Plancha Primer Grado Masonico.docx

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Iniciación Masónica --

Es una palabra que sin definirla racionalmente y a simple vista nos puede conducir a raros vínculos o a falsos conceptos. Cualquiera al escuchar “Iniciación”, puede pensar que somos fanáticos, una secta o que recuerda prácticas tales, como por ejemplo, una comunión o un acto hechicero, etc. Nada de lo anterior somos los Masones y Masonas. Primero, no somos fanáticos porque no defendemos con terquedad excesiva y apasionante creencias u opiniones religiosas, ni nos ilusionamos ciegamente por una cosa. Además, no somos una religión porque nuestra Institución es adogmática, no tiene credos o dogmas acerca de alguna divinidad en especial, ni de sentimientos de veneración y temor hacia ella; por su parte nos enseña a ser tolerantes, lo cual nos permite pertenecer o identificarnos con cualquier credo religioso, pero con la obligación de reconocer las misma libertades de los demás. De tal manera que la Francmasonería no es una religión, ni tampoco es antirreligiosa. La Masonería tiene principios, ideales, fines; cultiva virtudes, pero siempre con la máxima amplitud de criterio. Tampoco somos una secta puesto que la Francmasonería no posee una doctrina particular establecida o encontrada por un Maestro o Maestra, ni los Francmasones seguimos a nadie con tesón y sin conciencia deliberada. Para ser más claro en nuestro planteamiento, la Francmasonería emprende la gran obra de Fraternidad, simbólicamente por razones de oficio; por ello, se considera centro de unión y medio para conciliar verdadera fraternidad entre las personas. De ahí que respete la inclinación religiosa de sus adeptos y no impone creencia de especie alguna, disfrutando de total libertad de conciencia. Por tanto, para nosotros la iniciación es ante todo un procedimiento de reflexión, de exploración interior, de investigación llevada a cabo según un particular método: el método Masónico, o lo que es lo mismo, por razón del rito que practicamos. Iniciación significa «comienzo», el inicio de varias fases que se desarrollan poco a poco a lo largo de nuestra carrera Masónica y lo hacemos a través de los grados que vamos recibiendo en busca de la perfección, o sea, hacer del iniciado una persona virtuosa. En otras palabras a la Masonería se ingresa mediante la iniciación, concibiendo a ésta como un avance personal, dinámico y permanente, dispuesto a promover el perfeccionamiento interior de cada uno de los que a ella acceden. La iniciación Masónica nos orienta a formar nuestra propia actividad sin imponerse jamás, hay que descubrirla por sí mismo. La iniciación debe concebirse en la conciencia de cada uno y el principal sostén que recibimos en esta labor es la tolerancia de nuestros iguales, la fortaleza de nuestros ritos y la coherencia de los símbolos. El ritual Masónico cultiva la calidad de una vida ética. Dispone para ello de las herramientas y alegorías de los antiguos Masones y canteros como símbolos para enseñar estos ideales. La iniciación Masónica más que un acto de entrada es el comienzo de un camino a seguir, una senda permanente de fortalecimiento de la calidad humana de los Masones, en el

