Sobre la inclusión del romance de Paco en “Réquiem por un campesino español” 1. Por su valor documental-informativo: El romancero no es sólo épico-heroico en lo que deriva de las primitivas gestas. Él, lo mismo que la epopeya extensa antigua, trato de informar al pueblo de los sucesos que ocurrían y preocupaban a la nación. Los reyes propagaban por ejemplo romances para hacer público, por medio de cantores populares, noticias de la guerra contra el reino moro de granada (M. Pidal; 1950, 16). En la obra somos testigos hacia el final, del valor informativo del romance. Sin embargo, en un primer momento el foro de intercambio de información por excelencia es el lavadero público (que es mencionado brevemente) y aún más importante el carasol: “Como en todas las aldeas, había un lugar en las afueras que los campesinos llamaban el carasol, en la base de una cortina de rocas que daban al mediodía. Era caliente en invierno y fresco en verano. Allí iban las mujeres más pobres- generalmente ya viejas- y cosían, hilaban, charlaban de lo que sucedía en el mundo” (Sender, 1993:22) Las conversaciones que aquí tienen lugar son en su mayoría acerca de nimiedades de la vida cotidiana en el pueblo, pero con el correr de las páginas, el carasol se inunda de temas referidos a la lucha de Paco por los derechos de los campesinos y los habitantes de las cuevas, hasta el punto de adquirir un tono casi épico: “La noticia circuló por el pueblo. En el carasol se decía que Paco había amenazado a don Valeriano. Atribuían a Paco todas las arrogancias y desplantes a los que no se atrevían los demás” (Sender, 1993:34) “En el carasol se decía que con el arriendo de pastos, cuyo dinero iba al municipio, se hacían planes para mejorar la vida de la aldea. Bendecían a Paco el del Molino, y el elogio más frecuente entre aquellas viejecillas del carasol era decir que los tenía bien puestos” (Sender, 1993:37) Paco se convierte entonces en la voz de los campesinos, y sus hazañas son reproducidas con grandilocuencia, adquiriendo un tono épico. El carasol resulta ser el espacio propicio para esta tarea hasta que intervienen en la acción las fuerzas armadas asesinando a varios campesinos sin piedad. Paco desaparece y asistimos a la escena de un carasol desierto por causa de una ráfaga de ametralladoras que consigue alejar a todos. El fuero en el que los campesinos tenían voz ha desaparecido: “Pasaron junto al carasol desierto. Las grandes rocas desnudas parecían juntar las cabezas y hablar” (Sender, 1993:48) En este panorama y ya en el final de la obra, el romance reproducido por boca del monaguillo, es la voz del pueblo materializada en una pieza de tradición oral. Cuándo el pueblo es silenciado, el romance adquiere el valor de la denuncia exaltando la heroicidad 1
de Paco el del molino, más aún al franquear las puertas de la parroquia. El romance circula informando lo que muchos callan por temor. De ahí su valor documental. Ya Menendez Pidal advierte en su Introducción a Flor nueva de romances viejos acerca de la nobleza histórica de los romances (ibídem). Si pensamos Réquiem por un campesino español en términos de una novela documental, la inclusión del romance de Paco el del molino, viene a reforzar el carácter testimonial de la narración. Por ello consideramos que no es azarosa la elección del romance como elemento constructivo de la obra. 2. Por el carácter esencialista de la obra de Sender: “El uso de recitar aislados algunos versos de un poema extenso dio origen a muchos de los romances más viejos que se nos conservan; siendo éstos esencialmente fragmentarios, ellos hubieron de generalizar el gusto por los relatos inacabados, por las situaciones indefinidas (…) El romance así olvida a menudo el carácter nacional y religioso; se desnacionaliza en parte para ganar en universalidad” (M. Pidal, 1950) “Al rodar el episodio fragmentario en la memoria, en la fantasía y en la recitación de varios individuos y generaciones, se olvidan detalles objetivos ininteresantes en un fragmento breve y se desarrollan o añaden, en cambio, elemento subjetivos y sentimentales (…) la narración ora toma el estilo épico-lírico, que dibuja la escena en fugaces rasgos de efectiva emoción; ora el estilo dramático-lírico; en ambos casos el relato desaparece en gran parte o por completo, para dejar lugar a la intuición rápida y viva de una situación dramática” (ídem:12-13) Éstas afirmaciones de M. Pidal nos dan cuenta del modo de circulación del romance y la mutación que se desprende de tales condiciones. Terminan por conservarse aquellos detalles que de alguna manera obedecen a un procedimiento sinecdótico que apela a la universalidad, la simpleza y la condensación de atributos en un fragmento breve de texto En este sentido, en la novela de Sender la presencia del romance obedece a una lógica de esencialismo, que señalan Carrasquer (1992:78) y Julia Uceda (1980:39-52). Sender se hace eco de estas afirmaciones en Monte Odina (1980:17), hablando de su obra en términos de un realismo de esencias o bien de memorias apócrifas. A partir de una imagen textual breve, logra condensar ciertos aspectos de las condiciones de vida y de los actores de su tiempo, por medio de un estilo sobrio y austero al igual que el del romance.
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