Por el camino del Oso Negro Se conoce muy poco acerca del oso negro en México. Esta interesante historia, habla de una población de osos poco usual en las Serranías del Burro, Coahuila, donde el oso negro ha hecho un sorprendente regreso. Cuando era joven, bajo una luna llena, mi abuelo duranguense me contaba historias de osos grizzly (Ursus horribilis) que había visto en la Sierra Madre a principios del siglo veinte, mientras trabajaba en la recién establecida línea férrea. Fue esa semilla, que permaneció plantada en mi corazón, la que me impulsó a perseguir mi sueño de estudiar osos en México. Para el oso grizzly, llegué a este mundo unos años tarde: su rastro ya había dejado esta parte del planeta... o eso dicen. Sin embargo, su primo el oso negro (Ursus americanus), aún engalana las colinas de México en poblaciones aisladas desde Sonora a Tamaulipas y al sur hasta Aguascalientes, Zacatecas y posiblemente Nayarit. Todavía deseo ver un oso grizzly mexicano en su tierra nativa, pero la esperanza de hallar cualquier población remanente es poca. Ahora, me enfoco al oso negro, con a esperanza de dirigirlo por un camino distinto, un camino que tiene un futuro. Un poco de Historia Históricamente, el oso negro habitaba en la mayor parte del norte y el centro de México, en un hábitat con variedad de alimentos y agua permanentes. Al contrario de nuestra percepción de que los osos habitan en bosques elevados de pinos, comúnmente persisten a menor elevación en bosques de roble y chaparral que pueden sostener grandes cantidades de osos. Se han documentado poblaciones en las regiones más bajas del Desierto Chihuahuense, aunque el número de osos que puede ser sostenido ahí es menor. El factor más limitante para los osos, es la baja tolerancia ante los humanos, lo que los ha empujado a los manchones silvestres más remotos y aislados de México. Siglos de sobrecacería y envenenamiento, llevaron a la desaparición del grizzly. El oso negro enfrentó una persecución similar, además de ser capturado y mantenido como mascota o usado en circos; para finales de la década de 1950, estaba en serios problemas en todo México, aunque algunas pequeñas poblaciones pudieron persistir en áreas remotas.
Fue a partir del año 1987 que el gobierno mexicano implementó acciones para protegerlo legalmente, prohibiendo por completo la cacería de osos. Debido a la protección de terratenientes particulares y a la cambiante actitud hacia los osos en los ultimo’s 30 años, algunas de estas poblaciones pudieron recuperarse y están ahora sirviendo de reservas reproductivas para areas circundantes. A la fecha, tengo conocimiento de poblaciones saludables de osos en el norte de Coahuila, el centro de Chihuahua, el norte de Nuevo León y el centro de Tamaulipas. También he recibido reportes de osos negros en Aguascalientes, lo que no estaba documentado en literatura histórica; es probable que otras poblaciones saludables existan en México, incluyendo los estados de Sonora y Durango.
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Son excelentes nadadores, habilidad que aprovechan para obtener peces con los que se alimentan.
Debido a la falta de personal y de fondos, esas poblaciones no han sido evaluadas, así es que sabemos muy poco de su estado. Atendiendo a los mejores intereses para la conservación a largo plazo de la especie, el gobierno mexicano la ha enlistado como "en peligro". A pesar de la falta de información, descubrimientos recientes indican que ciertas metapoblaciones (poblaciones con un intercambio genético, intermitente o continuo, a pesar de estar geográficamente separadas) pueden necesitar ser manejadas para asegurar su estabilidad y contar con tolerancia de los terratenientes que permitan la presencia de osos en sus tierras. El reciente desarrrollo del Subcomité Técnico Consultivo para la Conservación y Manejo del Oso Negro en México (SEMARNAP 1999) tiene como intención atender estas necesidades.
