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COLEGIO “SAN ALBERTO HURTADO” “Estudio, respeto y solidaridad, camino de felicidad”

Prueba Contenido II medio Literatura Latinoamericana Lengua y literatura

ASIGNATURA ALUMNO (A) PROFESOR (A) CURSO

N 1 2 3

Ptje Ideal

NºList

Sebastián Ojeda / Yessenia Silva (PIE) FECHA II°

OBJETIVO(S) DE APRENDIZAJE

Comprender el concepto de literatura latinoamericana

INDICADOR DE EVALUACIÓN

Ptje Obtenido

55 HABILIDADES A EVALUAR Recordar

Compren

X

X

Comprender texto narrativo Reflexionar sobre el texto

Aplicar

Analizar

X

X X

Evaluar

Crear

X

INSTRUCCIONES -

Dispone de 90 minutos para responder la prueba. Solo puede usar lápiz pasta azul o negro. De utilizar lápiz grafito en caso algún reclamo en la corrección no se tomará en cuenta por posibilidad de intervención en la pregunta. I.

Lea el texto y responda las preguntas que se realizan más abajo.

“LA NOCHE BOCA ARRIBA” de Julio Cortázar Y salían en ciertas épocas a cazar enemigos; le llamaban la guerra florida A mitad del largo zaguán del hotel pensó que debía ser tarde, y se apuró a salir a la calle y sacar la motocicleta del rincón donde el portero de al lado le permitía guardarla. En la joyería de la esquina vio que eran las nueve menos diez; llegaría con tiempo sobrado donde iba. El sol se filtraba entre los altos edificios del centro, y él -porque para sí mismo, para ir pensando, no tenía nombre- montó en la máquina saboreando el paseo. La moto ronroneaba entre sus piernas, y un viento fresco le chicoteaba los pantalones. Dejó pasar los ministerios (el rosa, el blanco) y la serie de comercios con brillantes vitrinas de la calle Central. Ahora entraba en la parte más agradable del trayecto, el verdadero paseo: una calle larga, bordeada de árboles, con poco tráfico y amplias villas que dejaban venir los jardines hasta las aceras, apenas demarcadas por setos bajos. Quizá algo distraído, pero corriendo sobre la derecha como correspondía, se dejó llevar por la tersura, por la leve crispación de ese día apenas empezado. Tal vez su involuntario relajamiento le impidió prevenir el accidente. Cuando vio que la mujer parada en la esquina se lanzaba a la calzada a pesar de las luces verdes, ya era tarde para las soluciones fáciles. Frenó con el pie y la mano, desviándose a la izquierda; oyó el grito de la mujer, y junto con el choque perdió la visión. Fue como dormirse de golpe. Volvió bruscamente del desmayo. Cuatro o cinco hombres jóvenes lo estaban sacando de debajo de la moto. Sentía gusto a sal y sangre, le dolía una rodilla, y cuando lo alzaron gritó, porque no podía soportar la presión en el brazo derecho. Voces que no parecían pertenecer a las caras suspendidas sobre él, lo alentaban con bromas y seguridades. Su único alivio fue oír la confirmación de que había estado en su derecho al cruzar la esquina. Preguntó por la mujer, tratando de dominar la náusea que le ganaba la garganta. Mientras lo llevaban boca arriba hasta una farmacia más próxima, supo que la causante del accidente no tenía más que rasguños en las piernas. "Usté la agarró apenas, pero el golpe

