EL JUEGO COOPERATIVO: UN APORTE A LA CONSTRUCCIÓN DE PAZ EN LA EDUCACIÓN BÁSICA PRIMARIA THE COOPERATIVE GAME: A CONTRIBUTION TO THE CONSTRUCTION OF PEACE IN PRIMARY BASIC EDUCATION Laura Gutierrez, Karen Medrano y Laura Vásquez.
Resumen: La presente ponencia tiene como objetivo resaltar la importancia de desarrollar y potenciar una cultura de paz en la educación básica primaria donde prima la formación en competencias ciudadanas a través del juego cooperativo como estrategia pedagógica que permite a los psicólogos y educadores crear un ambiente interdisciplinario para el intercambio de saberes comprendiendo las situaciones desde una perspectiva integral, que identifique los procesos de interacción entre los niños a partir de un enfoque socio-cultural propuesto por Lev Vygotsky, que genera un aprendizaje mutuo mediante la zona de desarrollo próximo, activando procesos internos y funciones socializadoras para un intercambio cultural . Además, esta estrategia fortalece el desarrollo de diversas herramientas que disminuyan los escenarios violentos, al existir una convergencia de múltiples experiencias que eliminan la competitividad y contribuyan a una convivencia pacífica. Palabras claves: Juego cooperativo, construcción de paz, trabajo interdisciplinario, desarrollo sociocultural Abstract: This paper aims to highlight the importance of developing and promoting a culture of peace in primary basic education where training in civic competences through cooperative play as a pedagogical strategy that allows psychologists and educators to create an interdisciplinary environment for exchange of knowledge understanding situations from an integral perspective, which identifies the interaction processes between children from a socio-cultural approach through Lev Vygotsky, which generates a mutual learning through the zone of proximal development, activating internal processes and functions Socializing for a cultural exchange. In addition, this strategy strengthens the development of various tools that reduce violent scenarios, since there is a convergence of multiple experiences that eliminate competitiveness and contribute to a peaceful coexistence.
Keywords: Cooperative game, peace construction, interdisciplinary work, socio-cultural development.
Introducción La construcción de paz implica un proceso en que todos los actores de la sociedad se involucren en la transformación de un sentir, pensar y actuar caracterizado durante décadas en Colombia por la presencia de factores como la violencia, guerra y dolor, que de manera impactante destruyen el tejido social presente en todos los escenarios de desarrollo de cada uno de los sujetos; es por esto que, lograr verdaderos escenarios de paz va más allá del fin del conflicto armado y se orienta hacia un camino de fortalecimiento de valores y prácticas sociales desde un marco de equidad, diversidad, justicia, mediación de conflictos y respeto por los derechos humanos. De acuerdo con Dajome (2017), un aspecto fundamental para alcanzar lo anterior comienza a desarrollarse dentro de los procesos educativos que se llevan a cabo en las aulas escolares al promover diversas habilidades y actitudes constructivas que generen una convivencia en pro de una cultura de paz que trascienda las tensiones sociales; es por ello que se propone el juego cooperativo como una estrategia que permite la transformación del imaginario de prácticas violentas en una oportunidad de interiorización de valores, actitudes y comportamientos para la no repetición de las mismas.
