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Temperament, character, and personality disorders. Results of TCI-R administration in a sample of drug-addicts in treatment and its relation with MCMI-II Article in Adicciones · January 2006 CITATIONS
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Temperamento, carácter y trastornos de la personalidad. Aplicación del TCI-R a una muestra de consumidores de drogas en tratamiento y su relación con el MCMI-II Eduardo J. Pedrero Pérez Cad 4 San Blas. Instituto de Adicciones de la Ciudad de Madrid. Enviar correspondencia a: Eduardo J. Pedrero Pérez. c/ Alcalá 527. 28027 Madrid. Tfno: 609587233.
[email protected]
Recibido: 14 de octubre de 2005. Aceptado: 27 de febrero de 2006.
RESUMEN
ABSTRACT
Objetivo: Estudiar los resultados de aplicación de la versión española del TCI-R en una muestra de sujetos que inician tratamiento por consumo problemático de sustancias. Explorar las relaciones entre las puntuaciones del TCI-R y las escalas de trastornos de la personalidad del MCMI-II. Material y método: Se administran el TCI-R y el MCMI-II a una muestra de 316 sujetos que inician tratamiento por abuso/ dependencia de heroína, cocaína, alcohol o cannabis, en un centro público de tratamiento ambulatorio del Ayuntamiento de Madrid. Resultados: La versión española del TCI-R ofrece adecuadas propiedades psicométricas. Existe una amplia concordancia entre los instrumentos de Cloninger y Millon en la caracterización de los trastornos de personalidad. Bajas puntuaciones en Autodirección y Cooperatividad, junto con elevada Autotrascendencia, sugieren existencia de un trastorno de personalidad. Las diversas combinaciones de los cuatro rasgos temperamentales informan del tipo de trastorno presente. Conclusiones: La versión española del TCI-R es un instrumento fiable y válido para el estudio de los trastornos de personalidad en sujetos adictos. Ambos instrumentos, TCI-R y MCMI-II, presentan indudable utilidad para una caracterización dimensional de los trastornos del Eje II.
Objective: The results of the administration of the Spanish version of the TCI-R were examined in a sample of subjects undergoing treatment for substance addiction. The relationships between the TCI-R scores and the MCMl-II personality disorders scales were explored. Material and method: The TCI-R and MCMI-II were administered to a sample of 316 subjects who had begun treatment for heroin, cocaine, alcohol or cannabis abuse/ dependency in a public outpatient treatment centre in Madrid in Spain. Results: The Spanish version of the TCI-R provides suitable psychometric properties. There is a broad concordance between the Cloninger and Millon instruments on the characterisation of personality disorders. Low scores in self-directedness and cooperativeness, together with high self-transcendence, suggest the existence of a personality disorder. The different combinations of the four temperamental traits provide information on the specific disorder. Conclusions: The Spanish version of the TCI-R appears to be a reliable and valid instrument for the study of personality disorders in addicts. Both instruments, the TCI-R and the MCMIII, offer undoubted utility in the dimensional characterisation of Axis II disorders.
Palabras clave: TCI-R, MCMI-II, trastornos de la personalidad, evaluación, adicción, personalidad, temperamento, carácter
Key words: TCI-R, MCMI-II, personality disorders, assessment, addiction, personality, temperament, character.
INTRODUCCIÓN
conducta y el aprendizaje social, formula un modelo y diseña unos instrumentos de evaluación que permiten el estudio de la personalidad normal y patológica desde el concepto de rasgo y mediante una aproximación dimensional. El segundo (Millon y Davis, 1998), más que una teoría desarrolla una ciencia compleja de la personalidad y su patología, apelando a los factores
Cloninger y Millon han formalizado en las últimas décadas sendas teorías biopsicosociales sobre la personalidad desde diferentes perspectivas. El primero (Cloninger, Svrakic y Przybeck, 1993), a partir de conceptos derivados de la neurobiología, la genética de la
ADICCIONES, 2006 • Vol.18 Núm. 2 • Págs.135-148
135
de predisposición biológica, su expresión fenotípica, el aprendizaje social y los mecanismos de adaptación al entorno desde una perspectiva evolutiva que favorece una concepción dinámica de la personalidad. Ambos modelos se configuran en la actualidad como alternativas teóricas válidas en un intento de formalizar un Eje II dimensional, frente a la concepción categorial vigente, fuertemente criticada (Oldham y Skodol, 2000; Westen y Shedler, 2000; Widiger, Costa y McCrae, 2002). Junto con el Modelo de Cinco Factores (Widiger, Trull, Clarkin, Sanderson y Costa, 1994), formulado desde una perspectiva ateórica y empírica, aportan instrumentos de medida y abundante apoyo empírico a la propuesta dimensional alternativa para la investigación, la descripción, el diagnóstico y el tratamiento de los trastornos de la personalidad. Para Cloninger la personalidad es un complejo sistema jerárquico que puede ser descompuesto, a efectos de investigación, en distintas dimensiones psicobiológicas del temperamento y el carácter. La personalidad vendría definida, por una parte, por los sistemas psicofísicos implicados en el aprendizaje, y, por otro, por las diferencias individuales en los sistemas de adaptación implicados en la recepción, procesamiento y almacenaje de la información sobre el entorno. Anclado en los modelos previamente formulados por Eysenck (1991), Zuckerman (Zuckerman, Kuhlman, Thornquist y Kiers, 1991) y Gray (1987), la propuesta de Cloninger fue formulada con la intención explícita de describir la variación dimensional de diferentes rasgos que explicaran tanto la personalidad normal como las variantes psicopatológicas. Para Millon la personalidad debe ser entendida como un patrón complejo de características psicológicas profundamente arraigadas, que son en su mayor parte inconscientes y difíciles de cambiar, se expresan automáticamente en casi todas las áreas de funcionamiento del individuo y surgen de una complicada matriz de determinantes biológicos y aprendizajes, y en última instancia comprenden el patrón idiosincrásico de percibir, sentir, pensar, afrontar y comportarse de un individuo (Millon y Davis, 1998). Aunque su teoría da cabida a todos los enfoques precedentes, el refuerzo es el concepto central y unificador del modelo, de modo que, en último término, la personalidad podría reducirse al modo en que los individuos buscan sus reforzadores y el modo en que se enfrentan a las dificultades que encuentran para obtenerlos (Millon y Davis, 1998). En su formulación más reciente, la teoría biosocial incluye una perspectiva más evolutiva, filogenética, del desarrollo humano, siendo entendida la personalidad como el estilo distintivo de funcionamiento adaptativo y los trastornos de personalidad
136