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le hizo saltar la maquina de costado...'' Opiniones, recuerdos, despacio, éntrenlo de espaldas, así va bien, y alguien con un guardapolvo dándole a beber un trago que lo alivió en la penumbra de una pequeña farmacia de barrio. La ambulancia policial llegó a los cinco minutos, y lo subieron a una camilla blanda donde pudo tenderse a gusto. Con toda lucidez, pero sabiendo que estaba bajo los efectos de un shock terrible, dio sus señas a la policía que lo acompañaba. El brazo casi no le dolía; de una cortadura en la ceja goteaba sangre por toda la cara. Una o dos veces se lamió los labios para beberla. Se sentía bien, era un accidente, mala suerte; unas semanas quieto y nada más. El vigilante le dijo que la motocicleta no parecía muy estropeada. ''Natural'', dijo él. ''Como que me la ligué encima...''. Los dos se rieron, y el vigilante le dio la mano al llegar al hospital y le deseó buena suerte. Ya la náusea volvió poco a poco; mientras lo llevaban en una camilla de ruedas hasta un pabellón del fondo, pasando bajo árboles llenos de pájaros cerró los ojos y deseo estar dormido o cloroformado. Peo lo tuvieron largo rato en una pieza con olor a hospital, llenando una ficha, quitándole la ropa y vistiéndolo con una camisa grisácea y dura. Le movían cuidadosamente el brazo, sin que le doliera. Las enfermeras bromeaban todo el tiempo, y si no hubiera sido por las contracciones del estómago se habría sentido muy bien, casi contento. Lo llevaron a la sala de radio, y veinte minutos después, con la placa todavía húmeda puesta en pecho, como una lápida negra, pasó a la sala de operaciones. Alguien de blanco, alto y delgado, se acercó y se puso a mirar la radiografía. Manos de mujer le acomodaban la cabeza, sintió que pasaban de una camilla a otra. El hombre de blanco se le acercó otra vez, sonriendo, con algo que brillaba en la mano derecha. Le palmeó la mejilla e hizo una seña a alguien parado atrás.

el le lo le

Como sueño era curioso, porque estaba lleno de olores y él nunca soñaba olores. Primero un olor a pantano, ya que a la izquierda de la calzada empezaban las marismas, los tembladerales de donde no volvía nadie. Pero el olor cesó, y, en cambio, vino una fragancia compuesta y oscura como la noche en que se movía huyendo de los aztecas. Y todo era tan natural, tenía que huir de los aztecas que andaban a caza de hombre, y su única probabilidad era la de esconderse en lo más denso de la selva, cuidando de no apartarse de la estrecha calzada que sólo ellos, los motecas, conocían. Lo que más lo torturaba era el olor, como si aun en la absoluta aceptación del sueño algo se rebelara contra eso que no era habitual, que hasta entonces no había participado del juego. ''Huele a guerra'', pensó, tocando instintivamente el puñal de piedra atravesado en su ceñidor de la lana tejida. Un sonido inesperado lo hizo agacharse y quedar inmóvil, temblando. Tener miedo no era extraño, en sus sueños abundaba el miedo. Esperó, tapado por las ramas de un arbusto y la noche sin estrellas. Muy lejos, probablemente del otro lado del gran lago, debían estar ardiendo fuegos de vivac; un resplandor rojizo teñía esa parte del cielo. El sonido no se repitió. Había sido como una rama quebrada. Tal vez un animal que escapaba como él del olor de la guerra. Se enderezó despacio, venteando. No se oía nada, pero el miedo seguía allí como el olor, ese incienso dulzón de la guerra florida. Había que seguir, llegar al corazón de la selva evitando las ciénagas. A tientas, agachándose a cada instante para tocar el suelo más duro de la calzada, dio algunos pasos. Hubiera querido echar a correr, pero los tembladerales palpitaban a su lado. En el sendero en tinieblas, buscó el rumbo. Entonces sintió una bocanada horrible del olor que más temía, y saltó desesperado hacia adelante. -Se va a caer de la cama - dijo el enfermo del lado-. No brinque tanto, amigazo. Abrió los ojos y era de tarde, con el sol ya bajo en los ventanales de la larga sala. Mientras trataba de sonreír a su vecino, se despegó casi físicamente de la última visión de la pesadilla. El brazo, enyesado, colgaba de un aparato con pesas y poleas. Sintió sed, como si hubiera estado corriendo kilómetros, pero no querían darle mucha agua, apenas para mojarse los labios y hacer un buche. La fiebre lo iba ganando despacio y hubiera podido dormirse otra vez, pero saboreaba el placer de quedarse despierto, entornados los ojos, escuchando el diálogo de los otros enfermos, respondiendo de cuando en cuando a alguna pregunta. Vio llegar un carrito blanco que pusieron al lado de su cama, una enfermera rubia le frotó con alcohol la cara anterior del muslo, y le clavó una gruesa aguja conectada con un tubo que subía hasta un frasco lleno de líquido opalino. Un médico joven vino con un aparato de metal y cuero

