Los poetas de Iznájar son hombres del campo, trabajadores que levantan coplas sobre las faenas de sol a sol en la sementera, el ariego o la recogida de las aceitunas. —¿Nunca oye Vd. a los poetas del campo? Los poetas de Iznájar son hermanos de los poetas de los campos andaluces de Rute, Zambra, Carcabuey, Cabra, Lucena, Villanueva de Tapia, Loja, Algarinejo, Priego de Córdoba, Huétor Tájar o Fuentes de Cesna. Todos son hermanos, porque han nacido en el campo, como el canario, la fifita, el colorín o el ruiseñor . Los poetas son hombres libres del campo. Le cantan a la libertad, la soledad, la vida, el amor, la naturaleza y a nuestra Andalucía. —¿No oye Vd. a los poetas del campo? Los poetas escardan el anís de Iznájar y Rute, siegan el centeno en las huertas del río Genil, hacinan el trigo en la era, avientan temprano con el solano los garbanzos de vena de las hazas del Genil, trillan la cebada que otros beberán como cerveza. En el valle del río Genil, los poetas del campo crían la vitualla que se vende en el mercado. Cantan mientras cruzan por el vado del Genil, cuando barcinan con las bestias los haces de trigo y las gavillas de habas. Los poetas del campo son los poetas del Río Genil. Todavía no saben en 1960 que Su Excelencia el Caudillo quiere embalsar el agua en una presa faraónica. Que se expropian las huertas, las fincas, las hazas, los cortijos, las viviendas. Que se ahogan las tierras fértiles de Los Almiarejos, el Cortijo del Río, Los Castillos, El Chaparral, El Remolino, Las Huertas de la Granja. Todavía no sabe Pedro Rama ni El Cávila ni Tosquillas que el agua inunda ya su alcoba, su hogar, su cocina, la cuadra, el corral de los animales, las cámaras, las trojes, el pajar... El agua sube. Bajo el tricornio, el Teniente de la Guardia Civil tajante: —¡Hay que desalojar la vivienda enseguida! ¡Salga de su casa! ¡Váyase antes de la noche! ¡El agua está subiendo! —Arranque las puertas, las alacenas, el chinero, el tranquillo, las tejas si quiere, ¡pero márchese! Y ellos se marchan lejos..., muy lejos de los campos de Iznájar. Y se llevan sus coplas a Sevilla o a Navarra, a Los Palacios o a Mesas del Guadalora. Con las coplas va el lamento del exilio, el desarraigo de la diáspora, el sufrimiento sordo del emigrante iznajeño. Los poetas se marchan también del campo de Iznájar.
El inmortal poeta Pedro Rama en los últimos años de su vida
—¿No conoce Vd. cómo es una velá de poetas? ¿Recuerda Vd. las coplas de El Cávila, Pedro Rama, Luis Serrano, Los Tosquillas, Basilio el de los Claveles o Luis Ariza El Relojero? A algunos de estos poetas los oye cantar Rafael Alberti antes de la Guerra Civil, mientras termina en Rute su libro de poesía Marinero en tierra. Enseguida le escribe al universal Federico García Lorca y le cuenta que ¡los poetas de Rute e Iznájar son magníficos! ¡Que hablan en verso! ¡Que en los días de fiesta se pasan la noche cantando coplas levantás! ¡Que el público no se cansa y resiste hasta el ser de día! Así, Federico García Lorca, antes de ser fusilado sabe que en las orillas del Río Genil, en las rústicas y atrasadas aldeas de Iznájar brota de las gargantas campesinas la poesía y la música popular que entusiasma a Manuel de Falla; la quintilla silvestre, levantisca, melodiosa, sarcástica, procaz, crítica, burlona, irónica, lúcida, aguda, sabia, tierna, enamorada e inolvidable: La quintilla que fascinó a Rafael Alberti, hermana de la poesía improvisada que se extiende por el Mundo Hispánico. —¿No se anima Vd. a oír cómo cantan los poetas del campo de Iznájar y su comarca?