PAUL VERLAINE (1844-1896) “La independencia siempre fue mi deseo; la dependencia siempre fue mi destino” BIOGRAFIA. Paul Marie Verlaine, junto a Víctor Hugo, considerado como el mayor poeta lírico francés del siglo XIX, nació en Metz - Francia, el 30 de marzo de 1844. Su padre fue un militar perteneciente a una antigua familia belga y su madre, Elisa Dehée, fue hija de unos acaudalados terratenientes. Todos ellos observantes de las buenas costumbres. No hay nada en sus primeros años de vida que anuncie su futura inclinación por la autodestrucción, no hay en los familiares del pequeño Paul ninguno que se haya dado a los excesos. De ahí que sus biógrafos más reaccionarios atribuyan su repentina e insospechada inclinación por el malditismo a una incipiente fealdad. «Como predestinado por los demonios de la lujuria fue adquiriendo una fealdad singular, que acentuada en el curso de los años y a través de las intemperancias, le dio finalmente, una fisonomía de fauno huraño e insensato». Desde que su familia se traslada a París (1851), el pequeño Paul es un lector asiduo de poesía romántica –sintiendo una predilección especial por Víctor Hugo– placer que compagina con su actividad académica. Sus primeros versos datan de 1858, sólo cuenta 14 años. Paralelamente a sus lecturas, su personalidad va mostrando ciertos desdoblamientos que le llevan de las efusiones sentimentales, que le son más frecuentes, a la irascibilidad y el delirio, no menos habituales. De esos inquietantes cambios de carácter saben bien los poetas parnasianos, a quienes Verlaine comienza a frecuentar a partir de 1860. En aquel tiempo, ya se ha confesado un rendido admirador de Baudelaire. Sus primeras publicaciones en revistas parnasianas no le proporcionan el dinero suficiente para el sustento, con lo que se ve obligado a emplearse como escribiente en el ayuntamiento de París. Allí fue condiscípulo de Lepelletier, cuya amistad conservaría toda la vida. Empezó la carrera de Derecho, pero abandonó los estudios y se puso a trabajar en el Ayuntamiento de París. En la capital francesa comenzó a frecuentar los círculos literarios y a escribir poemas. Sus primeros poemas se publican en revistas a partir de 1865 y pertenecen al movimiento parnasiano, aunque ya poseen algunos rasgos que anuncian una nueva personalidad poética. En 1866 publicó un volumen morboso y pesimista, Poemas saturnianos influido por Charles Baudelaire, que pasó inadvertido. Fiestas galantes (1869) es una nostálgica evocación dieciochesca, en la que rememora el ambiente refinado y elegante que los pintores impresionistas plasmaron en sus cuadros. Sin embargo, ya desde 1863 algo estaba cambiando en la vida de Verlaine y anunciando su drama íntimo. Su desequilibrio se fue intensificando; además de beber en exceso, sufrió crisis nerviosas en las que pasaba repentinamente de la ternura al furor. Un remanso a su tormento interior lo encontró al casarse en 1870 con Mathilde Mauté de Fleurville, a la que dedicó su tercer libro de poemas La buena canción (1870), versos íntimos y sencillos. Los acontecimientos de la Comuna, con su incorporación a la guardia nacional y el encuentro con Jean Arthur Rimbaud en 1871, van a desequilibrar nuevamente su vida: abandonando a su esposa y a su hijo, parte con Rimbaud a Inglaterra y Bélgica. En 1873, en Bruselas, sobrevino la ruptura con este último, a quien hirió de dos disparos. Fue condenado a dos años de prisión. En la cárcel escribe Romanzas sin palabras (1874). Posteriormente vivió en París y en Londres, donde dio clases de francés y dibujo hasta 1877, a menudo ayudado por su madre y espiritualmente por Lepelletier. Vuelto a París, publicó Cordura (1881), fruto de austeridad, recogimiento y profundo y místico trabajo que obtuvo mucho éxito. Verlaine se convirtió, en esos años, en una de las principales figuras del decadentismo y presimbolismo, con una poética intensa que buscaba “la música ante todo” y un lenguaje a la vez vigoroso, sensual y flexible. Al morir su