Que Hay Detras De Los Homicidios

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¿Qué se oculta detrás de las tasas de homicidio? Guillermo Aníbal Gärtner Tobón Profesor Asociado – Universidad Tecnológica de Pereira Grupo de Investigación sobre conflicto social y prevención de la violencia y la criminalidad – Observatorio de la convivencia, seguridad ciudadana y derechos humanos. Hace algunos años luego de concebir y realizar varios ejercicios a manera de talleres, conversatorios, entrevistas estructuradas y no tan estructuradas, tratando de encontrar en el medio regional (Pereira, Área Metropolitana, Departamento de Risaralda) explicaciones plausibles acerca de las violencias y la criminalidad que preocupan seriamente a los aquí residentes, llegué a la percepción de un binomio, elemento común en las violencias que se desatan cotidianamente en Colombia bien sea en los marcos del conflicto armado interno bien que se trate del accionar de la llamada “delincuencia organizada” (mafias que no se limitan al narcotráfico) o de esa otra reconocible en la expresión, delincuencia común, como que también campea en las tragedias rutinarias de festividades (día de la madre, del amor y la amistad, del padre, navidad y año nuevo): el desprecio y el odio. Ese binomio de desprecio y odio hacen de las suyas y despliegan toda su potencia en una especie de caldo compuesto de indiferencia y de miedo. Los registros de la Policía, del CTI, Medicina Legal, hospitales y centros de salud, que arrojan en la última década año por año una tasa de homicidios que supera las cifras de otras ciudades colombianas . Esta realidad así medida ha movido a sectores de la llamada sociedad civil como también a los administradores públicos a preocuparse de manera prioritaria y permanente del tema de la seguridad ciudadana y con ello a la búsqueda de conocimientos que superen la simple conjetura o las explicaciones ad-hoc en ocasiones inspiradoras de medidas políticas (de gobierno) irrisorias generadoras de desgaste institucional y de pérdida de credibilidad derechos

amén de la vulneración que en ocasiones ellas implican de fundamentales.

Ej.

La

prohibición

del

parrillero

masculino,

restricciones a la apertura de locales de diversión en las noches, a la circulación de menores entre ciertas franjas horarias, etc. En esa búsqueda del conocimiento se hace necesario para nuestro quehacer investigativo pasar de lo puramente fenoménico y medible a lo sustancial, dejando a un lado las actitudes fetichistas o animistas implícitas en las creencias difundidas de que es la presencia de ciertos objetos o cosas (armas, alcohol, cierto tipo de vehículos) “la causa” de los homicidios o lesiones fatales y no simples elementos circunstanciales, contingentes como facilitadores a manera de herramientas. Superar lo fenoménico, lo aparente, lo externo, significa identificar lo que en principio no parece medible: la determinación o ubicación de esos inasibles, intangibles, pero terriblemente potentes elementos que integran la esfera afectiva de cada individuo y que condicionan su voluntad: el desprecio, el odio, la indiferencia y el miedo, había que lograr alguna forma de develar su presencia. El acercamiento que durante años hemos tenido con ambientes que no dudo en llamar criminógenos nos permite identificar expresiones respecto de las cuales pasar del dicho al hecho queda como algo circunstancial y que puede desatarse en cualquier momento. En menos de dos líneas podemos indiciar (sic) al menos el fenómeno percibido: “Ese) hijo de …., vicioso, marihuanero (a) como que es auxiliar de la guerrilla” “Ese sapo reaccionario como que es informante del ejército” “... está marcando calavera”, y pare de contar. Basta leer recientes declaraciones del Secretario de Gobierno Departamental en relación a amenazas contra la vida de un número significativo de ciudadanos de la población de Quinchía para dar fuerza a nuestro argumento: “Quinchía, sin Águilas Negras. Así lo afirmó el Secretario de Gobierno Departamental, Germán Darío Saldarriaga Arroyave, en reunión llevada a cabo ayer por parte del secretario de Gobierno de Risaralda, Germán Darío Saldarriaga, la alcaldesa de la localidad, Alicia Palacio y representantes del Distrito de Policía y del Ejército, se reiteró que en ese Municipio no hay grupos paramilitares con esa denominación. Una recompensa de $3 millones para

quienes entreguen información que conduzca a los autores del panfleto que circuló en los últimos días en Quinchía a nombre de las Águilas Negras, ofreció el Gobierno Departamental en coordinación con el Departamento de Policía Risaralda. Al parecer, según supo

los autores del panfleto pueden ser

miembros de la misma comunidad inconformes con el creciente fenómeno de venta de alucinógenos en Quinchía, pues muchas de las personas que aparecen reseñadas en el panfleto son consumidores de drogas e individuos que tienen antecedentes judiciales, por lo que podría ser una medida de presión para que se vayan del pueblo….” (Boletín enviado por e-mail el martes 19 Aug 2008 15:24:43 -0500. [email protected]). No se requiere de mayor esfuerzo para concluir que independientemente de la existencia o no de un grupo “paramilitar” denominado Aguilas Negras, lo trascrito apunta a afirmar la presencia de fuerte componente de intolerancia, de miedo, de odio, vinculado en este caso al complejo campo de las llamadas “drogas”, sus expendedores y sus consumidores. No se dice pero se sabe que allí hay una realidad que ha cobrado carta de naturaleza así se prefiera en ocasiones no llamarla por su nombre: “limpieza social”. Aún fuera de los escenarios en los cuales otras pasiones humanas como la avaricia, la ambición de poder o de dinero, así como también los requerimientos glandulares adobados del ánimo de poseer (esa mujer o ese hombre es mío (a) y de nadie más), los cuales pueden constatarse en muchos eventos de esos que los periodistas judiciales denominan “ajustes de cuentas”, el ánimo homicida se fortalece y alimenta del primer binomio: si el acreedor o el deudor que “se me atravesó” en el camino del cual hay que sacarlo, eventualmente es homosexual, adicto, miembro de tal partido o tal iglesia, el conjuro está hecho y solo queda faltando la ocasión, el instrumento (humano o no) para generar un nuevo registro en las estadísticas criminales. ¿Cómo calcular la tasa de odio? ¿Cómo medir la magnitud de la indiferencia?. La amplia difusión que en amplios sectores sociales ha cobrado el uso de una expresión evocadora de una especie de enfermedad venérea (tec. Blenorragia) que preferimos no reproducir aquí, nos hace recordar la manera como se

preparó Raskolnikov sicológicamente para asesinar a la anciana prestamista: percibirla como un piojo, (“El crimen es el de esa vieja avara que se obstina en vivir y guardar su dinero, el de ése parásito inmundo y voraz de ese piojo, que vive de sorber sangre a los pobres”. Dostoievski, Crimen y Castigo), lo demás viene por consecuencia lógica, cualquier inhibición queda superada bajo ciertos condicionamientos sociales, ambientales, culturales. Sabido lo anterior queda entonces planteada una nueva cuestión: ¿cómo se ha producido y cómo se alimenta esa forma de conciencia de exclusión e intolerancia? Una tarea para generar una historia de la criminalidad en Colombia y para trascender definitivamente el puro enfoque fenoménico que se le viene dando a nuestro campo de estudio.

Pereira, febrero de 2009.

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