Ponencia, Tiempo Y Espacio

  • June 2020
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EL TIEMPO Y EL ESPACIO PONENCIA Francisco Javier Peña Herrera Agradezco a los organizadores de esta ponencia la invitación a este espacio de formación universitario. Desde el momento en que la recibí he sido consciente del desafío que entraña: hablar ante ustedes con desde una perspectiva teológica y quizás desde un lenguaje poco conocido. Con respecto a la ponencia que se me ha pedido, comienzo por destacar que ella contiene puntos neurálgicos: el Tiempo visto desde los hebreos como Kairós, es decir el tiempo de Dios, de su actuación y de su irrupción en la historia del hombre, siendo este atemporal y el tiempo como Cronos, como linealidad de acontecimientos, pasados, presente y futuro. Sin duda me encuentro ante una difícil tarea. Empecemos por lo que yo creo neurálgico pero que a la vez es apasionante desde mi posición como teólogo, es decir como creyente. Porque en último término la mejor forma de hacer teología es poniéndose de rodillas. Después explicaré a que me refiero.

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1 Nicolás Berdiaev nació en Kiev, el 19 de marzo de 1874, en el seno de una familia de la aristocracia feudal rusa, donde imperaba un racionalismo volteriano. Falleció en Paris en 1948. Los escritos de Berdiaev producen una música extraña para nuestra época. En su obra se habla sin rodeos de un orden divino del mundo, del arte como trascendencia y suprema libertad y fuerza creadoras. Sólo hay libertad cuando se cristaliza un efectivo acto de creación. La creación transfigura al mundo. Lo rehace y permite la explosión de espacios nuevos impregnados por fresca potencia creadora.

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Nicholas Berdiaev1 habla de tres tipos de tiempo: cósmico, histórico y existencial. Para él, el tiempo cósmico es el de los calendarios y relojes, calculado matemáticamente sobre la base del movimiento alrededor del sol y simbolizado por el círculo. Describe al tiempo histórico como algo calculado también por los matemáticos en términos de décadas, siglos y milenios y simbolizado por una línea. Este tipo de tiempo, para él se extiende hacia el futuro y es irrepetible. El tercer tipo, el tiempo existencial, continúa diciendo Berdiaev no está sujeto a la medición matemática. Considera que es caracterizado por la

intensidad de la experiencia y simbolizado por un punto, el movimiento en profundidad.2 El tiempo cronológico o histórico (κ ρ ο ν ο σ ) no se puede volver atrás al igual que hacia delante, como es posible en el espacio. El tiempo histórico no permite detenerse o volver atrás. En este sentido, es lineal, no siendo ni cíclico ni reversible. Se mueve hacia delante, pero se mueve hacia un fin. Este, pues, un término que responde a la concepción formal y natural del tiempo propio de la ciencia. En cuanto al término κ α ι ρ ο σ es aplicado a la historia de la salvación con la idea de mostrar el momento propicio para el determinado plan salvífico. El uso de éste término aplicado a la historia de la salvación da la idea de que no se trata de apreciaciones humanas, sino que es un decreto divino que hace tal o cuál fecha un κ α ι ρ ο σ , y ello con miras a la realización del plan eterno de salvación. Así el acento característico de κ α ι ρ ο σ carga sobre el tiempo calificado según su contenido, negativamente en cuanto crisis, positivamente en cuanto chance u oportunidad.

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2 GUERRERO GUTIERREZ, Josué. Contrastes entre Cronos, Kairos y Escatos según el evangelio de Juan: Aportes a la teología escatológica, en: www.pdfcoke.com

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San Agustín aborda el problema del tiempo humano desde estos dos puntos de vista diferentes. Por un lado, desde un punto de vista esencial, siente la temporalidad de una forma trágica y desgarradora: las cosas de este mundo pasan y mueren, y nosotros con ellas. El hombre no puede encontrar descanso ni felicidad en las cosas terrenas que vienen y van, pues, aunque sean buenas, no son los verdaderos bienes, ya que no permanecen, se deslizan y fluyen (Enarraciones…: 127,15). “Así, pues, cuanto más ames el ser, tanto más desearás la vida eterna y con tantas más ansias desearás ser formado de manera que tus deseos no sean temporales, ni marcados a fuego e impresos por los amores de las cosas temporales. Estas cosas temporales, antes de ser no son, y cuando son, se van deslizando, y cuando ya se han deslizado, dejan de ser. Así que, mientras son futuras, aún no son, y cuando han pasado ya, tampoco son” (El libre…: III, 72). El alma humana ama el ser y ama el descanso en las cosas que ama, pero en las cosas perecederas no encuentra apoyo donde descansar, porque carecen de estabilidad (Confesiones: IV,10).

