APROXIMACIÓN TEOLÓGICA A LA DEMONOLOGÍA Y AL EXORCISMO Criterios de discernimiento en la doctrina y praxis de la Iglesia católica
“Tengo la sensación de que por algún resquicio ha entrado el humo de Satanás en el templo de Dios”. Esta fue la expresión del Papa Pablo VI, afirmando que “si en el Evangelio, en los labios de Cristo, se menciona tantas veces a este enemigo de los hombres”, también en nuestro tiempo “hay algo preternatural que ha venido al mundo para perturbar, sofocar e impedir que la Iglesia avance, sembrando la duda, la incertidumbre, la problemática, la inquietud y la insatisfacción” . Desafortunadamente, esas mismas palabras bastaron para que el Papa fuera catalogado de retorno al Medioevo, de oscurantismo, superstición, y de ofensa en pleno siglo XX a la ciencia y al espíritu científico racionalista y progresista . ¿Por qué causa tanta sensación e incluso contradicción que alguien hable de Satanás y del infierno, de exorcismo y oración de liberación? A la vez surge la pregunta, ¿Cómo es que aumentan como nunca los cultos satánicos y esotéricos, los brujos y astrólogos en pleno auge de la era tecnológica? Ciertamente en estos últimos decenios hemos tenido que constatar una vasta crisis doctrinal que se está extendiendo no sólo en los laicos sino especialmente entre el clero. La Iglesia corre el riesgo de proclamar la muerte de Satanás, pues muchas veces se subestima incluso el poder que nos ha dado Jesús para expulsar los demonios. El padre Amorth aseguraba que hay países en los que no existe ni siquiera un solo exorcista, como Alemania, Suiza y Portugal. Y allí donde hay exorcistas comienzan a verse con sospecha, como bichos raros, locos, o fanáticos, a veces ni siquiera tolerados por los mismos obispos que los nombraron. Lo que nunca había sucedido en la historia bimilenaria de la Iglesia ha acontecido en estos últimos decenios: por primera vez se ha venido formando una silenciosa corriente teológica, sobre todo en el período posconciliar, que prácticamente niega la existencia del diablo. De hecho, no pocos consagrados y sacerdotes, sin una formación demonológica, pueden llegar a ser instrumentos de ese diablo a quien creen haberle dado ¡el adiós! . Ahora bien, no es fácil encontrar un exorcista que hable de Cristo escribiendo del demonio. No soy exorcista ni pretendo serlo, pero tengo certeza de que la presencia continua y sacramental de la persona de Jesucristo, la potencia liberadora de su resurrección, nos ha rescatado del dominio diabólico. 1
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Pablo VI en su alocución durante la audiencia general del 15 de noviembre de 1972. Michele Sciacca, en un artículo publicado el 7 de febrero de 1975 en el periódico Il Tempo de Roma, con el título “Satanás entre nosotros”. Corrado Balducci, El diablo existe y se puede reconocerlo, 1990 1 2
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Contrariamente, quien pretenda que no se hable del diablo, de la oración de liberación y de los exorcismos, favorece la cultura del miedo y la incertidumbre, del dominio del mal, del cual Cristo vino a liberarnos enseñándonos a orar cada día: Líbranos Señor de todos los males. “Cuanto más se comprenda la santidad de Dios, tanto más se comprenderá la oposición a lo Santo. El mejor ejemplo de esto es el mismo Cristo: junto a Él, el Santo por excelencia, no podía permanecer oculto Satanás, y su realidad se veía obligada a manifestarse. Por esto podríamos quizá decir que la desaparición de la conciencia de lo demoniaco pone de manifiesto un descenso paralelo de la santidad. El Diablo puede refugiarse en su elemento preferido, el anonimato, cuando no resplandece para descubrirlo la luz de quien está unido a Cristo” . Todos somos testigos del sufrimiento humano. En esa infinita escala de los males físicos, psíquicos, morales que podemos padecer y a los cuales es sometido el hombre, se manifiesta también el influjo de Satanás, su poder y su lucha incesante contra el reino de Dios en Cristo. La teología nos enseña que el hombre, en virtud de la gracia y los dones preternaturales, en el paraíso gozaba de la inmunidad de todos estos males. En efecto, es la misma redención de Cristo la