El método educativo Niño-a-Niño incluyendo actividades sobre niños discapacitados
Información y ejemplos escogidos de 3 libros escrito por David Werner:
Aprendiendo a Promover la Salud
El Niño Campesino Deshabilitado
Estos libros están accesibles por completo, gratis, en el sitio web: www.healthwrights.org
Nada Sobre Nosotros Sin Nosotros
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Parte Seis
NIÑO-A-NIÑO: INCLUYENDO A LOS NIÑOS DISCAPACITADOS
Bianca, la hija de Inez, ayuda a Jesús, quien es ciego, a pintar el “sube-y-baja” en el Parquecito para Todos los Niños de PROJIMO.
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INTRODUCCION A LA PARTE SEIS
Enseñando a los Niños a Responder con Creatividad a las Necesidades y Derechos del Niño Discapacitado La Parte Seis del libro se enfoca en las actividades Niño-a-niño, en las que los niños discapacitados y no discapacitados conviven y aprenden unos de otros por medio de juegos, trabajo, aventuras y búsqueda de soluciones creativas.
Sobre Niño-a-niño y el Aprendizaje Basado en el Descubrimiento Niño-a-niño es un innovador método educativo en el cual los niños de edad escolar aprenden maneras de proteger la salud y el bienestar de otros niños, especialmente de quienes son más pequeños o tienen necesidades especiales. Niño-a-niño empezó durante el Año Internacional del Niño, en 1979. Ahora se usa en más de 60 países subdesarrollados, así como en Europa, los EE.UU. y Canadá. Muchas de las primeras actividades Niño-a-niño fueron desarrolladas en el Proyecto Piaxtla en México, el programa de salud dirigido por promotores campesinos del cual nació PROJIMO. Una de las personas claves de este método innovador fue Martín Reyes Mercado, un promotor de salud que trabajó en Piaxtla y luego en PROJIMO, durante casi 20 años. Ahora Martín trabaja con CISAS en Nicaragua, como facilitador de Niño-a-niño en toda Latinoamérica.
NIÑO-A-NIÑO PARA LOS NIÑOS DISCAPACITADOS
Martín Reyes platica con Osvaldo, quien estaba muy deprimido después de su accidente.
Con un niño que es diferente, otros niños pueden ser muy amables o muy crueles. A veces sólo se requiere un poco de concientización para que un grupo cambie de la crueldad a la amabilidad. Una de las metas de Niño-a-niño es ayudar a los niños no discapacitados a entender a los niños discapacitados, a ser sus amigos, a ayudarles a superar las dificultades y a ser más autosuficientes. Para que un grupo de niños experimenten lo que es tener una discapacidad, a algunos de ellos se les puede dar una discapacidad temporal. Para simular una pierna paralizada, se le amarra una tabla a uno de los corredores más rápidos del grupo para que tenga la pierna tiesa. Luego, juegan una carrera y el niño “discapacitado” llega en último lugar. El facilitador le pregunta al niño discapacitado temporalmente qué se siente ser dejado atrás. Finalmente, todos los niños proponen ideas de juegos en los cuales el niño con la pierna “tiesa” puede jugar sin experimentar ninguna discapacidad: por ejemplo a las canicas o las damas. Se pueden inventar actividades para ayudar a los niños a apreciar las habilidades del niño discapacitado, en vez de sólo notar su “impedimento”. Para esto, las comedias o sociodramas pueden ser útiles. Aquí está un ejemplo. Varios sociodramas, juegos y actividades para sensibilizar a los niños sobre los sentimientos y habilidades de los niños con distintas discapacidades se pueden encontrar en el capítulo de Niño-a-niño en el libro, El Niño Campesino Deshabilitado (vea la página 343).
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La necesidad de incluir a los niños discapacitados en actividades relacionadas con la discapacidad. Muchos ejemplos de actividades Niño-a-niño se han tratado en dos de los libros anteriores del autor: Aprendiendo a Promover la Salud y El Niño Campesino Deshabilitado. (Vea referencias más completas de estos libros en las páginas 339 y 343.) Algunas actividades se enfocan en qué pueden hacer los niños para evitar accidentes.
• Asegúrese de que sus hermanos pequeños no se acerquen a la lumbre.
CERILLOS
• Guardar los cerillos donde los niños más chicos no los puedan agarrar. (Hasta podrían hacer una canastilla o una repisa para poner los cerillos en un lugar alto.)
Los libros también sugieren cosas divertidas que los niños de la escuela pueden hacer para probar la visión y la audición de los niños que empiezan la escuela, además de lo que pueden hacer para que los niños discapacitados puedan participar y aprender mejor. Desafortunadamente, en muchos países, las actividades Niño-a-niño relacionadas con discapacidad con frecuencia son realizadas sin incluir a los niños discapacitados en los papeles centrales o de liderazgo. A menudo, las actividades son sobre niños discapacitados y no con ellos. En los eventos Niño-a-niño dirigidos por PROJIMO, los niños discapacitados casi siempre juegan el papel principal. Lo hacen con el propósito de incluir a los niños de edad escolar—discapacitados y no discapacitados— como ayudantes, voluntarios y como “agentes de cambio” entre sus compañeros. Bien realizado, Niño-a-niño utiliza métodos de enseñanza basados en el aprendizaje a través de la práctica, no autoritarios. Motiva a los niños a hacer sus propias observaciones, a sacar sus propias conclusiones y a tomar las medidas apropiadas. Este método de buscar soluciones enfatiza la cooperación en vez de la competencia.
PROJIMO trata de que a los niños discapacitados en vayan las escuelas regulares. Utiliza las actividades Niño-a-niño para que tanto los alumnos como los maestros aprecien y desarrollen las habilidades de los niños discapacitados. Diseña actividades sobre las necesidades, barreras y posibilidades de cada niño discapacitado dentro de la escuela y de la comunidad. Los activistas discapacitados—algunos de los cuales son niños discapacitados que están en la escuela— con frecuencia toman el liderazgo en el proceso.
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PARTE 6
Motivando a los Niños Discapacitados y No Discapacitados a Jugar y a Aprender Juntos. Dos lugares donde PROJIMO promueve la interacción entre niños discapacitados y no discapacitados son el Parque para Todos los Niños y el El taller de Juguetes para Niños.
PARQUES ¡Un buen parque—pero SIN NIÑOS! La idea de hacer un parque de rehabilitación bajo costo vino de un campo de refugiados de Tailandia. El parque tenía una variedad de equipos hechos con bambú … pero cuando el autor visitó el parque, había un gran problema: ¡NO HABIA NIÑOS! El parque tenía un cerco alto y una puerta con llave. La razón, según el encargado, era que los niños no discapacitados iban a jugar y constantemente quebraban los juegos. Así que los niños locales no podían usarlo. Sin embargo, con frecuencia, ¡Tampoco los niños discapacitados iban a jugar!
El parque de rehabilitación de Tailandia: muy bonito, pero sin niños.
Un Parque para TODOS los Niños. Para evitar un problema parecido, PROJIMO, en México, invitó a los niños del pueblo para que ayudaran a construir y dar mantenimiento al parque de juegos, con el acuerdo de que ellos también podrían jugar allí. Los niños ayudaron con gusto y el parque ha permitido una activa integración de los niños discapacitados y no discapacitados.
