Matias Cruz Moreno Prof. Romina Pistacchio H. Taller de edición y elaboración de proyectos culturales 21/03/2019
¿Para qué sirve la literatura? Se me ha pedido que de mi perspectiva sobre la literatura con esta pregunta: ¿Qué es la literatura para mí? Sin embargo, he encontrado en esta pregunta una pequeña trampa que cualquier teórico puede y tiende a caer, a saber, la descripción rigurosa sobre el qué es tal u otra cosa, definiendo y limitando, pero al igual que todas las personas las cuales se sienten atraídos por lo sentimental, me dedicaré a decir en qué me ha afectado la literatura personalmente. La particularidad de tal pregunta reside más en el cómo que en el qué es eso o aquello, por lo tanto, tendré que empezar con una historia y no con definiciones. La historia que he de contar tiene que ver con mi capacidad lectora y mi desinterés general por cualquier cosa. Desde hace varios años, que sufro de un profundo desinterés en las cosas, siempre acompañado de la desesperanza y de una tristeza parasitaria. La anhedonia es uno de los más característicos indicios de que una persona padece de depresión, que puede traducirse en falta de motivación y goce tanto de actividades particularmente placenteras como de las mas cotidianas. En este contexto, me sentía hace ya un par de años, devastado por esta afección; sin embargo, el simple acto de nobleza de un amigo dio un pequeño giro a esta cuestión: un regalo. Aquel regalo se trataba de la lectura, actividad en la cual podía
convivir el goce y mi permanente pesimismo. Así fue a parar a mis manos El Extranjero de Albert Camus. En esa corta lectura me entretuve y descubrí lo que el mundo de la ficción podía causar en una persona, no por el simple hecho de entretenerme, sino también por tener la oportunidad de identificarme con un personaje, que era como yo: desabrido, desmotivado y plano. En aquella antipatía de aquel escuálido personaje, encontré la solución a mi condición depresiva: Aprender a vivir sin la expectativa. De esta manera, he encontrado en la literatura un alivio a las penas y del mismo modo, algunas alegrías. Sí, la literatura es un arte, y como todo arte está ligada con los recovecos humanos, es decir, es una forma de llegar a lo insondable que hay en cada uno de los corazones. Ahora bien, ¿qué es la literatura para mí? Pues ya lo he dicho, un arte. El arte de las palabras. Las palabras pertenecen a la lengua y la lengua a su vez es un lenguaje. Por otro lado, el lenguaje es la expresión del pensamiento, y el pensamiento, pues como ha dicho el filósofo rumano, Emil Cioran: es la triste degradación del sentimiento. Hegel diría que es la manera mas baja de autoconciencia del absoluto, Aristóteles diría que es una techné, platón en cambio, una degradación de las ideas. Poco importan estas ideas si pensamos que todo buen arte, logra calar en lo profundo del alma humana. Sea esto para bien o para mal, ¿no es eso estar vivo? En otro ámbito, se me ha pedido la o las razones del por qué he elegido el estudio de la literatura. Y la respuesta es, si la literatura es una expresión de la existencia de los hombres, podemos concluir que es el estudio de los sentimientos o, en otras palabras, las ideas expresadas estéticamente, o sea buscar el goce, percibir y pensar lo que históricamente mujeres y hombres han indicado sobre la vida, sobre el lenguaje y su naturaleza infinita e insondable. Sin embargo, esta pregunta me es especialmente complicada teniendo en cuenta mi anterior historia, ya que en la
dinámica de un maniacodepresiva se está por altos y bajos, todo es descontrol. Encierro en mí, un tigre y un cordero como diría William Blake, un rebaño y un pastor diría el Zaratustra de Nietzsche. Encierro dentro de mí una naturaleza “orlandesca” como diría, quizás, Virginia Woolf. Esta dinámica bipolar me lo ha hecho difícil. Sin embargo, hay algo que sí tengo claro: el carácter terapéutico y pedagógico que encierra la experiencia literaria. Este carácter terapéuticopedagógico que tanto me ha servido, es la tónica, ya sea autoconciencia, una técnica o una degradación, el estudio literario confina más allá del frío análisis y la laboriosa tarea argumentativa, una esencia humana que ayuda a descifrar nuestras virtudes y nuestras falencias como seres mortales, como seres sociales y como seres espirituales. De esta forma, creo que la disciplina literaria es un apoyo para la comunidad tanto local