Mellafe Rolando - Breve Historia De La Esclavitud Negra En América Latina.pdf

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Rolando Mellafe

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Breve historia de la esclavitud negra en América Latina

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Secretaria de, Educacidn Ptí bfica Secretario Victor Bravo Ahuja Subsecretada ds Cultura Popukr y Educacidn Extraescolar Gonzalo Aguirre Beltián Direceidn Gsnerai de Bducaeidn Audiovisual y Divulgacidn Maria del Carmen Mil1411 Subdirsedbn de Divulgacidn ,. Roberto SuArez Argüello

Primera edici6n: 1973 @ Secretarta de Educación Pfibiica

A María Teresa, Alejandra y Carolina, esposa e hijas, que estiwieron presentes en la investigacidn y rsddcción dt~este libra 1

LUGARES DE ENTRADA Y RUTAS DE DlSTRlBUClON DE LOS ESCLAVOS NEGROS EN LATINOAMERICA HASTA 1789

DESDE el punto de vista humano, nuestra América es una amalgama de distintos grupos étnicos que de acuerdo con su actual división política republicana, se presenta en diferentes grados de integración como pdses altamente homogéneos, regularmente integrados, o tremendamente diferenciados, según categorías de pigmentación más o menos acordes con los status socio-económicos. En este cuadro aparentemente confuso y anárquico, el fenómeno de la esclavitud negra, prolongado por más de tres siglos con todo su contenido institucional, económico y social, es sin duda alguna uno de sus elementos determinantes. El esen Amétudio de las alternativas de la e@a&axLae&ra rica, de sus formas e intensidad, fuera de su valor hiitbrico intrínseco, nos suministra una de las herramientas más valiosas con que podemos contar para mender-nwQo Continente y-.cultura. En este pequeño libro nos proponemos presentar, en la forma más clara y sucinta posible, un panorama de la evolución histórica de la esclavitud negra, en el que nos detendremos para considerar y subrayar solamente los problemas básicos y sustanciales del fenómeno. Asimirrmo, es nuestra inténción incluir una bibliografía relativamente completa, auniue selectiva, sobre el tema. Todo problema hist6rico deja de serlo un tanto en la medida en que es posible .encontrar una apreciable cantidad de información acerca de él. La esclavitud negra, con la enorme i m u a econóxqica.$sdal FeetUvo en su época, dejó una vór-~Gá- masa documental que en nuestros días se guarda en los diferentes arc_hi% g~tt6. ricos de Europa y América. Pero los propbsitos que nos

guían en esta introducción no soh ilustrar al lector sobre la profusa documentación acerca del tema, sino referirnos a las obras más sobresalientes que desde un punto de vista histórico se han escrito, tanto en nuestro continente como en Europa. Porque el problema que ahora nos preocupa ha desvelado también a muchas generaciones, que con diferentes intereses y propósitps escribieron sobre él, pocos años después del primer viaje de C0l6n. . La esclavihib_snegra se introduce en Arnbrica con el reemplazar en las Antillas a una pgblaci6n gena que .sK-&Ggufa rhpid-nte y . de reforzar la fuerza de trabajo, debilitada en otros lugares del Continente. No debe extrañarnos, pues, que quien pfrmero pusiera en duda la legitimidad de los procedimientos de colonizacidn ~racticadosmr 10s euroaeos en America. fuera precisamente iuien p&m se p&ocup6 de la esdavitud negra: Fray arto-lorn$ de las Casas, en su atoría de las Indias. DeTa fogosidad polhica de Las Casas, en materia de libertad esclavihd, se pasó pronto a considerar solamente el problema de la productividad y de la ,mano de obra, aceptando la esclavitud negra domo fenó/meno normal, oripnado en la antigüedad clásica y me; dieval. Desde entonces los cabildos, las audiencias, los I gobernantes o representantes de las Coronas, los tratadistas, pensadores e historiadores de la época se refirieron de uno u otro modo a la esclavitud negra, generalmente - c o m o lo veiemos- para pedir la ampliación de la trata o la excepción de las gabelas aduaneras e impuestos a que estaba sujeta, Larga o ,casi imposible sería la enumeraci6n de todos los libros y documentos que se refieren al tema. Entre los ejemplos fnb hportantes recordaremos que Antonio de L e U i n & , uno de los más afamados -trata&iEiGy"Furistas del siglo xvn, dedicó dos mego&&s, en 1623 y 1624, a la imprtacibn de esclavp5.:&rica.*

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1' Waae

In biblioqrafía, al final

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En plena euforia del comercio de esclavos, cuando las cargazones se sucedían una tras otra y en uno de los puertos de mayor comercio negrero, Cartagena de Indias, un jesuíta discípulo de Pedro Claver (el apóstol de los negros en AmCrica), llamado Alonso de Sandoval, escribía su Instaurlthda Aethiopum Salute, obra maravillosa en la que, a propósito del problema de la evangelización de los esclavos recién llegados, trataba de indagar su origen tribal africano, las costumbres de sus países, sus aficiones artísticas y formas sociales. Sandoval, quizg sin propondrselo, nos ha dejado uno de los más importantes documentos de valor' étnico con que ahora podemos contar.# El cambio dinástico del siglo XVIII en España, su secuela de conflictos políticos y bélicos, los intentos de recuperación económica del Imperio, en fin, las nuevas corrientes ideológicas de la Ilustración produjeron otra gran cantidad de escritos, ,peticiones y opiniones sobre la esclavitud negra en el Contmente, En unaplanopuramente americano, bástenos recordar las ideas contenidas en el Voto consultivo, de Bravo de Lagunas; en la9Representacidn de los hacendados, de Mariano Moreno, y en los escritos, p a sados cargados de erudición dieciochesca, que entre 1Y91 y 179Y aparecieron en Lima en "El Mercurio Peruan~''.~ Salvo la intención histoEim de algunos cronistas coloniales, hay que-G$iS,Tn general, muchos años para que el interés americano sobre la _esclayi-md negra el carmeFpragrn4tico político-econbrnico y se vuelque sobre el campo de la obséfvación cientifica de las ciencias sociales. No es, creemos, una mera coincidencia que tal *movimientosurja en América en dos de los países en que la institución fue más importante y en que más se prolongó cronolbgicamente: Cuba y Brasil. En Cuba, la atrayente personalidad polémica de V6ase la bibliogtafía, ai final de1 volumen. Vhase, por ej., Idea de lar congregaciones pdblieas de los negros bozcrtes, en Bibiioteca Peruana de Historia.. ,, vol. VIII, 2

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8

Lima, 1864.

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viva realidad ackal. Nos bferimos a la trascendencia de

-

primer orden, de fundamentos ideológicos distintos de lo que en aquella época se llamaba método histórico y que tomó la dirección de los estudios culturales comparativos o de antropología social.\Las obras producidas por los continuadores de la escuela bahiana de Rodrigues son

I Sobre Saco y su obra véase Jorrín, 1944, y Corbitt, 1944. Raimundo Nina Rodrígues comenzó a publicar sus trabajos científicos hacia 1896 en la' Revista Bradcira; de este autor es fundamental, por ejemplo, O animismo fetichista dos negror bahianos, 1935; Os africanos no Brasil, 1935, etcétera. 4 5

7DP

v muchos otro^.^ Lramente histórico. la. obra de Saco no 'pmdujo ninguna reacci6n inmediatá. La historiografía latinoamericana estaba aGn demasiado preocupada por las historias generales nacionales y las biografías de los próceres de la Independencia, El tránsito ideológico un p o y lento y confuso, de los concegtos hist6ries n a s a los románticc~s y luego a un-'--psitivisrno liberal y n d i c a l ~ r a d u j oen un cambio serio en la temática de los historiadores. Es 'necesario esperar muchos años, hasta ef &mento en que las i ~ ~ ~ ~ ~ ~ s t o rsei cencistas tran en estudio de las institixcion~s,para que el p w blema de?a escE~tuci,negra c o m i z e a ser objeto de una I revisión. Creemos que la obra de (%eorrsed~@~esiJLa Traite ntfgriere aux Indss de Castille, public a enTarís en 1906,' 6 Ramos, 1943 ;' Freyre, 1966-1970; Fernández, 197 1 ; Cardoso, 1962; Ianni, 1962. 7 Ortiz, 1951. 8 Verger, 1953-1954; Simpson, 1941.1955 ; Metraux, 1958; Mintz, 1960; Bastide, 1967:

en apasionante campo de investigación y de polémica. Los historiadores norteamericanos se han diversificado en

y

Origen consolidación de la esclavitud negra en América nsayando mensurar la trata ;eando a los grupos negr s Otros investieadores 11

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* I

Antecedentes msdisvales

CASI -. ,.- inmediatamen&e!u& de efectuado el descubrin -e m i m u c h o s ~ ~ ~ ~ ~ ~ e ~ e ~ r e T 0 s ~ ~ ü ~ 0 % u

parte, cada país latinoamericano tiene a uno o

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os, y en muchos otros que no puedo citar en esta breve introducción, nos fundarnentaremos para escribir este pequeño libro de divulgación. Nada sería más halagador para el autor que el esfueno de síntesis aquí realizado atraiga aún más interés por los temas que en las páginas siguientes se revisan. t

16 16

Véase bibliografía, al final del volumen. Vease bibliografía, ai final del volumen.

-

peos reci6n"lI~adw.comenzara a fonnarse la idea continental de las nuevas tierras descubiertas, cuando, en fin, E conocían apenas algunas islas del Caribe y unos pocos jirones de las playas continentales, en esos momentos Ileg esclayos nips al Nuevo Mundo. ! n esdanni p a , a uny t i t u i 3 3 r % ~ $ 8 E J ) ~ ~ < ~ a ~ ~ > .~o~-¿iGdé r e m o t i ~ - ~ a k ~ e ~ ~ cionado osbeijca de dominio a s i t u a ~ s p r ~ a ~ e s ~ d ~ ~ ~ ~ e _ n i ~ o . ~ he cmo ne6 gm ir c o , &dominio absoluto ae un hombre por -etrr, en e1.ma.x~ p r e c a p i t a ~ k e r i T i i @ d k c k d Media Más que conocida, po&%%ii6s%Gr-que b-institución, en la época de los grandes desoubrirnientos y.-d.e,,jaAiciación de la expansi6n europea en el mundo, ktaba enveJe&a> Fue precisamente América la que d M - e G sentido a 'a f o e a G E m i i del h o - m esta a-uism .--hare. A pesar de que &n.la anti " d clásica la esclavitud forrna sushabía sido en varios momenot-Üa y yn medio e c w -ef-iro, ~ tancial +xtqd=c&n la organización peculiar del &o medioevo no parecí6 qecqsitar de este modo de domim~~o061lcci6n. Qunca esaPa&c;6, sin embargo, la tradici+inig+ que la es$creada. --+ud -- habla--.._. ..

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l .?-----d e s E U & b f n ey se encuentran desde muy te prano dnp nes tendien-'-.

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sentido que tornada la expansión colonialiita ibdrica. La ~un*>~unb a trav's-dc'fimpresa colombina y de los viajes menores que le ~ i g ~ ; e ~ ~ ' s u s ' & idiifinitlvamente e*i~n~ a Castilla

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cuerra de ranad da y el dgmlwiq.ie=c~

importantes en la ~oí1~trucci6n de un frondoso'cuerpo de leyes relativos a los esclavas africanos en las posesiones coloniales del Nuevo Mundo. f Uno de los nilares de la emansi6n europea en el siglo xv

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la dinámica económica que -provocó dQ_-cCvos,_azdcar, om y es das. Pronto, en e siglo xv, la mayoña d e x J % e IoaBpiches dedicados .a la fabricación de d c a r se movieron con esclavos negros que resultaban de las incursiones de los portugueses

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8

Boxer, 1969; Verlinden, 1924 1942, 1949, 1955, 1958, 1961.

4

Boxer, 1969; Pdrez Embid, 1948,

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Ricard, 1955; Mauro, 1956. Chaunu, t. VI11 (l), 1959,

7 8 9

Scelle, 1906. Mellafe, 1959. Pkez de Tudeia, 1955; Sauer, 1966.

sin36 profund de mecer favorable 1 a la esclavitud negra, gtín 'miun? nos cuenta en su ( En efecto, las Antillas son, no 8610 en relación a la Historia de las Indias. esclavitud negra sino respecto a la mayoría de los aspectos . de estas notables pehonalidades y de los I de la vida colonial, la primera estación y la etapa de la ocupación del Nuevo Mundo que completa la experiencia c r u a z F e s ~ e puntos n ~ f u i colonialista española de las Canarias y que suministra las cerlo traba'ar e> las herramientas necesarias para la ocupación del resto del n obra negra mar elpeso ue la igena s Continente. En las Antillas se aclimatan los europeos recién llegados, asi como las plantas ,v. animdes imp&-os, sufriendo al Tro'iG s d a - a m i a I á prom dC&¿n de todos los bienes aue la cotonización euro~ea I -se ensa . ,Yan los .-eedmde&y loWCCi6u6n y necesita. Otros agregan que el-kaba'o de un ne e uivai.3 1 la pohtica y administración de os indigen&.u Pero desde al de cuatro u 06ho indios," E f ' d b o a ~ & t i e--rito de vista de la esclavitud, el fenómeno importete q.currido en _!-ai d a =conecta _dkeC-i@>n~eee~Ch.pom % e ? Z i i m e a s es la i rde todo &do. S610 habrfa aue &&5niCindigenay sus poBIGdades de proporcionar mano el proceso ik%&eNuevo F

1

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deobra-

10

La densidad de la, oblaci6n indim--aytillana era elativamente ba'a c u a n b b i 6 el impacto e x p a o & rm lo menos comparada con la densidad de población andina o la de México,18 A esto habría que agregar, como factor negativo, que 'carecía de t&-a~?~i_4n de sobre rodiccl&n y estaba a t n en iíñi-it+BQe d e s a m l d d e la producción sólo n e d s a r h p l J ? subsist d a y £+es ceremoniales. En esd e u w n s t a n K & encontraba m e q P - L d a que la de los grandes imperios y culturas americanas para so ortar el ré 9 dn europea c n compulsivo de los primeros años de laa'ocupau a-ii&%%del a s - h ~ sy energíup>dm en trabajo, c* y- d&ninución deA.-,&t$aa&me~ti&a e T t r p t r p d ~ i 6 n ds e n f e r ~ n ~ d ~ ~ ~ . ~ ~ A este cuadro especlalrnente apto para precipitar la completa qyiebra del equilibrio demogrhfico y social, se Las AntiI agregaron wwl~tanciashistóricasa~;r~v~&s. llas, ademiis de constituir un centro de aclimatación y experiencia colonial, fueron el rimer nGcleo de irradi-ación continental-de l & ~ v ~ ~ u e s , que

11

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P&i lar ?lonias his anoamencanas el origen y la con~~&.uii.~~g&cE_giáa~~ jfect& eh in iegí6D

&a geogr ica muy pequena en comparación con la enorme extensión aue más tarde tendril el dominio español en America. En las Antillas se dan por prime& vez, y en fonna m& o menos completa, los fenómenos sacio-econ6micos cuya solución se intentará con la esclavitud y que se irán repitiendo sucesivamente en el resto de las regiones que se agregaron al Imperio.

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Herrera, 1945. La evolucibn de la polltica española respecto a los indios 'puede estudiarse a docurqentos originiles, por ejmplo, a a v 4 de: Hanice, 1943; Muro Orejón, 1945-1957.

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Sauez, 1966.

la 15

Cook and Borah, 1960, 1960a, 1971; Rosenblat, 1954.

14

Cook and Borah, 1971; Mellafe, 1965.