que devuelve la gracia, pero no todavía los dones preternaturales. Hemos sido reintegrados al Reino de Dios, pero todavía no sustraídos de la lucha y el posible influjo de Satanás y sus seguidores. Ante esta circunstancia, se debe tener presente que hay tres acciones y estados que comprometen al ser humano. Lo natural, que es la acción que se adecúa al obrar de la naturaleza del universo material. Lo preternatural, que es la actuación que va más allá del obrar de la naturaleza del universo material. Lo que es fruto de la acción de una naturaleza angélica o demoníaca. Y en tercer lugar lo sobrenatural, que se refiere a la actuación que va más allá de cualquier naturaleza creada. Esta forma de obrar es propia de Dios. El tormento corporal aunque es una realidad dramática no es la actividad primaria de la acción demoniaca, que de hecho, lo hace presente, y en consecuencia, se puede combatir mediante el exorcismo. Hay en cambio, una actividad solapada, devastante y letal que no se percibe fácilmente. Si bien, lo que más llama la atención de la gente son los episodios de posesiones diabólicas, bien escasos por cierto, fenómenos de opresión, infestaciones, etc., todo ello es apenas la punta de un inmenso iceberg. Por lo tanto, es de la masa escondida del iceberg que debemos preocuparnos y no de la punta que emerge siempre en forma espectacular y sugestiva. Si la acción demoniaca se redujera sólo a fenómenos externos podríamos decir “qué pobre diablo tan inteligente y potente, pero tan reducido”; así las cosas, la batalla sería más simple y fácil de lo que imaginamos . 4
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Card. Ratzinger Giancarlo Gramolazzo, Presidente de la asociación internacional de exorcistas 2008
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Históricamente hablando, el mal moral y físico se ha lanzado sobre el hombre no sólo por el simple efecto de su desobediencia, sino por efecto de la voluntad del hombre mismo, detrás de la instigación y el influjo de Satanás. El pecado se ubica no en el marco de una lucha entre el bien y el mal, sino en el choque del Reino de Dios y la acción contraria de Satanás a Cristo. Dicho de otro modo, nuestra lucha no es sólo contra la carne y el mal que históricamente viene del libre albedrío del hombre y los límites de su naturaleza, sino, como nos recuerda san Pablo, de Satanás y de los ángeles rebeldes que operan a través de los males que la carne nos inflige. Detrás de cada mal físico y moral que nos golpea se oculta efectivamente el influjo personal de Satanás. Esto lo reafirma el Papa Pablo VI en la catequesis del 15 de noviembre de 1972, cuando dice que: a. El mal no es solamente una deficiencia sino una eficiencia, un ser vivo, espiritual, pervertido y pervertidor. b. El demonio está al origen de la caída de la humanidad, es el enemigo número uno y tentador por excelencia. c. Se sale del marco de la enseñanza bíblica y eclesiástica quien se niega a reconocerlo existente. También quien lo explica como una pseudo-realidad, una personificación conceptual y fantástica de las causas desconocidas de las desgracias humanas. En el mismo sentido, San Juan Pablo II enseña que no es fácil discernir el carácter preternatural, ni tampoco que la Iglesia admita la tendencia a atribuir muchos hechos a la intervención directa del demonio; pero en línea de principio no se puede negar que en su voluntad de dañar y de conducir al mal, Satanás pueda alcanzar esta manifestación de superioridad . 6
Bajo estas premisas, quiero invitarles a reflexionar sobre cuatro aspectos: a.
b.
c. d.
¿El demonio existe? o es sólo una imaginación de la mente humana, un símbolo del mal, una pseudo-realidad, una personificación conceptual y fantástica de las causas desconocidas de los males humanos? ¿Quién es el demonio? Cómo podemos definirlo. Cómo se puede representar, más allá de todas las imágenes como ha estado representado a lo largo de la historia del arte y de la literatura. ¿Cómo actúa? Cuáles son sus poderes sobre el hombre y sobre el mundo. ¿Cómo se puede vencer? Cómo superar sus ataques.
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Juan Pablo II. Catequesis de julio y agosto de 1986.
