REFLEXIONES SOBRE BIOÉTICA (A propósito de un Curso sobre el tema, en la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia. UNAM) Este ensayo pretende aportar elementos y datos imprescindibles para la reflexión en ética, lo que permitirá un mejor tratamiento de la bioética. Consta de definiciones, explicaciones y algunas opiniones, cuya importancia es su valor didáctico. La responsabilidad por las opiniones vertidas es solamente mía y los conocimientos que se expresan no son citas textuales pero son paráfrasis y glosas fidedignas. No se aporta bibliografía, pero el lector puede encontrar las obras de todos los filósofos comentados, en: http://www.bartleby.com/ http://www.bibliomania.com/0/0/frameset.html http://digital.library.upenn.edu/books/ O en otros sitios similares.
Adelantaré una definición bastante aceptada de lo que es la ética y analizaré los conceptos utilizados. La ética es el estudio racional de los hechos morales. LO RACIONAL. Primero hablemos de la racionalidad, después trataremos de los hechos morales. En una cultura totalmente deslumbrada por la ciencia, y en la que pocas personas realmente conocen los límites y alcances de esta disciplina multifacética, la racionalidad se confunde con la ciencia y muchas personas creen que son términos intercambiables. No lo son. Hay, por fortuna, mucha más racionalidad que la ciencia y no todo lo que es racional es científico. Por ejemplo, no son científicas la ética, la estética y muchas otras disciplinas, sin contar con la aplicación cotidiana de la razón a la vida diaria, que practican muchas personas sensatas. También hay muchas disciplinas humanas que aunque se sirven - a veces sólo
ocasionalmente - de la ciencia, echan mano de otras estrategias y enfoques. Ejemplos de esas disciplinas son: la medicina, la arquitectura y la política, entre muchas otras. Entonces, ¿Qué es la racionalidad? Descartes le llama el “buen sentido” en el “DISCURSO DEL MÉTODO” y dice que nadie cree tener más necesidad de este “buen sentido” que el que ya tiene. Es decir que todos nos creemos perfectamente racionales. Desde luego que podemos cometer errores, pero como somos perfectamente racionales – así lo sentimos – siempre podemos corregirlos. La racionalidad es el compromiso con un sistema lógico. Si, a través del lenguaje, argumento lógicamente, se puede decir que soy racional. Las preguntas se van multiplicando en vez de reducirse y esto puede ser desesperante para personas que, de tan prácticas que son, prefieren no contestarlas y seguir estableciendo opiniones, con poco fundamento, sobre toda clase de cosas, incluidas la ética y la bioética.
Al no contestarlas, abandonan el compromiso con un sistema lógico y dejan de ser racionales. Si no son racionales, es muy probable que sus opiniones estén equivocadas o sean inválidas y también es muy probable que estas personas, que no quieren razonar sobre la razón, se refugien en una actividad “científica” - que prefiere olvidarse de que hay que reflexionar - y se ahogan en sus experimentos y quehaceres. De hecho, entre otras cosas, la ciencia - la verdadera ciencia - es una reflexión racional sobre los hechos o fenómenos de la naturaleza. Así que es imprescindible para alguien con un interés real sobre la ciencia, enterarse muy bien de lo que es la racionalidad. LA LÓGICA. Continuemos con nuestras preguntas: ¿qué cosa es la lógica? La lógica es una disciplina formal que estudia la actividad intelectual del hombre, y sirve para distinguir los
razonamientos válidos de los que no lo son. No es una ciencia en el sentido en que lo son la biología o la física. En todo caso es una ciencia formal como la matemática y tiene tremendas diferencias con las ciencias de la naturaleza. El primer estudio formal que conocemos de lo que es la lógica es la obra de Aristóteles que se llama precisamente “Lógica”. Es muy recomendable leerla y sobre todo entenderla, porque es el pilar de la racionalidad occidental y de nuestra concepción de la lógica. La lógica no garantiza que lo que digamos sea verdad – eso depende de la información con que contamos - sólo nos permite ver que nuestros razonamientos sean válidos y, por lo tanto, que nos mantengamos racionales en nuestras cavilaciones y discursos. A la lógica no le interesan directamente los estudios psicológicos sobre cómo funciona nuestra mente, los da por buenos, a menos que sean contradictorios, es decir que no sean lógicos. Los descubrimientos científicos sobre las funciones de nuestra mente afectan muy poco o nada a la disciplina que llamamos lógica.