21

a m a r losbienes de consumo necesarios para dicha conquista y p a r s del wital o b h s d; & s o r m i e ~ ohJispensables para financi-qla. Esto &Tbüífue especialinente @ve, p a ~ - d i f e m i c i ade M&co, Colombia o Perú, la cultura nativa no había producido acumulación de metales preciosos con fines ceremoniales o de distinción s h dal. El oro, especialmente nervio activo de la expansidn sivo d e ; europeá,Tu&-.*o&=nerse dpieg&&cq * vader ros encqntrados en"I+-;sim,, Así se *al I!&a e t ~ ~ - &érp nodo I - co'lni-al arnerkgpo, siempre nefasto al sustrato s o c i h i g e n a y repetido en todo el Continente: ql ciclo del oro.16 J u a al Qaba'o intenzo d 1 os de oro su@ k necesiddad& sse"nO= y de mix%g& para-Eñi*osdes~ubríñii~n?~~y"6on~ui~. más -KixLde. ara-para p r ~ h c i ralim>ntos, r para ~ , U i d m - ~ o spara , J r - n l o ? ~ *wgas, etc. Más tardt., se requiDeron aún m + ~ b ~ a ~ e rpara o s k aplotacióii de l~-rniiias e '.o--¿ie las lantaciones y-Tijij$ches mcarer6s. C a G n i o n e c e s i t & k i menos ochenta esc'lavos negros para ser productivo; cada tra iche, entre treinta y ~ u a q e n t a . ~ ~

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pa;8 I ~ J

1

9

Chaunu, t. VI11 ( l ) , 1959; Meza, 1941; Mellafe, 1959. Las Casas, 1951. 1 7 En 1959, basiindonoe en documentos de la primera mitad del siglo xvi habíamos hecho un dlculo de 100 O00 habitantes, como mínimo para la Isla (Mellafe, 1959). Posteriormente, sin embargo, han apaxecido nuevos trabajos que, en general, tienden a hacer subir enormemente esta cifra, asf coma otras que ac refieren a poblaciones aborígenes que vivían en ambientes y 16

16

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s que tuvieron los

usando teanologias similar En su irltima obra ~herburnbF. Cook y Woodrow Borah (vease Cook and Borah, 1971). Han dedicado el capitulo VI a la PO= blación aborigen del lugar. En ella Uegan a sugerir la cantidad de 8 000 000 de habitantes para el momento de la llegada de los europeos. 1s Zavala, 1948.

islas productoras de azúcar, e s ,la costa-afaqm y. e-. pw se encontraron con wU-ra a. En primer lugar, con la in e Z a e a d e los comerciantes del reíño.Era e v i d e n t e ~ z eebrtugai, Te f i ~ d ' & ~ a m F tliitados, e se había agotado reali-

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-de . e w y d e manod2rrdfirq.

d e l a ocu~aci6n~ que =o

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que entregara esclavos a cada dueño de ingenio que llevara esde certifica-es del gobernador de Brasi nio de 156 es frecuente encontrar&dawrCi3 ~ t a d o r e de s la colonia y -*em ~ g u e s e ~ y holandeses para importar pequefías partidas%a trata, sincéTar@;02aún se movió en t6rmino~..modestojrCon razón los hisbri&aores e s p e a ~ en s el tema estiman

u

21

Vdase, por ejemplo, Fernánda, 1970. Gouiart, 1949; Boxer, 1969,

22

Goulart, 1949.

20 1s

Deer, 1949-1950.

9

todo el siglo xvr. no entraron más de @os 6 -e' lav-egrps -sil, siendo ésta U n a d r a -fila inmigraci6n de esclavos introducidos en menos de una decada por las colonias españolas del

Rsgalfas, excepciones y juros

este mecanismo de

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AméricaP

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ermuos para pasar a las Indias con q niunes- de a .casi f l w h a h a - g íny~ v E & se-les k&kiiqS.-Qs por $1 ~ o r o q o .eCJi el a8

unabuena fuente de

es Curtin, 1969. 14

26

A&m

Belt&,

discusiones sobre estas atimacione8

1946; Mellafe, 1959; Fsede, lg60.

f

Mellafe, 1954-1959. MU

encontrarse, entre 0publi don, 1932-1938,PM el Perú

-

ejemplos documgntales pueden 'ones en: The Harcknm Collee Millares, 1945-1946 ~ & c ~ ,

0s

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-

--

- -1 con la,&$avitud ne~egrblos rimer ros conquistadmes en ~áGzión de America fueron t h b i 6 n los primems immrtadores de esclavos y los más im~o~tantes detenta&res d a m i i d a r a ne a. En los 8 años que &Gsc ~ n - < n t r e - - ~ 2 g - ~ m F 1 hermanos os ~ r a n c i m y. Hernando Pizafo, considerados por7a Corona Española l o s ~ a T ~ G ~ e s t o r e sla conquista del Perú, obtuvieron licien~& entr&> c avoy al&~u;o $minato. Junto con ellos tambT&g&n&&n p h i 6 otros veintidos conquista,

que a través-de jums y otras concesiones los hemanos Pizarro consi@er e en realidad muchas m& licenci&==que representaban los 262 e s c & o Ü ~ ~ k t a fueron i seguramlte v5ndidas -a meaaders de v a r í a s ~ d o ~ d que e s en esos momentos estaban en Se~illa.~B

La alianza Btnica y

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26

Encinas, libro 11, 1945; Levene, t. 1, 1927-1929. La jum no sotamiente se podían convertir en Licencias

para entrar esclavos negros a las colonia, ano tambi6n su pago inddi6 sobre otras rentas que percibia la G o r m Una buena expiicaci6n sobre estm documentos econódm. fiscalea puede enmntRne en Uiioa, 1963. Ejmplos sobre incidend. en nueatm tema en Haring, 1939; Mellafe, 1959.

e! sentido

señorial de la Conquista

Al parecer, t@o e s t a b a f w m . b I . ~ n,condicionado ~ en América para que la esclavitud negra uese fundamental a titud de las en el panorama socio-económico: tradic ~ U r p comerciales, a-fno oE v-g Mundo, p o l i 6 ~ i . m i c ade la metró~ üPara . completar este p~riOranticIeg&os ver desde un nuevo Angulo el problema del origen y consolidación del fenómeno; se trata de la mentalidad especial de aquel personaje audaz, semirenacentista, capitalista y hombre de

empresa, que conocemos con el nombre gentrico de con-

Y

Es este segundo aspecto el que ahora nos interesa. Mient~aslos primeros núcleos europeos del Caribe pedían esclb,*s para que su trabajo asegurara un ritmo más activo de producción, en el resto del Continente otros grupos de-gos participaban en las ( é 2 7 $ i i j i j e cIEii%bríañ y coeS3-Sufrkn,como os espano es, 1; resiateiicia-de? a la penetración; en cierto bien invasores y conquistadores, y de se sentían lo eran; hasta se creían con dereqh~s- e s a a l e s -que los europeos no ICs negcZronLpZ5 usufructuar del triunfo ~ c ~ c O I m O O v ~ n c e d o r La e s . esclavitud negra estaba pasando por dos momentos diferentes: en regiones cercanas y en la misma época tenía dos significados distintos. indíguias que resistían la penetración Para los'a*l o para aquellos que soportaban IG---Fr"nmereras consecuencias de la in~Laci6~xhco~onial, los europeos y los a a f& e r m perfectamente diferenciables. .SinTmbaw, en todos los aspectósdel contaciocoñvivencia diaria, en el transcurrir de la vida cotidiana, no había ma or d'ferencia entr upos. LOS grupos - ,-micos A o g y negros,~ 2 ~ & d e ~ c g ~ ~ u usufructuaban en la misma forma F a q o o aliada, tiránica y cóm~ulsivaal sustrato social indígena vencido. Los @sCfai;s -ñei uc partici aron en la Conquista FSGE7de tos egpZnoTes, y -10s o b t u v s ~ isCTiEiad "'-j35F'éste?iecho ; a--a&uirir haita la jerarq&a de conJquistadores y pudieron a su v e m r esclqvos. Todo esto nos explica muchos hechos sing lares y característicos de la esclavitud negra en esojrrdos. L * -

sindicaría a la esc

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1964. VCase tambiCn el capítulo VI de este mismo libro. 80 Numerosos casos sobre la notoriedad social alcanzada por aigunos negros libres en el siglo m,pueden encontrarse en obras wmo : Mendiburu, 18741890; Thayer, 1939-1941 ; Mellafe, 1959; Gibson, 1964. I

-

aboT1-6n indígenrno tuvo en. ellas una densidad y si la tuvieron, 6s esa 6 &id* icaec mente; fueron fp de plantaciog que alcanzaron su mayor apogeo d u p u n l / ~ g iX? La ESgañima-ng, con el es,ueno e interés econ6mico privado, con la pie-

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yd c;I)Z~

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mas

M i c a donde se _localizó de preferencia, a

viiitad&, pero no o-padw en seguida, como ellEstrec50 -agallanesW nata' edica&llsi@m, los negros l l s o n , como @&.cJosL (áuxi~&res~e la conquista, iniistintamente a t o w x g e s de América, bisitados y o c a a s p~~&uro~eos. En los decenios finales del mismo siglo se comienza a notar- a distribución m8s o / q n o s cagct~rís~ica de la @ensi%%la jmjdk&bn negra y de su consiguiente ,nE$,iza~ al color, enómeno ' d e a c g a a e G - - g m g a geogrhficiiñiinte en la úlba-centuria & l a colonia.

foya-tdo 10 cpe ~ n s t ~ ~ u ~ ~ ~ O s - ~ p r i m ~ Ó s , m,&edio a ome 'eron al perio es@o ias r o t r i s p o t e n c i m i m a s s u ~ n ~ ñ ü i V-
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gran mortalid* que provocaba, por la lcgidW!&. prot? @ta y por la p s i @ 6 n de uie e ~ g i ~ r - a o " & - ? ? ~ o de 3-en las i i % ! i & n otras porcionu del m e n t e , como B d , ias costas de Venezuela y Colombia y de parte de América Central y el m de M ~ c o , la disminuci6n de la población había sido tan d r b t i a que fue dificil e imposible provocar migraciones compmsato& de mano de obra. De este modo ued6 0.alternativa g ~ ~ ~ ~ ~ . ~ e s c l ~ en a ,-vava, ~ . ~ s ~ g ~ o s b - u e posible por el buen rendimiento económico del trabajo de los negros y de los productores tmpicsles. No es otra la explicación de la &an@anCia actual de blaci6n as 'des d érica- tropical. PoEl p i a n t ~ m i s m P;loPaia o en forma inversa nos da u m explicacibn interesante de por que m w d e ~ y clásicqs cen_l2qsmbgr?s en la colo$p_fueron sino tkepcio&ente h a b a , @ a o ~ - ~ - i ~ nEstos e ~ s lugares , éxi i = 6 0 " w f'&ancae en el Zipaquirh en ~ g b i a ,estuvieron generalmente locsliizaaós p"""nes densas y más eW-7! y mdeados de p r o t e i i las demás de desastre &?@?Zif%o que observamos en las Antillas, fueron, pues, -bajadas con S -, de otro modo no h a resultadop-S sus laboresP4 del ectimene Una segunda manera de completsr la del negro en AmCrica Latina - e n relación al clima- se puede alcanzar agregando a lo ya dicho el fenómeno de f a y de resistencia violenta que r n u c h o s ~ a ~ o 9 um Lt$rarsñ c o m o ~ t a ds cautiverio, después de haber

Después de h m r una completa apología de las cualidades físicas y psicol6gicas de los negros, reconoce q u e A s tienen el peligro de fugane e i n c l u s o ~ a r r n a s ? o i i i o s ~ s f ~ & Pém, agrega que ep Chile es w&.ssyxir dificilmente, ya que a d i f e r e n a d s regiones tropi&les, en esta colonia los esclavos solamente &m refugiarse entre montañas nevG-o%uy apropiado como para s u b s ~ianciesti'namente.~ ~ Aunque González de Nájera se equivoca, pues existieron ocasionalmente bandas de esclavos negros huidos en Chile, que atacaron a viajeros y estancias, es verdad que nunca fueron muchas ni llegaron a constituir un peligro permanente en la colonia. Pero lo que señala nuestro ensayista para Chile, contrasta con los innumerables testimonios de autoridades,

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ya indicadas, ensancharon notablemente negro----en el ~u&O'Mun'da, -- - - . Hüljo-p@s e-

a Sobre estos temas véase también el capitulo mima obra.

IV de

esta

$6

González de Nájera, 1970. Vdase, por ejemplo, Gage, 1969; Lavaysse, 1967.

Podrjamos ir aún más lejos en nuestro intento de explicar el ecúmene del negro, si agregamos a lo dicho en los pánrafos anteriores yq com i olitico-econbmico: k ocupación de islas del &potiiii~uro"aea~ no ibéricas. Hemos visto que la ireseñcia del negr6 en estas regiones se puede detectar contemporfrneamente a los primeros europeos que llegaron allí. Incluso, que grupos de cimarrones excedieron los límites de este asentamiento.

3

e u 'as islas del Caribe, donde se les Ilam6 egros Cuando estos contactos se realizaron en años en acinamiento de los barcos negreros no era aGn

hubo en -esta nial, int_ntps.-seos y o p Wtes de instalarse en las islas, Al tiempo que la misma España tuvo fortaleza suficiente como para impedirlo. h lo largoJdel sinlo m, sin embargo, 1 cambiar& nota-, y la toma de de las grandes y pequenas islas caribeñas se hizo inevitable. Entre las más importantes razones de esta invasión podebigad dríamos señalar las que siguen: 1) de la rnetr6 oli hispánica para mantener el control de t a s k a l e s . Esta no s61o se manifestó en la escasez de recursos estratégicos y económicos, sino también, como reflejo, desde el ángulo diplomático. En una fecha tan temprana como 1596, la alianza de The Hague entre Inglaterra, Francia y Holanda contra España, ' -NO

Lziiente

indios.ss 87

Lavaysse, 1967.

88

Sauer, ,1966.

[enniió con la derrota de ésta úi-a y con la firma de trátados de paz p o r ' s ~ ' - ~ mo6 d a país. En ellos dejó

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"ento, al mismo tiempo que parte del monopolio del mercado mundial. Ellos traslad Y A q e 9encias a las A n t i l ~ ~ con~ otros 6 paises, ~ z Espaila la puerta abierta para que sus enctnigos esp.es-~te~~~eiae 65 , a80 que f w d e f i n i t i v a m n t e mieran el principio jur'dico de que solamente la ocupación . " 7 7 expulsados de krasil. islas del Caribe reunieron así efectiva de los territorios daba legal título de dominio. las ¿ E Z Z & - m e un nuevo puzzle comercial colola c o n s t ~ i ~ i 6dnc t f o r t i f i h e s Se siguió el ~o-kde nialista que se definió rápidamente. os centros de gepb en L a ~ a b a r ~ a r t a ~ ye nPorto a Bello, que si-&rías destinadas al comercio con as colonias de España la in&GiEEn de preindicaban m&-parte iberoamericanas, incluyendoos esclavos negros, se y n servar los territorios anteriormente ocupados que conservar v i r - o n *&én en.productoy de cultivos tiopic&s. las islas despobladas. 2) Las ricas , ~ ~ l o n i ;y ~ Con todos estos Gj%iítiv& Ia o&qmciede lasm a s d e l N u o , con o ación blanca del Caribe fue muy r@i&.Xn ingleses y franceses y mestiza blanca e p - nstante c r e c * L d e s d e s ~ e ~ c 0 ~ b í ñ e eniaisla n t e de San Cristóbpl. p r i n i x e gb~ w buen mercado para &dadase Después de algtinos intentos frustrados y vazaciones, se d% PK)~,W &or&El intercambi6 debía hacerse a Nev-is, A n t i i a y esparcieron por &b&, @arios coloniales, pero m u y ,veces , e!md_ franceses en Santo Domingo (Haití), G G d a l $ $ % f 2 : con su comp a ~ e - n ~ ~ ~ c x p a c iElb paga n . de las mernica. En los ú l ~ ~ d ~ c e n i o imais emio siglo, y en las cG&eiSasncrsalámente se h a c l m & y &a, sino tambikn posesiones inglesas solamente, existían más de 200 ingeen productos como p h z r , &o, & truina nios, que entregaban anualmente una cantida-d xg, etc. Cuando algunas companías holandesas e inglesas m 0 0 OOO-g~ntales metricos de azúcat *finada, lo que comenzaron a tener un acceso cada vez más importante provocaba a su vez % n % o ~ e ~ r i 0 . 6 ~ r o ~ ~ a d a m u i t e en la trata negrera, la_esclavitud se incorporó como otro %6Tanto los esclavos como los que el azitcar era comerciantes y la tripulación de los barcos de todo este comercio necesitaron liga@ de recalada y reabastecipiento. Al mismo tiempo, m u ~ hque- los ~ ~ ~ la región por 1627, p r o sofue h s colonos pagaban fue necesario almacenarlos pLm ser desy -permanentem5iZe m pachados en grandes partidas al otro lado ie1-o. lLas i s ~ Í m ; a e s p b l & d e lCzii355 fueron CTlüggr ideal - --.-. Las pocas * $ S de @-+>y r i m e m n e ~ u e ,para todo eilo. 3) A mediados del siglo xvn la demanda se h a b í a i - k f ~ ~ i a d o > s ~ o lugares f ~ o g ~ de productos tropicales en Europa s 0 ~ la 6efectividad de meras estaciones de almacenamiento en el Caribe, que pudieron fácilmente tr-ansformge en asentamiitos 39 Existe una abundante bibliografía sobre los comienzos del a-ego el mductivos. Al interés del establecimiento de estas potencias en El Caribe y las relaciones !h%G& y algodbn. Pero e k o de La caña es de nuevo de este hecho con la esclavitud negra y las plantaciones azuca. reras. Por ejemplo : Haring, 1910; Esquemeling, 1923; Newton, un buen7eiem%. Ya hemos mencionado cbmo los holan1933; Crouse, 1940; Von Lippmann, 1941-1942. deses habian 'adquirido la técnica del cultivo y refina-

