Mis Mejores Sonetos Por Santiago Sevilla
1. ¿Qué es la Poesía? Si preguntas, qué es la poesía, yo diría que es la esencia de las cosas o el nombre que el hombre les daría, antes que las rosas fueran rosas. Poesía es el agua que corría, la nieve que revuela y que reposa, el trueno que a los cielos sacudía, la fiera que te acecha y que te acosa; en el gozo, en el miedo, en la agonía, en el éxtasis, el llanto y en la muerte, la voz los describía y repetía y así la poesía aparecía, siguiendo las venturas de la suerte. ¡Tanto, al vivir, ella revierte!
2. Soneto Incierto Estoy solo y aferrado a tu recuerdo Busco tu espectro en las polutas de oro Que el sol reúne en mágico concierto. ¿Eres tú acaso quien danza por el foro?
¿Mi espiritismo, tu espíritu ha despierto? ¿Es tan fuerte amor con que te añoro? ¿Te cautivo, al tiempo que te pierdo, Y aunque ausente, en mi pecho te atesoro?
El sol es con sus rayos como un arpa, Que toca una música imposible De inaudible armonía inconcebible.
El cielo en su estrellada carpa Repite cada noche esa canción: ¡Late así, por ti, mi corazón!
3. Soneto Fugaz He pintado jardines, que se han ido, Prados, que el rocío ya ha dejado, Monte, cuya nieve ha desleído, Flor que ha marchitado y fenecido.
Mar, cuyo oleaje se ha abajado, Nube y su color, desvanecido, Palmera de penacho embravecido, Cuyo viento agitado, se ha apagado.
¿Qué ha pasado con el mundo retratado? ¿Con los rostros que yo he dibujado? El tiempo los surcara con su arado.
Y en los surcos sangrientos que ha trazado, El cielo nuevas lluvias vierte, Que hijos tiernos le nazcan a la Muerte.
4. Soneto de la Ausente Amada mía, desde tu partida, He seguido, hora a hora, el derrotero: Si a Miami, o Boston, tu venida, Señalaba el reloj, con su puntero. Ahora, que la hora marca cero, Y la noche a su apogeo es ida, Quisiera confesarte que te quiero, Aunque ausente ya y desvanecida. Llueve aquí y en la tiniebla, danza, lúgubre, el fantasma de la niebla; blanca y tersa, tu almohada abandonada, es colina cubierta por nevada. Echado, invernando sobre el lecho, Tu llama atizo dentro de mi pecho.
5. Soneto Sonámbulo Deambulo sonámbulo en lo oscuro, Balbuceando tu nombre, incoherente. Soñándote despierto, aunque inconsciente, Atravieso, fantasma, todo muro. Tu espectro me lleva a buen seguro, mi mano sosteniendo dulcemente. Camino por los aires y en mi mente, Que alas voy batiendo, me figuro. En este loco estado voy feliz. Me niego tercamente a despertar. Aunque ande, de morir, a un tris, Disfruto, de demencia, este desliz. Si sabemos: Vivir sólo es soñar, Contigo, amada, compláceme volar.
6. La Amante Desconocida En el vórtice azul, donde juegan los cometas, su flamante melena, León del Universo sacude airoso y de Dios, dados y almonedas, fijan la suerte humana al anverso y al reverso, surcó el halcón, golondrina hizo piruetas y en el hálito del viento, voz, y aroma inmerso, luz celestial, latido de aguas quietas, escribo, conjurándote, este gongorino verso: Huiste del pasado, fugaste hacia el futuro, ausente del presente, eres misterio puro. ¿Te hallaré amada, como abeja en el Nastuerzo o gorrión, que conmigo comparte este almuerzo? Zarpaste, misteriosa, al mar de los sargazos... ¡Yo, en el ganso, pluma, rastrearé tus pasos!
7. Soneto en el Avión He visto en el espejo, que estoy viejo, Los ojos, con pesado cortinaje; Acaso ya se acerca hora del viaje Sin regreso, en que este mundo dejo. ¿Qué diré, cuando por fin me alejo? Antes que a la tumba, el peldaño baje, ¿Cuál el texto del último mensaje? ¿Un adiós? ¿Un ósculo? ¿Un consejo? Vano ya, decirte que te quiero, O que allende el cosmos, yo te espero, O que ya sin ti, la nada, nada es. En el recuerdo, encuéntrame, si muero; Regrésate, en el tiempo, al postrimero Beso y, te ruego, olvídame después.