Con palos que cortaron del monte, niños del pueblo hacen una rampa como parte del equipo para el parquecito.
Un niño con parálisis cerebral juega en la rampa, motivado por otros niños. La rampa le estira los tendones tiesos de los tobillos. Esta “terapia” le va ayudar a caminar mejor—no de puntillas—como se ve aquí.
Los niños discapacitados juegan en columpios hechos por los niños del pueblo. (Vea las páginas 32 y 57.)
Este columpio extra-ancho permite que dos niños se paseen juntos, uno ayudando al otro.
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Haciendo que la terapia sea divertida y funcional. Cuando un equipo del parque parece proveer ejercicios útiles, al niño se le motiva a que juegue en ellos. Debido a que está hecho con materiales baratos locales, la familia puede hacerlo en casa.
Un sube-y-baja en la horqueta de un árbol de mango tiene la cabeza de un burro en una punta. En la otra punta tiene un asiento, con un espacio detrás para que otro niño no discapacitado se siente y cuide al niño discapacitado.
Esta “tanque para terapia” también es una mini-alberca. Los niños del pueblo pueden aprender a nadar, jugar en el agua y ayudar con la terapia de los niños discapacitados.
Las barras paralelas sirven para que los niños discapacitados se enseñen a caminar y que los niños no discapacitados pueden usarlas para hacer gimnasia.
Éste niño ayuda a su hermanito con retraso del desarrollo a mejorar su equilibrio mientras está sentado.
A veces se invierten los papeles. Aquí, Jorge, un niño discapacitado (pero muy capaz) pasea a una niña no discapacitada.
Las buenas ideas “vuelan”. La idea de un Parque para Todos los Niños se ha extendido a otros pueblos. Aquí, los niños discapacitados y no discapacitados de Ajoya, donde PROJIMO está localizado, ayudan a niños de otro pueblo a construir su propio parquecito.
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De Beneficiados a Facilitadores:
CAPITULO
Ramona, Jesús y Niño-a-niño
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Fijándose en las Cualidades, No en los Defectos El juego en el que los niños no discapacitados experimentan una discapacidad temporal e imaginaria (como amarrarse una tabla a la pierna) tenía el defecto de que sólo permitía enseñar sobre las dificultades y frustraciones de ser discapacitado, sin apreciar las maneras en que las personas discapacitadas desarrollan nuevos dones y habilidades para salir adelante. Por eso, el juego puede inspirar más lástima que aprecio. Es bueno incluir a niños discapacitados en los juegos para motivar a niños no discapacitados a notar las habilidades en vez de los defectos. La importancia de esto se comprobó durante un programa de enseñanza de Niño-a-niño llevado a cabo en Nicaragua en 1990.
RAMONA, una jovencita tímida, era una de las participantes discapacitadas. Tenía una pierna paralizada por polio y
caminaba con la otra pierna usando muletas. Cuando llegó el momento de hacer un “juego de simulacro” donde los niños no discapacitados experimentaban una discapacidad, les pidieron a unos niños que se amarraran una pierna de la cintura y se pararan con una pierna. A otros niños les pidieron que buscaran un bastón o que improvisaran una muletas para que sus amigos “discapacitados” pudieran caminar. Cuando se alistaban para jugar una carrera, Ramona preguntó con timidez que si ella también podía correr.Ramona, por supuesto, les ganó con mucha ventaja. Los otros niños en vez de sentir lástima por ella, se quedaron asombrados de su velocidad y agilidad.
El juego no sólo fue educativo para los niños, sino que fue una experiencia liberadora y un cambio para Ramona. Durante las actividades que siguieron, todos la trataban con respeto. Ramona, venciendo su timidez, participó con entusiasmo. Ramona ha progresado mucho desde entonces. Como promotora de salud de CISAS,* se hizo una de las líderes de su pueblo y una gran defensora de los derechos de las mujeres y de los niños. Viajó hasta México para participar en un encuentro sobre los derechos de las personas discapacitadas que hubo en PROJIMO. (Mientras estuvo allá, el equipo de PROJIMO le corrigió la contractura de la rodilla con yesos; luego le hicieron un aparato para la pierna.) En Nicaragua, Ramona fundó y dirige una organización de personas discapacitadas. Además, se ha convertido en una sobresaliente facilitadora de las actividades Niño-a-niño, con las que ayuda a los jóvenes de su pueblo a que aprecien los dones de los niños discapacitados, no sus defectos.
Dedos que “leen”. En el mismo curso de enseñanza de
Niño-a-niño en Nicaragua donde Ramona ganó la carrera, participaron otros niños discapacitados. Una niña ciega mostró a los niños cómo podía leer Braille (puntitos resaltados en el papel) con los dedos (vea la página 5). Los niños quedaron sorprendidos de su habilidad, especialmente cuando les dijo cómo lo hacía y luego les pidió que lo trataran ellos mismos. Lejos de sentir lástima, los niños admiraban la destreza de la niña ciega. * CISAS es un Centro de Información y Servicios de Asesoría en Salud en Nicaragua que ha estado promoviendo Niño-a-niño y ha luchado por los derechos de las personas. Vea la página 341.
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CAPITULO 45
Compañeros de Clase Ayudan a un Niño Discapacitado a Seguir en la Escuela En enero de 1995, PROJIMO organizó un curso de 4días sobre el manejo de pequeños programas comunitarios. (La falta de habilidades para manejar los programas son un gran problema.) Vinieron participantes de 13 programas de México y Centroamérica. Ramona, de quien se habló anteriormente, vino de Nicaragua. El equipo de PROJIMO estaba encantado de verla otra vez.