como en su generalidad, pues como ya he mencionado, la experiencia y el estudio literario tiene que ver con lo humano, con el pensamiento, con la imaginación que algunos tuvieron y de otros que la mantienen. La disciplina literaria es un arte noble y humilde que aporta a las personas a sentirse mejor consigo mismas y para con los otros, pues en la propia literatura esta lo humano, lo que nos une y nos diferencia, nuestros dolores y nuestras alegrías comunes, lo que han dicho nuestros antepasados y lo que no se ha dicho del futuro. De la misma manera, en la literatura podemos encontrar la experiencia de una época, las luchas y las guerras imaginarias, los errores del pasado y las enseñanzas para el futuro. En la experiencia estética podemos encontrar la singularidad de nuestras capacidades perceptivas, que al mismo tiempo dan cuenta de la particularidad como seres humanos, encontramos a través de la experiencia estética con nuestra subjetividad y al mismo tiempo el carácter compartido y objetivo de nuestro quehacer estético como sujetos capaces de gozar y disfrutar de lo que otros han hecho creativamente con el lenguaje. Este carácter intersubjetivo del lenguaje
estético confirma, de hecho, la naturaleza social de la literatura, naturaleza que nos hace pensar en las relaciones humanas y en la co(m)pasión por vías de la creación. Como ya he mencionado, la experiencia de los estudios literarios me ha ofrecido un alivio para cuestiones que me afectan como persona en el mundo, de la misma manera creo que puedo proyectar ese alivio a mi comunidad. No como un alivio psicológico pues no soy psicólogo, pero si desde la vía creativa e informativa, a saber, con la labor pedagógica. Ahora bien, tengo en mente que cuando se habla de pedagogía se imagina uno al profesor en el aula, sin embargo, esta imagen no es necesariamente la única forma de ejercer la tarea pedagógica. Existen muchas instancias de aprendizaje y de trasmisión de la información dentro de las cuales encontramos es el juego y la conversación. De esta manera, creo poder ayudar a la comunidad a través del juego y el contacto verbal lo que se traduce en un acto creativo y en relaciones humanas sin jerarquías, donde todos podamos aprender recíprocamente, siempre y cuando este en el marco de discusión de nuestra realidad como sujetos en un contexto determinado. Esto ultimo es importante, ya que, en cierta manera, hay que tener la capacidad de pensarse, de reflexionar sobre nuestro lugar en el mundo: yo, sujeto masculino que estudia literatura en determinada universidad. Creo tener claro que esto es fundamental al momento de ejercer una profesión como la nuestra, pues es necesario entender que mi lugar en el mundo esta privilegiado por el acceso a ciertos conocimientos, habilidades y recursos que otros no poseen y que por tener otra realidad no pueden acceder en seco a ello, por lo tanto, mi deber como mediador del conocimiento es reformular la información para que se democratice y las personas a las cuales están interesadas, pueden tener fácil acceso a tales recursos intelectuales. Ahora bien, todo esto suena muy lindo, pero la realidad a la que me enfrento para poder hacer todo eso posible es, en cierta manera, hostil. La vida moderna se caracteriza por una hegemonía de la razón y por el saber científico, de la
producción y la adquisición de capital, donde la lógica del mercado reina en cada actividad humana. Esta hegemonía racionalista, cientificista y capitalista es el gran obstáculo para las humanidades, pues todo opera bajo la lógica del mercado y la producción, del consumo y la inmediatez. Este mundo es un mundo acelerado, donde la alienación impera bajo las formas menos sospechadas: celulares, televisores, redes sociales, etc. La tecnología es la mano derecha del mundo moderno, que lamentablemente está sustituyendo la vida estoica que tanto anhelaban los antiguos y que tanto necesitamos ahora: una vida conforme a la naturaleza o, en otras palabras, la sencillez: no tener sed, no tener hambre, no tener frio. No quiero decir con esto, que nos conformemos con poco, sino que podamos dejar la sofisticación de la ciencia para poder mirarnos a las caras y compartir nuestras experiencias, porque el gran desafío de las humanidades es devolverle la humanidad a los humanos, que puedan volver a sentir en medio de un mundo anestesiado a las injusticias, a la desesperación y a la violencia.