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Nº 204 Verano 2018 | 64 páginas | DISTRIBUCIÓN GRATUITA

Publicación periódica orientada a la difusión y el desarrollo del psicoanálisis LETRA VIVA LIBROS | Av. Coronel Díaz 1837 - Tel. 4825-9034 | Ecuador 618 - Tel. 4963-1985 | Buenos Aires “Psicoanálisis, psicoanalistas y género” Entrevista a Irene Meler por Emilia Cueto, pág. 36 Carlos Paola, autor de Desde el sillón del padre (Letra Viva Editorial) por Nicolás Cerruti, pág. 42 Muy despacito… la libertad: Jacques Lacan Jean Allouch, pág. 44 El cuerpo, una mirada interdisciplinaria María Inés López Amoedo, pág. 48 La degradación femenina por Luciano Lutereau, pág. 50 El acto analítico y su razón poética (Primera parte) por Norberto Rabinovich, pág. 52 Madres por Streaming por Mónica Cruppi, pág. 54 Entrevista a Paola Braslavsky sobre su última novela: Lo que resta de espejo, pág. 56 DOSSIER MARTIN HEIDEGGER Eros, Alétheia y el amor de transferencia (Segunda y última parte) por José Grandinetti, pág. 59

• Reseñas de novedades bibliográficas • Comentarios de libros • Actividades de formación • Consultorios en alquiler

Universidad y Psicoanálisis Marta Gerez Ambertín, pág. 3 | Gabriel Belucci, pág. 16 Santiago Thompson, pág. 20 | Juan Bautista Ritvo, pág. 24 Amelia Haydée Imbriano, pág. 26 | Norma Bruner, pág. 30 Pía Fragueiro y Hugo Dvoskin, pág. 34

LETRA VIVA LIBROS | Av. Coronel Díaz 1837 | Ecuador 618 | Buenos Aires, Argentina | Telefax 4825-9034 | www.imagoagenda.com

STAFF Y PRODUCCIÓN Director - Propietario: Raimundo A. Salgado Director ejecutivo: Leandro Salgado Coord. de contenidos: Alberto Santiere Coord. de contenidos Web: Eugenia Etcheverry Publicidad: Mariana Coto Diseño de publicidad: M. Cecilia Zugasti Colaboración: Leonardo Bacarin Corrección: Patricia Yohai

Imago Agenda N° 204 Verano 2018 Segunda época. Año XXXVII. Periódico gratuito orientado a la difusión y el desarrollo del psicoanálisis. Tirada: 12.000 ejemplares. Imago Agenda es una publicación de

Letra Viva, librería-editorial

especializada en psicoanálisis desde 1967 Av. Coronel Díaz 1837  |  Ecuador 618 Ciudad de Buenos Aires, Argentina. Tel/Fax: (54-11) 4825-9034. E-mail: [email protected] Web: www.letraviva.elsigma.com Impreso en Talleres Gráficos “Planeta Offset”, Saavedra 565, Buenos Aires, Argentina. Inscripta en el Registro de Propiedad Intelectual bajo el N° 421.249 Impreso en Argentina. I.S.S.N.: 1515-3398. Las reseñas que acompañan las publicaciones aquí destacadas fueron extractadas de las mismas con el fin de brindar un mejor conocimiento del material propuesto y facilitar su difusión. Declinamos, en consecuencia, toda responsabilidad sobre las opiniones vertidas. De la misma manera, el contenido de artículos, dossiers y publicidades es responsabilidad exclusiva de los respectivos autores, compiladores y/o anunciantes.

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Universidad y Psicoanálisis

Presentación

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ietzsche arrojó la pregunta: “¿Qué dosis de verdad puede soportar un hombre?”. Hace más de ciento veinte años Freud echó a rodar –en sintonía– interrogantes que no cabían en las universidades pero llegaron al mundo académico. Hemos transitado de la pretensión universal del saber, a la incompletud necesaria. De la rigurosidad conceptual, a la construcción de nuevos desafíos teóricos. De las vías clásicas en la transmisión, a la incorporación de recursos digitales en “el estadio del screen”. De la contracción en presupuestos de Salud y Educación, al replanteo en políticas de “Salud Mental”. Del acento en el faro europeo del conocimiento, a los destellos de autores locales y de aportes no convencionales. De concepciones epocales –que hoy concebimos alejadas de la ética–, a senderos que no patologizan al sujeto por ópticas de raíz moral. De León Ostrov a los actuales exponentes en las Facultades. De la precariedad laboral de los docentes, a la excelencia que viabilizan algunas cátedras. De prejuicios hacia la licenciatura en Psicología, a la necesidad de anclaje académico para garantizar la transmisión a futuras generaciones. Del temor a

diluir el tesoro conceptual, al enriquecimiento que sugiere el entrecruzamiento discursivo. De Freud, Klein, Lacan, Winnicott, a tantos autores que no caben en el mapa de la Europa central. Ciertamente las coordenadas del psicoanálisis cambian tal se modifica el ritmo de la grandes urbes y el lazo social, mas el sinuoso derrotero entre psicoanálisis y universidad, funciona para algunos como el deseo de incluir un cilindro en un cuadrado. ¿Puede permanecer nuestro campo en las geometrías en las que se pretenden estandarizar conocimientos, sin perder singularidad? Si los futuros posibles analistas buscan validación –también– en “el templo del Saber”, ¿sería alternativa prescindir de sus aulas sin condicionar el devenir del psicoanálisis mismo? En todo caso, el psicoanálisis no debe ceder en su política. Decía Bernard Shaw: “la política se hace o se padece”. Siempre el síntoma como brújula. ¿Lo indeseable? ¿El error? Rabrindranath Tagore –contemporáneo de Freud– decía: “Si cerráis la puerta a todos los errores, también la verdad se quedará afuera”. ¡El psicoanálisis tiene la llave que abre! Alberto Santiere

Universidad y Psicoanálisis

Psicoanálisis y Universidad Pero con la Universidad es otra cosa. Se trata de un proyecto de Nación, se trata de una institución naMarta Gerez Ambertín cional, engloba a todos y nos [email protected] de. Estuvo antes del Psicoanálisis y es posible que le sobreviva. bordar el tema requiere al menos tres Es en la tercera incógnita a despejar puntos a dilucidar. donde van a cruzarse los tres ítems: es a. ¿de qué Psicoanálisis estamos ha- precisamente de qué saber trata el psiblando? coanálisis y si el mismo tiene algo que ver b. ¿de qué Universidad estamos ha- con el saber universitario. blando? La pregunta clave es pues: el saber del c. ¿de qué enseñanza, transmisión, psicoanálisis, ¿puede ser transmitido “uniestamos hablando? versitariamente”? Sin aclarar estos puntos corremos el Si, tal como expresa Foucault: “el sariesgo de discursos paralelos y, con algo ber trasmitido adopta siempre una apade suerte, transversales. riencia positiva. En realidad funciona seRespecto del Psicoanálisis quizá la cues- gún todo un juego de represión y exclutión sea aparentemente más simple o, lo sión [...] exclusión de aquellos que no tieque no es lo mismo, menos compleja: bas- nen derecho al saber, o que no tienen detará aludir a una comunidad o conjunto: recho más que a un determinado tipo de la de los psicoanalistas, aun cuando sa- saber; imposición de una cierta norma, de bemos que son conjuntos heterogéneos. un cierto filtro de saber que se oculta bajo Escribe

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el aspecto desinteresado, universal, objetivo del conocimiento; existencia de lo que podría llamarse ‘los circuitos reservados del saber’, aquellos que se forman en el interior de un aparato de administración...”, entonces es posible (¿es posible?) decir que el psicoanálisis nada tiene que ver con esto. La explicación es aparentemente simple: el psicoanálisis habría producido una revolución que subvierte la tradicional posición egológica y logocéntrica de la subjetividad... el psicoanálisis ha subvertido al sujeto y a partir de esto ya nada puede ser igual. Pero, ¿sería factible que la institución universitaria –haciendo gala de lo de “Universitas” que su fundamento contiene–, pudiera “contener” también al psicoanálisis? ¿Sería posible que en una institución así “funcionara” la enseñanza del psicoanálisis? ¿Qué podría esto significar?, ¿que el psicoanálisis ha sido domesticado o que la Universidad ha sido subvertida? Complicados los dos caminos. Deberemos afirmar sobre esto con Foucault: “es preciso no hacerse ilusiones sobre la modernización de la enseñanza, sobre su apertura al mundo actual [...]. En el corazón del humanismo está la teoría del sujeto (en el doble sentido del término). Por esto el Occidente rechaza con tanto encarnizamiento todo lo que puede hacer saltar este cerrojo. Y este cerrojo puede ser atacado de dos maneras; ya sea por un ‘des-sometimiento’ de la voluntad de poder [...], ya sea por un trabajo de destrucción del sujeto como pseudo-soberano [...]”. ¿Incluir al subvertidor del sujeto en la institución humanística por excelencia significa haber comenzado la tarea de “destrucción” del sujeto como pseudo-soberano, o es más bien haber comenzado la tarea de destrucción de lo que de subversivo tiene el psicoanálisis? ¿No es ese acaso el propósito de la Universidad? Pero tengo dudas sobre si algo de todo esto es realmente pertinente. ¿Por qué? Porque no existe, al menos en Argentina, al menos todavía, la carrera universitaria de psicoanálisis; entonces, si alguna vez esto se plantea habrá llegado el momento de preguntarse si es posible, o aconsejable, o permisible o ilusorio; mientras, el contexto es otro y eso precisa ser destacado. Lo que existe es la carrera de Psicología. Elemental punto olvidado a menudo. Es la Psicología en la Universidad, nos guste o no, la que ha tendido –a veces– una mano al psicoanálisis y le ha permitido ingresar en los círculos áulicos. ¿Se ha apropiado de él? Quizás sea a la inversa, si tenemos en cuenta el uso y abuso que del psicoanálisis se hace en las cátedras “psicológicas”. Llega uno a pensar ante este confuso panorama que ser psicólogo casi implicaría ser psicoanalista aunque el psicoanálisis se encargue de aclarar que no ha menester ser psicólogo para ser psicoanalista. Pero que la Psicología se ha merecido el relevante papel y lugar entre las ciencias “humanas” (si es que después de Barthes, Lacan o Foucault, para nombrar sólo algunos, queda algo que así pueda llamarse) que hoy ostenta, eso no dudo que es indiscutible. Que sus aportes a la tan meneada interdisciplinariedad fueron nodulares, tampoco creo que pueda discutirse; que los psicoanalistas deben abandonar ese dejo peyorativo con el que se refieren a ella es no sólo una urgencia, es vital para el propio progreso del psicoanálisis. Pero esto está hoy muy enrevesado, el paradigma de las psicologías se inclina cada vez más hacia lo conductual o cognitivista, y la enseñanza del psicoanálisis decrece en forma alarmante en las universidades. La Psicología tiene su lugar, indiscutible, prolífico, instituido; el psicoanálisis aún pelea el suyo o, quizás, ni siquiera esté interesado en esa batalla, o, y esto es lo que entiendo, deba perder esa batalla, no acceder a “un lugar propio” en el contexto de un saber “humano” que sus propios postulados ponen en cuestión. Pero sería una soberbia que nada tiene que ver con la institución universitaria decir que poco tiene la Psicología para apor-

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tar al psicoanálisis o viceversa, y no ha sido, precisamente, la soberbia la que ha permitido avanzar al saber pues bien decía Freud en el “Breve Informe sobre el Psicoanálisis” de 1924: “hay algo que no debe olvidarse: por sí solo el psicoanálisis no puede brindar una imagen completa del mundo” y de eso se trata en la “Universitas”, de una imagen completa del mundo que luego discutiremos, abandonaremos, enriqueceremos, destruiremos, pero es a partir de la cual construimos porque la Universidad no debe ser sacralizada, se puede –y debe– criticarla, y es esta tarea crítica, tal vez, una de las tareas más urgentes; como es urgente, también, entender de una vez y para siempre que la verdadera crítica jamás ha significado el desprecio por el saber o el conocimiento que no se comparte. Adherimos a un pensamiento que entiende que el fin del saber de las ciencias “humanas” no debe ser constituir al hombre sino disolverlo; es decir, hacer estallar la praxis totalizante y recoger sus fragmentos a los que el esfuerzo recompondrá conforme a otro plan; ¿es tarea del psicoanálisis presentar otro plan? Creo que eso significaría presentar al psicoanálisis como una nueva filosofía imbricada en una pelea por su lugar entre las muchas que se han disputado y disputan la “interpretación” del mundo; es otra su tarea. Cada sociedad se ve a sí misma a través de sus instituciones, sus creencias, sus normas; se identifica con ellas y disimula la naturaleza profunda de sus operaciones, de sus categorías; hay entonces una tarea de desciframiento a hacer, pero este desciframiento que presenta el psicoanálisis es un conocimiento que avanza en contra de otro conocimiento –con Barthes hemos aprendido que quizás lo propiamente científico resida en destruir la ciencia precedente, pero ello implica, ante nada, reconocerla y conocerla como tal– aunque hay quienes han entendido esto en el sentido no de un saber de desplazamiento – en el sentido freudiano del término– sino en el de una batalla con la/las psicología/a o la/s psiquiatría/s olvidando que hoy la ciencia es plural, que no existe una ciencia sino ciencias y que las fronteras entre ellas son difíciles de mantener y todo liderazgo, en ese sentido, es precario. Así, el estudiante de Psicología no podrá acceder “cabalmente” al psicoanálisis –en el sentido de la práctica y aplicación; ya Lacan ha dicho que la enseñanza del psicoanálisis no puede trasmitirse de un sujeto al otro sino por las vías de una transferencia de trabajo– pero accederá a “algo” del psicoanálisis y no a la menos importante de sus aportaciones: la cuestión del “sujeto” del inconsciente, ese sujeto dividido contra sí mismo. Y entonces ¿qué psicoanálisis recorrerá? En este debate apelaría al Leibniz del Philosophische Schringten: “El género humano, considerado en relación con las ciencias que sirven a nuestra felicidad, me parece semejante a un rebaño de gente que marcha en confusión por las tinieblas, sin tener ni un jefe ni orden ni palabra ni otro signo con que regular la marcha y reconocerse. En lugar de caminar de la mano para guiarnos y asegurar nuestros pasos, corremos a lo loco y a través, chocando unos con otros, lejos de ayudarnos y sostenernos [...] Vemos que lo que más podría ayudarnos sería aunar nuestros trabajos, compartirlos con ventajas y regularlos con orden; pero, por el momento, apenas se llega a lo difícil y que nadie ha esbozado aún, y todos corren en masa a lo que otros ya han hecho, o se copian e incluso se combaten eternamente [...]”. Se trata, pues, de no correr a lo loco ni de combatirse eternamente aunque no parecen estos los tiempos para serenarse, justamente tiempos en los que todo tambalea y en los que cabe nuevamente recurrir a la frase con la que Freud concluye “El Malestar de la Cultura”: “¿quién puede prever el desenlace?”

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Ensayo psicoanalítico

Colonización de la subjetividad Los medios masivos en la época del biomercado Nora Merlin, Letra Viva, Buenos Aires, 2017 Los planteos de este libro apuntan a poner en cuestión que el neoliberalismo y la concentración comunicacional en manos de unos pocos grupos son compatibles con la democracia. Además de protagonizar una distribución económica injusta, el monopolio de los medios de comunicación ejerce una concentración simbólica de sentidos que se imponen y construyen la opinión pública, la sociedad y “la verdad” en una batalla cultural desigual. Como corolario se obtiene una subjetividad manipulada y producida por el marketing, reducida a una cifra y sometida constantemente a procesos de uniformidad y homogenización. Dada la circulari-

dad del capitalismo en su actual versión neoliberal, ¿cómo pensar una salida de este discurso? ¿Qué resta al circuito de la mercancía? ¿Qué alternativa plantear al mercado? La hipótesis del sujeto efecto del lenguaje permite hacer comparecer las diferencias singulares, cuya existencia supone un límite al avance del totalitarismo y el racismo fogoneados por el monstruo tanático neoliberal. Nora Merlin

la subjetividad. Para dar cuenta de ella es necesario delimitar el alcance de los medios de comunicación en su relación con la verdad y el poder. Tratándose del poder y sus relaciones de fuerza, no es casual que comparezca el filósofo Spinoza, lo que le otorga una enjundia especial a su apuesta teórica. Jorge Alemán

Lic. Alberto Larroque UBA

Psicoanalista Consultorio en Medrano y Corrientes

Cel. 1564912514 “Lo mejor de nosotros aún no ha nacido”

LIC. JUANA KOSLO

Entrecruzando distintas herramientas teóricas —la razón populista, la izquierda lacaniana y la enseñanza de Lacan— el libro de Nora Merlin afronta con rigor la lógica implícita en los modos de colonización de

PSICOANALISTA TE. 4957-0765 [email protected] Aranceles accesibles

Seminario: Conceptos Fundamentales

INCONCIENTE Y REPETICIÓN. EL OTRO Y EL SUJETO A cargo de: Adriana Bauab Cristina del Villar Marta Garber Graciela Jasiner Irma Peusner Primer cuatrimestre 2º y 4º viernes del mes 19 a 21 hs Comienza el 23 de marzo de 2018 Informes e Inscripción: 11.30 a 20.30 hs EFBA. J. A. Cabrera 4420/22 Tel: 4776-7827 / 7827 [email protected] / www.efba.org. Imago Agenda | N° 204 | Verano 2018 | 5

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psicoanálisis / filosofía / arte

Ensayo psicoanalítico

Excentricidades barrocas

Mujeres al fin

EL BRILLO DE LO INÚTIL

Testimonios, goce femenino y fin de análisis

Silvia Bolster / Héctor Dematine / Cintia Ini / Claudia Lorenzetti Olga Prósperi / Juan Rodrigué / Nora Trosman / Guillermo Vilela

Florencia Farias, Letra Viva, Buenos Aires, 2018

“(…) me coloco más bien del lado del barroco.” (J. Lacan) De ahí partimos, de la pregunta por el lado del barroco:¿de qué se trata ese lado y qué es tratado en ese lado? O bien, ¿qué supondría un modo barroco de abrirse paso a las cosas?, ¿qué singulariza su estilo, su maniera? Y, ¿en qué interesa esto al psicoanálisis? ¿Cómo se relaciona con la experiencia del mismo y con su formalización? Barroco y psicoanálisis, se trata de explorar sus afinidades electivas en lo que consideramos la mejor tradición freudiana: el ir al encuentro de esa suerte

de anticipación que el arte, en ocasiones, supone para el psicoanálisis y en el que, a menudo, este último encuentra causa, inspiración y, aun, argumentaciones para pensar su propia experiencia. En la caracterización que Octavio Paz hace del barroco como un arte de la metamorfosis del objeto, encontramos una orientación para nuestra búsqueda. No deja de hacerse presente en el texto el cruce entre psicoanálisis, arte, filosofía y política. Estas distintas prácticas lejos de ser pensadas como materias autónomas requieren ser consideradas en sus articulaciones.

“El resultado es una propuesta decididamente convincente en cuanto a la necesidad de diferenciar el meollo clínico, por no decir el embrollo, que especifica el análisis de varones o mujeres. Porque la dimensión de lo singular que estructura ‘lo femenino’ y por lo tanto su experiencia y su discurso, allí donde lo aprehendamos, cohabita perfectamente con la verdad del análisis, que desde su ‘iniciación’ hasta su culminación prefiere lo real de lo particular a lo imaginario de lo universal. Diría que más allá de todo el apasionante recorrido teórico a través de lo que el psicoanálisis nos enseña sobre la mujer y sus impenetrables goces, son los testimonios clínicos los que derriban toda duda acerca de la diferencia esencial en cuanto al final de análisis en hombres y muje-

res. Esta aseveración puede leerse en este libro desde el principio, como faro que guía todo el recorrido. Partimos, dice Florencia, de la siguiente hipótesis: ‘Es posible determinar la existencia de un fin de análisis que sea propio de la experiencia femenina, lo que le imprime al deseo de analista mujer un sello singular’, como lo extrae textualmente de uno de los testimonios. del Prólogo de Héctor López

Ensayo psicoanalítico

Lenguajes y discursos CURSOS DE VERANO

Interdisciplina, transdisciplina, Universidad, Hospital, Institución Psicoanalítica

CURSO 1: Herramientas prácticas para la actividad del psicólogo en el ámbito forense

Juan Manuel Rubio, Letra Viva, Buenos Aires, 2018

Meses de Febrero y Marzo 2018 Vacantes limitadas – Inscripción previa

CURSO SOBRE MMPI-2 CURSO SOBRE PSICODIAGNÓSTICO DE RORSCHACH CURSO: INFORME PERICIAL, IMPUGNACIÓN Y CONTESTACIÓN DE LA IMPUGNACIÓN. SEMINARIO INTENSIVO SOBRE DAÑO PSÍQUICO

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El discurso de las ciencias ocupa el lugar de discurso de referencia y no sólo en el ámbito académico. A diferencia de otras épocas, en nuestro mundo occidental no trae inconvenientes dudar de una “palabra divina”, sin embargo nadie se animaría a dudar de las “verdades reveladas” a través de los “descubrimientos” científicos. Esto es llamativo porque es propio de tal discurso que sus verdades son siempre parciales y provisorias. Tal discurso tiene el acento puesto en el método, al que se considera como único válido, y suele acentuarse que está “centrado en la evidencia”. A esta formulación se la toma como algo

novedoso, cuando en realidad se alinea a lo que fue base en el modo de acceso de Descartes en su pionero Discurso del método. Si bien poner en evidencia es también desenmascarar, descubrir algo que estaba oculto, para el fin con que se lo emplea se la define como aquello de lo que no se puede dudar, que posee una certeza clara y manifiesta. Es así que a tales evidencias se las ha diferenciado en observacionales, probables y probatorias. Por eso se cree que tal abordaje permitiría la observación correcta y la inferencia justa, a partir de resultados positivos, medidos objetivamente y transmitidos con la precisión aritmética.