alumno y amante Lucien Letinois en 1883, publicó Amor, la muerte de éste supuso otro duro golpe para él, que se refugió aún más en la bebida, lo cual se refleja en la menor calidad de su poesía y, en 1884 publicó, Los poetas malditos, donde ensalza a Rimbaud, Villier de l’Isle-Adam, Corbière y Mallarmé, y aparece al mismo tiempo el anagrama “Pauvre Lélian”, seguida de Antaño y ahora (1884). Tras una nueva estancia en la cárcel por agredir a su madre bajo los efectos del alcohol, alternó su estancia en diversos hospitales con la edición de Paralelamente (1889), Felicidad (1891), Canciones para ella (1891), Liturgias íntimas (1892), Elegías (1893) y Carne (1896), de una continua alternancia entre espiritualidad, religiosidad mística, erotismo y diabolismo; y entre las obras en prosa de carácter autobiográfico: Memorias de un viudo (1886), Mis hospitales (1891) y Confesiones (1895). Envejecido prematuramente, Verlaine, murió miserablemente. Se cuenta que la estatua de la Poesía, de la Ópera, perdió un brazo, que se rompió con la lira que sujetaba, cuando el coche fúnebre de Verlaine acababa de pasar. Y como dijo el gran poeta francés: “Sueño a menudo el sueño sencillo y penetrante / de una mujer ignota que adoro y que me adora, / que, siendo igual, es siempre distinta a cada hora / y que las huellas sigue de mi existencia errante”.
LA VOZ DE LA MUSICALIDAD. De 1866 a 1876 publicó el editor Lemerre las tres series del llamado Parnasse contemporain y estas antologías contenían composiciones de Leconte de Lisle, Villiers de l’Isle-Adam, Coppée, Verlaine, Mallarmé, Glatigny, Armand Silvestre... No unía a estos poetas otro lazo que el respeto que les inspiraba el que aparecía como jefe, Leconte de Lisle, y el odio que todos sentían por la vulgar negligencia en el arte de versificar. Como era natural en una agrupación tan compleja, tan heterogénea, aparecieron pronto las divergencias. Los que se consideraron como herederos de Baudelaire, en cuya imitación habíanse formado (Villiers de l’Isle-Adam, Verlaine y Mallarmé), siguieron su natural inclinación y convirtiéronse, con muy diversos matices en los maestros del simbolismo. La calificación de parnasianos quedó reservada, sin saber por qué razón, para los que sin poseer un programa literario común, permanecieron fieles (aunque tomaron por distintos caminos), a Gautier, Banville y Leconte de Lisle, unidos en una misma sujeción a una belleza que consideraba como obligatoria la exactitud en la forma poética, sin que se perdonara la menor caída o libertad poética, el menor ripio. Tenemos, pues, a los poetas franceses de la mencionada época divididos en parnasistas y en simbolistas. El simbolismo acabó por sobreponerse al parnasismo. Ya en 1882 hablaba Verlaine de que cierto números de jóvenes cansados de los tristes horrores naturalistas, se habían dado a la lectura de sus versos escritos fuera de toda preocupación de escuela, es decir como disidente del Parnaso. Para Verlaine, lo importante es buscar la expresión de la belleza –así lo afirma explícitamente en el prólogo de Poemas saturnianos (1866)-, y en ese camino encuentra la aportación de Baudelaire y la musicalidad que él mismo crea en sus versos. La poesía de Verlaine se caracteriza por la gran musicalidad de sus versos, bien conocida es su fórmula poética “la música ante todo; el resto es literatura”. Posteriormente Verlaine influyó notablemente en la poesía en lengua española a través de Rubén Darío. NOS UNE EL ESPANTO, NO EL AMOR. Paul Verlaine (1844-1896) y Jean Arthur Rimbaud (1854-1891) se conocieron en 1871 cuando el primero recibió el poema “El barco ebrio”. Encantado con el trabajo, invitó a un ya errante Rimbaud a París, donde su relación se convirtió en un amorío con rapidez, en medio de noches de copas, ajenjo, hachís y opio en sitios como La Academia del Ajenjo y otros. Invitado a formar parte del Círculo Zutique, una peña literaria que una vez por mes se reunía en un hotel del Boulevard Saint Michel, Rimbaud no perdió el