P4 (2019) Descartes Renato_meditaciones Metafisicas (i-iii).pdf

  • Uploaded by: Sonia LH
  • 0
  • 0
  • December 2019
  • PDF

This document was uploaded by user and they confirmed that they have the permission to share it. If you are author or own the copyright of this book, please report to us by using this DMCA report form. Report DMCA


Overview

Download & View P4 (2019) Descartes Renato_meditaciones Metafisicas (i-iii).pdf as PDF for free.

More details

  • Words: 17,845
  • Pages: 55
REN E D ESCA RTES

Traducción de E zeq ueel de O la so y T o m á s Z w'a n c k

Selección, prólogo y notas..de E ze q u ie l de O la so

Segunda edición

CARTA A LOS SEÑORES DECANOS Y DOCTORES D E LA SAGRADA FACU LTAD D E TEO LO GÍA D E PARÍS Señores: La razón que me mueve a presentaros esta obra es tan justa y cuando .vosotros conozcáis su propósito confío que tendréis también un motivo tan justo para tomarla bajo vuestra pro­ tección, que pienso que no puedo hacer nada mejor, , para recomendarla a vosotros, que deciros en pocas palabras lo que me he propuesto en ella. Siempre he considerado que estas dos cuestiones de Dios y del alma eran las que prin­ cipalmente deben ser demostradas por las razones de la Filosofía antes que por las de la Teología: pues, aun cuando nos baste a nosotros los fieles creer por fe que existe un Dios y que el alma humana no muere con el cuerpo, no parece-, ciertamente posible que los Infieles puedan ser ja­ más convencidos de alguna religión, ni incluso de alguna virtud moral, si no se les prueba primero estas dos cosas por la razón natural; y puesto que a menudo se propone en esta vida mayores recompensas para los vicios que para las virtudes, pocas personas preferirían lo justo a lo útil si no'las contuviera el temor de Dios o la esperanza de otra vida. Y aunque sea absolutamente verdadero que es pre­ ciso creer que hay un Dios porque así se enseña en las Sagradas Escrituras, y, por otra parte, que es preciso creer, las Sagradas Escrituras porque provienen de Dios, y esto porque, como la fe es un don de Dios, y aquel que otorga la gracia para hacer creer las demás cosas puede también otorgarla para hacemos creer que / existe: no se podría, sin embargo, proponer esto a los Infieles, quienes podrían

202

DESCASTES

imaginarse que se comete aquí el error que los lógicos lla­ man círculo. Y en verdad, he advertido que vosotros, Señores, no sólo aseguráis con todos los Teólogos que la existencia de Dios se puede probar por razón natural, sino también que de la Santa Escritura se infiere que su conocimiento es mucho más claro que el que se tiene de muchas cosas creadas y que, en efecto, es tan fácil que quienes no lo tienen son culpables. Como es manifiesto por estas palabras de la Sabiduría, capítulo 13, en donde se dice que su ignorancia es imperdonable, pues, si su espíritu ha penetrado tan ade­ lante en el conocimiento de las cosas dél mundo, ¿cómo es posible que no hayan encontrado más fácilmente al soberano Señor?1 Y en los Romanos, capítulo primero, se dice que son inexcusables 12, y aun en el mismo pasaje, por medio de estas palabras, lo que se conoce de Dios es manifiesto en ellos3, parece que se nos advierte que todo lo que puede saberse de Dios puede ser mostrado .por medio de razones que no es necesario buscar sino en nosotros mismos, y que únicamente nuestro espíritu es capaz de suministrar. Por este motivo he pensado que no sería desatinado que hiciera ver aquí por qué medios-puede verificarse esto y qué vía hay que seguir para alcanzar el conocimiento de Dios con mayor facilidad y certeza de lo que conocemos las cosas de este mundo. Y por lo que respecta al alma, aunque muchos, han creído que no es fácil conocer su naturaleza y hasta algunos se han atrevido a decir que las razones humanas nos convencen de que muere con el cuerpo, y que sólo la fe nos enseña lo contrario, sin embargo, puesto que el Concilio de Letrán. realizado bajo León X, en la sesión 8 los condena y ordena expresamente a los filósofos cristianos responder a 1 Libro de la Sabiduría, cap. 13, vers. 8 y S. 5 Romanos, cap. 1, vers. 20. 1 Romanos, cap. I, vers. 19,

MEDITACIONES

m e t a f ísic a s

203

sus argumentos y emplear todas las fuerzas de su espíritu para hacer conocer la verdad, me he atrevido a acometerlo en este escrito. Además, sabiendo que la principal razón que hace que muchos impíos no quieran creer que existe un Dios y que el alma humana es distinta del cuerpo, es porque dicen que nadie hasta ahora ha podido demostrar estas dos cosas; aunque no soy de su opinión, sino que por el contrario sostengo que la mayor parte de las razones aducidas por tantos grandes personajes / sobre esas dos cues­ tiones son otras tantas demostraciones, cuando'son bien en­ tendidas, y que es casi imposible inventar otras nuevas: sin embargo, yo creo que no se podría hacer nada más útil en Filosofía que investigar una vez afanosamente y con cui­ dado las mejores y más sólidas y disponerlas en un orden tan claro y tan exacto que conste, sin embargo, a todo el mundo que son verdaderas demostraciones. Y por fin, pues­ to que han deseado esto de m í numerosas personas, personas que tienen conocimiento de que he cultivado cierto mé­ todo para resolver toda clase de dificultades en las ciencias; método que, en verdad, no es nuevo, no habiendo nada más antiguo que la verdad, pero del que saben que me he ser­ vido bastante felizmente en otras ocasiones, pensé que tenía el deber de intentar algo acerca de este asunto. Pero he tra­ bajado todo lo que pude para incluir en. este tratado todo lo que se puede decir. No es que haya reunido todas las diversas razones que se podrían alegar para servir de prueba en nuestro asunto: pues jamás he creído que esto fuera ne­ cesario, sino cuando no existe ninguna razón cierta, sino solamente he .tratado las primeras y principales de tal ma­ nera que me atrevo a proponerlas como demostraciones muy .evidentes y muy ciertas. Y diré, además, que son tales que pienso que no existe ningún camino por medio del cual el espíritu humano pueda descubrir jamás otras mejores; pues la importancia del asunto y la gloria de Dios, a lo que todo esto- se refiere, me obligan a hablar aquí de mí mismo un

204

DESCARTES

poco más libremente de lo que acostumbro. Sin embargo, cualquiera sea la certeza y la evidencia que yo encuentre en mis razones, no me puedo convencer de que todo el inundo sea capaz de entenderlas. Pero como en la geometría exis­ ten muchas que nos han dejado Arquímedes„ Apolonio, Pappus y muchos más, y que todo el mundo ha admitido como muy ciertas y muy evidentes, porque no contienen nada que, considerado separadamente, no sea muy fácil de conocer y porque en ninguna parte las consecuencias no corresponden y no concuerdan muy bien con los antecedentes, sin embargo, puesto que son un poco largas y exigen un espíritu muy entero, sólo son comprendidas y entendidas por muy po­ cos: igualmente, aunque considero que aquellas de que aquí me sirvo igualan e incluso sobrepasan en certeza y eviden­ cia las / demostraciones de la Geometría, temo, sin embar­ go, que no pueden ser entendidas demasiado satisfactoria­ mente por muchos, tanto porque son también un poco largas, y dependientes unas de otras, como principalmente porque exigen un espíritu enteramente libre de todo pre­ juicio y que se puede apartar fácilmente del comercio de los sentidos. Y en verdad, en el mundo no se encuentran personas más aptas para las especulaciones metafísicas que para las de la Geometría. Y, ¿demás, existe aun esta, dife­ rencia, que como en la Geometría cada cual está imbuido de la opinión de no adelantar nada que no tenga una de­ mostración cierta, los que no están suficientemente versados pecan muy a menudo aprobando falsas demostraciones, para hacer creer que las entienden, antes que refutando las ver­ daderas. Pero no sucede lo mismo en la Filosofía, en que como cada uno cree que todas sus proposiciones son pro­ blemáticas, pocos se entregan a la investigación de la verdad e incluso muchos, queriendo lograr reputación de espíritus fuertes, no se ocupan de otra cosa que de impugnar arro­ gantemente las verdades más manifiestas. Por esto, Señores, cualquiera sea el peso que puedan te-

MEDITACIONES METAFISICAS

^

205

ner mis razones, porque pertenecen a la Filosofía, no espero que tengan gran predicamento sobre los espíritus si no las tomáis bajo vuestra protección. Pero es tan grande la es­ tima que todo el mundo profesa a vuestra sociedad, y el nombre de la Sorbona goza de tal autoridad, que no solamen­ te en lo que respecta a la fe, después de los sagrados Con­ cilios, jamás se ha éónfiado' tanto en el juicio de ninguna otra compañía, sino también en lo que respecta a la filo­ sofía humana, pues se cree que no es .posible encontrar en ninguna parte mayor solidez y conocimiento, ni mayor pru­ dencia e integridad para pronunciar su juicio: no me cabe ninguna duda, si vosotros os dignáis tomaros tanto interés por este escrito como para querer primeramente corregirlo —pues, teniendo conocimiento no solamente de mi debili­ dad, sino también de mi ignorancia, no me atrevería a ase­ gurar que no contiene ningún error—, agregarle después las cosas que le faltan, pulir las que no están perfectas y to­ maros el trabajo de dar una explicación más amplia de las que lo necesitan o, por lo menos, hacérmelo saber para que yo lo haga, y, por fin, después que las razones por las que pruebo que hay un Dios y que el alma humana difiere del cuerpo, hayan sido llevadas / hasta ese punto de claridad y de evidencia, a que estoy seguro que se las puede con­ ducir, de modo que deban, S£rReñidas por muy exactas de­ mostraciones, no dudo que queráis declarar esto y testimo­ niarlo públicamente; no me cabe duda, digo, que si se hace esto todos los errores y falsas opiniones que han existido siempre respecto de estas dos cuestiones se borrarán pronto del espíritu de los hombres. Pues la verdad hará que todos los doctos y los hombres de talento suscriban vuestro juicio y vuestra autoridad; de modo que los ateos, que en ge­ neral son más arrogantes que doctos y juiciosos, depongan su espíritu de contradicción o quizá sostengan ellos mis­ mos las razones que vean admitidas por todas las personas de talento como demostraciones, temiendo parecer que no

DESCAOT'ES

las entienden; y por fin, todos los demás se rendirán fácil­ mente ante tantos testimonios y ya no habrá nadie que se atreva a dudar de lá existencia de Dios y de la distinción real y verdadera del alma humana y el cuerpo. Corresponde a vosotros juzgar ahora del fruto que pro­ vendrá de esta creencia una vez bien establecida, vosotros que veis los desórdenes que su duda produce; pero- no me correspondería recomendar la causa de Dios y de la Re­ ligión a quienes han constituido siempre sus más firmes columnas. /

PREFA CIO A L LEC TO R < He tocado ya antes en pocas palabras estas dos cues­ tiones de Dios y del Alma, humana en' el Discurso, que pu­ bliqué en francés en el año 1637, sobre el método -para conducir'bien la razón y buscar la verdad en las ciencias, no con el propósito de tratarlas entonces a fondo, sino sólo de pasada, con el fin de inferir por el juicio que merecieran de sus lectores de qué modo debería tratarlas después, pijes me han parecido siempre de tal importancia que ju2gaba oportuno hablar de ellas más de una vez, y el camino que sigo para explicarlas es tan poco frecuentado y tan alejado de la ruta usual, que no consideré útil presentarlas con ma­ yor amplitud en francés y en un discurso que pudiera ser leído por todo el mundo, temiendo que los espíritus más débiles creyeran que les era permitido emprender ese camino. Ahora bien, habiendo rogado en aquella obra 5 a . todos los que hallaran en mis escritos algo digno de censura que me hicieran el favor de señalármelo, no se me ha objetado nada notable, sino dos cosas sobre lo que había dicho acerca de estas dos cuestiones, a las que quiero responder aquí en pocas palabras antes de iniciar una explicación más exacta. La primera objeción señala que como el espíritu humano 1 Este Prefacio está tomado de la versión latina, pues no aparece en la versión del Duque de Luynes. Esto explica el cambio de tomo y página en la anotación marginal. En la Síntesis de las seis medita­ ciones siguientes se retoma el texto francés y con él las señas margina­ les correspondientes. • .* Discurso del Método, sexta parte.