Oportunistas, curiosos y glotones… Tal como su primo el grizzly, pero en menor grado, los osos negros requieren grandes cuidados. Para llevar vidas normales, necesitan mucho espacio, comida y, lo más importante, del apoyo de la gente que maneja las tierras en las que viven. Debido a que los osos son curiosos y oportunistas, pasan gran parte de su tiempo explorando cada posible fuente de comida y entretenimiento. Son omnívoros, lo que significa que comen tanto animales como vegetales. Un oso comerá casi cualquier cosa que tenga valor nutricional, y en algunos casos, cosas que no lo tienen. Los he visto comerse la Madera de pótricos, puertas y cobertizos de sal, así como tubos dehule usados en bebederos; he encontrado bolsas de plástico, pezuñas y garras de animales silvestres en su excremento. Los osos comen lo que esté fácilmente disponible, y en la mayor parte del hábitat del oso en México, eso incluye gran variedad de frutas, bellotas (Quercus spp.), tunas (Opuntia spp.), hojas de yuca, pequeños mamíferos y, en algunos casos, peces. Son excelentes trepadores y nadadores, Usan estas habilidades para obtener su alimento. Pueden alcanzar velocidades de 55 km/h, así es que atrapar su presa, usualmente, no es problema; sin embargo, los osos tienden a ser un poco perezosos, así es que se alimentan de lo que les resulta más fácil conseguir. Disfrutan del agua y, aunque sus requerimientos han sido difíciles de estudiar, creo que necesitan de fuentes de agua permanentes para persistir en un área.
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Debedo a que los osos son curiosos, pasan gran parte de su tiempo explorando cualquier fuente de entretenimiento.
Si tienen la cantidad y tipo adecuado de alimento y agua, las hembras mantendrán territorios relativamente pequeños, dedicando la mayor parte de su tiempo y energía a criar sus cachorros y mantenerse gordas. Las hembras jóvenes, después de permanecer con su madre como cachorros por año y medio, establecen sus propios territorios, junto a los de sus madres; los machos jóvenes normalmente se dispersan de las áreas natales para encontrar un nuevo hogar. Comúnmente los machos adultos tienen grandes territorios, y rondan a lo largo de cientos de kilómetros. Aunque no defienden sus territorios como algunos otros animales, marcan sus límites con mordidas en árboles, quizás para avisar a otros osos que ellos están en el area. Aun cuando los osos son en su mayoría solitarios, los machos adultos tienden a ser agresivos con otros machos, principalmente juveniles vulnerables y a veces, cachorros y hembras adultas. Al reducirse el hábitat de los osos o cuando vagan en busca de comida, pueden presentarse conflictos al entrar en contacto con humanos. Bocados apetitosos como comida humana y basura, son muy tentadores para pasarlos por alto. Un encuentro ocasional con un becerro indefenso o una cabra no atendida, significan una presa fácil y energía rápida para un oso que simplemente trata de sobrevivir. A sus ojos, los árboles frutales comerciales son iguales que los robles; y el ganado o las mascotas de un rancho, no son distintas de un venado u otro animal silvestre. Debido a que los osos son listos, pueden rápidamente adoptar estos comportamientos hasta convertirse en animales problemáticos que provoquen grandes daños económicos y, en algunos casos, representen un riesgo a la vida humana. Estos casos aislados les dan mala fama, mientras que la mayoría de los osos silvestres son muy bien portados y tolerados en las tierras privadas de México.
