Discusión Esta investigación tuvo como propósito describir y relacionar las medidas conductuales y cognitivas de las Funciones Ejecutivas (FE) en niños y adolescentes diagnosticados con Déficit de Atención e Hiperactividad. A continuación, se discutirán los principales hallazgos de este estudio. La muestra de esta investigación estuvo conformada por 87,5% de varones y 12,5% de mujeres, respecto a esto, Montañes y de Lucas (2006) y Moraga (2008), sostienen que este trastorno se presenta con mayor frecuencia en hombres. Según Derks, Dolan, Hudziak, et al., 2007, una de las razones que explica esta prevalencia es la posible presencia de una mayor responsabilidad genética por el trastorno en los niños, los cuales a menudo, requieren atención profesional por su comportamiento perturbador. Sin embargo, la teoría de la prevalencia del TDAH en hombres, actualmente ha perdido fuerza ya que la validez de los criterios diagnósticos del DSM para las niñas ha sido desafiada, se ha concluido que menos niñas tienden a ser diagnosticadas con el trastorno, dado que las mujeres tienen un nivel de inatención e hiperactividad más bajo que los hombres, y por ende tienen que desviarse mucho más de las niñas sin síntomas para ser diagnosticadas (Arnold, 1996). Como resultado, la discusión se ha centrado en los criterios diagnósticos apropiados para las mujeres, para que las niñas puedan ser identificadas de forma más eficaz (Ohan y Johnston, 2005). En cuanto al funcionamiento ejecutivo a nivel cognitivo, los resultados del grupo TDAH indican alteraciones leves-moderadas en las áreas dorsolateral, orbitomedial y total batería de FE, por otro lado, no se observan dificultades en el índice prefrontal-anterior. Siendo esto acorde a lo obtenido por el Consejo directivo de la escuela de ciencias
psicológicas de la Universidad de San Carlos de Guatemala (2015), quienes obtuvieron puntuaciones bajas en el grupo TDAH en las actividades relacionadas con las funciones ejecutivas, sobre todo en la región cerebral frontal, por medio de la aplicación de la Batería neuropsicologica de las funciones ejecutivas BANFE-2, la cual arrojó alteraciones levesmoderadas en las áreas dorsolateral (encargada de memoria de trabajo, fluidez verbal, solución de problemas complejos, generación de hipótesis, estrategias de trabajo, flexibilidad mental), orbito medial (orientada a la toma de decisiones, sobre todo que estén ligadas a castigo y recompensa) y el Total de batería de funciones ejecutivas. Igualmente, obtuvieron una puntuación normal en cuanto al índice prefrontal-anterior (encargada de los procesos de inhibición, detección y solución de conflictos, así como también la regulación y esfuerzo atencional). Los resultados anteriores concuerdan con lo planteado por Barkley (1997), quien afirma que los niños con TDAH “parecen tener dificultades para inhibir las respuestas inmediatas a un estímulo (impulsividad); interrumpir la respuesta activada ante una orden (sensibilidad a los errores) y proteger ese tiempo de latencia y el periodo de autorregulación (control ejecutivo) de fuentes de interferencia (como se citó en Orjales, 2000, p.75), igualmente, con los resultados obtenidos por Velez et al., (2013) en su artículo “Evaluación de la función ejecutiva en una población escolar con síntomas de déficit de atención e hiperactividad”, el cual concluye que “las funciones que están relacionadas con la planeación y la organización, la memoria de trabajo, la fluidez gráfica y parcialmente la inhibición son las de mayor impacto en los pacientes con síntomas de TDAH” (p.354). En esta misma línea, los resultados obtenidos en el funcionamiento ejecutivo a nivel conductual indican alteraciones leves en las áreas de inhibición, supervisión de sí mismo y
de la tarea, flexibilidad, control emocional, iniciativa, planificación, organización y en los índices de regulación conductual, cognitiva y emocional, mientras que las alteraciones severas se concentran en el área de Memoria de Trabajo y el índice global de funciones ejecutivas. Lo anterior, es consistente con diversas investigaciones las cuales sostienen que los niños con TDAH presentan disfunciones ejecutivas en memoria de trabajo (Romero et al., 2006), control inhibitorio (Fernández-Perrone et al., 2013), flexibilidad cognitiva (Robinson y Tripp, 2013), control emocional (Ghassabian, et al., 2013), regulación comportamental (Navarro y García, 2011), monitorización (Zambrano-Sánchez, MartínezCortés, Del Rió-Carlos, Martínez-Wbaldo y Poblano, 2010), y planificación (Ramos, Taracena, Sánchez y Matute, 2011)”. Por otro lado, los resultados evidencian dificultades en la memoria de trabajo tanto a nivel cognitivo (Alteración leve-moderada), como a nivel conductual (elevación potencialmente clínica). Lo cual se relaciona con los hallazgos de diversas investigaciones que sostienen que el déficit en la memoria de trabajo es una de las dificultades más comunes en pacientes con