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saparecen. De todos modos, los p o m e s e s - h ~ o n í a npor esos aiios las modalidades d e l a trata en africa, E m p a y América, 2 - t a i o que la Corona Española se valió muchas veces del consejo y la experiencia de negrem lusitanos. Ellos conocían muy bien los pormenores del comercio negrero así como la demanda de mano de obra esclava en distintos puntos del Continente y la capacidad v disponibilidades de cada factoría africana para abastecer á l& colonias.48 --..----.,-------.-.-.El sistema de las &ceen~lasmonopolistad tenla para las p o ~ P a i el i inconvcicifi ~ ~ de que encareda artificiaimentqgl pscio deJos ~scl~yos, pues e n k t i c m a c i a d o no directamente los negros, sino que revendía las licencias a otros comerciantes, éstos, a su vez, a otros y así hasta llegar a los portugueses que detentaban la trata. De este modo. cada licencia, que la Corona había estimado e navegación e La carestía artificial de los negros, la demanda cada vez más-ér-e ellos, el hecho de q G l a a a E ~ ~ m é n az mmanejar b la trata con chterio m& económico oiitlco, el aumento d ~ o O n t r a b a n dao través y las celosas, medidas d ad e d i cox&rcial s.evil1~0,todo eso hizo TeTeiiIii9, no se v ~ k e s e na,, otoyplicencias de ccar&tjFkBol i i y que el comercio negrero quedara enteramente en manos de la-Casa de C~rntratacióny del C o n s ~ d o,de Sevilla.46 '-EQran @iabSdoo0 d ~ s c ~ a v oafeixtab,a s direct6-me? te a qüienes necesitaban de mano de obra negra..en&&a ya que, como lo hemos mencionado en páginas anteriores, tanto los despachadores de esclavos de las factorías lusi-

" Aguim

Beltrán, 1946; Friede, 1955-1957. La presencia de entrado8 en México por estos concesionarios, precios y calidades, v&ase en Brady, Robert L., 1968. esclavos

44

4s 44

45

Sampaio, 1957. Aguirre Beltrán, 1946; Saco, 1937-1944; Las Casas, 195 1. Boxer, 1952; Goulart, 1949. '

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tanas en Africa, como quienes conseguían licencias de la Corona Portuguesa, preferían encaminar su comercio hacia las posesiones-. Algunos historiad^^ inistido eñque el desabastecimiento de esclavos de Brasil, por estos años, no fue solamente el resultado de la falta de coo@insici¿in de la política económica coloni-jsta de la cose de Lisboa, ;;no %sim~eCuesti6n-deconvenienc&%o%6Fa"a1. En efecto, el precio pagZ3-ao por I ~ ~ ~ & eñlZG$onias m n i a e@ mucho &-gto ; se entreAdemks las gaba generalmente al contado, en plata u licencias de esclavos embarcados desde pagaban solamente tres mil reís de derecho de exportació~ en tanto que a Hispanoamérica costaban el doble. Esto '

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en que las licencias se dan como n z c a y en que los intereses d

rito, 1931.

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1) Los @cialar reaIe$ o los re resentantes &Ja-Caranir, así como F@G que $v e z n a las Indias a ocupar aigún cargo. A estos esclavos son los que 'con propiedad debe llamarse entrados #or conccrñ.~ro,nz~osa, pues incluso se les eximia del pago 'de impuestos y gabelas.40 2 ) Lp o berem.éri&? de la-Czqq$$a como pago e los servrcios y gastos efectuados por ellos en la expansión española en AmCrica. Estos conseguían las licencias por concesión e a , por capitulacion,e8 o por el pago d e juros. 3) Aigunos e q u e se aprovecharon de este comercio para adquirir bien? económicos con que atender a los gastos de la institucipn; en el lenguaje tecnico de la dpoca, ara ropios de la ciudad. Es interesante c o S & f e m c i b phblico :) que y b i á n obtuvieron negros de esta ospitales manera. No fue esto ual solamente entre las colonias ~ q a ñ o l a s ~Nuevo e l Mundo sino de otras regiones de los mismos perios c o m o ~ s l a s~ a n a r i i j . 3 En estos casos la concq6n no se hacia a = o ~ & ~ n a l sino a la institución miyna.

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Goulart, 1949; Abreu e Sampaio, 1957.

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otorgado como pago a ca~italesincautadps, se pagan con más licenc'ias para im ortar negfos. ,as Iicegcias ó t o r g - - e n este periodo conzaddo por la Casa de Contrataci&n se multiplicaron en forma asomb r ~ que resulta m casi imposible-agruparlas equemáti~amente.~~ De una manera muy general podemos decir que obtuvieron licencias de diferentes magnitudes, S pero algunas superiores a k w i 1 negros, los particulares o instítuciones siguientes, comenzando, por los que recibieron menos : ___-.-.- --. --

claraban seriamente dañados para obtener permiso de permanencia en los puertos vedados al comercio internac i ~ n a l .Todo ~ ~ ello debía hacerse, por supuesto, -la complicidab_.de. las - - a ~ p d a d e s _ ~ _ o r t u ~ eys aes+las, s p u i o lo declara ~ u a = ó ~ e z , un avis do ne rero portuguds, derechos de im ortaci6n-~(A*~ eran mucho m ~ ~ f o D S 5 - T á s - 6 6 % ~ - . e ~ ~ aen n olas ~e portuguesas.47

47

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Un cálculo aproximado sobre la cantidad de negros entrados en este periodo en el capitulo 111 de esta obra. 49 Mellafe, 1959. 60 Ledlier, 1921, t. 11; Márquez de la Plata, 1928; Goulart, 1949. 48

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4) Aigunos G&k& que se habLn ditt&pido pm servicios espega& hechos a &Corona, además de haber

r'omado parte en laConquista, Tenemos el ejemplo de algunos gratificados de este modo por haber luchado en el bando del rey en laspemas civiles de1 Perú.61 _--._ --

las minas sue estivieran sin a&ndar en el Pcrií, Entre las facilidades -que la Corona otorgaba para el cumplimiento dd c o n t r a t o 4 dyderen aeia afios, 1200 es*a dd Cabo Verde Santo To o de cualquierotro lunar dd&nea o del Brasil.62

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como se llamaba a los negros que se traían, ppr la venta v reventa de laq licencias. El hecho de que las f u e ñ - d e

de los fletes navieros, la falta de continuidad de la entrega de esclavos a las provincias de Indias, que los solicitaban urgentemente. Ademh, con una posible sat,uracj@-del mercado se.-esperaba bajar consider&lemente los precios.

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La celosa p~eo~upgción de la--~oñuatacióñ. y de la U g v q i d a d dé M-deres de-G?SJa; -poT-&ejar la trata de negros irectarnente y a su antojo surti6 efe o p6r rnuchoB>A.@sar de todo, el sistema h& en los últimos años de1 - ~ a a i Q T n o fue &C'K sivamente de 15 trata nearem--sino más bien un ~rirner quebranto serio de todo elWsiatemacomercial Feongii@~do -64lla y del 1s w. ~ g a s - ~ a r i u i i e s , " En lo-que nsP:ta i h n E a Wzi. hubo $ tambiin razones de mucho peso. ~ec&iiZmos que $!listema- anterior encarecía artificialmente las*>ze & india, -*-----

vados, que tanta importancia habian tenido en la conquista, de la ingerencia en los intereses estatales. Un poco anta que se concediera {el p M i e r W " p - o i X Ú ; i se encontraban pendientes usas seis ~ ? r c e n c i a s , g d a s a particulares, para introducir otros tantos esclavos en América.

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Meliafe, 1959. Biblioteca municipai de Limj Oedulario del Cabildo, t. 11. No sabemos si este convenio se materializó. Otros ejemplos en Mellafe, 1959. 88 Chaunu, t. VIII, 1959. 1 M

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4% en cu$ot-de 100OOQ-anyales durante 6 s 9 años que duraba. 54

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Este puerto fuC autorizado para recibir 600 esclavos por una

Mellafe, 1959; Veitfa Iinage, 1945.

más o menos las mismas. Siempre se mantiene la prohibición de llevarlos a vender a T h a Firme Y las restricel puerto ciones ara Buenos Aires. En 661 s-eia &ii7como @uerto e ~ z m La Corona ~ ~ e ~ í ~ n entregó c a el dere o ¿iCfijar e n i i n a e . % ¿ y teava los lu ares de entrada," las provincias donde se podían vende$$-la cáiitidad de esclavos que a cada región se podían llevar. Sin embargo, los faCtores de los diferentes asentistas tuvieron sus preferencias, que naturalmente estaban en relación directa con la demanda del mercado y la facilidad para alcanzar los centros de de manda. Estas preferencias, tomando en cuenta las pro-

cu.uan.os%

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sufrieron, *bras al no poder competir con el @-ntxabando ~dés,~&esc~yoj ú~tirn~~m%Ei~coineidencia termina la concesión de Angel portuguesa sea también la de separación- de las Coronas de Portugal y Espana

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La lucho de rnonopoZio~y hegemonía holBndssu

El periodo que corre desde 1640 hasta 1692 es un medio siglo confuso, en que la dirección española de la trata negrera se presenta llena de vacilaciones y debilidades, quizá como un resultado directo de la decadencia de la monarquía y economía del Imperio. Veamos las características fundaentales del panorama en que se apoya la anos, una momentánea sa$zzcm6n de1 mycado y s a trata en estos años. sustancial bala de p ~ c i o s . El comercio negrero se habla convertido en una de ~ i i t r a p o s ~ c i 6a ñlo anterior, muchos otros lugares las empresas m& codiciadas por las potencias mercantidel imperio colonial fueron mantenidos con cuotas defilistas, que se disputaban con creciente denuedo el dominio citarias de esclavos, en gra-n aorque para llegar a de ultramar. América era el continente de mayor consumo ellos era necesario pasar cdor E de esclavos, pero fuera de que esto era un negocio en sí, resultaba el mejor vehículo de penetración económica, por el contrabando y la po ibilidad de llevar en retorno toda clase de productos ex icos, aparte de metales pre-- -a Como no lo conseguían, se aba~ecierondformforma ciosos. Fue por eso que la t ata negrera se trdnsfonnó en twvés del contrabando, organizadoen gran escala uno de los motivos centrales /de las negociaciones políticas m a t g c o n c&e$ones en p ~ e r t o ~ ~ 2 . de ~ todas las monarquías europeas, sobrepasando la pri------_ -

4 !

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macía exclusiva de la monarqda española y siendo objetivo importante de embajadores, alianzas y tratados. La monarquía española, cada vez más débil y acosada por las nuevas potencias expansionistas, se encuentra atrapada en un círculo vicioso que no podrá romper jamás. Si suspende la introducción de esclavos, como trató de hacerlo entre 1640 y 1651, el mercado americano se abastece solamente a través del contrabando, al mismo 1 tiempo que sus colonias se quejan de abandono y repreI sentan con dramático knfasis la falta de mano de obra, i el peligro de colapso econdmico y la merma de las entradas I fiscales que están fijadas para la importación de esclavos. Por otra parte, la continuacidn de la trata sólo significa dar concesiones a antiguos enemigos, ir perdiendo monopolios e incluso invalidar tradicionales y respetados escdipulos religiosos, que habian sido una de las razones de ser del Imperio, de su hegemonía en Europa, en fin, de un siglo de cuantiosos gastos e interminables guerras. Casi todas las potencias europeas tenían hacia esos años posesiones en Africa, menos España. El antiguo dominio español sobre Portugal se había transformado desde 1640 en una guerra, que terminó en 1668 con la independencia absoluta de Portugal. El conflicto entre España y su antigua proveedora de esclavos fue aprovechado ventajosamente por Holanda, que no se,conformó sólo con adquirir directa e indirectamente el tráfico negrero, sino que por él y a través de él Ileg6 a obteher parte del flete naviero de Europa a las Indias. La cfisis económica del imperio español no permitía la total flnovación de los barcos. La situación no gustaba nida a los gobernantes ni a los comerciantes de Portugal de España, pues los dos reinos acorrqlados por poten ias más poderosas tenían mucho que perder respecto a comercio colonial y a su independencia econ6mica. Un4 parte importante del contrabando de esclavos se hacía ia través de Brasil. De este modo, especialmente los negreros portugueses de Cacheu, siguieron luchando por mantener parte de la trata a las colonias españolas. La propia Corona Portuguesa, para

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salvar algo del comercio ultramarino más lucrativo, p u mitió desde 1647 la compra de esclavos en Guinea por traficantes espdoles, aún cuando en esos mismos años estaba en guerra con España.=* Esta porfiada insistencia portuguesa nos explica por qué Portugal pudo, en 1696, retomar efímeramente el cetro del monopolio del comercio de esclavos con el Imperio Español a través de la Co pañía de Cacheu y Cabo Verde. g s d e 1651 hasta 1662 es la Universidad de Mercaderes de Sevilla la que maneja directamente la corriente negrera, con una fuerte oposición de la Casa de Contratacibn y de los grupos de mercaderes y compafiias que se habían beneficiado con el periodo inmediatamente a n t e rior, de gran libertad y contrabando. En este lapso, así como en el de los años inmediatos a 1676, en gue esta institución vuelve a tomar el compIicado negocio en sus manos, la desorganización, las gabelas administrativas y los impuestos excesivos llegan al máximo. Al consulado de Sevilla se unen luego otros de b é r i c a , especialmente el de Lima, transformándose ambos consulados en los 61timos baluartes del monopolio cerrado con puertos fijos de entrada, bloqueo a la cuenca del Plata y preponderancia del virreinato peruano en S u d a m é r i ~ a . ~ Por su parte, &aCorona había entregado años atrhs en arriendo a los Uonsulados la percepción de una serie de impuestos, entre ellos algunos que tenían relacibn directa con la entrada de negros al Continente,. Por tal motivo, estas instituciones estaban interesadas en mantener la trata bajo su vigirancia, y por ello también surgieron luego múltiples contratiempos con los asentistas: La falta de material navieron suficiente y de fuentes directas de extracción de esclavos fueron las causas determinantes que luego hicieron volver a los asientos rnonopoIistas firmados con un solo mercader o compañía. En 1662 67

Goulart, 1949.

