MIS ABUELOS EN SEMANA SANTA. Por: OMAR GONZALEZ ANAYA Mi abuelo me refería que antes, en tiempo de Semana Santa, salían huesos, calaveras y esqueletos humanos que caminaban como si fueran personas. Se encontraban en los caminos y en los potreros. La Semana Santa era así: no se trabajaba desde el Lunes Santo. Se creía que si se ordeñaba, las vacas botarían sangre en vez de leche; si se hendía o se cortaba algo con una rula, se golpeaba era a las ánimas benditas; si uno se bañaba, se volvía mulo; si se montaba en burro o caballo, se montaba era a Jesucristo. No se comía carne desde el primer viernes de cuaresma. No se bebía ron, ni se peleaba, ni se debía coger rabia. No se oía música ni se bailaba. No se podía salir tarde en la noche por las calles oscuras porque le podía salir el gritón o las brujas tierreras, ya que el Diablo andaba suelto. A los burros y caballos había que dejarlos descansar; de lo contrario podían hablar y reclamar como la gente. Mi abuelo me decía que él era un poco incrédulo y un Viernes Santo montó un burro y se fue a buscar una carga de leña para la cocina. Iba acompañado de un perro llamado Rompe Cadena . Mi abuelo iba temeroso porque se encontró en el camino huesos de gente; cortó la leña, la apiló y colocó al burro. Era una carga de leña bien grande. Cuando el burro vio la cantidad de leña, le habló diciéndole: Todo ese pocotón de leña, José? . Mi abuelo no supo a dónde fue a dar. Le temblaron las piernas y salió corriendo. El perro pegó un aullido y lo acompañó en la carrera. Cuando mi abuelo llegó a la casa, con la lengua que le caía al pecho, se quedó viendo al pobre perro, también con la lengua afuera. Y de pronto le dice el perro: Mucho susto el que nos hizo pasar el burro ese . Mi abuelo casi se desmaya de la impresión. El viejo también me contaba que desde 15 días antes, en las casas se surtía de lo necesario para la Semana Santa. Se cortaban dos o tres árboles de palma utilizada para techar las casas y se les sacaba el cogollo; este era el palmito para hacer la sopa. Así mismo, desgranaban las mazorcas y pilaban a mano el maíz, para la chicha. Los hombres iban a la ciénaga a cazar hicoteas con el agua a la cintura. En esas ciénagas había mucha sanguijuela caballuna que se pegaba en la piel y uno la arrancaba echándole mascada de tabaco. También había que tener cuidado con las babillas dientes de perro. El Jueves y el Viernes Santo se la pasaba uno visitando a los amigos y familiares, jugando dominó, cartas o bolita de uña. Hasta las mujeres participaban. Para disipar el calor, se tomaba chicha burbujeante y carraspelosa en una totuma. Durante el día se comía hasta cinco veces. Hasta el domingo de resurrección, la señora de la casa servía: guiso de hicotea, sopa de palmito, arroz de frisol, fricaché de bagre pintado, ensalada de verduras, dulce de plátano y panela llamado mongo-mongo; también, dulce de ñame, de papaya biche, de mango, etc. La indigestión se evitaba con un agua hervida de toronjil, verbena y balsamina molida. La deposición o necesidad, como decía el abuelo, había que hacerla en el patio, escondido entre las matas de plátano, teniendo el cuidado de apartar los cerdos imprudentes. El Sábado de Gloria era día de fiesta. En algunos pueblos, había corralejas y fandangos. En otros, era escogido para pagar mandas a los santos, ya sea para que le dieran la salud a un ser querido o para que hubiera bastantes cosechas. Los santos más escogidos eran San Isidro y San Martín de Loba. Generalmente, se les hacía un velorio cantado, que era un velorio con música. El que ofrecía la manda engordaba dos cerdos, compraba tres bultos de ron, carne salada, yuca, suero atollabuey, y contrataba un conjunto de pito atravesao cabeza de cera con tambores macho y hembra o contrataba una banda pelayera. Me decía mi abuelo que algo que entusiasmara más que eso él no lo vio en su vida. Entonces se paseaba al santo en hombros por las calles del pueblo. Si había mucho verano, la procesión se detenía un buen rato en mitad de la calle para que el santo sufriera la inclemencia del sol e hiciera llover. Si el invierno era muy intenso, se le colocaba bajo el alar de la casa para que sintiera sobre su cabeza los chorros de agua y suspendiera la lluvia. Este velorio cantado terminaba en una borrachera fenomenal y, muchas veces, con el santo quebrado en varias partes. El domingo de Resurrección se acostumbraba romper la olla . Después de una semana sin comer carne, ese día se hacía un sancocho zurdo que contenía carne salada de res, cerdo, bocachico y gallina criolla, plátano, papoche, yuca, ñame y bastante condimento. Al terminar la comida se le propinaba a la olla del sancocho un tremendo garrotazo y como el recipiente era de barro, se rompía en mil pedazos. Hasta ahí llegaba la fiesta. El lunes siguiente, todo el mundo a trabajar. Así era la Semana Santa de mis abuelos. ACTIVIDAD. Responde en tu cuaderno: 1. Según la información del texto: ¿Por qué el burro le habló al abuelo? 2. ¿Qué consecuencias se producían al no obedecer a algunas situaciones en semana santa? 3. Describe costumbres mencionadas en el texto, relacionadas con a. Religión b. Gastronomía c. Medicina d. Fiesta o diversión. 4. ¿Cómo solucionaban en los tiempos del abuelo los problemas de verano o invierno? ¿ Crees en esas soluciones?. Explica tu respuesta. 5. ¿Por qué han cambiado en la actualidad, las costumbres del tiempo del abuelo?. Explica muy bien tu respuesta. 6. Describe lo que haces en Semana Santa, ¿tus costumbres en esta época se parecen en algo, a los tiempos del abuelo? 7. Vamos a aprendernos esta historia, no tiene que ser al pie de la letra, luego la vamos a compartir con amigos, familiares, y compañeros del colegio. 8. Son muy pocas las evidencias de historias de la narración oral del caribe colombiano, te vamos a encomendar la misión de rescatar una de ellas, cuentos como los de Tío Conejo, Tía zorra, entre otros tradicionales. Averigua con tus familiares mayores, realiza la transcripción y envía el texto al correo
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