El Relato Mínimo Serrano.pdf

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EL RELATO MÍNIMO1 1[1]1

Eduardo SERRANO OREJUELA

Las investigaciones sobre tipología textual o discursiva (no hay unanimidad en la denominación) cobran cada vez mayor importancia. Los trabajos de Charaudeau (1991), Adam y Petitjean (1989), Adam (1992, 1994), Ciapuscio (1994), entre otros, son prueba de ello. Uno de estos tipos es el narrativo. En esta ponencia analizo dos concepciones (elaboradas de diversas maneras por Joseph Courtès y Tzvetan Todorov) del denominado relato mínimo: la primera lo concibe como una estructura ternaria (estado 1/transformación/estado 2); la segunda, como una estructura quinaria (estado 1/transformación 1/estado 2/transformación 2 /estado 3). Desde el punto de vista de la semiótica de A.J. Greimas, pongo en evidencia el papel de los enunciados elementales, de estado y de hacer, en la constitución de los dos esquemas, y el hecho de que el esquema quinario resulta de la interrelación secuencial de dos esquemas ternarios. Asimismo, de un lado, muestro cómo los dos esquemas pueden ser proyectados sobre el cuadrado semiótico, lo que pone en evidencia tanto la serie de operaciones lógicas «profundas» que subyacen a las transformaciones narrativas «de superficie», como la coherencia semio-narrativa (en el sentido greimasiano del término) de los dos esquemas; de otro, pongo en evidencia la importancia de la interrelación existente entre esquema sintáctico e investidura axiológica y la tipología básica que de ella se desprende.

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1. El esquema ternario Situándose en la perspectiva teórico-metodológica de la semiótica greimasiana, que considera la oposición categorial permanencia vs cambio como «una de las primeras articulaciones posibles de la percepción y de la comprensión de nosotros mismos y del mundo» (1991: 69), Courtès define el relato mínimo como «una transformación situada entre dos estados sucesivos y diferentes» (1991: 72), graficado en el esquema ternario siguiente que hemos ideado:

Así, un comercial televisivo, que anuncia un jabón X para el lavado de la ropa o un producto Y para limpiar el piso, «propondrá la transformación de un estado de suciedad en un estado de limpieza» (Courtès, 1991: 70), estructurándose de esta manera como un relato mínimo. Igualmente, añade Courtès, el cuento maravilloso —como nos lo enseña V. Propp— funciona sobre la base de una relación comparable, la que opone la «falta» [manque] a la «liquidación de la falta»: Cenicienta, humillada al comienzo del relato, será exaltada al final; el joven pobre, de extracción modesta, subirá al trono real, etc. (1991: 70).

Así concebido, el relato mínimo tiene la estructura del programa narrativo, «sintagma elemental de la sintaxis narrativa de superficie, constituido de un enunciado de hacer que rige a un enunciado de estado», programa que «debe ser interpretado como un cambio de estado, efectuado por un sujeto (S1) cualquiera que afecta a un sujeto (S2) cualquiera» (Greimas y Courtès, 1979: 297). Por consiguiente, los componentes de base del relato mínimo son los dos enunciados elementales, de estado y de hacer, propuestos por la semiótica greimasiana. Proyectado sobre el cuadrado semiótico — esa «representación visual de la articulación lógica de una categoría semántica cualquiera» (Greimas y Courtès, 1979: 29)— el relato mínimo se corresponde con el paso de un término (estado 1) a su contrario (estado 2), vía el contradictorio (no estado 1) del primero:

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2. El esquema quinario Para Tzvetan Todorov, quien se ha referido en varias ocasiones al tema (cf. 1968: 121, 1970: 171-172, 1973: 82 y 1978: 6566), el relato mínimo tiene una estructura quinaria: La intriga mínima completa consiste en el paso de un equilibrio a otro. Un relato ideal comienza con una situación estable que una fuerza cualquiera perturba. De ello resulta un estado de desequilibrio; gracias a la acción de una fuerza dirigida en sentido inverso, el equilibrio es restablecido; el segundo equilibrio es semejante al primero pero los dos no son idénticos jamás (1968: 121).