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1. LA EXISTENCIA REAL DE SATANÁS Dudar de la existencia de Satanás como ente real, sujeto concreto e individual, es una cuestión más bien reciente, particularmente en el ámbito católico después del Concilio Vaticano II, hacia los años 1968-1970. Gino Oliosi afirma que antes del período conciliar la existencia real del demonio era de pacífica aceptación por parte de creyentes y pensadores católicos. Una verdad que entraba sin problemas en el depósito de la fe o en la doctrina de la Iglesia. Pero después del Concilio y no por culpa del concilio, que ciertamente reafirma la doctrina al menos 18 veces, algunos teólogos en Francia, Alemania y Holanda se hicieron esta pregunta: ¿Satanás existe realmente o es sólo un género literario bíblico para indicar la realidad del mal, una personificación conceptual y fantástica de las causas desconocidas de nuestros males?¿Es una persona real? 7
a. El empirismo de Tomas Hobbes La cuestión era ya tratada no en ámbito católico, sino filosófico y científico a partir del empirismo inglés, en particular por Tomas Hobbes (1588-1679) en su obra “El Leviatán”, donde afirmaba la sustancial impostación simbólica de las afirmaciones bíblicas en torno a los seres espirituales, no sólo relativamente a los ángeles y a los demonios, sino también a Dios. ¿Por qué esta duda sobre los seres espirituales? Hobbes partía de la concepción empirista, según la cual, aquello que se pone más allá de la experiencia verificable, no es real, no puede ser por lo tanto, objeto de conocimiento humano. Dado que no podemos físicamente ver los ángeles y los demonios, no podemos tocarlos ni oírlos, no tenemos un conocimiento sensible directo, se concluye que no existen. Hobbes consideraba que ángeles y demonios serían sólo símbolos respectivamente del bien y del mal. Sabemos porque lo experimentamos, que el mal existe. Cada uno lo advierte directamente sobre sí, sobre nuestra psique, alrededor nuestro. Pero de esto a afirmar que el mal es personificado en seres espirituales, no contamos con razones objetivas. Este pensamiento fue respaldado por científicos, racionalistas, hasta el iluminismo del siglo XVIII, que queriendo exaltar la sola razón humana, pretendía explicar el mundo y resolver todos los problemas de naturaleza social y política, considerando inexistente todo lo que va más allá, es decir, cada conocimiento revelado, indirecto, no inmediato. El silogismo es siempre el mismo: porque los ángeles y demonios no se pueden verificar empíricamente, no existen; o a lo sumo, son suposiciones subjetivas de la mente humana.
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Gino Oliosi, 1934. Obispo italiano, exorcista y penitenciario de la Diócesis de Verona.
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b. El triunfo del Diablo Como contraparte, el romanticismo rescata la figura de Satanás, donde no sólo renace, sino que triunfa. No sólo se afirma su existencia, sino que se idolatra, sustituyendo al verdadero Dios. Tal es el caso de Goethe (1749-1832) y su famoso poema “Fausto, una tragedia”, que presenta la figura de un demonio de nombre Mefistófeles. Un poema rico de fantasía y psicología humana, donde Fausto busca la verdad, pero también el bienestar, la gloria humana, la riqueza, el éxito. No encuentra otra manera que hacer un pacto con un personaje diabólico llamado Mefistófeles, quien se presenta prometiéndole cumplir todos sus deseos, a cambio de que Fausto acepte unirse a él con un pacto y obedecerle en todo. Mefistófeles comienza a actuar. Motiva a Fausto a viajar para encontrar mujeres hermosas; sin embargo no encuentra ninguna. Lo estimula a trabajar para encontrar riquezas, pero Fausto no logra nada. Y así, Fausto comienza a verse como un pobre desgraciado. Lo más paradójico es que mientras sucede la tragedia, Mefistófeles aparece siempre como un amigo. Un amigo que parece motivar al hombre en su búsqueda, pero es enemigo porque al final lo engaña y decepciona. Es un poema de fantasía referido a la presencia diabólica en la vida del hombre. Infortunadamente tiene un lenguaje que deforma la concepción cristiana de Satanás, deformando también las verdades de fe. c. La teología protestante Por otra parte, la teología protestante niega o mantiene una actitud escéptica sobre la figura del demonio. Una posible razón puede ser la escasa sensibilidad litúrgica, donde toda la Iglesia celeste y terrestre está presente durante la oración litúrgica, es decir, durante la fe celebrada. • Karl Barth acepta la existencia del diablo, pero no considera que sea una creatura. Sería una tercera forma de ser: el negativo, es decir, el efecto de la repugnancia de Dios frente a lo incompleto de la creación. • Paul Tillich sostiene que ángeles y demonios son símbolos de las estructuras o de las potencias del ser, imágenes del bien y del mal presente en la creación. • R. Bultmann manifiesta que ángeles y demonios son un residuo supersticioso de una mentalidad sagrada que se debe eliminar y desenmascarar. Para Bultmann el pecado y el diablo son sinónimos. Es decir, cuando uno peca, uno se convierte en diablo. El diablo según él es nuestro pecado, o nuestra desobediencia a Dios. • P. Ricoeur señala que el diablo es la figura del mal que cada hombre introduce con el pecado, es el mal del cual cada uno es responsable.