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que le ajustó al brazo sano para verificar alguna cosa. Caía la noche, y la fiebre lo iba arrastrando blandamente a un estado donde las cosas tenían un relieve como de gemelos de teatro, eran reales y dulces y a la vez ligeramente repugnantes, como estar viendo una película aburrida y pensar que, sin embargo, en la calle es peor, y quedarse. Vino una taza de maravilloso caldo de oro oliendo a puerro, a apio, a perejil. Un trocito de pan, más precioso que todo un banquete, se fue desmigajando poco a poco. El brazo no le dolía nada y solamente en la ceja, donde lo habían suturado, chirriaba a veces una punzada caliente y rápida. Cuando los ventanales de enfrente viraron a manchas de un azul oscuro, pensó que no le iba a ser difícil dormirse. Un poco incómodo, de espaldas, pero al pasarse la lengua por los labios resecos y calientes sintió el sabor del caldo, y suspiró de felicidad, abandonándose. Primero fue una confusión, un atraer hacia sí todas las sensaciones por un instante embotadas o confundidas. Comprendía que estaba corriendo en plena oscuridad, aunque arriba del cielo cruzado de copas de árboles era menos negro que el resto. ''La calzada'', pensó. ''Me salí de la calzada.'' Sus pies se hundían en un colchón de hojas y barro, y ya no podía dar un paso sin que las ramas de los arbustos le azotaran el torso y las piernas. Jadeante, sabiéndose acorralado a pesar de la oscuridad y el silencio, se agachó para escuchar. Tal vez la calzada estaba cerca, con la primera luz del día iba a verla otra vez. Nada podía ayudarlo a encontrarla. La mano, que sin saberlo él aferraba el mango del puñal, subió como un escorpión de los pantanos hasta su cuello, donde colgaba el amuleto protector. Moviendo apenas los labios musitó una plegaria del maíz que trae las lunas felices, y la súplica a la Muy Alta, a la dispensadora de los bienes motecas. Pero sentía al mismo tiempo que los tobillos se le estaban hundiendo despacio en el barro, y la espera en la oscuridad del chaparral desconocido se le hacía insoportable. La guerra florida había empezado con la luna y llevaba ya tres días y tres noches. Si conseguía refugiarse en lo profundo de la selva, abandonando la calzada más allá de la región de las ciénagas, quizá los guerreros no le siguieran el rastro. Pensó en los muchos prisioneros que ya habrían hecho. Pero la cantidad no contaba, sino el tiempo sagrado. La caza continuaría hasta que los sacerdotes dieran la señal del regreso. Todo tenía su número y su fin, y él estaba dentro del tiempo sagrado, del otro lado de los cazadores. Oyó los gritos y se enderezó de un salto, puñal en mano. Como si el cielo se incendiara en el horizonte, vio antorchas moviéndose entre las ramas, muy cerca. El olor a guerra era insoportable, y cuando el primer enemigo le saltó al cuello casi sintió placer en hundirle la hoja de piedra en pleno pecho. Ya lo rodeaban las luces, los gritos alegres. Alcanzó a cortar el aire una o dos veces, y entonces una soga lo atrapó desde atrás. -Es la fiebre-dijo el de la cama de al lado-. A mí me pasaba igual cuando me operé del duodeno. Tome agua y va a ver que duerme bien. Al lado de la noche de donde volvía la penumbra tibia de la sala le pareció deliciosa. Una lámpara violeta velaba en lo alto de la pared del fondo, como un ojo protector. Se oía toser, respirar fuerte, a veces un diálogo en voz baja. Todo era grato y seguro, sin ese acoso, sin... Pero no quería seguir pensando en la pesadilla. Había tantas cosas en qué entretenerse. Se puso a mirar el yeso del brazo, las poleas que tan cómodamente se lo sostenían en el aire. Le habían puesto una botella de agua mineral en la mesa de noche. Bebió del gollete, golosamente. Distinguía ahora las formas de la sala, las treinta camas, los armarios con vitrinas. Ya no debía tener tanta fiebre, sentía fresca la cara. La ceja le dolía apenas, como un recuerdo. Se vio otra vez saliendo del hotel, sacando la moto. ¿Quién hubiera pensado que la cosa iba a acabar así? Trataba de fijar el momento del accidente, y le dio rabia advertir que había ahí como un hueco, un vacío que no alcanzaba a rellenar. Entre el choque y el momento en que lo habían levantado del suelo, un desmayo o lo que fuera no le dejaba ver nada. Y al mismo tiempo tenía la sensación de que ese hueco, esa nada, había durado una eternidad. No, ni siquiera tiempo, más bien como si en ese hueco él hubiera pasado a través de algo o recorrido distancias inmensas. El choque, el golpe brutal contr el pavimento. De todas maneras al salir del pozo negro había sentido casi un alivio mientras los hombres lo alzaban de suelo. Con el dolor del brazo roto, la sangre de la ceja partida, la contusión en la rodilla; con todo eso, un alivio al volver al día y sentirse sostenido y auxiliado. Y era raro. Le preguntaría alguna vez al médico de la oficina. Ahora volvía a ganarlo el sueño, a tirarlo