como estilos particulares de funcionamiento desadaptativo (Sánchez, 2003). Cloninger desarrolló, en primer lugar, un instrumento de medida, el TPQ (Stallings, Hewitt, Cloninger y Heath, 1996), centrado en el estudio de las dimensiones temperamentales que se suponían rasgos con moderada heredabilidad y estabilidad. La adición de dimensiones más ligadas al aprendizaje y la experiencia supuso el diseño de un nuevo instrumento, el TCI (Cloninger, Przybeck, Svrakic y Wetzel, 1994). Diversos problemas metodológicos -inconsistencia de la escala de Persistencia, localización factorial de algunas subescalas de Búsqueda de Novedad, Dependencia de Recompensa y Autodirección, poca variabilidad debida a la estructura de dos opciones de respuesta (Gutiérrez, Torrens, Boget, Martín-Santos, Sangorrín, Pérez et al., 2001)- aconsejaron una nueva revisión y originaron el TCI-R (Gutiérrez-Zotes, Bayón, Montserrat, Valero, Labad, Cloninger et al., 2004), de 240 ítems con 5 opciones de respuesta. Se ha ensayado también la versión reducida de 140 items, que informa únicamente de las 7 dimensiones principales, con buenos resultados psicométricos (Gutiérrez-Zotes, Cortés, Valero, Peña y Labad, 2004; Pedrero Pérez, en prensa). Diversos estudios aportan evidencia empírica al sustrato genético de las dimensiones temperamentales, en especial la Búsqueda de Novedad; aunque los primeros estudios se han centrado en unidades genéticas específicas (Benjamín, Li, Patterson, Greenberg, Murphy y Hamer, 1996; Ebstein, Novick, Umansky, Priel, Osher, Blaine et al., 1996; Noble, Ozkaragoz, Ritchie, Zhang, Belin y Sparkes, 1998), los resultados de metaanálisis parecen abogar por mecanismos poligénicos (Schinka, Letsch y Crawford, 2002). Otros autores también encuentran una importante contribución genética a aquellos rasgos supuestamente independientes de la heredabilidad, como es el caso de la Autotrascendencia, relacionada con el córtex cerebral y con idéntica contribución dopaminérgica que la atribuida a la NS (Comings, Gade-Andavolu, Gonzáles, Wu, Muhleman, Blake et al., 2000). También se ha encontrado evidencia, en estudios electroencefalográficos, de relación entre potenciales evocados y puntuaciones en el TCI, como la hallada entre el P300 y la dimensión de Evitación del Daño (Hansenne, Pinto, Scantanburlo, Renard, Reggers, Fuchs et al., 2003). Finalmente, estudios endocrinológicos dan soporte a la relación entre Búsqueda de Novedad y neurotransmisión dopaminérgica central, pero no a la relación, propuesta por el modelo, entre Dependencia de Recompensa y transmisión noradrenérgica (Hansenne, Pinto, Pitchot, Reggers, Scantanburlo, Moor et al., 2002)
Temperamento, carácter y trastornos de la personalidad. Aplicación del TCI-R a una muestra de consumidores de drogas en tratamiento y su relación …
Por su parte Millon elaboró el Inventario Clínico Multiaxial (MCMI) cuya primera versión apareció en 1977. La revisión del DSM-III y de la propia teoría biosocial llevó al autor a rediseñar el cuestionario hasta la versión MCMI-II publicada en 1987 y de la que disponemos de una versión validada en población española (Millon, 1999). No sucede lo mismo con la tercera versión, el MCMI-III, publicado en 1994 y aún no validada en español, y que, por otra parte, ha sido criticada en la medida en que la reescritura de la mayor parte de sus items se ha orientado más al ajuste a los criterios diagnósticos del DSM-IV que a la teoría del propio Millon; es por ello que el MCMI-II sigue considerándose el instrumento más adecuado para la evaluación del modelo teórico en el que se sustenta y el más ampliamente utilizado (Widiger, 1999). Los trastornos por consumo de sustancias pueden ser entendidos como entidades independientes de los factores de personalidad, y entonces cabría hablar de comorbilidad. Pero, desde la perspectiva de Millon, el consumo problemático de sustancias supondría una manifestación de los déficits estructurales del individuo, pues así entiende este autor los trastornos del Eje I, y entonces cabría hablar, con más propiedad, de concurrencia de criterios diagnósticos pero no de comorbilidad. En esta línea, las formulaciones actuales de la adicción se describen mejor como modelos de vulnerabilidad-estrés bioconductual (Fernández Miranda, 2002) y las conductas de autoadministración de sustancias como intentos de autorregulación emocional (Khantzian, 1990). En tal medida, y frente a los modelos de tratamiento de las adicciones fundamentados en el modelo médico de enfermedad y centrados en la propia conducta adictiva, se proponen otros enfoques que focalicen la atención en la estructura de la personalidad del adicto y en los rasgos o variables de personalidad que sustentan la conducta de autoadministración de sustancias en relación al patrón general de comportamiento del individuo tomado como un todo global (Millon, 1999; Pedrero, Pérez, de Ena y Garrido, 2005). Las versiones precedentes del TCI-R (TCI y TPQ) han sido ampliamente utilizadas en el campo de las conductas adictivas, en el estudio de la preferencia por sustancias (Gerdner, Nordlander y Pedersen, 2002; Le Bon, Basiaux, Streel, Tecco, Hanak, Hansenne et al., 2004), en el consumo de sustancias particulares (Hosak, Preiss, Halir, Cermakova y Csemy, 2004), comparativas entre consumidores de diversas sustancias (Gutierrez, Sangorrin, Martin-Santos, Torres y Torrens, 2002) o con constructos relacionados como el craving (Zilberman, Tavares y El-Guebaly, 2003), los trastornos de la personalidad (Ball, Tennen, Poling, Kranzler y Rounsaville, 1997) o la calidad de vida de
Eduardo J. Pedrero Pérez
los adictos (Fassino, Daga, Delsedime, Rogna y Boggio, 2004). Los estudios coinciden por lo general en constatar elevadas puntuaciones en las dimensiones de Búsqueda de Novedad (considerada un factor de inicio y de recaída en el consumo), Evitación del Daño (considerada un factor de mantenimiento del consumo) y Autotrascendencia; y bajas en Cooperatividad, Persistencia y Autodirección (Gómez-Perreta, Pérez, Portolés y Salom, 2001). El MCMI ha sido también ampliamente utilizado en el estudio de pacientes tratados por conductas adictivas, tanto en su primera versión (Nadeau, Landry y Racine, 1999) como en la segunda (Pedrero Pérez, Puerta García, Lagares Roibas y Sáez Maldonado, 2003) e incluso la tercera (Teplin, O’Connell, Daiter y Varenbut, 2004). También se han utilizado conjuntamente el TCI y el MCMI-II para el estudio de poblaciones de adictos en tratamiento (Cohen, Gertmenian-King, Kunik, Weaver, London y Galynker, 2005) o en población psiquiátrica (Bayon, Hill, Svrakic, Przybeck y Cloninger, 1996). El objetivo del presente trabajo es conocer las propiedades psicométricas y estudiar los resultados de aplicación del TCI-R en una muestra de sujetos con consumo problemático de sustancias que inician tratamiento, explorando su utilidad como instrumento de evaluación de la personalidad de cara a la formulación individualizada de objetivos. Para ello se procurará, también, examinar las relaciones observadas entre las puntuaciones del TCI-R y las escalas de trastornos de la personalidad del MCMI-II, intentando la replicación del trabajo de Bayon et al. (1996) con la nueva versión del instrumento.