JESÚS, uno de los niños discapacitados que vivía temporalmente en PROJIMO, se acercó con su silla al grupo de
participantes, interrumpiendo el curso que se estaba llevando a cabo bajo la sombra de un laurel. Preguntó por Conchita, una de las coordinadoras de PROJIMO, quien estaba participando en el curso. El niño se veía molesto. “¡Éste es el último día que voy a la escuela!” dijo. “¿Por qué?” preguntó Conchita, moviendo su silla para acercarse a él. “¡Es que la maestra no me quiere!,” dijo Jesús. “Cuando le pregunto qué es lo que está escrito en el pizarrón, me castiga porque dice que distraigo a los niños” “¿Tu maestra no sabe que no puedes ver?” preguntó una de las participantes del curso, quien era ciega. “Ya le dije, pero es como si no me oyera. Tal vez no me cree.” dijo Jesús. “¡Me trata como si fuera culpa mía de que no pueda ver!” Jesús, quien tiene varias discapacidades, ha tenido una vida difícil. Nació con espina bífida, un defecto de la espina dorsal que causa pérdida de la fuerza y de la sensibilidad de la parte baja del cuerpo (vea la página 131). A la edad de 3 años y con mucha ayuda de sus padres, Jesús aprendió a caminar aunque con dificultad. Luego, cuando cumplió seis años, se enfermó de meningitis. Esto lo dejó casi ciego y con una rigidez de los músculos (espasticidad) que disminuyó el control de sus movimientos. La rigidez disminuyó poco a poco y el niño aprendió a caminar otra vez con muletas arrastrando los pies. Pero debido a la falta de sensibilidad en los pies, se le formó una llaga de presión en el pie derecho. La llaga le ocasionó una crónica infección del hueso y a la edad de 7 años, le amputaron la pierna derecha. Jesús volvió a gatear y poco a poco se le desarrollaron contracturas en las caderas y en la rodilla izquierda. Por estar sentado tanto tiempo (tampoco sentía en las nalgas), se le formaron unas profundas llagas que llegaban hasta el hueso. La falta del control de la vejiga y del intestino (debido a la espina bífida) evitaban que las llagas se mantuvieran limpias, y empeoraban año tras año. (En el Capítulo 16 se describe un aparato para ayudar a que sanara la llaga del pie de Jesús.) Cuando Jesús tenía 13 de edad, su mamá lo llevó de Mazatlán a PROJIMO, en el pueblo de Ajoya. Cuando examinó a Jesús, el equipo le dijo que con una pierna artificial—que ellos mismos podrían hacer—a lo mejor podría volver a caminar, pero antes debían corregirle las contracturas de las caderas y la rodilla. Le explicaron que iba a tardar semanas o meses para corregirle lentamente las contracturas mientras estaba acostado en una camilla. De cualquier modo, necesitaba acostarse boca abajo para que las llagas le pudieran cicatrizar. Jesús tenía tantas ganas de caminar, que estuvo de acuerdo (y su mamá también). Así que se quedó en PROJIMO por un tiempo. Mientras estaba en Ajoya, Jesús tuvo su primera oportunidad de ir a la escuela. La emoción que le causaba asistir a clases venció su temor de estar lejos de casa. Su mamá y su hermana ya le habían enseñado el abecedario. Podía leer las letras y los números si se los escribían muy grandes y viéndolos de cerca. Jesús estaba contento de poder aprender más. Al principio estuvo asistiendo a la escuela en la camilla.
297 Jesús es listo y tiene una mente curiosa. A pesar de que ve poco, aprendió tan rápido que apenas en unas semanas lo pasaron a segundo grado. Desafortunadamente, la profesora sabía poco de sus necesidades especiales. Miraba al niño más como una molestia que como un desafío. Como Jesús no podía leer ni el pizarrón ni los libros, y debido a que la profesora lo regañaba cada vez que pedía ayuda, el niño se había desanimado. “No tiene caso,” se quejaba. “Me voy a salir de la escuela. Quiero regresar a mi casa.” Cuando Jesús dijo que iba a salirse de la escuela, los participantes del curso buscaron ideas que pudieran ayudar al niño a que tuviera valor y deseo para seguir estudiando. Tres de los participantes eran de un programa para personas invidentes y una de ellas era ciega. Tenían ideas para ayudar a que Jesús aprendiera con más facilidad y se ofrecieron para hablar con la maestra. Ramona, la joven de Nicaragua opinó, “¿Por qué no probamos con el método de Niño-a-niño? Podría ayudar tanto a los niños como a la maestra a entender mejor el problema y a buscar maneras de ayudarle para que aprenda.” Los participantes sabían poco sobre Niño-a-niño, pero querían aprender más. Quienes trabajaban con personas invidentes querían participar en la clase de Jesús. Hablaron con el director de la escuela y la profesora de segundo grado para hacer la actividad al día siguiente.
Actividad Niño-a-niño. Ramona dirigió la actividad Niño-a-niño. Con su amabilidad se ganó la atención de los niños. Primero explicó un poco sobre Niño-a-niño y presentó a los visitantes. Luego dijo a los niños que quería explorar con ellos cómo sería ser ciego, o casi ciego como Jesús. Cuando dijo esto, todos los niños voltearon a ver a Jesús, quien estaba sentado en la silla de ruedas en una orilla del salón de clases. Sintiendo la atención, se sentó con importancia y les sonrió.
El “maestro” escribe unas letras grandes en el pizarrón.
Ramona solicitó voluntarios para tomar parte en el juego. Dos niños jugaron el papel de niños ciegos. Otros dos se turnaron para hacer el papel de niños con visión limitada como Jesús, y otros dos serían los maestros. Los dos niños “ciegos” tenían los ojos tapados con un pañuelo y no podían ver. Trataron de andar por el salón y de seguir las instrucciones del “maestro.” Los niños chocaban contra los mesabancos y se confundían. Decían que era como caminar por un cuarto oscuro de noche. Los otros niños les ayudaban dándoles pistas o guiándolos. También les hicieron una broma a los niños “ciegos”. El “maestro” pidió al niño que buscara a su compañera Eliza y la llevara al frente del salón. Buscando el camino, el niño se dirigió al asiento de Eliza, pero cuando se acercaba, Eliza cambió rápidamente de asiento con su compañera de al lado. El niño se llevó a la otra niña de la mano al frente y se la entregó al maestro. “Aquí está,” dijo orgullosamente. “¿Estás seguro que es Eliza?” preguntó el niño que la hacía de maestro. “¡Sí!” dijo el niño. “Quítate el pañuelo y mira,” dijo el “maestro.”
Dos niños de la clase con los ojos tapados para ver qué se siente estar ciego.
El niño se quitó el pañuelo y miró confundido a quien pensaba que era Eliza. “¡Me engañaron!” gritó. Toda la clase soltó la risa.
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CAPITULO 45
En el siguiente juego, un alumno experimentó ceguera parcial: le taparon la cara con una camiseta. (Ramona probó distintas telas hasta encontrar uno que limitara la visión casi igual a la visión de Jesús.) El “maestro” pidió al alumno que leyera un libro. Podía leer las letras grandes y sólo poniéndolo muy cerca de la cara. Luego el “maestro” escribió una palabra en el pizarrón y le dijo, “Léela.” Para leerla, el niño tuvo que acercarse mucho al pizarrón. Al escribir las letras más grandes y gruesas, el niño con la “visión limitada” pudo leer desde una distancia más retirada, pero todavía tenía que acercarse al pizarrón.
La camisa delgada puesta en la cabeza de la niña le permite experimentar lo que se siente estar casi ciega.
Cuando terminaron el juego, otro “maestro” pidió a Jesús que leyera lo que escribieron en el pizarrón. Jesús se acercó. Para leer las palabras tenía que agarrarse de las coderas de la silla de ruedas y levantarse hasta que su cara quedaba casi pegada al pizarrón. Luego de que los niños vieron la dificultad que Jesús tenía para leer, tanto del pizarrón como de los libros, Ramona preguntó, “¿Tienen ideas de cómo podrían ayudar a Jesús a que entienda las lecciones y aproveche la escuela a pesar de su discapacidad?”