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Adolescencia

Ensayo psicoanalítico

Saltar de la cuna

Esto no es un diagnóstico

La subjetividad adolescente. El derecho al síntoma

Adrián Scheinkestel, UNSAM, Buenos Aires 2017

Gabriela Insua, Letra Viva, Buenos Aires, 2018 Gabriela Insua “Hace rato viene insistiendo (o algo insiste en ella) con el tema de la adolescencia. Éste, su último libro, añade un concepto extraordinario, totalmente novedoso: El derecho humano al síntoma. Derecho universal sin duda, que en la adolescencia es muchas veces torpemente cuestionado. Gabriela y sus colaboradores (Jorge Reitter y Sara Lemos) proponen un recorrido que articula la teoría con la experiencia clínica, para abordar la subjetividad adolescente desde el principio de la despatologización del adolescente frente a la sistemática medicalización de la problemática que los aqueja”, nos dice desde su con-

tundente prólogo Gustavo Garófalo. Saltar de la cuna (la subjetividad adolescente; el derecho al síntoma), se muestra entonces como una gran interrogación hacia la sordera social por el derecho al síntoma. La analista se deja contar por sus pacientes, por la literatura (como nos tiene acostumbrados a sus lectores, extrayendo sus lecturas enriquecidas), construyendo una noción de síntoma que lo eleva de su estatuto estructural, y de goce estructural, al de derecho. Las consecuencias que se saquen van más allá del mismo psicoanálisis, es claro, denunciando – sólo a modo de ejemplo– cómo el psicoanálisis no pudo escapar.

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Son múltiples y variados los temas que ha abordado Adrián Scheinkestel desde el año 1980 hasta la actualidad. A lo largo de estos textos –conferencias, trabajos presentados en jornadas, encuentros, publicaciones en libros y revistas–, el autor toma diversas cuestiones que conciernen al campo del psicoanálisis y la psiquiatría: los diagnósticos, la medicación, lo actual de la clínica, la última enseñanza de Lacan, la práctica del psicoanálisis en hospitales, en la Red de la Escuela de la Orientación Lacaniana... Aborda la cuestión del diagnóstico, donde se pone en juego el acto de juzgar. Este acto, alejado de la tendencia contemporánea, no es universalizable, ni automatizable. En el psicoanálisis partimos de la ausencia de una regla general, para to-

dos, que Lacan establece como “no hay proporción sexual”. A partir de poner en juego este real, este “no hay...”, se plantea el diagnóstico en psicoanálisis, como el arte de ensamblar lo particular y lo general a la vez.

Seminario de LILIANA DONZIS CLÍNICA CON NIÑOS Y PÚBERES INICIOS, RECORRIDOS Y FINALES DE LA CURA PRIMER SÁBADO DE CADA MES a las 10HS - ANUAL Comienza el 7 de ABRIL *- Primeras entrevistas e inicio del análisis. Lugar del niño, el púber y sus padres *- Entre el padecimiento, el síntoma y la sexualidad en juego.  *- Cuando la sexualidad infantil es la demanda. Transgénero. Trasvestismo. Abusos. *- La transferencia en jaque con niños y padres. Y  las transferencias laterales?  *- El analista como soporte de los argumentos fantasmaticos. Su despliegue en  la escena analítica. *- Alcances y eficacias de las intervenciones. Tiempos lógicos de la cura en la infancia y la pubertad.

Informes e Inscripción: 12 a 20 hs EFBA. J. A. Cabrera 4420/ 22 Tel: 4776-7827 / 7827 [email protected] / [email protected] www.efba.org Imago Agenda | N° 204 | Verano 2018 | 9

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Ensayo psicoanalítico

Nueva edición

Clínica de la ironía

La elección irónica (2° Edición)

Sócrates, Kierkegaard, Freud, Lacan|

Estudios clínicos sobre la esquizofrenia

Gonzalo Javier Lopez, Letra Viva, Buenos Aires, 2018

Martín Alomo, Letra Viva, Buenos Aires, 2018

Las psicosis son un modo de hablar. El fenómeno de cadena rota, que expone el retorno del significante en lo real, verifica en lo más básico de la experiencia analítica la respuesta del psicótico a la asociación libre. Así se establece como algo propio de esta posición del ser un tipo de síntoma que no destituye la complicidad del sujeto. He aquí el inicio de una clínica de las psicosis que no se queda en versiones deficitarias o pseudo-analíticas. Esta línea es la que continúa Gonzalo López, atento a la po-

tencia del decir y no al fenómeno objetivo (u objetivado). La ironía no es un tema de especialidad, un objeto discreto, sino una matriz de relaciones en la que se intersectan los aspectos fundamentales de la práctica clínica con las psicosis: las psicosis como aventura hablante y su consecuencia sintomática. En este sentido, este libro no se aboca a un tópico marginal de la clínica de las psicosis, sino al corazón de esa connivencia del psicótico con el análisis, esa particularidad que reclama el nombre de transferencia.

Hemeroteca

Lacaniana 23

Herejes en la práctica analítica Escuela de la Orientación Lacaniana, Buenos Aires 2017 • • • • • • • • • • •

Inédito lacan La peste freudiana Nuestros poetas malditos Masotta Almodovar Klein Copi Greenaway Alta cumbia Entrevista: Tabarovsky Sánchez

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La opacidad característica del lenguaje esquizofrénico pone en evidencia que el lazo social y la transparencia que todo discurso establecido supone al lenguaje, no son más que una ilusión. La elección irónica esquizofrénica nos muestra un uso del lenguaje que rompe con el principal fundamento del lazo social que consiste en ubicar la consistencia lógica en el campo del Otro. Dicha elección denuncia que todo discurso sólo es semblante justamente al atacar los semblantes discursivos. Así, quienes escuchamos al esquizofrénico quedamos desprovistos de la protección que el semblante nos provee frente a lo real; quedamos “en ridículo” podría decirse, porque ya no podemos sostenernos en una posición de saber, por ejemplo, sino que más bien, reina en nosotros la incer-

tidumbre, el desconcierto y la propia división. Aquí es donde Martín Alomo nos entrega las conceptualizaciones más novedosas que, creo, se han hecho sobre la esquizofrenia hasta el día de hoy. Porque luego de ubicar las coordenadas subjetivas de la posición irónica, se ocupa de pensar ¡la posición del analista en la esquizofrenia! Una verdadera locura, se podría decir. ¿Cómo habría posibilidad de una transferencia en pacientes que, como dice Freud, han resignado la investidura de objeto? ¿No es la ironía esquizofrénica un fenómeno que deja afuera al Otro de la transferencia? Martín Alomo da un paso gigante con este primer y exitoso intento de sistematización, basado en las referencias que grandes maestros, como Freud y Lacan, nos legaron. Gonzalo Javier López

Infancia y adolescencia

La vulneración primordial El Estado frente al niño, niña y adolescente Jorge Giglio, Letra Viva, Buenos Aires, 2018 […] Cuando hablemos, entonces, del niño objeto o del niño en posición o lugar de objeto, haremos referencia a situaciones en las que el niño es considerado como un cuerpo puesto al servicio del poder del adulto, donde media un usoabuso en beneficio de un otro adulto, cualquiera sea éste: padres, madres, parientes, maestros, representantes del Estado, de los medios de comunicación, relaciones significativas o no que, haciendo uso del poder que les otorga esa relación asimétrica, hacen del cuerpo del niño un fetiche (en el sentido de objeto inanimado), en el peor de los casos, y en el que se vulneran

sus derechos más vitales a los que nos hemos referido como el “núcleo duro” de derechos. Pero además, a aquellas situaciones en las que, aunque no impliquen fenómenos o actos violentos, el niño, niña o adolescente es puesto en el lugar de objeto al servicio de un interés particular del adulto. [...] En síntesis, lo que queremos destacar es que en la base de toda situación de vulneración de derechos de niños, niñas y adolescentes, está la vulneración que llamaríamos primordial y es aquella que ubica a los mismos en el lugar de objetos y no de sujetos de deseo y de derecho.

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Ensayo psicoanalítico

Filosofía

El psicoanálisis en la escena contemporánea

Simondon Una filosofía de lo transindividual

Adriana Bauab, Escuela Freudiana de Buenos Aires, 2017

Muriel Combes. Cactus, Buenos Aires 2017

El psicoanálisis en la escena contemporánea, es el nombre que elegí para decir de una clínica inmersa en los últimos años del siglo XX y los primeros del XXI, y de algunas transformaciones –a veces sutiles– que afectan la “situación analítica”. El subtítulo Cuerpo, síntoma, arte, especifica esos lugares donde las variantes de lo contemporáneo juegan sus cartas a lo invariante del inconsciente estructurado como un lenguaje. Los albores de este segundo milenio con sus múltiples cambios, conmoción de los escenarios conocidos, de los valores heredados de la modernidad y los avances científicos y tecnológicos nos colocan a los analistas ante una estimulante apuesta: la del porvenir del psicoanálisis. Por eso hallé interesante enfatizar las invariantes in-

soslayables que balizan nuestra práctica –las del descubrimiento freudiano al que retornó Lacan reinventando el psicoanálisis– articuladas al torrente de novedades que nos trae la era digital. Cimbronazos de esta contemporaneidad que reclaman una ética que aloje al sujeto, que reconozca su singularidad, la de sus goces. Es aquí que el acto analítico encuentra su lugar.

Autismo

Autismo Cómo intervenir, desde la infancia a la vida adulta Victor Luis Ruggieri | José Luis Cuesta Gómez (comps), Paidós, Buenos Aires 2017 Esta obra aborda en profundidad, desde un enfoque actualizado e interdisciplinario, el abanico de necesidades y opciones de intervención actualmente disponibles para tratar los Trastornos del Espectro Autista. La enorme experiencia en intervención de los profesionales que han escrito los diferentes capítulos, sin dudas su valor añadido, la dota de un enfoque eminentemente práctico. Las propuestas presentadas están basadas a la vez en los estudios más actualizados sobre autismo y en los criterios científicos que definen una buena práctica. En Autismo se avanza sobre aspectos como la intervención temprana, la planificación y el desarrollo de programas de intervención con personas de ma-

yor o menor rendimiento cognitivo, el apoyo a las familias, la inclusión escolar, la comprensión de los procesos psicológicos y cognitivos que definen el comportamiento de las personas con TEA, los fármacos utilizados, las terapias alternativas (sin base científica demostrada), los apoyos naturales – como el voluntariado– y la importancia de la comprensión de las bases genéticas para el desarrollo de nuevos tratamientos. Obra de altísimo nivel académico, orientada fundamentalmente hacia la praxis, Autismo será de gran utilidad para profesionales de la salud y la educación de todos los niveles y modalidades, así como para padres y familiares deseosos de información probada y confiable.

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¿En qué se reconoce el simondonismo? Esta pregunta, lanzada desde el prólogo de este libro, y que se nos impone por el peso que adquiere hoy la obra de Simondon, debía necesariamente encontrar en su camino a Muriel Combes. Pues su intento se revela como uno de los más consistentes a la hora de comprender el alcance de las tesis del pensador de la individuación, y de recorrer sus impensados, es decir amplificarlo. No es este un libro cómodo. Combes tensiona en su lectura la letra de Simondon, como quien agita un líquido con el fin de descubrir sus valencias inherentes, o como quien talla la madera a fin de seguir sus vetas-fuerzas. Es decir, fiel a Simondon con el método de Simondon, busca reunir la letra

con el espíritu, tensionarlas juntas, para inscribir una fidelidad rebelde, o una respetuosa infidelidad. Como Simondon no es Uno, como no podría serlo, conviven en él varios, y sus apuestas ético-políticas (que acompañan su filosofía) son también varias. Tenemos, dice Combes, junto al pensador-de- la-técnica, reformador de la educación, regulador de un modo de relación con las máquinas, el Simondon de lo transindividual, de la expresión en lo colectivo de la carga de ser preindividual que somos (exceso y no falta) y que nos impide cerrarnos en un individuo, que nos empuja a la transformación incesante, al afectar y ser afectado. Combes previene que el primero, sin el segundo, corre el peligro de “normar lo inmanente”.

Psicoanálisis con niños

Letra, Sonidos y Dibujos Psicoanálisis con niños Liliana Donzis, Lugar, Buenos Aires 2017 En cada niño y en cada historia de infancia se teje un anudamiento singular con las hebras de las tres dimensiones del lenguaje. La lengua materna y sus efectos nos invitan a mantener la propuesta freudiana y lacaniana del parlêtre, hablante ser, aun con los niños que parecen no haber entrado en el lenguaje. Esta experiencia fue comprobada con padres que no pueden transmitir sino una lengua autistizante, congelada y sin tonalidad. En la cura de un niño grave en un momento preciso puede ocurrir un despertar, un sonido cualquiera surge desde la verbosidad y el canturreo produce una discontinuidad, una palabra que constituye un soplo de sentido en lo real.

Gracias a los enlaces RSI, el dibujo, aun el más primitivo, es un acto del decir puesto en el espacio, que es diferente de la significación del dibujo y que como el juego, es una de las fuentes en las que se destaca la emergencia del sujeto. Letras sexuadas, sonoras y gráficas.

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Universidad y Psicoanálisis

El psicoanálisis en la universidad Escribe

Gabriel Belucci [email protected] “Entre todas las que se proponen en el siglo, la obra del psicoanalista es tal vez la más alta porque opera en él como mediadora entre el hombre de la preocupación y el sujeto del saber absoluto. Por eso también exige una larga ascesis subjetiva, y que nunca sea interrumpida”. J. Lacan

1.

La extraterritorialidad del psicoanálisis a la universidad forma parte de los lugares comunes de nuestro campo. Es preciso matizar esa tesis. En primer lugar porque las carreras de Psicología, al menos en la Argentina, parecen derivarse directamente de la propuesta freudiana del «análisis profano». Al separar el ámbito médico, que recorta una fisiología desligada de su relación al lenguaje, de lo que hoy llamaríamos el «campo de la subjetividad», Freud toma partido decididamente: la formación de los psicoanalistas no es deudora de esa fisiología, sino de aquellas disciplinas que nos permiten fundar una lectura del sujeto, en su relación al Otro. La antropología, la lingüística, el estudio de las religiones, la literatura, la historia y una filosofía, cuyo interés para nosotros rescatará Lacan, son sólo algunas de las apoyaturas que el psicoanálisis toma y que le permiten decantar sus conceptos. Si bien las currículas de Psicología han incorporado en distinta medida esos fundamentos, está fuera de duda que su razón de ser, en su diferencia con la medicina, es justamente el operar sobre la subjetividad. Conviene recordarlo en un momento en el que se esgrime nuevamente la pretendida subordinación de las prácticas «psi» a la tutela médica. Es siguiendo esa vía como se incorporarán a esas currículas numerosas materias que hicieron de la teoría psicoanalítica su eje. Tal el estado de las cosas. Por otro lado, la universidad ha sido, en nuestro país, uno de los ámbitos de producción y circulación fundamentales del psicoanálisis, y punto de partida para la formación de una gran mayoría de analistas. Ello no sólo es cierto en lo concerniente a los cimientos teóricos de esa formación, sino en lo que nombraré «la puesta en marcha de un deseo», aunque sus raíces puedan leerse, après-coup, en otra escena.

2.

Volvamos sobre el estado de las cosas, para preguntar: ¿qué se enseña? Incluso en las universidades en las que el psicoanálisis tiene carta de ciudadanía, la enseñanza de sus conceptos se circunscribe en buena medida a los nombres fundacionales y las bases conceptuales de su pensamiento. Ello tiene sin dudas su razón, ya que es allí donde esas bases se podrán establecer con solidez. Llama la atención, sin embargo, el escaso avance sobre otras complejidades, tanto de esos nombres fundacionales como de muchos que, con ellos y más allá de ellos, han abierto otros caminos al psicoanálisis. Y esto no es un detalle: la riqueza del psicoanálisis en nuestros días descansa en buena medida en esa ampliación de sus horizontes conceptuales y prácticos. De no tenerlo en cuenta, corremos el riesgo de proceder como aquellos escritores para

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quienes la literatura es lo que se escribió antes que ellos. Más nos vale atender a lo contemporáneo. Esto nos lleva a otra cuestión, que quiero plantear: el neto predominio de lo europeo –y, más específicamente, francés– frente a una producción propia que, en muchos casos, se ve representada en comentarios eruditos de otros autores, estos sí originales. ¿Debemos tomar esto como un índice de la pobreza entre nosotros de una producción original? No lo creo así. Más bien podríamos pensar en la vigencia, entre muchos psicoanalistas argentinos, de un ideal que reviste la palabra de quienquiera provenga de esas latitudes de un prestigio automático, aun cuando sus méritos sean a veces discutibles. Lo cual lleva a una tercera cuestión, tal vez la más interesante: ¿en razón de qué el psicoanálisis surgió y floreció en determinados ámbitos y no en otros? ¿Por qué arraigó entre nosotros? Destaca una coincidencia: tanto la Austria-Hungría de Freud como la Francia de Lacan eran antiguos imperios que, pasado el cenit de su poder político, se beneficiaron del sedimento de una extensa tradición intelectual, que precipitó en momentos de un brillo raramente alcanzable. Ello no fue sin su reverso: en ambas naciones se dejaba sentir el resquebrajamiento del antiguo poder, lo que introdujo una dimensión de lo que no anda, del síntoma, que difícilmente podía resonar de ese modo en geografías en las que el success era la norma. Ello dio marco a la emergencia y posterior reinvención del psicoanálisis, que no es otra cosa que una política del síntoma. La Argentina, por otra parte –lo reitero– está estructurada como un síntoma. En nuestra historia, ese síntoma toma la forma de un progreso siempre prometido y cada vez frustrado. Eso no nos vuelve impermeables a los efectos del discurso capitalista, como no dejamos de constatar con cierta alarma, dadas sus consecuencias políticas. Sí le da al psicoanálisis un margen distinto, ya que como discurso y como práctica, se asienta en lo irreductible de un real. Afirmo, entonces, lo siguiente: de la posibilidad de pensarlo en sus variantes, en sus distintas incidencias –a lo que no es ajena la época–, de poner en acto dispositivos que den cuenta de eso, de esa posibilidad depende que el psicoanálisis tenga un porvenir. Y eso, afirmo también, no será sin la universidad, en la medida en que esté abierta a ese movimiento de la Babel presente.

3.