Marco teórico
Se destaca el papel fundamental de la educación al considerarse de acuerdo a lo establecido en la Ley 115 por el Congreso de la República de Colombia (1994) como ‘‘un proceso de formación permanente, personal, cultural y social que se fundamenta en una concepción integral de la persona humana, de su dignidad, de sus derechos y de sus deberes’’ (p.1), convirtiéndose en una de las esferas más importantes para que todo sujeto pueda desarrollarse plenamente para participar de manera activa en la sociedad a partir de dos propósitos primordiales: el primero orientado hacia la formación y desarrollo de competencias ciudadanas y el segundo hacia una formación en competencias asociadas principalmente con áreas del conocimiento. Lo anterior, permitirá dar cuenta de los estándares de calidad que se están manejando dentro del sistema educativo y el compromiso que tiene de brindar las condiciones necesarias para luchar contra la inequidad y exclusión mediante un currículo flexible que dé sentido a todas las experiencias de los educandos y así mismo, los integre a todos. De ahí que, la ley 115 y el reconocimiento de la educación como derecho fundamental de los niños se considera en la Constitución Política de Colombia (1991) en su Artículo 67 que ‘‘con ella se busca el acceso al conocimiento, a la ciencia, a la técnica, y a los demás bienes y valores de la cultura’’ (p. 36), delegando en el Estado, la sociedad y la familia la responsabilidad de garantizar la accesibilidad a la misma, comprendiendo obligatoriamente un año de preescolar y nueve de educación básica dentro de la cual se encuentra la Educación Básica Primaria que comprende cinco grados; cabe mencionar que, dentro de esta educación se le otorga una gran relevancia a la formación de sujetos que construyan una paz desde el reconocimiento de los Derechos Humanos y la interiorización de
valores fundamentales para la convivencia por medio de la práctica y la recreación. Así mismo, en la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño y la Niña, El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (1989) establece que, la educación también debe estar encaminada a ‘‘preparar al niño para asumir una vida responsable en una sociedad libre, con espíritu de comprensión, paz, tolerancia, igualdad de los sexos y amistad entre todos los pueblos’’ (p. 25). A partir de esto, el Estado dentro de sus políticas promueve que el desarrollo de las competencias ciudadanas en las instituciones educativas se oriente hacía las prácticas necesarias para construir una convivencia pacífica, participación democrática y valorar el pluralismo (Ministerio de Educación Nacional, 2004), con el fin de que estos aspectos se fundamenten bajo el conocimiento e interiorización de los derechos humanos, para así, respetarlos, defenderlos y garantizarlos en los diversos escenarios de desarrollo de los niños tanto en el plano individual como colectivo, puesto que, no se trata de renunciar a los intereses personales sino de establecer diálogos permanentes con los demás que transformen la acción cotidiana y permita llegar a acuerdos dirigidos hacía un bien común; dado que, al expresarse, entenderse y negociar con otros, ayudan según el Ministerio de Educación Nacional (2011) ‘‘a reflexionar críticamente sobre la realidad y a descentrarse, es decir, salirse de su perspectiva y poder mirar la de los demás, para incluirlas en la propia vida’' (p. 22). Es por esto que, a raíz de las consideraciones anteriores, el Ministerio de Educación Nacional como organismo oficial adelanta acciones que respondan a las necesidades y propósitos educativos de manera eficiente e integral, comprendiendo los múltiples desafíos presentes en el sector educativo y dando cumplimiento a los mandatos que rigen la prestación de este servicio; es así que, al identificar las circunstancias que afectan a la sociedad colombiana en la actualidad, se empieza a evidenciar que desde diferentes sectores es necesario la implementación de una educación para la paz y para la convivencia en la escuela reglamentada en la Ley 1620 del 2013, cuyo objeto según el Congreso de Colombia es ‘‘contribuir a la formación de ciudadanos activos que aporten a la construcción de una sociedad democrática, participativa, pluralista e intercultural’’ (p. 1), a través del desarrollo de diversas estrategias, programas y actividades que fortalezcan la convivencia pacífica y la ciudadanía desde una perspectiva del gozo de los derechos, para así, mitigar situaciones de violencia e inadecuados escenarios escolares y llegar a vías pertinentes de resolución de conflictos. De igual forma, la ley 1620 es fortalecida en los escenarios educativos con la firma del Decreto que reglamenta la Cátedra por la Paz con la Ley 1732 del 2014 mediante la cual, el Congreso de Colombia establece como objetivo de la misma ‘‘crear y consolidar un espacio para el aprendizaje, la reflexión y el diálogo sobre la cultura de la paz y el desarrollo sostenible’’ (p. 1), buscando que el pilar de la paz sea aquel que rija las relaciones humanas y de forma cooperativa se pueda dar una adecuada resolución de conflictos a través, de un cambio en los modelos pedagógicos tradicionales que reconstruya la sociedad colombiana y empiece por los nuevos espacios de convivencia. Así mismo, da pie para la constitución del Plan Nacional Decenal de Educación 2016-2026 el cual según