tiempo en irritar a todos con sus críticas y áspera personalidad. Verlaine, finalmente, abandonó a su esposa enferma y a su pequeño hijo para partir a Bruselas junto al joven poeta. Llegaron a Londres en 1872, aunque las continuas discusiones y peleas en estado de ebriedad, a veces cuchillo en mano, los llevaron a separarse por unos meses a fin de año. Tiempo después regresaron a la capital británica, donde habitaron en el número 8 de Royal College Street entre mayo y julio de 1873. Verlaine se instaló en París y continuó escribiendo tras la separación de Rimbaud, incluso se encargó de publicar trabajos de su ex amante: “Iluminaciones” en 1886. Jean Arthur Rimbaud, por su parte, dejó la poesía para siempre en 1875, a los 21 años de edad, y se dedicó a errar por Europa y traficar con armas en África oriental. Un tumor en una rodilla lo condujo a Marsella, donde la amputación de una pierna no evitó su muerte el 10 de noviembre de 1891. Está sepultado en su natal Charleville, en las Ardenas. Verlaine se mantuvo en París, donde sobrevivió en la pobreza hasta el 8 de enero de 1896. Una vez dijo de su otrora amante: “Para mí, Rimbaud es una realidad eterna, un sol que me quema por dentro y no desea ser apagado”. PAUL VERLAINE: A LAS PUERTAS DE LA ESCUELA SIMBOLISTA. Verlaine es sin duda el Simbolismo en práctica. Poeta clave, definió en su arte poética: ” …el verso debe ser antes que nada música ; una armonía de sonidos que hace soñar (…) la arquitectura sólida del poema, la elocuencia y el orden romántico o parnasiano resultan inútiles para traducir lo impreciso, el matiz, las sugestiones, las leves sensaciones(…). Con un plan incierto, palabras vagas, grupos de sonidos inesperados y evocadores, se podría despertar la sensibilidad del lector y transferir en ella parte de la sensibilidad del poeta” No encontramos mejor definición del Simbolismo que ésta. Contiene todos los fundamentos teóricos de la escuela del ‘85. La poética de Baudelaire, la pintura Impresionista, la música de Wagner son el preludio de la poesía simbolista de Verlaine. Ante todo es una naturaleza muy compleja y refinada. Nadie fue menos teórico que él menos “alquimista” según Raymond. Condujo hasta la perfección el lirismo íntimo y sentimental de estilo lamartiniano y halló ese tono de poesía hablada: plegaria y confidencia, deseo y efusión. El contorno de voz sutil termina siempre borrándose en una melodía encantadora. Lo que dicha poesía evoca es la Música de la alegría o del sufrimiento cotidiano, la vida desnuda de artificios. Su poesía no supone un progreso ni un fracaso en esa búsqueda de absoluto que parece caracterizar a la poesía francesa del fin de siglo XIX; paga ese precio por su cierta ingenuidad y ese equilibrio entre las llamadas del inconsciente y la inteligencia sensible del poeta: el poder de conferir existencia a los estados interiores más evanescentes.
Si como dice G. Ungaretti “El don de la poesía del siglo XIX es una esperanza de pureza insaciada”, Verlaine encarna esa pureza de lo espiritual a lo lingüístico. Uno de los méritos de los simbolistas, poetas del alma, es haberse interesado tras los románticos en las formas artísticas llamadas primitivas, y haber intentado resucitar el espíritu de las creaciones populares. Composiciones breves; ritmos cortos sentimentalismo tierno y melancólico que recuerda a Nerval, y a Heine. Aprehender lo evanescente captar en los símbolos del lenguaje (lo cual ya entraña una amarga pobreza) la música, y el hombre como ser espiritual: ese es el aporte de Verlaine a los Simbolistas y a la Poesía. Aunque sus POEMAS SATURNIANOS de 1866 se hallan dentro de la corriente Parnasiana, la poesía de Verlaine va consolidándose simbolista hacia FIESTAS GALANTES y ROMANZAS SIN PALABRAS de 1874 y CORDURA de 1881: aquí la confidencia sentimental se convierte en el eje de la elaboración poética. Creó en ellos un melancólico ambiente musical para comunicar un mundo de vagas ensoñaciones. Entendemos en este enfoque que Verlaine