Nuestra presencia en la universidad, hoy, nos exige estar a la altura de los tiempos, al menos doblemente. En principio, por lo impostergable de incluir esa subjetividad de nuestra época que Lacan ponía como condición al despuntar su enseñanza. ¿De qué modos hacerlo? A mi entender, eso no sólo supone una periódica revisión de los programas de materias troncales del grado, sino de la estructura curricular misma. La inclusión de materias electivas, seminarios, prácticas de diversa índole, sin duda es también un modo. A eso se agregan los cada vez más numerosos y diversos cursos, programas y carreras de posgrado, que le dan a la formación conceptual en psicoanálisis una amplitud de posibilidades impensada hace unos años. No va de suyo, sin embargo, que por su sola existencia demos cuenta del impacto de la época en el sujeto y de los modos en que nuestros dispositivos podrían hacerle lugar. Importa que los diseños curriculares y los planteles docentes se nutran de quienes, en su práctica y en su conceptualización, van por esos cami-

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nos. Eso implica, también, afianzar los lazos ya existentes con instituciones del campo de la salud, ya que es en ese cruce donde los efectos de invención se originan, no pocas veces. Un segundo desafío lo constituye el atravesamiento epocal de los nuevos estudiantes, en un tiempo en el que el aparente todopoder del gadget reclama una atención que puede ir en detrimento del saber, devaluado en su valor o reducido a instrumento. Ello requiere alguna maniobra, aún por pensarse. De mi experiencia extraigo una orientación posible: la que da la práctica —y el caso como paradigma—, al despertar un interés que el solo saber pareciera no causar. Como si la cuestión fuera poner en el lugar del objeto tecnológico y el goce autista que promueve, un otro objeto que cause el trabajo y la circulación. Cuestión abierta. En la época, por otra parte, no todo es obstáculo. La interpelación cada vez mayor de un auditorio que no se contenta con los saberes constituidos, atento también a las variantes que lo contemporáneo produce en el sujeto, sus modos de padecimiento y sus soluciones, es, si sabemos tomarla, un punto de partida para la reinvención. Baste como ejemplo la revisión que el debate actual sobre sexo y género terminó por suscitar en nuestro campo, superado el momento de la pura crítica. El otro verdadero es, efectivamente, el que introduce lo inesperado, lo nuevo.

4.

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He equiparado, como es usual, universidad a enseñanza. Abro a sus otros pilares. La investigación en primer término, que alcanza todo su relieve con el estallido exponencial del posgrado. Uno de los problemas que se nos plantea es el metodológico. Se deja sentir aquí la pesada herencia con que una epistemología de raigambre positivista ha pregnado los departamentos de investigación y de posgrado. La solución que en un primer tiempo pareció viable, como precio a pagar por la validación de los proyectos, fue tomar el sesgo de la investigación conceptual. Hay en eso un beneficio: decenas de tesis y proyectos institucionales han llevado a afinar una metodología conceptual que estaba en sus albores, deslindando sus tipos y procedimientos. Considerando el valor de la producción teórica y de la formalización en psicoanálisis, no es poco. Ello fue al precio, sin embargo, de cercenar nada menos que la sustancia misma del análisis, ese sujeto que la pretensión objetivante de la ciencia querría excluido. Se diría incluso que todo el arsenal metodológico llamado «empírico» no es más que un redoblamiento de esa exclusión. Esto es así, ya que, ¿cómo se pretendería replicar y generalizar lo que es del orden de un acontecimiento singular? Es hora, entonces, de subir la apuesta, proponiendo y desarrollando una metodología que haga lugar a la clíni-

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ca, y que tendrá en el caso su fundamento. Eso no puede tener de ningún modo el valor de una pura reivindicación: exige de nuestra parte un esfuerzo de elaboración de lo que podríamos llamar «la construcción del caso», que haga lugar de un modo riguroso a las inflexiones singulares de la práctica, y a lo que en ellas pueda ser elevado a tipo clínico. Es constatable la ganancia de saber y la enorme precisión en la discusión clínica que tienen lugar cuando ese esfuerzo se sostiene. Con respecto a la extensión, es tal vez nuestra gran deuda. Lo que se entiende por tal es tan diverso como la oferta de atenciones de urgencia, actividades con la comunidad o la realización de un ciclo de conferencias. Esa diversidad, si bien es inherente a la «extensión universitaria», se beneficiaría del planteo de una pregunta: ¿en qué puede consistir, para el psicoanálisis, el pasaje al campo social, a la communitas? Arrojo el guante.

5.

Hay, en todo esto, riesgos. Menciono los que juzgo mayores. El primero de ellos, estructural al discurso que Lacan llamó universitario, es el deslizamiento a una teoría del conocimiento, cuando el estatuto de nuestro saber es clínico y lógico. Riesgo éste que es posible contrarrestar, advertidos los enseñantes de la estructura que sostiene esa enseñanza. El sujeto del psicoanálisis rompe, en este punto, toda correspondencia del saber con un objeto que pudiera recubrir. Hay también el peligro de la burocratización, al que tampoco es ajena la institución analítica. Recuerdo al pasar que el paradigma del discurso universitario no era para Lacan la institución educativa, sino la burocracia soviética, equiparable en nuestros días a lo que podría llamarse tecnocracia. En el fin de la dialéctica histórica, quien detenta el saber es amo, foucaultiana juntura de poder-saber. Nos es ineludible habitar esa trama. Sabedores del Otro que no existe –algo que el propio análisis verifica–, ocuparemos esos lugares como semblante, algo que de no sostenerse daría a nuestra enseñanza un sesgo canalla. A esos dos riesgos se agrega un tercero, que no nos es exclusivo: la «inflación de credenciales» y la exigencia creciente de nuevas instancias de formación académica, puede inducir la ilusión de que son esas credenciales las que validan un saber, incluso las que hacen a un analista. Viejo dilema que llevó a Lacan a deshacer el falso binarismo del «análisis personal» y el «didáctico», indicando que no hay más análisis que del sujeto, y que es ese camino el que hace un analista. La vía conceptual sin dudas enmarca esa producción de un analista, y es en eso que la universidad es y seguirá siendo un territorio propicio. En todo caso, parte de esa «larga ascesis subjetiva» que Lacan requería del analista, para estar a la altura de su función.

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Universidad y Psicoanálisis

Psicoanálisis extraterritorial Escribe

Santiago Thompson [email protected]

L

a Facultad de Psicología de la UBA, progresivamente, se ha convertido en la principal usina de producción en psicoanálisis de nuestro país. Tal fenómeno está sustentado al crecimiento que ha tenido, en los últimos años, el campo de la investigación en la facultad. Crecimiento que tiene su base en financiamiento estatal que ha recibido la UBA a partir de 2004. Las maestrías y doctorados fueron beneficiadas en los últimos años con una inyección de recursos en función de un aceitado sistema de becas ligadas a los proyectos de investigación UBACyT. Las jornadas que anualmente organiza el Instituto de Investigaciones han alcanzado el estatuto de congreso internacional en la última década. El prestigio de la facultad la convierte en un lugar de formación de posgrado elegido por muchos profesionales en Latinoamérica. Los proyectos de investigación que tienen sede en la facultad son lugares fecundos para la producción, y promueven becarios cuyas tesis en muchos casos han devenido libro. Publicaciones notables, como Sinthome de Fabián Schejtman y La libertad en psicoanálisis de Gabriel Lombardi, son tributarias del trabajo de los equipos de investigación. Entre los escritos de los becarios están los primeros libros de Pablo Muñoz, Lujan Iuale y quien suscribe. La articulación misma entre psicoanálisis e investigación en el marco de la UBA, fue objeto de investigación –remito aquí al destacado trabajo del equipo dirigido por Clara Azaretto, plasmado en el libro Investigar en Psicoanálisis–. Como el lector adivina, entiendo que el lazo entre colegas que tiene lugar en nuestra facultad responde menos al discurso universitario, es decir, la reproducción de lo que ya se sabe, de lo que cabría suponer. Tal reproducción es más frecuente en las instituciones de psicoanálisis dominadas por una figura que centraliza las transferencias, fija la agenda de la comunidad y establece los márgenes de lo decible. Mientras que, en la universidad, la sobredeterminación a la que están sujetos los investigadores –cátedra de pertenencia, atravesamientos institucionales externos, requerimientos formales, criterios de los jurados– da lugar a producciones originales. El número y la calidad de los libros elaborados a partir de tesis de posgrado hablan por sí solos. Las instituciones analíticas mejor orientadas hoy aprenden de lo que sucede en la universidad. El lugar extraterritorial que tiene el psicoanálisis en una facultad de psicología (no de psicoanálisis) se ha convertido en el sitio más propicio para la formalización de la práctica. Las tensiones que producen otros discursos y los atravesamientos institucionales no han devenido obstáculos insalvables, sino que por el contrario han dado lugar a un esfuerzo de formalización. La oscuridad de una enseñanza sostenida en el saber supuesto ha dejado su lugar a una lógica signada por el saber expuesto. Por eso las producciones surgidas en la UBA circulan: dejan de lado la enunciación oracular, la opacidad lacaniana (sólo tolerable si el que habla es... Lacan) y procuran claridad en la transmisión. Lo que entusiasma de la inserción del psicoanálisis en la universidad es su proyección. Mientras algunas instituciones siguen ancladas a un clasicismo acrítico que pone en peligro la

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vitalidad del psicoanálisis, la universidad desafía a los analistas para sostener su lugar en un ámbito extraterritorial. El psicoanálisis en la universidad se ramifica, se hace red, con figuras destacadas, pero que no se erigen como líderes carismáticos... sino que son objeto de cuestionamiento constante. La república de la UBA, con todas sus imperfecciones, internas políticas, etc., parece ser el mejor lugar para que el psicoanálisis siga teniendo la oportunidad de dar un paso más. No pienso la universidad como un lugar de bienestar, sino, por el contrario, como un sitio donde el malestar es productivo. No exento de injusticias y desigualdades. Me interesa aquí subrayar que incluirse dentro del campo de la investigación en la facultad exige del psicoanálisis y los analistas un esfuerzo en la transmisión y la formalización –¡incluso un esfuerzo en los plazos!– que tiene como efecto publicaciones incitantes. Quienes tuvimos la posibilidad de trabajar en el marco de un equipo de investigación, y de transitar las instancias de posgrado, hemos aprendido de metodólogos e investigadores en el campo de la psicología experimental, entre otros. Aportes que airean la comunidad de analistas. Incluso el pasaje por la burocracia universitaria, lejos de achatar las producciones, ha dado lugar a esfuerzos de precisión. Las tesinas de grado constituyen una buena ocasión para el intercambio entre docentes y alumnos, donde se abre la oportunidad de dar lugar a algunas ideas innovadoras: mientras escribo esto estoy trabajando en la tutoría de una tesina dedicada a la expectativa angustiosa en los intercambios por WhatsApp. Es cierto que la burocracia universitaria da lugar a también a “la fábrica de papers” de escaso valor. Las revistas publicadas por el Instituto de Investigaciones, si bien suman más de lo que restan, siguen sin estar a la altura del prestigio de la UBA, por estar más orientadas a brindarles a los investigadores la posibilidad de publicar que dirigidas a captar el interés del público. El resultado es entonces desparejo y no redunda en una edición atractiva en su conjunto, siendo su destino el archivo. Entiendo que nuestra facultad está en condiciones de producir una revista psicoanalítica de excelencia, que esté a la altura de las mejores publicaciones del ámbito académico. La formalización de conceptos: Investigar de acuerdo a los parámetros que imponen los criterios científicos implica formalizar la experiencia. El esfuerzo de formalización no es ajeno al psicoanálisis. Por el contrario, es inherente a las producciones de Freud y Lacan. Textos fundadores como La interpretación de los sueños sin ir más lejos, responden al formato de una tesis. Que la experiencia clínica nos confronte con un real que no cesa de no escribirse, no implica que el psicoanálisis sea una práctica inefable e inaprehensible, ni nos releva de la precisión conceptual. Lacan afirma –en la frase que inaugura su escrito “Subversión del sujeto…”– que “una estructura es constituyente de la praxis llamada psicoanálisis”. Estructura que incluye un elemento faltante, que es un conjunto covariable de elementos. Toda su enseñanza está signada por intentos de formalizar esa estructura: los esquemas, el grafo, los matemas, los discursos, las figuras topológicas, los nudos. La investigación psicoanalítica en el marco de la universidad dio lugar a esfuerzos de formalización y desambiguación dignos de ser destacados. Mientras que algunas publicaciones por fuera de la universidad padecen en ocasiones de una inconsistencia tri-

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butaria de una deriva metonímica, el formato de tesis es propiciatorio de la escritura de trabajos consistentes, cuando el tesista asume el riesgo de elaborar una producción que lleve su sello. “Una cosa es expresar una idea bajo la forma de una pasajera observación, y otra tomarla en serio, conducirla a través de todos los obstáculos y conquistarle un puesto entre las verdades reconocidas” escribió Freud en su “Historia del movimiento psicoanalítico”. El trabajo en que consiste la elaboración de una tesis en el ámbito académico brinda la oportunidad, a quien se aventura en esa vía, de poner a prueba las propias intuiciones clínicas con el rigor que supone la cientificidad de una investigación, generando un corpus teórico. La adhesión al método de la ciencia, la búsqueda de procedimientos de validación del conocimiento –coherentes con el marco teórico psicoanalítico– no conspira contra la producción clínica, sino que la enriquece. El estudio de casos: Uno de los desafíos que impone el formato científico a la investigación en psicoanálisis es el abordaje de los casos clínicos. Se podría suponer que la clínica es inaprehensible porque la experiencia analítica no soporta terceros, y entonces debemos conformarnos con los que el analista nos relata, sin poder nunca acceder al “caso clínico”. Esta concepción es tributaria de una noción de clínica que ubica al analista, justamente, en el lugar del observador. Mientras que, si pensamos al analista como una de las partes de la experiencia, la práctica analítica misma deviene entonces objeto de un abordaje plausible. Lacan subraya en “Posición del inconsciente” que “los psicoanalistas forman parte del concepto de inconsciente, puesto que constituyen aquello a lo que este se dirige”, y concluye en su seminario 11 que la presencia del analista es en sí

misma una manifestación del inconsciente. Lo cual nos orienta respecto de una vía a recorrer para las así llamadas “investigaciones empíricas” en psicoanálisis. El testimonio del analista no es la observación de un objeto de conocimiento sino una elaboración de saber a partir de una experiencia que lo incluye en la transferencia. El analista es entonces al menos dos: aquel que produce efectos y aquel que teoriza tales efectos. La institución UBA: Es un hecho que muchos analistas, entre los cuales me incluyo, han hecho de la UBA su institución de pertenencia. En lo personal, mi gusto por la escritura está causado de modo esencial por el recorrido realizado en la universidad. Reconozco mi trabajo publicado como un efecto de la orientación que ha tomado el campo de la investigación en nuestra facultad en la última década. La tensión misma entre las instancias de elaboración y evaluación genera en su intervalo un espacio donde una producción original puede tener lugar. No vivo la convivencia con colegas de otras líneas teóricas en la institución como un factor opresivo, sino propiciatorio, ya que me desafía y propicia intercambios que nos rescatan de las pasiones que se desatan de modo tan frecuente entre los analistas. Nuestra facultad es hoy un espacio abierto a la sorpresa, donde todo puede suceder.

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Universidad y Psicoanálisis

El imperio de la redundancia: la polémica universidad vs. psicoanálisis Escribe

Juan Bautista Ritvo [email protected]

I.

Sin duda, hay incompatibilidad entre un discurso –el universitario– que al menos en el campo de las humanidades, tiene un objetivo conservador y acumulativo, constituyendo una tradición sin fracturas ni pérdidas, que aplasta al sujeto impedido de mostrar cualquier rasgo de singularidad, y el psicoanalítico, que promueve un saber necesariamente disperso y entre cuyos restos puede hallar alojamiento un sujeto. Pero denunciar esta incompatibilidad puede ocultar que las instituciones analíticas se han plegado al imperio de la redundancia universitario al punto de ya no distinguirse de él. Entre los que siguen el curso honorífico de la universidad y los que se ubican en las escalas jerárquicas psicoanalíticas –ya no vale la pena diferenciar las instituciones porque todas han entrado en el “maravilloso mundo” de la globalización del saber– hay constantes transfusiones y ósmosis recíprocas. En todos los casos el procedimiento es el mismo: los textos fundamentales, que para interpretarlos es preciso rehacerlos porque su sentido no es evidente y lo que emerge como evidente es falso, son fetichizados. Así no pueden ser interrogados; han pasado al estatuto de dogma. Y, ya se sabe, un dogma es dogma porque está prohibido leerlo. En reemplazo de la lectura se acude a la paráfrasis. Un texto de Lacan se explica por otro texto del mismo Lacan o de algún pequeño maestro autorizado. Se supone que su propiedad es la verdad como verdad sin contestación posible, renunciando así al descubrimiento mayor del psicoanálisis, que la vía de la verdad es, en todos los casos, la mentira. Claro, suele decirse, este es un criterio para el lenguaje de la clínica, es decir, el lenguaje del síntoma, pero no para el lenguaje teórico, el que a parecer ostenta todos los privilegios. Esta ilusión fue alimentada, en varias oportunidades, por el mismo Lacan. La más notoria y refutable es aquella en la cual dice que si todo síntoma es una metáfora, decirlo ya no es metáfora. ¿Es concepto, entonces? ¿El concepto está más allá de la metáfora? ¿No es, acaso, como el mismo Lacan en algún momento lo dejó entrever, una metáfora fundamental? Desde luego, tenemos dos cruces. La primera concierne a la teoría: los diversos niveles del significante no han sido explorados por una especie de soberbia que repudia todo exterior del psicoanálisis. Se han desoído críticas y sugerencias que vienen de disciplinas cercanas. (¡Oh Benveniste! ¡Cuántas cosas se podría aprender de él si se lo leyera en serio!) La segunda implica a la clínica: hay una disparidad profunda entre lo que ocurre en los análisis de control, donde emergen las dudas, las perplejidades, las trampas del amor, las inconsistencias del analista, y lo poco de eso que pasa a la esfera más pública de jornadas, reuniones, congresos, seminarios, publicaciones de revistas, de libros. Las llamadas viñetas clínicas son un monumento a la obsecuencia…

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Y en cuanto a los testimonios del pase, un colega, en un trabajo publicado hace años, los calificó con el título: la isla de los esclavos. ¿Será posible que después de tantos años los únicos problemas son problemas cruciales, no se conozca más tiempo que el llamado tiempo lógico, sin advertir que entre ambos términos hay una incompatibilidad tan profunda como fecunda, pero que es necesario plantear de antemano para no pasar por alto lo esencial? Se ha dicho muchas veces y bien (yo también lo he dicho a riesgo de caer en la redundancia denunciada) que tenemos una enorme cantidad de respuestas, pero no sabemos cuáles son los problemas.

II.

En otras épocas el discurso universitario (siempre me refiero al campo de las humanidades) se ufanaba de sus aspectos progresistas, incluso vanguardistas. En los últimos años, la temible globalización impuso conductas sectarias, conservadoras, replegadas una y otra vez sobre el saber sabido al punto de que el sujeto, a la vez víctima y victimario de sus procedimientos, está a punto de regurgitar lo mal asimilado, vuelto tóxico por la prohibición gregaria de interrogar sus fundamentos. A ningún becario se le ocurre examinar el carácter destructivo de la democracia –la uniformización abstracta, que es valiosa y no rechazo, agrava el conflicto incesante entre desposeídos y detentadores del poder, con lo cual digo, también, que las prácticas dictatoriales conducen al abismo–; ninguno saca las consecuencias debidas de la infinita capacidad del ser humano para destruirse y autodestruirse, como ocurre en las clases populares –de las dominantes no es necesario decir nada que no sea terrible–, que oscilan entre bruscas erupciones y el sometimiento servil a condiciones infrahumanas. A ningún psicoanalista se le ocurre que el punto débil de la tópica freudiana no está localizado en el inconsciente sino en el lugar paradójico que le asigna a la conciencia.1 Quiero decir: todas las instituciones del saber contemporáneo tienen prácticas (estaba por decir “mafiosas”, pero se trata de un exceso…) corporativas, en el sentido fascista del vocablo: el que cuestiona las reglas es ignorado y si insiste es expulsado y queda borrado su historial. Las instituciones del saber practican, sistemáticamente y desconociéndolo, lo que hace todo el mundo: la segregación. Voy a dar un ejemplo reciente que proviene de una entidad analítica. La F.E.P de psicoanálisis organizó en febrero del año próximo y en París unas jornadas bajo el título: “¿Qué compromiso político público puede hacer en nombre de psicoanálisis?”. Y plantea, como ejemplo decisivo, la situación del “populismo”, en obvia referencia a la derecha del Frente Nacional de Francia de Le Pen. ¿Qué aporta supuestamente el psicoanálisis en esta ocasión? Que el populismo no puede comprenderse sin el llamado Vatersensucht (anhelo o nostalgia del padre) que divide al “pueblo” (término que escriben entre comillas, pero no cuestionan) y puede conducirlo a lo peor. El argumento prueba demasiado: todas las formaciones de

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masas, incluido el llamado “progresismo” bien pensante, tienen su correspondiente anhelo del padre; todas, por su parte dividen y segregan. Que el frente progresista sea preferible al frente nacional, eso es algo obvio; pero la unificación democrática también alberga su huevo de la serpiente. Caer sobre el populismo sin interrogar el lugar, digamos, liberal donde se ubica la oposición, es un modo de ocultar la responsabilidad del psicoanalista arrastrado, como todo el mundo, por las corrientes espontáneas de la vida social. El progresismo está en una encerrona porque la inmigración también es un problema para él: el temor frente a una lengua extraña, unas conductas sospechosas, por más que la buena conciencia presione para liberarse de prejuicios, es algo en común con el cerril conservadorismo, cerril y brutal, del Frente Nacional. Pero este Frente es un espejo deformado, sin duda, de encrucijadas que el progresismo no ha sabido sortear. Las instituciones psicoanalíticas bailan al compás del mundo. La jauría marcha a paso militar, izquierda, derecha, al frente, marchen, como diría el final pantagruélico de Berlin Alexnderplatz de Döblin. Pavonearse con ciertas nociones sin duda ciertas de Freud, encubre una conducta que pone a las instituciones psicoanalíticas del mismo lado que la ya vetusta universidad, encerrada en su cerco ideológico. _________________ 1. En su Esquema del psicoanálisis (1938) escribió Freud: “El punto de partida para esta indagación lo da el hecho de la consciencia, hecho sin parangón, que desafía todo intento de explicarlo y describirlo. Y, sin embargo, si uno habla de consciencia, sabe de manera inmediata y por su experiencia personal más genuina, lo que se mienta con ello.” Parece repetir lo que San Agustín dijo del tiempo: si no pienso en él, sé perfectamente de qué se trata; si intento pensarlo, ya no sé qué pensar.