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d. La teología católica El magisterio eclesiástico ha sido capaz de conservar una continuidad dinámica o Tradición, valorando argumentos diversos y una extraordinaria unidad intelectual y moral. Hay que reconocer que la mayor parte de los teólogos católicos, a pesar de los choques problemáticos como el jesuita Karl Rahner, Schnackenburg, Von Balthasar, Biffi, y sobretodo Ratzinger han sostenido la validez de la doctrina esencial de fe sobre el demonio como ser personal, sobre su real existencia y acción. Confirman con la justa y necesaria prudencia teológica, pastoral y espiritual, que la figura del demonio, comúnmente deformada a nivel artístico y literario, y por lo tanto, en la imaginación popular, debe purificarse de las concepciones arbitrarias y fantasiosas, mediante un estudio más atento del mensaje bíblico de la progresiva conceptualización de la Tradición, y teniendo presente el desarrollo cultura y científico contemporáneo. Veamos la propuesta del teólogo suizo Herbert Haag, especialista en Sagrada Escritura. Intituló su libro muy significativamente “ABSCHIED VOM TEUFEL” (“DESPEDIDA DEL DIABLO”), donde escribe que Satanás sería la personificación del mal, dramatizado y corporeizado ante el hombre. En sus tesis encontramos: • En el Nuevo testamento el concepto de “demonio” está en el lugar del concepto de “pecado”. • El demonio es la imagen del pecado en una visión del mundo que fácilmente aceptaba la acción de seres invisibles negativos. • En el significado de las formas judaicas de entonces, el demonio aparecería en el Nuevo testamento como el exponente del mal. En otro sentido, las consideraciones de Ratzinger difieren de Haag, bajo unos criterios de hermenéutica en relación a los resultados del análisis históricocrítico de la Sagrada Escritura, en su escrito “dogma y predicación”. Explica: a.
b. c.
No es posible negar el testimonio masivo sobre el demonio en el Nuevo testamento. Negándolo se saldría no sólo de la enseñanza eclesiástica sino también bíblica. En realidad, muchas formas del pensamiento del Nuevo testamento no serían conciliables con el pensamiento de hoy. Las ciencias neurológicas, psicológicas y psiquiátricas explican algunos hechos de las posesiones como enfermedades. Pero decir que explican todo y que el recurso del demonio no sería necesario, destruiría la credibilidad de la fe.
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Ratzinger corrige a Haag por querer interpretar la Biblia no con su criterio interno, sino con la mentalidad y categorías actuales bajo una razón que se autolimita arbitrariamente a lo empíricamente verificable. Igualmente, el desarrollo de la demonología del Nuevo testamento quiere dejar claro el único poder de Dios sobre el diablo, como lo presenta ya el Antiguo testamento.
2. ¿QUIÉN ES EL DIABLO? Bien se preguntaba san Agustín: ¿Si Tú Señor, eres infinitamente bueno, eres el Ser supremo y bellas son todas las cosas que has hecho, de dónde viene Satanás? De Ti que sólo amas y eres el Amor viene sólo el bien. San Agustín vivió la experiencia del maniqueísmo, antigua filosofía fundada por Mani, quien admitía dos principios absolutos: a. Principio del bien: el Dios bueno b. Principio del mal: el dios malo Sin embargo, este dualismo metafísico no puede aceptarse, no sólo en el ámbito de la fe, sino también en el ámbito de la razón. En efecto, dos absolutos no pueden lógicamente existir, porque el absoluto por sí excluye la presencia de un propio par. Puede existir sólo un absoluto y es el Dios bueno, que ha creado el bien, y todo bueno y bello. Pero entonces, ¿de dónde vienen los ángeles malos? La cuestión es muy importante porque está unida al origen del mal en el mundo (tema ampliamente debatido por san Agustín). Tenemos que decir que existen varias expresiones del mal: a. Mal físico y heridas psíquicas: enfermedades b. Mal psíquico o moral: el pecado, siendo el mal mayor porque se destruye en la persona el propio don divino, el deseo de la verdad y la apertura al amor. c. El mal personal: diablo El mal no puede derivar de Dios porque Dios es Sumo bien, origen divino de cada ser, de cada bien. Entonces, ¿de dónde viene el mal? El Concilio lateranense IV (1215) enseña que “aquellos que llamamos demonios no han sido creados así”; fueron creados como ángeles buenos, pero se convirtieron así por su libre decisión. El mal moral y físico se ha lanzado sobre el hombre y también sobre el cosmos no ya por el simple efecto de su desobediencia, sino por efecto de la voluntad del hombre mismo con la instigación y el influjo de Satanás.