es un poeta gestor del Simbolismo en su preocupación por: -aislar y liberar los efectos puramente musicales de la frase poética; -por intensificar al máximo la posibilidad de sugerir asociaciones sensibles de la metáfora; y también por -colorear sutilmente escenas naturales con los matices de la emoción interior evitando siempre la crudeza y lo descriptivo: …”nada más grato que la canción gris”. Hemos elegido algunos aspectos de su obra que nos parecen notables a la hora de incluirlo en la Escuela Simbolista como un verdadero artífice del modo de ser y escribir del movimiento: si Baudelaire con Harmonie du soir, y Correspondances anticipa la estética simbolista; si Ducasse con “Les chants de Maldoror” defenestra la moral burguesa y libera a la forma poética, para abogar por la esperanza y la limpidez del verso en sus “Poesías”; Verlaine en ” Poemas Saturnianos” y “Romances sin palabras” se perfila como un integrante crucial de la Escuela. CANCION DE OTOÑO. Como ejemplo de este culto del matiz y de lo sutil elegimos el poema “Canción de Otoño”, porque de querer ver a Verlaine como el poeta del matiz y lo melancólico, el Otoño es el símbolo que más lo representa., junto al violín y flor. Aparece la en este poema una marcada subjetividad y desde su título anuncia la importancia crucial de la música en la composición poética simbolista. Percibimos el sollozo melancólico que empapará buena parte de sus páginas, pero es la plasmación de las analogías entre el Macro cosmos -”Otoño”, el Micro cosmos - espíritu y la Música lo que consideramos estupendo en este poema .No había en Baudelaire esta melancolía, esta íntima unidad entre la nota musical y el acorde afectivo. La agrupación de sonidos en francés podrá apreciarse exquisita, sugeridora del vaivén afectivo, de la caída lenta de las hojas y la nostalgia del poeta. El otoño es una canción triste que empaña el alma del hablante. El hombre no es más que una hoja muerta que el viento arrastra. Desde el punto de vista estilístico aparece el verso “corto” que declarará preferir Verlaine en su ART POETIQUE, así como las aliteraciones o la “música de las ideas”. En “Mandolina” el clima continúa siendo de ensoñación vaga y difusa y la primacía de lo musical lo logra Verlaine a partir de la objetivación con el instrumento musical: hay tenues matices de grises y rosas y el hincapié en la eficacia del verso corto como vehículo expresivo. Los instrumentos de cuerda, como la mandolina y el violín funcionan como correlatos objetivos de la espiritualidad del poeta. El clima italianizante desnaturaliza un poco el vago simbolismo incipiente en el texto, hay reminiscencias de Watteau, pero se logra el clima sutil. Además aparece como isotopía semántica en la poesía de Verlaine, la Brisa y el Azul, como ya veremos, que anticipan la poesía de Mallarmé. Pero llegando al período más cruel de su vida, sus amores de fuego y viento con Rimbaud, Verlaine entroncará en un misticismo católico que lo separa de toda la galantería e imaginería parnasiana: 1873, año clave, 1881, SAGRESE. Compuesto en 1874 ART POETIQUE fue considerado un verdadero Manifiesto simbolista y plantea su concepción última de la poesía: “De la musique avant toutte chose et pour cela prefer l’impar” Quizás sea la clave de la poesía moderna: cierra y abre un nuevo estilo: se desdibuja la poesía “descriptiva” y se inicia la poesía de lo “sonoro”. Composiciones más vagas e imprecisas y por lo tanto más riesgosas, más proyectadas al Azul, al infinito. Texto símbolo y no sólo sígnico, profesión de fe en los sonidos, en las asociaciones de palabras. El verso más vago y más liviano que las mismas palabras. A. Balakián opina que los términos “luna”, “viento”, “nieve”, “grajos”, “lluvia”, son sustantivos tan usados por Verlaine que luego se convertirán en el vocabulario predilecto de los Simbolistas. Verlaine además introduce el “sentido” de la muerte el temblor de lo efímero el olor de la decadencia, como lo sugiere en el poema “La angustia”.