el Ministerio de Educación Nacional busca (2017) ‘‘garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos” (p.14) de manera que, ayude a construir la paz en los escenarios educativos impactados de forma negativa y propicie nuevas formas de saber, interactuar y hacer. Es decir que, la educación tiene un papel relevante en el fortalecimiento y mejora de las relaciones humanas, ya que, estas dan cuenta del contexto social en que los educandos se desarrollan e implícitamente se reflejan en el actuar dentro del aula escolar, regulando el sentido de pertenencia frente a este y la aproximación al aprendizaje desde un sentido de interacción de todos los actores de la escuela; por tanto, es importante recalcar las distintas estrategias pedagógicas que se llevan a cabo dentro de las aulas escolares con el fin, de generar ambientes pacíficos dentro de las mismas que incentiven la formación integral y la socialización. Por consiguiente, en la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño y la Niña, El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (1989) destaca la posibilidad de que los niños orienten su aprendizaje a partir de los juegos y las actividades recreativas; siendo responsabilidad de la sociedad y del Estado esforzarse para fortalecer el cumplimiento en este derecho; de ahí que, se contempla el juego como esa estrategia pedagógica que propicie escenarios de cooperación, solidaridad, compañerismo, responsabilidad y respeto frente a los demás. De acuerdo con lo anterior, el juego como recurso educativo representa su potencialidad en el contexto del aprendizaje desde lo socio-cultural, Bruner (citado en Redondo,2008) propone que ‘‘el juego es un formato de actividad comunicativa entre iguales que les permite restructurar continua y espontáneamente sus puntos de vista y sus conocimientos’’ (p. 5), por lo tanto, se da un intercambio cultural en donde prevalecerán las experiencias previas que ha adquirido cada niño en su propio contexto social, permitiendo que esas diferencias llevadas al escenario de juego faciliten la interacción y la construcción conjunta de procesos de enseñanza y aprendizaje. Asimismo, Duarte (2003) considera el juego como ‘‘parte vital del niño que le permite conocer su entorno y desarrollar procesos mentales superiores que lo inscriben en un mundo humanizado’’ (p. 109), fomentando de manera continua el desarrollo de múltiples habilidades cognitivas, físicas, emocionales y sociales que buscan cumplir con tres aspectos centrales: provocar saberes, generar conocimientos y crear ambientes sociales de aprendizaje constante. De donde resulta que, Vygotsky (citado en Fernández, Villadiego y Zabala, 2016) propone que ‘‘el juego es una realidad cambiante y sobre todo impulsora del desarrollo mental del niño” (p. 51), conllevando a que dichas funciones mentales superiores se encuentren estrechamente relacionadas con la interacción social, es decir, dichas funciones solamente podrán ser entendidas a la luz de los procesos sociales y culturales en los que está inmerso el sujeto, convirtiéndose este en un factor determinante en la génesis del desarrollo que coloca en un nivel inferior a los factores genéticos. Asimismo, el sujeto es un constructor activo en el proceso del aprendizaje en la medida que amplía
sus capacidades y de acuerdo con Cubero (2005) empieza a apropiarse de unos determinados contenidos que se construyen en las prácticas interactivas del sujeto y los dota de significados que tienen sentido para sí mismos en el plano de la actividad cultural en la que esté inmerso, pues es esta la que brinda las herramientas necesarias para que haya un intercambio cultural y se desarrollen nuevos aprendizajes en un plano de desarrollo mucho más complejo. Por tanto, se destaca la importancia que tiene la participación de los sujetos en prácticas culturales tales como el juego, ya que, es la manera en la que los niños crean un espacio de intercambio cultural que les permite orientar su pensar y actuar desde la interacción con los demás participantes al desarrollarse un aprendizaje que les permita de acuerdo con Leontiev (referido en Cubero, 2005) ‘’apropiarse de los productos de la cultura humana en el contacto con sus semejantes’’ (p. 48), creando una ayuda recíproca entre sí que les permita establecer una relación enseñanzaaprendizaje, cuyo objetivo no será la transferencia de conocimientos y/o habilidades de los que saben más, sino el uso colaborativo de formas de mediación que le permitan al niño alcanzar la máxima potencialidad en su