convencimiento de que el recorrido del ser humano pasa por la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad. La naturaleza Masónica la logramos cuando el que aspira a serlo se encuentra decidido a perseverar el sendero de la virtud y la verdad, su intelecto está exento de errores o prejuicios y la sabiduría apacible; no es esclavo de la corrupción o vicios y pasiones. El hombre o mujer que entra al mundo Masónico, llega a él procedente de una sociedad mundana en la cual prevalecen una serie de defectos como la envidia, el fanatismo, la ambición, la hipocresía, la ignorancia, la discordia, el egoísmo, la vanidad, la injusticia, la falta de equidad y otras pasiones que lo degradan y lo esclavizan, por lo que necesita simbólicamente morir para ese mundo y renacer en otro diferente, en el que predomine la virtud y se practique la fraternidad. Por consiguiente, debe acudir a la iniciación Masónica para transformarse, ya que la Masonería nos propone, en la iniciación, un «símbolo para nuestra vida personal» y esa alegoría no es otra que la de la construcción de nosotros mismos y así alcanzar el «crecimiento personal». A diferencia de lo que estamos planteando, la Masonería no está comprometida o interesada en el éxito personal de sus miembros tal como el mundo profano comúnmente lo supone. En nuestros días hay numerosas formas más eficaces para conseguir el triunfo económico y el poder personal. Puede darse el caso de que un Francmasón o Francmasona, por sus méritos humano y profesional, consiga niveles socialmente importantes. Pero, quienes proyecten ingresar a nuestra Orden movidos especialmente por estos objetivos, están totalmente equivocados y condenados a una gran desilusión. La Francmasonería no es un escenario para “abrirse paso” socialmente, ni un lugar donde se haga “tráfico de influencias”. Es más, si se presentase el caso de alguien que se hubiere iniciado y actuara en este sentido, se le indicaría francamente que está en el lugar equivocado y, de persistir, se le invitaría a retirarse. De acuerdo a lo que hemos analizado, podemos afirmar que la iniciación es, finalmente, un procedimiento de identificación, de crecimiento personal, que cada uno de los Masones y Masonas busca a través del perfeccionamiento moral, suscitado de una forma metódica y constituida de un modo simbólico en torno a la metáfora de la construcción. Si al final de nuestra carrera Masónica hemos logrado, a través de la iniciación en los distintos grados, el perfeccionamiento moral –desde luego que no será total– estaríamos frente a un nuevo paradigma de humanidad, hombres y mujeres que decidieron el reto de asumir su vida de forma reflexiva y voluntaria, que quisieron ser maestros de sí mismos, arquitectos de su camino, según un ideal constructivo de sabiduría, fuerza y belleza. En virtud de todo lo tratado, pensamos que la Francmasonería debe propender: primero, al centrarse en la iniciación, el resultado debería ser que cada Masón y cada Logia se convirtiera en un núcleo de transmisión, y segundo, si la Logia alcanza a transformarse en un Organismo de Unión, esto origina en el taller un ambiente de libertad moral e intelectual que le permitiría al mismo llegar a ser una verdadera sociedad de pensamiento y reflexión. Antes de finalizar este tema, deseamos llamar la atención sobre la iniciación de la mujer en la Masonería. Desde finales del S. XIX las Logias que practican la Masonería liberal o de tradición francesa, presentes en todo el globo terráqueo, aceptan a la mujer en absoluta igualdad de derechos y deberes. Es lo que llamamos «Francmasonería Mixta» y viene a ser la manifestación óptima y más progresista de la Masonería. La Francmasonería postmoderna

proclama la igualdad absoluta de derechos de la mujer tanto en la sociedad civil como dentro de sus Talleres. En efecto, en la Masonería Mixta la mujer es iniciada en total igualdad con el hombre. Asimismo, la mujer puede ocupar cualquier cargo directivo de la Masonería sin obstáculos de ninguna especie. Por último, el hombre o la mujer, que desee iniciarse en la Francmasonería ha de ser una persona que haya cumplido su mayoría de edad según las leyes del país donde aspira a ingresar. De la misma manera ha de ser libre y de buenas costumbres, racionalista, y con un gran interés por progresar intelectual y/o espiritualmente en un ambiente de respeto mutuo. Persona libre es aquella que tiene libertad para expresar sus opiniones, no acepta imposiciones que violenten sus principios, ni está sometida al capricho de otros; no está atada a ningún dogma que perturbe su razón y trastorne su conciencia, y carece de vicios que lo esclavicen. Para ser persona de buenas costumbres deberá obedecer las leyes del país donde reside, honrar a su patria, y enaltecer a su familia; ser tolerante y respetuoso con las ideas políticas y religiosas de sus semejantes.

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