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Oliosi dice que si el mal se hubiera lanzado sobre el hombre por simple efecto de su desobediencia, el hombre mismo habría vencido el mal sin necesidad de la Encarnación de Dios. En cambio, siendo efecto de la voluntad del hombre mismo con el influjo de Satanás en el choque entre Satanás y Dios, el hombre no puede vencer el mal con sus propias fuerzas, ni físicas, ni psíquicas, ni espirituales, porque el pecado no se ubica en el marco de una lucha genérica entre el bien y el mal, sino entre el Reino de Dios, la venida del Verbo encarnado y la oposición de Satanás. El origen del mal está precisamente en dichas creaturas espirituales, que son superiores al hombre, en el grado ontológico de ser don del Dador divino. Se trata de espíritus puros que libremente decidieron oponerse a Dios amor. Como consecuencia, en ellos todo significa mentira, viven del odio, aplastando en sí mismos el amor y empujando al mal y a la destrucción. Mientras el hombre tiene la oportunidad de arrepentirse y reconciliarse, no hay nada en ellos que pueda remediar la destrucción irrevocable del don que tenían. Es esto lo que significa infierno. Preguntémonos en qué consiste la rebelión de estos ángeles, cuál es la culpa por la cual, de buenos servidores de Dios, se pervirtieron, convirtiéndose en pervertidores que aparecen al origen del pecado adámico. Siguiendo la tradición histórica podemos proponer tres hipótesis, de la cual la tercera es más acorde con la doctrina de la Iglesia católica. 8
a. EL PECADO ANGÉLICO. La primera hipótesis se engancha al cap. 6 del Génesis, vers. 1-4. Y se relaciona con el apócrifo del Antiguo testamento titulado “Enoc”, donde se afirma que los hijos del cielo (los ángeles), se enamoraron de las bellas hijas de los hombres, y unidos a ellas, nacieron terribles gigantes, seres enormes, diabólicos y promotores de todo mal sobre la tierra. En otras palabras, se trataría de un pecado sexual con la mezcla de un ser solo espiritual y una creatura humana espíritu corpórea. b. LA ENVIDIA. Los pensadores cristianos se distanciaron de la primera concepción orientándose nuevamente al Antiguo testamento sobre el pasaje de Sabiduría 2,24: la muerte entró en el mundo por envidia del diablo. Antiguos pensadores de los siglos II-III sostenían la envidia de Satanás hacia Adán, creado no servidor de Dios como los ángeles, sino a imagen y semejanza de Dios. En algunos apócrifos (evangelio de Nicodemo, evangelio árabe del salvador) se llega a decir incluso que cuando Dios decidió crear al hombre a su imagen y semejanza le pidió a los ángeles reconocerlo y servirlo. El proyecto fue acogido por Miguel y sus compañeros, pero Lucifer y sus ángeles lo rechazaron, rebelándose contra Dios, e influyendo sobre la voluntad del hombre. 8
G. Oliosi, Il demonio come essere personale, una verità di fede. 2008.
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c. LA SOBERBIA. Se trata de una opinión sostenida especialmente por Orígenes y después por muchos pensadores cristianos, hasta convertirse en doctrina común de la Iglesia propuesta en el Catecismo. El pecado es el orgullo: la decisión de autosuficiencia destruyendo el propio don y dando paso a la mentira. Orígenes se sostenía en dos textos proféticos: Isaías 14, 10-20 y Ezequiel 28, 11-19, en los cuales se dice, que llevado por su propia belleza y altura espiritual, Lucifer pensó ponerse en el lugar del Señor del cielo y de la tierra y de no someterse más a Él. No aceptó su condición de creatura y se rebeló contra la Omnipotencia divina. El desorden de su alienación fue no aceptar ser ellos mismos, queriendo asumir la posición de Dios. Están en situación de perenne conflicto que parte de la rabia y el odio a Dios, deseando la muerte a todas las demás creaturas. Dicho esto, ¿quién es Satanás? Es un ser vivo, espiritual, pervertido y pervertidor, que tiene una constitución personal y subjetiva. Sin embargo, es una criatura limitada, no potente como Dios. Ha preferido las tinieblas a la luz, el caos al orden y la perfección, el desorden a la armonía. El demonio es el NO por excelencia, el fracasado por antonomasia. Volviendo al poema de Fausto, cuando se le pide al demonio Mefistófeles definirse, responde: yo soy el espíritu que niega siempre. Es la persona despersonalizada porque no tiene relación con Dios, ni consigo mismo, ni con los otros. es el no ser, el no hacer, el no amar. 3. ¿CÓMO ACTÚA EL DIABLO? El término hebraico “Satán” fue traducido en griego como Diaballo, es decir, dividir, separar, contraponer, poner en contraste, en guerra, en conflicto, en odio. Del griego diaballo deriva el latín Diabolus que en español equivale al Diablo. Por consiguiente, la acción demoniaca, diabólica, es especialmente aquella de separar al hombre de Dios. No contento con esto, el demonio quiere después separar el hombre de sí mismo. Por último, lo separa de los demás, y de todas las realidades hasta despersonalizarlo, aislarlo en sí mismo en la soledad, destruyendo el deseo de la verdad y la disponibilidad al amor. Lo pone en oposición y conflicto permanente, de guerra contra todos y contra todo, sobretodo consigo mismo en la desesperación de no ver nada más que un caos total. El demonio fomenta el desorden suscita tensiones, rivalidades, guerras y antagonismos. Como observan los padres de la Iglesia, los demonios causan enfermedades y desastres naturales; arrastran a muchos a la magia, a la astrología, a ritos de misas negras, aumentando la idolatría, la mitología, corrompiendo la sana doctrina en incitando a la herejía, estimulando los hombres al pecado y al vicio.