Un sueño hecho realidad Antes de estudios recientes, se sabía poco sobre el oso negro en México. Desde que yo era joven, tenía el sueño de estudiar osos en la patria de mi madre. Me hallé de manera azarosa, en el lugar y momento adecuados, y recibí la ayuda de la gente indicada. El lugar, era un grupo de ranchos ganaderos ubicados en las altas montañas de la Serranía del Burro, Coahuila. El momento correcto fue a finales de los 80, cuando el oso negro parecía estar regresando a esta cordillera en particular y ningún estudio intensivo se estaba realizando. Durante los años 50 el área había sufrido por la cacería ilegal de personas de otras partes. Según algunas publicaciones e historias personales de los ganaderos, quedaban todavía algunos osos, pero la población había sufrido mucho. Existían ganaderos que toleraban a los osos negros, pero estaban aislados y desperdigados a lo largo de la sierra. Fue durante los siguientes veinte años que varias adquisiciones de tierra en pro de los osos dentro de la sierra, “llenaron” los huecos entre ranchos y el habitat protegido se volvió continuo. Aunque la recuperación fue lenta en un principio, para inicios de los años 80 el número de osos había alcanzado cifras altas. Fue en este tiempo, cuando un grupo de 19 ganaderos y terratenientes decidieron hacer un esfuerzo para proteger al oso negro dentro de un área aproximada de 3 000 kilómetros cuadrados, que eran hábitat de primera para osos. Los ganaderos cerraron sus puertas a quienes tenían intenciones de cazar ilegalmente osos, iniciaron un esfuerzo de vigilancia para cuidarse entre vecinos, reportar actividades sospechosas, contratar vigilantes e implementar instalaciones de agua y mecanismos de protección para evitar que los osos y sus cachorros se ahogaran. El resultado fue la recuperación de una especie considerada "en peligro" y que no era típicamente conocida como la mejor amiga del ganadero. Lo que es más, fue el trampolín para el primer estudio intensivo en México que duró diez años, proveyendo una base de datos fundamental para la actual estrategia de manejo de osos negros en México. Y lo más importante, fue un sueño hecho realidad.
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Uno de los ultimo’s osos grizzly cazado en Chihuahua en 1954, que ostenta el tristemente célèbre récord de tamaño entre los osos mexicanos cazados (320 kg).
El laboratorio externo perfecto Esto fue posible gracias a la ayuda de los ganaderos y conservacionistas David Garza Laguera y Guillermo Osuna Sáenz, quienes me presentaron a los demás ganaderos. En particular agradezco haber conocido a Elizabeth Spence-Sellers, hija del desaparecido Roberto Spence, quien había sido una de las personas clave en la protección de osos negros en la década de 1950.
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La planeación de la logística y la adquisición de fondos para lo que se convirtió en un proyecto de medio millón de dólares, empezó en 1989 y, finalmente, inicíamos nuestro estudio de campo en 1991. Para entonces, los ganaderos habían accedido a proveer todo el apoyo logístico para el estudio, abasteciéndonos con gasolina, alojamiento, salarios de los trabajadores en el campo, prestando su pequeño avión para localizar a los osos y haciéndonos muy grata compañía, con una excelente actitud de servicio. Muchos de estos ganaderos nos acompañaban en nuestras actividades de trampeo y monitoreo, simplemente para aprender más del animal. Gracias a que los primeros años de los 90 fueron lluviosos y a que no había habido cacería en el área en varias décadas, tuve el privilegio de conducir mi estudio en el laboratorio externo perfecto. Lo que observamos, fue el crecimiento y posible "autoregulación" de una población de osos no cazada, que alcanzó una de las densidades más altas en norteamérica. Lo más sorprendente, fue el programa de coexistencia que ahora sirve como ejemplo para terratenientes y osos en todo México. Durante la primera fase, capturamos 42 osos dentro de un area de 100 kilómetros cuadrados y monitoreamos por telemetría a 28 animales durante tres años. Debido a que se tenía tan poca información sobre los osos negros en México hasta ese momento, todo lo que se recopiló fué emocionante. Los osos en nuestra área de estudio tuvieron los periodos de estancia en madriguera más cortos documentados en norteamérica; las hembras preñadas permanecieron en su madriguera el 100% del tiempo, por aproximadamt'nte 118 días. Las hembras con cachorros de hasta un año estaban en su madriguera el 60% del tiempo, saliendo para beber y comer, lo cual es inusual entre osos en los meses de invierno. Los machos no permanecían en madrigueras excepto en ocasiones en que el clima era malo, y sólo por varios días continuos. Descubrimos que nuestras hembras tienen uno de los ritmos de reproducción más altos entre los osos negros de norteamérica, con un promedio de tres oseznos por camada. Era común ver hembras con cuatro cachorros y ¡un ganadero documentó a una hembra con cinco cachorros! Después de seguir a los osos en esos tres años, descubrirnos que tienen índices de
supervivencia muy altos. Monitoreamos "grupos famiiiares", para determinar las fechas de desaparición de cualquier osezno, cuya supervivencia fue particularmente alta, con un 80% de cachorros vivos al primer año. A menudo, observábamos hasta 14 osos en un día, pero dispersos en el área de estudio. Nuestro cálculo sitúa a esta población como la segunda más densa de osos negros en norteamérica, lo que propicia un grupo muy amontonado, atestado y apiñado. La población de Serranías del Burro puede haber estado sirviendo como una reserva indispensable para la reproducción en áreas aledañas, como el Parque Nacional Big Bend en Texas, EE.UU., que experimentaba un restablecimiento de su población de osos, después de 40 años de ausencia.