208

DESCABTÉS

al. hacer re / flexión sobre sí mismo sólo conoce que es una cosa que piensa no se sigue que su naturaleza o su -esencia consista, séle en pensar, de modo que esta palabra sólo excluya todas las demás cosas que quizá podría también decirse que pertenecen a la naturaleza del alma. A esta objeción respondo que no he tenido tampoco entonces la in­ tención de excluirlos según el orden de la . verdad de la cosa (de la que entonces no trataba), sino solamente según él orden de mí percepción, de modo que mi .sentido con­ sistía en no conocer nada como perteneciente a mi esencia, sino que yo era una cosa que piensá o una cosa que tiene en sí la fácultad de pensar. Pero mostraré después de qué modo, como no conozco ninguna otra cosa que pertenezca a mi esencia, se sigue que tampoco hay nada que, en efecto, le pertenezca. La segunda objeción es que por tener en mí la idea de una cosa más perfecta que yo, no se sigue que esta idea sea más perfecta que yo, y mucho menos que lo represen-' tado por esta idea exista. Pero fespondo que. en está pa­ labra .¿deja hay ún equívoco; pues,, o puede ser tomada .ma­ terialmente por una operación • de mi entendimiento, y en este sentido no se puede decir que sea más perfecta , que yo; o puede ser tomada objetivamente por la cosa repre­ sentada por esta operación, la cual, aunque no se suponga que existe fuera de. mi entendimiento, puede; sin embargo, ser más perfecta que yo, en razón de su esencia. Ahora bien, después expondré más ampliamente en este Tratado cómo únicamente por tener en mí la idea de una cosa más perfecta que yo se sigue que esta cosa existe verdade­ ramente. Además, he visto también otros dos escritos 6 suficiente­ mente extensos sobre esta, materia, pero que no impugnaban* * Las objeciones al Discurso del Método que habían circulado ma­ nuscritas y a las que Descartes nunca respondió y otra obra ' no claramente individualizada.

MEDITACIONES METAFISICAS

209

tanto mis razones como mis conclusiones y con argumentos sacados de los lugares comunes de los ateos. / Pero como este tipo de argumentos no puede impresionar el espíritu de los que entiendan bien mis razones y como los. juicios de muchos son tan débiles y tan poco razonables que muy a menudo se dejan vencer por las primeras opiniones que hayan tenido sobre una cosa, aunque puedan ser muy fal­ sas y alejadas de la razón, antes que por una sólida y ver­ dadera aunque posterior refutación de sus opiniones, no quiero responderles aquí, temiendo que me vea obligado a exponerlos en primer término. Diré solamente en general que todo lo que dicen los ateos para combatir la existencia, de Dios depende siempre o de. que se le inventan a Dios afecciones humanas o que atribuyen a nuestros espíritus, tanta fuerza y sabiduría que tenemos la presunción de que­ rer determinar y comprender lo que Dios puede y debe hacer, de modo que todo lo que dicen no nos ocasiona ninguna dificultad, siempre que recordemos solamente que debemos considerar nuestros espíritus como cosas finitas y limitadas y ¿ Dios como un ser infinito e incomprensible. Ahora, después de haber reconocido suficientemente los sentimientos de los hombres, procuraré de nuevo tratar de Dios y del alma humana y al mismo tiempo poner los fun­ damentos de la filosofía primera, pero sin esperar ningún elogio del vulgo ni que mi libro sea examinado por mu­ chos. Por el contrario, no aconsejaré jamás a nadie leerlo sino a quienes quieran meditar seriamente conmigo y pue­ dan apartar su espíritu del comercio de los sentidos y li­ brarlo enteramente de toda clase de prejuicios, personas que demasiado lo sé son muy pocas. Pero por lo que respecta a aquellos que sin preocuparse mucho del orden y enlace 'de mis razones se complazcan en discurrir sobre cada una de las partes, como / hacen muchos, tales, digo, no sacarán ningún provecho de la lectura de este tratado, y aunque encuentren ocasión de sutilizar en numerosos pasajes, difí-

DESCARTES

eilmente podrán objetar nada importante o que sea digno de respuesta. Y ya que no prometo a los demás satisfacerlos inmediatamente ni tengo tanta presunción que crea que puedo prever todo lo que parezca difícil a cualquiera, ex­ pondré primeramente en estas Meditaciones los mismos pensamientos por los cuales estoy convencido de haber lle­ gado a un conocimiento cierto y evidente de la verdad, para ver si, con las mismas razones que me han convencido, puedo yo también convencer a los demás; y después de esto responderé a las objeciones que me han formulado personas de talento y saber, a quienes he enviado mis Meditaciones para que las examinasen antes de darlas a la imprenta, pues me han formulado tantas y tan diferentes que me atrevo a esperar que será difícil proponer alguna de importancia que no haya sido ya tratada. Por esto ruego a quienes deseen leer estas Meditaciones que no formen ningún juicio de ellas antes de que se hayan tomado el tra­ bajo de leer todas estas objeciones y las respuestas que les he dado.

SIN TESIS D E LAS SEIS M ED ITACIO N ES SIG U IEN TES En la primera expongo las razones por las. cuales pode­ mos dudar en general de todas las cosas y en particiilar de las cosas materiales, por lo menos mientras no tengamos otros fundamentos en las ciencias que los que hemos te­ nido hasta ahora. Pero, aun cuando la utilidad de una duda tan general. no aparezca a primera vista, es, sin embargo, muy grande en cuanto nos libera de toda clase de prejui­ cios y nos prepara un camino muy fácil para acostumbrar nuestro espíritu a apartarse de los sentidos, y, por fin, en que hace que no sea posible que podamos tener ninguna duda de lo que después descubramos como verdadero. . E n la segunda, el espíritu, que sirviéndose de su propia .libertad supone que no existen todas las cosas de cuya exis­ tencia cabe la menor duda, reconoce que es absolutamente imposible, sin embargo, que él mismo no exista. Lo que también es de grandísima utilidad, puesto que por este me­ dio distingue fácilmente las cosas que le pertenecen, es decir, de naturaleza intelectual, de aquellas que pertenecen al cuerpo. Pero puesto que puede suceder que algunos es­ peren de mí en este lugar razones para probar la inmor­ talidad del alma, estimo que debo advertirles por lo pronto que no habiendo procurado- escribir nada en este tratado de que no tuviese demostraciones muy exactas, me he visto obligado a seguir un orden semejante al que usan los geó­ metras, esto es, hacer preceder todas aquellas cosas de las que depende, la proposición que se busca, antes de con­ cluir nada.

212

DESCARTES

Ahora bien, la primera y principal cosa que se requiere . antes de conocer la inmortalidad dél alma, es formar un concepto claro / y neto y enteramente distinto de todos los conceptos que sé puede tener'del cuerpo: lo que se ha he­ cho en este lugar. Se requiere, además, saber que todas las cosas que concebimos clára y 'distintamente son verdaderas según las concibamos: lo que no ha podido probarse antes de la cuarta Meditación. Además, es preciso tener un con­ cepto distinto de la naturaleza corporal, que se forma, parte en esta segunda Meditación, y parte en lá quinta y sexta. Y por fin, debe concluirse de todo- esto que las cosas que se conciben clara y distintamente son sustancias diferentes, como se concibe que el espíritu y el cuerpo son en efecto sustancias diversas y. realménte distintas unas de otras: y es esto lo que se concluye en la sexta Meditación. Y en la misma aquello también se confirma porque sólo conce­ bimos a todo cuerpo como divisible, en tanto que el espíritu o el alma del hombre no se puede concebir sino como in­ divisible: pues, en efecto, no podemos concebir la mitad de un alma tal como podemos concebir la del más pequeño cuerpo, de modo que reconocemos que sus naturalezas no solamente son diversas, sino incluso en cierto modo con­ trarias. Pero es necesario que sepan que no me he com­ prometido a decir nada más en este tratado, tanto porque esto basta para mostrar con suficiente claridad que de la co­ rrupción del cuerpo no se sigue la muerte del alma y así dar a los hombres la esperanza de una segunda vida des­ pués de la muerte, como también porque las premisas de las que se puede concluir la inmortalidad • del alma depen­ den de la explicación de toda la física: primeramente, a fin de saber que en general todas las sustancias, es decir, las cosas que no pueden'existir sin ser creadas por Dios,, son por propia naturaleza incorruptibles, y no pueden jamás dejar de ser si no son reducidas a la nada por el mismo Dios que quiere negarles su concurso ordinario. Y, luego,

MEDITACIONES METAFISICAS

213

a fin de que se observe que el cuerpo, tomado en general, es una sustancia, por lo que tampoco perece, fiero que el cuerpo humano, en tanto que difiere de los demás cuerpos, no está formado y compuesto más que de una cierta con­ figuración de miembros y de otros accidentes semejantes, y el alma humana, por el contrario, no está'compuesta por ningún accidente, sino que es una pura sustancia. Pues aunque todos sus accidentes sean susceptibles de cambio; ' por ejemplo, que conciba ciertas cosas, que quiera otras, que sienta otras, etc., es, sin embargo, siempre la misma alma, en tanto que el cuerpo humano no es más el mismo, sólo con que cambie la figura de alguna de sus partes. De donde se sigue que el cuerpo humano puede fácilmente perecer, pero que el espíritu.o el__a}ma del hombre (no los distingo) es por su naturaleza inmortal. / En la tercera Meditación me parece que he explicado de un modo suficientemente extenso el principal argumento de que me sirvo para probar la existencia de Dios. Sin embargo, a fin de que el espíritu del lector se pueda abs­ traer más fácilmente de los sentidos no he querido emplear en este lugar ninguna comparación sacada.de las cosas cor­ porales, aun cuando hayan quedado acaso muchas oscurida-. des, las que, como espero, serán enteramente aclaradas en las respuestas que doy a las objeciones que me han formu­ lado después. Así, por ejemplo, es bastante difícil entender cómo la idea de un ser soberanamente perfecto, la cual está en nosotros, contiene tanta realidad objetiva, es decir, par­ ticipa por representación en tantos grados de ser y de per­ fección que debe necesariamente provenir de una causa soberanamente perfecta; pero esto lo he aclarado en esas respuestas mediante la comparación con una máquina com­ plicada, cuya idea se encuentra en el espíritu de algún obrero, pero como el artificio objetivo de esta idea debe tener alguna causa, a saber, la ciencia del obrero o de-algún otro de quien la haya aprendido, igualmente es imposible

214

DESCASTES

que la idea de Dios que está en nosotros no tenga a Dios mismo como su causa. En la cuarta, se prueba que las cosas que concebimos muy clara y muy distintamente son siempre verdaderas, y simul­ táneamente se explica en qué consiste la razón del error o falsedad, lo que debe necesariamente saberse tanto para confirmar las verdades precedentes como para entender me­ jor las que siguen. Pero, sin embargo, se debe notar que aquí no trato en ningún lugar acerca del pecado, es decir, del error que se comete en la persecución del bien y del mal: sino solamente del que sobreviene en el juicio y el discernimiento de lo verdadero y de lo falso. Y que no creo hablar aquí de las cosas que pertenecen a la .fe o a la con­ ducta de la vida, sino solamente de aquellas que se refieren a las verdades especulativas y conocidas únicamente por medio de la ayuda de la .luz natural. En la quinta, además de explicarse la naturaleza corporal tomada en general, se demuestra nuevamente la existencia de Dios por medio de nuevas razones, en las que, sin em­ bargo, se, puede encontrar algunas dificultades, pero qué serán resueltas en las respuestas a las objeciones que me han sido hechas; y también se descubre aquí de qué modo es verdad que la certeza misma rie las demostraciones geo­ métricas depende del conocimiento de un Dios. Por fin, en la sexta, distingo la acción del entendimiento. de la de la imaginación; se describen las notas de esta dis­ tinción, muestro allí que el alma del hombre es realmente distinta del cuerpo y, sin embargo, que está tan estrecha­ mente fundida y unida con él que forman / un compuesto como si fueran una misma cosa. Allí se exponen todos los errores que proceden de los sentidos, juntamente con los medios para evitarlos. En fin, aduzco todas las razones de las que se puede concluir la existencia de las cosas mate­ riales: no se trata de que las juzgue muy útiles para probar lo que prueban, a saber, que hay un mundo, que los hora-

MEDITACIONES METAFISICAS

bies tienen cuerpos, y otras cosas semejantes que jamas han sido puestas en duda por ningún hombre de buen sentido, sino porque considerándolas de cerca se llega a conocer que no son tan firmes ni tan evidentes como las que nos con­ ducen al conocimiento de Dios y de nuestra alma, de modo que éstas son las más ciertas y las más evidentes que pue­ dan entrar en el conocimiento del espíritu humano, y es todo lo que he pretendido probar én estas seis Meditaciones, lo que me obliga a omitir aquí muchas otras cuestiones de las que he hablado ocasionalmente en este tratado./

M ED ITACIO N ES SOBRE FILO SO FIA PRIM ERA EN LAS CU A LES SE D EM U ESTRAN LA EX ISTEN C IA D E DIOS Y LA D ISTIN CIÓ N R E A L EN T R E E L ALMA Y E L CUERPO D E L HOMBRE