Universidad y Psicoanálisis

Psicoanálisis-Universidad, su política Escribe

Amelia Haydée Imbriano [email protected]

El discurso es el ejercicio de un poder: Desde Freud, la trayectoria del psicoanálisis, ha demostrado que se trata de un discurso, cuestión que no le pasó inadvertida. Todo discurso implica el ejercicio de un poder, una praxis política, y en particular –así como gobernar y educar– un ejercicio “imposible”. La referencia freudiana a su llegada a los Estados Unidos, “No saben que les traemos la peste”, nos ofrece uno de los tantos rastros de sus efectos. El más importante, justamente, es tratarse de un ejercicio imposible, pues eso implica que no cesa de no inscribirse. O sea, es un discurso que insiste sin cesar, que resiste a los avatares del sujeto y el presunto mundo. Nos expresamos en términos de “presunto” respecto del mundo porque desde su etimología significa “limpio” y justamente, por el efecto de discurso, se constituye como “in-mundo” por las manipulaciones de la política implicada. “Se define discurso como la organización de la comunicación, principalmente del lenguaje, específica de las relaciones del sujeto con los significantes, y con el objeto, que son determinantes […] y reglan las formas de lazo social […] El psicoanálisis coloca acento no en una subjetividad, sino en su sujetamiento, entendiendo por ello lo que puede determinar a un sujeto, producirlo, causarlo, o sea, su historia, y, más precisamente, la historia de un decir, el que estaba ya antes incluso de su nacimiento en el discurso de sus padres, el que desde su nacimiento no cesa de acompañarlo y de orientar su vida en un ‘tú eres eso’”.(1) ¿Eso? ¿Un objeto? ¿Qué tipo de objeto? Es un objeto tan especial que, de todos los entes del mundo, es el único que se pregunta por su ontología, y en esa interrogación provoca las in-mundicias, se produce como barroso y quien se articula en el lazo social, se embarra. O sea, se humaniza (humus = barro). Lacan ha referido: “antes de toda formación el sujeto, de un sujeto que piensa, que se sitúa en él –algo cuenta, es contado, y en ese contado ya está el contador–. Sólo después el sujeto ha de reconocerse en él, y ha de reconocerse como contador”.(2) Y, aquel que puede reconocerse como “con-

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tador” es quien se implica en una política preguntándose: ¿Qué quiere el Otro de mí? ¿Qué me quiere el Otro? ¿Puede perderme? Como el Otro no puede otorgar la respuesta, comprobamos la tesis lacaniana respecto que el sujeto no es sin los significantes del Otro (alienación), y que a la vez, no es ningún significante del Otro (separación). Así las cosas, emerge una constitución implicada en una política: el deseo del hombre es el deseo del Otro, desde lo cual se entiende que el sujeto quiere ser objeto del deseo del Otro y objeto de reconocimiento también. Es el deseo del Otro, y si bien se constituye a partir del Otro, en el intento construye una falta articulada: sujeto en tanto que dividido, objeto en tanto que perdido. Y, ¡así se constituye una política del deseo! En el Siglo XXI asistimos a un mundo lleno de gadgets que se ofrecen como complementarios para el sujeto, y estamos muy comprometidos en pensar que el discurso que hemos denominado “de gestión capitalista” dificulta ese espacio de falta en el sujeto que le permita la construcción del deseo. La omnipresencia del Otro en la sociedad contemporánea, conjuntamente con un padre culturalmente en declive, sustituido por un amo multinacional, genera una transformación de la legitimidad del discurso, una variación en la constitución subjetiva que queda de manifiesto en las dificultades para trasmitir la ley, para organizar la metáfora jurídica, para organizar el lazo social en los marcos de la institucionalización. Hoy creemos que somos ciudadanos del mundo, y acumulando nuestras inmundicias, hacemos caminos en andares que transforman lo ilegítimo en legítimo. De este modo, el discurso realiza una gestión en donde el significante amo dirige la verdad, la construye de acuerdo a su ambición. Si nos referimos a “gestión” es porque consideramos que se trata de una dirección de funciones, lo cual siempre implica el ejercicio de un poder. En el caso del discurso capitalista, que hemos denominado “de gestión comercialista”, un agente interviene sobre la verdad modificándola a su servicio, intentando “conjuntarla” (armonizar los elementos de un conjunto para aumentar su eficacia) con el plus de goce(3). Por un lado, su efecto es el empuje a la desmesura, o sea, a esa pulsión que no encuentra la medida adecuada. En la Conferencia de Milán, Lacan reflexionará sobre el mismo haciendo referencia al rechazo a la castración que implica (4). Lo cual no es sin consecuencias, tales como la construcción de un ídolo humano, en donde el sujeto se cree autor de su discurso desconociendo su fundamento,

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fenómeno al cual podríamos llamar, tal como Moliere lo ha hecho, “infatuación”. Por otro lado, el discurso del capitalismo confecciona una cultura que hace desaparecer al hombre en su singularidad: construye una trasmutación para superar toda imposibilidad. ¡Se trata de política! Das Ding es político: Hay una imposibilidad imposible de diluir pues es estructural, la que implica el juego de la búsqueda del “objeto perdido desde siempre”, nos referimos al objeto en su estatuto freudiano –das Ding–. Si consideramos que das Ding es un operador estructural, podemos pensar que el corazón de la metapsicología freudiana es político, así como podemos pensar que la ética lacaniana es política. El das Ding organiza un poder. ¡Das Ding es político! Si el lenguaje es condición del inconsciente y constituye al sujeto, éste siempre está implicado en una política, ya sea la política del deseo, en donde opera la falta del Otro, o la política del goce, en donde el sujeto es expoliado de su deseo. No obstante siempre hemos sostenido: “Frente a este panorama como psicoanalistas nos cabe recordar que la existencia del inconsciente sigue siendo todavía un antídoto contra la deshumanización”. ¿Por qué? Porque el inconsciente no es del orden del ser ni del no ser, sino de lo no-realizado. Su realización siempre implica una aparición a modo de sorpresa, como corte, como irrupción, y es allí donde puede dejar al sujeto de goce “sin saberlo todo al respecto”, quizás, posibilitando una interrogación sobre el deseo. ¡El inconsciente es político! El psicoanálisis, desde el espíritu de su fundador, se definió como un procedimiento de indagación, un método de tratamiento y una disciplina científica (3). Consideramos que el psicoanálisis implica la política del entrecruzamiento entre esos tres puntos. Y, más que nunca, en este siglo, hay que retomar el espíritu freudiano que es hijo de la investigación. No hay indagación, no hay disciplina, no hay psicoterapia, si no hay método. El tema es interrogarse por el método, por la legalidad del método tal como lo hiciera Freud. Muchos hemos escrito sobre Investigación y Psicoanálisis, en artículos tales como “Acerca de la circulación del psicoanálisis en la Universidad” (1976), “La enseñanza del Psicoanálisis” (1984), “La universidad: desestima el Psicoanálisis” (1999), “Psicoanálisis e investigación” (2011), “Investigación en Psicoanálisis” (2016), entre otros. Prospectiva de buen futuro: la no ilegitimación de discursos: Todo discurso tiene como matriz el discurso del amo. Sus variaciones hacen posible al Discurso Universitario, único que tiene en el lugar del agente al saber. Y, al Discurso Analítico cuyo agente es un poder vacío. Y, nuestra propuesta radica en que si cada uno se regula por su lógica, la política en juego se mantiene en un marco de legalidad. Solo podemos pensar en una prospectiva de buen futuro si no se ilegitiman ninguno de ambos discursos. Entendemos al Discurso Universitario como una variante del Discurso del amo, en donde su agente es ocupado por el saber del psicoanálisis, soportado por la razón desde Freud, para así provocar una elaboración respecto de la causa freudiana, cuyo producto es la subjetivación del deseo de Freud. A los lugares le proponemos nombres, como lo muestra el esquema siguiente: El saber del Psicoanálisis La razón freudiana



La causa freudiana Subjetivación del deseo de Freud

pado por el vacío, soportado por el saber del psicoanálisis, para así provocar una interrogación subjetiva (5) y la producción de los significantes amos prescriptos. La legitimidad de cada discurso, en el caso que nos interesa, el Discurso Universitario y el Analítico, reside –como en todo discurso– por una direccionalidad, una imposibilidad y una impotencia. También consideramos que hay un elemento constituyente de esa legitimidad: la barra. Si la barra es diluida, no es posible ni el discurso universitario ni el discurso analítico sino que ambos estarán al servicio de un proceso de ilegitimación en donde pueden quedar convertidos en adoctrinamientos religiosos, desvirtuándose en forma radical. El Discurso Universitario debe producir, en relación a la enseñanza del psicoanálisis, a aquel que subjetive el deseo de Freud y se ubique como “curioso” (deseo de saber). El Discurso Analítico debe producir los significantes amos prescriptos para un sujeto para lograr su destitución. Cada uno implica el ejercicio de un poder, cada uno constituye un modo de política. Ahora bien, si estos discursos se ilegitiman, cambiando la dirección en sus relaciones, anulando la barra, y de ese modo la impotencia y la imposibilidad, ambos corren el peligro de la religiosidad, del acatamiento, que también es una política. Psicoanálisis y Universidad implican el ejercicio de un poder, transmiten la ley, y de este modo organizan el lazo social en los marcos instituidos por cada política. Consideramos que es responsabilidad de cada uno, en tanto profesor en la universidad o analista, sostener la legalidad que hace posible que el sujeto pueda referirse a un discurso de institucionalidad. Vayan estas líneas como un llamado al respeto por las lógicas de legitimidad de cada discurso y a la prudencia. Sólo desde allí se puede pensar una buena prospectiva tanto para la Universidad como para el Psicoanálisis.

Referencias bibliográficas 1. Chemama, R. 1998. Diccionario del Psicoanálisis. Buenos Aires: Amorrortu. 2. Lacan, J. 1986. El seminario 11. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis (1964). Buenos Aires: Paidós, pág. 28. 3. Lacan, J. 1992. El seminario 17: El reverso del psicoanálisis (1969). Buenos Aires: Paidós, pág. 192. 4. Lacan, J. “Conferencia en la Univ. de Milán”. Mayo 1972. Inédito. Recuperado en: https://es.pdfcoke.com/document/55454317/CONFERENCIA-DE-LACAN-EN-MILAN-DEL-12-DE-MAYO-DE-1972 5. Freud, S. 2008. “Dos artículos para enciclopedia” (1922). Buenos Aires: Amorrortu.

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Por otro lado, entendemos al Discurso Analítico como el revés del Discurso del Amo, en donde el lugar del agente es ocu-

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Universidad y Psicoanálisis

De psicoanalistas en la universidad, unicornios azules y cronopios Escribe

Norma Bruner [email protected]

N

o todos los psicoanalistas tenemos la misma política y posición a la hora de llevar adelante nuestro trabajo como docentes universitarios. No todos los docentes o profesores universitarios tenemos la misma posición a la hora de llevar adelante nuestro quehacer como psicoanalistas. No todos los psicoanalistas trabajan como docentes universitarios y sin embargo sostienen una cierta política del psicoanálisis. La política del psicoanálisis no es la política de la universidad argentina, aunque haya psicoanalistas argentinos en política universitaria. Es muy difícil poder separar la política de la universidad de la política e historicidad de nuestro país. De manera inadvertida o advertidamente, siempre se tiene una cierta posición política, no necesariamente partidaria, ya que no hay ética sin política, si el sujeto está en cuestión. El psicoanálisis no es tal sin una cierta ética a la hora de definir al sujeto humano, objeto de sus intervenciones, y por ello su política es precisamente la puesta en acto de la realidad de lo inconsciente, siendo la transferencia el dispositivo donde el psicoanalista tiene derecho o autorización para hacerse responsable de su dirección. En lo personal, trabajo como psicoanalista y docente de la Facultad de Psicología de Universidad de Buenos Aires, y en otras universidades del país y el exterior desde hace más de 30 años, e intento seguir apostando a una posición ética que defienda la singularidad, el derecho a la pura diferencia del deseo, y al mismo tiempo, la utopía de hacerlo con otros, en un entramado y desarrollo que nunca es individual sino en relación al semejante. El psicoanálisis es una práctica de transformación, creadora de diferencias en un campo donde no existían previamente a su paso. Los psicoanalistas ejerciendo docencia universitaria, tenemos la posibilidad y oportunidad de hacer función del significante, ponerlo a trabajar y hacer que su dimensión haga marca en nuestros alumnos y por ende, en nosotros mismos. Hay profesores y cátedras significantes y significativas, si dejan como saldo o resto entre el docente y el alumno un nuevo sujeto. El aprendizaje se produce en ese espacio transicional que no le pertenece ni al docente ni al alumno pero que no puede generarse sin ambos en juego. Hay aprendizajes posibles, si al cursar y/o dictar esa materia se logra un encuentro entre docente y alumno y un proceso de transformación activo, si se despertó el deseo de aprehender porque la dimensión lúdica, sorpresa e identificación, se puso en acto. Cuando esto sucede los efectos resultan duraderos hasta bastante después de haber rendido el examen final. Ese encuentro transformador abre caminos y vías. Hay libros, autores, posiciones, debates, propuestas y conceptos que se vuelven referentes en el ejercicio profesional, y hay fichas, apuntes o manuales que son vendidos rápidamente luego del ciclo lectivo. Hay cátedras y docentes, psicoanalistas inclusive, que sólo ponen a funcionar la lógica de la repetición de lo real, con sus efectos de mortificación y sacrificio sufriente, o de la fascinación narcisista perversa de la mostración, incluyendo al alumno como

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público sumido y sometido en la angustia de la insuficiencia. Un psicoanalista, si ha hecho él mismo un trabajo de análisis, puede estar en mejores condiciones incluso que otros para hacer docencia al aceptar la propia castración y ubicarse como un simple pasador. Habrá efecto sujeto si como resultado del encuentro, en el aula o el consultorio, algo nuevo que imprima corte y diferencia simbólica ocurrió. La presencia del psicoanálisis y de psicoanalistas en equipos interdisciplinarios, del orden de la Salud, Educación, Trabajo Social u otros, resulta ser, desde mi punto de vista, imprescindible y no sustituible si está en juego la defensa del estatuto ético del sujeto humano y su desarrollo. En esta ocasión, para el tema Psicoanálisis y Universidad voy a elegir como sesgo el testimonio y reconocimiento. En el año 1980 ingresé a la Universidad de Buenos Aires como estudiante de Psicología, en 1985 recibía mi título de Licenciatura, y comenzaba la aventura profesional como psicoanalista y docente universitaria. Al momento de mi elección de carrera universitaria la disyuntiva Medicina o Psicología jugó la primer partida pero el guante no quedó en el piso, la pregunta e investigación por las condiciones de posibilidad o imposibilidad, de prohibición y/o de prescripción para que un bebé y/o niño, advenga a una posición como sujeto de deseo en la infancia, sigue presente en mi aún hoy, como causa, límite y horizonte. Dar cuenta de los procesos y las operatorias simbólicas primordiales a la constitución del sujeto, la incidencia de lo real orgánico y los efectos imaginarios, los caminos para la construcción del cuerpo como propio, el valor del juego y del jugar, el papel del Otro y otros primordiales, la historicidad y la época, las condiciones sociales, los factores e indicadores de riesgo para la detección e intervención temprana, las relaciones y diferencias entre el autismo, las psicosis y las llamadas discapacidades infantiles, son algunos de los problemas que me propuse investigar y desarrollar. En la década de los 80 a los niños con Autismo y/o Psicosis, los que hoy integran el abanico social de las discapacidades infantiles, se los llamaba “Aislados”, y de hecho, hubo un Primer Congreso Argentino “del niño aislado” al que no concurrimos más de 5 o 10 psicoanalistas. No es que hubiera menos autistas, es que había menos psicoanalistas deseosos del brillo escénico que otorga hoy ocuparse del Autismo, y el DSM no había desembarcado en las escuelas aún. Luego de haberlo hecho, el efecto dominó se hizo imparable; con gran provecho para los laboratorios ciertamente. Tuve la fortuna de haber pasado mi concurrencia desde 1985 a 1990 por el Servicio de Psicopatología Infantil del Hospital Lanús. El creado por Mauricio Goldemberg, e ingresar, en 1986 al centro Dra. Lydia Coriat (Fepi ), ser parte de su historia y equipo durante 25 años hasta el 2011, como también en ese mismo año ingresar a la docencia universitaria en la Facultad de Psicología de la UBA, la que sigo ejerciendo en la actualidad. Pese a todo –a buen entendedor pocas palabras– decidí durante todos estos años, poner a debate, lecturas, temáticas y posiciones. Haberlo hecho de esa manera me valió disgustos o exclusiones y también, hay que decirlo, no pocas gratificaciones y satisfacciones sustitutivas. Pude construir un espacio dentro de la Facultad de Psicología

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de la UBA , para quienes quieran conocer, estudiar y luego continuar el desarrollo de estas preguntas, y de la posición ética que conllevan, en el trabajo como psicoanalistas con bebés y/o niños. Pude realizar mis estudios e investigaciones para el doctorado en psicología, mi maestría en psicoanálisis, publiqué las mismas en libros que me acercaron a mucha gente que trabaja en campos similares.1,2 Este año 2017 se cumple el X Aniversario de la creación de la cátedra de Práctica Profesional “El Juego en los Límites: El Psicoanálisis y la clínica en los problemas del Desarrollo Infantil” y, el V Aniversario de la creación de la cátedra “Clínica de la discapacidad y problemas del desarrollo Infantil”, ambas me encuentran como autora de la propuesta pedagógica y profesora a cargo.3 Seguimos entusiasmados, y por ello renovamos nuestras apuestas. En el 2012, la editorial universitaria Eudeba nos apoyaba con nuestra primera publicación de cátedra, la que se convertiría en un referente para profesionales y equipos ligados al quehacer de los problemas del desarrollo infantil en nuestro país y el exterior.4 Desde el 2013 estamos desarrollando conjuntamente con la secretaria de extensión universitaria y con mi dirección, el PRODITIR: “Programa de detección e intervención temprana de indicadores de riesgo de autismo (y psicosis) u otros problemas del desarrollo infantil de 0 a 5 años. Asesoramiento y orientación”. De él participan exalumnos que hayan cursado y aprobado las cátedras a mi cargo para llevar a la comunidad lo aprendido dentro del ámbito académico y dando a la universidad pública su sentido como ética en acto. Desde el 2013 llevamos también con mi dirección adelante nuestro proyecto de investigación sobre “La contribución del juego en la infancia a la formación psíquica de la memoria simbólica” Proimpsi 2013-2015 y 2016-2018. Queda mucho por hacer en la formación de psicoanalistas que puedan trabajar de manera interdisciplinaria, comprometidos con la realidad social y los problemas de esta época, que les importe sostener sus preguntas a tomar respuestas prestadas y repetidas en jerga y dogma para la conveniente obediencia, las argumentaciones basadas en la investigación de su quehacer, la puesta en cuestión de lo realizado, disentir, hacer diferencia, pensar, crear, jugar. Sin el apoyo y sostén de parte de compañeros, alumnos, colegas, autoridades, estos espacios creados y construidos en la universidad no hubieran sido posibles, el nuestro es, “un caso raro o difícil de clasificar”. Nos sentimos contentos de ello. ¿Por qué no decirlo? Separamos y diferenciamos, sólo a los fines de este artículo, a las políticas del psicoanálisis y los psicoanalistas (en plural) docentes en la universidad de la política universitaria en nuestro país. Por lo que hemos podido realizar del deseo, mi agradecimiento y reconocimiento, lo demás es política universitaria y allí los psicoanalistas tenemos una gran tarea, la de seguir abogando con cada uno de nuestros alumnos, en las elecciones de quienes gobiernen los claustros, en cada concurso académico, para que se dirijan dichas políticas de Salud, Educación, Trabajo Social, al sujeto del lenguaje, deseante, sexuado, sujetado a las leyes de la cultura y el pacto social, con derecho a llegar a tener un cuerpo, amar, trabajar y sostener su juego con otros, en nombre propio… _____________________ 1. Norma Bruner, (2008) Duelos en Juego, Letra Viva. Buenos Aires (4ta edic 2015). 2. Norma Bruner, (2016) El Trabajo del Juego, Eudeba. Buenos Aires. (2da edic 2017). 3. Realizaremos nuestro festejo por el V y X Aniversario en las Séptimas Jornadas “La Clínica en Juego”, Abiertas y Gratuitas, el 2/6/2018 4. Norma Bruner. (coord.) (2012) El Juego en los Límites. Eudeba. Buenos Aires (3era edic 2017).