58

Scelle, 1906; Studer, 1958; Aguirre BeltrAn, 1946; C6spedes

del Castiilo, 1947; Rodriguez, 1956; Boxer, 1957.

se finiquita el contrato conocido con el nombre de Asiento de Los Grilles, con los comerciantes genoveses Domingo Grílle, Arnbrosio y Agustin Larnelin. El mismo asiento se renueva en 1668, a pesar de que éstos habían recurrido a los holandeses para cumplir con el compromiso. Se les acusaba de fuerte contrabando y ocdtación de ganancias y falta de pago de impuestos. Posteriormente obtienen monopolios del mismo tipo Antonio García y Sebastián Siliceo en 1674, Juan Barroso del Pozo en 1679 y 1682, año éste último en que se agrega como socio Nicolás Porcio, quien tenía estrechas conexiones con las compañías holandesas que actuaban en Africa. Por este motivo, a la muerte de Juan Barroso se agrega al contrato Balthasar Coymans, que en realidad era socio y agente de la Compañía de las Indias Occidentales, de Amsterdam. La influencia holandesa llega a su punto culminante cuando en 1689, Porcio y Coymans obtienen una prórroga de 5 años del monopolio. Entre tanto, la trata negrera ha sufrido modificaciones tkcnicas de importancia. Los nuevos asieptos estipulaban cuotas anuales de negros que debían entrar en las Indias, fluctuantes entre 3 500.-y 6 000 piezas. Los derechos que pagaban los asentistas al rey por el monopolio se diversificaron en impuestos comunes, cobrados por los consu1ados U oficiales reales, y en la compra del monopolio propiamente dicho. Para mantener este sistema nsultó engomsa la forma de licencias y se comenzaron a otorgar las concesiones a cambio de un pago del asentista par tonelaje de negros, en lugar de licencias por cabeza de esclavo. Oficialmente se entendía que cada tonelada correspondía a 3 negros, pero en la práctica se incluyeron hasta 7. Ello dio origen a un increíble hacinamiento de esclavos en las bodegas de los barcos negreros, al aumento de la mortandad en el viaje y a toda clase de fraudes. Los puertos principales de entrada de las cargazones fueron Portobello, Cartagena, La Habana, Veracruz y Campeche; pero los representantes de los asentistas entraron a casi todas las provincias de Indias. Los negreros Y

54

fueron obteniendo más y más garantías; se les permitió llevar las cargazones en barcos de fabricación extranjera, no se les obligó a que los esclavos fueran de tal o cual parte de Africa e incluso se aceptó, en los últimos años, que fueran traídos de Curazao y Jamaica, que como ya hemos señalado fueron especies de depósitos de esclavos y centros del contrabando dirigido a las Antillas, Centroamérica, Venezuela y C ~ l o r n b i a . ~ ~

El predominio de las compañías negreras A lo largo del siglo xvxr las potencias expansionistas como Portugal, Francia, Inglaterra y Holanda, habían incorporado al sistema económico de su expansión ultramarina el sistema comercial de compañías. Asi habían llegado a disputar, tardíamente, pero con creciente vigor, el dominio absoluto de España sobre América, al mismo tiempo que Se aseguraban el monopolio comercial y el dominio del resto de los continentes. La trata negrera no podía escapar al control de las compañías por acciones, que permitían una concentración inusitada de capitales. Y es que era ésta la única forma en que por esos años se podía pretender un monopolio de la trata, cada vez más compleja y costosa a medida que se desarticulaba la armazón económica del Imperio Español. España no podía ya amparar ni controlar al comercio de negros, debiendo realizarlo el asentista por sí mismo. Nada era más elocuente que la quiebra de los ya mencionados negreros. A esta altura de la descripción del comercio de esclavos -y a propósito de la aparicibn de grandes compañiasconviene hacer una digresión de carácter interpretativo general. Es evidente que la trata de negros por una parte y que el esclavo como medio de producción por otra, son dos elementos históricamente inseparables. Aparecen con-

sustanciales con una etapa del desarrollo del capitalismo caracterizado por el mercantilismo como tonalidad econó' mica de base y por el absolutismo desde su punto de vista i político. Sin embargo, como la trata negreta es cada vez ' más una pieza del juego político y hegemónico de las potencias europeas, se presenta a menudo desligada de las necesidades de produccibn del Nuevo Mundo. Por tal razón, muchas veces la corriente comercial de los esclavos, las cantidades de ellos disponibles y las cuotas que los imperios coloniales entregaron a cada regicSn del Continente, no tienen nada que ver con las necesidades que cada una de estas regiones tenía de esclavos. Buenos ejemplos de este hecho son el Britsil, el virreinato peruano y la regi6n del Plata, durante dos siglos ávidos peticionarios, nunca satisfechos, de esclavos. Muchos problemas surgidos a propbsito de los movimientos abolicionistas de la esclavitud, la insistencia de entrar negros en zonas donde su otros interesantes casos

políticamente la trata negreral si estaba ésta globalizada en unas cuantas grandes compañías, Las casas reinantes en Europa a travCs de sus principales cabezas: los Felipes en España, Luis XIV en Francia, la reina Ana en Inglaterra, Pedro 11 de Portugal, se convirtieron así en socios y, promotores del comercio de esclavos al fomentar y participar con dinero en estas c ~ m p a ñ í a s . ~ Focalizando nuestra atencibn en los años que estamos describiendo podríamos decir que la caída de la trata

n rera en manos de grandes compañías está relacionada m7 el Gltirno esfuerzo hecho por España para preservar el sistema de monopolio comercial con América, con el intento postrero de los portugueses para recuperar el comercio negrero y con el predominio de Francia sobre la política española de principios del siglo xwtr. El fin de la hegemonía holandesa es el año 1694, en el que se firma un asiento con Bernardo Francisco Marín de GuzmAn, un mercader de Caracas con múltiples relaciones comerciales en Sevilla y Lisboa.B1 La posibilidad de que el asiento fuera manejado desde las Indias entusiasmaba a la Corona Española, que creía de este modo recuperar su antigua autonomía y frenar el contrabando, Sin embargo, Marín de Guzmán esperaba cumplir con el contrato a través de mercaderes y posesiones africanas portuguesas, para lo cual había entrado en tratos con la llamada Compafiia de1 Cacheo o Compañía Red de Guinea. Marín de Guzmán murió antes de que el contrato se llevara a la realidad, y la Compahía del Cacheo pidib la concesión, alegando los compromisos contraídos por el contratante fallecido. De este modo, los portuguese recuperaron el comercio de negros con Am6rica entre 1696-1703. Aunque la Corona Portuguesa, los negreros lusinatos del Africa y los mercaderes que operaban desde BrasiI seguían soñando con abastecer las posesiones españolas, esto era ya imposible en este punto de la evolución de la trata, El contrabando de esclavos incluso se les había escapado casi enteramente de las manos, El principal motivo de esta imposibilidad era que Brasil necesitaba cada vez más de negros, para proporcionar mano de obra esclava a las minas de oro de Minas Gerais, Guiabá, Goiás y Bahía, y también a una agricultura tropical cre81 otra^ ideas, distintas y semejantes, sobre la inserción de la esclavitud en la evolución del capitalismo, pueden encontrarse en obras como: Cardoso, 1962; Conrad, 19641 Davis, 1966; Fener and Genovese (eds.), 1969; Weinstein and Gattel, eds.), 1968; Williams, 1964.

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cientemente poderosa. El papel secundario que había tenido Brasil en el conjunto colonial portugués de los siglos anteriores cambió totalmente desde principios del siglo XWI. Las fuentes de extracción de esclavos, que éstos aún guardaban en Africa, o que estaban recuperando, se volcaron a servir a la nueva economía brasilera. La pujante situación del Brasil cambib notablemente la forma de introducción y el comercio de esclavos en esa colonia Hasta ese momento los empresarios del Brasilque necesitaron de esclavos debieron ir, prácticamente, a buscarlos a las mismas costas de Africa. Esto significaba conseguir licencias rompiendo la frialdad de las autoridades coloniales y de la propia Corona, y ablandar la indiferencia de los propios mercaderes portugueses en Africa, que preferían guardar sus mejores cargazones para las provincias españolas. En el siglo xvu algunos comerciantes portugueses consiguieron licencias de relativa importancia para pasar determinada cantidad anual de esclavos a algunas provincias o lugares brasileros: José Erdovico, 700 negros con destino a Pará y Maranhao j, en 1682, Pascoal Pereira Jansen, otros tantos a los mismos lugares. A ellos se unieron pequeñas compañías como la del Estanco, y otras más grandes como la del Cacheu y la Real de Guinea, que tenían a Brasil como una parte de sus negocios solamente. Algunos historiadores han llamado a estos permisos asientos, en circunstancias que fueron licencias bastante restringidas y que, comparativamente, nada tienen que ver en1 volumen de esclavos y de capitales involucrados con el, asiento español. En definitiva, las nuevas riquezas mineras y el surgimiento de má.s áreas de plantaciones empujaron también al Brasil a la trata sostenida por importantes compañías negreras. Estas fueron inglesas, holandesas o formadas dentro del Imperio Portugués con participación de capitales brasileros, por ejemplo la de Gran Par6 (1755) y la General de Comercio de Pernanbuco y Paraíba (1759). Al mismo tiempo, un contingente de esclavos nunca visto

antes en Brasil fue proporcionado ahora por un floreciente contrabando pagado cok metales preciosos, que estaba servido por los mismos países que constituían las compañías y que se hacía i distintamente en ,las costas africanas o portuguesa^.^^ Desde estos @os en adelant la trata negrera no podrá desvincularse nunca más de 1 s acontecimientos políticos europeos, de sus aiianzas, tr guas y guerras. El poder marítimo español, por su pa , tampoco podrá recuperarse jamás, de tal modo qu el comercio de ultramar, especialmente el de esclavos pegms, será patrimonio de quien domine las rutas rnarltimas. El cambio dinástico español fue fecundo en consecuencias econ6micas. Desde los últimos años del siglo xvir, Luis XIV, rey de Francia, venía realizando una política de dominio y expansión, que1para el caso de España encauzó en las guerras dinásticas de la sucesión de los Ausburgos. Desde 1701 a 1713 el apoyo de Luis XIV a su pariente Felipe V, como rey de España, trajo aparejada la preponderancia francesa en el comercio del Imperio Español y en especial en el de esclavos. Pero en este mismo periodo confuso, Inglaterra aprovechó la guerra para penetrar económicamente en Hispanoamérica, desplazando a Holanda, su aliada, y a Francia, su enemiga.63 La influencia política francesa está representada en el comercio negrero por la concesión hecha por España a la Real Compañía Francesa de Guinea, en 1701, para introducir en América 4 800 negros anualmente durante 10 años. Las condiciones del contrato muestran claramente el estado de bancarrota de la real hacienda española. El rey participaba simbólicamente en la compañía, sin aportar nada, pero pagando un 8 por ciento de interés anual que se descontaba de los derechos que la compañía debía entregar al Erario. Los navíos y las tripulaciones podían ser francesas o españolas, siéndoles permitido llegar a

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Boxer, 1969; Goulart, 1949. Wolf, 1951.

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casi todos los lugares de América, incluyendo algunos como Buenos Aires y Callao, puertos que hasta el momento habían sido celosamente guardados.64 A pesar de las facilidades extraordinarias que los concesionarios tuvieron, no pudieron cumplir con el compromiso de abastecer a las Indias de esclavos, declarándose en bancarrota la compañía el año 1710, Las causas de la quiebra son sumamente complejas, casi inexplicables si se toma en cuenta que los franceses compensaban las les estaba permitido o

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abierto e inagotable. Nuevamente el problema no erk una crisis del comercio situación polftica y finegrero sino un resultado de Últimos años del siglo nanciera total qe la época. En sufría un agudo leXVU, una buena parte de lugares, como en el targo comercial, que en Perú, se agravó por una crisis !a&cola y minera. Las guerras europeas cortaron el comercio normal entre la metrópoli y las colonias. Durante el gobierno del virrey Monclova en el Perú (1689-1705), no hubo sino dos flotas comerciales en el Pacífico, mientras todos cifraban las esperanzas de solución de la crisis en la introducción de más esclavos negros. S610 el contrabando por el Paraguay, por el Río de la Plata y Chile, e incluso por las mismas costas peruanas, mantuvo una trata deficitaria en esos aííos. Cuando la situaci6n tendia a normalizarse, entre 1730-1740, los franceses habían perdido la posibilidad del contrabando en gran escala en la parte austral de Arnéri~a.~" Studer, 1958; Calvo, 1862, t. 11. Moreyra Paz Soldan y Ckspedes, 1954, Vignols, 1959. 64

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1; Martin, 193 1;

Si Francia pudo, en los años indicados, abrir una brecha comercial en Hispanoamérica, fracasó en lo político y en su intento de monopolizar la trata negrera. Como su nombre lo indica, la Real Compañía obtenía sus esclavos de la Costa de Guinea, que no proporcionaba cantidad suficiente de piezas como para abastecer Am6rica; se vio entonces obligada a obtener la derogación de una de las cláusulas del contrato que prohibía sacarlos de las factorías de Mina y Cabo Verde, controladas por holandeses e ingleses. Cuando en 1706 consiguió por fin la derogación, ya era tarde para evitar la quiebra y la victoria total de Inglaterra, su enemiga política. Desde mucho antes que se restableciera la paz en Europa, con el Tratado de Utrecht, Inglaterra estaba tratando de conse&ir un arreglo oficial que le otorgara el derecho universalmente reconocido de sustentar la trata, que en cierto modo manejaba de hecho. Sin contar con el poder de sus aliados, Holanda y Portugal, Inglaterra tenía capacidad marítima, capitales, territorios en Africa y estaciones en América, como para asegurar el normal abastecimiento de negros. A pesar de la gue rra, de los bloques y los pactos, Inglaterra estaba interviniendo en el comercio americano en general y en el de negros en especial desde hacia casi un siglo, Las negociaciones de 1706 habían fracasado, y no se volvió a presentar una coyuntura favorable hasta 1712, al fin de la larga guerra, en las conversaciones de Madrid. De las negociaciones de Madrid resultó el Tratado de Asiento de Negros, firmado el 23 de mano de 1713, el Tratado Preliminar de Paz y Amistad y el ,Preliminar de Comercio, todos los cuales se ratificaron meses después en Utrecht. Con todos ellos, pero especialmente con el de negros, Inglaterra conseguía una amplísima victoria; eliminaba definitivamente a Francia del comercio indiano, obtenía el monopolio de la trata, lograba indirectamente autorización para invadir al Nuevo Mundo con su comercio sin tener que valerse del contrabando, conseguía

incluso permisos de navegación libre y directa y también lugares en Hispanoamérica dónde establecer sus factorías.ee La Corona Inglesa entregó el monopolio de la introducción de esclavos en Hispanoamérica, a la South Sea Company a cambio de que ésta se hiciera cargo de una parte de la deuda flotante del fisco. La compañía fue organizada con grande y no fingido entusiasmo por banqueros y capitalistas ingleses, alcanzando su máxima prosperidad hacia 1719, El monopolio obtenido por la Compañía del Mar del Sur era por 25 años, tiempo en el cual debía introducir 144 000 piezas de esclavos. Para cumplir con tan importante cantidad, ésta debib firmar un acuerdo con otra compañía, La Roya1 African Company, que a su ve2 mantenía estrechas relaciones con otras factorías no inglesas de A f r i ~ a ?Los ~ puertos y lugares de ehtrada fueron Campeche, Veracruz, La Habana, Cartagena, Portobello, Panamá, Caracas y Buenos Aires. Por Panamá podían alcanzar los factores a los puertos del Pacifico, aunque después del Tratado de Madrid, de 1721, se consiguió el paso directo al Alto Perú (Bolivia) y a ChileP8 El centro de acumulacidn y reparto de negros fue instalado en las islas Barbados y Jamaica, que tan importantes habían sido hasta el momento para el contrabando,.Aunque Inglaterra había eliminado legalmente a sus clásicos competidores, en la práctica no pudo detener ni extirpar el comercio intérlope de los franceses, de los holandeses entre Curazao y las costas venezolanas, y la seria competencia de los portugueses, que desde Brasil y la colonia de Sac

cramento traficaban activamente con, la mitad austral de Sudamérica -~r, Pero la cornfiañía tuvo serios problemas: dificultades con los accionistas, con la Corona Británica, con otras compañías inglesas y con los armadores de Bristol y Li-

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Saco, 1937-1944; Studer, 1958; Mac Lachlan, 1940; Ramsay, 1957, 67 Las relaciones de la South Sea Company con otras compaiiias inglesas, las concesiones y esfuerzos de algunas de ellas por relacionarse con el asiento espaiiol, asl como una interesante descripción de la orga&ción de ésta puede consultarse en, Davies, 1970. 6 8 Calvo, 1862, t. 11; Saco, 1937-1944; Acosta Saignes, 1961.

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El libre comercio de esclavos

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La libertad de comercio en materia de esclavos no resultó de un vuelco brusco de la política económica de la metrópoli, sino más bien de una paulatina transformación condicionada a necesidades productivas y comerciales, que desde hacía mucho tiempo atrás estaban afectando a los imperios coloniales iberoamericanos. En el caso español, el libre comercio de negros hay que entenderlo como el esfueno de Carlos 111 y sus ministros para renovar la vieja estructura colonial, La trata se había comportado hasta ese momento como un elemento col mercial diferente e independiente del resto del comercio entre la metrópo# y las provincias ultramarinas. En cama Studer, 1958; Davies, 1970.

bio la libertad que se gestaba EJiora no era en' absoluto un fenómeno privatiVd del comkrcio de esclavos. Hay, or otra otros intensantes atitecedentes. La S O U ~Sea Compahy estaba sufriendo los prob1emas econ6rnicos que habían llevado a la quiebra a casi todas

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que empezaran a imitar nuevamente a Inglaterra. La dependencia comerciai de los reinos libéricos de Inglaterra fue cada vez más penetrante en ek transcurso del siglo XVIII. En el dominio de los grandes mercados, de fletes marítimos, en la movilización de capitales no do haber ninguna competencia. Inglaterra en su calidad Uder del comercio ultramarino pudo hacer cambios caces y rápidos en su politica comercial, que sblo fue sible imitar para otro acilaciones. La posició pleja, porque era ue, en cierto modo, desde el siglo XVI había combio el libre comercio con d monopolio entregado a pañías. Quizás incluso, como un medio de defenderse de la creciente deperidencia, el marqués de Psmbal se mostraba inclinado al fomento de las compañías negreras, cuando la libertad del comercio soplaba como una nueva posibilidad econ6mica.