8. Azul, Rojo y Amarillo Me preguntas: ¿Porqué es azul el mar? Es color del cielo que refleja, Y a la nube que, lanuda oveja, en el prado azul gusta pastar. -“¿Quién de azul el cielo fue a pintar?”De preguntarme tanto, nieto, deja: Celeste a azul marino se asemeja, Porque Dios así los fue a crear. -“Entonces, el diablo inventó el rojo, cuando quiso el fuego colorear, y en la sangre el rojo fue su antojo. ¿Qué decir del amarillo luego? ¿De Dios o del diablo fue ese juego? ¿Sol de oro fueron juntos a forjar?”-
9. Brindis Caducos y canosos veteranos, callosas, marchitas nuestras manos, la llama en nuestros ojos yerta y fría, morir deberemos algún día. O acaso la ventura ingeniaría - pregúntome cual suerte peor sería que, cuando ufanos y gozosos vanos, muramos, estando jóvenes y sanos. Si a la vera del camino o junto al río, donde el junco vadéa a su albedrío, no nos importe lo que nos espera, muramos pues, como Dios quiera: Tan si en boga se pone el ataúd, brindemos por la Muerte: ¡A su salud!
10.
Llamada
Dime que me quieres, aunque sea mentira, Dime que me odias, aunque sea verdad; La armonía de tu voz me inspira, Lo que digas, es vana veleidad. Las palabras son hijas de la ira, Lo que expresas no cuenta en realidad, Cuenta más tu pecho, que suspira, Y en venganza, me lanza una crueldad. El diálogo es a veces, cual la esgrima, Un deporte con propósito letal; Es el gesto, y la mirada, lo que intima, El idioma, en cambio, un pantanal, Donde se hunde el amor y se ultima De las almas, ese vínculo total.
11.
Cabalgata de un Fantasma por España
Galopo mi caballo por pardos olivares, los abrasados campos de Mora de Toledo, donde tuerce sedientos sarmientos el viñedo y el Tajo, su sendero azul hacia los mares... “¿Quién vive? – me preguntan – Tú no eres de estos lares; ¿Qué buscas? Dinos, cuál es tu Dios, tu ley, tu credo? El Greco te pintó; tu rostro inspira miedo. ¡Detente! que trasuntas en luces estelares... Provienes de otro mundo, son las sombras tus pares. No toca tu tordillo la tambor del suelo; tejieron tu vestido telares nebulares. No eres del infierno tú, tampoco eres del cielo. Viniste de antañares, de ancestrales lugares en un témpano del tiempo, errante en su deshielo”. Cabalgo mi caballo por plazas y portales,
se santiguan al verme doncellas y tenderos, por playas y zarzales me huyen los cuatreros, los curas me exorcizan desde los ventanales, Las monjas se flagelan con ramas de rosales, si huella su cartuja mi lerdo derrotero; mirando en mi silueta la flor del mal agüero, las novias se marchitan en sus noches nupciales. ¡Ah! Vasta Extremadura, Andalucías feudales, Aragonia nevada, los huesos míos quiero enterrar muy hondo entre estos berrocales. Cargado de caudales regreso del saqueo, mi oro es un reguero de sangre y de maldades, un hueco anhelo bajo esas zarzas de romero...
12. Siempre Vivir ¿Porqué tenemos todos que morir? Silenciosa, solapadamente, Nos diezma la guadaña sin sentir. Vemos ir los amigos y a la gente, Y creemos, vanamente, subsistir. El Creador, amargo e inclemente, Desgrana la granada al devenir. ¡Siempre vivir quiere el demente! Somos, sin dudar, muy pasajeros. Pasa apenas la vida, ya se olvida. Dolor, amor, abrevaderos, Fuentes son, a que el tiempo nos convida, Vino fugaz, voraz comida, Misérrimos dones e ilusorios fueros.