Sin embargo, desde un punto de vista existencial, san Agustín admite la temporalidad como algo eminentemente positivo. Dios no hizo el mundo de una vez y para siempre, perfecto y acabado desde el primer instante, sino que lo creó en un estado de vía, para que vaya progresando con la sucesión de los tiempos. Entonces, el tiempo es el medio a través del cual las criaturas van realizando su ser, el medio a través del cual el mundo, la creación entera, debe alcanzar el estado de perfección Para el pueblo hebreo el tiempo es κ α ι ρ ο σ . El tiempo no retorna anualmente a su punto de partida, siguiendo el ciclo natural de las estaciones, sino que se prolonga en un espiral formado por acontecimientos salvíficos. Según esto, el tiempo hebreo no coincide con la visión moderna de una larga línea, como kronos, entendido en sentido filosófico, en la que se colocan los acontecimientos, sino que está constituido por esos mismos acontecimientos y no es concebible sin ellos. El hebreo calcula siempre con el tiempo “lleno”, que es algo cualitativo porque se identifica con su contenido. Partiendo de tal concepción volcada hacia el pasado, los profetas avanzan en dos puntos esenciales: en un principio ven en el presente el mismo actuar salvífico de YHWH, anteriormente situado en el pasado, y más tarde describen el futuro como la nueva posibilidad salvífica, desplazando la perspectiva histórica de los orígenes (la creación del Génesis) al futuro mesiánico (la nueva creación de Isaías 44, 24ss). De ahí nace una historia que avanza al ritmo de un recuerdo, bajo la tensión de una promesa tendente a un cumplimiento. Página

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En el AT, donde el tiempo es entendido esencialmente de manera cualitativa a partir del encuentro entre Dios y el Hombre. El tiempo religiosamente decisivo lo determina Dios y se le impone al hombre; puede ser un tiempo de gracia y de juicio. Para cada acontecimiento que se desarrolla bajo la bóveda celeste hay un tiempo determinado por Dios (Ecls 3, 1-8). El Dios eterno, que está por encima del tiempo, opera en la historia de los hombres dispuesta por él y la convierte en historia de la salvación. Con la muerte pone fin al tiempo de vida de cada uno y con el día de YHWH pondrá remate final a la historia (juicio).

Este no quiere decir que el tiempo para el hombre sea un destino anónimo, sino YHWH, el creador, que ha producido el tiempo saludable y lo llena según su voluntad; es él quien impone los κ α ι ρ ο ι particulares. – Lo hace como Señor de la naturaleza que domina las estrellas y el tiempo atmosférico (Gn 1, 14; Job 38, 32, Sal 104) y que dispone los tiempos para el crecimiento bilógico de las plantas (Job 5, 26; Sal 1, 3) y de los animales (Job 39, 1; Jer 8,7) También las fiestas y los períodos festivos en el decurso del año son tiempos especiales, son un objeto de YHWH; son momentos de gozo y de descanso (Ex 23, 14ss; Nm 9, 3.7; Dt 16,16)3. – Como Señor que es del hombre este señala a éste la duración del tiempo de su vida (Eclo 17,2), por cuanto determina la hora de su nacimiento (Mi 5,3; Ecl 3,2) como la de su muerte (Ecl 7,17). Así, el tiempo brota de la eternidad de Dios y comienza con la creación del mundo. Dios crea el tiempo al crear el mundo: el tiempo y el mundo son creados a la vez (San Agustín en La ciudad…: XI, 6). Por eso se dice que “en el principio” creó Dios el cielo y la tierra (Gn 1,1). Dios creó todos los tiempos y es anterior a todos los tiempos, y no se puede decir que hubiera un tiempo en que no había tiempo. Así, según Josef Finkenzeller4, el tiempo externo (kronos)se entiende más bien como la condición que hace posible la temporalidad interna de la existencia. No se trata de la afluencia vacía del tiempo, sino de la respuesta del hombre a la oferta divina del tiempo especial de salvación.

