Las guerras de los últimos días Antecedentes históricos El profeta José Smith escribió: “La aparición de dificultades entre las naciones se ha hecho más visible en este tiempo que anteriormente, desde que la Iglesia comenzó a salir de la época de oscuridad. Los destrozos causados por el cólera eran tremendos en casi todas las grandes ciudades del globo. La plaga se inició en India, en tanto que los Estados Unidos, con toda su pompa y grandeza, estaban bajo la amenaza de una disolución inmediata. Los habitantes de Carolina del Sur, en una convención (en noviembre), establecieron ordenanzas declarando a su estado una nación libre e independiente, y designaron el jueves 31 de enero de 1833 como día de penitencia y oración, para implorar a Dios Todopoderoso que otorgara sus bendiciones y restaurara la libertad y felicidad en sus fronteras”. Carolina del Sur tenía la intención, después del día de oración y penitencia, de cortar ataduras con los Estados Unidos el 10 de febrero. Sin embargo, “el presidente Jackson emitió una proclama contra esta rebelión, convocó una fuerza suficiente para detenerla, e imploró las bendiciones de Dios para ayudar a la nación a apartarse de los horrores de la gran crisis que se avecinaba. “El día de Navidad [de 1832]”, registró el profeta José Smith, “recibí la siguiente revelación y profecía respecto a la guerra”, citando a continuación la sección 87 de Doctrina y Convenios. (History of the Church, 1:301.) Parecía que existía la posibilidad de que estallara un conflicto en medio de la turbulencia política que había a principios de 1830, tal como lo hizo notar el presidente Joseph Fielding Smith: “Los detractores han dicho que no fue nada notable que en 1832 José Smith predijera el comienzo de la Guerra Civil, y que hubo otros que no proclamaban estar inspirados por una visión profética y habían predicho lo mismo. Se dice que en 1831, Daniel Webster y William Lloyd Garrison predijeron la disolución de la Unión de los estados. Es bien sabido que los senadores y congresales del Sur habían declarado que su región tenía el derecho de retirarse de la Unión dado que era una confederación, y en 1832 ya se podían ver nubes de guerra en el horizonte. En razón de esto fue que el Señor dio esa revelación a José Smith, declarando que las guerras se verificarían pronto y comenzarían con la rebelión de Carolina del Sur, lo cual finalmente desembocaría en conflictos en todas las naciones y en la muerte y miseria de muchas almas. En 1832, o quizás ya en 1831, tal vez fuera cosa fácil predecir que habría una división entre los estados del Norte y los del Sur, pues había indicaciones de que la guerra estaba por iniciarse, y el estado de Carolina del Sur había demostrado un espíritu de rebelión. Sin embargo, no podía depender del conocimiento del hombre predecir con los detalles que el Señor le reveló a José Smith lo que pronto sucedería como resultado de la Guerra Civil y el inicio de la guerra sobre todas las naciones.” (Church History and Modern Revelation, 1:358-359.) Once años más tarde, cuando ya los asuntos de anulación y secesión aparentemente se habían olvidado, el Profeta volvió a declarar: “Profetizo, en el nombre del Señor Dios, que el inicio de las dificultades que causarán mucho derramamiento de sangre antes de la venida del Hijo del Hombre tendrán lugar en Carolina del Sur; probablemente surja por el problema de los esclavos. Esto me lo declaró una voz el 25 de diciembre de 1832, mientras oraba con ahínco en cuanto a dicho tema” (History of the Church, 5:324). D. y C. 87:1. ¿Por qué es tan notable que José Smith predijera que la guerra civil se iniciaría en Carolina del Sur? Smith y Sjodahl explicaron por qué, aparentemente, parecía poco probable en 1832 que Carolina del Sur fuera el estado que iniciara la guerra: “En aquel momento [1832], había mucha inquietud en los Estados Unidos. El asunto de los aranceles era un punto de mucha controversia. Antes de aceptar la Constitución Federal, el estado de Nueva York se rodeó de aranceles proteccionistas, y otros estados del Norte fueron aceptando gradualmente esta norma. Los estados del Sur, por otra parte, consideraban que el libre intercambio era lo que mejor servía sus intereses, dado que sus productos se limitaban a unas pocas materias primas que exportaban, viéndose obligados a importar prácticamente todos los artículos que necesitaban. En 1824, el Congreso había aprobado un proyecto de ley arancelario; pocos años después se adoptó una medida más estricta contra Gran Bretaña, en represalia por los esfuerzos que hacía esa nación por excluir a los Estados Unidos del intercambio comercial en la zona de las Indias Occidentales Británicas. Esa decisión fue enfrentada por una firme oposición en el Sur, especialmente en Carolina del Sur. En 1832, una convención de ciudadanos en ese estado declaró que los decretos arancelarios de 1828 y 1832 no tenían vigencia en su territorio y resolvió que a partir del 1° de febrero