13. Malú Pampa nocturna, luz de luna pura, Va el gaucho galopando en la lejura. Tanta legua por cruzar le espera, Los hijos tiernos y su compañera. Yegua, puente volante sobre tierra, ¡Arre, arre! torrente con montura Palpitante, viviente arquitectura, Que me llevas del mar hacia la sierra. Colinas: olas; nubes: carabelas. Tengo puestas estrellas por espuelas. ¡Yegua, te daré cebada buena, Cama de paja y miel de la colmena! Lumbre que me espera, tanta legua... ¡Qué hiciera yo, mi Dios, sin esta yegua!
14. Miedo Marinero No quisiera embarcarme esta mañana, Tan dorada por el sol del trigo. Prefiero subir a la montaña Y el cielo azul tocar contigo. Me dirás que todo lo que digo, Mentiras son, dulcísima campana, Con la que engaña tu lázaro mendigo, A la vana misericordia humana. Mas repito, no quiero hacerme al mar, Porque tengo el corazón anclado, Surto a tu costado, acoderado Contra tu cuerpo, bello tajamar, Y si me voy, sé yo que embalsamado, Entre sargazos he de terminar.
15. Destino Fatal Celeste florece la azulina, Y al cielo azul refleja el mar; Llueve el agua en la fuente cristalina, Y el río que huye, quiere regresar. El sol, eternamente, se repite, Y la luna reitérase al volver; Primavera, de si misma, entra al quite, Verano su calor vuelve a encender, Otoño insiste, invita a su convite, Y hasta el invierno, perpetuo ansía ser. Todo principia y a la vez termina, Acaba, cuando quiere comenzar; El tiempo, tan sólo, determina: Que hacia el final, hemos de marchar!
16. El Árbol de la Vida (1) Si el tiempo ha de servirnos por medida: ¡Cuán grande es el árbol de la vida! Nacemos, cuando al árbol, Primavera reverdece en muy mágica manera. Grande es esa, la metáfora de Dios, pues las hojas de esmeralda somos nos. Cronos vuela raudo entre las frondas, las frutas pone rojas y redondas. El Otoño, vestido de arreboles, en cada hoja atesora sus cien soles; y al rato que el Invierno viene en pos, a sus hojas nuestro árbol dice adiós. Cubierta de nieve la hojarasca, confía en paz, que el verdor renazca...
17. El Árbol de la Vida (2) Si el tiempo ha de servirnos por medida: ¡Cuán grande es el árbol de la vida! Nacemos cuando al árbol Primavera le reverdece en mágica manera. Verano, en breve arremetida, la leve flor, en fruta convertida, deleita con dulzor a quien la espera, tendido en el tapiz de la pradera. El Otoño, por luz del sol ungido, al árbol, de oro ha revestido. Mas cuando llegado haya el invierno, para las hojas es descanso eterno. Bajo la leve sábana de nieve, el verdor, confiamos, se renueve...
18. El Árbol de la Vida (3) Nacemos, cuando al árbol, Primavera reverdece en magnífica manera. Grandiosa es esa metáfora de Dios, pues las hojas de esmeralda somos nos. Al estruendo de faisanes ronca voz, las mieses del Verano corta la hoz; deleita la luna a quien la espera, tendido en el tapiz de la pradera. El Otoño por la luz ungido, al árbol, de oro ha revestido. Mas cuando llegado haya el Invierno, para nos, hojas, es descanso eterno. Hojarasca bajo sábana de nieve, que el verdor, rogamos, se renueve...
19. Numancia Cuna de heroicos Celtíberos que fuiste, Nunca hubo enemigo que te conquiste. Roma contra ti se enfureció: Su Escipión Africano te sitió. Con fosas, tus salidas impidió, murallas en tu torno construyó. Mas Numancia a rendirse se resiste: ¡Corderos y caballos te comiste! Centuriones te acosan por millares, sangre y fuego tus horrendos avatares; noche y día, Escipión te hace sufrir... -“¡Encerrados no podemos combatir! ¡Mujeres, incendiad vuestros hogares, y venid con nosotros a morir!”Y este pueblo de valientes se decide
que es morir mejor que esclavitud. Con ojos de terror la altura mide, de la altísima muralla, hasta el talud. Última clemencia a Dios le pide, contemplando en el abismo, su ataúd, y aunque el instinto el sacrificio impide, Numancia salta a muerte, en un alud. El Duero en su meandro llora, y Cervantes su pluma moja en él, escribe con el rojo de la aurora, su tragedia en un pálido papel. ¡España, esa fue tu mejor hora, de tu Historia, el prístino dintel.