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Universidad y Psicoanálisis

Borges, materia obligatoria en la formación de analistas Pía Fragueiro [email protected]

Hugo Dvoskin

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Sergio Lejburgos se acercó a su profesora Macarena y le preguntó qué podría leer para entender mejor la idea de que “un significante no se significa a sí mismo”. M: -¿Por qué no lees “Menard autor del Quijote”? Es un texto de Borges que está en Ficciones. SL: -¿Sobre el concepto de sobre-determinación? M: -Ahí es fácil, leéte “Emma Zunz”, además es un policial de antología. SL: -Última, ¿para entender la diferencia entre lo simbólico y lo real? M: -Vas a tener que cambiar de libro pero no de autor. Lee “Los dos reyes y los dos laberintos”. Está en El aleph. De paso dale una hojeada a ese cuento. SL: -¿Vos pensás que Borges debería ser materia obligatoria en nuestra formación? Un laberinto en un texto borgeano. “Los dos reyes y los dos laberintos”1/2

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esde su ingreso a la secta del Fénix, Lejburgos solía citarse con alguna mujer interesada en Borges en la Biblioteca Nacional. Esa vez había sido con una psicoanalista a la que Sergio conocía por haber asistido a algunas clases de Lacan. Un encuentro literario que siempre podía orientarse en alguna otra dirección. El barrio pleno de bares y plazas invitaba. Macarena propuso que leyeran juntos un cuento corto: el de los dos reyes y los dos laberintos. Miraron desde las alturas del quinto piso e imaginaron que estaban en aquella isla próxima a Babilonia. Abordaron ese primer laberinto en el que uno de los reyes introduce al otro. Las infinitas galerías, las escaleras escherianas, las geometrías lovecraftianas, los túneles inútiles, los espejos que reproducían al mismo sol para que ni siquiera eso pudiera ser una orientación. Imaginaron a ese árabe de notoria simpleza perdido e implorando socorro divino. Supo agregar tenacidad y perseveración para poder salir. Lo imaginaron agotado, pleno de odio pero no menos caballero y respetuoso de las reglas. O quizás capaz de semblantear cortesía y disfrazar el plan de venganza que –como Emma Zunz– ya pergeñaba. Como la historia era corta la leyeron varias veces. Leía Macarena “Sus labios no profirieron queja ninguna, pero le dijo al rey de Babilonia que él, en Arabia tenía un laberinto mejor y que, si Dios era servido, se lo daría a conocer algún día. Luego regresó a Arabia”. Al terminar el cuento, Macarena le dijo que comparando los laberintos la palabra “mejor” no era la adecuada. Que el laberinto que había propuesto el rey de Arabia donde habría de fallecer el engreído rey de Babilonia no era ni mejor ni peor. Simplemente era de otra estofa. Lejburgos buscaba en su texto y no encontraba la referencia. Macarena acostumbrada a dar clases, intentaba instruir sobre ese término que le resultaba excesivo. Sergio no encontraba la palabra mejor en su texto. Buscó con ahínco. El cuento era suficientemente breve como para no encontrarla. Y no estaba. Cotejaron los dos textos. Macarena propuso que vieran en las Obras Com-

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pletas. Sergio advirtió que lo que habían encontrando valía más que cualquier búsqueda bibliográfica. O Borges lo había cambiado y ellos lo habían encontrado, o algún editor –como ya le había pasado con El jardín de senderos que se bifurcan3 había hecho un traslape que no era sino una interpretación del texto. Había que retomar el hilo de lo que Macarena había intentado explicarle. Sergio tomó la computadora. Sabía que si bien era él el que escribiría, no podía evitar saber si Macarena daría su consentimiento y lo aprobaría. Imaginó a Borges caminando por la Biblioteca Nacional. También se imaginó siendo el Rey de Arabia. “Soporté la burla a mi simpleza. Me sometí al imprudente laberinto –obra de la magia y la arquitectura, ideado por un hombre que osó arrebatar los atributos del obrar divino–. Me sostuve en la certeza de la mayor sabiduría de mi dios. Confronté el azar de toda obra humana. Agoté sus incontables y sutiles calles. Vagué perplejo hasta la esquiva salida. Urdí, altivo, la pena que mi soberbio adversario habría de pagar. Desafié la ley que imploraba la identidad de la pena con el oprobio padecido. Aquel soberano, rey del tiempo y la substancia, debía claudicar ante el peso de la eternidad del espacio repetitivo y sin tiempo. Insolente, se atrevió a desconsiderar la existencia de El Laberinto donde no habría cosa que no estuviera perdida entre infatigables espejos. En esa inimaginable creación de los Inmortales su gloria se desgranaría en la arena. Me vi tentado en creer que el laberinto de mi tierra era mejor, más vasto, más abrazador, aún más sutil y perplejo. Al mismo tiempo, por algún soplo de humildad, pensé que por esas mismas razones sería aún peor, porque allí no podría esperarse otra cosa que la muerte. Supe que ni mejor ni peor, simplemente inconmensurablemente atroz”. Sergio anotó: Un desierto sin coordenadas temporo-espaciales, sin las callejuelas, sin la posibilidad de resolverlo yendo siempre a derechas o a izquierdas es la nada misma, un desierto que es soporte de cualquier laberinto posible. Si en el mundo hay laberintos, el desierto es El laberinto. Un imposible aunque fuera posible ofrecerlo como condena o como venganza. Al texto borgeano –como quizás había corregido Borges y Macarena había sugerido– le sobraba ese término. En el de Lejburgos, en su edición de las Obras Completas de Borges que él escribiría alguna vez como Menard supo escribir el Quijote, habría esa sola modificación del texto original borgeano: no diría mejor, ni ese laberinto estaría en minúscula, diría EL laberinto. Pd1 del Editor: Si bien en las O.C. la palabra mejor no figura, ha sido posible encontrarla en ediciones diversas así como también en la traducción al francés donde aparece “mellieur”. No se ha encontrado “mieux”. En las traducciones al inglés, según la época y la edición el término “better” puede aparecer aunque no es imposible encontrase con el término “his” labyrinth de origen desconocido. En la versión portuguesa aparece el término “melhor” en una edición bilingüe en la que el término mejor no aparece en español. En italiano “migliore” es habitual aunque “un altro” también ha sido utilizada en una edición bilingüe. Pd2: Es probable que este texto sea parte de un libro, de publicación aún dudosa, titulado “Sergio Lejburgos, anagrama de Jorge Luis Borges”. __________________ 1. Borges, Jorge Luis. O.C., “El Aleph”, Emecé, p. 607. 2. https://www.grijalvo.com/Citas/b_Borges__Los_dos_reyes_y_los_dos_ laberintos.htm 3. Borges, Jorge Luis. O.C., “El Aleph”, Emecé, p. 472.

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por Emilia Cueto

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Psicoanálisis, psicoanalistas y género Entrevista a Irene Meler En el prefacio de Psicoanálisis y género: Escritos sobre el amor, el trabajo, la sexualidad y la violencia, señala que su principal referencia teórica para estos estudios ha sido el psicoanálisis intersubjetivo anglosajón con orientación de género. ¿Sucintamente cuáles ubicaría como pilares fundamentales de esta corriente y qué lo diferencia de otras? En Estados Unidos, que fue la cuna del feminismo liberal, varias científicas sociales formadas en el pensamiento de las izquierdas, se interesaron en el psicoanálisis. Este interés surgió porque consideraron que el profundo cambio que se estaba produciendo en las relaciones de género, requería de una teoría acerca de la subjetividad. No era suficiente con promover cambios culturales, y establecer políticas públicas que remontaran la milenaria desigualdad instituida entre varones y mujeres. Se necesitaba transformar las mentalidades, y para contribuir a ese proceso se acercaron al psicoanálisis, pese a que las primeras feministas han experimentado un fuerte rechazo respecto del discurso freudiano, por sus notorios sesgos androcéntricos, o sea su enfoque realizado desde la perspectiva masculina hegemónica, y por sus prejuicios sexistas. Ocurrió algo notable: tanto Nancy Chodorow, como Jessica Benjamin, que son, según pienso, las representantes más destacadas de esta corriente teórica, al acercarse al psicoanálisis, se convirtieron en psicoanalistas, y hoy en día ambas ejercen la práctica clínica y son integrantes de la IPA. El hecho de que su formación inicial se sustentara en las ciencias sociales, motivó que buscaran desarrollos psicoanalíticos que superaran enfoques centrados en el individuo aislado. La índole relacional de la construcción psíquica del sujeto y su inscripción en un contexto socio cultural, resultan aspectos centrales para estas autoras. Ha existido al interior del campo psicoanalítico, una tendencia al reduccionismo biologista, que fue reemplazada más tarde por un recurso al estructuralismo. El carácter constructivista del discurso lacaniano esperanzó a muchas teóricas feministas, pero al menos las representantes de esta escuela, entre las que se cuenta también Jane Flax, se decepcionaron del lacanismo. Esto ocurrió porque los invariantes que ya no se referían a las diferencias sexuales biológicas, se inscribieron en un orden simbólico binario, cuya contingencia e historicidad fue denegada, mientras que sus características se universalizaron, obturando así las transformaciones sociales democratizadoras. Entonces estas autoras abrevaron en la Middle School o Escuela del medio, inspirándose en la obra de Donald Winnicott, especialmente apreciada por el valor que el autor asigna al ambiente en la construcción del psiquismo. Otro autor que les ha servido de inspiración es Daniel Stern, quien ha estudiado el desarrollo infantil en el contexto del vínculo temprano. Esta escuela americana del psicoanálisis intersubjetivo con orientación en género no es mi única referencia teórica. Den-

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tro de los autores europeos, me interesa mucho la obra de Jean Laplanche, justamente por el valor que asigna al vínculo entre adultos y niños para la construcción del psiquismo, cuando enuncia su teoría sobre la implantación exógena de la sexualidad. Michel Tort es otro autor, cuyo pensamiento me resulta afín, en tanto cuestiona la eternidad y universalidad del orden simbólico contingente. Ha elaborado objeciones muy fundadas acerca de un deslizamiento riesgoso que se produce cuando los psicoanalistas se postulan como sostenedores de las normas sociales vigentes, fundándolas en una supuesta estructura atemporal del psiquismo humano. Asimismo en Psicoanálisis y género…, señala que “el decurso histórico no es lineal y se avizoran fluctuaciones regresivas en lo que se refiere a las relaciones de género”. Lo que se observa, al menos en Argentina no haría pensar en esa línea, ¿qué de su conocimiento la lleva a postular esta afirmación? Los avances sociales enfocados desde una perspectiva descriptiva, con frecuencia generan una ilusión de paridad que no registra la inercia intersubjetiva de las relaciones de género tradicionales. Por ejemplo, para mi tesis doctoral sobre familias ensambladas, que expuse en el libro Recomenzar, tomé entrevistas a integrantes de parejas unidas en segundas o terceras nupcias. La mitad de mi muestra se componía de varones divorciados, que ya habían sido padres, y mujeres solteras (antes de formar esa pareja) que eran entre 10 y 15 años menores que sus maridos. Al principio pensé que había tenido la mala suerte de que mi pequeña muestra se sesgara debido a factores aleatorios, pero después, encontré en estudios que aportan datos secundarios, que estaba ante una tendencia social. De modo que la posibilidad del divorcio vincular y de concertar un nuevo matrimonio, que fue percibida como un avance favorable para la condición femenina, porque los hombres nunca se privaron de sostener un matrimonio insatisfactorio mediante relaciones paralelas, en realidad contribuye a reciclar la dominación masculina. Un varón tanto mayor que su esposa, tiene facilitado ejercer el liderazgo en la pareja y en la familia, basado en su mayor experiencia y en su mejor situación laboral y patrimonial. En la era del divorcio, la diferencia de edad entre los cónyuges, que en la Modernidad media se acotaba a unos tres años, ha llegado a los niveles de asimetría que caracterizaron a la Grecia clásica o al Medioevo. De modo que hay avances que encubren retrocesos, y eso se debe a la índole sistémica de las regulaciones de género. Se cambia algo en un sentido progresivo, pero el sistema se recicla, y ese reciclado del dominio masculino se sostiene sobre bases cognitivas, económicas y eróticas. La dominación masculina está erotizada y profundamente inscrita en lo inconsciente. Como considero que lo inconsciente es mayormente social, sin embargo soy optimista. Simplemente no me apresuro a festejar la liberación femenina,

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porque sé que hay que luchar no sólo con dispositivos políticos sino con el propio inconsciente androcéntrico. En “Las huellas eróticas de la subordinación” señala que en todas las culturas la sexualidad humana se ha regulado de algún modo y que en la actualidad asistimos a una “polisexualidad mercantil”. ¿En qué consiste este régimen regulatorio? En la Post Modernidad todo está permitido, eso sí, siempre que proporcione algún rédito económico. La sexualidad gay y lésbica es objeto de comodificación en las redes de la industria pornográfica, que mueve millones. Nadie quema a nadie en ninguna hoguera inquisitorial, y eso constituye sin duda un progreso. Pero como decía un antiguo chiste, lo que antes estaba prohibido, hoy resulta obligatorio. Se observa una incitación al ejercicio compulsivo de la sexualidad, en una búsqueda desesperada de obtener un placer ilimitado, en un universo cultural donde los ideales colectivos y la trascendencia de la existencia individual han naufragado. El individualismo, que es según pienso, un extravío del proceso de individuación, vacía la existencia de sentido y nos enfrenta de modo brutal a la finitud. Ante esa desesperanza, ¡a gozar que se acaba el mundo! En una cultura donde parece que todo es posible y que además estuviera fomentado, ¿cuáles son las nuevas formas de dominación de la sexualidad? Las mujeres jóvenes se adaptan al modelo masculino de ejercicio desapegado y compulsivo de la sexualidad, con la esperanza de lograr una relación duradera que es difícil de obtener. Esta es una observación clínica. Bajo la apariencia de una liberalización de las costumbres sexuales, hay mucho sometimiento femenino. La mistificación del amor romántico coexiste en las mentalidades de las mujeres jóvenes de hoy, de modo incompatible, con el cinismo y el desapego postmoderno. Ante los fracasos reiterados de su búsqueda de emparejamiento, mientras escuchan el tic tac del reloj biológico, algunas jóvenes que transitan la década entre los 35 y los 45 años, aceptan la oferta mercantil del sistema médico y vitrifican sus óvulos, a la espera de que llegue el momento de encontrar un compañero con quien procrear. Si no lo encuentran, optan en algunos casos por fecundar esos óvulos con semen comprado, o buscan un embarazo en una relación episódica, o adoptan un niño a título individual. Estas formas de procreación en un contexto donde la dominación masculina se ha intensificado, se disfrazan de liberación femenina. El “masoquismo femenino” es un concepto controvertido, usted misma lo cuestiona, ¿cuáles son, desde su perspectiva, las bases de ese cuestionamiento? Yo encuentro de mucha utilidad el concepto freudiano de masoquismo erógeno, porque la coexcitación libidinal permite al sujeto sobrevivir a situaciones traumáticas sin enloquecer ni morir. Pero atribuir una sub especie de masoquismo a las mujeres, y describir el deseo de ser atado, ensuciado, humillado, poseído sexualmente o parir, como característico de la feminidad, constituye un error clínico y un agravio hacia las mujeres. Ningún psicoanalista que tenga experiencia clínica encontrará casos de pacientes mujeres cuya condición erótica sea como la descripta por Freud. Él mismo ha ilustrado este punto con casuística de pacientes varones, ¡porque no tenía casos de pacientes mujeres! Quienes pagan para ser atados, ensuciados, golpeados, como precondición necesaria de la excitación sexual, son varones. Tal vez eso ocurra, porque como dice Louise Kaplan, una sexóloga norteamericana, las mujeres lo consegui-

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mos gratis. Mi hipótesis es que Freud ha confundido las fantasías eróticas de los varones púberes, quienes en su estado de inmadurez, fantasean sobre cómo sería ser mujeres, desplegando un imaginario sádico anal, con las características psíquicas del erotismo femenino. Por ese motivo rechazo el concepto freudiano de masoquismo femenino. En su lugar, propongo el de “erogeneidad de subordinación”, una manera de aludir al hecho de que los sujetos expuestos de modo reiterado a abusos o torturas debido a su condición social, desarrollan una coexcitación masoquista para sobrevivir, lo que puede eventualmente facilitar la compulsión repetitiva de los traumas. En esa situación están los niños, los ancianos, las mujeres, los migrantes… No es lo mismo utilizar ese concepto, que suponer una predisposición en última instancia biológica, existente en las mujeres, para disfrutar con el maltrato. Una hipótesis de ese tipo ofrece una racionalización del dominio masculino y culpa a la víctima. Usted plantea la relación de dominio-sumisión que se da en las relaciones heterosexuales, donde la mujer quedaría en el lugar de la sumisión. Pero también señala que los vínculos homosexuales no están exentos de estas formas de dominación, ¿será esta modalidad atribuible a la diferencia de género o será efecto de lo que Freud denominó pulsión de dominio y por lo tanto inherente a cualquier sujeto más allá del género que lo habite? La abstracción del concepto de pulsión de dominio, que efectivamente es muy útil, nos dificulta utilizar un enfoque menos universal, para analizar las condiciones contextuales y la interiorización subjetiva de disposiciones que favorecen que algunos sujetos ejerciten esa pulsión, mientras que otros la inhiben o la delegan en un partenaire. En los vínculos sexuales y afectivos que se establecen entre sujetos del mismo sexo, existen relaciones de género, que en última instancia son relaciones de poder, que se erotizan y se imaginarizan refiriéndolas a la masculinidad y a la feminidad. Femenino y Masculino no son otra cosa que lo que se dice, o sea, representaciones y valoraciones colectivas. Paul Preciado, un filósofo transexual cuya obra se inscribe en los Queer Studies, no se priva de proclamar su deseo de ser el Amo, a lo que secamente añade, “sin excusas”. Bueno, que no se excuse, personalmente lo encuentro política y éticamente reprobable, aunque esa sea su condición erótica o su goce, como quieran llamarlo. Hay teóricas, como Rosi Braidotti, que se refiere a un “deseo de feminismo”. Yo lo prefiero a un deseo de ser el Amo. En relación a la identidad de género hay quienes platean que el límite es el cuerpo, que las intervenciones en lo real del cuerpo bordearían la psicopatología. ¿Qué piensa al respecto? Una vez me invitaron a unas Jornadas en la Legislatura de la CABA, contra la patologización del transexualismo. Acepté, pero me quedé pensando en si realmente no me parecía patológico, sobre todo teniendo en cuenta las mastectomías, los implantes mamarios, la ablación del pene y los testículos, etc. Esas reflexiones se mantuvieron en estado de asamblea, hasta que recordé la rinoplastia de una prima y el lifting de otra pariente. Allí comprendí que existen operaciones mutiladoras y cruentas como parte de la oferta del sistema médico, que sacrifica el cuerpo viviente al ideal estético o erótico del momento. Las cirugías que reafirman el género asignado resultan normalizadas, aunque configuren un cuadro de adicción poliquirúrgica. En cambio, las intervenciones de cambio de sexo son patologizadas. Creo que son más “normales” de lo que aparentan, dado que se inscriben en la tendencia actual hacia una medicina del deseo, que deja atrás las intervenciones médicas destinadas a restaurar la salud y la vida. Por lo menos, no me parecen más

Desenlaces entre el goce, el amor y el deseo Romeo y Julieta- La Traviata Stella Maris Gulian 1º Cuatrimestre Frecuencia mensual 3º sábado a las 10 hs Comienzo 18 de marzo ¿Qué nos enseña la tragedia a los psicoanalistas? ¿Qué verdad subjetiva encierran estas obras que tanto nos conmueven al leerlas? ¿Cuáles podían ser las consecuencias subjetivas de los des enlaces del amor? ¿Qué respuestas da cada sujeto a la carta de amor que le es ofrecida? Los falsos enlaces del amor no permiten un buen anudamiento con el goce y el deseo, lo que se da a leer en ese trampolín hacia la muerte a los que estos personajes se inclinan, haciendo del amor un amor sacrificial. Algunas versiones cinematográficas y operísticas nos ayudarán a abordar el tema en las escenas princeps.