“Poemas Saturnianos” se inicia con un Prólogo de lo más elocuente que hemos elegido como modo de evidenciar los aspectos simbolistas en esta temprana poesía. “… leer en el cielo tanto las dichas como los desastres y que cada alma estaba unida a uno de los astros”; ya aquí hay una actitud del poeta descifrador a lo Baudelaire pero que se transforma en un sentido místico que será el que anuncie a Mallarmé. Leer en las estrellas (tarea de “sabios”) es entrever esferas superiores. Hay una veta neoplatónica impresionante, relacionar cada alma con algo celeste es establecer una correspondencia entre lo inmanente y lo trascendente. Es Swedenberg; es Simbolismo. Aparece en este prólogo tan empapado de lirismo además la poética de la nocturnidad que instala en la poesía de fin de siglo ese “… misterio nocturno”. Dirá en el mismo Prólogo: “…aquellos nacidos bajo el signo de Saturno (…) fiero planeta de imaginación inquieta y débil en ellos anula el esfuerzo de la razón”. Ya está: se echa por tierra en pleno Parnasianismo el nuevo empuje de la Razón y la impersonalidad que volvían a las letras francesas. Hay una serie de comparaciones sumamente poéticas sugeridoras de ardores que empiezan a perfilarse poco a poco, no sólo en la obra sino en la propia vida de Verlaine: “la sangre sutil como un veneno raro y ardiente como la lava…” pero es en el sentido del Mourir, de la incipiente Decadence del poete maudit lo que impacta acá: “Y así los sabios saturnianos deben sufrir y así morir…”. Añadió algunas notas al concepto de decadente: la decadencia es “el arte de morir en Belleza”. Decadencia en el sentido Simbolista es el estado de espíritu del poeta hechizado por la crueldad del Tiempo y la inminencia de la Muerte. Además con LES POETES MAUDITES introduce la idea del maldito ya cuajada en Baudelaire y Lautréamont, pero aplicada ahora al intelectual simbolista: Corbiére, Rimbaud y Mallarmé. El final es implacable: el sentido trágico de la existencia humana, la orfandad metafísica que late, aunque no sea totalmente perceptible aún, la filiación fatídica de aquel “sabio alquimista” ya se siente. El hombre está encerrado en la lógica de su predestinación: le queda la disidencia o la muerte. ¿Qué valor simbólico tiene lo “saturniano”? Saturno se identifica a Cronos en la mitología romana se supone que funda el pueblo del Lacio, enseñándoles además el cultivo y la siega de la vid. La hoz o la podadera son metonimias del Dios. Los saturnales eran los días consagrados al culto y se realizaban fiestas licenciosas en las que la inversión del orden social era la clave: el esclavo era servido por el amo. Es el llamamiento al caos, porque hay una desesperada invocación a la salida del Tiempo. El sacrificio se entiende así como única fuente de creación y renovación. Saturno simboliza el Tiempo: el hambre devoradora de la vida que consume todas sus creaciones. La insuficiencia mística de cualquier existencia inmersa en el tiempo. Saturno es símbolo de actividad de dinamismo lento e implacable, y por ello se dice que devora a sus hijos. (Goya quizás lo plasmó en toda su dimensión). Verlaine tituló así su poemario porque traspone los altibajos del alma en impresiones y sensaciones paisajísticas nostálgicas y refinadas. El extenso prólogo nos parece ya una profesión de fe de la concepción simbolista del Arte y del poeta en el sentido en que Mallarmé lo concebirá: “…grupo de cantores vestidos de blanco y de relumbres de apoteosis (…) en su frente el inacabado sueño de los dioses. El mundo turbado por su palabra profunda los exila. A su vez ellos exilan al mundo.” El poeta que ve las verdades que se ilumina de las Ideas puras no tiene lugar en el mundo, y el exilio puede volverse voluntario. El “torremarfilismo” que cantara Rubén Darío “Poetas, torres de Dios!”, y que el mismo Mallarmé encarna en su hermetismo poético, están aquí. Un poeta sacerdote que parece inmaculado e inmunizado del mundanal ruido. Resuena el Rubén de “Palabras Liminares”: “(A través de los fuegos divinos de las vidrieras historiadas me río del viento que sopla afuera, del mal que pasa)”. “¡El amor de lo bello esa es la fe del poeta el Azul su estandarte y el Ideal su ley!”