20. Soneto del Crudo Invierno Ha devastado bosques el invierno, Quebrando hasta los troncos de los robles; El hielo sobre el lago se ha hecho eterno; De estalagmita, espadas, penden dobles. Tañendo escucho un lejano cuerno, Y de tambores veloces redobles… ¿Son estos los jinetes del averno? ¿Ya oigo apocalípticos galopes? Contemplo desde otero en la colina, Un tumulto envuelto en la neblina, Que avanza incontenible, en su fulgor. ¡La magnolia, la rosa, la azulina! ¡Primavera es, que ya se arremolina, Batiendo sus banderas de verdor!
21. Soneto por un amigo Se suicidó un amigo Con un tiro en la cabeza. Dios, el único testigo De su acendrada tristeza; Las espigas de áureo trigo brindáronle suave huesa, dióle el sol último abrigo Y blanca luna le besa. Lo mato su propia mano, Más cercana que su hermano, Que no supo su sufrir. Dios en su exilio lejano, Tuvo envidia de este humano, Que diose maña en morir.
22. Nuevo Soneto: Ella Te apareces, fantasma, entre mis sueños Y siempre me preguntas el porqué, Tantos ratos alegres y risueños, En amargos y tristes te troqué. Si es que el uno, del otro fuimos dueños, Mientras tú me amaste y yo te amé, De opuesto extremo, ahora ya extremeños, Me inquieres porqué pronto te olvidé. Te explico, que amor es cual marea, Que llega de improviso y se, luego, va; La luna lo propulsa, y devanea Cual bandera que el viento, al vuelo da: El momento feliz revolotea, Mariposa, que al sol, flotando irá.
23. Quito Cimarrón Glaciar de casas blancas y de albinas nubes, nido, del monte, montas en ancas y galopas malherido... Tu semblante va azotado, sangrante por el granizo; del volcán reventado, llevas el poncho cenizo. Cimarrón y montaraz, bajo tu negro sombrero, Quito viejo: ¿A dónde vas? -“Por entre nieve y deshielo, voy cabalgando hacia el cielo. ¡Dejando el infierno atrás!”
24. Soneto para Menina Azulinas marchítanse en sus vasos, Pierde sus esporas ya el helecho, Sus sábanas ha estrujado el lecho, Porque tu voz no oyen, ni tus pasos. El sol ya no luce en los ocasos, Del cielo, luna ya no adorna el techo, Extrañando el latido de tu pecho, Los relojes, caer dejan sus brazos. Amada, a nieve y hielos tú te has ido, Con un beso, una sonrisa, despedido, Y has subido, hacia Boston, al avión. Yo, fantasma, en el Volvo, hacia el olvido, He partido, partido el corazón; Vacío el nido, queda la ilusión.
25. Soneto Viajero Anhelo que aparezcas por la grada, Llegando por fin desde la altura, Como cuando se posa con dulzura, Del cielo descendiendo, un hada. De nubes, qué viste, en la espesura? Del sol riente, acaso, faz dorada? O entre sombras, su luna enamorada? Leíste en las estrellas tu ventura? Mas, ya arribas, veo, muy hermosa, Y al mirarme, tal fuese fresca brisa, Me regalas, de lejos, tu sonrisa. Celeste, la arquitrabe undosa, que hurtase, temí, mi bella esposa. Por besarte, amada, tengo prisa!
26. Soneto Marino He llegado, mi Dios, a los setenta, Y he dormido, soñando en juventud: Galopaba, el aire olor a menta, Me llenaba el alma a plenitud.
La llanura extensa, hacía lenta La carrera, por su eterna latitud; Doraba el sol, y, lejos, la tormenta, De argentas nubes era inmenso alud.
Con truenos espantosos se anunciaba Y yo, alegre, cabalgaba y cabalgaba, Hasta por fin al vasto mar llegar.
Y entonces en las ondas penetraba Y un caballo de mar me transportaba, Feliz, para nunca despertar.
