. Además, al igual que la quínoa, posee gran poder antiinflamatorio y cicatrizante.
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De aspecto pequeño (cada grano suele medir entre 0.9 y 1.7 milímetros), el amaranto suele ser utilizado para la elaboración de harina integral de una calidad proteica muy superior a la que se obtiene de los cereales tradicionales. En general, se la emplea para enriquecer pastas, panes, galletas o para mezclar con harina de trigo al 25 por ciento y obtener pan francés de un alto valor nutritivo. También resulta una buena opción para enriquecer sopas, compotas y salsas.
Gracias a su alto valor nutricional, estas semillas forman parte de la estricta dieta alimentaria a la que son sometidos los astronautas de la NASA.
Los Incas llamaban a la quínoa “grano madre” y lo veneraban como un objeto sagrado. Según cuenta la leyenda, cada año, en el momento de la siembra, se realizaba una ceremonia mediante la cual el jefe Inca plantaba la primera semilla utilizando una pala de oro sólido. Con el correr de los años, y la llegada de los españoles a América, la producción de quínoa fue declinando hasta convertirse en un cultivo menor sólo para consumo local. El amaranto, en cambio, fue cultivado durante muchos años por los Aztecas en México. La planta era tan apreciada por esta civilización que hasta era utilizada en ritos religiosos y su harina, mezclada con miel, se usaba para fabricar estatuillas que luego eran ofrecidas como tributo a los dioses. En la época del emperador Moctezuma, el amaranto era el cuarto cultivo en importancia detrás del maíz, el frijol y la chía. Pero al igual que ocurrió con la quínoa, la llegada de los españoles puso fin a los rituales, y al cultivo del amaranto.
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