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  • Words: 4,116
  • Pages: 15
NOMBRES: José Ezequiel Abreu Rodríguez

MATRICULA: 19-0896

TEMA: Análisis de la Obra Literaria: Enriquillo.

ASIGNATURA: Español I

Facilitador (a): Licda. Teresa Marlín Fernández Ramos

FECHA: 03 de Abril del 2019 La Vega, Rep. Dom.

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Obra: “Enriquillo” Introducción Enriquillo es una novela de Manuel de Jesús Galván, escritor dominicano. La obra se inserta en la época colonial y trata sobre la llegada de los españoles a la isla de Santo Domingo. Enriquillo es un indio rebelde que termina sublevándose frente a los españoles y escapa a las montañas desde allí junto a otros indios lucha por la reivindicación de los suyos. La crítica por una parte considera esta obra como una crónica novelada mientras otros la consideran una novela histórica.

Nombre De La Obra Enriquillo

Nombre Del Autor Manuel de Jesús Galván

Características Del Autor a) Breve Biografía Del Autor (Santo Domingo, 1834 - San Juan, 1910) Político y novelista dominicano, uno de los más genuinos representantes de la novela histórica en su país y en Hispanoamérica. Fue un partidario decidido de la anexión de Santo Domingo a España. Estuvo al servicio del presidente Santana como secretario particular y conoció después los rigores del destierro, pero pronto los acontecimientos de su país hicieron cambiar para él la situación: en 1876 era secretario de Relaciones Exteriores con el presidente Espaillat.

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b) Características Del Autor Como Escritor Manuel de Jesús Galván fue una persona que se relacionó socialmente con los eventos que pasaron en aquella época ya que nació en el año 1834 y participó en la vida política de esa época; incluso fue partidario de la Anexión del país a España.

Características De La Obra a) Composición literaria Este relato de Enriquillo es una novela histórica. Es una novela ya que se describen y narra acciones imitando las de la vida real y es histórica ya que se trata de la historia del indígena Enriquillo hecho que ocurrió en España y la colonia de Santo Domingo.

b) Forma en que se escribe la obra Esta obra fue escrita en forma de prosa.

c) Lugar donde se desarrolla la obra Esta obra se lleva a cabo en la tragedia de Jaragua en la historia de la conquista. Cuando España quería matar a todos los indios. Excepto a la hija de la reina Anacaona conocida como Doña Ana.

d) Época en que se desarrolla la obra La obra se inserta en la época colonial

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e) Personajes 

Primarios

Enriquillo o Guarocuya: su primitivo nombre, señor de Bahoruco, era “manso y respetuoso para con sus superiores, compasivo para todos los desgraciados. Sólo llegaba a irritarse cuando en su presencia era maltratado algún condiscípulo suyo por otro más fuerte; o cuando veía azotar algún infeliz indio” (Primera parte, Cap. XXI, pp. 75-79). “Mientras los de mi nación sean maltratados, la tristeza habitará aquí, concluyó tocándose el pecho” (Segunda parte, Cap. VII, pp. 143-151). Con todo, “los movimientos coléricos eran en él fugaces”. (Primera parte, Cap. XXII, pp. 79-83). “Revela esa criatura un corazón bellísimo”. “De muy niño le he visto –decía Las Casas- melancólico por natural carácter; y luego, el hábito de estudios ha desarrollado en él tal aplicación que sólo se halla bien escuchando las disputas filosóficas y teológicas” (Segunda parte, Cap. III, pp. 269-273) Su sensibilidad se pone de manifiesto también, cuando dice: “todo lo haré gustoso, pero asistir a fiestas y músicas, cuando no hace dos meses que murió mi…” (Segunda parte, Cap. XV, pp. 320-323). “Alma franca, generosa, leal” (Segunda parte, Cap. XII, pp. 306-310) A la proposición: “vas a probar hoy mismo esa discreción que todos los que te conocen elogian de ti”, contestará: “Yo no sé mentir, señora” (Segunda parte, Cap. IV, pp. 273-277). “Su fisonomía era naturalmente grave y reflexiva”. “Jamás he aborrecido a nadie. Cuando me notificaron que yo quedaba encomendado… no sentí sino una ligera mortificación de mi amor propio… pero al saber que ha habido malvados capaces de pretender que mi Mencía…descendiera a la categoría de una encomendada; ah! Entonces he sentido hervir mi raza” (Tercera parte, Cap. III, pp. 269-273).