de 1833 se considerarían abolidos dichos decretos a menos que antes de esa fecha el Congreso eliminara la dificultad. Muchos ciudadanos del Norte estaban en favor de poner en vigencia las leyes de la Unión mediante la fuerza de las armas en ese momento, y se presentó al Congreso un proyecto de ley invistiendo al presidente con la facultad de emplear la fuerza. Durante esa época de agitación política fue que el profeta José Smith oró al Señor en cuanto a las condiciones de la nación y recibió esta revelación (véase D. y C. 130:12, 13). “Aunque estas diferencias entre el Norte y el Sur eran lo que parecía dividir a la nación, lo que llegó a ser crucial para llevar al pueblo a la Guerra Civil fue el tema de la esclavitud, la querella respecto a la expansión sobre nuevo territorio y la creación de nuevos estados, así como si se debía permitir o no la esclavitud en los territorios nuevos. “Carolina del Sur tomó la iniciativa, a pesar de que desde un punto de vista meramente humano esto parecía absurdo. La probabilidad era que los estados del Norte, conscientes de su fuerza numérica y económica, fueran los primeros en arrojar el guante. Ante el Congreso se había presentado un proyecto de ley autorizando al presidente Andrew Jackson a usar la fuerza en defensa de la Unión. Pero, aun así, no fue el Norte el que inició la guerra, sino que Carolina del Sur dio el primer paso retirando del Senado a sus representantes el 10 de noviembre de 1860; este paso dio lugar a una ordenanza de secesión, aprobada por la Legislatura del Estado el 17 de noviembre del mismo año. Y el 12 de abril de 1861, por orden del general Beauregard, se disparó el primer tiro contra el fuerte Sumter, iniciando así la guerra Carolina del Sur, tal como lo había predicho el Profeta.” (Commentary, págs. 533-535.) D. y C. 87:1. “[De] las guerras que pronto se realizarán...finalmente resultarán la muerte y miseria de muchas almas” La guerra que comenzó con la rebelión de Carolina del Sur marcó el comienzo de una época que se prolongará hasta que el Salvador regrese para establecer la paz. En la Guerra Civil estadounidense, “el valor personal y la enormidad de bajas —tanto en cifras absolutas como en porcentajes— no han dejado de asombrar a los estudiosos e historiadores militares. Basándose en el período promedio de enrolamiento de tres años, ingresaron a los ejércitos federales 1.556.000 soldados, de los cuales hubo 634.703 bajas (359.528 muertos y 275.175 heridos). Probablemente, hubiera unos 800.000 hombres alistados en las fuerzas confederadas, las cuales sufrieron 483.000 bajas (unos 258.000 muertos y 225.000 heridos). “El costo en dinero fue, naturalmente, inmenso para ambas partes. Los dos gobiernos, después de enormes esfuerzos por financiar la guerra mediante impuestos siempre mayores y haciendo arreglos para obtener préstamos, se vieron obligados a recurrir a la imprenta para hacer papel moneda sin respaldo fiduciario. Aunque se desconocen las cifras separadas de los gastos, la guerra finalmente le costó a los Estados Unidos más de quince mil millones de dólares. En total, aunque se preservó y se restauró la Unión, el costo en sufrimiento moral y físico es incalculable y algunas heridas espirituales producidas por el holocausto todavía no han cicatrizado.” (Warren W. Hasler, hijo, en New Encyclopedia Britannica (19781, véase bajo “Civil War, U. 5.”) D. y C. 87:2. ¿Se derramó la guerra sobre todas las naciones? En 1958, el élder Joseph L. Wirthlin explicó la forma en la que se verificó esta profecía: “El profeta José nos dio esta maravillosa revelación en 1832. La Guerra Civil se produjo en 1861; la guerra entre Dinamarca y Rusia en 1864; entre Italia y Austria en 1865 y 1866; ante Austria y Prusia en 1866; entre Rusia y Turquía en 1877; entre China y Japón en 1894 y 1895; entre España y los Estados Unidos en 1898; entre Japón y Rusia en 1904—1905; la Primera Guerra Mundial fue desde 1914 a 1918; la que siguió fue una guerra comparativamente menor, entre