MATERIAL Y MÉTODO Participantes Se obtiene una muestra de 316 sujetos que solicitan tratamiento por consumo problemático de sustancias en un centro público ambulatorio del Instituto de Adicciones de la Ciudad de Madrid (CAD 4 San Blas), de los que se excluye a 12 por no cumplir los criterios exigidos por los autores de los cuestionarios (número de preguntas sin responder, escala de validez del TCIR, escalas de validez, sinceridad, alteración del MCMIII). La muestra queda reducida a 304 sujetos, 231 varones y 73 mujeres, que cumplen criterios de abuso o dependencia de heroína (N=78), cocaína (N=113), alcohol (N=84) o cannabis (N=29). La media de edad es de 34.8 ± 9.2 años (37.3; 31.0; 40.8 y 25.9 respectivamente según la droga consumida).
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Instrumentos
Procedimiento
El Inventario del Temperamento y el Carácter Revisado (Temperament and Character Inventory-Revised, TCI-R) es una prueba de autoinforme que se compone de 235 items más 5 de validez, que se responden en una escala Likert de 5 opciones. Mide cuatro dimensiones temperamentales -Búsqueda de Novedad (NS), Evitación del Daño (HA), Dependencia de Recompensa (RD) y Persistencia (PE)- y tres caracteriales -Autodirección (SD), Cooperatividad (CO) y Autotrascendencia (ST)-, cada una de ellas con un número variable de subescalas, entre 3 y 5. Consta de una escala de validez de 5 items. Utilizamos la versión española proporcionada por los propios autores (Fernández-Aranda, Bayón, Badía y Aitken, 2004), que autorizan explícitamente su uso.
Los participantes cumplimentan, dentro de la batería general de pruebas de evaluación psicológica y psicopatológica, los cuestionarios TCI-R y MCMI-II, una vez se tiene certeza de que se encuentran libres de los efectos de las sustancias (intoxicación, abstinencia, etc.). En el presente trabajo se incluye únicamente a los sujetos que recibieron un diagnóstico de abuso/dependencia de la sustancia por la que solicitaban tratamiento, excluyendo a todos aquellos que lo presentaban a una sustancia distinta o que no alcanzaban criterios para establecer un diagnóstico cierto. Los participantes firman el consentimiento informado para la utilización anónima de los resultados. Una vez efectuada la corrección se desechan los cuestionarios incompletos o mal cumplimentados. A partir de los cuestionarios aceptados se plantea el desarrollo de un estudio de tipo descriptivo transversal.
El Inventario Clínico Multiaxial de Millon II (Millon Clinical Multiaxial Inventory-II, MCMI-II; Millon, 1999) es un cuestionario de 175 items, que se responden en una escala dicotómica verdadero/falso, e informa sobre 8 patrones clínicos de personalidad, 3 formas graves de patología de personalidad, 6 síndromes clínicos de intensidad moderada y 3 síndromes clínicos graves. Las puntuaciones directas, por una parte, permiten la descripción dimensional de los diversos patrones desadaptativos y, por otra, se convierten en puntuaciones de tasa base (TB) atendiendo a la distribución de la prevalencia de cada trastorno en los subgrupos de población; la lógica de esta transformación se sitúa en el hecho de que, a diferencia de los rasgos, que se distribuyen normalmente y con frecuencias comparables, los trastornos de personalidad no presentan una distribución semejante ni su prevalencia es igual entre las poblaciones de pacientes, lo que obliga a transformar las puntuaciones atendiendo al modelo de prevalencia subyacente a cada trastorno. Una vez considerado éste, mediante estudios poblacionales preliminares, el autor elabora unas tablas para cada subgrupo de población, estimando un punto de corte en el valor 75, siendo los valores iguales o superiores sugestivos de algún problema clínico, y otro en el valor 85 que indicaría una severidad importante del trastorno. El cuestionario cuenta con medidas de validez, alteración, deseabilidad y sinceridad. El Proceso de Acogida y Valoración (PAV) es una entrevista semiestructurada estándar para todos los centros del Instituto de Adicciones, en la que se recogen variables sociodemográficas, variables relativas al consumo y un historial clínico completo. Tras su administración se puede determinar un diagnóstico DSMIV de abuso o dependencia de sustancias. De esta entrevista se extraen variables como edad, sexo, nivel de estudios alcanzado y droga principal.
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Análisis de datos Se utiliza el paquete estadístico SPSS 10.0 W. Se realizan pruebas de tendencia central y dispersión para el análisis descriptivo de la muestra. Se efectúan pruebas de fiabilidad sobre el TCI-R y sus subescalas, utilizando el coeficiente α de consistencia interna de Crombach. Se efectúan pruebas de correlación lineal entre las escalas del TCI-R y entre éstas y las del MCMI-II. Se realizan análisis de regresión por pasos sucesivos para estimar la capacidad predictiva de las dimensiones y subdimensiones del TCI-R sobre las escalas de trastornos de la personalidad del MCMIII. Se efectúan comparaciones no paramétricas cuando los datos no se distribuyen de acuerdo a la curva normal (como en el caso de las puntuaciones TB del MCMI-II).
RESULTADOS El coeficiente α total del test (235 items) es de 0.84. En la Tabla 1 se muestran los valores medios y desviación estándar obtenidos por los subgrupos de la muestra según la droga que motiva el tratamiento, en las dimensiones y subdimensiones del TCI-R, así como los valores de consistencia interna, medidos por el coeficiente α, de cada una de ellas. La Tabla 2 muestra las correlaciones que presentan entre sí las escalas principales del TCI-R.
Temperamento, carácter y trastornos de la personalidad. Aplicación del TCI-R a una muestra de consumidores de drogas en tratamiento y su relación …
TABLA 1. Coeficiente α, medias y desviaciones estándar obtenidas por la muestra, según la droga que motiva el tratamiento, en las dimensiones y subescalas del TCI-R. (N=304) α BÚSQUEDA DE NOVEDAD
Media (D. E.)