P b im e b a M editación

De. las cosas que se pueden poner en duda Hace ya algún tiempo que me he dado cuenta- de que desde mis primeros años había admitido como verdaderasuna cantidad de opiniones falsas y que lo que después había futídado sobre principios tan poco seguros no podía ser-sino . muy dudoso e incierto, de modo que me era preciso inten­ tar seriamente, una vez en . mí vida, deshacerme-de todas las opiniones que hasta entonces había creído y empezar enteramente dé nuevo desde los fundamentos si quería es­ tablecer algo firme y constante en las ciencias. Pero pareciéndome este proyecto demasiado grande, he aguardado a alcanzar una edad que fuera tan madura que' no tuviera que esperar otra posterior más apropiada para ejecutarlo, lo cual me lo ha hecho aplazar tanto que pensaría cometer una falta si empleara aun en deliberaciones el tiempo que me queda para obrar. Ahora, pues, que mí espíritu está libre de toda clase de cuidados y que me he procurado descanso seguro en una tranquila soledad, me aplicaré seriamente y con libertad a destruir en general todas mis antiguas opiniones. Pero no será necesario para cumplir este propósito probar que todas

MEDITACIONES METAFÍSICAS

ellas son falsas, cosa que / quizá jamás lograra llevar a cabo; pero —puesto que la razón, me convence, por lo pronto, de que a las cosas que no son enteramente ciertas e induda­ bles debo negarles crédito con tanto cuidado como a aque­ llas que parecen manifiestamente falsas—, bastará el menor motivo de duda que yo encuentre para hacer que las re­ chace a todas. Y para esto no es necesario que examine a cada una en particular, lo que sería un trabajo infinito; pero ya que la destrucción de los fundamentos necesaria­ mente arrastra consigo todo el resto del edificio, atacaré, por lo pronto, los principios sobre los cuales se apoyaban mis antiguas opiniones. Todo lo que he admitido hasta ahora como más verda-. dero y seguro lo he tomado de los sentidos o por los sen­ tidos; pero he experimentado a veces que estos sentidos eran engañosos y es propio de la prudencia no confiar.ja­ más enteramente en los que nos han engañado una vez. Pero aunque los sentidos nos engañan a veces respecto de las cosas poco sensibles y muy alejadas, existen quizá muchas otras de las que no se puede razonablemente dudár, aunque las conozcamos por su intermedio: por ejemplo, que estoy aquí, sentado junto al fuego, vestido con una bata teniendo este papel en las manos y otras cosas por el estilo. ¿Y cómo podría negar que estas manos y este cuerpo son míos? A menos quizá que me compare con esos insensatos cuyo cerebro está de tal modo turbado y ofuscado por los negros vapores de la bilis que aseguran constantemente que son reyes, siendo muy pobres, que están vestidos de oro y púrpura, hallándose desnudos, o que se imaginan que son cántaros o que tienen un cuerpo de vidrio. Pero son locos -y yo no sería menos extravagante si me condujera según su ejemplo. Sin embargo, tengo que considerar aquí que soy hombre y, por consiguiente, que suelo dormir y represen­ tarme en sueños cosas iguales o a veces menos verosímiles que estos insensatos cuando están despiertos. ¡Cuántas ve­

218

DESCARTES

ces no me ha sucedido de noche soñar que me hallaba en este sitio, que estaba vestido, que me encontraba junto al fufegó, aunque yaciera desnudo en mi lecho! En este mo­ mento me parece que no miro este papel con ojos dormidos, que esta cabeza que rnu'evo no está adormecida, que a sa­ biendas y con propósito deliberado extiendo esta mano y la siento; lo que se presenta en el sueño no parece de ningún modo tan claro ni tan distinto como todo esto. / Pero pen­ sando en ello cuidadosamente, recuerdo haberme engañado a menudo con parecidas ilusiones, mientras dormía. Y de­ teniéndome en este pensamiento, veo tan manifiestamente que no existen indicios concluyentes ni señales lo bastante ciertas por medio. de las cuales pueda distinguir con ni­ tidez la vigilia del sueño, que me siento realmente asom­ brado; y mi asombro es tal que casi llega a convencerme de que duermo. Supongamos, pues, que ahora estamos dormidos y que todas estas particularidades, a saber, que abrimos los ojos, que movemos la cabeza, que extendemos las manos y cosas parecidas, no son sino falsas ilusiones; y pensemos que quizá las manos y nuestro cuerpo no son tales como los vemos. Sin embargo, es preciso por lo menos reconocer que las cosas que se nos representan en el sueño son como cuadros y pinturas que no pueden estar formados sino a semejanza de algo real y verdadero, y que así, por lo menos, estas cosas generales, es decir, los ojos, una cabeza, las manos, todo el resto del cuerpo, no son cosas imaginarias, sino verdaderas y existentes. Pues, en verdad, aun cuando los pintores se aplican con el mayor artificio a representar sirenas y sátiros mediante formas raras y extraordinarias, no les pueden atri­ buir, sin embargo, formas y naturalezas enteramente nue­ vas, sino que lo que hacen es solamente cierta mezcla y composición de miembros de diversos animales; o bien si su imaginación es quizá suficientemente extravagante para inventar algo tan nuevo que jamás podamos haber visto

MEDITACIONES METAFISICAS

219

nada semejante, y que así su obra represente para nosotros algo puramente imaginado y absolutamente falso, por lo menos los colores, con que los componen, deben ser, sin duda, verdaderos. Y por la misma razón, aunque estas cosas generales, es decir, un cuerpo, los ojos, una cabeza, manos y otras por el estilo, puedan ser imaginarias, es preciso reconocer que hay cosas aun más simples y más universales, que son ver- ■ daderas y existentes, de cuya mezcla, ni más ni menos que de la mezcla de algunos colores verdaderos, están formadas , todas estas imágenes de las cosas que residen en nuestro pensamiento, ya verdaderas y reales, ya imaginadas y-fan­ tásticas. A este género de cosas pertenece la. naturaleza corpórea en general, y su extensión; igualmente la figura de las cosas extensas, su cantidad o magnitud, y su número; como también el lugar donde están, el tiempo que mide su duración y otras semejantes. / Por eso quizá no concluiremos de allí erradamente si de­ cimos' que la física, la astronomía, la medicina y todas las demás ciencias que dependen de la consideración de las cosas compuestas son muy dudosas e inciertas; pero que la aritmética, la geometría y las demás ciencias de esta na­ turaleza, que no tratan sino de cosas muy simples y muy generales, sin preocuparse demasiado si se encuentran en la naturaleza, o no, contienen algo cierto e indudable. Pues aunque esté despierto o duerma, dos y tres juntos formarán siempre el número cinco, y el cuadrado jamás tendrá más de cuatro lados; y no parece posible que verdades tan claras puedan.ser sospechosas de falsedad o incertidumbre alguna, ..Sin embargo, hace mucho que tengo en mi espíritu cierta opinión, a saber, que existe un Dios que lo puede todo y por el cual he sido creado y producido tal como soy. Pues, ¿quién me podría asegurar que este Dios no ha hecho que no exista tierra ninguna, ningún cielo, ningún cuerpo extenso, ninguna figura, ninguna magnitud, ningún lu­

220

DESCARTES

gar y que, sin embargo, yo tenga Jas sensaciones de todas estas cosas y que todo esto no me parezca existir sino como lo veo? E, igualmente, como a veces juzgo que los demás se equivocan, incluso en las cosas que piensan saber con mayor certidumbre, puede ser que él haya querido que yo me equivoque siempre que hago la suma de dos y tres, o que cuento los lados de un cuadrado, o que juzgo acerca de algo aun más fácil, si es que se puede imaginar algo más fácil que esto. Pero quizá Dios no ha querido que fuese engañado de esta manera, pues es soberanamente bueno. Con todo, si repugnara a su bondad el haberme hecho tal que yo me engañara siempre, parecería también ser contrario a él permitir que me engañe a veces y, sin embargo, no puedo dudar de que lo permita. Habrá tal vez aquí personas que preferirán negar la. exis­ tencia de un Dios tan poderoso antes que creer que todas las demás cosas son inciertas. Pero no nos opongamos a ellos por el momento y concedámosles que todo lo-que se ha dicho aquí de:‘ Dios es una fábula. Sin embargo, cual­ quiera sea la mañera en que supongan que he llegado al estado y ser que poseo, ya lo atribuyan a algún destino o fatalidad, ya lo refieran al azar, ya pretendan que es por una serie continua y un enlace de cosas, es seguro que, puesto que errar y equivocarse / es una especie de imper­ fección, cuanto menos poderoso sea el autor a que atribu­ yan mi origen, tanto más probable será que yo sea tan imperfecto que me engañe siempre. Eazones a las que no ten­ go nada que contestar, aunque me veo obligado a reconocer que de todas las- opiniones que en otro tiempo había creído verdaderas, no hay ni siquiera una de las que no pueda ahora dudar, no por irreflexión o ligereza alguna, sino por razones muy fuertes y maduramente consideradas: de modo que es necesario que deténga y suspenda desde ahora'mi juicio sobre esos pensamientos y que nó les preste más cré­ dito que el que prestaría a cosas que me parecieran evi­

MEDITACIONES METAFISICAS

221

dentemente falsas, si deseo encontrar algo permanente y se­ guro en las ciencias. Pero no es suficiente hacer esas observaciones; es nece­ sario, además, que. procure recordarlas, pues aquellas an­ tiguas y habituales opiniones todavía vuelven a menudo a mi pensamiento, ya que el largo y familiar trato que han tenido conmigo les otorga derecho a ocupar mi espíritu sin mi anuencia y a adueñarse casi de mis convicciones. Y no perderé jamás la costumbre de afirmarlas y de confiar en ellas mientras las considere tal como son en efecto, a saber, de algún modo. dudosas, como acabo de mostrarlo, y, sin embargo, muy probables, de manera que. existe mucha .más razón para creer en ellas que para negarlas.. Por tal motivo, pienso que me conduciré más prudentemente si, adoptando una actitud opuesta, procuro engañarme a mí mismo por todos los medios, fingiendo' que todos estos pensamientos* son falsos é imaginarios, hasta que, habiendo contrabalan­ ceado mis prejuicios de tal modo que no puedan hacer in­ clinar mi pare'cer de un lado más que de otro, no se. vea mi juicio, sin embargo, dominado por malos hábitos y apar­ tado del recto camino que lo puede conducir al- conocimiento de la verdad. Pues estoy seguro, con todo, de que no. puede haber peligro ni error en ese camino y de que no será nunca excesiva la desconfianza que hoy demuestro, ya que ahora no es cuestión de actuar, sino solamente de meditar y de conocer. Supondré, pues, que existe, no por cierto un verdadero Dios, que es la soberana fuente de verdad, sino cierto genio maligno, tan astuto y engañador como poderoso, que ha empleado toda su habilidad en engañarme. Pensaré que el Ciélo, el aire, la tierra, los. colores, las figuras, los sonidos y todas las cosas exteriores que vemos no son sino ilusiones y engaños de los que se / sirve para sorprender mi credu­ lidad. Me consideraré a mí mismo como sin manos, sin ojos, sin carne, sin sangre, como falto de todo sentido, pero

999

DESCARTES

en la creencia falsa de tener todo esto. Me mantendré obs­ tinadamente unido a este pensamiento, y si, por este me­ dio, no está en mi poder llegar al conocimiento de alguna verdad, por lo menos está en mi poder suspender mi jui­ cio. Por esto cuidaré escrupulosamente de no dar crédito a ninguna falsedad y prepararé tan bien mi espíritu para todos los ardides de este gran engañador que, por poderoso y astuto que sea, jamás podrá • imponerme nada. Pero este proyecto es penoso y difícil y cierta pereza me arrastra insensiblemente al curso de mi vida ordinaria. Y a semejanza de un esclavo que gozara en sueños dé una libertad imaginaria, cuando comienza a sospechar que su li­ bertad no es más que un sueño, teme ser despertado y conspira con sus ilusiones agradables para aprovecharse más largamente de ella, así recaigo insensiblemente desde mí mismo en mis antiguas opiniones y temo despertarme de este adormecimiento, por miedo de que las laboriosas vi­ gilias que sucederían a la tranquilidad de este reposo, en lugar de aportarme alguna claridad y luz en el conocimiento de la verdad, no fuesen suficientes para aclarar las tinie­ blas de las dificultades que acaban de ser removidas.