La guerra con Inglaterra de 1739 obligó a la Corona Española a firmar algunos asientos limithdos, y que no implicaban monopolio con algunos particulares, para abastecer el mercado negrero americano* Estas concesiones rompieron, de hecho, con el monopolio de la Compañia del Mar del Sur, aunque generalmente los obtuvieron mercaderes españoles que debían recurrir a representantes y apoderados de esta misma u otra compaiiía inglesa. Sin embargo, legalmente las concesiones y monopolios entregados a la Compañía del Mar del Sur no fueron liquidados hasta el año 1750, en que se finna el Tratado del Palacio del Buen Retirod70 Entre tanto, la vuelta al antiguo sistema de concesiones limitadas no solucionó nada; resurgió la vieja complicación burocrática y aumentó el contrabando a través de los mismos asentistas españoles y funcionarios coloniales, con idénticas rutas y bases tradicionales. Una nueva guerra con Inglaterra, en 1762, que repercutió acentuadamente en las posesiones coloniales, precipitó la transfomacibn de la trata.:La captura de La Habana por los ingleses y la apertura de Cuba al wmercio libre por unos meses fue una buena experiencia para lar autoridades y productores locales, que desde ese momento hicieron todo lo posible por seguir gozando de esos beneficios. La total libertad del comercio negrero para las colonias españolas no se consiguió hasta 1789. Hasta esa fecha subsistieron, como tendencias antagónicas, la libertad paulatina del comercio y los asientos más o menos exclusivos, por lo menos con respecto a algunas provincias de fndi&?l Desde' 1760 hasta 1772, por ejemplo, el comerciante gaditano Miguel de Uríarte, con algunos socios vascos, obtuvieron un contrato para entrar 3 000 esclavos anuales a Cartagena, Portobello, Carnpeche, Honduras y otros

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MacLachlan, 1940 ; Saco, 1937-1944.

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Ferguson King, 1942; Saco, 1937-1944; Studer, 1958; Acos-

Saignes, 1961.

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puertos menores del Caribe. A mediados del año 1772, Uriarte y sus socios se dedararon en quiebra; se les había fijado precios máximos de venta y onerosos derechos de internacibn, Contratos parecidos a los de Uriarte, pero cada vez más circunscritos y limitados consiguieran, en 1773, la Sociedad Aguiqe y Aristegui (Compañía General de Negros) ; en 1785, Edward Barry, que montó su empresa con capitales de Nueva España; en 1786 recibieron otra importante licencia dos annadores de Liverpool, Peter Baker y John D a w ~ o n , ~ ~ Los primeros síntomas de que se marchaba hacia el libre comercio se manifestaron inmediatamente después de la guerra de 1762. En 1764, por la precariedad de las comunicaciones marítimas entre España y sus colonias, se inauguró el sistema llamado de los navíos de correos, que pudieron llevar las mercaderías libremente a muchos puertos. En 1765 se suprimieron antiguos monopolios y gabelas,que se habían creado con fines de control aduanero y de protección al sistema comercial de circuito cerrado y de favoritismos expresados en monopolios protegidos por el Estado. La supresión de estas antiguas forma+ facilitó la corriente comercial entre los más importantes puertos españoles y la región del Caribe. La política reformista de Carlos 111, en materia de comercio, fue variando desde tanteos poco seguros a mediados del siglo hasta una definición en los tres últimos decenios. El reglamento del comercio libre de 1778 es fundamental en este sentido; sólo quedaron excluidas de tal franquicia las provincias de Venezuela, Cumaná, Guayana y Maracaibo. El bajo rendimiento de la producción agrícola, extractiva y serniindustrial de las posesiones americanas, era por esos años constantemente atribuida a la falta de brazos; para su solución se pedían invariablemente más esclavos negros a precios más bajos. Carlos 111 y sus ministros 72

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acogieron las desesperadas peticiones de sus súbditos americanos, y trataron de dar pasos fundamentales para su solución. Uno de ellos fue el Tratado de Comercio y Amistad, firmado.entre España y Portugal en 1778, me diante el cual Portugal cedía las Islas Fernando Po y Annobón, además del derecho para los comerciantes españoles de proveerse de cargamento de negros directamente en las demás posesiones portuguesas del Africa. Este fue el intento más serio en estos años, aunque inútil, para no segbir dependiendo de las potencias que tradicionalmente habían adquirido las fuentes de extracción de esclavos en el Africa. Las pequeñas posesiones no sirvieron para tal fin, y las compañías y mercaderes españoles debieron seguir comprando negros a portugueses, franceses, holandeses e ingleses. ,

Terminada la guerra, en 1783, se volvía al sistema anterior, pero quedó un ambiente propicio a la libertad completa de la trata y se ampliaron las facilidades de importación fijando un pre,cio máximo único para cada esclavo y reduciendo los dqrechos reales de importación en un 6 por [ciento de este precio,74 Desde ese momento, la presión por conseguir la libertad de la trata fue mayor y creciente. Por otra parte, los ministros Jos6 de Gálvez primero, y después Floridablan-

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Ferguson King, 1942; Studer, 1958. Bibüoteca Nacional de Lima, seccibn Manuscritos: C. 1014,

C. 1033, C. 1460.

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libertad. A ello se

ca, se mostraban partidarios

*i6n de negros, Poco después en 1810, desde la iniciación de los movimientos de emancipación en Hispanoamerica y durante las guerras a que dieron origen, la corriente negrera se suspendió casi absolutamente, pero esto no significó ni su extincibn ni la abolicibn inmediata de la esclavitud, 1

para las provincias de Caracas, Cuba, Santo Domingo y Puerto Rico. Abierta la primera bwcha a las facilidades, garantías e inclusión de otros territorios, se agregaron en 1791 los virreinatos de Santa Fe y Buenos Aires y al año siguiente se permitió que los barcos negreros pudieran permanecer hasta 40 dfas en los puertos americanos. En 1793 se autorizó a los súbditos americanos para que de las Indias pudieran pasar directamente al Africa en busca de negros, llevando productos de la tierra para pagar las transacciones y sin pagar derechos por ellos. El Virreinato Peruano consigue las mismas1 garantías enumeradas el d o 1795, habilitbdose para este fin los puertos de Paita y Callao. Los permisos dados a este último virreinato, junto con el de La Plata (Alto Perfi) y la Capitanía General de Chile, fueron limitados a periodos de dos, tres y cuatro años, pero se otorgaron reales órdenes de prbrroga en 1798, 1800, y 1804. Hacia esta ifltirna fecha todos los puertos im ortantes de Hispanoamerica gozan de una completa li ertad de comercio de

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A principios del siglo xxx, bajo lo forma de libre comercio, la trata negrera sufre vicisitudes que a veces la anulan completamente. Asf, la guerra, con Inglaterra de 1804 y la iniciacibn del movimiento abiicionista de la trata inglesa, en 1807, repercutieron directamente en fa impor75 Ferguson King, 1942; Studer, 1958; Diaz Soler, 1953; Documentos para la Historia Argentina, 1916, t. VII. Bibiioteca

Nadonal de Lima. Secci6n Manuscritos: D. 9634.

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Tráfico, rutas, mercados y precios Modalidades y características de la importación

EN EL CAPÍTULOprecedente hemos visto la evolución de la trata negrera de una manera general y desde un punto de vista más bien político o poiítico-económico. Ahora examinaremos el tráfico negrero en forma más especializada y tknica, ppes el comercio de esclavos es casi una excepción dentro *dela estructura económica del Imperio Español. Para entender el tráfico y el comercio negreros en toda su extensión hay que tener siempre presente dos fenómenos que les son característicos y los diferencian de otros problemas de la historia económica colonial: 1) La importación 'de esclavos negros se realizaba en dos etapas distintas, muchas veces casi antagónicas. Una es la importación desde los embarcaderos de la costa africana hasta los puertos americanos donde era lícita la importación, según los vaivenes de la evolución de la trata que ya hemos visto; y otra es la distribución desde esos puertos de entrada al resto de las provincias y regiones de América. Sabemos que fueron pocas y controladas las ocasiones en que a los mismos embarcaderos de las costas . africanas se les permiti6 llegar a los lejanos mercados locales americanos.

La primera de estas etapas involucra un permiso real, registros y gabelas aduaneras, una o varias fuentes de extracción o factorías en el Africa, barcos y capitales en cantidades apreciables. La segunda presupone un comer-

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cio interindiano establecido, comerciantes y mercaderes locales de redistribución, actividades econ6miCas zonales que requieran mano de obra. 2) La, otra cuestión que no debemos olvidar es que cuanto podamos decir del comercio negrero no alcanza a representar totalmente la realidad. Se nos escapa un de vado porcentaje de ella, como también se le escapó a las autoridades colonides debido al enorme contrabando a que dio origen. Quizás nunca podremos saber con seguridad cuantos barcos negreroa y esclavos llegaron a América, cuái era la trama interna del contrabando y sus rutas exactas.

Mientras la trata negrera no tuvo una importancia mayor, los barcos negreros pudieron salir de Sevilla integrando las flotas que desde este puerto se dirigían periódicamente al Nuevo Mundo. Pero pronto estos barcos obtuvieron bastante autonomía, porque los esclavos debieron conseguirse directamente en las costas africanas y resultaba caro y peligroso mantenerlos en los puertos espaiioles en espera de las flotas de Indias. El comercio negrero se efectuó, pues, ep los llamados navíos fuera de flota, y éste es desde lue o uno de los hechos que lo senalan como un fenómen .un t y t o independiente del ritmo comercial general d unpeno. A lo larg del siglo XVII la crisis económica frecuente, pero con m$or importanci la escasez de fletes marítimos españoles y la presión poli 'ca y económica de las demás potencias europeas, hiciero que el tráfico se alejara cada vez más del control de la asa de Contratación de Sevilla. Así, la ruta más frecue te de los barcos negreros fue directamente desde la costa africana a los puertos de entrada como Cartagena, Veracruz o La Habana, o a algunas de las islas que sirvieron a ingleses, holandeses y franceses como centros de depósitos: Barbados, Curazao y Jam"ca, por ejemplo. Hasta mediados del siglo XVII fue muy frecuente que los barcos portugueses y españoles

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para r&tabastecerse hicieran escala en las islas C de agua y alimentos. Los puertos africanos de salida o lugares de extraccibn de las cargazones son de mucha importancia, no por mera curiosidad sino porque el conocerlos nos uede acercar más a las características culturales que bs esclavos introdujeron en América. En buenas cuentas, nos ayuda a conocer parte de nuestras propias raíces culturales. Los españoles acostumbraron declarar corrientemente los p a h s o castas, como ellos les llamaban, a que perte necian las partidas de esclavos que se vendían. Si el esclavo se había embarcado, había sido adquirido por el negrero o había nacido en Guinea, por ejemplo, en los documentos pertinentes se deda que era de casta guinsa o de pals Guinea. Esta costumbre, muy Gtil en la investigación actual, fue implantada por las propias autoridades españolas, pues había algunas castas a las que se atribuían especiales defectos o virtudes, y otras a las que no se pemitió pasar a Ambrica. En la práctica, sin embargo, los vendedores y revendedores de esclavos solían confundir los lugares de donde los negros eran oriundos con los ,de embarque y Si se estudian las declaraciones de los negreros, los lugares de embarque y la evolución general de la trata, se puede llegar a un panorama muy claro de los lugares de :donde eran oriundos los esclavos africanos traídos a las colonias Latinoarneri~anas.~~ Las zonas africanas de extracción de esclavos, a medida que se avanza cronológicamente, van desplazhdose de norte a sur del Continente. Se pueden distinguir seis zonas diferentes en está dirección, que van teniendo importancia sucesivamente: Aguirre Beltrán, 1946; Mellafe, 1959. 77 Algunos historiadores regionales de la esclavitud se han

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preocupado de este aspecto. 'Para Argentina: Assadourian, 1965; Studer, 1958;Brasil: Goulart, 1949; Boxer, 1969; Chile: Mellafe, 1959; Colombia: Escalante, 1964; Mkíllco, Aguirre Beltrán, 1946; Perú: Lockhart, 1968; Uruguay: Ca+alho-~eto, 1965. Hay. por lo menos un trabajo de conjunto, Cqrtin; 1969.

1) A la primera zona la podríamos denominar Mauritania y compzxndería la parte norte del Africa, incluyendo las islas Canarias, hasta el comienzo del actual Senegal y costa del Cabo Verde. Las islas Canarias s610 actuaron como centro de depósito y de paso de los barcos negreros, aunque en un comienzo de la trata se trajeron de alll muchos es avos ya aclimatados. Esta primera zona tuvo relativame te poca importancia como fuente de extracci6n. Sufrió un ncrernento de extracci6n de esclavos en los primeros decenios, pero no prosperb dbbidd a la infiuenda islámica de sus habitantes. Los llamados berberis~os O esctarros ddl' Levante, que se embarcaban en esta regi6n, no eran verdaderos negros, y su introducción fue prohibida repetidamente por motivos religiosos.

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En general, especialmente la Corona Española prefería impqrtar negros primitivos, que no pudieran contaminar a la poblacibn. indígena de America con ideas herhticas. La reiterada prohibición de introdpcci6n de esclavos del Levante, sin embargo, comprueba que tal medida no fue muy respetada. Las reales cddulas de prohibicibn son de los años 1501, 1506, 1509, 1530, 1531, 1543, 1550.78 ?e la parte más austral de esta misma zona se trajeron verdaderos negros, conocidos en Ambrica como de nacidcin mandinga. 2 ) Una segunda regibn, de mucha importancia en el siglo XVI, la que continGa inmediatamente al sur, es la de Guinea o Cabo Verde, comprendida entre el actual Senegal y el río Ceba. Una enorme cantidad de negros fue extraída de esta zona por portugueses, holandeses e ingleses sucesivamente. A esos negros se les conocla con la expresibn general y vaga de esctavos de los ríos de Guinea, que no son otros que el rlo Niger y sus ramificaciones. De aqui también son los llamados gelof es, berbesfes, bidfaras y una parte de los mandingas. Las tres grandes factorías portu.

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Herrera, 1945; Encinas, 1945; Recopilación de Leyes de

Las Indias, 1943.

guesas de estas tierras sufrieron reiterados ataques de holadeses e ingleses, entre 1578 y 1585, debido a lo cual s&6 mucho más al sur el centro esclavista portugds de Santo Tomd. 3) Irmediatamente al sur, la región de Costa de Oro y los ríos de Sierra Leona fue de relativa importancia a fines d d siglo ovx. EL interá portugués por esta posesión se debió más bien a la extracción de oro y marfil, y se la podría considerar ,como una prolongación de la anterior. Los negros xapes y los minar, que los negreros declaraban de Sisrra Lsona, eran s610 embarcados por alll,re

4) A fines del siglo XVI y en la primera mitad del siguiente la gran factoría negrera es Santo Tomé, que desde la isla de su nombre dominaba el actual CamerÚn y parte del Congo; de allf se embarcaron los diversos contingentes de cultura bantá y dahomeyana. En los mercados locales de toda Latinoamérica, estos esclavos se vcndian comb de casta d6 Santo Tomd, Novos, Terra Nova y Congos. En el año 1fi00, la isla fue capturada por los holandeses, y en el siglo1 siguiente sirvió nada m&s que como estación de paso de los barco; negteros de todos los países.

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5) Como consecuencia de la caída de Santo Tomé, los portugueses hicieron prosperar rápidamente' el centro n e grero, que seria el más importante desde mediados del siglo xvn sn adelante, Esta zona se extendía al sur del rfo Congo, y ocupaba toda la región de Angola. Los esclavos que de allf se extrajeron fueron conocidos comúnmente por v t a angola, aunque también les pertenecen las denominaciones de manicongos, loandas, benguelas, etcétera. 6) La Última zona no es solamente africana, pues abarca tierras asiáticas y de Oceanía. Históricamente se la conoce 7 9 Sobre la evolución de las diferentes regiones africanas de, extracción, caracte.lsticaa de la trata en cada una y de sus grupos étnicos, véase: Boxer, 1969; Blake, 1937; Murdock, 1959; Curtin, 1969; Herskovits, 1958.

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con el nbmbre de India Portuguesa, ya que fueron escalonadaxnex~teocupadas por el reino de Portugal desde la Uegada de Vasco de Gama en 1498. Abarca los ámbitos del Odano Indico, incluyendo parte de la costa Este del Africa, el Archipiélago Malayo y las Filipinas. Con esta zona, el aporte cultural básico de los esclavos que llegaron al Nuevo Musdo deja de ser propiamente africano y se complica con influencias hindúes, chinas y ocetinicas.