.77
Heroína
Cocaína
Alcohol
Cannabis
Total
109.0 (13.5)
114.4 (16.2)
107.5 (16.3)
105.5 (15.8)
110.2 (15.8)
Excitabilidad Exploratoria
.52
31.1 (5.5)
32.5 (5.5)
30.9 (6.0)
32.9 (4.4)
31.7 (5.6)
Impulsividad
.68
25.0 (6.2)
26.8 (6.3)
24.6 (6.1)
22.7 (6.0)
25.4 (6.3)
Extravagancia
.69
32.8 (6.0)
34.3 (6.4)
32.4 (6.4)
28.9 (7.6)
32.9 (6.6)
Desorden
.52
20.1 (4.3)
20.8 (5.1)
19.5 (5.3)
21.0 (5.1)
20.3 (5.0)
105.0 (17.0)
101.7 (2.6)
108.6 (19.4)
95.1 (17.7)
103.8 (19.4)
EVITACIÓN DEL DAÑO
.86
Preocupación
.71
32.5 (6.9)
32.6 (7.8)
34.6 (7.8)
32.1 (7.3)
33.1 (7.6)
Miedo a lo incierto
.63
23.8 (4.9)
23.1 (5.7)
25.4 (5.5)
21.7 (4.5)
23.8 (5.5)
Timidez
.75
22.6 (5.6)
21.4 (6.0)
22.2 (6.2)
20.5 (6.3)
21.8 (6.0)
Fatigabilidad
.70
26.1 (5.6)
24.6 (6.7)
26.4 (5.9)
20.9 (5.0)
25.1 (6.2)
101.1 (17.1)
105.9 (14.0)
101.9 (16.2)
105.7 (12.5)
103.5 (15.4)
DEPENDENCIA DE RECOMPENSA
.80
Sentimentalismo
.58
28.6 (5.6)
29.3 (4.7)
30.0 (5.0)
27.5 (4.5)
29.1 (5.0)
Calidez
.77
33.3 (8.1)
36.3 (6.6)
33.0 (8.4)
35.8 (6.8)
34.5 (7.7)
Apego Comunicatividad
.76
19.2 (5.8)
20.2 (5.7)
18.9 (5.8)
22.3 (4.8)
19.8 (5.7)
Dependencia
.51
20.0 (4.4)
20.1 (4.3)
20.0 (4.3)
20.1 (3.1)
20.1 (4.2)
107.7 (17.1)
109.4 (21.0)
107.8 (2.7)
112.4 (19.4)
108.8 (19.8)
PERSISTENCIA
.88
Esfuerzo
.71
28.7 (6.3)
28.9 (6.7)
28.5 (6.4)
27.3 (7.1)
28.6 (6.5)
Trabajo
.73
26.7 (5.0)
26.3 (6.2)
25.8 (6.4)
27.8 (5.8)
26.2 (5.9)
Ambición
.72
29.1 (5.8)
30.9 (7.0)
29.5 (7.0)
31.8 (7.6)
30.1 (6.8)
Perfeccionismo
.65
24.2 (5.5)
23.3 (5.7)
23.9 (5.7)
25.5 (4.8)
23.9 (5.6)
126.0 (2.7)
127.3 (23.4)
123.9 (23.0)
139.6 (28.3)
127.2 (23.4)
AUTODIRECCIÓN
.89
Responsabilidad
.77
26.3 (6.4)
26.7 (7.0)
24.3 (7.4)
30.6 (6.7)
26.3 (7.1)
Orientación
.74
19.7 (5.1)
20.1 (5.6)
19.5 (5.7)
22.4 (5.8)
20.0 (5.5)
Recursos
.67
16.4 (4.3)
17.2 (4.4)
16.1 (4.3)
18.1 (4.4)
16.8 (4.4)
Autoaceptación
.78
31.8 (8.1)
31.5 (8.5)
31.8 (7.8)
31.0 (1.3)
31.6 (8.4)
Congruencia
.69
31.8 (5.7)
31.9 (7.1)
32.2 (6.0)
37.4 (8.1)
32.5 (6.8)
130.6 (17.7)
132.7 (18.2)
131.2 (18.5)
134.4 (19.3)
131.9 (18.2)
COOPERATIVO
.86
Tolerancia social
.72
30.6 (5.4)
30.8 (5.3)
29.9 (5.6)
31.2 (4.5)
30.6 (5.3)
Empatía
.54
17.0 (3.7)
17.8 (3.5)
17.1 (4.0)
17.5 (3.4)
17.4 (3.7)
Altruismo
.53
28.9 (3.9)
29.3 (4.4)
29.2 (4.7)
31.5 (4.6)
29.4 (4.4)
Compasión
.86
25.9 (6.3)
26.3 (6.9)
26.2 (6.4)
25.4 (7.5)
26.1 (6.6)
Integridad
.41
28.2 (4.9)
28.5 (5.0)
28.8 (4.5)
28.8 (5.5)
28.5 (4.9)
72.5 (16.6)
66.3 (14.8)
72.9 (16.8)
64.3 (13.5)
69.5 (16.0)
AUTOTRASCENDENCIA
.85
Ensimismamiento
.72
31.1 (6.6)
30.2 (7.2)
31.7 (7.9)
28.4 (7.7)
30.7 (7.3)
Transpersonalidad
.74
20.5 (6.5)
18.2 (5.7)
21.8 (6.5)
19.3 (5.6)
19.9 (6.3)
Espiritualidad
.73
20.8 (6.0)
18.0 (5.6)
19.3 (6.8)
16.7 (5.3)
19.0 (6.2)
Eduardo J. Pedrero Pérez
139
Tabla 2. Intercorrelaciones de las escalas principales del TCI-R.
NS
HA DR
HA
DR
PE
AD
CO
-.17 (**)
.02
-.26 (**)
PE
-.06
-.42 (**)
.22 (**)
AD
-.33 (**)
-.48 (**)
.24 (**)
.29 (**)
CO
-.25 (**)
-.21 (**)
.54 (**)
.17 (**)
.54 (**)
AT
.08
-.13 (*)
.16 (**)
.33 (**)
-.12 (*)
.07
* p<.05; **p<.01
Al realizar un ANOVA se aprecian diferencias significativas, entre los subgrupos por droga principal, en varias dimensiones: NS, HA (p<.01) y RD, ST y SD (p<.05). Aplicando la corrección de Bonferroni, el grupo de cocaína puntúa más alto y el grupo de cannabis más bajo en NS que el resto de grupos. Los de cannabis, además, puntúan más alto que los otros en SD y más bajo en HA que el resto de grupos. No hay diferencias con significación estadística en el resto de comparaciones (p>.05).