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3 GDelling, Zeitverständnis, 16. 4 FINKENZELLER. Josef. El Tiempo en: Diccionario de Teología Dogmática, Herder. 1989. p. 710.

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En el NT el tiempo se define desde el acontecimiento de Cristo. El misterio de Cristo está bajo el “plan del tiempo” (Mc 1,15; Gál 4,4) y bajo “la hora” de Dios (Mc14, 35; Mt26, 45; Jn2, 4; 7, 30; 17,1). En el ministerio de Jesús se cumple el tiempo de salvación más allá del acontecimiento de Cristo, “En el principio... dijo Dios: “Haya luz”, y hubo luz... En el principio existía la Palabra... y la Palabra era Dios... Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada” (Gn 1, 1.3; Jn 1, 1-3).

La XII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos5 dice: -La Palabra eterna y divina entra en el espacio y en el tiempo y asume un rostro y una identidad humana, tan es así que es posible acercarse a ella directamente pidiendo, como hizo aquel grupo de griegos presentes en Jerusalén: “Queremos ver a Jesús” (Jn 12, 20-21). Las palabras sin un rostro no son perfectas, porque no cumplen plenamente el encuentro, como recordaba Job, cuando llegó al final de su dramático itinerario de búsqueda: “Sólo de oídas te conocía, pero ahora te han visto mis ojos” (42, 5). Cristo es “la Palabra que está junto a Dios y es Dios”, es “imagen de Dios invisible, primogénito de toda la creación” (Col 1, 15)-. En Jesucristo está el tiempo cumplido, el Ya pero todavía no. “Muchas veces y de muchas maneras habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas. En estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo” (Hb 1, 1-2). Cristo proyecta de esta forma retrospectivamente su luz sobre la entera trama de la historia de la salvación y revela su coherencia, su significado, su dirección. Él es el sello, “el Alfa y la Omega” (Ap 1, 8) de un diálogo entre Dios y sus criaturas repartido en el tiempo y atestiguado en la Biblia. San Agustín se pregunta, ¿Qué es el tiempo? y responde: si nadie me lo pregunta, lo sé, pero si trato de explicárselo a quien me lo pregunta, no lo sé. Lo único que es evidente es que si no pasara nada, no habría tiempo pasado; si no hubiera algo que va a ocurrir, no habría tiempo futuro; si no existiera nada, no habría tiempo presente (Confesiones: XI,14).

5 Mensaje al Pueblo de Dios de La XII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, 24 de Octubre del 2008. 6 San Agustín, De genesi contra Manichaeos, I, 2,4

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De hecho constatamos que el hombre desde su génesis está, no solamente implícito en el tiempo, sino que ha vivido en función del ahora, del momento pero siempre inserto en una idea de éste como

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San Agustín6 “Desde una perspectiva esencialista siente el tiempo como una tragedia, pues en él no hay descanso ni estabilidad posible. Desde una perspectiva antropológica se da cuenta de que el ser humano, por su constitución corpóreo-espiritual es el único capaz de percibir el tiempo, de asumirlo y de darle un significado. Desde una perspectiva teológica concibe el tiempo como el medio a través del cual Dios quiere realizar su designio de salvación”.

sucesión de períodos en el que se confronta con un pasado lejano e irreversible, en el que comprueba un presente en el que vive y en el que vislumbra un futuro e incluso una idea de “tiempo final”. Esto lo ha llevado escudriñar profundamente sobre este fenómeno llamado tiempo. El tiempo como axioma ha sido uno de los problemas quizá más explorados pero a la vez uno de los más enigmáticos dentro del pensamiento humano. “El tiempo formaría parte de la experiencia interior del hombre en cuanto que el alma sólo puede medir el tiempo en virtud de su expansión, mediante la memoria, hacia el pasado y de su anticipación al futuro. El tiempo forma parte de la definición misma de las cosas, ya que no puede realizar su ser de una vez ni en un solo instante. No es que las cosas existan dentro del tiempo como una medida objetiva que las rodea, sino que su propia estructura interna es temporal”7. No está diciendo que es el alma el que crea el tiempo. Lo que se sostiene es que le confiere una permanencia que le permite medirlo. El hombre es la única criatura capaz de asumir el tiempo en su espíritu, pues sólo el hombre tiene conciencia de la duración, y, en este sentido, sólo el hombre posee presente, pasado y futuro.