desarrollo integral. Estableciendo que, para Vygotsky existen dos niveles de desarrollo en el niño, según refiere Moll (1990) ‘‘el nivel de desarrollo actual, referido a la ejecución o resolución del problema individual, y el nivel más avanzado de desarrollo próximo, referido a la ejecución o resolución del problema con ayuda’’ (p. 247), así, el primer nivel de desarrollo define las funciones que ya han alcanzado su grado de maduración y representan un dominio individual; y en el segundo nivel, se encuentran aquellas funciones que necesitan ser mediadas por terceros para su desarrollo potencial y que más adelante se pondrán efectuar de manera independiente; no obstante, este proceso de interiorización se traslada de un plano entre personas, es decir, interpsicológico; a un plano, interior del propio niño (intrapsicológico) para así, pasar del aprendizaje al desarrollo de este sujeto. Es por esto que, el juego es una estrategia educativa que se sitúa en el desarrollo próximo del niño, debido a la capacidad que tiene este para permitir ser guiado en su desarrollo, a través, del proceso de enseñanza y aprendizaje, entendiendo este último como aquel que según refiere Vygosky (citado en Rodríguez, 2001) ‘‘despierta una variedad de procesos evolutivos internos que sólo se activan cuando el niño está en interacción con otras personas en su ambiente y en colaboración con sus pares’’ (p. 265), encontrándose mediado por el lenguaje que cumple una función socializadora al permitir que entre niños se transmitan una serie de aspectos culturales que tienden a modificar la concepción del mundo y asimismo, llegar a un punto de convergencia que elimine las barreras y tensiones sociales. Lo anterior es sustentado por, Nicolau (1995) al resaltar que el juego es una forma de comunicación donde el lenguaje representa un intercambio de intenciones y propósitos que favorece la reestructuración y definición de acuerdos mutuos que posibiliten que la actividad del juego se vaya desarrollando.
Es así que, un juego enriquecedor para los educandos y los escenarios educativos, hace referencia al juego cooperativo, considerado por Pérez (citado por De la Cruz y Lucena, 2010) como una propuesta que busca reducir las expresiones de agresividad dentro del contexto en que se desarrolle la actividad, facilitando el encuentro con los demás y predominando lo colectivo sobre lo individual a través de procesos de sensibilización, cooperación, vías de comunicación asertivas y solidaridad. Por lo cual, se fomenta una educación en valores en la medida que los educandos despliegan todas sus potencialidades en pro de alcanzar una actitud reflexiva y participativa, que les permita descubrirse tanto a sí mismos como a los otros desde una perspectiva de respeto a la dignidad de cada sujeto. Cascon y Martin (citado por Villa, 2016) refiere al juego cooperativo como un escenario en el cual un grupo puede desarrollar sus valores, generar espacios de conocimiento entre los mismos integrantes y así, reconocer las necesidades inmersas en el grupo, expresándolas de forma positiva para una potencialización grupal. Lo anterior, se genera a raíz de que este tipo de juego según Cerdas (2013) ‘‘alude a la búsqueda de objetivos comunes, conlleva a un trabajo cooperativo, pensar en todos(as) y no en los intereses individuales, aunque sí en la riqueza de cada aporte individual para el logro de las metas comunes (p.111). Es decir que, se elimina la competitividad como motor del logro, y se halla en el otro, una fuente de múltiples habilidades y actitudes que permiten a través de una construcción mutua mejorar la experiencia del juego y adoptar una responsabilidad grupal; de igual forma, Osornio (2016) menciona que el juego cooperativo no busca exclusión y discriminación dentro del contexto, al contrario, se enfoca en favorecer un ambiente recíproco donde los competidores no son los protagonistas sino prima el ser compañeros de juego. De acuerdo con Orlink (2002) el juego cooperativo gira en torno a varias libertades que ayudan al desarrollo de la cooperación, de los buenos sentimientos y el apoyo mutuo. Las libertades a las que hace referencia son: Libres de competir: El objetivo o la finalidad de dicho juego va hacer común a todos, favoreciendo así las interacciones positivas. Lo que hace distinto al juego cooperativo de los demás tipos de juegos, es su estructura interna ya que se caracteriza por liberar al niño de la presión de competir, elimina la necesidad de conductas destructivas y los anima a una interacción beneficiosa y con diversión. Libres para crear: Este tipo de juegos permite un desarrollo libre de la creatividad de los niños, generando una satisfacción personal y, además, una experiencia positiva para encontrar soluciones a nuevos problemas. La rigidez y las normas de los juegos tradicionales, minimizan la curiosidad y la originalidad de los pensamientos e impiden la creatividad y la sensibilidad de los niños durante el juego.
