EL NIÑO ES TAMBIÉN MAESTRO Por Antonio M. Battro En general, conocemos mejor los procesos del aprendizaje que los de la enseñanza. Sabemos que muchas especies son capaces de aprender, pero que sólo la especie humana es capaz de enseñar, en un sentido riguroso del término. El maestro debe identificar cuál es el conocimiento o la habilidad que falta en el alumno, en qué momento enseñar, cómo transmitir el conocimiento, qué sistemas o instrumentos son indispensables o convenientes aplicar, cómo comprobar que ese nuevo saber ha sido incorporado en el alumno, cómo enseñar a enseñar... Todo ello supone que el maestro "lee" las intenciones del alumno, que tiene una "teoría de la mente ajena", que reconoce un mundo mental en su pupilo. Muchos psicólogos estudian cómo esta "teoría de la mente" se desarrolla normalmente en cada uno de nosotros y cómo puede deteriorarse en casos de "autismo", por ejemplo. Todo ello tiene enorme relevancia en la educación. *** El ser humano es la única especie que tiene una teoría de la mente. Por eso es la única capaz de enseñar algo más allá de buscar alimento o huir de un predador, como hacen las demás. Ni siquiera el chimpancé, con quien compartimos casi la totalidad de nuestro genoma, es capaz de "enseñar cómo enseñar". Pero todos los humanos sabemos enseñar sin que nos hayan enseñado a hacerlo. No solamente todos aprendemos, sino que también todos enseñamos, y comenzamos a hacerlo desde muy pequeños. Un grupo de investigadores de Israel, bajo la dirección de
Sidney Strauss, puso en marcha un notable estudio sobre la capacidad natural de enseñar que tienen los niños entre 3 y 5 años. Esta capacidad es ciertamente compleja y requiere el ordenamiento de muchos componentes. Para enseñar un simple juego con cubos de colores, por ejemplo, los niños deben reconocer que existe en el otro una carencia de conocimientos, lo que hacen sin dificultad, identificando perfectamente bien cuál es el niño de su propia edad que ignora algo que ellos sí saben. Todos ellos, además, "quieren" enseñar lo que saben a sus pares, y cuando lo realizan no hacen trampa (como es común durante el juego entre pares). *** En el estudio citado, con 50 niños, ninguno de ellos se negó a enseñar, pero lo hicieron de diversa manera, de acuerdo con el nivel evolutivo de su propia teoría de la mente. Los menores, mediante gestos y mímicas, y los mayores, con explicaciones verbales, correcciones y repeticiones. Como resultado de estos trabajos se puede decir que el ser humano tiene una enorme capacidad para enseñar a los demás mucho antes de recibir una enseñanza formal para enseñar. Sin este conocimiento natural del proceso de enseñar no podríamos construir conocimientos más elaborados. Pero, así como hay "discapacidades de aprendizaje" hay también "discapacidades para enseñar", que debemos tener en cuenta en la educación del maestro. En definitiva, lo que nos hace humanos es nuestra maravillosa capacidad de enseñar.