Otra acepción del término ´lógica´ se refiere a la aplicación de los criterios de validez a nuestro trabajo intelectual. En otras palabras, se es lógico si se es racional y viceversa. Noticia: no existe sólo un sistema lógico, sino muchos: la lógica aristotélica – que es la que usamos diariamente en esta universidad – la lógica dialéctica, la lógica con otros valores de verdad, otra sin el principio de “no contradicción” y que da lugar a las geometrías no euclidianas, la llamada “Fuzzy Logic” o Lógica de fronteras imprecisas, etc. Por otra parte, la lógica matemática es más bien la formalización de la lógica). De hecho en el siglo XX la lógica, es decir la disciplina que llamamos lógica, sufrió una revolución tan importante, o quizás más, que la que tuvo la física. Esta revolución corrió paralela a la de las matemáticas y fue realizada por personas como Russell, Whitehead, Frege, Carnap, Boole, Hilbert y muchos otros. No exagero al comparar la revolución lógica con la de la física; desgraciadamente nuestros
universitarios están ajenos a estos temas, con muy pocas excepciones. Volviendo a nuestro relato, si hay muchos sistemas lógicos, habrá también muchas racionalidades, ya que como dijimos, la racionalidad es el compromiso con un sistema lógico. Así que escoja su lógica y sea racional, pero hágalo bien. Un ejemplo de actividad racional, no científica, es la crítica literaria o si les gusta más, la crítica cinematográfica. Mientras esa crítica se haga argumentando y los argumentos sean válidos de acuerdo a un sistema lógico, será racional. Suficiente de lógica, por el momento. Ahora regresamos a nuestro tema: la ética. LA ÉTICA. Dijimos que es una disciplina racional – no científica – que estudia los hechos morales. ¡Sorpresa! Los hechos morales existen, son objetivos.
Las personas en su diario vivir se comportan moralmente; es decir, hacen juicios sobre las situaciones y deciden si son buenas o malas, dignas o indignas, malas peores o pésimas. Buenas, mejores u optimas. Pero no desde un punto de vista pragmático o utilitario, sino desde el punto de vista de la conciencia. Es curioso como personas que se consideran a sí mismas científicas, no observan la realidad y no se percatan de que todas las personas, ahora y antes, a lo largo del día y a lo largo de sus vidas, se plantean problemas morales y problemas de conciencia. Estas personas “científicas” piensan que la moral es cosa de religiosos o de personas mojigatas. Las personas religiosas tienen el mismo derecho que los científicos y que las personas comunes a pensar sobre los problemas morales; pero ellos escogen una perspectiva diferente. No son menos racionales que los científicos, pero parten de otras suposiciones; por ejemplo, de que los valores morales están establecidos por la divinidad. Los mojigatos no son más que personas extraviadas en problemas psicológicos o de fanatismo y no nos interesan para nuestra discusión.
Las personas no embotadas moralmente, consideran la moral de su propia conducta; en cambio los fanáticos de toda clase: predicadores, mojigatos, “moralistas”, y muchas autoridades de la sociedad, ven la conducta de los demás y la juzgan, sin ver la propia. Quizás lo hacen para afianzar su poder o su prestigio social. La verdadera actitud moral es, primero hacia la conducta propia. Imagine una persona que juzga moralmente a los demás pero no lo hace consigo mismo ¿qué le parecería? Si usted lee la prensa verá que la mayoría de los editorialistas sólo tiene un tema: la moral; y lo desarrollan a propósito de los hechos notables en la vida social, de las noticias. Si bien lo que las personas consideran moral o inmoral depende de la cultura a la que pertenecen, de la época en la que viven, del pequeño grupo al que pertenecen y hasta de ciertas modas; de todos modos el hecho moral existe. Por otra parte, los criterios para la aplicación de nuestra moral son los Valores.
