Michel Foucault Y El Orden Del Discurso - Resumen.docx

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Michel Foucault y el orden del discurso.

Dada la azarosa y caótica condición de la materialidad, con la cual el hombre ha de enfrentarse y la ausencia de algo que conduzca su comportamiento, el discurso supone una forma más o menos efectiva de controlar esta condición. Así, las distintas culturas producirán discursos, por supuesto, arbitrarios y transitorios, que les permitirán relacionarse con dicha materialidad de una forma más o menos estable. Estos discursos determinarán las prácticas y modos de ser de los individuos, es decir, crearán sujetos que se comporten de acuerdo a dichos discursos, pues estos serán los paradigmas bajo los cuales se organice su comprensión del mundo y sus relaciones sociales. El discurso será una serie de procedimientos que establezca las líneas divisorias entre lo admitido y lo prohibido. Lo peculiar de la civilización occidental, es el haber creado discursos a través de la práctica filosófica y científica, que le dieron a la realidad el carácter de “necesaria” y de “Verdad en sí”. Foucault encuentra dentro de nuestra sociedad diversos modos de enrarecimiento del discurso que permiten mantener el orden de las cosas, uno de ellos es la exclusión con sus distintos procedimientos, por ejemplo, la prohibición; “Uno sabe que no tiene derecho a decirlo todo, que no puede hablar de todo en cualquier circunstancia, que cualquiera, en fin, no puede hablar de cualquier cosa”, el modo en el que se da la prohibición no consiste en un simple “no”, sino en las formas ritualizadas de nuestras prácticas. Según Foucault, es en la sexualidad y en la política donde con más fuerza se ejerce la prohibición del discurso en nuestra sociedad; estás prohibiciones revelan la vinculación del discurso con el deseo y el poder, “el discurso no es simplemente aquello que traduce las luchas o los sistemas de dominación, sino aquello por lo que, y por medio de lo cual se lucha, aquel poder del que quiere uno adueñarse”. Existe además otro principio de exclusión que tiene que ver con la oposición entre razón y locura; el discurso del loco ha sido históricamente, aquel que era considerado nulo y sin valor o aquel que era portador de una extraña verdad, pero al fin de cuentas –dice Foucault“excluido o secretamente investido por la razón”, en sentido estricto el discurso del loco no existía. Incluso en nuestros tiempos, por más que esto se crea superado, hace falta pertenecer a una disciplina –por ejemplo, el psicoanálisis- y conocer sus procedimientos para “pretender escuchar y entender la palabra del loco”. Una tercera forma de exclusión es la “voluntad de verdad”; aquí el pensamiento de Foucault retoma el de Nietzsche, ya que ambos nos muestran el carácter efímero y arbitrario de aquello que llamamos verdad. Nuestra sociedad en su afán de querer controlar el poder y el deseo, establece verdades únicas y eternas que pretende, están en íntima relación con la esencia del conocimiento y que sustentan el carácter jerárquico del poder, pero es evidente que esto no es así, pues el conocimiento y con él las verdades se han transformado en el curso del devenir histórico, y aunque algunos piensen que la transformación del conocimiento se debe a la genialidad de ciertas personas, esto obedece mejor, a las transformaciones materiales y del entrono socio-histórico que son las condiciones de su posibilidad.