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despacio hacia bajo. La almohada era tan blanda, y en su garganta afiebrada la frescura del agua mineral. Quizás pudiera descansar de veras, sin las malditas pesadillas. La luz violeta de la lámpara en lo alto se iba apagando poco a poco. Como dormía de espaldas, no lo sorprendió la posición en que volvía a reconocerse, pero en cambio el olor a humedad, a piedra rezumante de filtraciones, le cerró la garganta y lo obligó a comprender. Inútil abrir los ojos y mirar en todas direcciones; lo envolvía una oscuridad absoluta. Quiso enderezarse y sintió las sogas en las muñecas y los tobillos. Estaba estaqueado en el suelo, en un piso de lajas helado y húmedo. El frío le ganaba la espalda desnuda, las piernas. Con el mentón buscó torpemente el contacto con su amuleto, y supo que se lo habían arrancado. Ahora estaba perdido, ninguna plegaria podía salvarlo del final. Lejanamente, como filtrándose entre las piedras del calabozo, oyó los atabales de la fiesta. Lo habían traído al teocalli, estaba en las mazmorras del templo a la espera de su turno. Oyó gritar, un grito ronco que rebotaba en las paredes. Otro grito acabando en un quejido. Era él que gritaba en las tinieblas, gritaba porque estaba vivo, todo su cuerpo se defendía con el grito de lo que iba a venir, del final inevitable. Pensó en sus compañeros que llenarían otras mazmorras, y en los que ascendían ya los peldaños del sacrificio. Gritó de nuevo sofocadamente, casi no podía abrir la boca, tenía las mandíbulas agarrotadas y a la vez como si fueran de goma y se abrieran lentamente, con un esfuerzo interminable. El chirriar de los cerrojos lo sacudió como un látigo. Convulso, retorciéndose, luchó por zafarse de las cuerdas que se le hundían en la carne. Su brazo derecho, el más fuerte, tiraba hasta que el dolor se hizo intolerable y tuvo que ceder. Vio abrirse la doble puerta, y el olor de las antorchas le llegó antes que la luz. Apenas ceñidos con el taparrabos de la ceremonia, los acólitos de los sacerdotes se le acercaron mirándolo con desprecio. Las luces se reflejaban en los torsos sudados, en el pelo negro lleno de plumas. Cedieron las sogas, y en su lugar lo aferraron manos calientes, duras como bronce; se sintió alzado, siempre boca arriba, tironeado por los cuatro acólitos que lo llevaban por el pasadizo. Los portadores de antorchas iban adelante, alumbrando vagamente el corredor de paredes mojadas y techo tan bajo que los acólitos debían agachar la cabeza. Ahora lo llevaban, lo llevaban, era el final. Boca arriba, a un metro del techo de roca viva que por momentos se iluminaba con un reflejo de antorcha. Cuando en