Los niños tuvieron sugerencias creativas: • Asegurarse de que Jesús se sentara enfrente de la clase, cerca del pizarrón. • Hacer letras y dibujos grandes en el pizarrón. • Sentar a un niño junto a Jesús para que le diga al oído lo que hay escrito en el pizarrón. • La maestra o uno de nosotros debe leer en voz alta lo que hay escrito en el pizarrón. • Uno de nosotros puede apuntar en la libreta de Jesús lo que hay escrito en el pizarrón. • Debemos escribir con letras grandes, negras y claras en su libreta. • Tal vez Jesús puede usar una libreta más grande y un marcador negro, para que él mismo lea lo que escribe. • Tal vez Jesús puede usar una lupa (vidrio con aumento) • Nosotros podemos turnarnos después de la escuela para ayudar a Jesús con la tarea y para leerle los libros. • Algunos de nosotros podríamos llevarlo y traerlo a la escuela. (Aunque Jesús ya sabía el camino y no tenía ningún problema, hay un cuesta muy empinada en el camino a la escuela y a Jesús le gusta la ayuda y la amistad de sus compañeros.)
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Con un poco de ayuda, los niños tuvieron más ideas: • ¿Qué tal una grabadora? Podemos grabar las lecciones del libro; así, él podría estudiar cuando quiera. • Cuando hacemos las pruebas, Jesús podría decir las respuestas al oído de la maestra. (Es decir, hacer pruebas orales.)
Después de la discusión, Ramona preguntó a la visitante invidente si tenía otras ideas. Ella sugirió algún método que ayudara a Jesús a escribir con más facilidad (y que la maestra pudiera leer). Podían darle a Jesús hojas de papel con lineas más oscuras. Una persona casi ciega no ve las rayas delgaditas que tienen las hojas de los cuadernos. Si no podían conseguir hojas con lineas gruesas, oscuras y muy separadas, sugirió que los niños hicieran este tipo de hojas con una regla y con un marcador negro.
tabla con hilos estirados que pasan por hoyitos
Otra buena idea. De esta manera, Jesús puede sentir las líneas de la hoja.
Luego, la muchacha ciega sugirió algo que le encantó a los niños. Les dijo que con un poco de ayuda, Jesús podría aprender a leer con los dedos. Sacó de su bolsa unas hojas grandes escritas en Braille y mostró a los niños cómo podía leer con las yemas de los dedos (vea la página 5). Dejó que todos los niños sintieran los puntos resaltados sobre el papel. Luego dejó que Jesús los sintiera guiándole los dedos con su mano. Le dio a Jesús una hoja con el alfabeto Braille. Junto a cada letra en Braille ella escribió una letra negra grande, para que Jesús empezara a aprender Braille. Los niños estaban encantados y Jesús temblaba de la emoción. La visitante les explicó que el alfabeto Braille fue inventado hace muchos años por un niño ciego de Francia. A juzgar por la respuesta de los niños, la actividad Niño-a-niño fue un gran éxito. Jesús decidió seguir en la escuela. La maestra pidió a Jesús que se sentara junto a un niño travieso que había dado varias sugerencias de cómo ayudar a Jesús con su enseñanza. Algunos de los niños acompañaban a Jesús cuando iba y venía a la escuela. Otros le ayudaban con la tarea, y ahora Jesús tenía una lupa y una grabadora. Una niña en PROJIMO, quien también tenía espina bífida y una pierna amputada, se ofreció para ayudarle a grabar las lecciones del libro. Es evidente que no se solucionaron todos los problemas. Al principio, los niños hacían la tarea de Jesús en vez de ayudarle a que él la hiciera solo. Sin embargo, el proceso de Niño-a-niño en sí, ha sido una buena experiencia para todos. Tanto Jesús como sus compañeros aprendieron algo más que las lecciones. Han descubierto la alegría que surge al encontrar nuevas formas de entendimiento, al buscar soluciones creativas y el ayudarse unos a otros. Jesús terminó el año escolar en Ajoya, donde se hizo más independiente y ganó mayor confianza en sí mismo. Su mamá, que antes no quería mandarlo a la escuela, se convenció de que el niño debía seguir estudiando. Jesús empezaba a leer Braille y quería aprender más. Durante las vacaciones de verano, el equipo de PROJIMO arregló para que Jesús estudiara Braille en Mazatlán con la ayuda de un joven con distrofia muscular llamado S ÓSIMO . Desde niño, Sósimo había estado involucrado con Los Pargos, un programa dirigido por familias de niños discapacitados (vea el Capítulo 48). Aunque su salud era muy delicada, Sósimo todavía era un líder activo del programa. Estudió Braille para enseñar a los niños ciegos. Jesús no pudo haber tenido mejor maestro—ni un mejor ejemplo a seguir. Sósimo (en la silla de ruedas del centro) con un grupo de niños de Los Pargos.
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CAPITULO 45
Jesús se Convierte en Facilitador de Niño-a-niño A pesar de sus dificultades al principio, después de la experiencia de Niño-a-niño a Jesús le gustó tanto la escuela, que decidió regresar a Ajoya para asistir al siguiente año escolar. Ahora Jesús ayuda a facilitar las actividades Niño-a-niño en otros pueblos. Su primera experiencia fue con una familia de un pueblo llamado El Limón, a 50 kilómetros de Ajoya. La familia llevó a PROJIMO dos niños, CHIRO y RICARDO, quienes tenían distrofia muscular (vea la página 317). Los hermanos, de 9 y 11 años de edad, caminaban con dificultad y eran muy tímidos. Dos años atrás, sus padres trataron de mandarlos a la escuela, pero los niños dejaron de asistir porque los otros niños se burlaban de ellos. El equipo de PROJIMO pensó que tal vez sería útil llevar actividades Niño-a-niño a los niños de la escuela de El Limón. Invitaron a Jesús para que fuera con ellos. Él aceptó gustoso. Al llegar a El Limón, Jesús y el equipo de PROJIMO fueron a casa de los dos hermanos, quienes los acompañaron a la escuela con muy pocas ganas. La escuela primaria tenía sólo 3 salones. Los maestros estaban intrigados con la llegada de personas discapacitadas que con gusto interrumpieron sus clases. Ricardo y Chiro veían todo desde cierta distancia. Quedaron sorprendidos cuando Jesús jugó carreras en su silla de ruedas con algunos de los niños más fuertes de la clase. Hábil para usar la silla de ruedas, Jesús dejó a sus competidores muy atrás. Emocionados, los hermanos se acercaron. Sabiendo que ahora lo admiraban por haber ganado la carrera, Jesús se puso a hacer ‘güilis’ (la silla inclinada sobre las ruedas traseras) y a girar en círculos sobre las dos ruedas, como si estuviera bailando. Los niños no discapacitados trataron de imitar a Jesús, pero se llevaron sus buenos sustos. Todos aplaudieron a Jesús, quien estaba contento de llamar la atención. Venciendo el temor, los niños, Ricardo y Chiro, se acercaron para ver más de cerca lo que estaba pasando. Después de las actividades, el equipo de PROJIMO habló con los alumnos y los maestros sobre la importancia de tratar a los niños discapacitados como iguales y de ayudarles a que desarrollen sus habilidades en vez de burlarse de sus defectos. Los niños se mostraban dispuestos a brindar su amistad y asistir a los nuevos compañeros. Los hermanos, después de observar la admiración de los niños por Jesús en su silla de ruedas, vencieron el temor y decidieron regresar a la escuela. Todos se beneficiaron con esta experiencia—especialmente Jesús. No sólo se ganó la admiración de los niños, sino que descubrió la alegría de ayudar a otros niños con necesidades especiales a tener esperanza y a ganar confianza en sí mismos.