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En la homilía del 15 de agosto de 2007, Benedicto XVI, citando la Ciudad de Dios de san Agustín afirma que “toda la historia humana, la historia del mundo, es una lucha entre dos amores: el amor de Dios hasta la pérdida de sí mismo; y el amor a sí hasta el desprecio de Dios y el rechazo de los demás”. Grandes santos tuvieron experiencias de fuerte combate con el demonio y la carne. Santa Gema Galgani, san Juan María Vianey, san Felipe Neri, y aún más conocido, el padre Pío de Pietrelcina, a quien se aparecía el diablo en forma de un animal repugnante que lo llenaba de terror. También en forma de mujeres provocativas que lo tentaban contra su castidad; incluso refirió heridas físicas infligidas por el demonio. Podemos describir la actividad específica del demonio en cinco situaciones muy precisas: a. LA TENTACIÓN. Es la primera acción cotidiana, experimentada por todos, personal o colectivamente. Hay tentaciones que se refieren al plano físico sensible, otras al plano psíquico espiritual. Ahora bien, no está dicho que todo pecado sea debido directamente a la acción diabólica (S. Th. 1,104,31); de hecho está el riesgo de culpabilizar al diablo para evadirse de la responsabilidad personal. b. LA VEJACIÓN (maltrato o humillación). Se trata del ataque fuerte, a veces cruel, que el demonio puede lanzar contra el cuerpo humano. La vejación se vence con la fuerza interior de acogerse a Dios rompiendo cualquier miedo y teniendo la disponibilidad de soportar todo por la gloria de Dios. c. LA INFESTACIÓN. Es el fenómeno por el que un demonio posee lugares, cosas o animales. La infestación de una casa puede ocurrir cuando allí se ha practicado espiritismo, ritos satánicos, santería o cualquier otra forma de esoterismo. El demonio al poseer un lugar puede mover cosas a voluntad o provocar ruidos u olores. El padre Amorth sostiene que la infestación no provoca la posesión de ninguna de las personas que viven en ese lugar. d. LA OBSESIÓN. Es la acción demoniaca contra la psique humana que puede causar heridas psicológicas, graves disturbios como la depresión, el desánimo, hasta el suicidio. Se debe realizar un buen discernimiento para identificar heridas psíquicas naturales que se pueden curar con conocimientos científicos y distinguirlas de eventuales acciones maléficas que requieren oración de liberación. e. LA POSESIÓN DIABÓLICA. Es la acción más grave sobre los individuos pero a la vez la más escasa. Satanás posee en modos diversos y no continuos una creatura humana. Esta situación con un discernimiento se puede combatir con la acción ministerial sacramental. Me refiero al exorcismo.
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El padre Francesco Bamonte afirma que ante estas formas de acción del diablo existen muchas vías que pueden abrir la puerta a la acción demoníaca. Veamos las principales: § § § § § § § § § § § §
Participar o asistir a sesiones ocultistas Practicar cartomancia, quiromancia o esoterismo. Usar amuletos y otros objetos de los que no se conoce el significado Compra de suvenires en otros países que hacen parte de ritos autóctonos. Participación en ritos folclóricos que tienen que ver con el demonio. Practicar técnicas y terapias ligadas a la Nueva Era, Reiki, etc. Participar en sectas o grupos que practican ritos de iniciación al esoterismo. Escuchar frecuentemente canciones con mensajes de violencia, apostasía, suicidio, etc. Participar en ritos practicados con sangre. Participar en ritos de profanación de la Sagrada Eucaristía. Participar en misas negras que contienen orgías sexuales. Homicidios rituales
Otras causas no menos importantes: § Pecados graves no confesados, graves injusticias cometidas, odio o rechazo al perdón, vida moralmente desordenada. § Violencia sexual, en particular sobre un hijo/a puede predisponer la acción extraordinaria del demonio. Además de estas acciones, preocupa la fuerza rezagada que va tomando el secularismo con nuevos ídolos muy refinados. Paradójicamente en un tiempo de mayor conocimiento y tecnología se ha caído en el terror y la desesperación del mundo pagano que pretende una sociedad sin Dios, la indiferencia espiritual y el relativismo contrario a los valores del evangelio. Lejos de satisfacer los anhelos profundos del corazón humano promueven una cultura de muerte, física o moral, espiritual y psicológica. Ejemplo de esta cultura son los abortos voluntarios, divorcios que rompen el vínculo sagrado, el materialismo y aberraciones morales, injusticias económicas, sociales y políticas que violan los derechos humanos, suicidios u homicidios, etc. Sin sustraer la responsabilidad humana en todo esto, no podemos descartar el influjo de Satanás.