TDAH (Barkley, 1997; Kerns, McInerney y Wilde, 2001; Martissen, Hayden, Hogg-Johnsonn y Tannock, 2005; Romero et al., 2006; Karalunas, et al., 2017; Álvarez, Oyarzún, Pacheco, Pinto y Sepúlveda, 2018; Luoa, et al., 2019). A pesar de que las dos medidas de MT coinciden con la presencia de dificultad en esta área, sus puntuaciones no se correlacionan entre sí, esto se debe a que, aunque miden el mismo constructo, lo abordan de formas diferentes (Krieger y Amador, 2017). En la Batería neuropsicológica de las Funciones Ejecutivas (BANFE-2) se utilizan pruebas que requieren habilidades académicas como, resta inversa y consecutiva, suma y ordenamiento alfabético, mientras que en la evaluación conductual (BRIEF-2) los ítems se encuentran basados en el
desempeño del niño en la vida cotidiana (“le cuesta recordar cosas durante unos pocos minutos”, “cuando se le pide que haga tres cosas solo se acuerda de la primera o la última”, “su capacidad de prestar atención es breve y le cuesta concentrarse para hacer sus tareas y deberes”). Finalmente, de acuerdo a los resultados obtenidos por medio de la correlación de medidas de funciones ejecutivas a nivel cognitivo y conductual, se observa que no existe correlación significativa entre estas dos, a pesar de que ambas miden el mismo constructo. Aceptando así la hipótesis nula, la cual afirma que no existe relación entre el desempeño en medidas cognitivas y conductuales de funciones ejecutivas de niños y adolescentes con TDAH. Estos resultados se encuentran relacionados con los planteados en diferentes investigaciones (Zorrilla et al, 2013; Tan, Delgaty, Steward y Bunner, 2018) y Toplak et al. (2013), quienes sugirieron que las relaciones entre las pruebas basadas en el rendimiento y las escalas de calificación (BRIEF-2) son extremadamente débiles. En esta línea, Molina, Tirapu y Roig (2009), sostienen que las condiciones físicas y circunstancias en las cuales se desarrolla la exploración neuropsicológica no permiten valorar, en toda su amplitud, las funciones ejecutivas. Asimismo, Ramos-Galarza et al., (2017) refieren que esta discrepancia entre el desempeño en el laboratorio y en la vida real, se debe a que el contexto de la evaluación neuropsicológica obedece a un ambiente estructurado y no refleja la capacidad real del paciente para hacer uso de sus habilidades personales hacia la solución de problemas reales. Adicionalmente, “las pruebas clásicas de función ejecutiva evalúan únicamente ciertos aspectos de su complejidad, ignorando otros como los procesos meta-cognitivos en la vida real o la cognición social” (Suchy, 2016).
En conjunto, estos hallazgos parecen reflejar la compleja interacción entre los procesos ejecutivos cognitivos y conductuales y los síntomas del TDAH en la vida cotidiana (Davidson, Amso, Anderson y Diamond, 2006). Por lo tanto, los dos tipos de medidas abordan diferentes procesos ejecutivos que pueden realizarse más o menos efectivamente, dependiendo de las exigencias de los ajustes. Una prueba basada en el rendimiento, aplicada en un entorno estructurado, puede proporcionar información valiosa sobre el rendimiento óptimo y, por lo tanto, puede predecir el rendimiento en entornos similares, como las tareas escolares en el salón de clases. Sin embargo, las pruebas de este tipo no pueden predecir con precisión el comportamiento dirigido hacia el objetivo en entornos del mundo real, por ejemplo, en situaciones sociales complejas (Miyaque et al., 2002).
Siguiendo esta línea de investigación, se ha referido que en las medidas actuales de FE basadas en el desempeño (medidas cognitivas), falta la evaluación del desempeño del niño en una situación no estructurada donde se den menos instrucciones explícitas y el niño deba emplear la autodirección para completar la tarea con éxito. La medición de este comportamiento es un indicador valioso de cómo se comportará el niño en situaciones no estructuradas en las que la autodirección es pertinente, como el trabajo independiente en el aula.
La evaluación de este tipo de dificultades es especialmente relevante para los niños con TDAH, ya que estos individuos pueden presentarse atentos y tranquilos en las pruebas individuales cuando las instrucciones son explícitas y las tareas son simples y cortas (Mahone y Hoffman, 2007), sin embargo, pueden mostrar déficits en sus actividades diarias. Esta discrepancia durante la evaluación puede ser confusa y frustrante para los cuidadores y los pacientes, ya que las pruebas estandarizadas pueden pasar por alto los tipos de dificultades y deficiencias que son relevantes en la vida cotidiana. Al incluir una medida no estructurada en una evaluación, el examinador podría recopilar información sobre el desempeño del niño en entornos menos estructurados donde se requiere la autodirección. Esto puede permitir que el clínico comente directamente los comportamientos relacionados con las FE, que otras herramientas de evaluación pueden no captar.