Libres de la exclusión: Aquellos juegos que en su finalidad buscan expulsar jugadores o eliminarlos porque tienen menos experiencia o destreza, generan sentimientos de rechazo y desconfianza y no permiten la oportunidad de mejorar; sin embargo, los juegos cooperativos eliminan la idea de dividir y fomentan escenarios de intercambios personales donde predomine el bien y la posibilidad de un verdadero aprendizaje. Libres para elegir: Proporcionar la libertad de elegir a los niños demuestra respeto por ellos y les confirma la creencia de que son autónomos y capaces. Se estimula su motivación y se le hace protagonista del juego. Estas libertades proporcionan en el juego cooperativo una oportunidad de ser un medio socializador que mejora las relaciones humanas pero que también, proporciona la diversidad cultural como una forma de construirse a partir del otro, ya que como lo considera Cerdas (2013) aprende a ‘‘valorar a las personas del grupo en sus diferentes habilidades, actitudes, formas de pensar y conocer, y esto a la vez logra que cada persona contribuya con las demás en su enriquecimiento al compartir y reflexionar acerca de sus experiencias’’ (p. 111). Es decir que, el educando elimina los prejuicios que conllevan a una fragmentación social y comienza a considerar la diversidad como un valor enriquecedor y como una fuente para cultivar la igualdad de oportunidades en el contexto escolar, aprendiendo a convivir armoniosamente mediante el reconocimiento de la diferencia y estableciendo mejores escenarios de paz y convivencia. Osornio (2016) menciona que el juego cooperativo como estrategia de paz “puede establecer los cimientos de los valores que como sociedad se han perdido, y que necesitamos para establecer vínculos de comunicación'’ (p. 421), de este modo, podremos entablar procesos que permitan una actuación más asertiva frente al manejo de conflictos en las aulas y que garanticen un aprendizaje mediante el cual las partes involucradas busquen soluciones alternativas para llegar a un acuerdo mutuo y eliminen las pautas violentas que a diario se reproducen en la sociedad. Lo anterior, conllevará a que los educandos tengan compensaciones que la realidad les cohíbe de experimentar a raíz de situaciones que se presentan en su contexto social y cultural, encontrando en el juego cooperativo, una forma de aportar significativamente a la paz, al erradicar las injusticias y elaborar un escenario de sensibilización y reconstrucción del conflicto de manera colectiva. A su vez, Moreno (2014), habla de la importancia del juego cooperativo en ambientes escolares, actuando como mediador frente a la violencia escolar ya que, fortalece la confianza y compresión de sí mismos y de los demás e interpreta y acepta los comportamientos de los otros, de modo que, al conocer el grupo la sensación de ser juzgados disminuye los niveles de violencia e indiferencia, lo que contribuye a establecer buenas relaciones interpersonales. Cabe resaltar que, el juego cooperativo se encontrará dirigido tanto por educadores como estrategia para la adquisición de múltiples aprendizajes y por psicólogos educativos, como orientador en los procesos interaccionales que surgen mediante este tipo de juego; resaltando la relevancia de que exista un trabajo
interdisciplinario para que, a partir de los conocimientos aportados por cada profesional, se obtenga una mirada más amplia y crítica de las situaciones y necesidades educativas que se presenten, dando respuesta y atención oportuna a las mismas y eliminando las barreras que dificultan la inclusión en este ámbito. Desde el trabajo interdisciplinario, de acuerdo con Lenoir (2013) ‘‘las disciplinas, en lugar de ser entendidas como frenos u obstáculos y, eventualmente, expulsadas de cualquier marco teórico de referencia, deben ser comprendidas y tratadas como elementos indispensables de todo proceso de formación’’(p. 68), es por esto que, los psicólogos educativos y educadores al trabajar conjuntamente, logran establecer