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He aquí el retrato de Enriquillo, cuando rayaba en los veinte años: “de estatura alta y bien proporcionada, su actitud y sus movimientos habituales, nunca exentos de compostura, denotaban a un tiempo modestia y dignidad; su faz presentaba esa armonía del conjunto que, más aún que la misma hermosura, agrada y predispone favorablemente a primera vista. Alta la frente, correcta el óvalo de su rostro, la blanda y pacífica expresión de sus ojos negros sólo dejaba traslucir la bondad y la franqueza de su carácter, como una luz al través de transparente cristal. Viéndosele en su estado ordinario de serena mansedumbre la inspección superficial o sincera acaso le juzgara incapaz de valor y energía; error de concepto que acaso entró por mucho en las peripecias de su vida. Vestía con gracia y sencillez el traje castellano de la época… En suma, la manera de vestir, el despejo de su porte y sus modales, como la regularidad de las facciones del joven cacique, le daban el aspecto de uno de tantos hijos de colonos españoles ricos y poderosos en la Isla; aunque la ausencia de vello en el rostro, la tez ligeramente bronceada, y lo sedoso y lacio de sus cortos cabellos acusaban los más señalados atributos de la raza antillana. De aquí nacía cierto contraste que tenía el privilegio de atraer la atención general, y que hacía distinguir a Enriquillo entre todos los caciques cristianos de la Española” (Tercera parte, Cap. IV, pp. 274-275). “Enriquillo mostraba su impasibilidad característica” (Tercera parte, Cap. XIV, pp. 316-320). “Estoy tan acostumbrado a reprimir mis deseos –diría- y a mirar frente a frente mi estado y mi condición que cuantos enojos y contratiempos puedan sobrevenirme por consecuencia de ellos ya los tengo previstos, y no me pueden causar la impresión de los inesperado”(Tercera parte, Cap. X, pp. 298-302). “Engañarte, (Mencía), sería más cruel para mí que verte compartir mis sufrimientos” (Tercera parte, Cap. XXIX, pp. 377-385). Ahora bien, “quizá te equivoques figurándote que mi paciencia no tiene límites” (Tercera parte, Cap. XXXI, pp. 388390) Con todo, “al inaugurar su vida de sujeción y vasallaje, el magnánimo cacique ahogaba en lo profundo del esforzado pecho la angustia y el dolor que lo

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desgarraban; y en su rostro grave y varonil solamente se traslucía la serena bondad de aquel noble carácter, incapaz de flaqueza, que sabía medir el tamaño de su infortunio, y entraba en lucha con él, armado de intrépida resignación” (Tercera parte, Cap. XXXI, pp. 388-394). “Aunque me desollaran vivo, -diría- no cometería el más leve desacato contra los preceptos de la autoridad; pero tratándose de defender los derechos e intereses de mi esposa, venga lo que viniere” (Tercera parte, Cap. XXXII, pp. 391-397). “Al volver a abrazar a su desconsolada esposa…vieron que ni en su rostro, ni en sus maneras, había la más leve señal de ira o resentimiento. Una impasibilidad severa, una concentración de espíritu imponente” “…el que no abrigando en el generoso pecho sino bondad y virtudes, maltratado y escarnecido por los que sobre él ejercían la autoridad en nombre de las leyes y de la justicia se obstinaba en conservar su fe sencilla en la eficacia de la justicia y de las leyes”. (Tercera parte, Cap. XXXIX, pp. 414-417). Su generosidad desborda todo límite, cuando al caer prisionero su enemigo mortal Valenzuela, le perdona. “No lo mates –dirá a su lugarteniente- acuérdate de Don Francisco Valenzuela”. (Tercera parte, Cap. XLIII, pp. 429- 435). Este es ni más ni menos, el “humano, valeroso y hábil Enriquillo”. (Tercera parte, Cap. L, pp. 462-469). Anacaona: Viuda del valeroso Caonabó, cacique de Maguana, era la hermana de Bohechío, cacique de Jaragua; pero por su talento superior era la que reinaba, hallándose todo sometido a su amable influencia, incluso el cacique soberano ( Nota 1). El autor quiere ponernos en antecedentes sobre la bondad de los indios, personificada en esa reina a quienes todos rendían pleitesía. Porque no le faltaba talento (“talento superior”), ni hermosura, ni amabilidad (“soberana hermosa y amable”). Estos epítetos, o más bien rasgos de esa reina que sintetiza a los indios, vienen repetidos por el autor una y otra vez, como cuando insiste: “Reina adorada de sus súbditos, mujer extraordinaria, tesoro de hermosura y de gracias”.