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LA INTIMIDAD DEL ESCRITOR /2

locas que el hecho de permitir que un cirujano ataque a martillazos la nariz de una misma, y la remiende cosiéndola. ¿Cuál es el cuestionamiento que las teorías que adhieren a la diversidad sexual introducen respecto de la idea de binaridad (desde donde muchas veces es pensada la sexualidad en el psicoanálisis) y cuáles las consecuencias teóricas? Claramente, el binarismo de las posiciones masculinas y femeninas constituye un acto de violencia epistémica, porque ni siquiera desde el nivel de análisis biológico encontramos a la especie organizada de modo excluyente en varones y mujeres. Plantear una visión binaria implica suprimir la existencia de los estados intersexuales. En el nivel del análisis de las subjetividades, la diversidad es notoria. No basta decir que una persona es varón o mujer. Incluso dentro de los sujetos cuyas prácticas son heterosexuales y que integran organizaciones familiares convencionales, hay mujeres hiper femeninas, otras que somos femeninas pero no fanáticas, varones muy masculinos y otros más delicados, etc. De modo que existe una diversidad de posturas identitarias y de organizaciones deseantes, que los enfoques binarios desestiman. En la Facultad de Psicología de la U.B.A. se ha presentado un proyecto para que la Cátedra Introducción a los Estudios del Género, actualmente optativa, sea obligatoria. ¿Está al tanto de este proyecto? ¿Lo considera necesario? Sí, he apoyado ese proyecto. Cuando en la década del 90 participé del Programa Nacional de Igualdad de Oportunidades para la Mujer en el Área Educativa, del Ministerio de Educación de la Nación, que ha dirigido Gloria Bonder con la cooperación de Graciela Morgade, uno de los propósitos principales fue permear toda la currícula de los distintos niveles de enseñanza con la perspectiva de los Estudios de Género. Creo que estamos muy lejos de lograr esa meta. Por ahora existen espacios académicos acotados, muchos de ellos en el nivel de postgrado, como los que dirijo en la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires y la Universidad Argentina John F. Kennedy, o en Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales en conjunto con Mabel Burin. Incluir una materia obligatoria en la carrera de grado sería un gran avance, que, por otra parte, responde a un interés registrable entre las generaciones más jóvenes. Pero lo deseable es que esta perspectiva participe de todas las materias, poniéndola en debate con otros enfoques, para promover una reflexión y estimular nuevos abordajes creativos, que den cuenta de los desafíos de nuestra época.

Conversaciones biográficas con Nicolás Cerruti ([email protected])

Carlos Paola Autor de Desde el sillón del padre (Letra Viva Editorial)

N

ací en Avellaneda y desciendo de inmigrantes italianos y españoles. Hace treinta años que me dedico al psicoanálisis y me apasionan las producciones artísticas, pero sobre todas, el cine y la literatura. Si bien Desde el sillón del padre es mi primera novela, tengo una prehistoria con la escritura. Por un lado, fui co-guionista del largometraje Gerónima de Raúl Tosso. Y, por el otro, cuando publiqué un libro sobre psicoanálisis y hospital, tuve el honor de que Guillermo Saccomanno lo leyera y comentara que mi escritura técnica era muy literaria: de inmediato le pedí incluírme en su taller de narrativa. Como metodología, Guillermo proponía armar un proyecto en el cual sostener nuestros escritos. De este modo, casi sin darme cuenta, descubrí que los relatos que iba llevando a las reuniones comenzaban a concatenarse en el tema del padre. Así surgió la idea de esta novela que, como suele ocurrir, bascula entre lo autorreferencial y la invención. Por otro lado, Saccomanno nos orientaba en la lectura de distintos escritores, según lo que cada uno iba escribiendo. De ese recorrido (y descontando a mi maestro), los que más marcaron mi escritura fueron: Fiódor Dostoievski, Antón Chéjov, Franz Kafka, Samuel Beckett, Jacques Prévert, William Faulkner, Cesare Pavese, Italo Calvino, Roberto Arlt, Andrés Rivera, Osvaldo Soriano, Antonio Dal Masetto y Ángela Pradelli. Hoy puedo afirmar que esa experiencia de taller me abrió nuevos caminos con los que pude alcanzar una voz propia. Con Desde el sillón del padre, principalmente, me dirigí a los de mi generación, para tratar de desempolvar los traumáticos sucesos del 75 que, en nuestra me-

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moria colectiva, quedaron eclipsados por los acontecimientos del 76. Pero también, me dirigí a quienes atraviesan duelos, tal vez, para terminar de elaborar el mío por la muerte de mi padre. Muchas veces ronda la pregunta de cuánto incide en mi escritura el hecho de ser psicoanalista. Tal vez, mi gusto por lo fragmentario y el uso de un tiempo no cronológico en la escritura venga facilitado por mi trabajo como analista, ya que ése es un lugar privilegiado para presenciar cómo acontece el tiempo de los recuerdos, siempre encubridores y fragmentarios, que no se enlazan por cronología sino por asociación. Pero también es probable que sea al revés, que mi trabajo de analista venga facilitado por mi gusto por lo fragmentario. Cuando decidí publicar la novela, sin dudarlo, aposté a la edición tradicional: a mí me gusta el papel. Si bien los otros soportes pueden ser más masivos y económicos, el libro impreso tiene una presencia real que permite agarrarlo con las manos, mirarlo y sentir su textura y su olor. Por ahora, no puedo prescindir del papel. Actualmente, con mi amigo Raúl Tosso, estamos haciendo la adaptación cinemátográfica de mi novela. También preparo un ensayo sobre psicoanálisis y literatura. Pero no creo tener otro plan general que la necesidad imperiosa de escribir. Como diría Fernando Pessoa, escribir es mi manera de estar solo. Es también una ceremonia de resucitación, como le escuché decir a Vicente Zito Lema. Es bordear con ficción lo imposible de decir. Y aún, dejarse conducir y leerse en la lógica de lo que se va escribiendo.

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Participan: Mirna Mendez - Fernando Rizzo Liliana Martinez - Emilia Franco Construcciones Fantasmáticas en el niño, como respuestas a lo fantasmático de los padres. El juego, el dibujo y la palabra en la Infancia. Hacia la constitución del fantasma en la adolescencia. Tiempos Instituyentes y su articulación con la Construcción del Espacio en la Infancia.

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Colaboración

Muy despacito… la libertad: Jacques Lacan Escribe

Jean Allouch [email protected]

H

ay aquí y allí en Jacques Lacan, a veces dispersos, enunciados que tratan sobre una problemática de la que todo indica que ha sido apenas retenida. Él mismo, por otra parte, la tuvo en cuenta sólo muy discretamente. Por eso, tales problemáticas ¿serían menos decisivas que aquellas de las que él subrayó –incluso martilló– su importancia? Suponerlo sería intempestivo. Sofista1, Lacan estaba atento a lo que sus oyentes o lectores eran susceptibles de acoger y ajustaba en parte su discurso sobre esta capacidad o mejor, incapacidad de acogida. Un solo ejemplo: él tiene en cuenta las resistencias (¡supuestas!) de sus oyentes al pronunciar en Viena su conferencia sobre “La cosa freudiana”. Así su discurso era a la vez exotérico y esotérico. “Al buen entendedor, hola”. En él esta fórmula valía –en cierto modo– de firma. El hecho de que Lacan haya abierto su Escuela a mucha gente que la IPA no hubiera admitido, no le impedía de ninguna manera dirigir algunas de sus declaraciones a una elite. En sus primeros seminarios contó con la presencia de Jean Hyppolite, de Paul Ricoeur, de Louis Beernaert, de Conrad Stein, y algunos otros mejor informados que él de ciertas secciones del saber. Esto fue confirmado más tarde cuando, acogido por la Escuela Normal Superior, se regocija por el interés que daban a su seminario, aquellos a los que ofreció públicamente el título nobiliario de “pequeños príncipes de la universidad”. Verificaremos a continuación que el gran asunto de la libertad se presenta en Lacan como una de esas problemáticas2 cruciales y que exigen ser tratadas con discreción. Freud también discreto. ¡Qué! ¡La libertad! Que se sepa, los psicoanalistas son bastante parcos al respecto. ¿Su oficio sobre todo no es el de valorizar hasta qué punto y de qué manera, inimaginable para ellos, el sujeto sufre miles de necesidades? ¿Su ejercicio no es poner al desnudo esas necesidades? Ellos están en relación con la ananké, no con la libertad. (Ananké: en la mitología y el teatro griegos, fatalidad, hado, destino). Freud va más lejos aun diciendo que no es tanto sobre una libertad al fin conquistada que desemboca el análisis, sino más bien en la aceptación de la dura realidad que la vida impone a todos y cada uno, lo que lleva a renunciar a gran parte de las satisfacciones pulsionales. En consecuencia no se sale de la neurosis más que accediendo a una miseria común (allgemeinesungluck3). Después de la hecatombe de la Primera Guerra Mundial, él afirmará que “la renuncia pulsional no tiene más un efecto plenamente liberador”4. ¿Una declaración de sabio? Tal vez. ¿Divertido? ¿Feliz? ¿Ligero?... No parece. No obstante, en lo que concierne a la libertad, Freud tuvo paralelamente otro discurso que, sin mucho ruido allí también, da a entender que, en la locura, la libertad se levanta. ¿Acaso no se trata de esto, cuando él tiene en cuenta una “elección de la neurosis”, cuando contempla al homosexual como a alguien que desistió (Auswich, ausweichen) con respec-

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to a la heterosexualidad, cuando declara5 que toda existencia humana es gobernada por daimon y tuché, cuando dice ofrecer al paciente la transferencia como un “terreno de juego sobre el cual le es permitido desplegarse en casi completa libertad”6, cuando menciona7 a los que, a la búsqueda de su felicidad, se lanzan a “la tentativa desesperada de un levantamiento (rebelión) por la psicosis” (subrayo: den verzweifelten Auflehnungsversuch der Psychose)? No nos desviaremos de Freud admitiendo que, si bien, determinaciones inconscientes parasitan al sujeto y se presentan ante él mediante diversas vías (síntomas, inhibiciones, pesadillas, actos fallidos, angustias, repeticiones traumatizantes, etc.), no por eso apartamos o no tomamos en consideración la presencia, la incidencia y la insistencia en el sujeto de actos que dependen de su libertad. No se analizará del mismo modo ateniéndose resueltamente, si no obstinadamente, sólo a la necesidad o, todo lo contrario, apoyándose, por lo menos como una manera de “a priori útil”8, en que el sujeto, hasta en lo que menos le conviene y de lo que más se queja, ejerce su libertad. ¿Quién no entrevió nunca la carga pesada puesta sobre los hombros del analizante por un psicoanalista que no cesa de rebuscar, y de señalar tal, y luego tal, y después todavía tal otra necesidad que obran en él? Aquí sí puede ser llamado “paciente”, puesto que padece eso pacientemente. Lacan prudente. Podríamos contemplar que la discreción manifestada por Lacan con respecto a la libertad fue al servicio de una tesis totalmente a medias, equilibrada, sin nada de excesivo. Sin embargo: esta discreción sostiene una tesis sobre la libertad que sorprende por su radicalidad. Le era necesaria también esta discreción, porque al evocar la libertad los espíritus enseguida se calientan y los prejuicios sólidamente implantados en cada uno son despertados –él lo sabía, lo tuvo en cuenta–. Con el fin de solicitar a mi lector que perciba mejor este asunto, no haré más que mencionar el debate muy vivo, que en 1946, vio oponerse a Henri Ey y a Jacques Lacan sobre la cuestión locura (alienación)/libertad. Veinte años más tarde (1967), Lacan –hecho rarísimo– se autocita: “Lejos de que sea para la libertad un insulto (como Ey lo enuncia), ella es su compañera más fiel, ella sigue su movimiento como una sombra”, luego señala “el inasequible consentimiento [subrayo] de la libertad” a la locura. Primer gesto de prudencia: le sucedió a Lacan (1972) –riéndose– pretender nunca haber tratado la libertad, lo que ya se sabe que es propiamente inexacto, lo que se puede abrochar con una palabra: una finta. La misma finta pronto será jugada nuevamente cuando, interrogado sobre el punto de saber si él creía en la libertad. Él respondió a su interlocutor que era gracioso… Cuando la libertad se exhibe, Lacan la coloca de lado más frontalmente. El 3 de febrero de 1972, considerándolo “indecente”, él propone que sea borrada de las paredes de la República francesa la inscripción; “Libertad, Igualdad, Fraternidad”; poco antes (10 de marzo de 1970), había sido objeto de una carga semejante: “Este encarnizamiento a la fraternidad sin contar el resto, la libertad y la igualdad es algo curioso, de lo que convendría que se perciba lo que recubre”. ¿Lo qué recubre? ¿Sabía que la República debía su divisa al teólogo católico Fénelon? Es también al cristianismo que golpea, de una pata-

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da esta observación de Lacan. En 1958, él juzgaba todo discurso por la libertad como siendo “por definición no sólo ineficaz, sino profundamente alienado con relación a su fin y a su objetivo”. Tales declaraciones apuntan e intentan dejar a un lado la libertad como ideal. Otra cosa es la libertad tomada como lo que es susceptible de ejercerse y cuya puesta en acto espanta y suscita un movimiento de retroceso, de desistimiento. No obstante, estas consideraciones no impiden de ninguna manera a su autor saludar el advenimiento, con la Revolución Francesa, de un discurso permanente de la libertad que es, “en cada uno, un discurso que yo diría íntimo, personal”. Esta observación del 8 de febrero de 1956 no es un hápax, ella rebota más tarde (17 de febrero de 1971) cuando, hablando de su relación con la libertad, Lacan tiene en cuenta (ese algo que hace mucho tiempo lo pongo muy dulcemente, discretamente [subrayo] así sobre el banquillo, y que se denomina libertad). Si la libertad está en cada uno, si es un discurso íntimo, personal, parece al menos extraño que ella nunca sea cuestión en el análisis (su práctica, su doctrina). Lacan audaz. Más sorprendentes una que la otra, dos tesis dan cuerpo o, para mejor decir, dan carne a esta audacia: 1) la libertad es reconocida como idéntica a la inexistencia de la relación sexual –lo que viene a sexuar a la libertad y lo que no se confundiría con la llamada “libertad sexual”–; 2) esta libertad se caracteriza por dirigirse a la libertad del otro (autrui) –podemos esperar eso ya que la libertad está ligada a la relación (rapport) sexual inexistente: ella es una relación, portadora de la inexistencia de la relación sexual–. Una libertad se dirige a otra libertad, mejor es primero contemplar esta segunda tesis, sin duda fenomenológicamente más accesible y que, lo adelanto, dice sobre a lo que debe ajustarse la intervención del analista, es decir su ética (también la de Michel Foucault, así como me le hizo observar David Halperin). Aunque dispersas, las notaciones de Lacan a propósito de la libertad no faltan9, mientras que muchos rumores surgidos de su ejercicio del análisis también testimonian10 de ello. En “Función y campo de la palabra y del lenguaje” (1953/1956) se encuentra convocada la figura de un analista que, abogando por un análisis “causalista”, “traiciona hasta en su tono, la angustia que quiere ahorrarse de tener que pensar que la libertad de su paciente esté suspendida a la de su intervención”11. La observación rebota el 30 de noviembre de 1960 (en La Transferencia…) hacia donde mi lector, podrá trasladarse. Doce años más tarde (4 de mayo de1972), habiendo observado que los médicos se las habían arreglado para “poner al psicoanálisis a sus expensas”) Lacan deduce que “ya había perdido la partida antes de haberla comenzado”. Viene entonces la declaración que acá importa: “El problema aquí –solamente para mí– es que esto no los deja muy libres”. De allí toma su singular relieve una frase escrita en 1963: “Que ninguno por cierta lentitud, incluso sensibilidad, dude aquí de nuestra adhesión a una libertad sin la cual los pueblos están de duelo”12. Así esta adhesión parece a-posteriori concernir no solamente a su propia libertad si no también –y no menos– a la libertad del otro. Incluso se ocupa, también, de no cargar al otro de la menor responsabilidad respecto de su libertad. Este problema, “él lo es solo para mí”, dice, haciendo caso omiso que tal no es el caso. El ejercicio de esta libertad encuentra su condición de posibilidad sí y sólo sí es admitida la inexistencia de la relación sexual. No obstante, no está del todo bien dicho ya que libertad e inexistencia de la relación sexual son consideradas una sola y

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misma cosa (17 de febrero de 1971). Y entonces tenemos una nueva iluminación debida a Lacan: esta inexistencia de la relación sexual es un troumatisme. Se admitirá que toda manifestación de la libertad también es, un troumatisme en lo real. A condición de admitir enseguida que un troumatisme (neologismo que surge de agujero trou y traumatisme “traumatismo” en francés N. del T.), igual que el falo, puede ser “domesticado” (17 de febrero de 1971). Se podrá percibir de qué modo puede serlo releyendo Ser sin destino de Imre Kertész o aún, y no menos decisivo, su Kaddish para un niño que no nacerá. Tal es la apuesta de cada análisis, al menos según Lacan: domesticar la relación sexual, acceder a su inexistencia y encontrarse a la medida de poder ejercer esta libertad que se dirige a la libertad del otro. ¿Hay que precisar que una relación sexual existente está en muchos corazones y que muchos de ellos ignoran esta insistente presencia? Así se explica un rasgo clínico muchas veces señalado por Lacan: retrocedemos a ejercer su libertad (asociar libremente es una forma de este ejercicio), nos detenemos cuando se trata de dirigirse a la libertad del otro, lo que Lacan denominaba con una palabra: “déchariter”. (“descaridar”) Traducción: Graciela Graham [[email protected]]

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1. Barbara Cassin Jacques le Sophiste, Paris, Epel, 2012. 2. Otra problemática de la misma factura: su distinción de dos analíticas del sexo, que fui llevado a aislar y estudiar en dos recientes obras No hay relación heterosexual (México, Epeele, 2017) y Pourquoi y a-t-il de l’excitationsexuelleplutôt que rien? (Paris, Epel, 2016 et 2017). 3. Así se presenta al final de “Estudios sobre la histeria”. 4. “Malestar en la Cultura”. 5. Ver su artículo “Dinámica de la transferencia”. 6. “Remémorer, répéter, perlaborer”, traduction Transa, bulletin n° 7, avril 1985. 7. “Malestar en la cultura” capítulo II. 8. Michel Foucault, “Inutile de se soulever?”, Le Monde, 11-12 mai 1979. 9. Están recogidas en mi obra Hola… Lacan?, Ciertamente no, Edelp, Buenos Aires, 2011. 10. Están reunidas en mi obra Les Impromptus de Lacan, Paris, Mille et Une Nuits, 2009. 11. Jacques Lacan, Escritos. 12. Lacan, J. “Kant con Sade”. Escritos.