Para mentes cuadriculadas, el hecho de que los valores morales sean relativos, equivale a que no existen, o lo que es peor, a que no valen. Pero sí existen y sí valen y lo único que sucede es que son relativos. Es más son tan valiosos que algunas personas mueren por ellos. Sin embargo, tampoco son tan relativos porque, como todos sabemos, hay valores universales. Esto quiere decir que hay valores que todo mundo acepta, en todas las culturas, e históricamente en todas las épocas; por ejemplo, la prohibición del incesto o la prohibición de matar, están presentes en todos los grupos humanos y esto lo pueden confirmar los antropólogos. Nosotros juzgamos los hechos morales de acuerdo a nuestros propios valores morales y digo valores morales para distinguirlos de los valores pragmáticos; estos últimos son los que te dicen que es más conveniente para ti o tu grupo o tu país. Para analizar racionalmente qué es la moral y qué son los valores, consultemos a esos profesionales de la razón que son los filósofos.
LOS FILÓSOFOS. Los filósofos, todo lo cuestionan, de entrada son escépticos y sobre todo son racionales, lógicos. Tratan sobre todos los problemas que se les presentan a los seres humanos, incluidos los de la ética, la racionalidad y la ciencia; en ocasiones, nos aclaran esas importantes preguntas que a todos nos atañen y que afectan nuestras vidas de una manera muy práctica. Los filósofos nos dicen cosas muy importantes sobre la ética, la moral y la justicia. Por ejemplo: Sócrates decía que una vida que no se analiza, no vale la pena de ser vivida, y desde luego se refería a un análisis de nuestros valores morales y de nuestra conducta. También decía que los valores morales obligan universalmente; es decir que, por ejemplo, no matar, obliga a todos los hombres y mujeres reyes y mendigos, ricos y pobres, jóvenes y viejos - también decía que esos valores obligan en todas las épocas de la historia. Si vamos a las fuentes antiguas, a la literatura y
textos del pasado, vemos que las personas de la antigüedad se planteaban los valores morales de forma muy seria. Otro filósofo, Protágoras, anterior a Sócrates, dijo que el hombre (el individuo) es el juez absoluto de su propia moral. Esta afirmación, de aceptarse, acabaría con los valores universales, no habría valores en común porque cada quien elegiría sus propios valores. Pero quizás, el hombre, no decidiría a su capricho, porque los griegos eran personas que siempre se superaban y siempre buscaban ser mejores seres humanos, buscaban algo que llamaban la Areté: la virtud, la dignidad, la fuerza moral. Muchas personas piensan que cuando algún filósofo dice algo, lo pueden entender fuera de contexto, pero siempre hay que considerar el contexto en el que estaba hablando. Por ejemplo, los Hedonistas decían que lo bueno es lo que proporciona el mayor placer. Pero claramente, si una persona se dedica a los placeres del cuerpo buscando un “mayor” placer, en poco tiempo tendrá las consecuencias de sus excesos y eso no será placentero. Bastaría ver a una persona al otro día de una borrachera o a un adicto privado de
su droga y veremos que eso es lo contrario al placer, así que eso no puede ser bueno. El máximo placer lo dan conductas más moderadas y en eso pensaban los hedonistas. Así, hay muchas teorías sobre qué es lo bueno, pero siempre hay que verlas en contexto. Volviendo a Sócrates, él pensaba que las personas siempre tratarán de hacer lo que identifican como bueno. Y si observamos a nuestro rededor parece que así es, aun en la actualidad. Pero también decía que no siempre las personas son capaces de ver lo que es bueno y si no lo hacen es por ignorancia, de modo que la mejor manera de lograr que las personas se comporten como seres humanos en toda su dignidad - es decir moralmente - es educándolos, quitándoles la ignorancia, por eso Sócrates se dedico a educar. Irónicamente lo acusaron de corromper a la juventud y lo condenaron a muerte. Aristóteles tenía ideas muy optimistas sobre la moral; por ejemplo, pensaba que el mal no existe; bueno, no es que no haya cosas malas, sino que el mal es una carencia, un defecto, algo que no se hizo, como un hueco, no tiene existencia positiva. Por eso la libertad humana nunca consiste en escoger entre algo bueno y