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Si el propósito del autor fuera darnos a conocer los rasgos propios de una mujer, hubiera abundado más en epítetos o caracterología. Pero la finalidad es poner de manifiesto la crueldad del dominador, llegando con estos escasos, pero bien estudiados rasgos a agudizar la antítesis final: “muere en horca infame la encantadora y benéfica reina”. (Primera parte, Cap. 1) Fray Nicolás de Ovando: “Fuerza no es fijar la consideración en lo poco simpática figura del adusto comendador Fray Nicolás de Ovando, autor de la referida catástrofe”; “es de despiadada rigidez en sus principios de gobierno”, “hombre de hierro”, “sanguinario comendador” (Primera parte, cap. 5, pp. 23-24). Altivo, soberbio, despiadado, sanguinario, hombre de hierro, figura antipática de despiadada rigidez en sus principios de gobierno, carácter árido y obstinado. Es la antítesis de Anacaona, a cuya hija (magnum mysterium) rodeaba de las más delicadas atenciones. “De otro se hubiera podido sospechar que el amor entrara en ese contraste”. No así de Ovando, por “la austeridad de sus costumbres y la pureza con que observaba sus votos”. (Primera parte, Cap. 1) “Altivo y soberbio como era, se obstinó en su propósito de dejar el aborrecido grande hombre (Colón) desamparado y presa de todos los sufrimientos imaginables” (Primera parte, Cap.1, pp. 7-13) Diego Colón: Gobernador de la Española. Es el lado opuesto de su antecesor Nicolás de Ovando. Hombre sincero, leal y sin doblez, franco y generoso, fiel guardador de su palabra. “Educado Don Diego en el de los Reyes Católicos, su carácter leal y sin doblez le había preservado de la corrupción ordinaria de las cortes: “Sus cualidades morales, al par que su despejado talento y la distinción de toda su persona, dotada de singular gracia y apostura, hacían de él un cumplido caballero, digno por todos conceptos del grande apellido que llevaba y de sus altos destinos”. Primera parte, Cap. XXIII, pp. 83-86).

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Ante los reparos de su hermana Fernando de presentarse en público, cuando había hecho anunciar en palacio que estaba enfermo, lo acalló, diciéndole que él no sabía fingir. Y el comendador Don Fernando de Toledo diría a su hija María: “Felicita al almirante Don Diego por su dignidad y entereza”. (Primera parte, Cap. XIV, pp. 8689) Su propia esposa Doña María de Toledo afirmaría: “Mi esposo es demasiado fiel guardador de sus propios compromisos, muy esclavo de su palabra, cuando la empeña” (Segunda parte, Cap. II, pp. 123-127). “Es una fortuna que el Almirante sea tan bonachón” (Segunda parte, Cap. II, pp. 123-127 Con todo, “Ya sabemos que Diego Colón había llegado a ese periodo de los hombres de gobierno en que la razón política es la soberana razón” (Segunda parte, Cap. XXXVII, pp. 242-247) y cuando “Las Casas acudía a reclamar contra los desafueros (en Cuba) sus quejas se estrellaban en la escasa rectitud del gobernante que, por debilidad verdadera y so color de razón política disimulaba cuidadosamente su disgusto a los infractores, y se abstenía de castigarlos”. (Segunda parte, Cap. XXXVIII, pp. 247-249). Guaroa: Primo de Higuemota, era alto, fornido, de aspecto manso y mirada expresiva. El autor no pierde oportunidad para abundar en el ya analizado contraste entre la amabilidad natural del indio y el dominio exterminador del conquistador. “Yo no soy cristiano, dirá, pero tampoco sé aborrecer a nadie, ni comprendo cómo los que se llaman cristianos son tan malos con los de mi raza, cuando su Dios es tan manso y tan bueno. Huyo de la muerte y huyo de la esclavitud” (Primera parte, Cap. I, pp. 713). Esta afirmación de que no sabe aborrecer a nadie no se compadece con el odio al gobernador, a quien en modo alguno puede perdonar: “El prudente y generoso Guaroa rinde a sus huestes en pro de la tribu, pero su “irrevocable resolución” contesta: Pero yo no perdono al gobernador, y SI DE VIVIR SOMETIDO A ÉL, MEJOR QUIERO MORIR”.