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Compañeros de Juego como Terapeutas: Ayudando a Fernando
CAPITULO
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a Aprender Nuevas Habilidades En el Capítulo 45, vimos cómo las actividades Niño-a-niño ayudaron a los compañeros de clase y a la maestra de Jesús a entender mejor sus necesidades y posibilidades. Aquí veremos cómo los compañeros de juego de otro niño discapacitado le ayudaron a que aprendiera nuevas habilidades y actividades que los adultos no fueron capaces de enseñarle.
F ERNANDO confía poco de los adultos. Él tiene sus razones, pues desde que nació ha sido maltratado de varios modos por adultos que querían ayudarle. La mamá de Fernando creció en un pueblo chico, pero cuando era adolescente se fue a estudiar a la ciudad. Allá se puso de novia con un muchacho joven, con quien se casó poco después. Meses después tuvieron un niño a quien llamaron Fernando. Era un niño encantador. Al principio, las señales de su parálisis cerebral no eran tan evidentes. Después de tres años difíciles, el matrimonio se deshizo. Ambos padres pelearon para quedarse con el niño. Una noche, el papá de Fernando llegó al pueblo muy borracho y se llevó al niño a la fuerza, amenazando a la madre con una pistola. A medida que el niño iba creciendo, la espasticidad y otras señas de parálisis cerebral empezaron a notarse más. A los 4 años de edad empezó a andar con las rodillas pegando una con otra y con marcada espasticidad. Nunca ha podido hablar. No dispuesto a aceptar que su hijo era discapacitado, el papá lo llevó con varios doctores tratando de que lo curaran. Algunos doctores le dijeron que la enfermedad del niño era incurable, que no se podía hacer nada. Otros le hicieron pruebas costosas y le recetaron medicinas muy caras. Negándose a criar un hijo a quien consideraba como un “minusválido”, su papá lo llevó de nuevo con su mamá. Para entonces, la mamá del niño ya tenía un nuevo novio quien, como su papá, no quería un “inválido.” Al final—como siempre pasa—la abuela de Fernando se quedó con el niño. Ella quería mucho al niño y deseaba lo mejor para él. Pero su marido había muerto (de tuberculosis y alcoholismo), y se le dificultaba mantener la tiendita de donde sacaba su sustento. La abuela de Fernando vive en Ajoya, donde PROJIMO está localizado. El equipo de PROJIMO platicó con ella y cuando Fernando cumplió 5 años, la animaron para que lo pusiera en el kinder. Año tras año iba a la escuela, pero nunca pasaba del primer grado. El niño se veía listo y parecía inteligente, pero tenía problemas de aprendizaje para hablar y leer. Después de repetir el primer grado 5 veces, aún no podía escribir su nombre. El equipo de PROJIMO pensó que sería más útil para Fernando aprender algunas habilidades prácticas en vez de tratar de que aprendiera a leer y escribir. Hicieron esfuerzos para incluir al niño en actividades que hacían en el Parque de Juegos para Todos los Niños, y en el Taller de Juguetes para Niños de PROJIMO, pero aún a los 11 años de edad, el niño era tímido, especialmente cuando había adultos. Cuando un fisioterapeuta estaba de visita en PROJIMO, la abuela de Fernando lo llevó para que le hicieran otra evaluación. Asustado, el niño se agarró del vestido de su abuela y permaneció con la cabeza agachada. Tratando de ganarse su confianza, Mari le preguntó que si quería jugar en los columpios o en el carrusel. Fernando movió la cabeza “¡NO!” y soltó el llanto. Aún temía a los adultos.
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CAPITULO 49
Compañeros de Juego como Ayudantes de Terapia El equipo de PROJIMO pensó que Fernando podía mejorar el equilibrio y su modo de andar con algunos ejercicios, pero a pesar de los mejores esfuerzos, él se negaba a cooperar. Un día que Mari ayudaba a facilitar actividades Niño-a-niño con niños de la escuela local, tuvo una idea. “Fernando sigue temiendo a los adultos,” comentó, “aun cuando hacemos el esfuerzo para ganarnos su amistad. Sin embargo, muy seguido veo que juega afuera de su casa con otros niños a quienes no les tiene miedo. ¿Por qué no invitamos a sus amiguitos a PROJIMO y les decimos que traigan a Fernando? Podemos enseñarles algunos juegos que ayuden a Fernando a mejorar su equilibrio y su modo de andar. Tal vez puedan convencerlo de que vaya al taller de juguetes, donde podría aprender a hacer y a pintar juguetes. Así Fernando puede empezar a desarrollar algunas habilidades útiles.” Todos pensaron que era una buena idea. Conchita platicó con los amiguitos de Fernando. A los compañeros de juego de Fernando les gustó la idea y querían ayudar.
El Juego de Caminar Sobre la Tabla Al día siguiente, dos niños, Manuel y Chito, llegaron a PROJIMO, seguidos—un poco nervioso—por Fernando, quien caminaba con dificultad de un lado a otro mientras trataba de seguir a sus amigos. Mari sugirió un juego para ayudar a Fernando a mejorar el equilibrio y el control de los pies. Dirigiéndolos desde la silla de ruedas pidió a los niños que trajeran unas tablas del taller y las pusieran sobre ladrillos para formar “puentes” angostos.
Fernando siguió el ejemplo de sus amigos y ayudó a traer ladrillos y a ponerlos en el suelo para luego poner las tablas. Esto no era fácil para él, pero de alguna manera se las arregló para agacharse, recoger los ladrillos con las manos espásticas, caminar con mucha dificultad y ponerlos abajo de un árbol. Así, la terapia a base de juegos no sólo le ayudó a mejorar el control del cuerpo, sino también a participar con sus amiguitos en preparar los equipos.
Cuando el “puente” quedó listo, Mari pidió a los niños que “siguieran al líder,” caminando de una punta a la otra en las tablas. Las tablas eran de 30 cm. de anchas y quedaban como a 20 cm. del suelo. Los niños no discapacitados caminaron por la tabla y Fernando los siguió sin temor. Caminaba de puntillas, con inseguridad y parecía que iba a caerse, pero para sorpresa de todos, mantuvo el equilibrio, sonriendo de alegría mientras seguía a sus amigos de un lado a otro. Cuando el juego terminó, todos aplaudieron.
321 Mari sabía que era bueno que Fernando empezara con una actividad sencilla y fácil de hacer. La actividad le dio confianza, pero era demasiado fácil. Él necesitaba algo más complicado; así que Mari pidió a los niños que acomodaran 3 barrotes largos de 7 cm. de ancho, en forma triangular.
Mari pidió a los niños que caminaran tantas veces como fuera posible sobre los barrotes sin caerse. Fernando, a pesar de tambalearse para atrás y para adelante y de aletear los brazos para mantener el equilibrio, lo hizo muy bien. Al principio, él—y a veces los otros niños— perdían el equilibrio, pero pronto mejoró hasta que ya casi no se caía de los barrotes.