Todorov ilustra esta estructura quinaria mediante el cuento «Las ocas», analizado por Vladímir Propp (1928: 111-115): Este cuento contiene cinco elementos obligatorios. 1) La situación de equilibrio del comienzo. 2) La degradación de la situación debido al secuestro del niño. 3) El estado de desequilibrio constatado por la niña. 4) La búsqueda y descubrimiento del niño. 5) El restablecimiento del equilibrio inicial, el retorno a la casa paterna (Todorov, 1978: 65).

Dos esquemas ternarios interrelacionados nos permitirán graficar esta estructura quinaria, en la medida en que el estado sobre el cual recae la segunda transformación es el estado de desequilibrio resultante de la primera:

La proyección del modelo quinario sobre el cuadrado semiótico no plantea ningún problema. Incluso pone en evidencia de manera visual en qué medida el punto de llegada es semejante pero no idéntico al punto de partida:

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Ahora bien, de acuerdo con lo expuesto, el relato mínimo según Todorov no es realmente tal, pues está constituido por dos relatos mínimos en el sentido de Courtès. De hecho, Todorov apunta implícitamente en esta dirección cuando reconoce la presencia en el relato quinario de dos, y sólo dos, tipos de «episodios»: Hay, por consiguiente, dos tipos de episodios en un relato: los que describen un estado (de equilibrio o de desequilibrio) y los que describen el paso de un estado a otro. El primer tipo será relativamente estático y, si se puede decir, iterativo: el mismo género de acciones podría se repetido indefinidamente. El segundo, por el contrario, será dinámico y no se produce, en principio, sino una sola vez (1968: 121).

Es fácil colegir que estos dos tipos de «episodios» se corresponden con los enunciados de estado y de hacer de la semiótica greimasiana. La conclusión que se impone es la siguiente: sea que se lo conciba como una estructura ternaria o quinaria, el relato mínimo se construye con base en dos, y sólo dos, tipos de enunciados elementales. Es más: no es difícil conjeturar que lo mismo ocurre en el caso de relatos más extensos, como una novela, un reportaje, una historia de vida: su estructura narrativa resulta de la interrelación recurrente de enunciados de estado y de hacer.

3. Relato e ideología Me parece razonable afirmar que el relato mínimo es una estructura ternaria, resultante de la interrelación sintagmática de dos enunciados de estado y un enunciado de hacer: todo relato, desde el más simple hasta el más complejo, se construye mediante la recurrencia de dicho sintagma elemental. El esquema quinario de Todorov no es, desde este punto de vista, sino una posibilidad entre otras, resultante de una cierta manera de interrelacionar dos esquemas ternarios, y no puede aceptarse su pretendida universalidad.

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Emil Volek le ha hecho algunas observaciones críticas que nos parecen pertinentes, al tiempo que abren nuevas líneas de reflexión, en particular acerca de las relaciones entre formas narrativas y contenidos ideológicos: [...] el modelo [de Todorov] parece reconocer únicamente un happy ending2[2] . Pero basta recordar cualquier novela naturalista, que se presenta como un estudio casi científico de la indetenible degeneración de un ser humano y que termina en una catástrofe. No sólo no se llega a restablecer ninguna situación armoniosa inicial, ni mucho menos, sino que la historia de estas obras abarca sólo la primera mitad del modelo de Todorov (situación estable/estado de desequilibrio), sin que, por tanto, estas obras parezcan inacabadas o incompletas. Por otro lado, vanamente buscaríamos estabilidad ni armonía inicial en las novelas picarescas (recuérdese, por ejemplo, el comienzo de Lazarillo o de El buscón), que narran la vida entera de sus protagonistas y que comienzan con un «nacimiento humilde»; no la encontraríamos ni en alguna situación anterior que podríamos imaginar. Estas obras, en cambio, abarcan sólo la segunda mitad del modelo de Todorov (estado de desequilibrio/restablecimiento de equilibrio, aunque sea sólo en apariencia), sin que produzcan la menor impresión de ser incompletas al comienzo (Voleck: 1985: 167).

Las observaciones de Volek en el sentido de que tal o cual tipo de novela se corresponde con la primera o segunda mitad del modelo de Todorov, sin que produzca la impresión de incompletud, confirma a nuestro entender la primacía estructural del esquema ternario sobre el quinario. De otro lado, pone en evidencia la interrelación existente entre forma narrativa y contenido ideológico, pues considerar a un estado, inicial o final, como satisfactorio o insatisfactorio, sólo es comprensible en la medida en que dicho estado haya sido objeto de una evaluación, positiva o negativa, realizada por un sujeto, portador de un sistema de valores axiológicos.