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Dios es esencialmente atemporal, no necesita recurrir a la memoria para mediarse con su pasado ni para alcanzar su futuro. Ahora bien, como el mundo no existe fuera de su condición de ente creado que, una vez creado por Dios, adquiere, en cuanto creación, una referencia cualificada a su creador a través de su espacio-temporalidad. Todo cuanto existe en el tiempo tiene, en cada instante de su existencia, una relación inmediata con el acto creador y, a una con ello, con el mismo Dios.

6 El hombre sólo puede llegar a una inmediatez personal con Dios en la mediación de todos sus contenidos espirituales a través de la corporeidad, la historicidad y la sociabilidad, el encuentro humano-divino acontece en la historia y bajo su forma dialogal.

7 Ibíd.

En cuanto al espacio8 podemos decir que sólo en él la creatura puede desarrollar su dinamismo, y para trascender necesita tiempo. Hay muchísimas representaciones espaciales, expresiones bíblicas. La representación de la trascendencia de Dios no es realizable sin una concepción espacial, a menos que se reduzca a la forma lógica de distinción ente lo Infinito y todo lo finito. Por el contrario, la idea de la encarnación, con el descenso de Dios a nivel del ser creado implica una diferencia espacial que se supera en un proceso temporal. Ciertamente es inadecuado presentar a Dios mismo como localizado espacialmente, circunscrito a un lugar en el espacio y distinto de otras partes del espacio, pero esto no queda obviado por el hecho de limitar la idea del espacio a la relación de Dios con sus creaturas. La relación de Dios con el mundo no puede oponerse a la concepción de su ausencia como si a ésta no le concernieran sus relaciones con lo otro. Más bien hay que decir que las relaciones de Dios con sus creaturas han de concebirse como expresión de la libertad de sus esencia, y , por tanto, deben explicarse como fundadas en su esencia. Ahora bien, desde el siglo I antes de Cristo, el pensamiento judío ha considerado con frecuencia la palabra “espacio” (makom) como nombre de Dios, remitiéndose a Ex 33, 21 (“Mira, hay espacio junto a mí”) y Ex 139, 5ss o 90, 1 de la versión de los LXX.

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8 PANNENBERG, Wolfhart. Teología sitemática Vol. II. Universidad Pontificia de Comilla Madrid. España, 1996. 9 Pastor de Hermas (Mand 1, 26,1) Arístides, (Apol. 1,4) Teófilo (ad Autol. I, 5 y II, 10) entre otros.

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Al crear, Dios les da a las creaturas un espacio junto a él, ante él. Pero esta respectividad queda abarcada por la presencia de Dios. Como decía la primera patrística, Dios todo lo abarca, y él no es abarcado por nada ni por nadie9. En la inmensidad del mismo Dios se pone y se dispone las diferencias que corresponden al ser de las creaturas finitas. En la perspectiva de la representación de espacio, esto quiere decir que sólo con la creación de criaturas surge la multiplicidad de lugares y, por consiguiente, de espacios parciales con sus respectivos límites. El espacio de las criaturas se forma en cuanto que, precisamente por su finitud –en la delimitación que las separa-, se encuentran relacionas entre sí. Desde este punto de vista, el espacio se presenta como un

compendio de relaciones entre espacios parciales, idealizado como conjunción de relaciones10 entre puntos espaciales. El argumento de Agustín decía que “donde no existe ninguna criatura con movimientos cambiantes, tampoco existe tiempo alguno” (XII, 15,2); y menos todavía puede darse un espacio fuera de este mundo de creaturas. El espacio abarca todo lo que se halla presente simultáneamente.

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8 10 La concepción del espacio como conjunto de relaciones ha sido desarrollada particularmente por Leibniz y contrapuesta a la representación de un espacio absoluto.

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