Mari soltó la risa. “¡Yo que pensé que Fernando necesitaba mejorar el equilibrio!” dijo. “Tiene muy buen equilibrio—¡mejor que el que yo tenía antes de mi accidente!” Se dio cuenta de que él necesitaba—y que había desarrollado—un buen equilibrio para poder caminar y correr con las piernas que movía con tanta dificultad.
Aunque estas actividades fueron importantes para el equilibrio y la postura de sus pies, también lo fueron para que Fernando tuviera mayor confianza en un grupo mixto de niños y adultos. Ahora parecía un niño distinto del que había llegado días antes escondiéndose entre el vestido de su abuela. Los juegos improvisados y la convivencia con otros niños tuvieron tanto valor terapeútico, físico y social, como las actividades especialmente diseñadas para él.
Uno de sus amigos carga a Fernando después de caminar juntos por los “puentes”.
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Introducción al Taller de Juguetes Después de jugar en los “puentes,” los tres niños querían hacer algo diferente. Mari los llevó al taller de juguetes. Este pequeño taller se hizo con el propósito de que niños discapacitados y no discapacitados convivieran mientras hacían juguetes y rompecabezas de estimulación temprana, especiales para niños con retraso del desarrollo. (Vea las páginas 290-291.) ROMPECABEZAS DE MADERA HECHOS EN PROJIMO
Para que los tres niños se interesaran en hacer juguetes, Mari le pidió ayuda a Manuella, una joven del pueblo que trabaja en el taller de juguetes. Manuella cortó figuras de animales y personas para los 3 niños, para que las lijaran y pintaran. Los niños le pidieron que cortara dibujos de ellos mismos. David (el autor del libro) dibujó a los niños. Cada uno se puso en la posición que quería para su dibujo. Luego, los niños observaron emocionados cómo Manuella cortó las figuras con el serrucho eléctrico. Las figuras resultantes fueron: Chito con una postura de Karateca, Manuel mostrando su fuerza, y Fernando bailando.
Los niños lijaron cuidadosamente las figuras de madera. Por la espasticidad de las manos, a Fernando se le dificultaba agarrar la figura para lijarla, pero los otros niños le mostraron cómo hacerlo. Fernando trató de hacerlo lo mejor posible.
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Después de lijar las figuras de madera, los niños las pintaron. Al principio, Fernando tuvo problemas para agarrar y controlar la brocha, pero Manuella le ayudó guiándole la mano. Finalmente, los niños terminaron de pintar las figuras de ellos mismos y las mostraron contentos.
Aunque Manuel y Chito se divirtieron con las distintas actividades, también tomaron con seriedad su trabajo de ayudar Fernando a aprender nuevas habilidades, sintiéndose orgullosos cuando vieron que el niño se las arreglaba para hacer nuevas cosas.
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Más juguetes. Los niños querían hacer más juguetes. Le preguntaron a Fernando que si quería hacer algún animal y empezaron a decir varios nombres: ¿Un pollo? ¿Un perro? ¿Una vaca? ¿Un gato? ¿Un mapache? Fernando movía la cabeza diciendo “¡No!” a cada sugerencia. Luego los niños dijeron “¿Un caballo?” Fernando inclinó la cabeza. Chito y Manuel dijeron que ellos también querían caballos. Emocionado, Fernando aún tenía otra idea, pero tenía problemas para decir lo que quería. Todos le preguntaban sobre otros animales o figuras, pero seguía moviendo la cabeza para decir que no. Finalmente, Fernando hizo unas señas lo mejor que pudo con las manos espásticas. Era algo como esto. “¡Quiere un jinete que monte al caballo!” gritó Manuel.
“¡Entonces te voy a hacer un jinete y un caballo!” dijo Manuella. Hizo un diseño sencillo. El jinete estaba hecho con 3 piezas de madera: el cuerpo y las dos piernas. Las piernas estaban pegadas a las caderas con unos clavitos, de modo que el jinete quedara sentado sobre el caballo.
Y claro, los otros niños también quisieron un jinete y un caballo. De nuevo, los lijaron y los pintaron con entusiasmo. Esta vez, uno de los niños sostenía la pieza mientras que Fernando la pintaba cuidadosamente. Ahora parecía tener mejor control de las manos, lo cual logró, en parte, por tener más confianza en sí mismo.
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Ayudando a Fernando a Caminar con los Pies Derechos Al día siguiente, los tres niños llegaron a PROJIMO muy temprano. Esta vez nadie necesitaba pedirle a Fernando que hiciera las cosas. El gran reto para Mari y los demás era encontrar actividades en forma de juegos para que los niños ayudaran a Fernando a dominar nuevas habilidades. Fernando caminaba con notable dificultad. Agitaba los brazos con cada paso y su cuerpo se tambaleaba de un lado a otro. Las puntas de los pies se le volteaban hacia adentro. Cuando las rodillas espásticas pegaban una con otra, parecía como si fuera a tropezarse y a caerse, pero casi nunca lo hacía. A pesar de la espasticidad y de los movimientos incontrolados, el equipo de PROJIMO sentía que Fernando se había acostumbrado muy bien a su discapacidad física. El objetivo de la rehabilitación no sería lograr que caminara normalmente sino ayudarle a que funcionara a toda su capacidad. Sin embargo, algunas veces los pies torcidos de Fernando se tramaban ocasionándole que se cayera. Años atrás, su papá lo había llevado con especialistas, que le recetaron unos aparatos con cables torcidos para tratar de enderezarle los pies de modo que apuntaran hacia adelante (vea la página 110). Pero no le gustaban y además se caía más seguido. Ahora que Fernando tenía ayudantes de terapia (sus compañeros de juego) con quienes se divertía, se mostraba más dispuesto a aprender nuevas habilidades. El equipo pensó que sería útil experimentar con actividades que enseñaran a Fernando a caminar con los pies apuntando hacia adelante y no torcidos hacia adentro. Mari tenía fotos del Programa Comunitario de Rehabilitación Sarvodaya en Sri Lanka, donde los promotores campesinos usaban hojas de mango para que los niños aprendieran a dar pasos más parejos. Los promotores pusieron una hilera de hojas en el suelo, separadas a la misma distancia, y pidieron a los niños que caminaran sobre ellas. (El método servía bien cuando no hacía viento.) Con esta idea, el equipo de PROJIMO ideó dos métodos diferentes que quizás ayudarían a que Fernando aprendiera a dar pasos con los pies apuntando hacia adelante.
1. Huellas pintadas. En vez de usar hojas (que se vuelan con el viento o se mueven al pisarlas) el equipo decidió pintar huellas en el piso. La nueva cancha de baloncesto en sillas de ruedas era un buen lugar para pintarlas.
Fernando y sus amiguitos querían pintar las huellas, así que Manuella y Mari les dijeron que podían hacerlo. Para esto, ya había una docena de niños que también querían pintar, pero primero tendrían que barrer la cancha. Para que las huellas quedaran del tamaño y de la forma adecuada, Manuella recortó las figuras en cartón grueso y pedazos de madera delgada. Con el huarache de un niño marcó la forma de la huella y luego la cortó. Los niños pusieron las formas en el piso de la cancha y pintaron las huellas de distintos colores.