algo malo, sino en escoger entre algo bueno y algo mejor. El que escoge el mal no ejerce su libertad, está enajenado. Cuando realizamos todo lo que es bueno y que forma parte de nuestra naturaleza - que también es buena - entonces conseguimos la felicidad, la eudemonía, le llamaba Aristóteles. Santo Tomás de Aquino, que es un filósofo, además de un teólogo, cristianizó las ideas de Aristóteles, por eso la moral de la iglesia católica comparte esas ideas. Otras denominaciones cristianas también las comparten, igual que una corriente judía que proviene de Maimónides. Avicena y Averroes, filósofos del Islam, fueron los traductores y comentadores de Aristóteles, así que también los musulmanes fueron influidos por Aristóteles y, de hecho, antes que los europeos. Otros filósofos, los Estóicos pensaban que la conducta moral es lo que nos da la dignidad de seres humanos. Por eso siempre debemos tener una conducta moral y no esperar
ninguna recompensa por ello; es más, buscar una recompensa desvirtúa el valor de nuestros actos morales. No importa lo que cueste, debemos hacer lo que es moral y no hay excepciones a este imperativo. Kant establece en su libro llamado “Crítica de la Razón Práctica” algo a lo que llamó el Imperativo Categórico. Frases como ésta de “imperativo categórico” se parecen a las ecuaciones de los matemáticos; nos dan la impresión de impenetrables, parecen el lenguaje de un grupo de iniciados a una secta obscura y misteriosa; pero lo mismo le parecerían los términos médicos a un filósofo…., aunque quien sabe, porque los filósofos suelen ser personas muy enteradas. Volviendo al Imperativo Categórico, se trata de lo siguiente: cuando una persona identifica alguna conducta como buena, por el puro hecho de haberla identificado, está obligada a hacerla; por otra parte, si una persona identifica algo como malo, por el puro hecho de haberlo identificado como malo, está obligada a no hacerlo o a evitarlo. En ambos casos no debe esperar ninguna recompensa, ya que hacer lo que es moralmente correcto se basta
a sí mismo; es decir, el hacer lo correcto, es ya la recompensa. El imperativo se entiende como la obligación de hacer lo correcto moralmente y lo categórico implica que no se debe esperar recompensa. Cuando Kant dice que no tenemos obligacion moral con seres que no sean racionales – los animales por ejemplo - eso de ninguna manera anula el imperativo categórico; es decir, que basta que identifiquemos como malo el torturar o infringir sufrimiento a los animales, para que estemos moralmente obligados a evitarlo, y esto por ninguna recompensa, sino por el puro hecho de actuar moralmente. LOS VALORES. Hemos hablado en los párrafos anteriores de los valores; pero, ¿Qué son los valores? Son criterios establecidos a priori, estos criterios sirven para guiar, y de hecho lo hacen, nuestra conducta individual y social y nos permiten hacer nuestros juicios morales. ¿Qué quiere decir eso de a priori ? Lo que es a priori es lo que se establece antes de tener
ninguna experiencia al respecto. Por ejemplo el valor de no matar no requiere que hayamos visto matar a alguien para que lo adoptemos. LA CIENCIA Y LA MORAL. Para un criterio “científico” ramplón y superficial, sería una herejía decir que algo debe aceptarse sin haberlo experimentado o sin haber hecho una prueba estadística, o sin haber hecho un experimento. Mucha de la ciencia gringa todo lo resuelve estadísticamente, pero sólo produce tecnología y no conocimiento de largo alcance y de profundo efecto positivo. Uno de los problemas morales de la ciencia es que los valores pragmáticos que sostiene, como el llamado “progreso científicotecnológico”, resulta en la destrucción de los ecosistemas; la agudización de las diferencias económicas y de acceso a los recursos, a favor de una o dos docenas de países ricos; la proliferación de armamentos nucleares, biológicos y químicos; la creación de un agujero en la capa de ozono de la atmósfera y el recalentamiento planetario, por mencionar algunos.