estrategias y objetivos en pro del bienestar integral de los educandos, buscando abarcar los distintos saberes que desde ambas disciplinas se puedan ejecutar en situaciones reales del contexto educativo; por ejemplo, cuando se está desarrollando el juego cooperativo los profesionales en la complementariedad de sus saberes deben buscar un sentido que oriente dicha estrategia hacía una meta común, garantizando una cooperación entre sí mismos cuyo fin sea desplegar las potencialidades de cada uno de los miembros de la institución educativa. No obstante, la psicología como disciplina dentro de la construcción de paz, profundiza en los escenarios donde se propicia la violencia, por tanto, Moreno (2014) alude que las manifestaciones violentas son una realidad que se reproduce en la escuela a partir de conductas y comportamientos dirigidas a lastimar y a reducir al otro; lo cual, lleva a prestar atención a dicho entorno para ratificar el proceso de construcción de paz y, además, tener en cuenta que en el contexto educativo también se puede generar ambientes de solidaridad, participación y convivencia entre sus semejantes como lo refiere Arévalo (2016). Es por esto que, los psicólogos educativos pueden establecer adecuados puentes de comunicación a través, de la dinámica del juego cooperativo, que les permita a los niños y los actores de la institución expresar los diferentes puntos de vista y crear ambientes donde se fortalezca la paz desde una perspectiva cultural con condiciones equitativas. De esta manera, al implementar el juego cooperativo, el psicólogo encuentra en este, una alternativa que para la Corporación Opción (2013) ayuda a visualizar las emociones, expresiones y conductas que el niño pueda plasmar en el momento de la interacción, permitiéndole transformar los escenarios educativos al fomentar un aprendizaje recíproco y construir diversas propuestas que promuevan el reconocimiento de su historia, principios culturales e individualidad; para esto, es importante que el profesional se involucre activamente en la dinámica del juego cooperativo y su actuar este dirigido a comprender las tensiones y diferencias que puedan existir, ya que, según el Colegio Colombiano de Psicólogos (2009) ‘‘en la prestación de sus servicios, el/la psicólogo/a no hará ninguna discriminación de personas por razón de nacimiento, edad, raza, sexo, credo, ideología, nacionalidad, clase social, o cualquier otra diferencia’’ (p. 7); por tanto, es necesario que se despoje de aquellos prejuicios personales que le impidan desempeñar adecuadamente su ejercicio profesional en las instituciones educativas.
Conclusiones
Es importante que, en los escenarios educativos colombianos, se implementen en los currículos el uso de estrategias didácticas como el juego cooperativo que contribuye a la creación de relaciones y habilidades sociales positivas, proporcionando un aprendizaje a nivel colectivo e individual que disminuya los comportamientos violentos y contribuya a la construcción de escenarios recíprocos de paz.
La construcción de paz no implica la ausencia de conflicto, sino la transformación de la individualidad en una oportunidad de aceptación de la diferencia para establecer acuerdos que garanticen el respeto por los derechos humanos, el diálogo y la concertación para la adecuada resolución de conflictos.
Dentro de la escuela es necesario que exista un trabajo interdisciplinario, principalmente entre los educadores y los psicólogos educativos, estableciendo diálogos de saberes que fortalezca la formación integral del educando y den respuesta a las exigencias de un contexto educativo en pro de la paz.
Al implementar el desarrollo sociocultural en el ejercicio de construcción de paz, se puede apreciar y reconocer una interacción intercultural que conlleve a una partición activa y un desarrollo de habilidades que puedan fortalecer a los miembros del grupo y a su vez, se conviertan en promotores de cambio social.
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