Existen diferencias significativas (gl=303; p<.001) entre la muestra y los datos normativos de población general española obtenidos por Gutiérrez-Zotes et al. (2004), en todas las dimensiones del TCI-R, salvo en RD (p=.64). Nuestra muestra puntúa por encima en NS, HA y ST, y por debajo en PE, CO y SD. En la Tabla 3 se ofrecen las puntuaciones medias de los subgrupos en las puntuaciones TB de las escalas del MCMI-II y el porcentaje de sujetos que alcanza o supera el punto de corte de 85. Mediante la prueba de Kruskal-Wallis estimamos la significación de las diferencias, que se presentan en muchas escalas, pero debidas, en su mayor parte, a una menor puntuación de los consumidores de cannabis en todas las de trastornos (salvo el Obsesivo/Compulsivo) y de síndromes. Cuando las diferencias se comparan sólo en los otros tres grupos, únicamente aparece significación en los consumidores de cocaína, que puntúan más bajo en la escala de T. Esquizoide (p<.001) y más alto en T. Histriónico (p<.05), además de las esperables en las escalas de Abuso de Alcohol y Abuso de Drogas.
Existen diferencias significativas entre varones y mujeres, puntuando éstas más en las dimensiones de HA (F1,302=11.9; p<.01), RD (F1,302=4.7; p<.05) y CO (F1,302=7.2; p<.01). Cuando estudiamos la muestra en su conjunto se aprecia que la edad correlaciona negativamente con NS (r=-.20; p<.01) y positivamente con HA (r=.19; p<.01) y ST (r=.15; p<.05). Pero esta correlación sólo afecta a los varones; tomados por separado ambos sexos no existe correlación significativa en las mujeres, y sí en los varones: negativa con BN (r=-.22; p<.01) y positiva con HA (r=.24; p<.01) y ST (r=.14; p<.05).
Tabla 3. Media de las puntuaciones TB de las escalas del MCMI-II, porcentaje de sujetos que superan la puntuación de corte TB=84 y significación de las diferencias ( Prueba de Kurskal-Wallis) según los subgrupos por droga N= 304
Heroína
Cocaína
Alcohol
Cannabis
N=78
N=113
N=84
N=29
Media
% TB>84
Media
% TB>84
Media
ESQUIZOIDE
62.5
19.2
EVITATIVO
59.6
16.7
DEPENDIENTE
55.4
6.4
58.4
HISTRIÓNICO
59.2
5.1
63.9
% TB>84
Media
50.7
5.3
54.5
11.5
% TB>84
Sig.
64.0
16.7
61.1
26.2
50.1
3.4
0,000
41.9
13.8
0,006
11.5
61.5
10.6
56.9
9.5
63.2
13.8
0,225
6.0
60.9
6.9
0,070
NARCISISTA
61.1
11.5
61.0
13.3
59.1
8.3
55.4
6.9
0,530
ANTISOCIAL
67.9
28.2
64.9
20.4
61.7
14.3
47.6
6.9
0,009
AGRESIVO
62.1
16.7
59.3
16.8
59.1
15.5
50.8
6.9
0,152
OBSESIVO
54.8
1.3
47.7
1.8
55.7
3.6
54.7
6.9
0,022
NEGATIVISTA
56.7
23.1
60.6
31.9
60.4
28.6
39.1
6.9
0,022
AUTODESTRUCTIVO
58.1
15.4
57.5
18.6
60.5
20.2
39.3
6.9
0,006
ESQUIZOTÍPICO
52.1
7.7
47.6
6.2
54.5
10.7
39.4
3.4
0,105
140
Temperamento, carácter y trastornos de la personalidad. Aplicación del TCI-R a una muestra de consumidores de drogas en tratamiento y su relación …
LÍMITE
56.9
16.7
57.5
18.6
52.8
13.1
30.8
3.4
0,001
PARANOIDE
61.3
6.4
60.2
5.3
63.0
8.3
59.8
3.4
0,827
ANSIEDAD
52.1
15.4
46.8
12.4
52.3
20.2
19.8
0.0
0,000
SOMATOFORME
43.3
0.0
44.7
0.0
47.4
0.0
27.7
0.0
0,006
HIPOMANIA
50.6
3.8
52.9
5.3
52.3
4.8
44.9
0.0
0,322
DISTIMIA
38.9
5.1
33.5
6.2
40.5
4.8
15.7
0.0
0,002
ABUSO ALCOHOL
66.3
12.8
62.8
13.3
72.8
29.8
35.6
3.4
0,000
ABUSO DROGAS
71.3
19.2
67.6
23.9
60.0
8.3
43.7
3.4
0,000
PENSAMIENTO PSICÓTICO
52.7
3.8
48.3
3.5
55.1
6.0
40.5
3.4
0,105
DEPRESIÓN MAYOR
45.9
2.6
42.7
0.9
49.1
7.1
19.1
0.0
0,000
TRASTORNO DELIRANTE
61.2
5.1
63.8
8.8
69.0
4.8
63.3
10.3
0,528
En la Tabla 4 se presentan las correlaciones obser-
escalas de trastornos del Eje II y síndromes clínicos
vadas entre las dimensiones principales del TCI-R y las
del Eje I estimados mediante el MCMI-II.