vez del techo nacieran las estrellas y se alzara frente a él la escalinata incendiada de gritos y danzas, sería el fin. El pasadizo no acababa nunca, pero ya iba a acabar, de repente olería el aire libre lleno de estrellas, pero todavía no, andaban llevándolo sin fin en la penumbra roja, tironeándolo brutalmente y él no quería, pero cómo impedirlo si le habían arrancado el amuleto que era su verdadero corazón, el centro de la vida. Salió de un brinco a la noche del hospital, al alto cielo raso dulce, a la sombra blanda que lo rodeaba. Pensó que debía haber gritado, pero sus vecinos dormían callados. En la mesa de noche, la botella de agua tenía algo de burbuja, de imagen translúcida contra la sombra azulada de los ventanales. Jadeó, buscando el alivio de los pulmones, el olvido de esas imágenes que seguían pegadas a sus párpados. Cada vez que cerraba los ojos las veía formarse instantáneamente y se enderezaba aterrado pero gozando a la vez del saber que ahora estaba despierto, que la vigilia lo protegía, que pronto iba a amanecer, con el buen sueño profundo que se tiene a esa hora, sin imágenes, sin nada... Le costaba mantener los ojos abiertos, la modorra era más fuerte que él. Hizo un último esfuerzo, con la mano sana esbozó un gesto hacia la botella de agua; no llegó a tomarla, sus dedos se cerraron en un vació otra vez negro, y el pasadizo seguía interminable, roca tras roca, con súbitas fulguraciones rojizas, y él boca arriba gimió apagadamente por que el techo iba a acabarse, subía abriéndose como una boca de sombra, y los acólitos se enderezaban y de la altura una luna menguante le cayó en la cara donde los ojos no querían verla, desesperadamente se cerraban y abrían buscando pasar al otro lado, descubrir de nuevo el cielo raso protector de la sala. Y cada vez que se abrían era la noche y la luna mientras lo subían por la escalinata, ahora con la cabeza colgando hacia abajo, y en lo alto estaban las hogueras, las rojas columnas de humo perfumado, y de golpe vio la piedra roja, brillante de sangre que chorreaba, y el vaivén de los pies del sacrificado que arrastraban para tirarlo rodando por las escalinatas del norte. Con una última esperanza apretó los párpados, gimiendo por despertar. Durante un segundo creyó que lo lograría, porque otra vez estaba inmóvil en la cama, a salvo del balanceo cabeza abajo. Pero olía a muerte, y cuando abrió los ojos vio la figura ensangrentada del sacrificador que venía hacia él con el cuchillo de piedra en la mano. Alcanzó a cerrar otra vez los párpados aunque ahora sabía que no iba a despertarse, que estaba despierto, que el sueño maravilloso había sido el otro, absurdo como todos los