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Colaboración

El cuerpo, una mirada interdisciplinaria Escribe

María Inés López Amoedo [email protected]

Introducción: Es frecuente hablar en los escenarios del mundo Psi acerca del cuerpo y sus representaciones. Muchas de las veces es un tema de consulta de aquellos sujetos que se hacen preguntas implícitas o explícitas sobre sus propios cuerpos. Otras veces son parte de una trama simbólica a descifrar. Para ilustrar este recorrido presentaré una puntuación psicoanalítica de la concepción del cuerpo, a partir del fragmento de una poesía de Alejandra Pizarnik. “Ojalá pudiera, vivir solamente en éxtasis, haciendo el cuerpo del poema con mi cuerpo, rescatando cada frase con mis días y con mis semanas, infundiéndole al poema mi soplo a medida que cada letra de cada palabra haya sido sacrificada en las ceremonias del vivir.”1 Desde el Psicoanálisis el cuerpo es un constructo con un significado muy diferente a lo que estamos acostumbrados en la vida cotidiana. El cuerpo en el Psicoanálisis es una construcción. De allí emerge la afirmación “Tengo un cuerpo” que es muy distinto a decir “soy un cuerpo”. Lo primero hace referencia al cuerpo psíquico, en cambio la segunda afirmación tiene connotación de tinte biológico. La construcción del cuerpo a medida que un sujeto crece y se desarrolla, es siempre en relación a un Otro, al que llamamos el Otro de los primeros cuidados. Alimentarse no es solamente cubrir los aportes energéticos para crecer sino que es un proceso generador de sensaciones y descubrimientos tales como olores, sabores, sonidos, etc., convergiendo las primeras interacciones entre el niño y el adulto. Es a lo largo de nuestra existencia que vamos conformando nuestra propia subjetividad por la experiencia de tener un cuerpo y una imagen de sí mismos. A lo largo de la historia la concepción del cuerpo fue tomando diferentes significados. Platón, por ejemplo, lo consideraba como la cárcel del alma. Retomando las ideas del Psicoanálisis, el cuerpo es una construcción imaginaria basada en representaciones psíquicas a las que conocemos como el esquema corporal. Ahora bien, al afirmar que la construcción que cada sujeto hace de su cuerpo es en relación a la experiencia subjetiva y con los otros significativos (figuras parentales y luego la sociedad) llegaremos a la conclusión que el cuerpo no es algo natural y primario, sino que por el contrario es secundario y a posteriori de la misma experiencia. Sigmund Freud en el año 1914 en su escrito “Introducción del Narcisismo” postula como hipótesis a aquella fase del desarrollo psíquico en que el niño pequeño (entre los 6 y 18 meses) constituye su yo y su cuerpo. La Psicología evolutiva marca este período con la presencia de

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un fuerte egocentrismo de parte del niño, y Freud tomando el mito de Narciso hace su parangón: Narciso absorto, queda extasiado ante la vista de sí mismo, enamorándose de su imagen reflejada en las aguas. El niño queda absorto de su propia imagen construida a partir del encuentro con el Otro. Jacques Lacan años más tarde nos da su versión de la Teoría del Estadio del Espejo donde coincide con la idea de la construcción de un cuerpo en el orden de lo imaginario. Es en la identificación especular con la imagen de un Otro, que el individuo tiene una imagen de sí. Es al mirar al Otro de los primeros cuidados que se mira a sí mismo como lo haría frente a un espejo y se dijera: “Porque el Otro tiene un cuerpo, y yo soy como el Otro, yo también tengo un cuerpo”. El cuerpo es entonces como algo que viene desde afuera porque está allí en ese Otro y es aprehendido por identificación. Las palabras de Alejandra Pizarnik nos acercan un modo particular de concebir el cuerpo como un espacio de representaciones configurado de palabras y escritura. El cuerpo como construcción se hace texto. Es inventario de mensajes que se inscriben en marcas, huellas y memoria. Hablamos mediante palabras, gestos y señales que dan nuestro cuerpo. El cuerpo se hace soporte de una literatura hecha de significantes para ser leídos por un Otro. También podríamos preguntarnos entonces, ¿cuál es la materia prima de las invenciones de los poetas? Citando nuevamente a Freud en su obra “El poeta y el fantaseo”, él hace referencia a los intentos de los poetas, de sustituir una realidad indeseada por otra más acorde con el deseo y lo compara al juego de los niños. “¿No deberíamos buscar ya en el niño las primeras huellas del quehacer poético? La ocupación preferida y más intensa del niño es el juego. Acaso tendríamos derecho a decir todo niño que juega se comporta como un poeta, pues se crea un mundo propio o, mejor dicho inserta las cosas de su mundo en un nuevo orden que le agrada.”2 Es el mundo de la fantasía, de los sueños diurnos y de la creación poética, una continuación y el sustituto de los antiguos juegos del niño. Remarca Freud que en el niño al jugar están los vestigios de la actividad poética, creando un mundo propio con un nuevo orden según su deseo, como lo hace el poeta. Conclusión: El cuerpo se hace palabra porque toda experiencia desde la más temprana edad se inscribe en el cuerpo: sensaciones, olores, sonidos y percepciones. El cuerpo es una construcción imaginaria atravesada por la palabra. El cuerpo fue y será por siempre una de las preocupaciones de los mortales. La literatura ha sido portavoz de ello como lo fue Alejandra. _____________________ 1. Alejandra Pizarnik (1971) El deseo de la palabra. El infierno Musical. Bs. As., Ed. Lumen. 2. Freud, S. (1908) “El poeta y el fantaseo”. Obras Completas. Bs. As. Ed. Amorrortu.

Seminario

Marcas y escritos en el cuerpo: Diferentes maneras de gozar A cargo de Olga E. Cuadra Anorexia, Obscenidad, Exhibicionismo, Segregación Inicio: Sábado 14 de abril Frecuencia: Sábados  2dos y 4tos Horario: 10hs Duración: 1er cuatrimestre Email:[email protected] Informes:

J.A. Cabrera 4420/22 - Ciudad de Buenos Aires TE : 4776-7827 / 7828. de Lunes a Viernes de 11.30 a 20.30; e-mail: [email protected] Imago Agenda | N° 204 | Verano 2018 | 49

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Conceptos fundamentales del psicoanálisis. Coord: Lucas Boxaca y Luciano Lutereau

La degradación femenina Escribe

Luciano Lutereau [email protected]

1.

Siempre toma tiempo hablar de la familia ante alguien. El motivo es que hablar erotiza el vínculo de manera inmediata. Y este erotismo es incestuoso. Por eso a ella la deserotiza corroborar que él use medias de hilo... como su papá. No es que él use medias como las de su papá. Es que a ella se le ocurra la idea. Y prefiere callar. Esta deserotización es señal de la represión del erotismo, también inmediata. La represión es necesaria porque con él sería posible el incesto. Por eso ella prefiere quedar dividida entre lo sexual y lo tierno. Con este síntoma, divide el erotismo: nunca va a acostarse con papá, nunca la ternura implicará estar en posición pasiva con un hombre. La deserotización reprime la fantasía de seducción y así es que puede enamorarse de hombres que no desea y, por lo tanto, admira (las mujeres admiran a los hombres para no desearlos); tanto como soportar el deseo de hombres que degrada. Sólo puede acostarse con uno en la medida en que piensa en el otro.

2.

Él le dice que no, y ella entiende que la rechaza. Como respuesta a esta decepción ella se enoja y adopta la actitud orgullosa de hacerle sentir su falta. Se hace buscar, le expone que su amor es dispensable y puede ser de otros, le muestra que puede perderla. Sin embargo, él no la rechazó, sí le dijo que no. Le pide perdón, como en la canción de Andrés Calamaro: “Yo no quise lastimarte, solamente te dije que no”. Pero ella entiende que él la rechaza, y así justifica su pequeño resentimiento. Obtiene el goce del despecho, y luego se arrepiente, se siente sola y va a buscarlo. Porque su enojo no la separa, sino que la une a él, más que el amor. “Como odian los amantes”, dice la canción de Joaquín Sabina. Pero él no la rechazó, solo le dijo que no. Y ella no puede escucharlo a él solo, sino que escucha su rechazo. Él le habla con el corazón, incluso cuando le dice que no. Pero ella escucha su propia fantasía (me rechaza) y responde con su síntoma (la venganza). Así durante años de análisis. Poder escuchar, alguna vez, esa negativa de un modo diferente, que no sea una privación, puede ser un buen final. Y el inicio de otro amor.

3.

Recibo a un hombre que, después de una separación, sale con diversas mujeres. Le sorprende su capacidad de seducción. Sale con: la “locutora”, la “vegana”, la “que juega al fútbol”, etc. Conoció a su última conquista en un velorio. Y está angustiado e insatisfecho. Le digo que es comprensible, ya que para acostarse con una mujer no hay más que representar un papel. No es poco, pero tampoco eso lo hace un hombre. Se ríe y habla de las veces que se le declararon alumnas que, concluida la cursada, después ni lo saludaron en los pasillos. Le digo que para acostarse con una mujer no hay más que destituirse como hombre y actuar una fantasía: la del docente y la alumna, la del gracioso en un velorio, etc. No hay más que poner el cuerpo, pero tampoco es gran cosa. A los va-

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rones no les cuesta poner el cuerpo para la fantasía de las mujeres. Por eso el Don Juan es un fantasma femenino. Esta referencia al cuerpo le hace recordar que el otro día vio a su ex-mujer y ni bien se dieron la mano “estaba para romper paredes”. Le digo que no es lo mismo acostarse con mujeres que sentir deseo por una. Es algo que todavía le molesta: puede estar con muchas, pero si tiene que masturbarse piensa en ella. Le digo que no es lo mismo actuar un personaje en la fantasía de una mujer, que meter una mujer en su fantasía. “Ahí ellas no entran”, dice. “Las dejás del otro lado de la pared”, le digo. Me dice que está cansado de acostarse con mujeres. “Debe ser de las cosas más aburridas...”, digo y él completa el chiste: “...como hacer trámites en la AFIP”. Entonces yo recuerdo algo que dijo hace un tiempo y le pregunto: “¿Arreglaste lo del monotributo?”. “Sí, fue un dolor de huevos, no sé en qué estaba pensando cuando dejé la relación de dependencia para hacerme el autónomo”, me dice.

4.

Una mujer me cuenta que salió con un hombre que la cautivó. Destaca un detalle de su atractivo. Ninguna demostración grandilocuente de su potencia, sino una secuencia: al pasar junto a un espejo, él mira hacia adelante y ella puede ver que tiene un perfil precioso. “La indiferencia ante su imagen”, me dice. “Quizá estaba más interesado en verte a vos”, le digo. “¿No era que ya no hay hombres?”, me pregunta riendo. Cada tanto aparece alguno, debe ser un malentendido. Por suerte.

5.

Llego a la Facultad de Filosofía y Letras. Voy a dar clases de Estética. En la escalera, delante de mí, noto una presencia. No presto atención hasta que la persona trastabilla. Es una mujer, en una mano tiene el celular. Lo mira mientras, con la otra mano, ataja el borde inferior de su vestido contra sus piernas. Ella se defiende de una mirada, que no es la mía porque yo soy otro zombie que sube la escalera con el teléfono en la mano. Si ella no se hubiera tropezado, no nos habríamos visto ni saludado. Yo dije: “Epa, qué palo te pudiste pegar”. En simultáneo pensé (es mi síntoma) que tendría que haberle preguntado si estaba bien. Si el erotismo dependiera de nosotros, la especie humana se habría extinguido. El erotismo empieza donde una mirada precede a los que se ven. Y después viene el síntoma o la estética.

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Colaboración

El acto analítico y su razón poética (Primera parte) Escribe

Norberto Rabinovich [email protected] “Sea lo que fuere, incluso lo que es de esta práctica, es también poesía, hablo de la práctica que se llama el análisis”. J.Lacan. Seminario“Momento de concluir”. Clase 20/12/1977

U

na singularidad de la práctica analítica, a diferencia las psicoterapias que apuntan a ampliar, rectificar o modificar la conciencia del sujeto, reside en que un psicoanalista busca confrontar al sujeto con lo que insiste del inconsciente. Para lograr tal propósito debe renunciar a nutrir el diálogo analítico dentro del circuito del discurso común, es decir usar su lugar de intérprete para ampliar o corregir los conocimientos de sus pacientes. Interpretar el inconsciente es algo muy diferente de hacerlo saber. Es hacer que la palabra consuene en esa especie de caja de resonancia que es la estructura del inconsciente. Habilidad ésta que podríamos aprender más de los poetas que de los filósofos o grandes pensadores. Sin embargo, gran parte de la tradición analítica se inclinó por apostar a los efectos esclarecedores de eruditas explicaciones o interpretaciones comprensivas. O sea, con el mismo recurso que las terapias cognitivas de todo tipo, cuyos efectos “curativos” afirman su poder en el poder de fascinación que presta la transferencia. La premisa mayor de la práctica analítica reside en renunciar al vigor sugestivo de la palabra autorizada y emplear una técnica interpretativa tal que haga destellar la dimensión poética del lenguaje más allá del saber. Luego, el saber se reorganiza de otro modo, y de otro y de otro a lo largo del análisis. Esas configuraciones imaginarias no definen la partida; la consecuencia esperable de las sucesivas experiencias del inconsciente redunda en un cambio de posición subjetiva por la cual –parafraseando la metáfora freudiana de la segunda tópica– el yo habrá de perder la seguridad de mantenerse al servicio del superyó, y convertirse en servidor de la insistencia del inconsciente que habita en el núcleo insabible de su ser. Ahora bien, si el psicoanálisis cura apoyado en las propiedades poéticas de la palabra es porque la estructura del inconsciente está estructurada a nivel de la función poética del lenguaje. En la clase del 19 de abril de 1977, durante el mismo seminario citado en el encabezado, un Lacan ya curtido por el tiempo y la experiencia y cerca del final de su vida, dejó caer el siguiente alegato: “No hay más que la poesía, se los he dicho, que permita la interpretación. Es por eso que yo no llego más, en mi técnica, que a lo que ella sostiene”.1 Valga esta cita como preámbulo de otra muy cercana, del mismo seminario, donde vincula el instrumento de la cura con la estructura del inconsciente. “Es en tanto que una interpretación justa extingue un síntoma que la verdad se especifica por ser poética”.2 Al modo de la tradición exegética de los talmudistas, desplegaré mi lectura y comentarios de este condensado y sabroso pasaje. Hay cuatro palabras centrales que tomo en calidad de conceptos forjados por Lacan a lo largo de su obra. Estos son: interpretación, síntoma, verdad y poética.

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La Verdad. En el discurso de Lacan la categoría de la Verdad tiene un profundo sello de originalidad con relación al empleo del mismo término en otras disciplinas. Tradujo con el nombre de Verdad aquello que Freud definió como Inconsciente. No se trata de encontrar el vínculo entre la Verdad y el Inconsciente, son dos términos equivalentes en su código. Así, tal como lo adelanté, se puede reescribir el final de la última cita sin alterar su rigor, del siguiente modo: “… el inconsciente se especifica por ser poético”. En consecuencia, si el campo de la Verdad, en tanto no-dicha, se corresponde con la superficie topológica de lo reprimido, el acto de trasladarla al dicho fue nombrado por Lacan como Revelación de la Verdad e incluye cualquier fenómeno equiparable con lo que Freud definió retorno de lo reprimido cuyas coordenadas lógicas están presentes en toda formación del inconsciente. Ateniéndome a la cuestión central interrogada aquí subrayo que un síntoma en tanto acto de revelación de la Verdad, plasmada, por ejemplo, en una fobia a los caballos, no ensancha el saber de quien la padece sino que conserva su estatuto de verdad, medio dicha, enigmática, como una roca resistente a la traducción significativa. ¿La interpretación del analista debiera apuntar a desenterrar el supuesto sentido oculto del síntoma o reproducir el mismo mecanismo significante del retorno de lo reprimido a fin de repetir un efecto de verdad?El modo de responder a esta pregunta señala el punto de divergencia entre dos maneras de concebir la cura: “orientada hacia la consolidación de una nueva versión significativa acerca de las fuentes de inhibiciones, síntomas y angustias, lo cual deja indemne la transferencia al sujeto supuesto saber”; a través de intervenciones con dominancia de la función poética que refuerzan la inventiva del analizante y su confianza en el inconsciente. En la medida en que todo acontecimiento donde la verdad irrumpe produce una falla, una grieta, un agujero en la superficie del saber revelando su inconsistencia, progresivamente va restando solidez a la posición del analista en tanto garante, falso garante del saber supuesto. La función poética del lenguaje. Es en tanto que una interpretación justa extingue un síntoma que la verdad se especifica por ser poética. Lacan no solo siguió atentamente los desarrollos de Jakobson acerca de la universalidad de la estructura fonológica de las lenguas, sino que se apoya es sus desarrollos para redefinir el inconsciente freudiano en tanto estructurado como un lenguaje. Recuerdo una temprana cita de “La instancia de la letra en el inconsciente…” para dar cuenta de esta afirmación: “Ahora bien, la estructura del significante es, como se dice corrientemente del lenguaje, que sea articulado.Esto quiere decir que sus unidades, se parta de donde se parta para dibujar sus imbricaciones recíprocas y sus englobamientos crecientes, están sometidos a la doble condición de reducirse a elementos diferenciales últimos y de componerlos según un orden cerrado.Estos elementos, descubrimiento decisivo de la lingüística, son los fonemas (….) y presentifican válidamente lo que llamamos la letra, a saber, la estructura esencialmente localizada del significante”.3 La letra escrita cierne cada uno de los componentes mínimos diferenciados en el habla sin necesidad que el hablante tenga conciencia de ello. La invención de la escritura alfabética marcó el momento histórico en el cual la estructura fonológica de la lengua hablada pudo ser identificada y cada uno de sus elementos identificado con un signo gráfico. La lista de letras –vo-

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cales y consonantes– se corresponde al conjunto cerrado de fonemas de cuyas combinaciones surgen las sílabas, las palabras, las frases, las oraciones, etc. Cada una de tales unidades lingüísticas, los fonemas, están compuestos a su vez, por la combinación de un determinado número de articulaciones específicas del aparato fonatorio llamadas rasgos distintivos. Tanto los fonemas como los rasgos distintivos pertenecen a sendos conjuntos cerrados de elementos rigurosamente sometidos a reglas de selección y combinación. Por esta razón los lingüistas discuten cuáles son los elementos diferenciales últimos de la estructura del lenguaje, si deben ubicarse a nivel del fonema o del rasgo distintivo. Lacan tomó el partido de reconocerlo en el orden de los fonemas o de las letras. La “instancia de la letra en el inconsciente” remite al efecto de “escritura” de fonemas que el discurso cotidiano deja en el hablante, aunque éste pertenezca a una cultura que no haya accedido a la escritura alfabética o sea analfabeto. Las adquisiciones lingüísticas que componen la estructura fonológica excluyen la consistencia imaginaria que los efectos de significado van atesorando en el campo del saber. Razón ésta de la disyunción entre saber y verdad. Si bien es cierto que Lacan en el pasaje que extraje de la “Instancia de la letra…” no menciona directamente a Jakobson, es a él a quien consideró como el exponente mayor de los descubrimientos de la lingüística moderna de la que se sirvió para reformular el inconsciente freudiano. Es el mismo Jakobson, veinte años después de haber planteado su teoría acerca de la universalidad de la estructura fonológica en las lenguas conocidas, presentó un trabajo cuyo título es “Lingüística y Poética” donde introdujo lo que llamó “la función poética del lenguaje”4. Esta fue mencionada y honrada por Lacan subrayando su pertinencia con los temas que aborda el psicoanálisis. Jakobson sostiene que una frase tiene valor poético cuando la dominancia del mensaje se concentra en la “resonancia” de los elementos significantes por encima de su facultad de transmitir significados. Señala Jakobson a su vez que la función poética no se restringe a la poesía. Ésta es solo un caso, aunque de gran relevancia. El psicoanálisis advirtió que todo mensaje del inconsciente está organizado acorde a la lógica de la función poética. En “Psicopatología de la vida cotidiana” Freud clasificó y analizó una amplia lista de fenómenos cotidianos espontáneos forjados con iguales mecanismos significantes que los síntomas neuróticos. Estas formaciones del inconsciente, que no necesariamente pueden calificarse como poesías, llevan sin embargo la marca de su pertenencia al campo de la función poética. Habitualmente se supone que el contenido del mensaje no está en las palabras sino en lo que se supone que significan. Es decir que se podría acceder a dicho contenido por medio de una interpretación comprensiva. Pero el poeta invierte esa relación: el contenido de saber de una frase es el medio del que puede servirse para hacer llegar a destino otro “contenido”: un corpus de sonidos que agujerea el saber. _______________ 1. Jacques Lacan. L’insu que sait de l’une-bévues’aile à mourre: Seminario XXIV (1976-1977) —Inédito— Traducción de Susana Sherar y Ricardo Rodríguez Ponte para la Escuela Freudiana de Buenos Aires. Clase 13 (17 de mayo de 1977) 2. Jacques Lacan. L’insu que sait de l’une-bévues’aile à mourre: Seminario XXIV (1976-1977) —Inédito— Traducción de Susana Sherar y Ricardo Rodríguez Ponte para la Escuela Freudiana de Buenos Aires. Clase 13 (17 de mayo de 1977) 3. Jacques Lacan. La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud. En: Escritos 1. Buenos Aires: Siglo XXI, 1985. pág. 473 4. Roman Jakobson. Ponencia “Linguistics and Poetics”, en el congreso de la Universidad de Indiana, (Bloomington, 1958).