27. Soneto Mirando al Pasado Hemos llegado, creo, a la vejez, Han volado años, los días y las horas; Dorados tiempos de coito y preñez, Que amiga Menina, poco añoras, Jamás, no han de volver otra vez. Tú que aun te ves bella, no lloras, Yo sí lamento mi arrugada tez Y, a la luz inclemente de la aurora, De mi testa, la guadañada mies. Madura, aunque lozana y fresca estés, Yo, en cambio, coqueteo con la muerte, E infiel, por ella, voy a serte, Y por ella, pronto he de perderte; Celosa, me llorarás después.
28. Soneto a tus Cabellos de Seda Tus cabellos de seda se parecen A los hilos sutiles de la araña Y en sus ondas suaves que se mecen, Yace aquel hechizo que me engaña. En la brisa, sus vuelcos me adormecen; Con perlas y estrellas se enmaraña, Que en sus hebras ensartadas fuesen, Cuando lluvia tus cabellos baña. En invierno, cuando cae nieve, Y el sol su clara lumbre ofrece, Tu pelo, con el hielo, resplandece. Tu cabello es tan bello y leve, Que Dios le permite que se eleve, Si, desprendido, al céfiro obedece.
29. Soneto Dispar Te ausentaste de mí por un momento Y sentí, de pronto, soledad: Brillaba el sol, volaba el viento, Reinaba barullo en la ciudad. Espectros, para mí, y encantamiento, Eran las gentes y su actividad; Solitaria tú, en mi pensamiento, Fuiste dueña de toda realidad. El mundo, para mí, ya no giraba; Inmóvil entero el firmamento, El péndulo del tiempo vacilaba,
Si adelante o atrás, su movimiento, En espera de ti, recomenzaba, De tu voz, de tus ojos, de tu aliento…
30. Sonetiño Soñador La niña se levanta dolida una mañana, Como la tierna gama que ha herido el cazador, Sus ojos lacrimosos la luz ya no engalana, Sus labios palpitantes nos dicen su dolor; Dejó sin querer abierta una ventana, Cautiva del perfume de una secreta flor, Luceros contemplaba en la cúpula lejana, Ingenua del peligro que hubiera alrededor: “Una voz de pronto me llamó: Mariana! Soy Juancho tu vecino y no tengas temor, Y a mis labios vino para darme su amor; Cuando salió el sol, al son de la campana, Desperté muy lozana y a Juan quise ver, Mas fue sólo un sueño y no sé qué hacer!”
31. Castaños en Enero Se pierden en lontananza Entre la niebla invernal; Ya no nieva; se remansa La tarde de azul y cal. Vaciados de remembranza Sobre el yermo berrocal, Sin ansia, sin esperanza, Cual si arraigasen en sal, Los castaños, defoliados, Como hileras de soldados, Con los brazos levantados, Esperan ser fusilados. Castaños, ¡Huelga la espera Que viene la primavera!
32. Soneto de la Vejez Vejez es suprema humillación, Nostalgia triste de los tiempos idos, Recuerdo de amigos fenecidos, Naufragio total de la ilusión. Decrépito cuerpo en la inacción, La mente vacilante ante el olvido, Sin hambre, cercana inanición, Enfrentando al vacío tan temido, Que sabemos oculta el más allá. Así, inclemente, lo quiso el creador, Y el fin, inevitable, así vendrá. Juventud en vejez terminará, La muerte aliviará nuestro dolor, ¡Mas, la vida, fue el triunfo del amor!
33. Soneto a la Muerte de mi Padre Lloré cuando le vi muerto, Cuando beséle la frente Y toqué su cuerpo yerto, La vida ida y ausente.
Mas después se me hizo cierto, Que si murió dulcemente, Con Dios en calmo concierto Y en la estima de la gente,
Por sus hijos venerado, Y adorado de sus nietos, Casi cien años completos,
Me dije, en vano he llorado, Que un vivir tan bien logrado, Entrañó sabios secretos!