Los científicos dirán que eso no se debe a la ciencia sino a las fallas humanas. Pero ese argumento es semejante al de los fabricantes de armas, que podrían alegar que quien las dispara son los humanos, no los armeros. El terreno científico esta plagado de problemas morales y es trabajo de la ética hacer un análisis racional de esos problemas morales. Y, por supuesto, si una persona piensa que los valores son relativos y concluye que por ello es imposible ponerse de acuerdo, entonces la consecuencia es la descalificación del trabajo ético. Pero como las personas siempre nos estamos haciendo la pregunta de si lo que sucede está bien o mal moralmente, los problemas morales se impondrán una y otra vez, aun en el terreno científico. Con respecto a la ciencia y sus implicaciones, hay valores que inmediatamente se contraponen. Por ejemplo el valor del llamado “progreso científico-tecnológico” se contrapondría con el valor de la conservación de los ecosistemas y por tanto de la vida. El valor del “avance del conocimiento” se contrapondría con el de no someter a
sufrimientos indecibles a los animales de laboratorio y a su sacrificio. Pareciera que en realidad no hay ningún conflicto de valores porque en ambos ejemplos, uno es pragmático y el otro es moral. Es trabajo de la ética decidir entre un valor y otro y jerarquizarlos, para ejercer nuestra libertad y escoger entre algo bueno y algo mejor, como diría Aristóteles. Así que un área práctica de la ética, consiste en el análisis de los valores que guían nuestra conducta individual, pero también la social. Por fortuna, existen los valores universales. Estos nos permiten generar una moral social y por tanto una ética social. Pero más importante aun, nos permite ponernos de acuerdo en algunos valores y en su jerarquía. Si somos inteligentes, estos valores compartidos nos permitirán salvar a las ballenas y al lobo mexicano, proteger a los ecosistemas para preservar un sinnúmero de especies, disminuir la producción de bovinos, para salvar la selva húmeda y evitar el recalentamiento de la atmósfera debido a sus gases, evitar el sufrimiento - sólo
excepcionalmente necesario – de los animales en función del hombre y muchas otras cosas vitales. Además los valores compartidos, jerarquizados racionalmente, inteligentemente, tienen un efecto pragmático. Por ejemplo, si dejamos de considerar que los animales son objetos, instrumentos, al servicio del hombre y aceptamos el valor, fundamentado en el enfoque ecológico, de que hombre y animales somos codependientes, entonces su bienestar será el nuestro y cultivar nuestra sensibilidad, será su bienestar. Es lamentable que en pleno siglo XXI, siga practicándose y promoviéndose la llamada “fiesta brava”. Las peleas de perros son más equitativas que las corridas de toros y muchos aficionados a los toros las considerarían bárbaras. Es cierto que dicha “fiesta” tiene una raíz muy fuerte en la tradición hispánica, pero personas que repudian la inquisición española y otras barbaridades de esa cultura, no tienen empacho en aceptar la muerte ritual alevosa y lenta de un toro. Pueden alegar la belleza plástica de la tauromaquia, pero la verdad es que es un negocio con mucho dinero y grandes ganancias, que no resiste el análisis racional, si
la premisa es que toda forma de crueldad hacia los seres vivos es inmoral. La premisa alternativa sería que la crueldad contra los animales, es inmoral - por ejemplo despellejar un burro - pero deja de serlo si se trata de una tradición, o, mejor aun, de una tradición española o si se trata de un espectáculo que reúne millares de personas o si se trata de un negocio jugoso. Otra modalidad del argumento alternativo sería que se pueden inflingir grandes y lentos sufrimientos a los pequeños animales – por ejemplo a ratones o conejillos de indias – si con ello un laboratorio puede producir medicinas más adecuadas para una elite consumista o para que una persona muy sabia gane un premio Nóbel o para que un investigador que no sabe matemáticas haga una publicación mediocre, que será superada o negada con otra, que también usa animales inyectándolos, provocándoles enfermedades y dándoles una existencia miserable. Ahora se sabe que los conocimientos en medicina que generaron los Nazis, experimentando con seres humanos, se hubieran logrado sin esas torturas e