. Aparecen símbolos muy valiosos para la imaginería del grupo de 1885: el Azul y el poeta inmaculado, la aspiración a la Belleza suprasensible. Si bien se respiran aires parnasianos, creemos que el Simbolismo se inicia con estos conceptos. Si la búsqueda de lo Bello puede concebirse como fe, debe transformarse en algo trascendente, no explicable por la lógica, no accesible a todos sino a quienes pueden y desean de veras encontrarlo. El Azul es el indudable símbolo del misterio y del infinito, del Arte según Hugo, que se transforme en estandarte es porque será lema o distintivo que señale al poeta simbolista, que a su vez integra una escuela o corporación: la Escuela parisina de los simbolistas reunidos en la Rue de Rome de la casa de Mallarmé. LOS POETAS MALDITOS. Con el título original Les poétes maudits, Paul Verlaine escribe en 1884 un ensayo sobre seis poetas, él entre ellos, llamándose a sí mismo Pobre Lelian. Antecede a los poemas sus comentarios que inciden sobre la maldita condición. Aquí algunos fragmentos:
Tristan Corbiére, “Su verso vive, ríe, llora un poco, se mofa en abundancia y se chancea mejor. Además es amargo y salado como su querido océano, no es arrullador en lo más mínimo como a veces le ocurre a este turbulento amigo, pero, al igual que él, refleja los rayos del sol, la luna y las estrellas en la fosforescencia de una tromba y de las olas enfurecidas. Se hizo parisino, pero sin el sucio espíritu mezquino. Ataques de hipo, vómito, ironía feroz y feliz, bilis y fiebre exasperadas en genio y en qué alegría”. Arthur Rimbaud. “Tuvimos la fortuna de conocer a Arthur Rimbaud. Hoy muchas cosas nos separan de él sin que, por descontado, nuestra profundísima admiración por su genio y carácter haya mermado. (…) El hombre era alto, bien formado, casi atlético, de rostro de un perfecto óvalo de ángel exiliado, con cabellos castaño claro despeinado y los ojos de un azul pálido inquietante. (…) La obra del señor Rimbaud, remontándonos al periodo e extrema juventud, es decir de 1869, 70, 71, es abundante y formaría un volumen respetable. Se compone de poemas generalmente cortos, de sonetos, letrillas, poemas en estrofas de cuatro, cinco y de seis versos. Su verso firmemente asentado, rara vez usa artificios. Nada de cesuras libertinas y menos todavía de encabalgamientos. La elección de las palabras es siempre exquisita, algunas veces pedante a voluntad. El lenguaje es limpio y se mantiene claro aun cuando la idea se diluya o el sentido se obscurezca.” Más adelante y luego de reproducir poemas de Rimbaud, incluso algunos “a espaldas suyas”, Verlaine exclama “Nos sentimos orgullosos de ofrecer por primera vez nuestros contemporáneos inteligentes buena parte de este rico pastel, algo de Rimbaud. Si hubiéramos consultado al señor Rimbaud (cuya dirección ignoramos, tremendamente vaga, además) es probable que nos hubiera desaconsejado emprender la parte de este trabajo que a él atañe. ¡Así se condena a sí mismo este poeta maldito!” Stephane Mallarmé. “Preocupado de verdad por la belleza, consideraba la claridad como un don secundario, y siempre que su verso fuera numeroso, musical, raro, y, cuando era necesario, lánguido o excesivo, se burlaba de todo con tal de agradar a los delicados, cuyo representante más difícil era él. ¡Qué mala acogida de la Crítica tuvo este poeta puro que permanecerá mientras haya una lengua francesa para atestiguar su gigantesco esfuerzo! (…) En las páginas humorísticas, en el ‘seno’ de las revistas serias, casi en todas partes, se puso de moda mofarse, recordarle la lengua al escritor consumado, el sentimiento de lo bello al artista indudable. Entre los más influyentes, algunos estúpidos tildaron al hombre de loco.” Marceline Desbordes-Valmore. “Es digna, por su oscuridad aparente pero absoluta, de figurar entre nuestros poetas malditos, y tenemos el deber imperioso de hablar de ella, a partir de ahora, lo más largo y detallado posible. El señor Barbey d’Aurevilly la sacaba hace tiempo de estas filas y señalaba esa rara competencia que posee, la rareza y verdadera competencia que tuvo. En cuanto a nosotros, pese a la curiosidad que sentimos