Los esclavos negros sacados de estas regiones fueron conocidos como de casta catres y motambiques, dejando la d e nominación genérica de chinos para todos aquellos de rasgos asiáticos, aunque can seguridad, poquísimos o ninguno fueron realmente chinos. La presencia de cargazones de esta zona en América fue relativamente circunscrita y ocasional. En los primeros decenios del siglo xvx llegaron algunos reembarcados desde Lisboa, por la ruta clásica. Pero después del viaje de Miguel de Legazpi, 1564-1565, desde las costas de México al Archipiélago filipino, se abrió definitivamente el llamado Circuito filipho, Este dio oportunidad a una pequeña, pero no despreciable trata de esclavos cQnos por la ruta ManiíaeAcapulco, prolongada circunstancialmente a Panamá, Guayaquil y Callao, Tal es el motivo por el cual los llamados esclavos chinos fueron vendidos exclusivamente en México y en las demás colonias que daban al Pacifico, incluso Chile.80

~ w c o nqyeros, s puertos y vb~urnrnde importacidn 1

importancia, por el volumen de piezas desembarcadas, fueron Cartagena, Veracruz, La Habana, Buenos Aires, Maranhao, Pernambuco, Bahía y Río de Janeiro. En todos estos puertos, pero también en las ciudades importantes del resto de las Indias, habia extensos barracones, propiedad de los asentistas o de los cabildos de las ciudades, que servían como depósitos de esclavos. Antes que las cargazones ingresaran en los depósitos se cumplía el trámite de la recepción de los barcos, que conbistia en la visita de los oficiales reales de1 lugar, un alguacil mayor y un representante del gobernador o corregidor, según el caso,. Este trámite estaba destinado a comprobar la legitimidad del arribo, de acuerdo con la licencia, real cédula o permiso real, que el encargado del barco debía exhibir. lo largo del siglo xvx se agregó una visita de sanidad, ue se encargaba a un cirujano, para cerciorarse de que o venía ningín esclavo con viruelas u otra enfermedad epidémica, en cuyo caso se dejaba el barco en cuarentena, Cuando cayó en desuso el sistema de las licencias, el procedimiento de recepción de los esclavos se complic6 un poco, pues los asientos moaopdista~hablaban de piezas de Indtds en lugar de cabezas o licencias. Era entonces necesario determinar cuáles esclavos de la cargaz6n podían ser reconocidos como piezas de Indias, para recaudar el impuesto de importacibn. Tal operación tenía dos fases: el fialmeo y la carimba. El p a b e o consistía en la medición de bada esclavo. Para ser considerado como pieza de Indias debla tener un minimo de 7 palmos de estatpra, es decir, aproxirnadamente un metro y setenta centí~etros.El palmeo incluía tambikn un examen físico y una apreciación sobre la edad La carimba, palabra y costumbre de origen .portuguCs, consistía simplemente en una pequeña marca al fuego que se hacia con un hierro al rojo en la espalda, el pecho o los muslos. Esta marca, que variaba según el asentista y ei lugar de entrada, daba seguridad al futuro interesado de que el esclavo que compraba habia entrado en Amkrica

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legalmente y que por él se habían pagado los impuestos corre~pondientes.~1 En páginas anteriores ya hemos mencionada cómo al terminar el siglo xvn se introdujo el nuevo concepto de tonelada de esclavos, cuando se dieron concesiones a Domingo ,Grillo, y especialmente al tiempo que los portugueses recuperan la trata a travb de la Compañía Real de Guinea. La tonelada de esclavos complicb afin más el comercio de negros. Por esos años los ConsuIados de las colonias tenían el derecho de cobrar algunos impuestos sobre la internación y venta de esclavos y al mismo tiempo otro sobre la extracción de los metales preciosos obtenidos de la venta de los esclavos; A su vez, los Consulados arrendaron o remataron los derechos a cobrar tales impuestos y con ello se produjeron litigios y problemas jurídicos y econ6rnicos interminables. Las compañías negreras pagaban a la Corona un derecho de importación por tonelada de esclavos; sin embargo, los :impuestos locales y aquellos que recaian sobre la venta de cada esclavo debían pagarlos por cabeza de negro. Entre otros, en 1699, se inici6 un largo juicio entre los representantes de la Compañia Real de Guinea en Lima por una parte y las autoridades fiscales y el Consulado de esa ciudad por otra. A lo largo de los alegatos del juicio queda claro que cuando se habían efectuado las primeras negociaciones entre los asentistas y la Corona, el criterio de esta tíltirna había sido que una tonelada de esclavos equivalía a un negro, que tuviera 1 s calidad de una pieza de Indias, pero que posteriormente la Corona habia aceptado que la equivalencia fuera de tres esclavos por tonelada, y m8s aún, 81 Mbs datos y pormenores en relacibn a estos trámites pueden encontrarse en: Martin, 1931; Meilafe, 1959; Studer, 1958; Goulart, 1949; Biblioteca Municipal de Lima; Cedukdo del Cabildo, tomos 111 y XXVI; Archivo Nacional de Lima, sección H'istbrica, esclavos, legajo 1.

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] que en la práctica era general y tácitamente permitido que se incluyeran hasta 7 negros por tonelada.8a A medida que los paises que usufructuaban la trata iban venciendo la resistencia española a otorgar concesiones económicas y a medida también que la crisis naviera se hacia más aguda, fueron eliminándose las restricciones referentes a los barcos negreros. En el siglo xw, por ejemplo, se había prohibido que éstos llevaran otra mercadería que no fuese esclavos, y que se empleara, para el tráfico, el tipo de barcos denominado urca. Esto último, porque dichas naves eran lentas y de dificil maniobra, lo que facilitaba la acción de los corsarios. Pero con el correr del tiempo todo esto varió tanto que incluso se requirió que las, propias compañías aportaran el material náutico necesario,

Las compañías negreras llegaron a construir barcos especiales para el tráfico, idean& sistemas de semridad para i>revenir'fugas y motines, aprovechando el espacio m&o bajo cubierta para que cupiesen más piezas, El tonelaje medio de los barcos dedicados al tráfico, hasta mediados del siglo XVII, fue de 118 toneladas. En el resto del periodo, éste subió aproximadamente hasta 220, encontrándose algunos hasta de 500 toneladas.88 El tonelaje medio de los barcos negreros y la frecuencia de su llegada a América nos puede entregar una valiosísima información ,para calcular, aunque sea en f a m a aproximada e insegura, la cantidad de negros entrados al Continente en forma lícita, ya que, como hemos dicho, el contrabando es casi imposible de mensurar. Desde 1551 hasta 1640, es decir, en 99 años, entraron l'223 barcos negreros a las colonias hispanoamericanas; esta cifra, con82 Archivo Nacional de Lima, sección Histórica, esclavos, legajo 1, El desconocimiento de este tipo de documento ha inducido a algunos historiadores a notables emres en relaci6n al volumen de esclavos ingresados a l b colonias. Chaunu, t. VI; 1957; Martin, 1931.

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vertida en toneladas, resulta /de 144 314 lo que significa aproximadamente la cantidad de 350-000 negros de ambos sexos y todas- las edades, importados solamente entre los años arriba indicados. Es curioso anotar que las licencias y monopolios otorgados por la Corona Española entre estos mismos años y que nosotros conocemos, dan permiso para introducir sólo aproximadamente 100 000 esclavos.s4 No es posible hasta la fecha llegar a una cuantificación segura del número de esclavos ingresados al Nuevo Mundo, especialmente por el problema del contrabando, del subregistro de navíos y, por lo menos para el caso de las colonias españolas, por el fenómeno económico de los juros descrito anterionnente. Hemos ensayado, sin embargo, para el caso español, otro método, que resulta igualmente aventurado, pero que por lo menos da una línea adicional de referencias. Se trata de las sentas que las Arcas Reales recibieron en cancelación ditecta de licencias para importar esclavas y por aquellos juros otorgados con el fin de ser convertidos en el mismo tipo de licencias. Aunque conocemos satisfactoriamente la estructura de la Real Hacienda española, el procedimiento resulta inseguro porque las cuentas mismas, especialmente en lo que se refiere a los juros, no,son lo suficientemente claras. No existe, por otra parte, una relación directa entre el dinero que anualmente ingresaba a las tesorerías reales como producto de la trata y la cantidad de esclavos efectivamente ingresados en el Continente, pues en último término el contingente anual de negros que envolvía la trata dependía de la disponibilidad de piezas acumuladas en las .factorías africanas, de la capacidad de fletes navieros de los asentistas o de los favorecidos cgn los permisos de importación. Durante todo el ciclo colonial la tendencia de la Corona 64 Datos obtenidos en las notas núxnems 77 y VI y VIII.

nte de las obras mencionadas de Chaunu, 1957-1959, tomos

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Española fue la de vender muchas más licencias de las que fue posible convertir en esclavos efectivamente desembarcados en las colonias, más incluso de los que su propia política esclavista aconsejaba aceptar, Las necesidades provocadas por un déficit fiscal crónico fueron implacables. En un año en que, por ejemplo, debían entrar solamente tres mil esclavos, el ingreso efectivo pudo-ser del doble, estando e ta cantidad incluso por debajo de la suma total de licincias que las autoridades imperiales habían vendido en apos pasados y que no habían hecho efectivas hasta esa f cha. A pesar de la complejidad del tema y de la inseguridad del mktodo, las cifras obtenidas con este sistema son bastante concordantes con las que arrojan los cálculos basados en el tonelaje de los barcos, Entre los años 1551 y 1640 la Real Hacienda habría recibido dinero correspondiente a la importacián de 337 200 piezas de negros esclavos. Si extendemos retrospectivamente la contabilidad al año 1511, la cantidad total de piezas sería de 371 400.86 Desentendiéndonos ahora de los ingresos de las Arcas Reales, ya lo hemos dicho, tenemos un deficiente, conacimiento de todas las licencias y contratos firmados entre la Corona y los negreros o comp+fas, de tal modo que resulta sumamente aventurado indicar cuántos esclavos permiti6 el rey pasar a las coloni&~No está de más, sin embargo, mencionar los datos que poseemos. Hasta el ano 1773, incluyendo el permiso entregado a la 'compañía Agurrre y Aristegui, es decir, dejando de lado toda la etapa final del libre comercio, podemos computar a trav& de documentos oficiales una cantidad de 516 114 negros introducidos. Si hacemos persistir la diferencia arriba anotada entre concesiones reales y promedio de negros calculado por tonelaje, llegamos fhcilmente a uha cifra no inferior a 1 500 000.

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88 Para hacer estas estimaciones hemos seguido especialmente 14s erroteros bibliográficos y los datos entregados pos Carande, 1849 y Ulloa, 1963. m

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Luego dcanzamos un mill6n y medio de esclavos, sin tomar en cuenta el lapso del libre comercio, el aumento del tonelaje de los barcos, las pequeñas licencias regalistas de que hemos hablado en capítulos anteriores, y, en fin, lo que es más importante de todo, un contrabando desenfrenado de más de dos siglos de duración. Tomando en cuenta todo esto no nos parece exagerado decir que en el periodo colonial fueron introducidos ,en Hispanoamerica alrededor de 3 000 000 de esclavos negros. Es dificil imaginar el volumen comercialnque representan las cantidades anotadas. A principios de la década de 1560, después de un alza del precio de las licencias, la Corona Española recibía un promedio anual de 136 030 pesos de plata corriente por la venta de derechos de introducción de esclavos.8e En 1561 el valor mayorista de la totalidad de esclavos entrados en las colonias era equivalente al 22.5% de la producción total de plata .de las minas del virreinato peruano, en un año en que el rendimiento, especialmente de Potosí, *.fue excepc~onalmente alto.87En 1589 la Casa de Contratación de Sevilla, en un infome al rey, be refería a la exportación de esclavos q América como a la mercaderfa m& importante que se lleva a l a In*. En 1594, por ejemplo, el 47.9% de los barcos que llegaron a Hispanoamérica eran negreros.88 A pesar de que el comercio negrero mostraba cada vez más independencia respecto al volumen y la tendencia 86 La Real Hacienda llevaba su contabilidad en ducados. La cantidad anotada en el texto corresponde aproximadamente a 100 000 ducados, (Ulloa, 1963.) Cada ducado equivalla a su vez a 370 maravedies, en cambio, cada peso de plata corriente a 272 maravedies. 87 Escogimos el año 1561 para hacer el chlculo porque la producción de plata fue excepcionalmente alta: 783 234088 mqavedfes (Jara, 1966). Por el contrario, el cálculo respecto a 1Ls esclavos ha sido intencionalmente bajo: 2 600 esclavos al predio de 250 pesos de plata corriente cada uno equivaldría a 176 800 000 maravedfes. 88 Mellafe, 1959,

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general de la economía del Imperio Español, por lo menos hasta mediados del siglo xvxr no dejó de sufrir fluctuaciones relacionadas directamente con la curva total del tráfico mercantil. Chaunu nos ha mostrado claramente las relaciones entre las recesiones económicas del comerc i o las ~ ~crisis propiamente negreras en los periodos 16031605 y 1611-1616. En este sentido, el comercio negrero con Hispanoamérica se diferencia bastante del lusoamericano; este último crece progresivamente, el otro, en cambio, obedece a una c o y u n t e económica larga, sufre alzas y

de presione^.^^ El caso de Brasil es así un poco diferente respecto al

volumen de la trata repartida en casi los cuatro siglos que allí duró, pero no en relación a la cantidad total de esclavos ingresados hasta el momento de la abolición definitiva de su comercio, Un serio investigador ha calculado que en la centuria que corre entre los años 1570 y 1670, se introdujeron allí 400 000, no siendo Bste el periodo de mayor prosperidad de su comercio. Posteriormente, sin embargo, desde comienzos del siglo xvm, las colonias portuguesas fueron las regiones de mayor consumo de esclavos en el Nuevo Mbndo. Entre 1811 y 1870, redbieron el 60.3% de todos los esclavos desembarcados en el Continente. Curtin estima que hasta el año 1870 inclusive fueron importados al Brasil la cantidad de 3 646 800 de esdavos negros.g0

Comercio interindiano, contrabando y aduanas Podríamos decir que la primera etapa de la trata ne-, grera terminaba con el arribo de las cargazones a los puertos abiertos por la Corona al comercio negrero; no tomamos en cuentp por el momento el comercio intérlope, Prácticamente hasta el año 1605, con el asiento firmado $9

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Chaunu, 1957, t. VI; Mauro, 1956. Mauro, 1956; Curtin, 1969; Goulart, 1949.

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con Gonzalo Váez, no se perrbitió que el asentisw o sus representantes penetraran más 'allá de estos puertos de entrada en dirección a las diferentes provincias de América para vender directamente los esclavos en los mercados locales. Esta prohibición se fue' daciendo menos rígida hasta permitir un libre tránsito m d t i m o y terrestre de los importadores de negros, desde fines del siglo XVII. Sin embargo, muchas compañías preferían vender sus cargazones al por mayor o en todo. caso hacer un comercio marjtirno periférico, sin correr el riesgo de pérdidas resultantes de la muerte de los esclavos en los largos viajes, gastos de ali~nentación,~ etc. Perdían .en cambio un mayor precio que podían donseguir menudeándolos en las provincias internas. Dejando de lado Brasil, las únicas excepciones a este desinterés de los negreros eran las provincias centrales internas de México y el Perú, por su elevada produccióxr argentífera. Las primeras obtuvieron en diferentes épocas algunos permisos limitados, pero a las segundas los importadores de negros nunca pudieron entrar directamente, y se valían entonces de españoles y criollos para romper las barreras aduaneras y restricciones. La distribución de la esclavitud negra en Latinoamérica estuvo pues, pmúnmente a cargo de otro grupo de negreros europe. y criollos, que también comerciaban con frutos y prodbctos rrglonalcs e importaban mercaderías de la. metrópoli, Las actividades de estos pequeños negreros se organizaban siguiendo ciertas rutas marítimas y terrestres, que en su conjunto constitillan la trabazón comercial propiamente colonial y que se podría denominar comercio interindiano. Veamos sus tramos primordiales. La distribución legal de esclavos negros por el Atlántico se hacía en cuatro complejos econ6micocgeográficos distintos: uno era la región del Caribe, que no tenía un solo puerto de entrada sino varios, siendo los, principales La Habana, $anto Domingo y San ,Juan. Como a estas regiones la Corona Española casi siempre les otorgó cuotas fijas, en ellas casi no existió la segunda etapa de la trata.

México y parte de Centroamérica se abastecieron por largo tiempo por Veracruz. A fines del siglo xvn se permitió la hportación por algunos puertos que salían a la bahía de Carnpeche y a las costas de Honduras. ) Una tercera zona atlántica americana, quizás la más importante por el volumen de esclavos que recibid y re' partió, tenía por puerto a Cartagena. Una pequeña parte de las cargazones arribadas a Caitagena pasaban al Pacífico por Panamá, otra quedaba en Centroamérica, otra se repartía por la costa venezolana y una iiltirna llegaba al interior del virreinato de Santa Fe por el río Magdalena. A lo largo del siglo xmn comenzaron a entrar esclavos por diversos puntos de la costa venezolana, Maracaibo, Coro, La Guaira, Cumaná, lo que restringió un tanto la importancia de Cartagena," A estos pequeños puertos y a otros que existían en Yucatán y en la costa atlantica Norte de Amdrica Central, las autoridades espaliolas dejaron entrar es orádicamente reducida$ cargazones en un esfuerm zo por &tener el contrabando.[Ingleses, franceses y holandeses construyeron, en bahías y ensenadas escondidas, pequeñas factorías. Muchas veces hicieron también pactos con caciques de tribus aisladas y a quienes usaban como apoyo de contactos y mano de obra en las actividades comerciales. A estos lugares llegaban mercaderes contrabandistas españoles y criollos, que eran los intermediarios con los hacendados y mineros de las provincias internas. De nada sirvieron los intentos espafioles para recapturar el comercio y la soberanía absoluta de aquellas costas. Ni las incursiones militares contra poblaciones mestizas e indfgenas, especialmente los Goajiros, que favorecían el conttabando?=

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1 al' comercio Esto a610 en lo que a refiere a esdnvos negros. Re~pecto interindiano en general hubo otras rutas locaies muy 91

importantes,

entre Venezuela y México, por ejemplo. VCase Arci-

la Farías, 1950; Rainos, 1970.