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La coexistencia entre terratenientes y osos en México, demuestra que es possible establecer un programa de conservación que garantice la seguridad de ambos.
En su mayoría, los osos en Serranía del Burro parecían ocupar su tiempo en alimentarse de bellotas y otras frutas, con alguna visita ocasional a la despensa del rancho para robar comida y asustar a las sirvientas, sólo por diversión. La vida parecía buena para los osos, los ganaderos y los biólogos.
Consecuencias graves de una sequía De 1995 a 1997, monitoreamos poco a la población y le dimos un descanso, iniciando la segunda fase de investigación intensiva en 1998. Aquí fue donde las cosas se pusieron interesantes, especialmente desde la perspectiva del biólogo. Irónicamente, una de las más serias sequías desde los años 50 ocurrió en la última parte de esta fase, y la población de osos respondió dramáticamente. Capturamos de nuevo a 44 osos en un área de 100 km2, y monitoreamos por telemetría a 42 osos por otros tres años. Aunque la natalidad de cachorros se mantuvo alta en los primeros dos años, éstos empezaron a desaparecer rápidamente. La comida escaseó con la sequía y uno de los cañones más productivos en el área de estudio, fue devastado por un incendio en primavera. Grandes arboledas de robles no produjeron bellotas, forzando a los osos a compartir manchones de hábitat que tuvieron la suerte de recibir lluvia esporádica. Notamos, en varias ocasiones, agresión entre osos y observamos hasta 14 osos a sólo 200 metros de distancia, unos de otros, mientras se concentraban en tanques de agua y grupos de robles. Las hembras con cachorros se vieron forzadas a compartir áreas de alimentación con otros osos, exponiendo a sus oseznos al peligro. También encontramos heces de osos con restos de oseznos (garras y pelo) y vimos con tristeza, cómo nuestros grupos familiares perdían a sus cachorros uno tras otro. En total, el índice de supervivencia se desplomó hasta 20%. Encontramos varios cadáveres de oseznos, pero fue imposible determinar la causa exacta de la muerte, aunque otros osos se habían alimentado de ellos. Dos de nuestras hembras con collares de monitoreo tuvieron cuatro cachorros cada una en 1999, sólo para perder gradualmente a todos antes del otoño. La primavera siguiente, tuvieron otra camada de cuatro, que también perdieron completa. Una hembra fue observada protegiendo a sus oseznos de otro oso, pero más tarde se le hallo muerta y parcialmente consumida; ninguno de sus tres cachorros fue encontrado. Perdimos a otra hembra matada por un gran macho y su cadaver fue completamente devorado.
Repetimos nuestros cálculos de densidad en el segundo estudio y descubrimos que casi
se había duplicado en relación al primero. Mientras las tensiones aumentaban, los ganaderos reportaban más y más conflictos con osos que invadían casas, destruían propiedades y mataban mascotas. Peor aún, en la temporada de nacimientos de becerros de 1999, los ganaderos experimentaron pérdidas de becerros mayores a las usuales. Debido a este fenómeno, implementamos un estudio de depredación para la temporada de 2000, con la intención de documentar este comportamiento. Los índices de depredación se dispararon con más de 70 muertes de becerros en tres rebaños. En una ocasión, observamos hasta nueve osos en las cercanías de un rebaño, lo cual obligó a nuestro equipo, junto con los vaqueros del rancho, a permanecer toda la noche despiertos para prevenir la depredación.
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Probablemente los osos tornan a su naturaleza deperedadora ante la producción variable de comida en un ambiente desértico.