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sueños; un sueño en el que había andado por extrañas avenidas de una ciudad, asombrosa, con luces verdes y rojas que ardían sin llama ni humo, con un enorme insecto de metal que zumbaba bajo sus piernas. En la mentira infinita de ese sueño también lo habían alzado del suelo, también alguien se le había acercado con un cuchillo en la mano, a él tendido boca arriba, a él boca arriba con los ojos cerrados entre las hogueras.

1.- ¿Qué tipo de narrador tiene el texto? En seguida nos podemos dar cuenta y es muy importante como herramienta narrativa en este caso.

2.- ¿En qué espacio transcurren los primeros hechos que se narran?

3.- ¿Qué le sucede al motociclista?

4.- ¿A dónde lo llevan en un primer momento?

5.- Observa esta frase “Opiniones, recuerdos, despacio, éntrenlo de espaldas, así va bien, y alguien con guardapolvo dándole a beber un trago que lo alivió…” Si bien las palabras aparecen en boca del narrador, no todas le pertenecen, en algunos momentos reproduce cosas dichas por personajes. Esto forma parte del estilo narrativo

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de Cortázar y hay que estar advertidos si no queremos perdernos. ¿Qué parte de la frase son palabras propias del narrador y qué parte pertenece a voces de personajes?

6.- ¿Qué sueña el personaje? ¿Qué elementos del marco narrativo cambian? (El marco narrativo de todo relato incluye época, lugar y personajes).

7.- De los dos bandos en guerra ¿a cuál pertenece él?

8.- ¿En qué situación se halla? (está ganando/perdiendo). Da una respuesta lo más detallada posible.

9.- Hay un elemento que aparece mencionado y corresponde a ambos espacios contrapuestos. ¿Cuál es ese elemento? ¿Por qué su presencia es relevante en ambos espacios?

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10.- ¿De qué manera nos sugiere el relato que el personaje vuelve a “dormirse”?

11.- ¿Cómo logra “zafar del peligro” en el momento en que lo atrapan?

12.- El personaje ha despertado nuevamente en el hospital. En un momento recuerda el accidente y reflexiona sobre el tiempo y el espacio. Explica por qué sucede este hecho.

13.- El personaje despierta una vez más. ¿Cuál es su último gesto antes de volver a “desvanecerse”?

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14.- ¿Dónde vuelve a encontrarse nuevamente?

15.- ¿Qué intenta para escapar de esa situación? ¿Lo logra? ¿Por qué?

II.

Lea atentamente los siguientes textos y responda las preguntas a continuación

Texto 1 “Señor Director: 1.

Cuando advertimos que personas razonablemente sensatas difieren tan radical y apasionadamente en algo importante, podemos fácilmente sospechar que la diferencia puede ser más de vocabulario que de contenido real.

2.

Nos parece que esta es la situación en el caso del lucro en la educación. Porque hay lucros legítimos y lucros abusivos. Quienes se oponen al lucro en la

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educación llaman lucro al lucro abusivo. Quienes lo aceptan llaman lucro al lucro legítimo. 3.

Según el diccionario, lucro es la ganancia o provecho que se saca de una cosa. En este sentido general, nada tiene el lucro por sí mismo de objetable. Más aún, el lucro es inevitable en cualquiera actividad. Los padres lucramos para mantenernos, mantener a nuestras familias y educar a nuestros hijos. Los profesores lucran de la educación para hacer lo mismo con los suyos. La Presidenta, sus ministros y los parlamentarios lucran del servicio público. Nadie puede vivir sin lucrar, a menos que haya heredado lo que lucraron sus padres, gaste lo que lucró en el pasado o viva de la limosna. Los mismos alumnos lucran cada vez que pueden y van a tener que lucrar más adelante cuando tengan que valerse por sí mismos.

4.

¿Cuál es entonces la diferencia entre el lucro legítimo y el lucro abusivo?

5.

El lucro legítimo es aquel que se logra a cambio de un valor al menos equivalente para la contraparte. El lucro abusivo es aquel que se logra sin cumplir esta condición o más bien abusando de la contraparte. En esta perspectiva, los sostenedores pueden abusar, pero el Estado también puede abusar, porque el Estado lucra a través de los impuestos.

6.

Para esclarecer quién obtiene un lucro abusivo con la educación, sería interesante comparar el costo que tiene el Estado para educar a un alumno del Instituto Nacional con el que tienen los padres de un colegio particular pagado de resultados equivalentes. Si el costo para el Estado es superior, el lucro abusivo lo está haciendo el Estado, no el colegio particular.

7.

Este mismo estudio puede hacerse para cualquier colegio particular subvencionado, comparando el costo para los padres más la subvención con el costo para el Estado de un colegio público de resultados equivalentes. Una investigación acuciosa sobre estas comparaciones sería esclarecedora”.