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¿Hay contradicción en el retrato del personaje? En modo alguno. Desde la confirmación de lo anteriormente expresé: esta serie de personajes, todos de semejantes rasgos, no son expresiones individuales, antes bien reflejos plásticos de una raza que no puede sobrevivir a la vil esclavitud del extranjero: “Muero libre”, dijo matándose a sí mismo (primera parte, Cap. XIV, pp. 56-59), antes de caer en manos del vil extranjero. Higuemota: “La célebre Higuemota, o Doña Ana, viuda con una hija de tierna edad del apuesto y desgraciado Hernando de Ghevara” era la “joven y hechicera hija de Anacaona”. Higuemota, aunque cristiana, no estaba exenta de las creencias míticas y de apariciones de difuntos, como en el caso en el que se le presenta Guaroa, a quien creía muerto en la matanza. (Primera parte, Cap. I, pp. 7-13). Una vez más, el autor quiere poner de manifiesto la bondad natural del indio, ante la crueldad del dominador: “El arte de mentir era totalmente desconocido a la sencilla y condorosa Higuemota” (Primera parte, Cap. IV, pp. 20-23), llegando la situación a su clímax, cuando enfatiza Guaroa a su prima: “Dejaste de ser india desde que te bautizaste y te diste a Don Hernando, que era tan bueno como sólo he conocido otros dos blancos, Don Diego y Don Bartolomé (los dos hermanos de Colón)” (Primera parte, Cap.I, pp. 7-13). No son los blancos buenos, a pesar de las excepciones que confirman la regla. Los blancos son malos. Este es el significado. Higuemota es nuevamente esa bondad del indio pisoteado que connaturaliza con la adversidad e infortunio de la esclavitud y no puede sobrevivir a una sensación brusca de júbilo: “Su corazón, desgarrado por todas las penas, connaturalizado con la adversidad, no pudo resistir la violencia de un arranque momentáneo y expansivo de alegría, una brusca sensación de júbilo; y su alma, pura, acostumbrada a la aflicción y al abatimiento, sólo se reanimó un breve instante para volar a los cielos” (Primera parte, Cap. XXX, pp. 110-112).

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Don Francisco de Valenzuela: Hombre íntegro y venerable” (Primera parte, Cap. XVII, pp. 67-68). “Otro Las Casas”, diría Mojica (Primera parte, Cap. XVIII pp. 6869). “A dormir, en rigor de verdad, el buen anciano Valenzuela, como duermen aquellos que, llegados a la madurez de la vida con limpia conciencia, y complaciéndose en dedicar el resto de su actividad y de sus fuerzas a la práctica eficaz del bien, llevan en el corazón la serenidad y la alegría, y hallan en un sueño reparador y profundo el primer galardón de sus buenas obras, y en las imágenes gratas y risueñas que en tal estado les ofrece su jubilosa fantasía, como una anticipación de la beatitud celeste reservada a los juntos”. Tercera parte, Cap. V, pp. 277-281) Su honradez era patente aún en las altas esferas: “Nos ofende, Don Francisco –dijo la Virreina- suponiendo que nosotros, ni nadie en nuestro nombre, hayamos de intervenir en ajustes de cuentas por los intereses confiados a su proverbial honradez”. (Tercera parte, Cap. VI, pp. 281-286). Ahora bien, bondad no es sinónimo de bobaliconería, y explotaría ante la injusticia, aunque “su faz benévola y maneras afables no permitían suponer semejante explosión de energía” (Tercera parte, Cap. IX, pp. 295-298). Y si bien “en el corazón del bueno, las manifestaciones de rencor se limitan al noble deseo de que la justicia triunfe y la iniquidad sea confundida”, en su ánimo obraba “el resentimiento contra aquellos perversos oficiales del rey, como contra los inicuos jueces de la Española, especialmente el de residencia Lebrón, que lo había desairado y ofendido gravemente, y a los cuales tenía el gusto de ver como a los arcángeles rebeldes” (Tercera parte, cap. XIV). Diego Velázquez: Capitán y jefe de expedición contra los indios. En este personaje nos olvidamos ya de esa bondad ideal de los indios descritos y aún del mismo Valenzuela, para enfrentarnos a un hombre de carne y hueso, síntesis de los dos principios del bien y del mal, que luchan denonadamente por obtener la hegemonía. “Diego Velázquez no era un malvado, impresionable, como todos los de su raza; imbuido en las falsas ideas religiosas y políticas de su tiempo, seguía el impulso