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Algunos niños más grandes del pueblo (que iban a jugar baloncesto) ayudaron a los niños pequeños para que pintaran las huellas a la distancia y posición correcta. Al principio, uno de los niños sostenía el molde a Fernando y lo guiaba para que pintara las huellas. Pero pronto, Fernando lo hacía solo. El pintar las huellas fue tan buena experiencia de aprendizaje para Fernando como el usarlas usado.
Cuando la pintura se secó, todos los niños querían caminar sobre las huellas que daban vueltas por toda la cancha de baloncesto. Jugaban a seguir al líder, donde cada quien imitaba al que iba adelante. Algunas veces caminaban rápido, otras veces despacio, procurando pisar sobre las huellas. Animaban a Fernando a que hiciera lo mismo. Fernando se esforzó por poner los pies correctamente, logrando dar pasos más parejos y con la punta de los pies apuntando hacia adelante.
2. Huellas de madera. Se ideó otro método parecido para ayudar a Fernando y a otros niños que tuvieran problemas parecidos para caminar. Una de las niñas cortó más de 20 huellas de triplay. Los niños, incluyendo a Fernando, las pintaron de varios colores. Les hicieron agujeros en las dos puntas de cada huella. Las huellas fueron puestas en el suelo casi de la misma forma que las huellas pintadas en la cancha. Para que las huellas no se movieran, las clavaron en el suelo. De nuevo, los niños—como una docena incluyendo a Fernando—jugaron a seguir al líder. Las huellas de madera tienen una más ventajas que las huellas pintadas en el cemento. Primera: el grosor de la madera hace que queden elevadas del suelo y los niños tienen que hacer un mayor esfuerzo para pararse bien sobre ellas. Segunda: se pueden llevar fácilmente de un lugar a otro. Tercera: se pueden ajustar de acuerdo a la necesidad de cada niño.
Por ejemplo, para un niño con poco equilibrio, las huellas primero se pueden poner un poco abiertas.
A medida que mejora el equilibrio y el control, las huellas se pueden ir poniendo más en línea.
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Al principio, Fernando se paraba sobre las huellas con los pies torcidos hacia adentro, pero con la motivación de los otros niños, se dio cuenta que podía poner los pies exactamente sobre las huellas, logrando así mantener la punta de los pies en una posición más recta.
Caminado entre los travesaños de una escalera. Otro método sencillo para ayudar a Fernando a mejorar el control de los pies también se tomó del programa de RBC de Sri Lanka. Como parte del juego de caminar sobre las huellas, el equipo puso una escalera larga de madera en el suelo. Pidieron a los niños que pisaran en los espacios que quedan entre los barrotes. Para hacerlo, Fernando tenía que levantar los pies y ponerlos con cuidado. De nuevo, los niños jugaron a seguir al líder. Al principio, Fernando los siguió, pero después era él quien dirigía orgullosamente a los demás niños.
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Juego con la Pelota para Mejorar la Coordinación Para ayudar a Fernando a mejorar el control de las manos y los brazos y reducir la espasticidad, el equipo de PROJIMO animó a sus amiguitos a que jugaran con él a la pelota. Amarraron una red entre dos árboles y jugaron vóleibol con una pelota grande y liviana.
Para sorpresa de todos, Manuel, de 8 años y el mejor amigo de Fernando, no quiso jugar. Siguiendo el ejemplo de su amigo, Fernando tampoco quiso jugar. Mari le rogó a Manuel para que jugara. Le explicamos lo mucho que podía beneficiar a Fernando el aventar y atrapar la pelota, pero Manuel aún se negaba a jugar. Los trabajadores de PROJIMO se preguntaban porqué Manuel, quien hasta ahora había participado en las actividades y juegos de enseñanza con Fernando, de repente no quería cooperar. Finalmente, nos olvidamos del vóleibol y decidimos probar un juego más sencillo. Les pedimos a los niños que formaran un círculo y que aventaran la pelota a la persona que tenían a un lado. Esta vez, Manuel se acercó a jugar. Volteó a ver a Fernando y juntos entraron sonrientes al círculo. Aunque más fácil que el vóleibol, este juego era un gran reto para Fernando. Aún cuando le aventaban la pelota de cerca y con cuidado, se le dificultaba atraparla. Al principio, aleteaba las manos y los brazos y no lograba agarrar la pelota. Su frustración era evidente, pero pronto aprendió a atrapar la pelota acercándosela al pecho con ambas manos. Cada vez que lo lograba reía de gusto. Luego giraba el cuerpo para aventársela al niño que estaba a un lado. (El torcer el cuerpo de esta manera ayuda a reducir la espasticidad.) La habilidad de Fernando para tirar la pelota mejoró rápidamente. Estaba encantado.
La Sabiduría de un Niño Al observar a Fernando, el equipo de PROJIMO entendió a porqué su amiguito Manuel se había negado a jugar vóleibol. Era que quería proteger a su amigo del fracaso y de que se rieran de él. Él sabía que su amigo tenía poco habilidad para un juego rápido y competitivo como el vóleibol. Con tal de no ver a Fernando humillado, Manuel simplemente se negó a jugar. Imaginó que su amigo entendería la idea y haría lo mismo. Sin embargo, el nuevo juego de pelota era más fácil y menos competitivo. Manuel parecía sentir que Fernando podía participar sin temor a que fracasara. Aunque era tan joven, Manuel descubrió una de las lecciones básicas para ayudar a que un niño discapacitado (o a cualquier niño) aprenda nuevas habilidades: poco a poco ir ideando nuevas actividades que el niño pueda aprender rápidamente para que tenga éxito. Seguramente sintió que si Fernando jugaba vóleibol con los niños no discapacitados se le iba a ser muy difícil y la presión sería demasiado fuerte. Iba a resaltar las debilidades de Fernando y no sus recientes habilidades. Manuel no quería que nosotros, los adultos con buenas intenciones, sometiéramos a su amigo a otra experiencia desalentadora. Aprendimos bastante de los compañeros de juego de Fernando. Con frecuencia, los niños poseen una sabiduría oculta. Si nos sensibilizamos y tomamos el tiempo de escucharlos con la mente abierta, podemos aprender mucho.
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Juegos Donde la Pelota No Se Cae Para niños como Fernando, que tienen problema para atrapar la pelota, hay varias maneras de evitar que la pelota se caiga. Aquí se muestran dos posibilidades.
Karate y “Luchitas” En el Capítulo 41 vimos el ejemplo de cómo en India, el Karate se usa con niños que tienen parálisis cerebral—como una excelente forma de terapia física y una aventura excitante para ellos. Fernando y sus amiguitos estaban fascinados con el Karate y les encantaba imitar distintas posturas, tirar patadas y jugar retándose unos a otros. Era sorprendente cómo Fernando podía asumir y mantener posturas difíciles. Una terapia elegida por él mismo— ¡y tan divertida!
Lucha Libre
Fernando y sus amigos posan como “niños karatecas” para la cámara.