34. Soneto a Natura ¡Oh! Madre Naturaleza, Lejos de ti, en la ciudad, Te digo, cuánto me pesa Sin ti, esta amarga orfandad: Gente aviesa, que profesa El culto de la maldad, En cada esquina, sorpresa, ¡Sin bondad y sin piedad! ¿Dónde flor de la dehesa? ¿Dónde, del bosque, la paz? ¿Dónde el ave, cuando empieza Con su música y compás? ¿Dónde, color y belleza, Y, de otoño, alegre faz?
35. También viejo, Oh Dios, eres vos. Hermanos ancianos, nos unamos, Protestemos juntos ante nuestro Dios; Levantemos en puño, airadas manos, Digamos: También viejo, Oh Dios, eres vos.
Sí Señor, unos años más, danos, Sin esta fiera decadencia atroz: Pocos días alegres y lozanos, Primavera y floración precoz.
Mientras tú vuelas siempre hermoso, Por el cielo azul, y el proceloso, Te refleja, inmenso y verde mar,
Danos tú, del sol, rayo amoroso, Con que, ateridos, nos reconfortar, ¡Mientras a la Muerte, hacemos esperar!
36. Soneto a nuestra Finca de Larrea Ha caído la noche en los jardines, Palpita, lleno de aves, el ciprés; La sierpe serpentea en sus confines, Verdes, las esmeraldas de su tez.
El caballo se aduerme entre sus crines, Sonámbulo perfecto en cuatro pies; Los árboles se agitan danzarines, Sin raíces, volarían se tal vez…
Las luciérnagas encienden sus faroles, De la noche, las entrañas para ver. En la huerta, planetas son las coles
Y los charcos son ya apagados soles, Que amanecer tus ojos han de ver, Y en llamas, a encenderse, han de volver.
37. Sonetillo Auto-retrato Es mi mal amar. Tal que mi abuelo, Yo suelo sangrar, Mirando al cielo.
Es amar mi mal, Mi vida un duelo, Un llanto visceral, De lágrimas, deshielo.
Es un nocturno vuelo De bestia vesperal, Murciélago o mochuelo;
Es un témpano de hielo, Un lento desangrar, Rasgar de un velo…
38. Soneto del Duende Español Nosotros somos dos, el Duende y yo. Suele él dictarme lo que escribiendo voy. Es un demonio, viene de antaño a hoy. Jinete al hombro, a muchos inspiró.
Mi abuelo, con él, poemas escribió. Yo intrigado de su esencia estoy: Del follaje de un árbol descendió, -“Son sus hojas las palabras que te doy”
Dijo el Duende, hablando del idioma, -“El árbol es frondoso, el Español; Su copa el cielo entero toma,
Leve azur tras su ramaje asoma, Con él, se aúna el arrebol, Y les dora alegre, el áureo sol”.
39. No me he muerto
No me he muerto, vivo todavía y tus labios rutilantes son mi pan, mas tus ojos de miel, melancolía, como oleaje de mar, batiendo van. No he vivido bastante, amada mía, aunque muchas décadas ya pasado han. Dime si mi amor te da apatía, por lo muy repetitivo de su afán. Vivo todavía, aunque ya muerto encuentres mi fragor de juventud; yermo y deshojado nuestro huerto, despojado de su antigua plenitud. Naveguemos, amándonos, al puerto del desierto que llaman senectud.
40. Arce Amigo En denso bosque un Arce se levanta, Robusto, gigantesco y muy frondoso. En su ramaje, algarabía canta, De cien pájaros, el himno delicioso.
A sus pies la multitud es tanta, De castores, de venados, y hasta el oso En lamer la dulce miel se encanta, Que mana de este árbol generoso.
De nuestro encuentro muchos hay testigos: La avutarda, la lechuza y el halcón, Aunque muda sea la conversación.
El viejo arce y yo somos amigos, Él sabe que como él, un viejo soy, Aunque mucho antes que él, a morir voy.
41. Soneto de Amadís Murió tal que hubo vivido, Por el filo de la espada, Tal predijo Urganda, el hada, Que nadie ha reconocido. Lo ultima el hijo perdido, De su Oriana bien amada: Su bastardía le enfada, Dura niñez que ha tenido. Le amamantó una leona, Que ferocidad le dona, Al bello vástago, infeliz. Tanto su suerte le encona, Que a su padre no perdona, Y Esplandián mata a Amadís.
Santiago Sevilla