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fatal que movía a todos los conquistadores, queriendo someter a fuego y sangre los cuerpos y las almas de los desgraciados indios; pero en generosidad se manifestaba tan pronto como una ocasión cualquiera, una reflexión oportuna detenía sus ímpetus belicosos y la razón recobraba su imperio. El lenguaje de Las Casas, impregnado de sentimientos compasivos, disipó las prevenciones sanguinarias del guerrero español” (Primera parte, cap. XI, pp. 45-48). Pero “en medio de la pura alegría que experimentaba el capitán español, saboreando el insólito placer de practicar el bien y de convertir en misión de paz y perdón su misión de sangre y exterminio… le atormentaba la inquietud de la orden del riguroso gobernador Ovando”, “acabar con los rebeldes” (Primera parte, Cap. XIII, pp. 53-56). Porque “Diego Velázquez era de índole bondadosa, aunque extraviado por las viciosas ideas de su tiempo, y por los hábitos de su ruda carrera” (Primera parte, Cap. XIV, pp. 56-59). “La ambición deprava el ánimo” y no era vulgar la ambición de Diego Velázquez, de muy temprano acostumbrado a empresas arduas, a cargos de representación e importancia” (Segunda parte, Cap. I, pp. 119-2123). “Velázquez, de carácter débil, aunque impetuoso, y siempre fluctuando entre el bien y el mal” era sumamente impresionable y “ese Mojica –a continuación hablaremos de él- ejerce una mala influencia a vuestro lado, abusa de vuestro carácter franco y sencillo, os induce a actos injustos, ajenos de vuestra noble y generosa índole…” (Segunda parte, Cap. XI, pp. 160-163), le diría Las Casas.



Secundarios

Doña Ana de Guevara. Magicatex. Hernando de Guevara. Don Pedro Mojica.

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Esporádicos

Mensia. Teneos

f) Ambiente en que se desarrolla la obra Esta parte de la novela se realiza o se lleva a cabo en España durante la tragedia de Jaragua.

g) Mensaje El mensaje que esta obra literaria le quiere transmitir al público es que si no nos sentimos felices con algo podemos expresar nuestro punto de vista y aportar para que dicha acción cese o cambie para bien.

h) Tema Trata sobre la llegada de los españoles a la isla de Santo Domingo y de cómo Enriquillo un indio rebelde que termina sublevándose frente a los españoles debido a la esclavitud puesta por ellos a su pueblo.

i) Argumento Hay una documentada descripción de la matanza de los caciques indios de Jaragua, a instancias del comendador de Ovando, hombre cruel a quien obsesionan ideas todavía feudales (recordemos que los hechos referidos en la obra suceden entre 1503 y 1533). En ese tiempo, Guarocuya es apenas un niño, descendiente del cacique de la isla La Española, que vive al lado de su tía Higuemota (doña Ana, viuda de Guevara), madre de Mencía. Una tarde, pocos días después del brutal exterminio, se presenta ante doña Ana su primo Guaroa, quien quiere llevarse al niño a las montañas para que crezca libre y señor de su pueblo. El intrigante Pedro de Mojica notifica al comendador de Ovando la desaparición del niño para

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desacreditar a doña Ana y apoderarse de su fortuna, pero el comendador protege a la mujer. De todos modos, Ovando manda una expedición para combatir a Guaroa. Bartolomé de las Casas trata de impedir el derramamiento de sangre, pero su intento fracasa y poco después recibe noticias de la muerte de Guaroa. Llevan entonces al niño Guarocuya con los frailes del convento de la Vera Paz, donde lo bautizan

con

el

nombre

de

Enrique

y

recibe

educación.