Una de las mejores actividades para aumentar la fuerza y el control de Fernando fue desarrollada por los mismos niños en el cuarto de terapia de PROJIMO. Cuando Fernando y dos de sus amiguitos vieron las mesas grandes con colchones, se les ocurrió jugar a las “luchitas”. Mientras los niños rodaban de un lado a otro, Fernando usaba casi todos los músculos del cuerpo de un modo raro pero con sorprendente coordinación Hubiera sido difícil para nosotros los adultos diseñar otro programa de terapia que fuera tan efectivo y divertido.
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Comunicación por Medio de Dibujos La idea de usar dibujos para que Fernando pudiera comunicarse surgió de las actividades que se hicieron en el taller de juguetes. Manuella había pedido a los niños que le dijeran el nombre del animal que querían hacer de madera. Fernando, quien no podía hablar, tuvo dificultad para expresar lo que quería. Finalmente, haciendo señas con las manos, pudo decir que quería un caballo y su jinete. Pero se le dificultaba más decir otras cosas. Mari le prestó a Manuella un libro con dibujos de animales del cual Fernando podía escoger apuntando con el dedo. Improvisando un juego, los niños empezaron a decir distintos nombres de animales y le pedían a Fernando que apuntara a cada uno de ellos. Lo hizo muy bien. Aunque Fernando no podía leer, escribir o hablar, obviamente entendía bien las palabras y los dibujos. El equipo se dio cuenta que a veces Fernando estaba ansioso por tratar de decir algo que era importante, pero se le dificultaba. Podía hacer algunas señas sencillas con las manos, pero la espasticidad de los dedos también lo limitaban. Entonces sus amiguitos tuvieron una idea. ¿Por qué no usar dibujos de cosas y acciones comunes para ayudar a Fernando a expresar sus necesidades? Los niños habían visto a Andrés usar unas “hojas de comunicación” con José, un campesino que perdió el habla a causa de una embolia (vea el Capítulo 23). A lo mejor a Fernando también podrían servirle unas hojas con dibujos. Con la ayuda de Fernando, sus amiguitos y Mari hicieron una lista de comidas, cosas y acciones que Fernando quería decir. Organizaron todo en grupos y luego hicieron dibujos de cada uno de ellos lo mejor que pudieron.
Dionicio dibuja una “hoja de comunicación” para Fernando.
Mari sugirió que escribieran el nombre de cada cosa abajo del dibujo. Fernando no había aprendido a leer en la escuela, pero si repetidamente veía las palabras escritas de cada dibujo y las escuchada, tal vez las podría memorizar. Cuando terminaron las hojas de comunicación, los compañeros de Fernando empezaron a nombrar las distintas comidas y cosas de los dibujos. Le pidieron a Fernando que señalara a cada cosa que le decían. Reconoció y señaló inmediatamente casi todas los dibujos, tales como PESCADO, POLLO, CUCHARA, TORTILLA, y HELADO. Se le dificultó reconocer otras cosas como AZÚCAR, PAPAS y PAN, pero después de que le dijeron lo que eran, ya no se le olvidaron. Poco después podía reconocer todas las cosas dibujadas en las hojas de comunicación.
Fernando disfrutó el juego de enseñanza y sus amigos se divirtieron enseñándole. Gracias a la ayuda de sus compañeros de juego, los dibujos le dieron a Fernando la oportunidad de poder comunicarse mejor. El siguiente paso sería enseñar el método a su abuela y al maestro de la escuela.
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Con un Gusano (y con Ayuda de Manuel) Enseñan a Fernando a Contar En muchas áreas, Fernando parecía listo e inteligente. En otras tenía problemas para aprender. Había repetido el primer grado 5 veces y aún no sabía leer y escribir. En especial se le dificultaba recordar los números. Podía contar con los dedos hasta el 10 (pero se le dificultaba ponerlos en la posición que quería).
Fernando tenía un buen sentido del espacio y la proporción. Sorprendió a sus amigos con su habilidad para armar algunos rompecabezas de madera hechos en PROJIMO. Un día, Manuel lo retó a que armara el rompecabezas de un gusanito, cuyas piezas estaban numeradas del 1 al 10.
Al principio, a Fernando se le dificultó acomodar las piezas porque todas eran parecidas. Luego Manuel le dijo que las piezas estaban numeradas. Fernando miró a Manuel sorprendido, como si acabara de descubrir que los números escritos servían para algo. La primera vez Manuel lo guió poco a poco. Fernando parecía recordar los números que le habían enseñado repetidamente en la escuela. Fernando practicó mucho y pronto era capaz de armar el rompecabezas con rapidez y de señalar con los dedos el número escrito en cada pieza del gusanito.
Combinando el Trabajo con Juegos Aunque Fernando se divertía aprendiendo a leer los números y usar las hojas de comunicación con sus amigos, no podía quedarse quieto por mucho tiempo. Ni tampoco podían hacerlo sus amigos. Le enseñaban a Fernando durante unos minutos y de repente se distraían con otras cosas. El Parque de Juegos para Todos los Niños en PROJIMO los inspiraba para inventar nuevos juegos.
Un Caballito Mecedor Hace poco, Miguel (el esposo de Conchita) construyó un nuevo tipo de caballito mecedor con una llanta vieja y un resorte grande de un auto viejo. Diseñó el caballito para que resistiera el uso incansable de los niños. El antiguo caballito mecedor en el Parquecito—hecho con una llanta colgada de 4 palos con tiras de cámara de llanta— siempre se rompía.
El diseño viejo, con la llanta sostenida con cámaras de llanta, se rompía seguido.
El nuevo caballito mecedor tenía unas soleras resistentes soldadas a la base del resorte y se sostenía con una base de cemento enterrada en el suelo. El resorte, que pasaba por un lado de la llanta, estaba firmemente agarrado a ésta con soleras metálicas. A los niños, discapacitados o no, les encantaba el nuevo caballito que se mecía hacia todos lados. Pero nadie lo usó más que Fernando y sus amiguitos.
El nuevo diseño, con un resorte de carro en vez de las cámaras de llanta, resistió a Fernando y a sus amigos.
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Mejoras Con la ayuda de Manuel y otros niños como ayudantes de terapia, Fernando cambió completamente. Es difícil saber qué tanto mejoró físicamente en cuanto a su modo de andar, postura y control de las manos. Sin embargo, su confianza y la idea que tenía de sí mismo mejoraron bastante. Muchas personas del pueblo comentaban la diferencia. “Antes era tan reservado y tímido, especialmente cuando estaba entre los adultos. ¡Ahora se ve más contento y lleno de vida!”
Fernando no sólo está aprendiendo nuevas habilidades, sino también está aprendiendo a relacionarse con otros niños, y cada vez más con los adultos. También importante es el hecho de que muchos de los niños que trabajaron y jugaron con Fernando han llegado a aceptarlo y a quererlo como a otro niño juguetón y travieso como ellos. Cuando crezcan, van a entender a las personas discapacitadas mejor que la mayoría de los adultos. A lo mejor van a ser personas que luchen por un mundo más justo y comprensivo.