TABLA 4. Correlaciones r de Spearman entre las dimensiones del TCI-R y las escalas de trastornos de la personalidad y síndromes clínicos del MCMI-II (N=304) ESQUIZOIDE EVITATIVO
NS
HA
DR
PE
AD
CO
AT
-.21 (**)
.45 (**)
-.50 (**)
-.20 (**)
-.33 (**)
-.26 (**)
.01
.09
.53 (**)
-.34 (**)
-.17 (**)
-.60 (**)
-.34 (**)
.15 (**)
DEPENDIENTE
-.20 (**)
.10
.26 (**)
.10
.01
.27 (**)
.10
HISTRIÓNICO
.47 (**)
-.38 (**)
.29 (**)
.22 (**)
-.12 (*)
-.12 (*)
.23 (**)
NARCISISTA
.36 (**)
-.27 (**)
.05
.20 (**)
-.18 (**)
-.26 (**)
.28 (**)
ANTISOCIAL
.45 (**)
.03
-.23 (**)
-.03
-.47 (**)
-.51 (**)
.23 (**)
AGRESIVO
.31 (**)
.02
-.19 (**)
.15 (*)
-.38 (**)
-.50 (**)
.18 (**)
OBSESIVO
-.57 (**)
-.11
.07
.30 (**)
.44 (**)
.30 (**)
.00
NEGATIVISTA
.38 (**)
.30 (**)
-.21 (**)
-.05
-.65 (**)
-.52 (**)
.23 (**)
AUTODESTRUCTIVO
.22 (**)
.44 (**)
-.11
-.05
-.66 (**)
-.31 (**)
.26 (**)
ESQUIZOTÍPICO
.15 (**)
.37 (**)
-.27 (**)
-.10
-.58 (**)
-.42 (**)
.27 (**)
LÍMITE
.36 (**)
.33 (**)
-.13 (*)
-.07
-.66 (**)
-.40 (**)
.27 (**)
PARANOIDE
.05
-.03
-.13 (*)
.29 (**)
-.24 (**)
-.36 (**)
.26 (**)
ANSIEDAD
.10
.39 (**)
-.08
-.12 (*)
-.49 (**)
-.23 (**)
.24 (**)
SOMATOFORME
.09
.27 (**)
.00
-.05
-.40 (**)
-.15 (**)
.27 (**)
.41 (**)
-.15 (**)
.18 (**)
.17 (**)
-.27 (**)
-.18 (**)
.35 (**)
.06
.48 (**)
-.03
-.17 (**)
-.51 (**)
-.22 (**)
.21 (**)
ABUSO ALCOHOL
.27 (**)
.27 (**)
-.10
-.06
-.47 (**)
-.33 (**)
.33 (**)
ABUSO DROGAS
.49 (**)
.07
-.13 (*)
.03
-.46 (**)
-.43 (**)
.31 (**)
PENSAMIENTO PSICÓTICO
.15 (**)
.37 (**)
-.24 (**)
-.02
-.54 (**)
-.44 (**)
.28 (**)
DEPRESIÓN MAYOR
.17 (**)
.44 (**)
-.18 (**)
-.14 (*)
-.65 (**)
-.31 (**)
.22 (**)
.02
.02
.06
.11
-.07
-.07
.18 (**)
HIPOMANIA DISTIMIA
TRASTORNO DELIRANTE (*) p<.05; (**) p<.01
Eduardo J. Pedrero Pérez
141
Efectuamos un análisis de regresión utilizando únicamente las 7 dimensiones principales del TCI-R, y hacemos constar el perfil obtenido para cada trastorno de personalidad estimado por el MCMI-II. Lo comparamos con el obtenido por Svrakic, Draganic, Hill, Bayon, Przybeck y Cloninger (2002) utilizando la
versión preliminar TCI, aplicado a personas con y sin diagnóstico de trastorno de la personalidad, a partir del cual proponen un perfil, utilizando las tres primeras dimensiones temperamentales. Sus resultados se hacen constar entre paréntesis junto a los obtenidos en nuestra muestra (Tabla 5).
Tabla 5. Análisis de regresión de las escalas del TCI-R sobre las del MCMI-II. (H = predicción positiva; L=predicción negativa) y varianza explicada por el modelo (R2 corregida). Entre paréntesis, resultados obtenidos por Svrakic et al., 2002. (N=304) NS
HA
DR
PE
AD
CO
AT
R2 corregida
ESQUIZOIDE
L (L)
H (L)
L (L)
-
L
-
H
.41
EVITATIVO
- (L)
H (H)
L (L)
-
L
-
H
.48
DEPENDIENTE
L (L)
- (H)
H (H)
-
L
H
-
.14
HISTRIÓNICO
H (H)
L (L)
H (H)
-
-
L
H
.42
NARCISISTA
H (L)
L (L)
H (H)
-
-
L
H
.29
ANTISOCIAL
H (H)
- (L)
- (L)
-
L
L
H
.43
AGRESIVO
H
-
-
H
L
L
-
.35
OBSESIVO
L
-
-
H
H
-
-
.43
H (H)
H (H)
- (H)
H
L
L
H
.53
AUTODESTRUCTIVO
H
H
-
H
L
-
H
.51
ESQUIZOTÍPICO
-
H
L
-
L
L
H
.43
H (H)
H (H)
- (L)
H
L
L
H
.51
-
-
-
H
-
L
H
.28
NEGATIVISTA
LÍMITE PARANOIDE
Finalmente se realiza un análisis de regresión por pasos sucesivos hasta hallar un modelo de predicción de las dimensiones y subescalas del TCI-R sobre las escalas del MCMI-II: en la Tabla 6 se hacen constar aquéllas con capacidad predictiva positiva o negativa y en la parte inferior la proporción de la varianza que queda explicada por la combinación de variables predictoras.
142
Al observar la capacidad predictiva de la subescala de Ensimismamiento sobre la práctica totalidad de los trastornos, efectuamos un nuevo análisis de regresión utilizando, en esta ocasión como variables predictoras los ítems de esta subescala y como variables dependientes algunas de las escalas del MCMI-II, las tres más severas y aquellas otras en las cuales el modelo predice más del 15% de la varianza (Tabla 7).
Temperamento, carácter y trastornos de la personalidad. Aplicación del TCI-R a una muestra de consumidores de drogas en tratamiento y su relación …
NS
Excitabilidad Exploratoria
-
Extravagancia
+
+
-
+
-
+
+
HA
PARANOIDE
LÍMITE +
-
+
Miedo a lo incierto Timidez
+
Fatigabilidad
+
Sentimentalismo DR
ESQUIZOTÍPICO
+
Preocupación
-
-
+ +
+
Calidez
-
Apego Comunicatividad
-
-
Dependencia
+ +
+
+ +
+
+
+
-
-
-
Esfuerzo PE
AUTODESTRUCTIVO
NEGATIVISTA
-
+ -
OBSESIVO
AGRESIVO
-
Impulsividad
Desorden
ANTISOCIAL
NARCISISTA
HISTRIÓNICO
DEPENDIENTE
EVITATIVO
ESQUIZOIDE
TABLA 6. Capacidad predictiva de las escalas y subescalas del TCI-R sobre las del MCMI-II (se hace constar sólo si es positiva o negativa) y varianza explicada por el modelo resultante
+
-
-
-
+
Trabajo Ambición
+
+
+
Perfeccionismo Responsabilidad
-
-
-
AD
Orientación -
-
Congruencia
+
+
CO AT
-
+
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Compasión
+
Integridad
-
Ensimismamiento
-
-
-
Empatía
-
+
Autoaceptación
Altruismo
-
+
Recursos
Tolerancia social
-
+
-
-
-
-
+
+
+
+
+
+
-
+
+
+
Transpersonalidad Espiritualidad
% de varianza explicada
Eduardo J. Pedrero Pérez
+
+
49% 58% 29% 49% 35% 47% 40% 44% 58% 57% 53% 54% 35%
143
Tabla 7. Porcentaje de la varianza de las escalas de algunos trastornos del MCMI-II explicada por los ítems de la subescala de Ensimismamiento del TCI-R (R2 corregida x 100) ESQUIZOTÍPICO
LÍMITE
PARANOIDE
NEGATIVISTA
ANTISOCIAL
AUTODESTRUCTIVO
Ítem 25
3.7
5.0
1.3
5.3
8.3
2.7
Ítem 42
0.9
Ítem 56 Ítem 68
1.8
Ítem 95
14.9
15.3
13.5
4.1
3.7
5.2
14.0
Ítem 112 Ítem 151 Ítem 175
1.1
Ítem 212
2.5
1.0 0.9
Ítem 223 Total
7.0
1.8
1.8 1.0
4.2 23.1
25.3
12.5
DISCUSIÓN El TCI-R parece un cuestionario con aceptables indicadores de fiabilidad, muy similares a los obtenidos en otros trabajos, donde también aparece la escala de NS como la más débil (Garabito, García-Valcárcel, Gutiérrez, Hernández, Luna, Pérez et al., 2003; Gutiérrez-Zotes et al., 2005), lo que supone un severo contratiempo para el uso de esta escala en estudios que relacionen este rasgo con los sustratos genéticos que se le suponen. La consistencia interna de esta escala era sensiblemente superior en la versión precedente, el TCI, aunque las subescalas presentaban también una importante debilidad, especialmente las de Excitabilidad Exploratoria y la de Desorden (Gutiérrez et al., 2001). Las intercorrelaciones de las escalas ponen en cuestión la supuesta ortogonalidad de las cuatro dimensiones temperamentales. Las correlaciones negativas de la HA con las otras tres escalas, muy especialmente con la PE, no pueden ser explicadas por el modelo teórico. Sería preciso un estudio factorial que confirmara la adecuación estructural de los resultados. En cambio, el modelo teórico sí puede dar cuenta de las fuertes correlaciones que presentan rasgos temperamentales y caracteriales, en la medida en que éstos se sustentan en las predisposiciones biológicas que subyacen a aquéllos. Los resultados de la muestra presentan muy marcadas diferencias con los obtenidos en población general española (Gutiérrez-Zotes et al., 2004) salvo la RD. Las más señaladas son las obtenidas en NS y HA, sensiblemente más elevadas en la muestra de