Etiopía e Italia, cuando Etiopía fue dominada por Italia... Después la Segunda Guerra Mundial, que ocurrió hace pocos años, y, naturalmente, la guerra en Corea.” [A partir de 1958 hubo muchas otras guerras: la de Vietnam en Asia; la que hubo en Angola; la guerra de Seis Días y la de Yom Kippur entre Israel y los países árabes; la guerra civil en Irlanda; y luchas terroristas en todas partes del mundo.] “Estas naciones, Rusia, China, Corea, Siria, Israel, Egipto, Arabia, Líbano, todas están ahora en cierto estado de guerra. No sé cuáles serán los resultados. Naturalmente, según las revelaciones, sabemos que algún día habrá una gran guerra en cierto lugar, siendo ese lugar posiblemente en los alrededores de los países que he mencionado, probablemente en Israel.” (En Conference Report, octubre de 1958, pág. 33.) En una conferencia que dio en 1942, el presidente Joseph Fielding Smith explicó por qué dice que la Guerra Civil en los Estados Unidos fue el comienzo de la guerra que acarreará el fin del mundo:
“Oímos mucho y leemos en la prensa en cuanto a esta gran Segunda Guerra Mundial. Me parece que en un discurso anterior ya dije que yo no la llamo segunda guerra mundial; ésta es la primera guerra mundial, porque es sólo parte, o sea, una continuación de la primera que tuvo lugar entre 1914 y 1918; y ni siquiera aquélla fue la primera. Me han preguntado varias veces si yo creo que esta guerra es la última antes de la venida de Cristo, y he dicho que sí; pero con eso no quiero decir que no haya nuevas agresiones y otros armisticios en los que se abandonarán las armas por algún tiempo sólo con el fin de aprontarse para volver a tomarlas, aunque espero que no suceda así. Creo que la gran guerra comenzó en abril de 1861; de cualquier modo, ése fue el principio del fin. “Basado en lo que el Señor dice, de acuerdo con esta sección 87 de Doctrina y Convenios. yo afirmo que el inicio del fin fue la rebelión del estado de Carolina del Sur; mejor dicho, es el Señor quien lo afirma, puesto que dice que en ese lugar comenzarían a ocurrir esos sucesos.” (Signs of the Times, págs. 138, 140-141, 149.) D. y C. 87:3. Los estados del Sur recurrirían a Gran Bretaña Explicando la forma en que se cumplió esta profecía, el élder James E. Talmage dijo: “Aun cuando no se efectué ninguna alianza manifiesta entre los estados del Sur y el gobierno inglés, la influencia británica dio ayuda indirecta al Sur y le infundió importante estímulo, a tal grado que dio lugar a serias complicaciones internacionales. Para ayudar a los estados del Sur, se construían y se equipaban buques en los puertos británicos; y como resultado de esta violación de las leyes de neutralidad, la Gran Bretaña tuvo que pagar quince millones y medio de dólares, suma que fue cedida a los Estados Unidos en el arbitraje de Ginebra. La Confederación de los Estados del Sur nombró ministros para la Gran Bretaña y Francia, a quienes los oficiales de los Estados Unidos tomaron por la fuerza de un buque inglés en el cual se habían embarcado. Este acto, que el gobierno de los Estados Unidos tuvo que reconocer como hostil, amenazó por un tiempo precipitar la guerra entre esta nación y la Gran Bretaña” (Los Artículos de Fe, págs. 28-29). D. y C. 87:3. ¿Quiénes acudirían a pedir ayuda a otras naciones? En la frase “y éstas también llamarán a otras”, no está claro a qué naciones se refiere el “éstas”. Sidney B. Sperry explicó el problema, diciendo lo siguiente: “En este versículo hay otra predicción, aunque algunos lectores no la vean a causa de la forma en que está expresada. Hemos visto que ‘los estados del Sur llamarán a otras naciones, aun [según yo lo interpreto esto quiere decir “incluyendo a”] el país de la Gran Bretaña, como es llamado’. Inmediatamente después de esas palabras leemos: ‘y éstas también llamarán a otras para defenderse de otras naciones’. ¿Cuál es el antecedente de éstas? No se puede referir a los estados sureños, porque la Confederación estaba luchando sólo contra los estados del Norte y no defendiéndose de ‘otras naciones’. Además, el versículo ya establecía el punto de que los estados del Sur pedirían ayuda a otras naciones. A mi entender, el antecedente de éstas es Gran Bretaña; y los otros países a los que la Confederación acudiría pidiendo ayuda son Francia, Holanda y Bélgica. El significado claro de las últimas palabras de lo citado anteriormente (‘y éstas también’, etc.) es que así como los estados del Sur acudirían a otros, en la misma forma