Segunda M editación

De la naturaleza del espíritu humano y que es más fácil de conocer que el cuerpo La meditación que llevé a cabo ayer me ha colmado el espíritu de tantas dudas que ya no está en mi poder olvi­ darlas. Y, sin embargo, no advierto de qué modo podría resolverlas; y como si de repente me hubiese precipitado en aguas muy profundas, me encuentro tan sorprendido que no puedo hacer pie en el fondo, ni nadar para sostenerme en la superficie. Me esforzaré* con todo, y seguiré de nuevo

MEDITACIONES METAFISICAS

223

eJ mismo camino que había empezado ayer, apartándome de todo aquello en que podría imaginar la menor duda, exactamente como si supiera que es absolutamente falso; y proseguiré siempre en este camino has / ta que haya en­ contrado algo cierto o, por lo menos, si nq logro otra cosa, hasta que haya conocido con certeza que no existe en el mundo nada cierto. Para mover el globo terrestre de su .lugar y trasladarlo a otro, Arquímedes no pedía sino un punto fijo y seguro. Así tendría yo derecho a concebir grandes esperanzas si fuese lo bastante afortunado como para encontrar solamente algo cierto e indudable. Supongo, pues, que todas las cosas que veo son falsas; me convenzo de que jamás ha existido nada de cuanto mi memoria llena de mentiras me representa; pienso que no tengo sentido alguno, creo que el cuerpo, la figura, la exten­ sión, el movimiento y el lugar no son sino ficciones dé mi espíritu. ¿Qué podrá considerarse verdadero, pues? Acaso sólo que no hay nada cierto en el mundo. Pero, ¿qué sé yo si no habrá alguna otra cosa diferente de Jas que acabo' de juzgar inciertas y de la que no pueda caber la menor duda? ¿No habrá acaso un dios o álgún otro poder que me ponga estos pensamientos en el espíritu? Esto no es necesario, pues quizá yo soy capaz de pro­ ducirlos por mí mismo. Pero, al menos, ¿no soy acaso alguna cosa? Pero ya he negado que tenga algún sentido ni cuerpo alguno. Vacilo, sin embargo, pues, ¿qué se sigue de ahí? ¿Soy de tal modo dependiente del cuerpo y de los sentidos que no pueda existir sin ellos? Pero he llegado a convencerme de que no había absolutamente nada en el mundo, que no había ni cielo, ni tierra, ni espíritu, ni cuerpo alguno. ¿Acaso no me he convencido también de que no existía en absoluto? No, por cierto; yo existía, sin duda, si me he convencido, o si solamente he pensado algo. Pero hay un engañador {ignoro cuál) muy poderoso y muy as­

224

DESCABTES

tuto que emplea toda su habilidad en engañarme siempre. No hay, pues, ninguna duda de que existo si me engaña, y engáñeme cuanto quiera, jamás podrá hacer que yo no sea nada en tanto que piense ser alguna cosa. De modo que después de haber pensado bien, y de haber examinado cuidadosamente todo, hay que concluir y tener por esta­ blecido que esta proposición: yo soy, yo existo, es necesa­ riamente verdadera siempre que la pronuncio o que la con­ cibo en mi espíritu. Pero no conozco aún bastante claramente lo que soy, yo que estoy cierto de que soy; de modo que, sin embargo, debo tener cuidado de no tomar imprudentemente / alguna otra cosa en lugar de mí y de ese modo equivocarme en ese conocimiento que sostengo es más cierto y más evidente que todos los que he tenido antes. Por este motivo consideraré de nuevo lo que yo creía ser antes de haber penetrado en estos-últimos pensamientos; y de mis antiguas, opiniones suprimiré todo lo que puede ser combatido con las razones que acabo de alegar, de modo que quede precisamente sólo lo que es enteramente cierto e indudable. ¿Qué es, pues,., lo que anteriormente he creído ser? Sin duda, he pensado que era un hombre. Pero, ¿qué es un hombre? ¿Diré que es un animal racional? No, por cierto: pues sería preciso investigar después qué es animal y qué es racional, y- así de una única cuestión llegaríamos insensiblemente a una infinidad de otras más' difíciles y embarazosas, y no podría abusar del poco tiempo y ocio que me quedan empleándolos en resolver semejantes sutile­ zas. Pero me detendré más bien a considerar aquí los pen­ samientos que se me presentaban antes por sí mismos en mi espíritu y que no me eran inspirados sino por mi propia naturaleza, cuando me aplicaba a considerar m i ser. Con­ sideraba, por lo pronto, que tenía un rostro, manos, brazos, y toda esta máquina compuesta de hueso y de carne, tal como se presenta en un cadáver, que yo designaba con el

MEDITACIONES METAFÍSICAS

225

nombre de cuerpo. Consideraba, además, que me alimen­ taba, que andaba, que sentía, y pensaba y refería todas estas acciones al alma, pero no me detenía a pensar de ningún modo en lo que era esta alma, o bien, si me detenía, ima­ ginaba que era una cosa extremadamente rara y sutil, como un viento, una llama o un aire muy tenue que estaba in­ sinuado y difundido en mis partes más groseras. Por lo que respecta al cuerpo, de ningún modo dudaba de su natu­ raleza, pues pensaba conocerlo muy distintamente, y si lo hubiese querido explicar ateniéndome a las nociones que yo poseía, lo hubiese descrito del siguiente modo:- por cuer­ po, entiendo todo lo que puede ser limitado, por alguna figura; que puede ser circunscrito en algún lugar, y llenar un espacio de tal modo que todo otro cuerpo esté excluido de él; que puede ser sentido, por el tacto, por la vísta, por el oído, por el gusto o por el olfato; que puede .ser movido de muchas maneras, no ciertamente por sí mismo’, sino por algo extraño que lo toca y del que recibe la impresión* Pues no. creía de ningún modo que se debiera atribuir a la na­ turaleza corpórea estas ventajas: tener en .sí la potencia de moverse, de sentir y de pensar; por el contrario, me sor­ prendía más / bien de ver que semejantes facultades se en­ contraban en algunos cuerpos. Pero, ¿quién soy yo, ahora que supongo que existe al­ guien que es extremadamente poderoso, y, si rne atrevo a decirlo, maligno y astuto, que emplea todas sus fuerzas y toda su habilidad en engañarme? ¿Puedo estar seguro de que poseo la menor de todas las cosas que acabo de atri­ buir a la naturaleza corpórea? Me detengo a pensar en ello con atención, vuelvo y revuelvo todas estas cosas en mi espíritu y no encuentro ninguna de que pueda decir que esté en mí; no es necesario que me detenga a enumerarlas. Pa­ semos, pues, a los atributos del alma, y veamos si hay al­ gunos que estén en mí. Los primeros son alimentarme y caminar; pero sí es verdad que no tengo cuerpo, es verdad

226

DESCARTES

también que no puedo caminar y alimentarme. Otro es sentir; pero tampoco se puede sentir sin. el cuerpo: aparte de que he pensado sentir en otras oportunidades muchas cosas durante el sueño, y al despertarme he reconocido no haberlas sentido electivamente. Otro es pensar, y encuentro aquí que el pensamiento es un atributo que me pertenece: únicamente él no puede ser separado de mí. Yo soy, yo existo: esto es cierto; pero ¿cuánto tiempo? A saber, todo el tiempo que yo píense, pues quizá podría suceder que si yo dejara de pensar, dejaría al mismo tiempo de ser o de existir. No admito ahora nada que no sea necesariamente verdadero: yo no soy, pues, hablando con precisión, más que una cosa que piensa, es decir, un espíritu, un enten­ dimiento o una razón, que son términos * cuyo significado antes me era desconocido. Así, pues, yo soy una cosa ver­ dadera y verdaderamente éxistente; pero, ¿qué cosa? Ya lo lie dicho: una cosa que piensa. Y, ¿qué más? Excitaré aun más mi imaginación para ver si no soy algo más. Yo no soy esa reunión de miembros que se llama cuerpo humano; no soy un aire tenue, y. penetrante difundido pov iodos estos miembros; no soy un viento, un soplo, un vapor, ni nada de cuanto puedo figurar e imaginar, ya que he supuesto que todo eso no era nada y que, sin alterar esta suposición, hallo que no dejo de estar cierto de que soy alguna cosa. Pero, ¿y si sucediera que estas mismas cosas que yo su­ pongo no ser, porque me son desconocidas, no son en ab­ soluto efectivamente diferentes de mí mismo, al que conoz­ co? No sé nada; no discuto ahora sobre esto; no puedo formar juicio más que de las cosas que me son conoci­ das: he reconocido que existía, e indago quién soy yo, yo que' he reconocido que existo. Ahora bien, es muy / cierto que esta noción y conocimiento de mi ser, así tomado de un modo preciso, no depende de las cosas cuya existencia no me es aún conocida; ni por consiguiente, y con mucha ma­ yor razón, de ninguna de las que son imaginadas e inven­

MEDITACIONES METAFISICAS

227

tadas por la imaginación. E incluso estos términos de fi­ gurar e imaginar me señalan mi error, pues, figuraría, en efecto, si imaginara que soy una cosa, puesto que imaginar no es más que contemplar la figura o la imagen de una cosa corpórea. Pues ya sé ciertamente que soy y que al mismo tiempo puede suceder que todas estas imágenes, y en general que todas las cosas que se refieren a la natura­ leza del cuerpo, sólo sean sueños o quimeras. En conse­ cuencia, veo claramente que tendría tan poca razón en de­ cir: excitaré mi imaginación para conocer más distintamente quién soy, que si dijera: estoy despierto en este momento y percibo algo real y verdadero; pero, puesto que no lo per­ cibo aún con suficiente claridad, me dormiré expresamente para que mis sueños me representen esto mismo con más verdad y evidencia. Y, así, reconozco con certeza que nada de cuanto puedo comprender por medio de la imaginación pertenece a ese conocimiento que tengo de iní mismo, y que es preciso recoger y apartar su espíritu de este modo de concebir para que él mismo pueda reconocer muy dis­ tintamente su naturaleza. Pero, ¿qué soy, pues?' Una cosa que piensa. ¿Qué es una cosa que piensa? Es una cosa que duda, que concibe, que afirma, que niega, que quiere, que no quiere, que también imagina y siente. Por cierto no es poco .si todas estas cosas pertenecen a mi naturaleza. Pero, ¿por qué no per­ tenecerían a ella? ¿No soy acaso el mismo que ahora duda de casi todo, que, sin embargo, entiende y concibe ciertas cosas, que asegura y. afirma que sólo éstas son verdaderas, que niega todas las .demás, que quiere y desea conocer más; que no quiere ser engañado, que imagina muchas cosas, incluso algunas a pesar suyo, y que siente también muchas como por intermedio de los órganos del cuerpo? ¿Hay algo de todo esto que no sea tan verdadero como es cierto que soy y que existo, aun cuando durmiera siempre y aquel que me ha dado el ser empleara todas sus fuerzas para en­

22 8

DESCARTES

ganarme? Alguno de esos atributos, ¿puede ser distinguido de mi pensamiento o puede decirse que exista separado de mí mismo? Pues es de suyo tan evidente que soy yo el que duda, el que entiende y el que desea, que no es nece­ sario añadir nada aquí para explicarlo, Y también tengo ciertamente la potencia de imaginar, / pues, aunque pueda suceder {como he supuesto antes) que las cosas qué ima­ gino no sean verdaderas; sin embargo, esta potencia de imaginar 119 deja de existir realmente en mí, y forma parte de mi pensamiento. En fin, yo soy el mismo que siente, es decir, que recibe y conoce las cosas como por los órganos de los sentidos, puesto que, en efecto, veo la luz, oigo el ruido, siento el calor. Pero se me dirá que estas apa­ riencias son falsas y que yo duermo. Lo concedo; sin em­ bargo, por lo menos, es muy cierto que me parece que veo, oigo y siento calor; esto no puede ser falso; y es propiamente lo que en mí se llama sentir, y esto, tomado así, precisa­ mente no es otra cosa que pensar. De donde empiezo a conocer quién soy con un poco más de luz y de distinción que antes. Pero, sin embargo, me parece todavía, y no puedo dejar de creer, que las cosas corpóreas, cuyas imágenes se forman en mi pensamiento y que caen bajo los sentidos, no sean más distintamente conocidas que esa parte de mí mismo, 110 sé cuál, que no cae bajo la imaginación: aunque, en efecto, es muy extraño que cosas que hallo dudosas y ale­ jadas sean más clara y más fácilmente conocidas por mí, que las que son verdaderas y ciertas, y que pertenecen a mi propia naturaleza. Pero veo bien de qué se trata: mi es­ píritu se complace en extraviarse y no se puede contener dentro de los justos límites de la verdad. Aflojémosle una vez, pues, las riendas, para que tirándolas después suave y oportunamente podamos dirigirlo y conducirlo más fácil­ mente. Empecemos considerando las cosas más comunes y que creemos comprender más distintamente, a saber: los cuer­