144
5.1
24.3
16.2
24.5
adictos, como también es habitual en la mayor parte de estudios con esta población (Gómez-Perretta et al., 2001; Gómez, Gallego, Valero, Labad y GutiérrezZotes, 2005). Sin embargo, estos resultados no confirman las diferencias encontradas entre consumidores de diversas sustancias y según los cuales los autores sugieren que determinadas configuraciones de personalidad influyen en la elección de la droga que se autoadministra (Gerdner, 2002; Le Bon et al., 2004). Más sugerentes son otras propuestas que relacionan la NS con el inicio al consumo y el abuso y a la HA con el mantenimiento del consumo y la dependencia (Pomerleau, Pomerleau, Flessland y Basson, 1992; Wills, Windle y Cleary, 1998) independientemente de la sustancia. También son mínimas las diferencias que aparecen al utilizar el MCMI-II, salvo en el caso de los consumidores de cannabis, que presentan menor puntuación y menor severidad en todas las escalas de ambos ejes, salvo en la de T. Obsesivo/Compulsivo, ligeramente superior al resto de los grupos. También se encuentran diferencias significativas entre adictos y población general en las dimensiones caracteriales, muy especialmente en SD (más baja en adictos) y ST (más alta en adictos). La SD es la dimensión más relacionada con el aprendizaje de estrategias de circulación e interacción psicosocial; una baja puntuación en esta escala indicaría dificultad para aceptar responsabilidades, ausencia de metas a largo plazo, autoestima crónicamente baja, inconsistencia en la conducta, etc., y es habitual en pacientes con trastorno de la personalidad (Bayon et al., 1996) y con trastorno por abuso de sustancias (Barrón, Mateos y Martínez, 2004; Basiaux, Le Bon, Dramaix, Massat,
Temperamento, carácter y trastornos de la personalidad. Aplicación del TCI-R a una muestra de consumidores de drogas en tratamiento y su relación …
Souery, Mendlewicz et al., 2001; Cohen et al., 2005). La ST también es frecuente hallarla elevada en poblaciones psiquiátricas y con abuso de sustancias, y se ha encontrado que correlaciona estrechamente con trastornos del Eje I (Bayon et al., 1996), aunque cuando coincide con elevadas AD y CO se relaciona con madurez, espiritualidad y creatividad (Svrakic et al., 2002). Nuestros datos confirman lo propuesto por la teoría de Cloninger, según la cual el interés por los estímulos ambientales decrece con la edad mientras se incrementan las conductas de evitación: la edad, en nuestra muestra, correlaciona negativamente con la NS y positivamente con la HA, en ambos casos con significación estadística. Pero este efecto de la edad sólo aparece en el caso de los varones, sin que afecte de manera significativa a las mujeres. También se confirman las ya conocidas diferencias de género según las cuales las mujeres tendrían una mayor predisposición a la sociabilidad (más puntuación en RD y CO) y a las conductas de evitación (mayor puntuación que los varones en HA). La significativamente mayor puntuación de las mujeres en ST podría estar relacionada con la más frecuente presentación de trastornos del estado del ánimo, aunque diversos estudios relacionan este hecho con las dimensiones de HA y SD (Richter, Polak y Eisemann, 2003) o con subdimensiones como la Impulsividad, Timidez, Fatigabilidad, Sentimentalismo y la dimensión de PE (Elovainio, Kivimäki, Puttonen, Heponiemi, Pulkki y Keltikangas-Järvinen, 2004). Las correlaciones observadas entre las dimensiones del TCI-R y el MCMI-II replican casi en su totalidad las ofrecidas por Bayon et al. (1996) que utilizaron la versión precedente, el TCI. Las pequeñas diferencias afectan simplemente al signo de varias correlaciones no significativas especialmente en la escala de PE, probablemente debidas a las modificaciones que se han realizado en la última versión de cara a incrementar su consistencia. Sólo es destacable que la BN presenta en nuestro estudio una correlación significativa (p>.01) con el patrón Autodestructivo y la Depresión Mayor, y la Cooperatividad con el patrón Obsesivo/ Compulsivo con igual grado de significación. También es destacable que el Trastorno Delirante, que en el trabajo de referencia presentaba correlaciones significativas con SD, CO y ST, sólo las presenta con ésta última en nuestro estudio. También son mínimas las diferencias apreciadas con los resultados obtenidos por Svrakic et al. (2002), que utilizó el TCI en su versión preliminar y el PDQ-R como instrumento de evaluación de los trastornos del Eje II. En este trabajo los autores proponían una caracterización de los trastornos de personalidad según diversas combinaciones de las tres primeras dimensiones temperamentales, BN, HA y RD. En el presente estudio hemos realizado un análisis de regresión de las 7 dimensiones sobre cada una de las escalas del
Eduardo J. Pedrero Pérez
MCMI-II que, por una parte, confirman en gran medida la caracterización propuesta por el equipo de Svrakic y, por otra, confirman, como proponían Bayon et al. (1996) –replicando casi en su totalidad un estudio previo de Svrakic, Whitehead, Przybeck y Cloninger (1993)- que una baja SD y una baja CO son los elementos comunes y esenciales de la mayor parte de los trastornos de la personalidad. La incapacidad para dirigir la propia vida según objetivos y mecanismos adecuados, unida a una dificultad en la relación con los demás, serían criterios para estimar la presencia de algún trastorno; la diferente combinación de los rasgos temperamentales podría informarnos de cuál trastorno está presente. La proporción de la varianza que se explica a partir de los 7 rasgos estimados con el TCI-R es suficientemente elevada como para tener en consideración la coincidencia diagnóstica entre ambos modelos e instrumentos. Cabe añadir, aunque estos autores no le otorgan la misma importancia, que puntuaciones elevadas en ST también entrarían a formar parte de la caracterización de la mayor parte de los trastornos. Svrakic et al. (2002) consideran que la ST daría cuenta de las tendencias disociativas de los trastornos límite, narcisista e