2[2] En justicia, al referirse a los episodios que describen «un estado (de equilibrio o desequilibrio)», Todorov está negando el carácter impositivo del final feliz: un relato quinario puede comenzar con un estado inicial de desequilibrio, transformado en estado de equilibrio, a su vez transformado en un estado final de desequilibrio.

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Es más, el tipo de acción emprendida por el sujeto no puede desligarse de la evaluación de los estados. Así, en el cuento analizado por Propp, el secuestro de su hermanito por las ocas, evaluado negativamente por la niña como pérdida, la conduce a una acción de búsqueda cuya finalidad es el restablecimiento del estado inicial de conjunción con el niño, evaluado como positivo. Es evidente que si la niña no viviera disfóricamente la ausencia de su hermanito, si su alejamiento forzoso produjera en ella un sentimiento de euforia, no habría partido en su busca. De hecho, la interrelación entre esquema narrativo e investidura axiológica ya estaba presente, de manera implícita, en las descripciones de Courtès y de Todorov. En efecto, transformar un estado de suciedad en otro de limpieza sólo es comprensible en la medida en que la suciedad sea considerada un valor negativo, disfórico, del cual es bueno estar disjunto, y la limpieza un valor positivo, eufórico, al cual hay que estar conjunto. Asimismo, al resumir el cuento «Las ocas», Todorov ha incorporado a su descripción la importancia de los contenidos axiológicos en la orientación de la trama narrativa al utilizar términos como estado de equilibrio y de desequilibrio, degradación de la situación e, implícitamente, mejoramiento de la situación obtenido gracias a la transformación de la situación de desequilibrio.

4. Relato e identidad social Kenneth J. Gergen ha llamado la atención sobre la importancia de los relatos, tanto contados como vividos, en la construcción de la identidad social del sujeto: La mayoría de nosotros iniciamos nuestros encuentros con los relatos en la infancia. A través de los cuentos de hadas, los cuentos populares y los relatos de familia recibimos las primeras exposiciones organizadas de la acción humana. Los relatos siguen absorbiéndonos cuando leemos novelas, biografías e historia; nos ocupan cuando vemos películas, cuando acudimos al teatro, y ante la pantalla del receptor de televisión. Y, posiblemente a causa de su familiaridad, los

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relatos sirven también como medios críticos a través de los cuales nos hacemos inteligibles en el seno del mundo social. Contamos extensos relatos sobre nuestras infancias, nuestras relaciones con los miembros de nuestras familias, nuestros años en el colegio, nuestro primer lío amoroso, el desarrollo de nuestro pensamiento sobre un tema dado, y así sucesivamente. También explicamos relatos sobre la fiesta de la última noche, la crisis de esta mañana y la comida con un compañero. Puede que creemos también un relato acerca de la próxima colisión automovilística de camino al trabajo o acerca de la cena chamuscada de anoche. En cada caso, utilizamos la forma del relato para identificarnos con otros y a nosotros mismos (1994: 232).

Gergen llama autonarración a «la explicación que presenta un individuo de la relación entre acontecimientos autorrelevantes a través del tiempo» (1994: 233). En este sentido, «la autonarración es una suerte de instrumento lingüístico incrustado en las secuencias convencionales de acción y empleado en las relaciones de tal modo que sostenga, intensifique o impida diversas formas de acción» (1994: 234). Nos parece que este concepto de autonarración debe complementarse con el de heteronarración, que designa el relato que les construimos y en el que insertamos a los otros con quienes nos relacionamos en el curso de nuestra vida. Gergen da un paso adelante en su formulación al poner en evidencia la relación existente entre relato y evaluación: Tal como hemos visto, el punto final de un relato es ponderado con el valor. Por consiguiente, una victoria, un asunto consumado, una fortuna descubierta, o un artículo ganador de un premio, todos ellos sirven de final apropiado para un relato, mientras que en el polo opuesto del continuo evaluativo caería la derrota, un amor perdido, una fortuna dilapidada o el fracaso profesional. Podemos considerar los diversos acontecimientos que conducen al final del relato (la selección y ordenación de acontecimientos) como moviéndose a través de un espacio bidimensional y evaluativo. A medida que uno se aproxima a la meta valorada, con el paso del tiempo la línea del relato se vuelve más positiva; a medida que uno se aproxima al fracaso, al desengaño, uno se desplaza, al contrario, en una dirección negativa. Todas las tramas, por consiguiente, pueden convertirse en una forma lineal en términos de sus cambios evaluativos a lo largo del tiempo (1994: 242).