Mientras tanto, en España, don Diego Colón lucha por el reconocimiento de sus derechos ante la corte. Lo logra y, luego de casarse con doña María de Toledo, viaja a la isla La Española con el título de virrey, y Ovando regresa a España después de exterminar buena parte de la población indígena. En la isla, el virrey y su esposa atestiguan la historia de amor entre Juan de Grijalva y María de Cuéllar, así como la desesperación de ambos porque ella está comprometida en matrimonio con Diego de Velázquez. Poco tiempo después de estos sucesos, empiezan a manifestarse algunas acciones en favor de la libertad de los indios, sobre todo cuando en una misa fray Antonio de Montesinos sube al púlpito y pregunta a los encomenderos, a las autoridades y a los principales vecinos de Santo Domingo: "¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras, mansas y pacíficas, donde tan infinitas de ellas habéis consumido,

con

muertes

y

estragos

nunca

oídos?"

Durante otra misa, Montesinos vuelve a expresar sus principios y ratifica aún con mayor fuerza y elocuencia innumerables anatemas contra los opresores. Finalmente declara que la comunidad de los dominicos ha resuelto negar los sacramentos a los encomenderos, cual si fueran salteadores públicos y homicidas. Fray Antonio de Montesinos no se conforma con condenarlos, también ante el rey hace gestiones cuyo resultado es la promulgación de las Ordenanzas de Burgos para mejorar las condiciones de los indígenas. Enriquillo, mientras tanto, debe vencer los obstáculos interpuestos por don Pedro de Mojica, pero al fin puede casarse con Mencía. Al poco tiempo, muere don Francisco de Valenzuela, protector de Enriquillo, y el hijo de aquél, Andrés, llega a poner los ojos en la esposa del indio y, para librarse de éste, lo somete a la humillante condición de encomendado. Andrés de Valenzuela trata además, en complicidad con Mojica, de infamar el buen

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nombre de Mencía. Enriquillo apela en vano a la justicia de San Juan de la Maguana. Luego demanda amparo y desagravio en Santo Domingo, pero tampoco allí le hacen caso. Falto de apoyo porque fray Bartolomé de las Casas se halla en España, decide hacerse justicia por su propia mano. Secundado por su tribu, se levanta en armas en la sierra del Bahoruco, lugar de sus antepasados. Se le unen y le siguen otros indios que llegan de todos los rincones de la isla para pelear junto a él. Y así, durante más de trece años, Enriquillo se mantiene en rebeldía, hasta que al fin Carlos V, en 1533, reconoce como justas sus demandas, y mediante una carta le concede el perdón, la libertad para los alzados y el derecho a establecerse con sus vasallos en un lugar de la isla Boyá y sus alrededores, donde podrá ejercer su señorío e imperio. Esta novela de Manuel de Jesús Galván, publicada entre 1879 y 1882, aparte de lo expuesto, es la descripción de la vida y costumbres de la primera sociedad europea que existió en América. Es ésta una obra intensamente emotiva porque, además, entretejido con el tema histórico se narra el romance del protagonista, lo cual constituye otro dedos aspectos importantes y atractivos de la novela, Junto a éste episodio hay otros no menos singulares y coloridos, así como la

rebelión

y

muerte

de

Guaroa,

primer

protector

de

Guarocuya.

Pero la verdadera tragedia gira alrededor de los indígenas, víctimas del sistema de encomiendas y de la ambición del conquistador. Es importante señalar que Galván, a través de esta obra, rinde homenaje a la figura venerable de fray Bartolomé de las Casas. En esta novela se advierte la destreza de Manuel de Jesús Galván tanto para recrear el espíritu de la época de la Conquista, como para caracterizar a los personajes. Asimismo, traduce fielmente el estilo y las ideas del siglo XVI. La verdad histórica que vierte en su obra se apoya en documentos originales, que en varias ocasiones cita textualmente, pero los valores artísticos de Enriquillo logran elevarse sobre el planteamiento meramente documental de los echos que narra, de ahí su importancia literaria.

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j) Vocabulario Magnánimo: Persona muy generosa Precipitoso: Resbaladizo. Arriesgado. Altiva: Orgullo. Cerviz: Parte posterior del cuello. Anales: Obra que relata los acontecimientos año por año. Historia crónica.

k) Comentario Personal sobre la obra Esta obra literaria me pareció excelente, porque a pesar de la esclavitud que en esta se representa, nos transmite que si algo no nos gusta podemos optar por poner en práctica la libertad de expresión y decir que ese algo o alguien no nos agrada, también que con sacrificio y constancia lo que queramos se puede lograr.

l) Conclusión Como pudimos apreciar esta es una novela histórica que sucedió en España y en santo Domingo. Esta es una historia de un indio que va a ser el que va a liberar a su pueblo durante la conquista española.

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