histriónico, y del pensamiento mágico y la rica vida imaginaria de los trastornos esquizotípico y paranoide, mientras que cuando una elevada ST coincide con altas SD y CO aquella tendría más relación con madurez, espiritualidad y creatividad y no con psicopatología. Especial interés ofrece la subdimensión de Ensimismamiento, con capacidad predictiva en la mayor parte de los trastornos. Los ítems de esta escala hacen referencia a circunstancias que, en condiciones normales, no debieran ser indicativas de problemas mentales, tales como la concentración en las tareas, viva imaginación, creatividad e intuición; otros, en cambio, se refieren a situaciones de desconexión con la realidad y experiencias disociativas. Notable atención requiere el ítem 95, “A menudo la gente piensa que estoy en la luna porque soy poco consciente de lo que ocurre a mi alrededor”, que predice hasta la cuarta parte de la varianza de varios trastornos de la personalidad. Es posible que, en combinación con otros rasgos, este ítem informe bien de un carácter distraído, bien de tendencias disociativas que provoquen ausencias advertidas por los demás. Algo similar puede suponerse del ítem 25, “Con frecuencia, cuando estoy relajado, tengo inesperados destellos de intuición o comprensión” y del 212, “A menudo me involucro tanto en lo que estoy haciendo que llego a olvidar donde estoy durante un instante”, ambos también con importante capacidad predictiva, y que sugieren ausencias que soportarían diversas hipótesis neurológicas. IMPLICACIONES: La versión española del TCI-R presenta adecuadas propiedades psicométricas y se revela de utilidad para el estudio de la personalidad en
145
poblaciones clínicas. Los resultados obtenidos en el presente estudio confirman los observados en trabajos precedentes, tanto en poblaciones clínicas como en población general. Queda pendiente un estudio factorial que esclarezca las relaciones entre escalas, no siempre coincidentes con el modelo teórico. Los datos presentados apoyan la concordancia entre el modelo dimensional de la personalidad formulado por Cloninger y operativizado en la más reciente versión del cuestionario, el TCI-R, y la teoría dimensional de los trastornos de la personalidad de Millon, estimado a partir de su instrumento, el MCMIII. La concordancia es tanto teórica como empírica, de modo que los trastornos pueden ser explicados en gran medida, en algunos casos superior al 50%, por diversas combinaciones de rasgos temperamentales y caracteriales, predicciones que son coherentes con las descripciones teóricas del modelo de Millon. Las subescalas permiten una más clara caracterización descriptiva de los diversos trastornos que son perfectamente coherentes con las efectuadas por Millon (Millon y Davis, 1998). Así, podría describirse el patrón Dependiente como sentimental, con fuerte apego, muy comunicativo, dependiente de los demás, ambicioso, poco interesado por la exploración de su ambiente, pobre en recursos personales, muy tolerante con los demás, compasivo y poco íntegro. El Narcisista sería descrito como extravagante, extrovertido, independiente, con muchos recursos personales, autoimagen problemática, poco empático y con tendencia al ensimismamiento. El Límite sería impulsivo, extravagante, con tendencia a la fatiga, irresponsable, desorientado, poco empático, egoísta y tendente al ensimismamiento. La mayor parte de los trastornos pueden predecirse entre un 40 y un 60% a partir de la combinación de estas dimensiones descriptivas que, además, están más próximas a las variables interaccionales que son objeto de la intervención psicoterapéutica (Pedrero Pérez, en prensa). La concordancia entre ambos modelos, uno orientado a la investigación de la personalidad normal y el otro a su vertiente clínica, apoya la idea, ampliamente defendida por muchos autores, de la necesidad de considerar dimensionalmente los trastornos del Eje II en sucesivas versiones de las clasificaciones diagnósticas. Las formas clínicas serían mejor entendidas como variantes extremas de determinadas combinaciones de rasgos que como entidades patológicas discretas, lo que tendría serias consecuencias tanto en el ámbito diagnóstico como, y fundamentalmente, en la formulación de programas de tratamiento. En cuanto a la muestra de drogodependientes, no existen apenas diferencias en función de la droga consumida, salvo en el caso de los consumidores de cannabis, que presentan rasgos menos extremos, más similares a los de la población general, puntuaciones menores en las escalas de trastornos de personali-
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dad y síndromes clínicos, y menor severidad cuando tales puntuaciones apuntan a la existencia de psicopatología. El consumo de cocaína parece estar ligado a mayores puntuaciones en Búsqueda de Novedad, lo que sugiere una mayor implicación del sistema dopaminérgico, sustrato común de los efectos de la sustancia, el rasgo temperamental y diversos procesos patológicos, como el trastorno por déficit de atención e hiperactividad, aunque serían necesarios estudios longitudinales para establecer la relación temporal entre ellos. LIMITACIONES: A pesar de que los datos apoyan los hallazgos de muchos estudios precedentes según los cuales los sujetos adictos en tratamiento presentan una elevada prevalencia de trastornos de la personalidad, que pueden ser explicados a partir de combinaciones extremas de rasgos, un estudio correlacional, como el presente, no puede dar cuenta de relaciones causales entre rasgos y conductas adictivas. Si determinados rasgos (o combinaciones de rasgos) favorecen el consumo de sustancias, su mantenimiento y las dificultades para su abandono, o bien el uso de sustancias en edades tempranas favorece la expresión de determinados rasgos de base biológica y el desarrollo de estilos de carácter que otorguen una función a las drogas, son hipótesis de indudable interés para futuras investigaciones. Aunque el N total de la muestra es aceptable, lo que permite un adecuado análisis estadístico del instrumento, los resultados obtenidos para las submuestras según la droga objeto de abuso/dependencia son insuficientes en algunos casos, por lo que las conclusiones sobre diferencias entre estos grupos deben ser tomadas con cautela. El estudio de estas diferencias requeriría no sólo de muestras mayores, sino también del estudio de variables independientes no contempladas en el presente trabajo, como, por ejemplo, tiempo de abuso/dependencia, consumos concomitantes de otras sustancias, etc.
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