Messenger Por Mario Anteo La última excusa de mi hija para no asear su habitación fue una impostergable tarea escolar. Así, mi retoño una vez más escurrió el bulto, dejando intacta la montaña de ropa que obstruye la entrada de su cuarto. Molesto ante sus excusas, la vigilé para cerciorarme de que en verdad no tenía tiempo para descombrar su cueva, y cuando vi que en vez de coger sus útiles escolares se disponía a "chatear" en su compu, le dije: "¡Así que ésta es la 'impostergable' tarea!", e iba a tirar del cordón de su compu, cuando me detuvo su respuesta: "¡Estoy haciendo la tarea de la escuela!". Me dijo que debía trabajar en equipo con dos compañeras, a fin de realizar no sé qué investigación. Gracias al "chat", laborarían sin necesidad de reunirse en persona, pues juntando sus escrituras en una ventana del Messenger, podían opinar, discutir, intercambiar fuentes y hasta editar e imprimir el texto definitivo. Así mi hija me demostró que el famoso "chat" por el cual muchos adolescentes derrochan su tiempo sin ningún provecho -amén de que destruyen la lengua con su telegráfica jerga y se exponen ante desconocidos- podía ser una herramienta de trabajo. Lo de mi hija coincidió con las penalidades de un amigo que, por razones de trabajo, necesita aprender el manejo del Messenger. Me dice que debe mantener una constante comunicación con sus supervisores, y no hay nada más idóneo para ello que el chat, el cual hasta ahora abominaba, considerándolo una tontería de los jóvenes. Me interesó el asunto, y apenas rasqué un poco la red y ya nadaba en información referente al uso rentable y útil de la llamada mensajería instantánea, la que hasta hace poco era sinónimo de frívolo parloteo. Un artículo asegura que actualmente, cuando todo es velocidad y la pérdida de tiempo implica un riesgo económico, "la mensajería instantánea se abre paso en las empresas". Agrega que, al suscitar una inmediatez entre los interlocutores, este recurso está reemplazando al teléfono y al correo electrónico. Sin embargo, aún muchos escépticos vacilan ante lo que parece un colosal distractor. En efecto, cantidad de empresas y compañías han retirado el Messenger de sus computadoras, pues suponen que éste sirve sólo a la charla privada, y de ninguna manera estimula el rendimiento laboral. Dice una conservadora voz en un foro: "En mi empresa el Messenger fue libre por un tiempo y el ancho de banda no rendía y los virus se comían todas las máquinas de la red. Luego estuvo prohibido y los ataques de virus disminuyeron. Desde hace poco, se ha vuelto a utilizar. Resulta ser que la mayoría de los contactos son los mismos empleados que están al frente, en el piso de abajo, etc.". Negando la posibilidad de un Messenger productivo, continúa: "Paso por las computadoras y fácilmente observo cómo chatean, veo los besos, corazones, lluvias y
sacudones que reciben por el Messenger". Y anota que los usuarios del chat son precisamente quienes no saben hacer una suma en Excel o configurar la impresora. Por el contrario, los defensores del Messenger encomian a una herramienta que agiliza los procesos y optimiza las comunicaciones, amén de que permite guardar información y obtener confirmaciones inmediatas, lo que significa abaratamiento de costos. Estamos pues ante una fuerza que, como la energía nuclear, puede ayudarnos o perjudicarnos; lo mismo que las telenovelas, puede ser un fabuloso medio educativo, o continuar en la tontería y la frivolidad. No es poca cosa la expedita transferencia de textos, fotos, videos, entre dos interlocutores que, disponiendo de una cámara web y un micrófono, pueden verse y escucharse, como en las películas de ciencia ficción. Hace días logré tal hazaña en el Messenger: charlé con un amigo que estaba en Barcelona, recibiendo su voz e imagen. Así comprobé que el mítico videófono está aquí, al alcance de los bolsillos medianos. Tan maravilloso recurso no puede reducir su mira al solaz y el esparcimiento; sin duda en breve auxiliará al oficinista, al ama de casa, al comerciante, al maestro. Será cuestión de tiempo el que tan maravillosa herramienta pierda del todo su mala fama. Entonces las empresas y compañías exigirán el uso del chat, y entre los cursos de adiestramiento para sus empleados, amén del Excel y el Word, estará el Messenger, a la fecha desacreditado por su supuesta ociosidad. Volviendo a mi hija, diré que, si bien ahora usaba el chat con un fin provechoso, de todos modos al rato regresé a su habitación para revisar el avance de su "impostergable" tarea escolar. Abriéndome paso entre la ropa tirada, llegué a su compu y vi que, amén de sus compañeras de equipo, había cuatro o cinco interlocutores más "al aire". Le pregunté por éstos y me respondió molesta: "¡Platico con ellos un rato para despejarme del trabajo!". Total, es fecha que no asea su habitación.
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Copyright © Grupo Reforma Servicio Informativo Fecha de publicación: 20 Ene. 08