Pan con café, ¡y a qué precio!
Por:Felipe Mora
[email protected] 13 julio, 2017 12:02 am
Pese a contar con excelentes recursos en cuanto a calidad de terrenos cultivables, los dominicanos nos hemos acostumbrado a “comer dólares” en cantidades exorbitantes. Eso a costa de que amplios núcleos de productores han visto descender en forma drástica sus renglones de cultivo y producción. No nos deja mentir lo que ocurre con productos como café, azúcar, ajo, maíz, leche en polvo, entre otros de gran consumo nacional, incluido el trigo para elaborar harina para el pan. Todos son comprados con divisas, y a los precios que rijan en el mercado internacional. Han pasado incontables generaciones de hijos de esta tierra desde que comenzamos a consumir pan sobre la base de comprar harina de trigo en el exterior. Pero en esta isla que habitamos nunca nadie ha cultivado una mata de trigo. Imagínense la enormidad de recursos en divisas que ha tenido que erogarse desde tiempos muy remotos cuando se comenzó a hacer pan usando harina de trigo como materia prima. Desde hace más de una década nos está sucediendo algo parecido con el café, aromático grano consumido por millones de dominicanos y que por obra y gracia de la enfermedad de la roya, de productores autosuficientes que éramos, hemos pasado a ser importadores de más del 80 % de lo que aquí se consume.
Y con el inconveniente de que el mayor volumen que se importa procede del lejano Vietnam, cuya calidad se queda por debajo de la nuestra. Hay que imaginar la erogación en compra y flete. Datos oficiales dan cuenta de que en el año 2011 la producción nacional de café alcanzó 35,317 toneladas métricas, en 2012 bajó a 28,771; en 2013 a 19,441, y en 2014 a 17,592. Para el año 2012 República Dominicana importó alrededor de US$11.1 millones de café procedente de Vietnam, Estados Unidos, Brasil, Colombia, Suiza, Italia y México, según datos de la Dirección General de Aduanas. stadísticas del Banco Central arrojan que en 2013 las importaciones se redujeron a US$10.1 millones. Pero en 2014 subieron a US$20.4 millones. Un año después, en 2015 se triplicaron, llegando a US$60.2 millones. República Dominicana, pese a contar con enormes recursos en cuanto a tierras productivas, en especial en las regiones Cibao, Nordeste, Línea Noroeste y el fértil Valle de San Juan, presenta estadísticas de atraso en lo que tiene que ver con producción y comercialización de cultivos otrora tradicionales. Miles de productores han tenido que variar sus estrategias o cambiar de cultivos, ya sea por los continuos ataques de enfermedades a sus sembradíos, por la incidencia desfavorable de los precios en los mercados, falta de planificación, entre otras dificultades. Lo mismo que con el café y el trigo, mes por mes y año tras año gastamos inmensas fortunas en divisas para comprar en el exterior maíz, azúcar, ajo, leche en polvo, entre otros productos de amplio consumo en la población. Que conste, exceptuando el trigo, el maíz y la leche en polvo, en otros tiempos todos eran productos autosuficientes en la relación cultivo-comercialización-consumo. Tan solo en febrero de este año el país importó trigo al granel por US$9.9 millones; leche en polvo por US$9.7 millones, y maíz a granel por US$6.7 millones. Todo esto nos deja como conclusión que las autoridades, técnicos y los mismos productores deben ponerse a una en interés de incentivar la producción nacional. Solo así esa sangría de divisas que pagamos en el exterior serviría para hacer nuevas inversiones en el país.
“Solo he pasado a la habitación de al lado” In memoriam
Por:Rafael Molina Morillo
[email protected] 05 abril, 2017 12:02 am
Como han de suponer esta columna no es de la autoría del doctor Rafael Molina Morillo, pues, como ya saben, falleció el domingo pasado dejando un gran vacío entre sus familiares, amigos, compañeros de labores y la sociedad en sentido general. Un amigo de Molina Morillo sugirió publicar en el espacio de esta tan leída columna una reflexión que sobre la muerte hiciera San Agustín de Hipona, uno de los grandes sabios del cristianismo: La muerte no es nada, sólo he pasado a la habitación de al lado. Yo soy yo, ustedes son ustedes. Lo que somos unos para los otros seguimos siéndolo. Denme el nombre que siempre me han dado. Hablen de mí como siempre lo han hecho. No usen un tono diferente. No tomen un aire solemne y triste. Sigan riendo de lo que nos hacía reír juntos. Recen, sonrían, piensen en mí. Que mi nombre sea pronunciado como siempre lo ha sido, sin énfasis de ninguna clase, sin señal de sombra. La vida es lo que siempre ha sido. El hilo no se ha cortado.
¿Por qué estaría yo fuera de la mente de ustedes? ¿Simplemente porque estoy fuera de su vista? Los espero. No estoy lejos, sólo al otro lado del camino. ¿Ven? Todo está bien. No lloren si me amaban. ¡Si conocieran el don de Dios y lo que es el Cielo! ¡Si pudieran oír el cántico de los Ángeles y verme en medio de ellos! ¡Si pudieran ver con sus ojos los horizontes, los campos eternos y los nuevos senderos que atravieso! ¡Si por un instante pudieran contemplar como yo la belleza ante la cual todas las bellezas palidecen! Créanme: Cuando la muerte venga a romper sus ligaduras como ha roto las que a mí me encadenaban y, cuando un día que Dios ha fijado y conoce, sus almas vengan a este Cielo en el que los ha precedido la mía, ese día volverán a ver a aquel que los amaba y que siempre los ama, y encontrarán su corazón con todas sus ternuras purificadas. Volverán a verme, pero transfigurado y feliz, no ya esperando la muerte, sino avanzando con ustedes por los senderos nuevos de la Luz y de la vida, bebiendo con embriaguez a los pies de Dios; un néctar del cual nadie se saciará jamás. Amén.