MEDITACIONES METAFÍSICAS

229

pos que tocamos y que vemos. No entiendo hablar de los cuerpos en general, pues estas nociones generales son de ordi­ nario más confusas,, sino de uno particular. Tomemos, por ejemplo, este pedazo de cera que acaba de ser extraída de la colmena: no ha perdido aún la dulzura de la miel que contenía, conserva todavía parte del perfume de las flores de que fue hecho; su color, su figura, su tamaño,_son ma­ nifiestos; es duro, es frío, puede ser tocado y si se lo golpea produce cierto sonido. En fin, se encuentra en él todo aque­ llo que puede hacer conocer distintamente un cuerpo. Pero he aquí que, mientras habló, lo acercan, al fuego: los restos de sabor se disipan, el perfume se desvanece, su color cambia, su figura se pierde, su tamaño aufnenta, se vuelve líquido, se calienta, apenas se lo puede tocar, y aun­ que se lo golpee / no producirá ningún sonido. ¿Subsiste la misma cera después de este cambio? Es preciso confesar que subsiste y nadie puede negarlo. ¿Qué es lo que se co­ nocía, pues, con tanta distinción en este pedazo de cera? Por cierto, no puede ser nada de lo que he observado por medio de los sentidos, porque todas las cosas percibidas por el gusto, o el olfato, o la vista, o el tacto, o el oído han cambiado y, sin embargo, subsiste la misma cera. Quizá fuera lo que ahora pienso, a saber, que la cera no era, ni esta dulzura de la miel, ni este agradable perfume de las flores, ni esta blancura, ni esta figura, ni este sonido, sino solamente un cuerpo que poco antes se me aparecía bajo estas formas,.y que ahora se muestra bajo otras. Pero, ¿qué es, hablando con precisión, lo que imagino, cuando la con­ cibo de esta manera? Considerémoslo atentamente, y ale­ jando todo lo que de manera alguna pertenece a la cera, veamos lo que queda. Por cierto no queda más que algo extenso, flexible, mudable. Y, ¿qué es esto flexible y mu­ dable? ¿Acaso no imagino que esta cera siendo redonda es capaz de volverse cuadrada, y de pasar del cuadrado a una figura triangular? No, por cierto, no es esto, puesto

230

DESCASTES

que la concibo capaz de recibir una infinidad de cambios semejantes y no podría, sin embargo, recorrer esta infinidad por medio de mi imaginación y, por consiguiente, éste con­ cepto que tengo de la cera no se verifica por medio de la facultad de imaginar. ¿Qué es, pues, esta extensión? ¿No es, acaso, también algo desconocido, puesto que crece en la cera que se funde y se vuelve aun mayor cuando está enteramente fundida y es mucho mayor , aún cuando el calor aumenta? Y yo no podría concebir claramente y en verdad lo que es la cera si no pensara que es capaz de recibir más variedades, de extensión de lo que jamás haya imaginado. Es preciso,.pues, que convenga que yo no sabría concebir por medio de la imaginación lo que es esta cera y que sólo el entendimiento la concibe: me refiero a este pedazo de cera en particular, pues en. lo que respecta a la cera en general es aún más evidente. Pero, ¿qué es esta cera que no puede ser conce­ bida sino por el entendimiento o el espíritu? Por cierto es la misma que Veo, toco, imagino, , y la misma que conocía desde el principio; pero do-que .hay que advertir es que su percepción, o bien la acción por medio de la cual se la percibe, no es una visión, ni un tacto, ni una imaginación, / y no lo ha sido jamás, aunque antes pareciera serlo así, sino solamente una inspección del espíritu, que puede ser im­ perfecta y confusa, como lo fue antes, o bien, clara y dis­ tinta, como lo es ahora, según que mi atención se fije más o menos en las cosas que hay en ella y de las cuales está compuesta. Sin embargo, no podría sorprenderme demasiado cuando considero cuánta debilidad existe en mi espíritu y la incli­ nación que lo lleva insensiblemente al error. Pues aunque yo considero todo esto en mi mismo sin pronunciar palabras, las .palabras, sin embargo., me estorban, y me siento casi engañado por los términos del lenguaje ordinario, pues , de­ cimos que vemos la misma cera si nos la .presentan,, y no

MEDITACIONES METAFÍSICAS

231

que juzgamos que es la misma por el hecho de que tenga el mismo color y la misma figura; de donde casi conclui­ ría que se conoce la cera por la visión de los ojos, y no únicamente por la inspección del espíritu, si por casualidad no observara desde una ventana las personas que pasan por la calle, al ver las cuales no dejo de decir que veo hombres tal como digo que veo la cera y, sin embargo, qué .veo desde esta ventana sino sombreros y capas que pueden cubrir espectros u hombres artificiales que no se mueven más que por resortes, pero que .yo juzgo que son hombres verdaderos; y de este modo comprendo únicamente por la potencia de juzgar que radica en mi espíritu lo que creía ver con mis ojos. Una persona que trata de elevar su co­ nocimiento por encima de lo ordinario debe sentir vergüenza por sacar motivos de duda de las formas y los,términos del habla vulgar; prefiero pasar adelante y considerar si yo concebía lo que era la cera cuando la percibí primeramente . y creí conocerla por medio de los sentidos externos, o por lo menos el sentido común, como lo llaman, es decir,'por me­ dio de la potencia imaginativa, con más evidencia y per­ fección de lo que la concibo ahora, después de haber exa­ minado más exactamente lo que es, y de qué modo puede ser conocida. Por cierto, sería ridículo poner esto en duda. Pues, ¿qué había en esta primera percepción que fuera dis­ tinto y evidente, y que no pudiera caer del mismo modo bajo los sentidos del menor de los' animales? Pero cuando dis­ tingo la cera de sus formas exteriores, y la considero com­ pletamente desnuda, como sí la hubiera despojado de sus vestiduras, es cierto que aunque se pueda hallar todavía error en mi juicio, no la puedo concebir de esa manera sin un espíritu humano. Pero, finalmente, ¿qué podría .decir de ese-espíritu, es decir, de mí- mismo? Pues-, hasta este momento, no ad­ mito en mí más que un- espíritu. ¿Qué afirmaré, digo, de mí, que parezco concebir con tanta / claridad y distinción

232

D ESC A RTES

ese pedazo de cera? ¿No me conozco a mí mismo, no so­ lamente con mucha más verdad y certeza, sino aun con mucha más distinción y claridad? Pues si juzgo que la cera es o existe, porque la veo, por cierto se sigue mucho más evidentemente de que soy o de que yo mismo existo, por­ que la veo. Pues puede suceder que lo que veo no sea efectivamente cera; puede también suceder que no tenga incluso ojos para ver nada; pero no puede suceder que cuando veo, o (lo que ya no distingo) cuando pienso ..que veo, yo, que pienso, no sea alguna cosa. Igualmente, si juzgo que la cera existe, porque la. toco,, se seguirá tam­ bién lo mismo, a saber, que yo soy; y si lo juzgo porque mi imaginación me convence, o por algún otro motivo cual­ quiera, concluiré siempre, lo mismo. Y lo que he observado aquí de la cera puede, aplicarse a todas las demás cosas exteriores a- mí y que se; encuentran;fuera de- mL Pues- si la. noción, y el-conocimiento de-la-cera-parece ser más daro y más- distinto, 'después- de.haber sido descubierta no solamente por la vista; o-pon el. tacto;.,sino' por muchas., otras; causas; ¡con- cuánta; mayor.evidencia- distinción y cla­ ridad. me- debo conocer y a mismo, .puesto: que.: todas- las ran­ zones que valen para conocer y concebir: la naturaleza de la cera, o de cualquier otro cuerpo, prueban mucho más fácil y más evidentemente la naturaleza de mi espíritu 1 Y se encuentran, además, tantas otras cosas en el espíritu mis­ mo, que pueden contribuir al esclarecimiento de su natu­ raleza, que las que dependen del cuerpo, como éstasj'casi no merecen ser enumeradas. Pero, por fin, he aquí .que he llegado insensiblemente adon­ de quería; pues, ya que me es actualmente conocido, que pro­ piamente hablando no concebimos los cuerpos más que por la facultad de entender que existe en. nosotros,.y no porja. imar ginación ni por los sentidos, y quano- los- conocemos porque los vemos o tocamos, sino solamente.-porque los concebimos.mediante el pensamiento, conozco evidentemente qué no hay-

MEDITACIONES METAFISICAS

233

nada que me sea más fácil de conocer que mi espíritu. Pero puesto que' es casi imposible deshacerse tan rápidamente de una antigua opinión, será conveniente que me detenga un poco en este lugar para que, debido a la extensión de mi me­ ditación, imprima más profundamente en mi memoria este nuevo conocimiento.

T e r c e r a M ed it a c ió n

De Dios, que existe Cerraré ahora los ojos, taparé mis oídos, no emplearé mis sentidos, incluso borraré de mi pensamiento todas las imá­ genes de las cosas corporales o, por lo.menos, ya que esto es casi imposible,.las consideraré vanas y falsas;.y.así, ocu­ pándome sólo conmigo mismo,-y atendiendo a-mi-intünidad, procuraré poco a poco conocerme, mejor y familiarizarme conmigo mismo. Yo soy una cosa que piensa, es decir, que duda, afirma, niega, conoce poco, ignora mucho, ama,,odia, quiere, no quiere, también imagina y siente. Pues, tal como lo he advertido antes, aunque las cosas que siento y qué imagino no existan quizá en absoluto fuera de mí y en sí mismas, estoy seguro, sin embargo, de que estos modos de pensar que llamo sentimientos e imaginaciones, en tanto son solamente modos de pensar, residen y se encuentran cier­ tamente en mí. Y en estas pocas palabras que acabo de decir creo haber referido todo lo que sé verdaderamente, o por lo menos todo lo que hasta aquí he notado que sabía. Ahora consideraré más exactamente si no se encuentran ■ quizá en mí otros conocimientos de los que no he llegado aún a percatarme. Estoy seguro de que soy una cosa que piensa, pero, ¿no ignoro, pues, también lo que se requiere para llegar a estar seguro de alguna cosa? En este primer conocimiento no se encuentra más que una percepción1 clara

234

DESCASTES

y distinta de lo que conozco; Ja. cual en verdad no .sería suficiente para asegurarme de que es verdadera si pudie­ se ocurrir alguna vez que fuese falsa una cosa concébida por m í tan clara y distintamente; -y, por consiguiente, me parece que ya puedo-establecer .por regla general que todas las cosas que concebimos muy clara y distintamente son verdaderas. Sin embargo, he recibido y admitido antes muchas cosas como muy ciertas y muy manifiestas, las que, con todo, he reconocido después que eran dudosas e inciertas. ¿Qué co­ sas eran, pues, aquéllas? Eran la tierra, el cielo, los astros y todas las demás cosas que percibía, por intermedio de mis sentidos. Pues, ¿qué es lo que yo / concebía clara y distintamente en ellas? Por cierto, no otra cosa sino que las ideas o los pensamientos de estas cosas se presentaban a mi espíritu. Y aun en el momento actual-no niego que - estasúdeas se encuentren.enrrní.-Pero hábía.además otra cosa :que y o afirmaba, y que-.debido ra la costumbre de-creer en ; ella "pensaba percibir m uy -claramente, aunque en -verdad no la percibía en absoluto, a -saber, .que . existían. cosas fuera de mí,-de donde procedían -estas ideas y.con .las .que guardaban entera-semejanza. T 'e n esto -me-equivocaba; o si por casualidad juzgaba según la verdad, no poseía nin­ gún conocimiento que fuera la causa de la verdad de mi juicio. Pero, cuando consideraba algo m uy simple y muy fácil respecto de la aritmética y de Ja geometría, por ejemplo, que- la reunión . de dos y tres producen el número cinco, y otras cosas parecidas, ¿no las concebía de un modo su­ ficientemente claro para afirmar al menos que eran verda­ deras? Ciertamente, si después he juzgado que se podía dudar de estas cosas, no fue por ninguna otra razón, sino porque se me ocurria que quizás un Dios podía haberme dado una naturaleza tal que m e equivocara incluso con res­ pecto a las cosas que me parecían más claras. Pero siem­

m e d it a c io n e s m e t a f ís ic a s

235

pre que se presenta a mi -pensamiento esta opinión pre­ concebida del soberano poder de-un D ios :me veo «obligado a confesar que le es fácil, si quiere, hacer de modo que -yo me equivoque incluso en-las cosas que-creo zconocer.xon una' evidencia .muy .grande. ~!Y p o r *él contrario, .siempre que me vuelvo bacía las cosas--que pienso que concibo "clara­ mente, me convencen tanto que rgustoso me dejo -arrastrar por estas palabras: engáñeme quien pueda, que jamás lo­ grará hacer que no sea nada mientras'pienso que soy algo o que algún día sea verdad que mo he sido nunca, siendo verdad ahora que soy, o bien que dos y-tres reunidos hacen más o menos que cinco, o cosas parecidas, que veo cla­ ramente que no pueden ser de otro modo que como las concibo. Y ciertamente, puesto que no -tengo ninguna Tazón para creer que existe algún Dios engañador, e incluso que no he considerado aún las que prueban .que. existe un Dios, la .razón para dudar -.que depende'.sdlamente --derresauDpinión es bien ligera, y ponasí decirlo m etafísica.'SPeroparapoder eliminarla por completo debo -.examinar, =en -cuanto vse p r e ­ sente la ocasión, si existe Tin D ios; ry-rsisencuentro -que -existe uno, -debo -examinar-también /SÍpuede.¡-ser.'/¿engañador; pues, sin el conocimiento de esas dos "verdades,"no -veo -que pueda estar jamás seguro de cosa alguna. T para que pueda tener ocasión de examinar esto sin interrumpir el orden de me­ ditación que me he propuesto, que consiste en pasar por grados de las primeras nociones que encuentre en m i espí­ ritu a las que pueda encontrar después, es necesario que divida aquí todos mis pensamientos ren ciertos -géneros, y considere en cuáles de estos géneros existe propiamente la verdad o el error. Entre mis pensamientos existen algunos que son como las imágenes de las cosas, y a éstos únicamente conviene en propiedad el nombre de idea, como cuando me represento un hombre, una quimera, el cielo, un ángel, o el mismo

