HISTORIA: Hace unos días tuve una conversación sincera con una joven universitaria, buena estudiante, a quien yo trataba de animar a tomarse en serio su vida cristiana. Ella argumentaba de la siguiente manera: “¡Quién puede estar seguro de la verdad sobre Jesús! Yo hablo a veces con mis compañeros de Universidad y la opinión más general es que Jesús fue un personaje histórico importante que existió en una época ya lejana, que hizo muchas cosas buenas, que predicó una doctrina muy elevada, pero que muy pocos siguen; y que, según dicen, hasta hizo grandes milagros, que hoy nosotros no podemos comprobar. Otros ni siquiera están seguros de que los Evangelios nos digan la verdad sobre Jesús; vamos que no admiten que Jesús fuera Dios. Yo seguía escuchando y ella prosiguió: “Más aún, si sales a la calle y preguntas a cada uno de los que pasan ¿quién es Jesucristo?, lo más seguro que te dirán será que Jesús es una figura que pasó y se fue, dejándonos a nosotros aquí, donde tratamos de arreglárnoslas como mejor podemos. Y concluyó: “Así que yo no puedo comprometerme a vivir unas costumbres en las que casi nadie cree. Y conste que yo creo en Dios, pero a mí eso de ir a Misa cada domingo, y eso de comulgar y confesar..., a mí eso, no me va. Como no había tiempo para más, después de escuchar esta confidencia, sólo e me ocurrió preguntar a la joven: “¿Te suenan las palabras?: El que pide recibe, el que busca encuentra y al que llama se le abre. Son de Jesucristo. Tú, ¿estás buscando a Jesús? Mientras se despedía, como pensando en voz alta, la joven universitaria musitó estas palabras: “La verdad es que no sabría cómo buscarle”.