92 Interesantes documentos sobre, c ~ t amateria pueden encantrarse en: Archivo Nacional de Oolombia, secd6n Colonial. Caciques e Tndios, volíunenes 4s 33 y 47.

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Por último, la cuenca del Río de la Plata se abastecía a través de Buenos Aires, pero este puerto, junto con Asunción y otras provincias, se convirtió luego en punto de partida o de trhnsito de rutas terrestres antagónicas a la política de circuitos cerrados de la metrbpoli, lo que veremos más adelante. Las porciones andinas del Pacífico de Hispanoamérica tuvieron, por m& de dos siglos, una Gnica puerta leg?l de entrada de esclavos negros, Panamá, que a su vez reabía cargazones desembarcadas en Cartagena y espegalmente en Portobelo. Panamá, fuera de ser, como se decía en la bpoca, la garganta del Perú, era uno de los ejes básicos del llamado circuito del Pacífico. Este circuito, a su vez, . formaba un inmenso triángulo cuya base se extendía desde Acapulco hasta el puerto de Valdivia en el sur de Chile, pasando por Panamá, Guayaquil, Callao y Valparaíso, )I cuyo vértice llegaba a las Filipinas, sin perjuicio de que existieran algunas rutas directas entte el Oriente y Panamá o Callao,08 Al circuito del Pacífico ingresaba la corriente esclavista que venía del Atlántico y la de los esclavos llamados chinos que se embarcaban en Filipinas, ésta Iiltima mucho menos importante. España mantuvo la vía Panamá como una divisa obligatoria con respecto al comercio interindiano. Gran parte de su política económica colonial estaba basada en el mantenimiento de esta ruta, en lo que encon'raba amplio apoyo por parte de los consulados de Sevilla y Lima. La posicih antagónica estaba representada por los productores y comerciantes de las provincias de Charcas, Paraguay, Tucumán, Cuyo, Cbrdoba, Buenos Aires Chile. Las provincias interiores del Plata no encontragan una salida natural a sus productos, ni podían mantener una importación considerable de manufacturas

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europeas y esclavos, si-no se eliminaban las restriccione y se abría el comercio por Buenos AiresB4 Las provincias interiores del Perú y el Alto Perú, junto con Chile, tampoco aceptaron de buen grado el predominio del eje Panamá-Callao, porque dependían sólo de la ca acidad del circuito del Pacífico para su respiración econfmica, y éste -ya a fines del si& XVI- no era capaz de amparar su crecimiento natural; aparte de estar recargado de aduanas e impuestos que hacían onerosa toda imp0rtaci6n.~6 La obstinación de la política económica española en cuanto al mantenimiento del comercio negrero encauzado únicamente a través de estas rutas obedecía al deseo de evitar dos hechos, que a pesar de todo subsistieron thasta la etapa final del libre comercio. Estos eran la fuga de metales preciosos por pago de esclavos y el contrabando, que no s61o involucraba el ago de los esclavos en plata sin amonedar sino también evasión de lok impuestos y la corrupción de la administración. A pesar de todo, el contrabando, con la secuela de Inconvenientes que infligia a la economía del imperio, fue una actividad casi normal durante todo el periodo colonial. El gran volumen del comercio intérlope de esclavos se verificó en el Atlántico, pues pasar al Pacifico con esclavos era un riesgo inútil y caro. De norte a sur, el primer gran foco de contrabando negrero es el Caribe. La economía de plantación que allí floreció con éxito creciente a lo largo del siglo xvu necesitó de mano de obra abundante y barata. La población indgena sobreviviente al siglo anterior estaba confinada en zonas selváticas marginales, y lo que es muy importante, las fuentes de acumulaci6n de las potencias que detentaban la trata estaban cercanas. Los negreros de Jamaica,

Curazaol y Babados aceptaban el trueque de csc1avos

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a4 CQpedes del Castillo, 1947; Levene, 1954; Rodríguez, 1956. Kossok, 1959; Assadourian, 1966; Zuluaga, 1970. 96 CBspedes del Castillo, 1947; Levene, 1954; Rodríguez, 1956; Assadourian, 1966; Mellafe, 1959.

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negros por azúcar, cacao, tabaco, perlas, etcétera. En el Atlántico sudamericano, el contrabando de negros no está vinculado con una economía de plantación más que en forma muy indirecta, Aquí el motivo primordial fue la economfa mataüfera de la altiplanicie andina y la riqueza ganadera de la región del Plata, todo esto montado sobre una extensa ruta comercial terrestre antagónica al eje PanamárCallao, Hemos llabado ruta continental a los caminos terres-, tres que se orientaban desde los países atlánticos hacia el interior, saliendo tambiép al Pacífico. La ruta continental presentaba algunas desviaciones y variaciones, todas relacionadas con el tráfico Eegrero. La primera gran coniente de este comercio partía del Paraguay, que recogía previamente la mercancía negrera de los traficantes portugueses y criollos' del Brasil. Luego, desde esta provincia, la ruta se bifurcaba a la altura de la ciudad de Salta, siguiendo la parte más importante por Jujuy al Alto Perú, en especial)a Potosí. La otra atravesaba el Tucumán y pasaba poy Mendoza a Chile. Pero quizás e1 camino clásico de la ruta continental, que se organizó en los primeros años del siglo x w , partía de Buenos Aires para seguir dos direcciones diferentes. Una, la más importante y ventajosa, pasaba sucesivamente por Córdoba, Tucumán, Salta y Jujuy, llegando a la ciudad de La Plata (Alto Perii) y a Potosi. La otra se desviaba desde Córdoba a Mendoza para llegar a Santiago y a La SerenaDe La primera abastecía de mano de obra negra a los empresarios del Alto Pertí y las zonas selváticas interiores denominadas provinciw de Los Andes y Yungas. La otra dirección que tomaba la ruta continental por Chile se prolongaba desde Valparaíso o Coquimbo hasta los pe96

Véase bibli~graiíaindicada en las dos notas anteriores, ada Levillier, 1915, 1920; Canabrava, 1944; Torre

más: Jaimes, 1915; Revello, 1958.

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queños puertos que se sucedian al $nortede G c a ; de tal modo que abastecía de esclavos a los cálidos y productivos valles de la costa del virreinato peruano. Aunque el tráfico negrero munca se interrumpió en 61 circuito del Pacífico, languideció casi totalmente a lo largo del siglo xvx al mismo tiempo que la ruta continental era cada vez más importante.s7 De muy poco sirvieroh las medidas tomadas por la Corona, los virreyes peruanos y los funcionarios reales de todas estas provincias, tendientes a impedir y controlar el contrabando en estas vías comerciales, En 1622 se creó la Aduana Seca de Córdoba c& este fin, pero aunque su establecimiento produjo algún efecto, en realidad solamente sirvió para que la ciudad dejara de ser una estacibn y centro de confluencia de las rutas que siguieron pasando por otros puntos de la regi6n. El traslado de esta aduana a Jujuy en 1695 tampoco terrninb con el mal.

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El hecho ,de que sólo algunas pqvincias de Indias c ntaran con puertos de entrada de esdavos o los imp rtaran directamente, produjo interesantes características d 1 comercio de ébano. Las provincias distantes de los puertos por donde entraban las cargazones, como el reino de Quito, el virreinato peruano, Chile, etc., se valieron de la armazón del comercio interindiano para proveme de negros. La necesidad de mano de obra y las diferencias de precios hacían muchas veces que esta especie de subtrata negrera resultara muy lucrativa. Pero al mismo tiempo el man97 Mellafe, 1959. En el aspecto documentai: Biblioteca Nacional de Lima, seccibn Manuscritos, C 456, D 177. Archivo Nacional de L i m Tribunal .del Consulado, legajo 10, cuaderno 137. -vo Nacional de Santiago, colecci6n de la Real Audiencia, volúmenes 45, 88, 131, 187 y 316.

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tener los esclavos, pagar los impuestos y fletes de largas travesías, muchas veces curarlos de enfermedades, vestirlos y hasta engordarlos para conseguir un buen precio en los mercados locales hacían necesario importantes capitales. La manera de afrontar estos gastos fue generalmente, desde la época de la Conquista en adelante, la asociación de mercaderes locales, que al mismo tiempo se dedicaban a todas las ramas posibles de comercio.08 Una de las diferencias fundamentales entre las dos etapas de la trata negrera es que a la que traia los esclavos desde el Africa le interesaba solamente el volumen total de cada cargazón, sin preocuparse por la muerte o enfermedad de un porcentaje bastante elevado de ella, lo que se estimaba norma LOS pequeños negreros de Latinoamérica, en cambio, que comgraban lotes fluctuantes entre 5 100 negros, se velan obligados a cuidar el capital invertfdo, dando muy a menudo trato hirmanitario al material humano de su propiedad, Todas estas pequeñas sociedades, se formaban en las ciudades y puertos más importantes de cada gobernación que agrupaban los mayores capitales. Esto, unido al he o de que la vida económica y polltica se centralizaba entstas mismas ciudades, hizo que los mercados locales del comercio negrero estuvieran ubicados en los grandes centros: la ciudad de México, Veracruz, Bahía, Lima, Santiago, etc., en lugar de estarlo en los lugares de producción. Los empresarios qve requedan mano de obra esclava se dirigían a esos centros para comprarla o la encargaban a otros mercaderes más modestos que llegaban hasta los corregirnientos distantes, Es fácil imaginar que en esta enorme armaz6n comercial, donde la distancia, lis dificultades y la carestía de los fletes jugaban un papel primordial, los precios de los esclavos variaban enormemente en distintas provincias de Latinoamdrica colonial. Por este motivo, la Co. rona no pudo nunca imponer. precios fijos y unifomes 98

Mellafe, 1959; Assadourian, 1965; Zuiuaga, 1970.

a los esclavos negros, aunque lo intentó varias veces, en diferentes épocas. Los precios de los esdavos estaban sujetos a dos 6rdenw distintos de fenfimenos. Unos dependieron de las condiciones generales del mercado, de la ecoiiomía y hasta de la política de España y Portugal en relación con sus colonias y con los otros países esclavistas; y otros que podríamos llamar condiciones intrínsecas de los esclavos, independientes de la economía. Agrupando los hechos del primer orden de fenómenos odríamos presentar cuatro grandes motivos que alteragan el precio de los negros:

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a) En el siglo xw, especialmente en los primeros decenios de la ocupación europea de cada sección de América, todos los precios de objetos importados estuvieron abultados por el hecho de estar deserroll6ndose en el Nuevo Mundo una economía de fundación, caracterizada por lo que ya hemos ilamado periodo del oro: Una curva o gráfica de los precios, de esclavos negros o de otra mercancía importada, mostrará sensible baja durante los primeros decenios en cualquiera región del Continente, contrariamente a la tendencia universal de los precios en la economía mundial de esa Cpoca. Los precios bajarán en relación directa con la mejor instalación europea y con la mayor integración de cada colonia con el comercio interindiano,

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b) La proximidad o lejanla de los puertos de entrada de los esclavos hizo variar fuertemente sus precios. Estos dos factores, a) y b), se combinaron de tal modo que los precios fueron altos en todas partes en los primeros años, pem más elevados abn si la provincia era lejana. M, por ejemplo, en la ciudad de M6xico el precio promedio de un esclavo regular bajó de 200 pesos de oro en 1525 a un poco más de 100 hacia 1538-1540. Una baja parecida se produce en Lima, lugar alejado de la importación directa, pero esta baja es entre cifras más altas; el promedio en 1536 ea de 360 pesos de oro, y en 1548, de 140 pesos.

En Santiago de Chile, el p r e c i ~p ~ m e d i ofue de 300 pesos de oro, el doble que en Lima, el triple que en México y casi cinco veces más que en el Caribe. Hacía 1615 el precio había bajado a sólo 265 pesos.@* c) Obo factor fundamental de las condiciones generales del mercado, especiahaente v a d o para los. siglos XM y x v q fue el recargo resultante de la política arancelaria, de impuestos expordinazios, aduanas y aduanillas. Particularmente grave resultó este recargo para las provincias lejanas que debían comprar los esclavos llegados a través del eje Panamá-Callao. Hacia el año 1630 el precio medio de un negro traído por la ruta del Pacifico era en Lima de 500 pesos de plata; en Potosi, de 800, y en, Santiago, de 600. En cambio, en el mismo aiio los esclavos llegados por la ruta continental a Santiago costaban unos 150 pesos de plata, pero se vendían a más de 200. Tales difetendas de costos aseguraban el éxito comercial de la ruta continental y a m e taron el contrabando, El recargo del precio de los esclavos no fue solamente un problema de las colonias hispanoamericanas, también ocurrió en las portuguesas. Por el año 1612 los cosecheros de Brasil se' quejaban de que los excesivos impuestos que debían pagar por los negros en Angola impedían el qu6 se pudieran importar todos los necesarios para incrementar la producción.loo Los plantadores de los valles de la costa peruana* a su vez y un siglo más tarde, en repetidas ocac siones procuraron sin h i t o suprimir el impuesto a la com-

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Los precios que aparecen en este y en los siguientes párrafos han sido tomados de: Saco, 1937-1944; Diaz-Soler, 1953; Aguirre Bdtrán, 1946; Acosta Saignes, 1961; Studer, 1958; Amadourian, 1965, 1966; Zuluaga, 1970; Lockhart, 1968; Mellafe, 1959; Documentos impresos sobre la materia pueden encontrarse en: Lohmann, 1941-1944; Millares Carlo, 1945-1946; Friede, 1955-1957. Respecto a documentos inéditos hemos empleado material de la C!oleccióa de Notarios de los Archivos Nacionales de Lima y de Santiago de Chile. VCase Bibliografía General. Archivo General de Indias. Lima, legajo 1095. 100

Sluitu, ,3949.

praventa llamado de alcabala, para los traspasosJ de esclavos que se hicieran despues de la primera compra, Ellos alegaban que era frecuente que, un esclavo cambiara entre 20 y 30 veces de amo a lo ~argbde su vida y que la suma de los impuestos que se pagabah cada vez que ello ocurría era mayor que el precio del esclavo.101 d) Hay, por úitimo, una tendencia general, especialmente definida desde la mitad del siglo xvn en adelante, a un alza continua del precio de los esclavo^. En este periodo los negros siguen la tendencia universal de los precios y de la devaluaci6n de la moneda, pero a menudo su precio aparece especialmente afectado por .la demanda brusca de mano de obra, la apertura de nuevos horizontes mineros, la necesidad mayor de productos agrícolas y la suspensión de la trata por conflictos bélicos. Asl, por ejemplo, en la Lha de fines del siglo XVIX los negros nunca bajaron de 600 pesos de plata. En Buenos Aires, con importaci6n directa, su precio subib de 240 pesos en 1774 a 300 pesos en 1802; y en Cuba, hacia estos mismos años, no bajaban de 300 pesos de plata.

Brasil proporciona también buenos ejemplos de alza de precios de los esclavos como directo resultado del mayor requerimiento de fuerza de trabajo por la apertura de nuevos horizontes económicos. Ocurrió en las zonas mineras, como Minas Gerais, Goías, etc., de la pqirnera mitad del siglo xvur. Lo mismo pasó a mediados del siglo siguiente, cuando nuevas zonas cafetaleras, como Vassouras, experimentaron una explosión económica. Por esos mismos años, otro motivo de carestía de esclavos se agregó a los anteriores kn forma

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En cuanto a los factores intrínsecos que influían en el valor de los esclavos, ellos son fáciles de agrupar. La juventud, robustez y salud de los esclavos, así como el hecho de que supieran algún oficio manual o trabajo especializado, hacían subir notablemente el precio. En el lenguaje tkcnico de la época se denominaba mulequillos a los niños de hasta 7 años de edad, mulequs hasta los de 12 y mulecón a los que no tenian más de 16 años. Sus precios, naturalmente, eran pxpporcionales a la edad. De una manera también muy general, se denominaba bozdes a los esclavos recikn llegados, que no habían aprendido afin castellano y de quienes no se con nocía todavía sus malas o buenas costumbres ni su capa-

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Boxer, 1969; Stein, 1970; I

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miento o enfermedad del esclavo.. Había dos expresiones que significaban lo opuesto a bozal: la de ladino, para los negros que habiendo nacido en Africa ya habian adoptado el idioma y las costumbres hispanoamericanas; y la de criollo, para los que hablan nacido en las colonias. Estas circunstancias hacian variar poco el precio, pero a artir de eiias la costumbre y las leyes introdujeron la obKgaci6n de que el vendedor debía estipular los defectos y enfermedades que tenlan todos los esclavos que no fueran vendidos como bozales. A estos defectos se les llamaba tachar, y llegaron a estamparse en las cartas de venta en f6rmulas siempre repetidas: lo vendo por tadrdn, borracho y huidor, lo vendo por cimitrrdn, etcétera. De todas las tachas, la que más hacía bajar el precio era la de cimarrdn, pues generalmente significaba que había sido castigado por la justicia por haber estado pr6fugo y por alg4n delito grave.lo8 108 Más detalles sobre estos temas pueden encontrarse en Mellafe, 1959.