1.

SENSATAS 2. LEGÍTIMOS 3. OBJETABLE A) cultas A) legales A) malo B) cuerdas reglamentarios C) inteligentes C) criticable

B) B) injusto C) oficiales

D) preparadas D) abusivo

D) verdaderos

E) agudas E) extraño

E) justos

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4.

6.

ESCLARECER

5.

ACUCIOSA

A) aclarar

A) sagaz

B) entender

B) detallada

C) ilustrar

C) interesante

D) ejemplificar

D) provechosa

E) determinar

E) habilidosa

El propósito del autor de la carta es

A) manifestar su desacuerdo con que se discuta sobre la educación. B) señalar que quienes polemizan sobre educación no tienen ideas claras. C) definir dos conceptos: el lucro legítimo y el lucro abusivo. D) demostrar que sin educación no puede existir lucro legítimo. E) proponer un sistema para determinar qué tipo de lucro se da en determinados establecimientos.

7.

De acuerdo al emisor, la discusión sobre la educación se debe a

A) los malos resultados de los alumnos en el sistema educativo nacional. B) la manera en que entienden la palabra “lucro” quienes polemizan. C) los precios excesivos que cobran los colegios particulares pagados. D) la falta de regulación de precios por parte del Estado. E) la concepción de la educación como un negocio lucrativo.

8.

Para poder aplicar la metodología propuesta por el autor de la carta, se requiere I. II.

saber cuánto cobra cada liceo o colegio.

tener un ranking de establecimientos educacionales basado en una prueba común. III.

conocer en detalle la calidad de los profesores de cada establecimiento.

A) Solo I B) Solo II C) Solo III D) Solo I y II E) I, II y III

9.

La relación entre el párrafo 1 y el 2 consiste en que en el párrafo 1

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A) se presenta una situación general; en el 2, un caso particular de esta situación general. B) se señala que existe una polémica; en el 2 se explican las causas. C) se indica un motivo de desacuerdo; en el 2 se señala que tal desacuerdo no existe en la realidad. D) se afirma que el vocabulario produce desacuerdos; en el 2 se señala un ejemplo concreto. E) se sostiene que la gente sensata discute apasionadamente; en el 2 se señala que las diferencias son sólo lexicales.

10.

Se puede afirmar que existe lucro legítimo cuando

A) los resultados obtenidos por los alumnos son excelentes. B) el apoderado siente que el precio que paga por la educación de sus hijos es justo. C) existe un equilibrio entre lo que se paga y los servicios que se obtienen. D) el valor de un colegio público es igual al de un colegio particular. E) el precio de la educación es similar a lo que paga en impuestos el apoderado.

Texto 2 1. “En los últimos años hemos visto una pequeña avalancha de películas de artes marciales que se venden muy bien en el circuito de cine arte, entre ellas El tigre y el dragón, Héroe o La casa de las dagas voladoras, pero lo que a aquellas películas les falta a Kung fu Panda le sobra: beber de los clásicos para transformarse en uno nuevo. Es cierto, esas películas son visualmente impresionantes y dramáticamente profundas, pero la nueva cinta de los estudios Dreamworks, es irresponsablemente divertida y estéticamente encantadora. 2. La historia es muy simple y tan clásica como cualquier cinta de artes marciales: un personaje común y corriente es el elegido para salvar a su pueblo, sólo que aquí las cosas se van al extremo y Po, el protagonista, no es otro que un enorme y torpe oso panda que ama las patadas voladoras tanto como la comida. No hay sorpresa alguna en el desarrollo de la historia, en cuanto nos sentamos en el cine sabemos el camino que nuestro personaje recorrerá. Pasará de ser un oso debilucho a un maestro, se enfrentará a sus miedos, aprenderá una importante lección y le demostrará al resto que está hecho de algo más que grasa y pelos. Pero lo importante en Kung fu Panda no es su estructura, la que está pensada exclusivamente en los niños, sino en la irreverencia con la que se enfrenta a la seriedad del género y ahí, sí hay material para los adultos que pasaron sus tardes mirando ciertas cintas ancestrales como las de la saga shaolín. 3. En la cinta están todos los clichés: el maestro serio con un pasado tortuoso, el padre que impide que su hijo siga sus sueños, los compañeros envidiosos, el sabio con frases para el bronce y la moraleja de Soprole “lo podemos lograr”. Entonces, por qué funciona tan bien. Porque subvierte esas reglas, no con humor ramplón, sino con la ingenuidad del que quiere homenajear pero divertirse en el intento.