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4. ¿CÓMO SE VENCE AL DIABLO? Satanás tiene cuatro límites infranqueables que no puede pasar jamás: a. EL SEÑORÍO DE DIOS. El diablo está bajo el poder creador de Dios, Señor de todos y de todo. El demonio y sus secuaces no pueden absolutamente ir más allá de lo que Dios permita en su omnipotencia. b. LA LIBERTAD DE CADA CREATURA HUMANA. Desde el inicio de la creación Dios ha dotado cada persona como cada espíritu angélico del libre albedrío que excluye una respuesta forzada hacia Dios. Por la misma razón, cada persona puede siempre rechazar los ataques satánicos. Si se vigila y ora para no ser abandonado a la tentación y a las acciones maléficas extraordinarias que van contra Dios, contra su voluntad, se hace progresivamente más fuerte, mientras se va debilitando la acción demoníaca contra él. Sólo así Satanás se aleja como se alejó de Jesús en el desierto. c. LA VICTORIA DE CRISTO CRUCIFICADO. La cruz representa la victoria de Cristo sobre Satanás. Allí se desvela la altura, profundidad y longitud de su amor. Jesucristo resurge de la muerte para que todo ser humano en íntima unión con Dios se haga más fuerte que el odio de Satanás que provoca la misma muerte. Los padres del desierto y san Benito dan testimonio del poder de la Cruz. El demonio tiene miedo de la cruz, que en el rito de exorcismo es definitivo, ya que en ella somete y destruye todo poder del mal y la muerte. d. LA PROTECCIÓN DE MARÍA INMACULADA. El padre Amorth en su última entrevista antes de morir refiere que Jesús eligió a María no sólo como su madre, sino también como cooperadora en la salvación. Ella nos hace vigilantes y nos da la fuerza para vencer los asaltos de Satanás, para discernirlos de la acción de Dios. Como afirma san Bernardo, ella también es la razón de nuestra esperanza . 9
El exorcismo es signo de la presencia actual del Reino, del dominio de Dios en la tierra. La victoria de Jesús sobre los demonios preanuncia la era escatológica definitiva. Jesús pasó sanando a todos aquellos sometidos bajo el poder del diablo y confirió este poder a sus discípulos. Satanás tiene poder sobre el hombre allí donde hay vacío de fe en Dios, cuando no se alimenta la fe con la oración y la ascesis. El demonio se presenta en los evangelios sinópticos como superior al hombre, más inteligente y más potente, pero sólo con la acción de Dios en Jesucristo puede ser derrotado.
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G. Amorth., María contra el mal. 2017.
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5. CRITERIOS DE COMPRENSIÓN Y DISCERNIMIENTO a. Criterios teológicos a.
b.
c. d.
e.
f.
g.
Ante la multiplicidad de desorientaciones se debe aclarar la verdad de fe sobre la existencia del demonio como ser personal y su acción durante la vida de Cristo y los cristianos. (Documento “Fe cristiana y demonología” 26 junio 1975). La Iglesia no ha hecho una declaración explícita sobre la existencia del demonio por la simple razón de una verdad que era claramente admitida y no requería un acto extraordinario del magisterio. (Documento “Fe cristiana y demonología” 26 junio 1975). Satanás busca inducir al hombre a vivir en su mismo comportamiento de rivalidad, de oposición a Dios con el pecado. El pecado de Satanás y sus ángeles rebeldes consiste en el rechazo de Dios, conocido a la luz de la inteligencia y de la revelación como Bien infinito, Amor y Santidad subsistente. (Juan Pablo II, Audiencias 1986). La acción de Satanás como ser personal es tentar a los hombres a perder el deseo de la verdad y la disponibilidad del amor, influyendo en su imaginación y facultades superiores para ponerlo en contra de Dios. No se excluye que en ciertos casos el espíritu del mal ejerza su influjo no sólo sobre cosas materiales sino sobre el cuerpo del hombre, para lo cual se habla de posesiones diabólicas. No es fácil discernir lo que de preternatural se da en estos casos, ni la Iglesia asegura fácilmente estos hechos a intervenciones directas del demonio.
b. Criterios eclesiales prácticos a. Cuando la Iglesia pide públicamente y con autoridad, en nombre de Jesucristo, que una persona o un objeto sea protegido contra las asechanzas del Maligno y sustraída a su dominio, se habla de exorcismo. Jesús lo practicó (cf Mc 1,25-26; etc.); de Él tiene la Iglesia el poder y el oficio de exorcizar (cf Mc 3,15; 6,7.13; 16,17). b. En forma simple, el exorcismo tiene lugar en la celebración del Bautismo. CEC 1673. c. El exorcismo solemne llamado «el gran exorcismo» sólo puede ser practicado por un sacerdote y con el permiso del obispo. En estos casos es preciso proceder con prudencia, observando estrictamente las reglas establecidas por la Iglesia. CEC 1673.