236

DESCASTES

Dios. Otros, además, tienen otras formas: como cuando quiero, temo, afirmo o niego, concibo entonces una cosa como el sujeto de la acción de mi espíritu, pero agrego también por esta acción otra cosa a la idea que tengo de aquella cosa; y de esta clase de pensamientos, unos son llamados voluntades o afecciones, y los otros juicios.... Ahora, por lo que respecta a las ideas, si se las considera solamente en sí mismas, y no se las refiere a ninguna otra cosa, no pueden, hablando con propiedad, ser falsas; pues aunque imagine una cabra o una quimera, no es menos ver­ dadero que imagino tanto una como la otra. Tampoco hay que temer que pueda encontrarse falsedad en las afecciones o voluntades, pues aunque pueda desear cosas malas, o que incluso no existieron jamás', no por esto, sin embargo, es menos verdadero que las dfteo. De este modo sólo quedan los juicios,., en. los que debo tener. mucho cuidado de no equivocarme:. Ahora., bien, el error principal y más común que pueda. encontrarse- con­ siste en que juzgo que las. ideas que están en mí son seme­ jantes o conformes a las cosas-que están fuera-de. mí;-, pues,, ciertamente, si sólo considerara .las ideas como ciertos mo­ dos o maneras de mi pensamiento, sin quererlas referir a algo exterior, apenas podrían darme ocasión de equivo­ carme. Pues de estas ideas, unas me parece que han nacido conmigo, otras que son extrañas y vienen de f-uera, y otras hechas e inventadas por mí mismo. Pues el que yo tenga la facultad de concebir qué es lo que en general se llama una cosa, una verdad o un pensamiento, me parece que no lo tengo más que de mi propia naturaleza; pero si ahora oigo un ruido, si / veo el sol, si siento el calor, hasta aquí he juzgado que estos sentimientos procedían de algunas cpsas que existen fuera de mí; y, por fin, me.parece que las sirenas, los hipogrifos y todas las otras, quimeras semejantes son ficciones e invenciones de mi espíritu. Pero quiza tam-

MEDITACIONES METAFÍSICAS

237

bien puedo convencerme de que todas estas ideas pertenecen al género de las que llamo extrañas, y que vienen de ju era, o que todas éstas nacieron conmigo, o bien que todas han sido hechas por mí, pues no he podido descubrir aún clara­ mente su verdadero origen. Y lo que principalmente debo hacer aquí es considerar, respecto de aquellas que parecen provenir de algunos objetos que están fuera- de mí, cuáles son las razones que me obligan a creerlas semejantes a esos objetos. La primera de estas razones es que a mi parecer eso me lo enseña la naturaleza; y la segunda, que experimento en mí mismo que estas ideas no dependen en absoluto de mi voluntad; pues a menudo se me presentan contra , mi voluntad, como ahora, quiéralo o no, siento calor, y por este motivo estoy convencido de que una cosa diferente de mí, a saber, el calor del fuego junto al cual me en.cuentro, pro­ duce en mí este sentimiento o bien esta idea del calor: Y ñoveo nada que me parezca más razonable que juzgar que, esta cosa extraña envía e imprime en mí algo semejante a ella más bien que ninguna- otra cosa. Ahora es preciso que vea si estas razones son, suficiente­ mente fuertes y convincentes. Cuando digo que me parece que me lo enseña la naturaleza, enciendo solamente por esta palabra naturaleza cierta inclinación que me lleva a creerlo y no una luz natural que me la hace conocer como verda­ dera: ahora bien, estas dos cosas difieren mucho entre sí. Pues no podría poner en duda- nada de lo que la luz na­ tural me revela como verdadero, como antes me ha ense­ ñado que puesto que yo dudaba podía inferir que existía. .Y no poseo en mí ninguna otra facultad, o potencia, de distinguir lo verdadero de lo falso, que me pueda enseñar que lo que esta luz me muestra como verdadero no lo es y de la que me pueda fiar como me fío de la- luz natural. Pero en lo que toca a las inclinaciones que me parecen también qué son naturales, he observado a menudo, cuando

;23S

DESCARTES

se ha tratado de elegir entre las virtudes y los vicios, que no me han llevado n i.al mal mi .al bien, motivo por el cual no estoy obligado a seguirlas en lo que. respecta,a lo ver­ dadero y a lo .falso. / Y en cuanto a la otra razón, que nos dice que estas ideas deben provenir de fuera, puesto que no dependen de mi voluntad, no la encuentro más convincente. Pues lo mismo que estas inclinaciones, de que recién hablaba, se encuen­ tran en mí, pese a que no coinciden siempre con mi vo­ luntad, asi quizá existe en mí una facultad o potencia capaz de producir estas ideas sin ayuda de ninguna cosa exterior, aun cuando no me sea aún conocida; como en efecto me ha parecido siempre hasta aquí que cuando duermo se for­ man en mí sin auxilio de los objetos que representan. .Y, por fin, .aunque conviniera en que son causadas por estos ob­ jetos, no deben ser semejantes a aquellos por necesaria consecuencia. .Por el contrario, he observado frecuentemente -en numerosos-ejemplos•■ que existía uña gran diferencia-.en-tre elvobjeto y su .idea. "Como,ypor ejemplo,-encuentro--en mi-espíritu dos .ideas del .so l. completamente diversas: una tiene origen en los .-sentidos,-y . debe , ser incluida .en el igémero de .las que..anteriormente dije que proceden:dedfuera, idea por la que me parece -extremadamente -pequeño; Ja otra es extraída de las razones de la astronomía, es decir, de ciertas nociones innatas en mí, o finalmente formada por. mí mismo de-cualquier modo, por la que me parece varias veces más grande que la tierra. Por cierto, estas dos ideas que concibo del sol no pueden ser.ambas.a la vez seme­ jantes al mismo; y la razón me hace creer que la que pro­ cede inmediatamente de su apariencia" es la que le es más desemejante. Todo esto me revela suficientemente que hasta aquí no ha sido por un juicio cierto y premeditado, sino solamente por un impulso ciego y temerario, que he creído que había cosas fuera de mí y diferentes de mi ser, las cuales por los

MEDITACIONES METAFISICAS

239

órganos de mis sentidos, o por cualquier otro medio posible enviaban .a m i sus ideas o imágenes e imprimían en mí sus semejanzas. Pero todavía se presenta-otro camino para indagar si en­ tre las cosas cuyas ideas tengo en mí hay algunas que exis­ ten fuera de mí. A saber, si estas ideas se '.toman -.sólo en tanto constituyen ciertos modos de pensar, no reconozco entre ellas ninguna diferencia o desigualdad y todas me parecen proceder de mí de igual manera; pero considerán­ dolas como imágenes que representan unas una cosa y otras otra, es evidente que son muy diferentes entre sí. Pues,-en efecto, las que me representan sustancias / son siu duda algo más y encierran en sí (por así decir) más realidad objetiva, es decir, participan por representación en más grados de ser o de perfección que las que me representan solamente modos o accidentes. Además, aquella mediante la cual con­ cibo un Dios soberano, eterno, infinito, inmutable, omnis­ ciente, todopoderoso, ;y creador-universal -de ¿todas -ias -cosas .que •están fuera .'de él; ¿aquélla,--.digo, poracierto veontiene -en sí misma más realidad objetiva,que-aquéllas ?queune repre­ sentan «las sustancias iinitas. Ahora ¿es ¿manifiesto «por -luz uiatural -*que debe ¿haber ■ en la causa eficiente "y total por Jo menos tanta realidad "como en su efecto, pues, ¿de dónde puede extraer el efecto su ■ realidad sino de su causa? ¿Y cómo podría ésta comunicar aquélla si no la contuviera en sí misma? Y de aquí se sigue no solamente ..que la nada no podría producir ninguna cosa, sino también que lo que es más perfecto, es decir, lo que contiene en .sí más realidad, no puede seguirse ni depender de lo menos perfecto. Y esta verdad no-es solamente clara y evidente en los efectos que tienen esa realidad que los filósofos llaman actual o formal, sino también en las ideas en que se considera solamente la realidad que denominan objetiva: por ejemplo, la piedra que aún no existe no solamente no puede ahora empezar

240

D ESCA RTES

a ser si- no es producida por una cosa que posea en sí formal o eminentemente todo lo que entra en la composi­ ción de la piedra, es decir, que contiene en sí las mismas cosas u otras más excelentes, que las que existen en la pie­ dra; y el calor no puede ser producido en una persona previamente privada de él si no es por algo que sea de un orden, de un grado o de un género por lo menos tan per­ fecto como el calor, y así de los demás. Pero, además de esto, la idea del calor o de la piedra no puede existir en mí si no ha sido puesta por alguna causa que contenga en sí por lo menos tanta realidad como la . que concibo, en el calor o en la. piedra. Pues aunque esa causa .no trans­ mita a mi idea nada de su realidad. actuaL .o formal, no.se debe por eso imaginar que esa causa deba ser menos real; pero debe saberse que siendo toda idea obra, del espíritu, su naturaleza., ea taL que. no, exigen da. sí-, ninguna- otra rea­ lidad formal, que la., que recibe.-y. toma-del pensamiento • o del. espíritu, deL que. es:.solamente, un modo,': es-decir, una-, manera o modo de pensar;. Ahora, bien;. para, que una idea, contenga, una. determinada,realidad:, objetiva-antes, /que otra, debe sin. duda, tenerla, de; algunas causa, en la- que por lo menos se encuentre tanta realidad formal como realidad objetiva contenga esta idea. Pues si suponemos que se en­ cuentra en la idea algo, que no se encuentra en su causa, es preciso que lo tome de la nada; pero por imperfecto que sea este modo de ser, por el que una cosa está objetiva­ mente o por representación en el entendimiento por medio de su idea, ciertamente.no se puede, sin embargo, decir que este modo y esta, manera no sea nada, ni por consi­ guiente que esta idea saque su origen de la nada. Yo no debo dudar tampoco de que no sea necesario que la reali­ dad esté formalmente en.las causas de mis. ideas, aunque, la realidad que considero en estas ideas sea. solamente ob­ jetiva, ni pensar que basta, que esta realidad se- encuentre en sus causas; pues así como esta manera, de-ser objetiva

MEDITACIONES METAFISICAS

241

pertenece a las ideas, por su propia naturaleza, igualmente la manera o el modo de ser formal pertenece también a las causas-de estas ideas (p o r lo menos a las primeras y princi­ pales) por su propia naturaleza. Y aunque pueda suceder que una idea dé origen a otra idea, esto, sin embargo, no pue­ de continuar al infinito, sino que es necesario llegar por fin a una idea primera, cuya causa sea como un patrón o un 'original, en la que se halle, contenida formal y efectiva­ mente toda la realidad o perfección que se encuentra sólo objetivamente o por representación en estas ideas. .De modo que la luz natural me hace conocer evidentemente. que las ideas están.en.mí como cuadros o imágenes.que pueden.-en. verdad, decaer fácilmente de la.perfección, de ..las. cosas; de las que han sido tomadas, pero que no pueden jamás con­ tener nada más grande o más perfecto. Y cuanto más prolongada y cuidadosamente* examino - to­ das estas cosas tanto más clara y distintamente: conozco que son verdaderas; Pero, ¿qué. concluiré, por fin,'de todo esto? A. saber; que si la realidad, objetiva de alguna de mis ideas. es tal que conozco claramente-que no existe en mí, ni formal ni eminentemente, y que; en consecuencia; no-puedo-ser yo mismo su causa, se sigue de ahí necesariamente que no estoy solo en el mundo, sino que hay también otra cosa que existe y que es la causa de esta idea, en tanto que si no se encuentra de ningún modo en mí una idea semejante no tendré ningún .argumento que pueda convencerme y ase­ gurarme de la existencia de alguna otra cosa distinta de mí mismo, pues he / investigado cuidadosamente todo y hasta ahora no he podido encontrar ninguna otra. Ahora bien, entre estas ideas, aparte de la que me repre­ senta a mí mismo, sobre la cual no puede existir aquí nin­ guna dificultad, existe una. que me representa un Dios; otras, 'las cosas corporales e inanimadas; otras, ángeles, animales, . y por fin las que me representan hombres semejantes a mí. Pero por lo que respecta a las ideas que me representan