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VIVIR EN LA POSMODERNIDAD por Mónica Cruppi [[email protected]]

Madres por Streaming

V

ivimos en una época en la cual las madres encuentran difícil confiarles sus hijos a niñeras y cuidadoras. Además, en líneas generales, se les dificulta el proceso de volver a trabajar luego del período de la licencia posparto por el desprendimiento y separación con su bebé. Sucede que muchos padres están temerosos. Sienten miedo –y a veces culpa– de tener que ir a trabajar y dejar a su hijo en manos de extraños, por más recomendaciones que los mismos tengan y deciden utilizar streaming. Recuerdo que cuando no existían las webcams o facetime, algunas madres me contaban durante sus sesiones que dejaban un grabador encendido en la casa mientras no estaban para chequear la conducta de la persona encargada de sus hijos. Hoy, gracias al avance tecnológico, el streaming, entendido como la transmisión de imágenes y videos en tiempo real, permite estar en contacto permanentemente y “en vivo” con cualquier persona y en cualquier parte del mundo. La tecnología ha facilitado a los padres la posibilidad de estar presentes aunque algunos abusan y se convierten en omnipresentes, que no es bueno para ninguna relación. El riesgo para la madre, dependiendo de la estructura de personalidad que tenga, puede relacionarse con un aumento de angustia, obsesiones, conductas de sobreprotección y paranoia. Además, estas reacciones pueden interferir en su trabajo y, de un modo inconsciente, puede transferirle estas emociones a su hijo. Este tipo de comportamiento hace que el pequeño viva en un clima emocional de desconfianza, miedo, tensión y, a menudo, sobreprotección, poco saludable para su desarrollo en tanto puede detenerlo o inhibirlo. El control permanente y constante habla más de una conducta guiada por el miedo más que por el amor.

La presencia continua por parte de los padres puede interferir –dependiendo de la edad del pequeño/a– en la creación de la capacidad de espera, un espacio necesario para la progresiva adaptación al mundo externo. Esta capacidad de adaptación se inicia durante la lactancia con la estabilización de los ritmos vitales, con la presencia y ausencia de sus padres, en especial de la figura materna por el establecimiento de la frecuencia de lactancia y de períodos de vigilia y sueño. Además, se relaciona con la tolerancia a la frustración y con la génesis de la intimidad, algo que las cámaras y la transmisión en vivo no pueden reemplazar. La tecnología no es mala en sí misma sino que, dependiendo de cómo se use, puede resultar una herramienta útil y un buen recurso para estar en contacto con el niño. En manos de personalidades temerosas, desconfiadas o culposas, puede convertirse en una obsesión. A modo de viñeta clínica, hace poco me consultó una madre treintañera sobre su hijo de 3 años que no hablaba, no jugaba con otros niños y que lo notaba muy replegado. Indagando un poco sobre la relación, surgió, entre otras cosas, el control permanente y obsesivo que ejercían ambos padres sobre el niño vía streaming. Sabemos que en los primeros años de vida se establece una relación donde el niño necesita que su madre le ayude a decodificar su mudo interno y aquello que lo rodea. Es el comienzo de una relación intersubjetiva donde se comparten estados afectivos. ¿Cómo impactará el streaming en la función materna dado que esta tecnología deja afuera el mundo afectivo y sensorial? Habitamos un mundo tecnológico que imprime su sello en todas las relaciones en las cuales se posa. El potencial tecnológico es tal, que bien puede liberarnos o bien esclavizarnos.

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Novedades editoriales

Entrevista a Paola Braslavsky sobre su última novela: Lo que resta de espejo (LetraViva, 2017) ¿Cuál es la trampa de toda representación atribuida al espejo? Una frase de Borges me conmovió: decía algo así como que, por las tardes, el espejo devolvía la imagen del propio rostro. Borges creía que el arte era ese espejo. Entonces, la trampa -en primer lugar- es pensar que el espejo es solamente lo que nos devuelve nuestra imagen cada mañana. En el libro, precisamente, la imagen vira, muta, admite varias lecturas, se desliza entre cadenas de significaciones que se superponen, contradicen entre sí, o bien se bifurcan, se desentienden, se separan, cada una sigue por su lado. La imagen o el espejo es, de pronto, la que un personaje se armó de sí y de los otros. Pero, también, los objetos, los nombres, las temáticas coagulan en la figura del espejo. Los personajes ven en otros aquello que es parte de sí mismos. La trampa, la emboscada resulta pensar que todo termina en lo especular. Y no, lo que no se ve –o, agrego, aún no advino- es quizás lo más significativo. ¿Cuántos habitan el espacio entre lo mirado y su imagen? Entre lo que se mira y su imagen, hay mundos. Se superponen identificaciones. Por ejemplo Theo es un personaje quien, desde todos lados, es tironeado para llegar a un ideal, cada vez más indigno. Los fantasmas -los peores- se interponen ahí. No sé si habrá fantasmas más benévolos o dóciles, no los hay en estas historias que se entretejen. ¿Marcas del desamor en el cuerpo? Aislamiento, psicofármacos, alcohol, sexo sin amor, cortes en el cuerpo en busca de algún principio de orden o ritmos donde alojar la vida, búsqueda de algo que haga un recorte posible. Su ausencia conduce a lo peor. El desamor marca los cuerpos. No sé si decir que el amor extremo es desamor o si decir que tanto desamor como amor extremo marcan, hieren, rompen a los cuerpos. ¿Qué es amor extremo? El ilimitado, el sin-borde, el absoluto. El desamor surge porque la realidad no es tal como fue esperada. No se acepta la distancia entre lo esperado y la realidad, entre el ideal –el modelo- y la realidad. Esa distancia no es transformada en tensión vivible ni en libertad. En cambio, lleva a la pérdida. Al menos, es así en los momentos más cruciales o en el cuerpo de la nouvelle. Cuando se acerca el final, hay cambios. El cuerpo roto más la sobreexigencia, la fascinación, el desinterés respecto del propio cuerpo contrastan con otras formas en que el amor, en cambio, arma o abraza imágenes corporales o cuerpos. En el libro se muestran los contrastes, pero también las posibilidades de articulación de estas formas con que el cuerpo expresa el desamor o el amor extremo, por un lado, y, por otro, el amor nuevo, amor-otro. Se invita al lector a trabajar esa articulación entre amores y cuerpos. ¿Cómo se sostiene un cuerpo desamorado? En general, los personajes que son adultos jóvenes en los 80 sostienen a sus cuerpos gracias a lo transmitido por las generaciones pasadas en relación con la constancia, no dejarse abatir. Seguir andando, resistir, sostiene. Pero, claro, ahí falta la vitalidad del cuerpo. Se hace presente la disyunción mente-cuerpo. El cuerpo expresa lo que no se puede decir en palabras: en algunos tramos los personajes se acercan a sus problemáticas, no las desconocen totalmente, aunque no las puedan resolver. Así y todo, encauzan algunas cuestiones de sus vidas, de modo fragmentario, a través de la vocación. En cambio, el personaje que representa a la nueva generación se sostiene con un grado sorprendente de ajenidad respecto de sus sentimientos. En algún punto, parecería que su cuerpo ya no es suyo. Y que ni el desamor ni el amor extremo pudieran unirse o mezclarse con ese otro amor

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que permitiría un cuerpo no desamorado, otro modo de ser y de estar, otra temporalidad en el tiempo cronológico –tomando un poco a Badiou y pensando en la metáfora que se recorre de principio a fin de la nouvelle en relación con el espejo y el reloj, el espejo en sus diferentes acepciones y matices y las agujas del reloj que por momentos devienen las agujas del espejo. Jugar con los términos ha sido una posibilidad que encontré en el escribir lo mismo. Pero es también este personaje quien parece avanzar, toma sus retazos y, desde ahí, se liga. Cae y se liga. Una y otra vez. Los restos se van integrando en la complejidad de su vida. Devienen restos-trama. El saber intelectual y sus puentes rotos con el cuerpo. Ahí donde los personajes elaboran nuevos saberes en esa reconstrucción de la ética después de la Segunda Guerra Mundial y otros horrores posteriores, se encuentran con sus propias fallas, la distancia entre sus dichos y el acto. Pareciera que los cuerpos no pueden entrar en la producción intelectual de estos personajes y ahí sucumben. Sus desgarros, la incapacidad de aceptar los agujeros en sus vidas no fluyen, no se insertan del todo en su producción que -y esta es la paradoja- resulta genuina. Si el arte puede devolver una imagen del propio rostro, no obstante, no es tan claro que pueda hacer entrar al cuerpo en su totalidad. También hay que decir que los lazos familiares en estos personajes son muy intensos, entrañables, por demás. Por momentos, en esos lazos, en los seres cercanos es donde se produce la ruptura de los cuerpos. En el caso de Barry, por ejemplo, la ruptura se ve en su hermana. ¿Cómo religar a esos cuerpos rotos? La articulación interdisciplinaria, la filosofía, cierto tipo de escritura parecerían ser los puentes necesarios para religar a esos cuerpos extraviados. Para mí, también es la escritura de este libro, en forma fragmentaria, la que busca religar al cuerpo como concepto. En parte, una de las urgencias o necesidades de su producción. Algo se dibuja por la vía del encuentro intergeneracional. Pareciera que no es suficiente solo con dos generaciones. Algo se dibuja por la vía de la historia –La Historia y las historias; el pasado trabajado por el presente; la historia junto con el azar y la creatividad–. ¿Cómo resumirías la poética del libro? A través del espejo, figura que condensa varios sentidos, pueden seguirse las preguntas que aún hoy, después de Auschwitz y del poder de la imagen y las redes, reclaman, si no respuestas, al menos reformulaciones: ¿qué significa estar advertidos o preparados para lo peor?, ¿por qué la belleza, el brillo –nombres del espejo privilegiados, si los hay– cautivan más allá de lo singular en la vida amorosa de los sujetos? Y en especial: ¿qué se ha hecho con la educación después de la experiencias de Auschwitz y las masacres posteriores?, ¿adónde debería tender(nos) cuando los bordes en el amor resisten y el brillo seduce, impiadoso? De otra manera: ¿cómo eludir las trampas del Todo, de lo absoluto, del círculo perfecto? Es ahí donde los bordes encuentran su sitio, los bordes en el amor y en el espejo, su compleja relación. Entonces, eludir las trampas del círculo perfecto lleva a la interrogación sobre qué es estar advertidos ante ciertos amores o amores-borde e ideales. Y cómo es que, aún hoy, la imagen seduce, fascina, hipnotiza más allá e independientemente de los lazos amorosos de los sujetos. Quiero decir, más allá de lo que esos personajes construyen en torno al amor, como si un amor que invita a lo nuevo, que instaura otra temporalidad, fuera también incapaz de operar como barrera ante el poder de la imagen.

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Russell

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Textos filosóficos

Dossier Martin Heidegger 3ra época - 133ra parte 1997 - 2018

Compilador: Rogelio Fernández Couto

Eros, Alétheia y el amor de transferencia (Segunda y última parte) por José Grandinetti

D

irigiéndose a los analistas, en una reunión del 17 de marzo de 1959, les decía Lacan: “...El médico –y se refiere al psicoanalista– siempre habla como si estuviese bien enfundado en sus botas, las botas del amor, del deseo, de la voluntad, y de todo lo que sigue. Es una posición muy curiosa y deberíamos saber desde hace tiempo que es una posición peligrosa por la cual nos introducimos en esa contra-transferencia que nos impide entender algo del enfermo con el que nos enfrentamos. Por eso es esencial para el analista articular el deseo, situar su lugar”. Ese “docto-saber” que se opone a la “docta-ignorancia”, está hecho de rechazo sistemático que entre otros temas, trata a la repetición como resistencia transferencial, expresando en esa mal entendida articulación, transferencia-repetición, la resistencia del analista a considerar: por un lado, al inconsciente como efecto del significante en el sujeto, y por el otro, a la pulsión como eco del significante, tocando el cuerpo cual instrumento, llegando como ocurre en los llamados fenómenos psicosomáticos, hasta “hincar” los órganos. Se reniega entonces de esa común pertenencia, esa co-pertenencia transferencia-pulsión e inconsciente-repetición. Entendiendo así a la repetición cual molesta o torpe insistencia reiterativa, anulando de este modo su carácter de “kairós”, oportunidad que permite se le preste oídos, esto es “atención parejamente flotante”, considerándola de otro modo, es decir recuperación, re-demanda, re-dicho, y por lo tanto, vuelta a las fuentes. Metáfora de la diosa de Parménides que equivaldría psicoanalíticamente a disponer, a contar con esa marca, que en tanto índice significante de la represión primaria, repite en la repetición su diferencia, si se la aloja en la transferencia en tanto una vuelta de lo reprimido. Torsiones de lo reprimido. En realidad suele ocurrir que a la repetición se la empareja imaginariamente a la transferencia en la medida en que ésta, la repetición, no deja de ser un modo de “recordar”, de transitar por la cadena significante al amparo de ese artificio que es la transferencia analítica. Alétheia, camino al Eros, que se hace verdad tanto en el recuerdo como en el olvido, Letheia.

La diosa Alétheia no es entonces la pretenciosa verdad técnica del cálculo. Su estar, su Da-sein, es el de la apertura y la pobreza benéfica del “poco y nada de sentido”. Verdad en el error o en el olvido que por ineptitud del analista –por supuesto que siempre posible– puede promover y hasta consolidar el olvido de las verdades del sujeto tanto como el olvido del sujeto mismo en análisis. Olvido del sujeto convertible en acting-out, llamado a la atención flotante del analista. Llamado que solicita considerar a la transferencia en tanto tránsito a lo simple y único que caracteriza a la singularidad. Verdad del sujeto del inconsciente en transferencia que, al igual que la idea de la verdad en Ser y Tiempo, se la encuentra fatalmente fuera de los intereses de una teoría del conocimiento, del cognitivismo y sus técnicas. Verdad que refiere a un sujeto dividido entre “el dicho” y “el decir”, entre lo que supone saber y “lo reprimido” que forja su deseo. Sujeto dividido entre el placer y el goce, entre desear y querer o no lo que se desea. Es por todo esto que decimos que en esa formación del inconsciente llamada psicoanalista, se tratará de “atender” al amor y a la verdad por los más sinuosos caminos, los más estrechos y enrarecidos laberintos. El acting-out del analizante y a veces el del analista, pueden ser uno de ellos, uno de los siempre posibles recorridos de esa “profesión imposible”. Sendas que por más difíciles y hasta arduas que resulten, no podrán carecer de la honestidad intelectual que hace a su “emplazamiento”. Nos referimos al armado ético-lógico del dispositivo analítico. Honestidad intelectual que se opone a cualquier pomposa idea de generoso amor a la verdad en el blablá psicoanalítico. En palabras de Freud, refiriéndose a Dostoievski, se tratará de: inteligencia para conocer y honradez para confesar. Digamos que si el amor de transferencia nos concierne en tanto una suerte de genitivo, lo es por su potencia de verbo, de carta, de letra. Estamos entonces en condiciones de decir que el amor es en psicoanálisis un asunto de letra, y de ella nos ocupamos cuan-

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do nos ocupa la transferencia. Cuando esa letra nos hace letrina sin ser por ello menos cierta y menos letra. Repetimos entonces que el amor nos concierne en tanto y en cuanto el inconsciente al que nos dirigimos y nos dirige, nos obliga a tener que vérnosla con el lenguaje, que no es sin “lalengua” teniendo en cuenta, eso sí, que el inconsciente no se reduce ni se traduce del todo ni al lenguaje ni a “lalengua”. Sospecho que el amor de transferencia es un posible paradigma de eso que Lacan denominó “discurso sin palabras”, aunque tal discurso no podría relevarse sin lo tocante al verbo, ese acto que inicialmente se presta al inconsciente siempre que advirtamos que el inconsciente solo dice a quien en verdad se presta. Me refiero a quien en tanto analista, se hace hacer ágalma y no amalgama de sus amores a la hora de la transferencia. De allí que el analista resulte, más allá de sus experiencias amorosas, un objeto agálmico que resta como amado en el territorio de ese amor de transferencia. Territorio del Eros en el que también habita la diosa Alétheia, la diosa-verdad que en su develamiento dará muestras de eso que freudianamente entendemos como ambivalencia. Amor y odio que insisten y persisten en y más allá de la transferencia. Transferencia que dirá no solo del odio que anida en el amor, sino consecuentemente de los sitios de odio donde no mora ninguna esperanza de desocultamiento, pero que sin embargo el analista deberá experimentar como lo que aún resplandece, eso que analíticamente entendemos como transferencia negativa, que desde ya sabemos no es negación de la transferencia. En el amor que es no sin odio en la transferencia, el analizante se anoticia de las pequeñas grandes verdades que dirigen sus relaciones eróticas. Eros y Alétheia son entonces nombres iniciales que nombran lo inicial de la transferencia. Para concluir y citando al poeta Rimbaud, destacamos que en el dispositivo analítico, cada analizante inventa el amor. Su propio amor, y por qué no, también su amor propio. Invención del amor que se realiza a lo largo de un tiempo lógico-cronológico que resulta de una “búsqueda-encuentro” que atañe al deseo en tanto causa-emergente. Emanación libidinal cuyo nombre es esa primera letra que Lacan llamó “a”, objeto “a” destinado a ser semblanteado, vaciado de sentido por el deseo del analista que en tanto se desprenda de su persona y pague con ella, teniendo permanentemente en cuenta eso que Freud llamó “factor personal”, facilitará la instauración del erómenos de la estructura del amor de transferencia, que no es sin el erastés que lo supone sujeto de un saber de lo erótico-pulsional. Sujeto supuesto a las razones y a las causas de sus asuntos deseantes. A la pregunta de si un fin de análisis conduciría a un “nuevo amor”, diremos que si éste lo hace, lo hace por añadidura. Cuando el amor habla en un análisis que lo deja hablar, este pone en evidencia que eso que Lacan llamó un “amor sin límites” trate quizás de un amor que soporte la verdad erótica del deseo sin ceder a la necedad como necesidad de querer desamarrar a la verdad de lo sexual, esto es hacer filosofía, ni querer desarticular a lo sexual de la verdad, es decir, hacer sexología. Diferentes formas de renegar de la división del sujeto de la que se ocupa el psicoanálisis en tanto erotología. Erotología que interroga al amor entendido solo como complemento o tapón de la imposibilidad. Ideal de perfección que la transferencia pone en tela de juicio. En palabras de Lacan en el seminario de la transferencia: “…Digámoslo mejor, vayamos más lejos – la transferencia es algo que pone en tela de juicio el amor, lo pone en tela de juicio bastante profundamente respecto a la reflexión analítica al haber introducido en él, como dimensión esencial, lo que se llama su ambivalencia. Es esta una noción

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nueva con respecto a una tradición filosófica que no en vano iremos a buscar aquí a su mismo origen. Esta estrecha unión del amor con el odio,…” Acuerdo con quienes consideran, junto con Lacan, que aun en el amor se pone en juego la exigencia de algo verdadero con respecto a la imposibilidad. Pensar el amor más allá de su constitución narcisística o de su instrumentación de tapón o velo de la relación “sexual imposible” es, sospecho, solo abordable en la labor de la transferencia. Ese no siempre amable encuentro entre Eros y Alétheia. Se tratará entonces no de un amor ilimitado sino de un amor cuyos límites no sean ni la religión, ni la filosofía, ni el psicoanálisis como propedéutica, ni la cándida neurosis como medida de una nueva moral del “gran hermano” que Heidegger llamó “publicidad” o “habladuría”. Tal vez sea acertada la metáfora heideggeriana que enuncia: “Solo un dios puede salvarnos”, si ese dios soporta habitar sin sutura la división, Eros-Alétheia. Un dios cuya posición no sea ni la vengativa paranoia, ni la comprensiva y complaciente debilidad mental. Un dios que se salve de salvar. Un “dios inconsciente” cuyo amor-sublimación pueda hacer condescender al goce con el deseo. Un dios “diciente” que permita, y esta es la responsabilidad de cada sujeto, una experiencia de la oscuridad y del vacío y de la hendidura que es experiencia del sujeto del inconsciente, un dios que emerja de la palabra silenciosa. Silenciosa de locuacidad del ruido y de los guiños del mercado, y de la obviedad sin discernimiento. Un dios cuya palabra silenciosa no pretenda ni comunicar ni informar, sino transmitir la experiencia misma de la palabra hecha silencio, es decir, la verdadera médula de la palabra. _________________ Conferencia dictada en el Seminario Central 2016 de la Fundación Centro Psicoanalítico Argentino: Sólo un dios puede salvarnos. Ningún dios va a aparecer si no le preparamos el lugar.

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