por los bueno o bellos versos, la ignorábamos, cuando precisamente Arthur Rimbaud nos conoció y nos obligó a leer todo aquello, imaginábamos como un fárrago con algunas bellezas dentro. Nuestra sorpresa fue grande.” Villiers de L’Isle Adam. “A veces el terror se cuela entre sus paradojas, terror que se diría compartido por el narrador: después una risa loca lo invade a él y a sus auditores debido a lo mucho que brilla entonces la novedad y la fuerza cómica del espíritu. Y Villiers se va, dejando una especie de atmósfera negra donde perdura a la vez en los ojos el recuerdo de un fuego artificial, un incendio, una serie de relámpagos y el sol. Más difícil resulta dar con la obra, rarísima y dar cuenta de ella. Queremos decir que ésta es casi inencontrable ya que, tanto por desprecio al ruido como por razones de extraña indolencia, el poeta gentilhombre se desentendió de la publicidad banal atendiendo sólo a la gloria.” Pobre Lelian. “Este maldito habrá tenido sin duda el destino más melancólico, ya que esta palabra puede caracterizar las desgracias de su existencia, debidas al candor de su carácter y a la desidia - ¿irremediable? – de corazón que le han hecho decir de sí mismo en su libro Sapientia : Y además, sobre todo, no vayas a olvidarte de ti mismo, / arrastrando tu abulia y tu simpleza/ Allí donde se batalle o se ame, / De forma tan triste y loca en verdad / ¿Han castigado suficiente esta pesada inocencia? (…) El recuerdo, la esperanza, la invocación de un pecado me deleitan con o sin remordimientos, incluso bajo la forma y provistos de todas las consecuencias del Pecado algunas veces, pero más a menudo, hasta tal punto la carne y la sangre son fuertes, naturales y animales, como si se tratara de recuerdos, esperanzas , invocaciones. A mí, a usted, a él, escritores, nos es grato trasladar al papel este deleite y publicarlo más o menos bien expresado. Lo consignamos finalmente en forma literaria olvidando todas las ideas religiosas, o bien sin perder de vista una sola. (…) Hombre místico y sensual… Pobre Lelian es claramente libre de hacer libros de mera oración al mismo tiempo que de mera impresión.” Luego de referirse a algunas de sus obras y consignar sus poemas, anuncia “Prepara, a través de contrariedades de toda índole, varios volúmenes. En marzo apareció Caridad. Al lado aparecerá próximamente. El primero es
continuación de Sapientia, libro de áspero y dulce catolicismo, el otro es la recopilación en verso de sensaciones de las más sinceras y atrevidas. Y para concluir digamos que vio impresas dos obras en prosa. Los comentarios de Sócrates, autobiografía demasiado general, y Claire Lobscure, título principal de varios relatos. Ambas continuarán si Dios quiere. Tiene otros muchos proyectos. Sucede sin embargo que está enfermo, un poco desanimado, y les pide permiso para meterse en cama”. CONCLUSIÓN FINAL. En resumidas cuentas podemos afirmar que, Paul Verlaine, consideraba la elocuencia y la precisión excesivas como contrarias a la naturaleza poética. Los versos de Verlaine recrean la turbulencia de sus días terrestres: una existencia bohemia e intensa. Plena de musicalidad, sugerente y evocadora resulta su lírica. Se le considera un precursor del simbolismo por la considerable influencia que alcanzó en la literatura europea, castellana e hispanoamericana. Canción por ellas forma parte del poemario Carne, el último cuaderno amoroso, inspirado por las dos "queridas amigas" (Madame E. y Madame Jeanne) de Paul Verlaine y que se encontraba en proyecto cuando ocurrió la muerte del poeta. León Deschamps, quien a la sazón dirigía “La pluma”, lo incluyó por primera vez en el número especial que esa revista le dedicó al gran poeta en febrero de 1896. Sería publicado luego como parte de una plaquette, con portada de Rops, por la misma casa editora.
Canción de otoño Los sollozos más hondos del violín del otoño son igual que una herida en el alma de congojas extrañas sin final. Tembloroso recuerdo esta huida del tiempo que se fue. Evocando el pasado y los días lejanos lloraré. Este viento se lleva el ayer de tiniebla que pasó, una mala borrasca que levanta hojarasca como yo.
Paul Verlaine.