El clímax de la situación se alcanzó el 25 de mayo de 2000, cuando un contratista de minería, acampado cerca de uno de los rebaños problema, fue atacado por un oso. El hombre dormía afuera de una vivienda, cuando un macho mediano lo arrastró a mitad de la noche y se lo llevó hacia los arbustos. El minero se escapó y se encerró en su choza gravemente herido, asustando al oso con fuego y ruido toda la noche, hasta que lo hallaron semionsciente. Después de verificar el ataque y reportarlo al biólogo de vida Silvestre del estado, nos autorizaron a matar al animal. El oso dejó un rastro claro y al capturarlo la mañana siguiente, comparamos las huellas con sus patas y lo ejecutamos. Estaba saludable y gordo, con un estómago lleno de carne de becerro y moras silvestres.
Es posible que esta población haya sobrepasado la capacidad de soporte del área, pero esto es difícil de comprobar. Los osos probablemente responden a la producción variable de comida en este ambiente desértico, y seguramente estos mecanismos sirven como método para regular la población con el paso del tiempo. Asegurando su conservación a largo plazo Visitamos al bien conocido experto en osos, el canadiense Dr. Stephen Herrero con quien discutimos la posibilidad de que la población se estuviera volviendo de naturaleza "depredadora". Este comportamiento no sólo estaba afectando a la población de osos, sino que amenazaba a los humanos. No considero el encuentro con el hombre como incidental, pues he recibido otros reportes de osos que parecen haber perdido su miedo al hombre. Un ejidatario de la zona fue recientemente mordido por un oso, mientras trataba de defender a sus cabras cerca de donde ocurrió el mencionado ataque. Mi reporte al gobierno resume mi opinión sobre una población de osos que necesita ser controlada, y considero que la situación es grave. Es decisión del gobierno mexicano si escoge o no esa opción, pues yo sólo soy la bióloga recolectando y presentando información. La decisión definitiva es de México y su gente. Como bióloga, no puedo quejarme, porque fuí testigo de una tendencia única de lo que podría ser la regulación de una población, oportunidad que rara vez se observa en norteamérica. A la mayoría de las poblaciones de osos nunca se les permite alcanzar ese tamaño, y son afectadas por mortandad inducida por humanos. Mientras que algunos argumentan que México debería permitir que la "naturaleza siga su curso", yo temo que, los antes tolerantes terratenientes, perderán su espíritu hospitalario con los osos, mientras sus vidas y estilos de vida estén siendo amenazados. Lo que es más, la salud de la misma población de osos puede ser inestable, lo que pondría en riesgo su habilidad para servir como reserva reproductiva de otras áreas aledañas. "Manejar" una población, es asegurar su conservación a largo plazo. Con una economía decreciendo y una población humana creciendo, a México le vendría bien mantener su amistad con terratenientes, y ayudarles a defender estos animales para futuras generaciones.
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Mientras la madre de este osezno permanece sedada a los pies del investigador, su cría es sacada de la madriguera para pesarla y determinar su sexo.
El manejo de osos en México debe ser tan diverso como su gente. La condición y la salud de las poblaciones en cada área es variable. Aunque considero que la situación en Serranías del Burro es única, cada vez son más los terratenientes que tomas conciencia y se están involucrando en la observación de osos. Al crecer sus poblaciones, debemos estar preparados para manejarlas junto con la gente y garantizar la stras poblaciones de osos en México deben ser estudiadas y las estrategias de conservación deben ajustarse a cada una, atendiendo sus propios problemas. Algunas poblaciones necesitan más protección que otras; algunas necesitan más manejo. El punto importante es que México SÍ tiene osos negros y ha sorprendido al mundo con su habilidad para cuidar de sus propios recursos. Aunque la lección del oso grizzly fue dura, ahora tenemos la habilidad de regresar al oso negro y evitar que siga el mismo camino. Hasta ahora parece que estamos aprendiendo bien.
Revista Especies, ene-feb 2002, pp 3-8. Por: Diana Doan-Crider Cæsar Kleberg Wildlife Research Institute Texas A&m University-Kingsville Texas, EUA