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4. Los estudios Dreamworks venían haciendo algunos remedos de películas animadas para niños que le guiñaran el ojo a los adultos como El espanta tiburones o Magadascar, pero sin rozar la vara que dejara Pixar. Kung fu Panda es un salto cualitativo hacia la buena dirección: relatos simples, personajes con encanto y pericia visual pensada en la historia y no en el lucimiento personal de los técnicos de animación. A diferencia de las películas anteriores, aquí hay un cuidado equilibrio entre el guión y la estética. Los personajes se mueven con realismo, los decorados son ensoñaciones de la China ancestral y las peleas están coreografiadas siguiendo al pie de la letra el género marcial, pero hay también genialidad en los diálogos y un humor tan sutil como corrosivo. 5. Puede que Kung fu Panda no sea la mejor cinta animada, en las salas del lado está Wall–E como para hacer contrapeso, pero el encanto de sus personajes y la sencillez de su historia bien sirven para volver a decir que Dreamworks no ha estado perdiendo el tiempo”. Lídice Varas, “En peligro de extinción”, diario La Nación 11.

14.

ENCANTADORA

12.

ANCESTRALES

13.

CLICHÉS

A) fascinante

A) inéditas

A) prototipos

B) entretenida

B) recónditas

B) efectos

C) insuperable

C) exitosas

C) argumentos

D) armónica

D) antiguas

D) personajes

E) simpática

E) excéntricas

E) estereotipos

SUBVIERTE acata B) altera C) reemplaza ignora critica

15. RAMPLÓN A) A) grosero B) rebuscado C) irónico D) D) simple E) E) pícaro

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16.

De acuerdo al párrafo 2, se puede afirmar que Kung fu Panda

A) no se diferencia de las películas tradicionales de artes marciales. B) tiene como protagonista un oso tonto pero esforzado. C) fue creada pensando tanto en los niños como en los adultos. D) tiene un final que sorprende a los espectadores. E) presenta un argumento que rompe con la tradición de este tipo de películas.

17.

Lo que más diferencia a la película Kung fu Panda de otras como El tigre y el dragón, Héroe o La casa de las dagas voladoras es

A) haberse inspirado en otros filmes clásicos del género. B) ser considerada como cine arte por su calidad estética. C) la falta de profundidad dramática y la escasez de efectos visuales. D) presentar como protagonista a un personaje fantástico: un oso panda humanizado. E) haber sido producida después de una avalancha de filmes de artes marciales.

18.

Dentro de los elogios que la autora del texto hace de Kung fu Panda NO se puede citar

A) el lucimiento personal de los técnicos de animación. B) el equilibrio entre el guión y la estética. C) la calidad de los diálogos. D) su humor fino y cáustico. E) el encanto de sus personajes.

19.

De acuerdo al texto, se puede afirmar que Dreamworks

A) nunca logró superar la calidad de Pixar. B) se dedica a producir filmes que son exclusivamente para niños. C) es una compañía que ha logrado evolucionar positivamente. D) es la mayor productora de películas del género de las artes marciales. E) es la principal competidora de Wall-E.

20.

Sobre los personajes de Kung fu Panda se puede afirmar que

A) conservan el nombre de personajes clásicos del cine de las artes marciales. B) corresponden a tipos comunes de las películas del género. C) son torpes, grandes y aficionados a las artes marciales.

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D) tienen un gran sentido del humor. E) se ven enfrentados a sus temores íntimos.

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