.241 ■

DESCARTES

otros hombres o animales, o ángeles, concibo fácilmente que pueden estar formadas por la .mezcla y la composición de las otras ideas que tengo de las cosas corporales y de Dios, aunque fuera de mí 'no hubiera en absoluto otros hombres ■ en el mundo, ni ningún animal, ni .ningún ángel. Y en lo . ,que .se refiere a Ja s ideas de las cosas corporales, no.re- . conozco ninguna tan grande ni tan excelente que. no me ; parezca provenir de mí mismo; pues si las considero de más cerca, y las examino del mismo modo como yo examinaba ayer la idea de la cera, descubro que se encuentra muy poco que'pueda concebir clara y distintamente: a saher, la ■'magnitud o bien la extensión.en largo, ancho y profundi­ dad; la figura que está formada por los limites y los bordes..,, de esta extensión; la situación que los cuerpos diversamente : figurados guardan entre si; y el movimiento o el cambio de esa situación; a lo que se puede agregar la -sustancia, la duración y el número. JEn cuanto a las demás cosas, como ,1 a luz, los colores, Jlos-sonidos, los olores, .los sabores, el calor, rel frío,-q?-las otras cualidades que caen.-en el 'dominio de lo táctil, se encuentran en mi pensamiento en medio de tanta oscuridad -y confusión que ignoro incluso si -son -ver■ ^daderas o falsas -y ¡solamente .aparentes, .es ..decir, si las ideas que concibo .de estas cüálidades son en efecto las ideas-de algunas cosas oréales, o bien si ellas no me representan sino seres quiméricos que no .pueden existir. Pues aunque he advertido antes que sólo en los juicios puedo encontrar la falsedad verdadera y formal, puede, sin embargo, en­ contrarse en las ideas cierta falsedad material, es decir, cuando representan lo que no es nada como si fuera alguna cosa. Por ejemplo, las ideas que tengo del frío y dél calor son tan poco claras y tan poco distintas que por medio de ellas no puedo distinguir si el frío es solamente una pri­ vación del calor, o el calor una privación del frío, o bien si uno y otro son cualidades reales, o no lo son, por cuanto siendo las ideas como las imágenes no puede haber ninguna

MEDITACIONES METAFISICAS

.243

que no / parezca representarnos .alguna cosa, si -es cierto decir qüe el frío no es más que;una privación del calor, la idea que me lo representa como una cosa real -y -positiva podrá muy bien llamarse falsa, y Jo mismo de otras-ideas . semejantes, a las que por cierto no es necesario que atribuya otro autor, .sino yo mismo. Pues ¿si son falsas, es decir, si representan cosas que no existen, la luz natural me hace conocer que proceden de la nada, es decir, que están en mí porque falta algo a mi naturaleza, y no es completa­ mente perfecta. Y si estas ideas son verdaderas, sin embar­ go, puesto que me manifiestan .tan poca realidad, que in­ cluso yo no puedo distinguir claramente la cosa representada del no ser, no veo ninguna razón por la que no pudieran ser producidas por mí mismo, y de las que yo pudiera ser el autor. En cuanto a las ideas claras y distintas que tengo de las cosas corporales, hay algunas-que parece que'he podido sa­ car de .la idea -.que 'tengo de .mí -mismo,^.como Ja-que Tengo .de la-.sustancia, -.deja duración, del .número -y -de ¿otras ¿cosas .semejantes. JPues .cuando pienso que J a -piedra res -una .sus­ tancia, odien una cosa qu e.>es. capaz- de-existir p o r :sí ¿mistina; ■,además, .que .también yo mismo ¿soy-una .sustancia, au n ­ que -concibo "muy ;bien' que-soy -urna -cosa -que.-piensa -y -no extensa, y que la piedra, por el contrario, es una cosa ex­ tensa y que de ningún modo piensa, y que existe así una notable diferencia entre estos dos conceptos, con todo pa' .recen coincidir en que ambos representan sustancias. Igual­ mente cuando pienso que existo .ahora y que, además de esto, recuerdo haber existido antes, y que concibo muchos y diversos pensamientos cuyo número conozco, entonces ad­ quiero en mí las ideas de la duración y del número, que puedo transferir después a todas las cosas que quiera. Por lo que se refiere a las demás cualidades de las que están compuestas las ideas de las cosas corporales, a saber, la extensión, la figura, la situación y el movimiento, es

244

DESCARTES

verdad que no están formalmente en mí,, puesto que yo no soy sino una cosa que piensa; pero ya. .que- son sola­ mente ciertos modos de la sustancia y . como el ropaje bajo el cual la sustancia corpórea, se nos aparece y que yo mismo soy una sustancia, me parece que pueden estar contenidas en mí eminentemente. Así, pues, no queda, más que la idea de Dios, en la cual es preciso considerar si hay algo que haya podido proce­ der de mí mismo. Bajo el nombre de Dios entiendo una sustancia infinita, eterna, inmutable, indepen / diente, omnis­ ciente, todopoderosa, y por la cual yo mismo y todas las demás cosas que existen (si es verdad que existen )■ han sido., creadas y producidas. Tales atributos son tan grandes y emi­ nentes que cuanto más atentamente los considero tanto me­ nos- me convenzo de que la idea que poseo pueda tener su origen en mí mismo. Y,.por-consiguiente; es-preciso-concluirnecesariamente de todo-.lcr- dicho, antes- quevDios;existe-pues: aunque- r~ ;i e a de. l a sustancia-esté- emmí;; porque-, soy una sustancia,, no p o r eso;, sin-; embargo, poseería l a idea- de una- sustancia' infinita;.-yo- que-soy u n .ser finito, -si- no-hu­ biese- sido, puesta. en_ mL-pon. alguna: sustancian verdadera­ mente- infinita. Y no debo imaginar que. concibo el infinito mediante una verdadera idea, sino, sólo por la negación de lo que es finito, lo mismo que comprendo el reposo - y las. tinieblas me­ diante la negación del movimiento y de la luz; porque por el contrario veo manifiestamente que hay más realidad en la sustancia infinita que- en la sustancia finita y que, además, en cierto modo tengo en mí la noción de lo infinito antes que de lo finito, es decir, de Dios, antes que de mí mismo. Eües, ¿cómo sería posible que yo. pudiera conocer que dudo y que- deseo,, es decir; que- me- falta, algo- y que no soy completamente perfecto, si. no:, tuviera en mí alguna idea.de un. ser más perfecto que yo,, en comparación : con el cual conociera los defectos- de. m i naturaleza?

MEDITACIONES METAFÍSICAS

245

Y no se puede decir que quizá esta idea de Dios es ma­ terialmente falsa y que, por consiguiente, la puedo sacar de la nada, es decir, que puede estar en mí por lo que en mí hay de defectuoso, como antes he dicho de las .ideas del calor y del frío, y de otras cosas semejantes; pues, por el contrarío, siendo esta .idea muy clara y muy distinta, y con­ teniendo en sí fñás realidad objetiva que cualquier otra, no existe ninguna que sea por sí misma más verdadera ni que pueda prestarse menos a la sospecha de error.y de falsedad. La idea, digo, de este ser'soberanamente perfecto e infi• nito es enteramente verdadera, pues aunque quizá pueda imaginarse que un ser tal no. existe, no se. puede imaginar, sin embargo, que su idea no me representa, nada real, coma acabo de decir de la idea del frío. Esta misma idea es también muy clara y muy distinta, puesto, que todo lo que de real y verdadero- concibe clara; y distintamente mi espíritu, y que contiene- en sí alguna perfección;, está, totalmente contenido y encerrada en esta idea../. Y esto" no deja de ser verdadero, aunquer.no comprenda/ el infinito, y aunque haya en Dios una.- infinidad de cosas que no puedo comprender ni. siquiera, alcanzar: de ningún modo por medio del pensamiento; pues pertenece, a la na­ turaleza del infinito que mi naturaleza, que es finita y li­ mitada, no la pueda comprender; y es suficiente que yo conciba bien esto y que juzgue que todas las cosas que concibo claramente, y en las que sé que hay alguna per­ fección y quizá también una infinidad de otras que ignoro, están en Dios formal o eminentemente,, para qué la idea que de él poseo sea la más verdadera, la más clara y la más distinta de todas las que están en mi espíritu. Pero quizá yo soy también algo más de lo que imagino y tobas las perfecciones que atribuyo a la naturaleza de un Dios están de alguna, manera en mí en potencia, aunque no se produzcan todavía ni se pongan . de manifiesto por

244

DESCASTES

verdad que no están formalmente en mí,, puesto que yo no soy sino una cosa que piensa; pero ya. que son sola­ mente ciertos modos de la sustancia, y.como el ropaje bajo el cual la sustancia corpórea, se nos aparece y que yo: mismo soy una sustancia, me parece que pueden estar contenidas, en mí eminentemente. Así, pues, no queda, más que la idea de Dios, en la cual es preciso considerar si hay algo que haya podido proce­ der de mí mismo. Bajo el nombre de Dios entiendo una sustancia infinita, eterna, inmutable, indepen / diente, omnis­ ciente, todopoderosa, y por la cual yo mismo y todas las demás cosas que existen (si es verdad.que existen) han sido, creadas y producidas. Tales atributos son tan grandes, y eminentes que cuanto más atentamente los considero tanto me­ nos me convenzo de que la. idea que poseo pueda, tener su origen en mí mismo. Y,.por- consiguiente,- es-preciso -concluir necesariamente de todo-.lor- dicho, antes-que^Dios; existe^pues: aunque-r~ 'd e a de .la. sustancia-esté- en; mí;; porqués soy una sustancia;, no- por-eso,-, sin-; embargo; poseería la idea- de una sustancia' infinita;.-yo- qúe- soy; un. se r finito, si- no-hu­ biese- sido, puesta: en. m i pon. alguna.-sustancia- verdadera­ mente- infinita. Y no debo imaginar que. concibo-el infinito mediante una verdadera idea, sino, sólo por-la negación de lo que es finito, lo mismo que comprendo el reposo - y las. tinieblas me­ diante la negación del movimiento y de la luz; porque por el contrario veo manifiestamente que hay más realidad en la sustancia infinita que- en la sustancia finita y que, además, en cierto modo .tengo en mí la noción de lo infinito antes que de lo finito, es decir, de Dios, antes que de mí mismo. Eües, ¿cómo sería, posible que yo. pudiera conocer que dudo y .que- deseo,, es - deciq que me -falta, algo- y que no soy completamente perfecto, si no:-tuviera en mí alguna idea.de un. ser más perfecto que yo,, en comparación con el cual conociera los defectos ■ de. m i naturaleza?

MEDITACIONES METAFISICAS

245

Y no se puede decir que quizá esta idea de Dios es ma­ terialmente falsa y que, por consiguiente, la puedo sacar de la nada, es decir, que puede estar en mí por lo que en mí hay de defectuoso, como antes he dicho de la s ,ideas del calor y del frío, y de otras cosas semejantes; pues, por el contrario, siendo esta idea muy clara y muy distinta, y con­ teniendo en sí más realidad objetiva que cualquier otra, no existe ninguna que sea por sí misma más verdadera ni que pueda prestarse menos a la sospecha de error, y de falsedad. La idea, digo, de este ser soberanamente perfecto e infi• nito es enteramente verdadera, pues aunque quizá pueda imaginarse que un ser tal no.existe, no se puede imaginar, sin embargo, que su idea .no me representa, nada real, como acabo de decir de la idea del frío. Esta misma idea es también muy clara y muy distinta, puesto, que todo lo que de real y verdadero concibe clarac y distintamente mi espíritu, y que contiene- en sí alguna perfección;, está- totalmente .contenido y encerrado- en esta idea../. Y esto- no deja de ser verdadero, aunque: no comprendo el infinito, y aunque haya en Dios una- infinidad de cosas que no puedo comprender ni. siquiera, alcanzar, de ningún modo por medio del pensamiento; pues pertenece, a la na­ turaleza del infinito que mi naturaleza, que es finita y li­ mitada, no la pueda comprender; y es suficiente que yo conciba bien esto y que juzgue que todas las cosas que concibo claramente, y en las que sé que hay alguna per­ fección y quizá también una infinidad de otras que ignoro, están en Dios formal o eminentemente,, para qué la idea que de él poseo sea la más verdadera, la más clara y la más distinta de todas las que están en mi espíritu. Pero quizá yo soy también algo más de lo que imagino y tocias las perfecciones que atribuyo a la naturaleza de un Dios están de alguna, manera en mí en potencia, aunque no se produzcan todavía ni se pongan de manifiesto por