Estos tres tipos de exclusión son los que se ejercen, por así decirlo, desde el exterior y conciernen a la parte del discurso que pone en juego el poder y el deseo, pero existen otros tipos de procedimientos de control y delimitación del discurso que se ejercen desde el interior, porque son los mismos discursos que ejercen su propio control y son aquellos que dominan el acontecer y el azar: El comentario es una supuesta renovación en el discurso, cuando lo que se hace en verdad es repetir, aunque de distinto modo, aquello que ya había sido dicho y siempre se mantiene dicho, de modo que, estos discursos que aluden a las prácticas sociales se consideran “naturales” o normales, gracias a esta trama compleja que limita la creación de nuevas posibilidades. Otro principio de enrarecimiento del discurso, estrechamente relacionado con el comentario es el autor. El autor supone el “principio de reagrupación del discurso, como unidad y origen de sus significaciones, como foco de su coherencia”. Existen algunos terrenos en que el autor no es indispensable, como en la circulación de conocimientos matemáticos o científicos, pero existen otros donde la atribución a un autor es indispensable como la filosofía y la literatura. “El autor limita el azar del discurso por medio de una identidad que tiene la forma de la individualidad y del yo”. Las disciplinas también constituyen otra forma de limitación del azar del discurso, pues suponen el margen de referencia donde las verdades se circunscriben, es decir, para que haya verdad o conocimiento, éste debe ser avalado por alguna disciplina y así mismo debe ser formado bajo los supuestos y procedimientos de dicha disciplina, por ejemplo, no puede haber un conocimiento químico sino está formado bajo los lineamientos de la disciplina química. Pero las disciplinas no guardan el total del conocimiento acerca de su objeto, pues están constituidas sobre verdades y sobre errores en relación con su momento histórico, pero que asimismo tienen una expresión efectiva pues condicionan el acontecer y las prácticas sociales. Existe todavía otro grupo de procedimientos que controlan los discursos, se tratan estos, ya no de dominar los poderes ni conjurar el azar, sino de procesos de enrarecimiento del sujeto: delimitar la utilización del discurso, de imponer sujetos quienes están autorizados para pronunciar tales discursos, cierto número de reglas y no permitir el acceso a todos al discurso. Uno de estos procesos de delimitación del discurso es la “sociedad de discurso”, es ésta una sociedad en la que un cierto conocimiento, circula limitadamente entre los miembros que pertenecen a ella, una tal apropiación del discurso, es evidente en el discurso médico dominante que se ha apropiado y controlado el saber respecto a cuestiones médicas y ha marginado otros tipos de saberes medicinales como los indígenas, esto sucede porque se imponen sujetos certificados quienes son los únicos aptos para hablar de cuestiones médicas. Al contrario, la doctrina parecería ser que tiende a la difusión, la única condición que exige una doctrina, y con la cual ejerce su coacción, es que uno debe reconocer sus verdades y aceptar sus reglas y en esto se distingue de las disciplinas, porque la coacción versa sobre el

sujeto, “la doctrina vincula a los individuos a ciertos tipos de enunciación y como consecuencia les prohíbe cualquier otro. Por último, existe el proceso de adecuación al discurso, esto significa, cómo el sujeto debe, a través de ciertos linimientos, apropiarse y dejar que el discurso se apropie de él. Es exactamente esto lo que ocurre con la educación, porque a pesar de que se crea, que es en las instituciones educativas donde circulan libremente y donde puede aprenderse todo tipo de discursos, sólo circulan y de modos ritualizados aquellos discursos que sustentan el poder de una cierta forma política dominante. Expuestos estos procedimientos de coerción del discurso, Foucault considera necesario recurrir a otros principios de método que tengan un efecto contrario, entre estos procedimientos se encuentran: El trastocamiento que pretende cercar las formas de exclusión poniendo en evidencia como se han formado tales procesos, en qué medida se han alterado, desplazado y rearticulado en las distintas prácticas, mostrando que “el orden del discurso” es decir, las prohibiciones y las prácticas ritualizadas no siempre se han presentado de la misma forma. También, está el principio de discontinuidad, este procedimiento propone tratar los discursos como “practicas discontinuas que se cruzan, a veces se yuxtaponen, pero también se ignoran o se excluyen”. El discurso no debe entenderse como una instancia universal que dé significado y una todos los acontecimientos y prácticas, y que finalmente, debamos articular en el pensar. Otro principio es la especificidad. El discurso no posee un único sentido que nosotros derivemos de una significación previa o por nuestras facultades cognoscitivas que nos permitan descifrar cabalmente la estructura de la realidad, por ello debemos concebir el discurso como un ejercicio de violencia que se ejerce sobre las cosas, porque el discurso no nos es dado inmediatamente, sino que nosotros irrumpimos con él en el mundo. El último principio que propone Foucault, como efecto contrario a los principios de exclusión es la exterioridad. Este principio supone mirar hacia las causas externas del surgimiento de un discurso y no buscar un sentido interno que se halle en el núcleo de dicho discurso. Junto a estos cuatros principios existen cuatro nociones que sirven de principio regulador en el análisis: el acontecimiento, la serie, la regularidad y la condición de posibilidad. Cada una de estas nociones se opone a otras cuatro nociones que han determinado el pensamiento intelectual; así, la noción de acontecimiento se opone a la de creación, la serie a la unidad, la regularidad a la originalidad y la condición de posibilidad a la de significación, haciendo notar que no hay una providencia discursiva o significación previa que nos haga el mundo legible.

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