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d. El ministerio de exorcizar personas poseídas por el demonio, se confía con expresa licencia al Ordinario del lugar, el obispo diocesano (CIC 1172). e. El permiso para exorcizar se debe conceder sólo a sacerdotes de probada piedad, ciencia, prudencia, integridad de vida, y con la preparación acorde para este oficio. (CIC 1172,2). f. El rito se acompaña de gestos como: la señal de la cruz, la imposición de manos, la exsufflatio (expiración del demonio) y la aspersión con el agua bendita. c. Doce criterios de discernimiento ante la práctica del exorcismo y oración de liberación a. El sacerdote o ministro que recibe un caso particular no considere inmediatamente que se encuentra frente a una persona que está poseída por el demonio, pues podría tratarse de una enfermedad, especialmente psíquica. CEC 1673. b. Tampoco se debe presumir una posesión diabólica cuando la persona dice estar tentada, deprimida o atormentada por situaciones extrañas o inexplicables. c. Se deben distinguir bien los casos de acción diabólica de aquellos que son objeto de maleficios, sortilegios, maldiciones, que recaen sobre el sujeto, familiares o cosas. d. Los sacerdotes no deben negar la ayuda espiritual a una persona, y a la vez, se debe evitar el diagnóstico inmediato de posesión diabólica hasta que no se realice el debido discernimiento. e. No todos los sacerdotes están autorizados para practicar el rito del exorcismo, en cambio todos pueden hacer oraciones de liberación que ayuden a la persona a encontrar de nuevo la paz espiritual. f. El exorcista no debe proceder a la celebración del exorcismo en la forma imperativa si no está moralmente seguro que la persona a exorcizar está realmente poseída por el demonio. g. Los signos más frecuentes de posesión diabólica son: a. Hablar fluidamente lenguas desconocidas b. Revelación de cosas ocultas y lejanas c. Manifestación de fuerzas superiores a la edad y condiciones físicas d. Fuerte aversión a Dios, a Jesús, a la Virgen María e. Rechazo a los sacramentos y a las imágenes sagradas h. Antes de pensar en una posesión diabólica y la práctica del exorcismo se deben consultar personas expertas en cuestiones de vida espiritual, medicina y psiquiatría.
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i. El exorcismo no puede nunca interpretarse como un acto de magia o superstición. Jamás debe prestarse para espectáculo de los presentes, por el contrario debe realizarse con la debida prudencia y reserva. j. Si al exorcismo son admitidas algunas personas, sea para orar intensamente por la persona atormentada por el demonio. Sin embargo, deben abstenerse de cualquier fórmula de exorcismo, invocativa o imperativa, reservada sólo al exorcista. k. Se debe distinguir entre el exorcismo y la oración de liberación. Dirigirse directamente al demonio en nombre de Jesucristo es un exorcismo. En cambio, la oración de liberación es una plegaria dirigida especialmente a Dios y a los santos para obtener la liberación del demonio. (P. Cessare Truqui). CONCLUSIÓN Finalizo con las mismas palabras del Papa Benedicto XVI: “Digan lo que digan algunos teólogos, el Diablo es, para la fe cristiana, una presencia misteriosa, pero real, no meramente simbólica, sino personal. Y es una realidad poderosa (“el Príncipe de este mundo”, como le llama el Nuevo Testamento, que nos recuerda repetidamente su existencia), una maléfica libertad sobrehumana opuesta a la de Dios; así nos lo muestra una lectura realista de la historia, con su abismo de atrocidades continuamente renovadas y que no pueden explicarse solamente con el comportamiento humano. Reto a los párrocos y sacerdotes a que no prediquemos tanto sobre el demonio, sino sobre Jesús venciendo al demonio y el poder del mal; a que no catequicemos bajo el moralismo del pecado, sino sobre el encuentro con Cristo en un verdadero proceso de conversión. Definitivamente, el hombre por sí solo no tiene fuerza suficiente para oponerse a Satanás; pero éste no es otro dios; unidos a Jesús, podemos estar ciertos de vencerlo. Es Cristo, el “Dios cercano”, quien tiene el poder y la voluntad de liberarnos; por esto, el Evangelio es verdaderamente la Buena Nueva. Por último, es probable que todo esto resulte escandaloso para una mentalidad moderna que presume de abarcar toda la realidad con su propio conocimiento. Pero la fe es un conjunto plenamente integrado y no se puede aislar o quitar ningún elemento de su complejo entramado. Ante la presencia misteriosa del mal, también resplandece el pueblo de Dios que se une espiritualmente a su Creador mientras espera contra toda esperanza.
Fray Héctor Manuel Calderón Muñoz Orden de Agustinos Recoletos
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