iniquidades a que sometieron a judíos y otros perseguidos. También se sabe que se pueden hacer modelos matemáticos y computarizados de casi cualquier situación; pero es más fácil someter a suplicio colectivo y sistemático a los ratones, que aprender matemáticas, crear modelos computarizados o lo que haga falta, para llegar a las conclusiones científicas que los ambiciosos investigadores quieren lograr. El autor de este artículo capacitó a investigadores de primer nivel sobre método y estructura de la ciencia y fue profesor de bioestadística y diseño experimental para investigadores en el área de la salud y le consta la tremenda ignorancia y falta de capacitación de los científicos con respecto a la ciencia y a la investigación, a la generación de datos, a su manejo e interpretación y a la obtención de conclusiones, que priva en el medio académico y de investigación. Un solo punto que comentar al respecto del párrafo anterior: si un investigador formula sus hipótesis a favor de lo que quiere probar, siempre las probará, aunque sean falsas e inválidas. Es el llamado principio de Popper; esta situación debería descalificar una
investigación inmediatamente; en cambio se apoya a esas investigaciones mal diseñadas, con animales de laboratorio en abundancia, para infringirles sufrimientos en el nombre de la ciencia. Más bien se trata de mercadeo “científico”. Si para ganar dinero una industria privada hiciera sufrir a cientos de ratones al año, muy probablemente, la sociedad protestaría, pero los científicos se sienten muy a gusto y moralmente justificados al hacerlo, porque sobrevaloran al valor del llamado “avance del conocimiento” y además se creen que son geniales, que son la encarnación de Pasteur o que están salvando a la humanidad de indecibles males. La verdad es que muy pocos efectos de esas investigaciones redundan en un beneficio real para las personas y, si lo hacen, es sólo para una elite. Por otra parte, el verdadero alcance positivo de esos estudios, a largo plazo se desconoce, ya que la ciencia aplicada no se estudia a si misma; por ejemplo, se desconoce el efecto a largo plazo y para la especie humana, de las vacunas, cada vez más numerosas, que se aplican masivamente a los niños.
Nos damos cuenta de que la ciencia no tiene nada que hacer en la ética, aunque la ética si tiene mucho quehacer en los terrenos de la ciencia. Si alguien habla de hacer una ética científica, lo único que hará es estadística o destacará los valores que ya acepta la comunidad científica, sin someterlos a examen racionalmente. Pero los valores de la ciencia son, más bien, pragmáticos que éticos. Se trata, las más de las veces, de pura mercadotecnia del trabajo especializado y de los productos tecnológicos. La ciencia no es el valor último, y tampoco es en sí un valor universal; cuando mucho lo es en Europa, en Estados Unidos y en los países europeizados. En realidad el trabajo ético consiste en seleccionar algunos valores imprescindibles – sin los cuales la vida no es posible y por cuya aplicación y depuración continuada, hagan que este mundo sobreviva y hasta sea un lugar mejor para vivir, y no solo para el ser humano, sino para las criaturas de las que dependemos y que también dependen de nosotros en formas conocidas y desconocidas, los animales.
Y POR FIN LA BIOÉTICA. Ahora hacemos la pregunta: ¿Qué es la bioética? Y para contestarla están otros especialistas. Sin embargo, me permito unos comentarios. Casi todo, a lo que se le llama bioética, consiste en puras estrategias para difundir los valores morales, con respecto a los seres vivos, que comparten los profesionales de la medicina veterinaria, biólogos, médicos y otras personas interesadas, como la que esto escribe. También se crean comités de ética que norman y vigilan el trato humanitario a los animales y a todos los seres vivos. Igualmente se promueve la legislación que le dé obligatoriedad a las formulaciones de buen trato, respeto y dignidad de los animales. Todo lo anterior es útil y necesario, pero la estrategia que a mi entender es más importante es la de educar, no sólo en los valores – lo que es el gran déficit de la educación con que contamos – sino educar en la sensibilidad, en lo afectivo – que no es lo
mismo que lo emocional – en la capacidad de dar y de comprender a los que son diferentes a nosotros; en la capacidad de incluir y no de excluir; en la nobleza, que engrandece al que la practica, más que al que la recibe. En suma, en las disposiciones de conducta que nos llevan a ejercer y cumplir nuestros valores ancestrales y también los nuevos. Una observación más: No debemos evitar afrontar y discutir los conflictos. La ética se hace en las zonas críticas, en donde hay desacuerdos, en donde la naturaleza humana se pone a prueba, en donde se decide lo que significa ser un ser humano. Sólo la ignorancia hace que tengamos miedo a la discusión o que creamos que todo es tan relativo, que no es posible hacer algo real en cuanto a la moral. Eugenio Aguilar Setién 11 de Febrero de 2006