Tres formas básicas de narración postula Gergen. En la primera, llamada narración de estabilidad, «la trayectoria del

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individuo permanece esencialmente inalterada con relación a una meta o resultado; la vida simplemente fluye, ni mejor ni peor»3 [3] . La segunda, llamada narración progresiva, «vincula entre sí acontecimientos de tal modo que el movimiento a lo largo de la dimensión evaluativa a lo largo del tiempo sea incremental». Finalmente, en la tercera, llamada narración regresiva, «el movimiento es decreciente»4 [4] (Gergen: 1994: 242). De la combinación sintagmática de estas formas básicas, Gergen deriva una interesante tipología de tramas narrativas destacadas en la cultura contemporánea, que, por razones de espacio, no podemos examinar aquí, pero que pone en evidencia la sobredeterminación ideológica de los esquemas narrativos, operantes en los discursos de todos los días, esquemas mediante los cuales construimos nuestra identidad y la de los otros y definimos por ello mismo las posibilidades y los límites de nuestras interacciones. En efecto, lo que hacemos con y contra otros depende del tipo de relato (auto y heteronarración) del cual somos y son personajes. Así, fenómenos como el sexismo, el racismo, la discriminación social, para nombrarlos a manera de ilustración, pueden ser provechosamente analizados y combatidos si ponemos en evidencia la trama narrativo-axiológica que los sustenta y la sustituimos por otra que haga posible una acción transformadora a lo largo de la cual nuestra identidad social y la de los otros se estructure y reestructure sobre bases de igualdad y respeto de la diferencia.

3[3] En términos de la lógica del relato de Bremond (1973), se trataría de una narración caracterizada por los procesos de conservación del estado (positivo o negativo) ya existente. 4[4] Siguiendo con Bremond, la narración progresiva estaría dominada por los procesos de mejoramiento, que transforman un estado negativo en otro positivo, en tanto que la narración regresiva lo estaría por los procesos de degradación, que transforman un estado positivo en otro negativo (o uno menos negativo en otro más negativo: «Aquí todo va de mal en peor», comienza el narrador del cuento “Es que somos muy pobres”, de Juan Rulfo).

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Cali, VIII-97

BIBLIOGRAFÍA

ADAM, Jean-Michel 1992 Les textes: types et prototypes. Récit, description, argumentation, explication et dialogue. Paris: Nathan. 1994 Le texte narratif. Paris: Nathan. ADAM, Jean-Michel y PETITJEAN, André 1989 Le texte descriptif. Poétique historique et linguistique textuelle. Paris: Nathan. BREMOND, Claude 1973 Logique du récit. Paris: Seuil. CHARAUDEAU, Patrick 1991 Grammaire su sens et de l’expression. Paris: Hachette. CIAPUSCIO, Guiomar Elena 1994 Tipos textuales. Buenos Aires: Universidad de Buenos Aires. COURTÈS, Joseph 1991 Analyse sémiotique du discours. De l’énoncé à l’énonciation. Paris: Hachette. GERGEN, Kenneth J. 1994 Realidades y relaciones. Aproximaciones a la construcción social. Barcelona: Paidós, 1996. GREIMAS, A.J. y COURTÈS, Joseph 1979 Sémiotique. Dictionnaire raisonné de la théorie du langage I. Paris: Hachette. PROPP, Vladimir 1928 Morfología del cuento. Madrid: Fundamentos, 1971.

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TODOROV, Tzvetan 1968 «La grammaire du récit», en Poétique de la prose. Paris: Seuil, 1971. 1970 Introduction à la littérature fantastique. Paris: Seuil. 1973 Poétique. Paris: Seuil. 1978 Les genres du discours. Paris: Seuil. VOLEK, Emil 1985 Metaestructuralismo. Poética moderna, semiótica narrativa y filosofía de las ciencias sociales. Madrid: Fundamentos.

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