Gran Bretaña, Francia, Holanda y Bélgica en algún momento pedirían ayuda, en otros conflictos que se producirían en el futuro, a fin de poder defenderse. Muchos de nosotros hemos visto cumplirse la letra y el espíritu de esta profecía en las dos guerras mundiales por las que ha pasado el mundo; ‘y entonces’, sigue diciendo el Señor, ‘se derramará la guerra sobre todas las naciones’. Eso significa que cuando Gran Bretaña y las otras naciones mencionadas pidieran ayuda, la acción daría como resultado una guerra mundial. Esto ya ha ocurrido.” (Compendium, págs. 419-420.) El presidente Joseph Fielding Smith hizo notar que “luego de la Guerra Civil, las naciones, en su gran alarma por la importancia que se daba a desarrollar nuevos métodos y armas y por su temor a otros países, entraron en alianzas y acuerdos secretos a fin de protegerse. Cuando se inició la Guerra Mundial, estos pactos habían alcanzado proporciones nunca conocidas antes y continuaron durante la guerra hasta que casi todas las naciones de la tierra habían tomado partido y entrado en una alianza. Durante el período de la Guerra Mundial, entre 1914 y 1918, Gran Bretaña hizo su solicitud a las naciones para que salieran en defensa de la democracia. Todo el mundo escuchó ese llamado” (Church History and Modern Revelation, 1:361). D. y C. 87:5. ¿Quiénes constituyen “el resto de los que hayan quedado de la tierra”? Siempre que en las Escrituras se usa el término “resto” para referirse a un pueblo, éste se refiere a una parte de la casa de Israel. Como el Salvador hizo promesas definidas respecto al resto de los nefitas y lamanitas (véase 3 Nefi 20:10, 16; 21:2, 4), muchos suponen que este versículo se refiere a que los pueblos lamanitas algún día se levantarán “y hostigarán a los gentiles” (vers. 5).
El presidente Joseph Fielding Smith vio en la historia el cumplimiento parcial de la profecía que aparece en ese versículo, pero nos advirtió que ésta no se ha cumplido totalmente: “La historia del continente americano también nos aporta evidencia de que los lamanitas se han levantado con ira y han hostigado a los gentiles. Esta guerra quizás no haya terminado. Además del pueblo de los Estados Unidos... debemos recordar que hay millones del ‘resto’ en México y en América Central y del Sur. Al mismo tiempo de la Guerra Civil estadounidense, se levantó el pueblo mexicano en su país y obtuvo su libertad de la tiranía que Napoleón quiso imponerle, contraria a la predicción de Jacob en el Libro de Mormón que dice que no habría reyes entre los gentiles en esta tierra. La independencia de México y de algunas otras naciones del sur se logró por el levantamiento de ese ‘resto’ de Israel. Sin embargo, no pensemos que esa profecía se ha cumplido totalmente” (Church History and Modern Revelations, 1:363). En otros lugares, la palabra resto se emplea para referirse a todo Israel (véase 1 Nefi 13:33); en algunos pasajes se refiere a los judíos (véase Isaías 37:31-33) y en otros casos se refiere específicamente a los Santos de los Ultimos Días (véase D. y C. 5:2). De manera que es posible que el resto que se menciona en el versículo 5 de Doctrina y Convenios incluya a otra gente de la casa de Israel además de los lamanitas. D. y C. 87:6. ¿Serán destruidas todas las naciones? “No creo que haya que dar explicaciones para justificar las palabras de Dios que predicen calamidades pero que al mismo tiempo son absolutamente tranquilizadoras para los justos, ya se trate de una persona justa o de una nación justa. Tenemos que ser conscientes de su aterrador significado. Las naciones de la tierra tienen que rendir cuentas al Señor, y, en gran medida, su Espíritu se ha apartado de aquellas que desafían sus mandamientos; como resultado de esto, quedan mayormente libradas a su propio criterio y luchan entre sí buscando todos los medios a su alcance por los cuales puedan destruirse más cabalmente las unas a las otras. Ahora bien, el Señor no es el autor de estos males; las naciones acarrean sobre sí estas aflicciones y llegarán a la consumación, tal como el Señor lo ha decretado, lo que significará el fin de todas como nación si no obedecen la ley y los mandamientos del Señor su Dios.” (James E. Talmage, en Conference Report, oct. de 1923, pág. 54.) En los juicios que precedan al Milenio, todos los reinos de la tierra llegarán a su fin y el reino de Dios triunfará y se convertirá en el poder gobernante durante ese período de mil años de paz y justicia (véase Apocalipsis 11:15).