.2 4 6

DESCAHTES

medio de sus -acciones. ;En efecto, experimento y a que mi conocimiento aumenta y se perfecciona paulatinamente, y no'veo .oiada que pueda impedirle :aumentar cada vez más hasta el infinito; después, habiéndose .así acrecentado y-perfeccionado, no veo :nada que impida que pueda .adquirir por su medio 'todas das otras perfecciones de da .naturaleza divina; y , finalmente, parece que-el poder que'tengo p a ra adquirir estas perfecciones, si es verdad que está ahora en •mí, no sería suficiente para producir las ideas de esas per­ fecciones. Sin embargo, mirando un poco más de cerca, reconozco’ que esto no puede ser; pues, en primer término, aunque fuera verdad que mi conocimiento adquiere cada día nuevos grados de perfección, y de que existen en mi naturaleza muchas cosas en potencia, que no están en -ella de un modo actual, sin embargo, todas estas ventajas no pertenecen ni se aproximan de ningún modo a la idea que tengo de Ja divinidad, en la que mada se encuentra sola-mente-¡.en-potencia,v.sino que-.todo ^-existe en -ella actual y efectivamente. .¿Y-acaso no ■ es -un .-.argumento-infalible y muy rcíerto tde-imperfección -eonmespecto a ;mi ¿conocimien.-to, -el .que -crezca poco a poco y-.que-aumente.;por -grados? -Por :1o -demás, -aunque m i conocimiento aumentara pau-latroamente, rsin -embargo/rno -dejo fde^concebir ique mo p o ­ dría ser actualmente -infinito, puesto que no llegaría jamás ■ a alcanzar un punto tan elevado de perfección -que no fuera capaz todavía de adquirir un mayor incremento. IPero concibo a .Dios actualmente .infinito en tan -alto gra‘do que no-se le puede añadir nada-a la soberana perfección -que posee. T , por fin, comprendo -muy .bien / que el ser objetivo de una idea no puede ser producido por un ser que existe solamente en potencia, el cual, hablando con propie­ dad, no es nada, sino sólo por un ser formal o actual. Y por cierto no veo nada en todo lo que acabo -de decir que no sea muy fácil de conocer por la luz natural para todos los que quisieran pensarlo cuidadosamente; pero cuan­

MEDITACIONES METAFÍSICAS

12 47.

do dism inuye un taDto m i atención, m i ^espíritu,-encontrán­ dose oscurecido -y como .cegado por Ja s ámágenes rde ilas cosas sensibles, no se a cu e rd a ¿fácilm ente "de da -Tazón p o r la que la :idea que -yo ¿tengo -.de ¿un ser m ás perfecto -que el ■ mío deba .-necesariamente ¿haber ¿sido puesta ?en m í p o r ¿un ■ ;ser q u e -sea en efecto m ás perfecto. Por este motivo quiero pasar raqui -adelante y considerar si yo mismo, que poseo esta idea de D ios, podría existir, en caso de que no existiera’ Dios. Y pregunto: ¿De. quién • tendría mi existencia? -Quizá de.m í mismo o dermis padres o bien de algunas otras causas menos perfectas que'Dios, pues no es posible imaginar nada más perfecto, ni .siquiera • igual a él. . & N Pues, si yo fuera independiente de toda otra-cosa, y yo mismo fuera el autor-de-mi ser, ciertamente ya mo dudaría de ninguna cosa, no -concebiría deseos .y, p o r fin, mo m e faltaríaminguna perfección; pues m e .hábría:3adoramí mismo .todas aquéllas de das p u e ¿tengo alguná.ddea>en%rií, -y sasí .-seria D ios. . • "" iY.de "ningún modo-.debo ¿imaginar ¿qué dasreosas -quem e ; -faltan-son -quizá *oiás ¿difíciles ríd¿ ¿adquirir yju e -aquéllas •que ya poseo; pues, p o r ael ^contrario, aesmuy.¿cierto ¿que . es mucho m ás difícil que ^yo "haya salido-de’ la nada, yo, es decir, una cosa o .una sustancia qué piensa, -de lo que m e seria adquirir las luces y los conocimientos de muchas co­ sas que ignoro, y que sólo son accidentes de esta sustancia. Y así ciertamente, si -yo mismo me hubiera dado lo que acabo de decir, esto -es, :si yo fuera el ..autor de mi Placi­ miento, y de mi existencia, -no me habría privado, por lo menos, de cosas que son de más fácil .adquisición, a saber, de muchos conocimientos de que mi naturaleza carece; ni tampoco me hubiera privado de ninguna de las cosas que están encerradas en la idea que yo concibo de Dios,, porgue no hay ninguna que m e parezca más difícil .de hacer o de adquirir; y -sí hubiera alguna, -por cierto me -parecería tal

248

DESCASTES

(suponiendo que yo fuera el autor de todas las demás cosas que poseo), puesto que experimentaría que- mi poder ter­ minaría antes y no sería capaz de llegar allí. Y aunque pudiese suponer qué quizá siempre he- sido como soy ahora, no por esto podría evitar la fuerza / de este- razonamiento y no puedo por menos de conocer que es' necesario que Dios sea el autor- de mi existencia. Pues toda la duración de mi vida puede dividirse en una infi­ nidad de partes, cada una de las cuales no depende de .ningún modo de las demás; y así, porque yo h aya.existido un poco antes, no se sigue que deba ahora existir, a menos que en este momento alguna causa.me produzca, y me cree,, por así decirlo, de nuevo, es decir, me conserve. En efecto, es una cosa muy clara y muy evidente (para todos- aquellos que consideren con atención la naturaleza del tiempo) que para que una--sustancia--se? conserve en to­ dos-ios momentos" que dura tiene-necesidad'del mismo-poder y deda misma, acción, que "serían: necesarios? paras producirla^ y crearla completamente, de nuevo,, si. todavía? no: existiera. De- modo que- la. luz: natural; nos? hace ver: claramente- quelas conservación--y la creación-no-difieren-,sino-con: respectoa nuestro modo de pensar y no efectivamente; Así, pues, aquí es preciso solamente que me interrogue a mí mismo, para saber si poseo algún poder o alguna virtud que sea capaz, de hacer- de modo que yo, que existo ahora, exista también en el futuro: pues ya que no soy más que una cosa que piensa (o por lo menos puesto que no se trata aquí ahora, precisamente, más que de esta parte de mí mismo), si se encontrara en mí un poder tal, por cierto, debería, por lo menos, pensarlo y conocerlo; pero no experimento nin­ guno en mí, y de ahí conozco evidentemente que dependo de un ser diferente de m í.. ¿Tal vez. ese- ser, del que dependo, no es lo que llamo.. Dios, y yo soy el. producto o de mis padres, o 'de?alguna, otra.causa menos perfecta que él? Tanto da, esto no-puede

MEDITACIONES METAFÍSICAS

249

ser así. Pues, como he dicho antes, es algo muy evidente -- que debe haber por lo menos tanta realidad, en la causa como en su efecto. Y, por consiguiente, puesto que soy una cosa que piensa y que poseo en mí una idea de Dios, cual­ quiera sea, en fin, la causa que se atribuya a. mi naturaleza, es preciso necesariamente confesar que parejamente debe ser una cosa que piensa, y poseer en sí la idea de todas las perfecciones que atribuyo. a la naturaleza divina. Después se puede investigar de nuevo si esta causa deriva su origen y su existencia de sí misma o de alguna otra cosa. Pues si lo deriva de sí misma, se sigue, por las razones que he adu­ cido antes, que ella misma debe ser Dios; puesto: que te­ niendo la virtud de ser y de existir por sí misma, sin duda debe tener también el poder de poseer actualmente todas las perfecciones cuyas ideas concibe, es decir, todas aque­ llas que concibo / que están en. Dios.. Y si deriva* su. exis­ tencia de alguna otra causa distinta- de- sí,, se. preguntará. nuevamente, por la misma, razón, acerca, de;: esta, segunda causa, si es por sí o . por otra, hasta que- gradualmente. se llegue, por fin, a una última , causa que será. Díase. Y es-muy claro que en esto no puede haber progreso; al. infinito, dado, que no se trata aquí de la causa que me ha..producido en otro tiempo, como de la que me conserva actualmente. Ni tampoco se puede imaginar que quizá numerosas cau­ sas han concurrido simultáneamente en parte para produ­ cirme, y que de una he recibido la idea de una de las perfecciones que atribuyo a Dios, y de otra la idea de al­ guna otra, de modo que todas esas perfecciones se encuen­ tran en verdad en alguna parte del Universo,. pero no se encuentran todas juntas y reunidas en una sola perfección que sea Dios. Pues, por el contrario, la unidad, la simpli­ cidad, o la inseparabilidad de todas Jas cosas que existen en Dios, es una de las principales perfecciones que concibo que existen en él; y por cierto Ja idea.de esta unidad y reunión de todas las perfecciones de Dios no ha podido ser

J2 5 0

DESCARTES

puesta en mí por ninguna causa, de Ja que no haya tam­ bién xecibido las ideas de todas Jas demás perfecciones, lú e s no puede haber hecho que las comprenda simultánea­ mente juntas e inseparables sin haber hecho.al mismo tiempo de modo que yo supiera lo .que-eran, -y que las conociera -a "todas de-alguna'manera. ' . . IPor lo que respecta a mis padres, de los que parece que he nacido, aunque todo lo que siempre haya podido creer sea verdadero, sin embargo, esto no implica que sean ellos quienes me conserven, ni que me hayan hecho y producido •en tanto soy una cosa que piensa, puesto que solamente han puesto algunas disposiciones en esta materia en la que juzgo que me encuentro encerrado yo, es decir, mi espíritu, al que únicamente tomo ahora por mí mismo; .y, sin embargo, no puede haber aquí a su respecto ninguna dificultad, sino que es preciso concluir necesariamente que del hecho sólo de que exista 3' de que la-idea _de mn .ser :so.beranamente ~per■ iecto (es decir, de 'Dios) .exista-en mí, J á existencia de D io s -está m uy .-evidentemente -demostrada. . M e queda.solamente .por-examinar/de qué manera, he .ad­ quirido -esa idea, pues no Ja h e recibido por .los .sentidos, :y .rjamás--se ha-ofrecido :a m í -.inesperadamente, .como Jo .hacen dé -ordinario las ideas de las cosas. sensibles, cuando esas cosas.se presentan o parecen presentarse / .a los órganos ex­ teriores de mis sentidos. No es tampoco una pura creación o ficción de mi espíritu, pues no ^está en mi poder quitarle ni agregarle nada. Y, por consiguiente, no queda más que decir sino que, al igual que la idea de mí mismo, ha na­ cido y ha sido producida conmigo a partir del momento en que he sido creado. Y, por cierto, no debe parecer extraño que Dios, al crear­ me, haya puesto en mí esa idea para que sea como la marca del .artífice impresa en su obra, ni tampoco es necesario que esta marca sea algo diferente de esa misma obra. Pero, por lo mismo que Dios me ba creado, es muy de creer que me

MEDITACIONES METAFÍSICAS

_251

ha producido en cierto modo ¡a :.su-imagen y semejanza, y que yo concibo esa semejanza (en 'Javqueda ¡idea ¡de D io s -se -halla encerrada) por Ja .mismanfacuitad .por da ¡que syo me concibo .a mí “mismo, es decir «que, -cuando rréflexiono en mí, no .solamente conozco quessoy .una -cosa-imperfecta, incompleta y dependiente de otra, sque tiende y.-aspira ¡sin cesar a algo mejor y más grande de lo que soy, sino que conozco también al mismo tiempo que aquel del que de­ pendo posee en sí todas esas grandes cosas -a las que aspiro y cuyas ideas encuentro en .mí, Tío indefinidamente y sólo en potencia, sino que las goza, en efecto, actual ■ e infini­ tamente: y así que es Dios. Y toda la fuerza del argumento que he empleado aquí para probar Ja -existencia de D ios consiste en que reconozco que no sena-posible-que-mi ■ naturalezafuera tal como es, es decir, que'tuviese la idea de un Dios, si Dios n o existiera verdaderamente; -ese -mismo ¿Dios, rdigo,-cuya .idea está :en anides ¿decir, ¡ que -posee ttodas ¡-aquellas -elevadas .perfecciones, •--de-dasvquetnues tro-¡.espíritu -puede tener ¡¡alguna idea ¡sin ¿comprenderlas, sin-em bargóla .todas, ..que :no .-tiene -.ningún--defecto .mi “tiene niinguna ¡rde ¡aquellas ¡cosas ¡que ¡señalan ¡¡alguna ¡¡imperfección. D e donde es bastante evidente -que “no puede ser “enga­ ñador, puesto que la luz natural ¡nos-enseña que el-engaño depende necesariamente de algún defecto. Pero antes de que examine esto más cuidadosamente, y que pase a Ja consideración de otras “verdades que pueden recogerse, me parece muy oportuno detenerme .un -momento en la contemplación de este Dios ..absolutamente perfecto, de ponderar a gusto sus-maravillosos atributos, ¡de conside­ rar, ¡admirar y adorar la incomparable belleza .de -esta in­ mensa luz, por lo menos en tanto que la fuerza de mi es­ píritu, que permanece en cierto modo encandilado, me lo permita. / Pues como la fe nos enseña que Ja .soberana felicidad de la otra vida no consiste sino en esta contemplación de ia

252'

D ESC A RTES*

majestad divina, así experimentaremos desde ahora que una meditación semejante, aunque* incomparablemente menos perfecta, nos hace gozap el mayor contento que somos ca­ paces de sentir ea esta vida.

Related Documents

P4 Lab 2019
August 2019 15
P4
November 2019 34
P4
June 2020 29
P4
June 2020 23

More Documents from ""