Los negros en la estructura económica colonial 4

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Mano de obra, minería y esclavitud

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LA EXPANSI~N españo'la en América y su posterior asentamiento se hicieron, desde el punto de vista económico, sobre la base de una intensa capitalización fundamentad-a en la obtención de metales preciosos, en la industria extractiva o en los botines de la Conquista. Desde ese momento, mientras España posey6 colonias, y con la sola excepción de los Gltimos decenios del siglo XVII, el imperio se mantuvo dentro de una economía metalífera descendente, Respecto a Brasil, como lo hemos mencionado ya, sólo fue la apertura del horizonte minero del oro, tasdfamente en com aración con las colonias hispanomericanas, lo que le Bio categoría de porción importante dentro del Imperio Lusitano. Este cuadro planteó un complejo problema de mano de obra, que se solucionb de diferentes maneras según las é ocas. La esclavitud negra estuvo siempre presente en tafk soluciones, aunque en variadas formas e intensidades. La primera fase en esta economía metalífera es la que hemos llamado ciclo de oro, ya caracterizada como elemento primordial en la introducción negra como mano de obra; además de alto rendimiento y de presencia constante y consecutiva en todas las provincias agregadas al imperio. El ciclo de oro se fue presentando desde las Antillas a México por e1 norte y a Chile por el sur. En todas partes se emplearon negros, a pesar de que era una época en que la trata no alcanzaba siquiera a ser continua y en que los esclavos alcanzaron los más altos precios. En el Perú posterior a la Conquista se hacía trabajar a negros

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en los lavade?os de oro, mezclados con cuadrillas de indios y apoyados en los trabajos complementarios -y en el abastecimiento de alimentos- por la población india local. En Chile, como en el caso del Perú, con una población indígena abundante, donde los esclavos llegaban después de largas travesías y costaban preciios increíbles, también se ocupaban negros mezclados con indios en los lavaderos de Curahoma o de Valdivia, La rentabilidad era tan alta que en un año de trabajo un riegm podía pagarse a sí m i s ~ n o . ~ ~ ~ A lo largo de la segunda mitad del siglo XVI los lavaderos desapafecen rápidamente, pero se va abriendo un segundo horizonte m e r o , más amplio, de más monta, aunque de menos rendimiento por trabajador. Son las grandes minas de plata; Porco y Potosí en Alto Perú, Zacateca~y San Luis en México. Después de la Conquista, el espíritu señorial del' empresario toma estas grandes minas bajo su dirección en una primera época; quiere repetir la experiencia esclavista en ellas, pero fracasa. En la mina de Pomo queda demostrado que el trabajo masivo de esclavos negros en la producción de plata no es económico sino e~cepcionalmente.~~~ En 1554 y 1555, el Consejo de Indias se ocupa del asunto, y su parecer es bien claro, Siguiendo la opinión de los españoles que ya tenían e x p e p c i a en las minas de plata se decide que 6stas serán trqbajadas por la población indígena, en proporción modetada y pagándoles un salario adecuado. Hacia 1570, el vimey Francisco de Toledo reafirma y consagra definitivamente esta política, reqrupando y distribuyendo racionalmente a la población indigena, ya bastante disminuida, y estableciendo el carácter obligatorio del servicio indígena en la minería, a través de lo que se llamó Mita Mineralo6 104 Ortiz de'zf6iga, 1920-1925; Meiiafe, 1959. lOWeiiafe, 1959; Wolff, 1964; Archivo Nacional de Santiago, colección Gay-Morla, vol. ,120. Para el caso de México, ver por ejemplo, Berthe, 1958, 106

L d e r , 1929; Villarán, 1964.

Salvo, pues, en el periodo del cid0 del oro; los esclavos negros nunca fueron empleados en forma masiva .en la minería, Sin qbargo, tampoco estuvieron; a lo largo de toda la colonia, ausentes totalmente de la actividad extractiva, esto por dos motivos: primero, por la gran capacidad de trabajo de los negros, lo que en muchas regiones de Hispanoamérica se unió a la experiencia favorable que de ellos habían tenido los conquistadores cuando habían actuado como auxiliares de la Conquista. Siempre los que beneficiaban una mina tuvieron algunos ne S en sus cuadrillas, no como peones sino como mano r o b r a calificada: jefes de cuadriua, guardianes, etc. En algunos lugares, estos negKIs recibieron el nombre de sayapayos, y hubo de legislarse sobre sus actividades.y funciones.107 Por estos motivos incluso se siguieron pidiendo esclavos negros para los minerales del Cerro de Pot~sí, especialmente cuando la producción de plata' cornetizó a bajar alarmantemente a comieiizos del siglo XVII. En el año 1608 los Oficiales Reales de Potosí escribían al rey diciendq que a pesar de que la experiencia habia demostrado no ser económico trabajar las minas de plata con esclavos, wnvendria dejar pasar anualmente 1 500 6 2.000de ellos por el Río de la Plata, para aliviar el trabajo de los indios en las labores no propiamente mineras, pero concurrentes a la mantención e infr estructura del asentamient o . l o ~ s t a s peticiones se repi 'eron cada vez con m& urgencia y argumentos,.pero e definitiva sin éxito. Llegó a recomendarse, incluso, el p uiatino reemplazo de la fuena de trabajo indigena por la de esclavos, a pesar de las experienkias y todas las comendaciones en contra de los expertos de la 6poca,10B El otro mdtivo por el cual iempre existib un porcentaje relativamente elevado de egros en las minas latinc>l americanas fue la ausencia c i completa de población "7 108 190

Archivo General de Indias. Charcas, 35, Archivo General de Indias. Charcas, 32; Le6n Pinelo,

1623, 1624,

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Medina, 1889-1895, vol. 29; ~ e l l a f i1959.

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autbctona o mestiza en lugares donde se descubrían vetas importantes de cualquier mineral. La condición previa indispensable fue, solamente, un alto rendimiento psr cápita del esclavo. En este orden de fenómenos se inserta la concentración de negros en las provincias y distritos mineros de Brasil, desde principios del siglo XVIII, en las minas de cobre de la isla de Cuba y en la región aurífera de Esmeraldas en Ecuador.llo Otro valioso ejemplo puede se4 el de las minas de cobre de Cocorote, de Venezuela del siglo XVII, trabajados por el fisco combinadas con una útil maestranza a cargo tambi6n esclavos.fi1 Habría que agregar, por filtimo, que fueron muchas las regiones del Nuevo Mundo que pidieron constantemente facilidades para importar esclavos en virtud de la imposibilidad de conseguir mano de obra para hacer producir imaginarias o reales minas recientemente descubiertas.lla A lo largo de la segunda mitad del siglo XWI y del siguiente, los distritos mineros, como Copiapó en Chile, Parral en México, etc., se van traBsformando cada vez más en lugares de mano de obra asalariada, donde los diferentes grupos 6tnicos, los aubgrupoa y las castas, van perdiendo las caracterlsticas de tales para ser solamente una masa asalariada de mineros. El elemento negro, esclavo y libre, junto con una elevada proporción de mestizos negros, fue una parte sustancial de este nuevo p p o social de trabajadores?18

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Esclavitud y agricultura

Al hablar de la agricultura de Latinoam4rica colonial ha que hacer por lo menos una gran distinción: la agricuiura de subsistencia, destinada a la alimentación de 110 1x1 112 118

Ceballos, 1886-1889, tomo IV. Acosta Saignes, 1956.

Anundbay, 1963; Jaramillo Uribe, 1963,

West, 1949. Wolff, 1953; Cannagnani, 1963.

la población americana y al comercio interindiano, y, la agricultura tropical de exportación. Ambas, pero especialmente la segunda, necesitaron de la esclavitud negra,, , La producción de alimentos básicos para la alimentación de la población requirib de esclavos negros por divenios motivos, que podríamos agrupar en tres puntos: . a) Las zonas donde de preferencia se hacían estos cultivos, las áreas inmediatas a los centros urbanos y a las grandes vias de comunicación, fueron las que primero sufrieron la falta de trabajadores autóctonos, que hubieron de ser reemplazados y reforzados wn esclavos negros, No es una mera coincidencia que, en muchos lugares de Am6rica, las mismas autoridades del lugar relacionen siempre las grandes crisis alimentarias wn la falta o la carestia de esclavos para menesteres agrícolas. Tampoco lo es que las grandes ciudades, como Lima, ciudad de México o Río de Janeiro, agrupen las mayores wncentracion~de negros.11' b) También predispuso al empleo de esclavos en la agricuitura la dediqción preferencial y obligatoria de la ayor parte de la población indígena autóctona al trab jo minero y de obrajes, de tal modo que el tiempo de que podían disponer para la agricultura rudimentaria que practicaban no daba lugar a un excedente apreciable de alimentos. Esta situación lleg6 a hacer crisis en algunas provincias en el siglo x m En el Perfi de esta Cpoca, por ejemplo, se puede notar un serio antagonismo económico. social entre los empresarios que empleaban la mano de obra disponible en la minería y los que la requerían para la &cultura.l16 Aigunos logros de la goiítica proteccionista a las comunidades indigenas, que se aicanzaron a fines del siglo xvr y que podrían haber dejado un exce-

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Para el caso de Lima puede verse: Moreyra Paz-Soldán, 1955, tomo 111, Biblioteca Municipai de Cm, Cedulario del Cabido, tomos VI11 y IX; Lockhart, 1968. 118 M M e , 1965 A. 114

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dente appvechable de bajadores, como la prohibición de usar indios en obrajes, trapiches y cultivos tropicales, no solucionaron la apetenci de esclavos negros para la agticultura -de wnsumo.1le Por otra parte, en las colonias portuguesas, las densid es más importantes de población urbana: Bahía, Río de Janeiro, Sao Paulo, simplemente no p u d i p n pensar en mano de .obra indígena, mestiza o europea para conseguir la producción agraria de consumo diario y de mercados locjaicrll7 c) La alta productividad de la venta de alimentos en muchas provincias fue otro factor que ayudó al empleo en gran escala de los negros en la agricultura de subsbtencia. Especialmente antes de que se institucionaiizara el sistema del peonaje, los pequeños productores dé alimentos localizados cerca de las grandes áreas urbanas no pudieron emplear a la poblaci5n indígena en estos menesteres. Hay muchos testimonios de ello en las crónicas y documentos de la epoca, Veamos lo que dice el padre Ovalle, para la zona, central de Chile de mediados del siglo XVII: "Son t& gruesas las ganandas que rinden estos arbitrios y granjerías (la venta de productos agrícolas), que habrh personas que con cuarenta mil pesos y menos que tengan de capital empleado en tierra, ganados y esclavos, que cuiden de ellos, sacarán todos los aÍíos de diez a doce mil que es ganancia de 25 por ciento y muy considerable por ser segura de conciencia," 118 ,

Cuando l& fértiles regiones y valles bajos del área andina se conectaron con las elevadas densidades de hac

negro% Uno de los productbs más importantes de. estos =le Villarán, 1964; Gibson, 1964. 117 Wetin de Cerqueira, 1967. 118 Ovalle, 1888, tomo 1.

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mercados zonales fueron los vinos y aguardientes. El año 1615 en los valles peruanos costeros' de Ica y Pisco, solamente, trabajaban 20 000 negros en las viñas.llg Los valles azucareros de la costa norperuana consumían también, por los mismos motivos, una gran cantidad de esclavos: el de Chicarno, donde esti ubicada la ciudad de Trujillo, contaba por 1760, con 3 650 negros y mulatos, que labol raban en plantaciones e ingenios. Otros tantos trabajaban en el de Virú, Chicana, etcétera.laO Sin embargo, la agricultura que consumi6 mano de obra negra en forma masiva, cada vez más a medida que nos acercamos al final de la t5ltima centuria colonial, fue la agricultura tropical monocultora, que se extendi6 como una ancha franja costera en la parte norte de Sudamérica y la zona suratlántica de Norteam&ica, abarcando todo

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en todo esto especiaies implicaciones con la esnegra y con la economía general del Imperio En el siglo xw la Corona Española trató de diversificar la economía indiana creando, además de la minería, una actividad artesanal vinculada con el trabajo agrícola. Trató cle incrementar la prdduccibn de cochinilla, del pastel, de la seda, por ejemplo, pero este intento ya había fracasado a fines del mismo siglo. Desde entonces, lo sustancial de la economía imperial siguió girando en tomo a la extracción minera del interior. Pero entretanto había surgido en muchas provincias tropicales de la costa atlántica una producción de vegetales tropicales que en Europa tenían gran éxito comercial, pera que estaban fuera de distribución y de capitalización por parte de España. Por ejemplo, el tabaco de la isla Margarita y de la costa de Tierra Firme escapaba a la carrera comercial entre la metrópoli e Indias, pero era aprovechado lucrativamente por Portugal y Holanda, que tenían en sus manos parte de la trata n e m a . A su vez, los productores de tabaco necesitaban de esclavos negros para sus plantaciones, lo que facilitaba el intercambio y el contrabando; este proceso es ya muy importante hacia 1630, Ia2

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Desde el siglo xvr hasta la segunda mitad del siglo pasado las colonias, y después los países, cuya ecanomfa se especializó a través de monocultivos tropicales usaron, con pocas excepciones, nada más que mano de obra esclava. El azúcar es un,producto típico de este tipo de economía. Salvo en unos pocos periodos cortos, la demanda de este producto crecib por más de tres siglos, y este incremento se reflejó fielmente en el n6mero de establecimientos industriales dedicados al efecto y en la cantidad de esclavos ingresados al Continente. Brasil contaba con 65 ingenios ya en 1570, ue eran manejados por 3 000 esclavos, Los negros eran 1%000 y los ingenios 118, con una producci6n de unas 650 000 arrobas de azúcar refinada por 1590.

Feijoq lr163.

para Brasil, Taunay, 1939; Goulart, 1949; Cardoso, 1962; Westin de Cerqueira, 1967; Stein, 1970; Galloway, 1971. Para el Caribe: Saco, 1944; Ortiz, 1947; Debien, 1955; Mintz, 1959; De Branche, Debien, etcbtera, 1960. Guerra y Sdnchez, 1964. Moreno Fraginals, 1964, Klein, 1967. Para la región atlintica de Venezuela y Colombia hay muchos datos en compilaciones documentales: Arcila Farias, 1990; "Materiales para el estudio de la cuestión agraria en Venezuela (1800-1830)", 1964; Urueta, 1887-1891; Jaramillo Uribe, 1963. Para el área geografica del virreinato peruano : Vásquez de Espinoza, 1948 ; Romero, 1949; Feijoo, 1763.

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Chaunu, 1959, tomo VIII; Borah, 1945; Berthe, 1960.

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La cantidad de ingenios siguió enciendo; ya eran 166 en 1630. Por último la producción llegó a estabilizarse en alrededor de 2.5 millones de arrobas anuales en los iiltimos decenios del siglo xvn,lZ8 El crecimiento de la producción, y de los esclavos para satisfacerla, fue aún más expectacular en 1- colonias no ibéricas del NUevo Mundo, En los albores del siglo xmu, la documentación del Parlamento Británico y del Consejo de Comercio de París mostraba claramente qye el azficar era la mercadería más importante de todas las posegiones coloniales. Bn el año 1700, en las plantacíones francesas de Guadalupe, Martinica y Santo Domingo (Haiti), se tabaja en más de 400 ingenios cuya pmducuón anualmente era de un millón y medio de arrobas refinadas. A su vez, en las 19 colonias inglesas de la época laboraban 800 000 esclavos, que producían aproximadamente 1.5 millones de quintales métricos anuales del mismo producto.la4 Estos datos corresponden a un sistema de producción de plantaciones enmarcado en un mundo económico mercantil, donde la presión del sistema sobre la productividad de los cautivos, as$como 1d máxima demanda mundial de azúcar o de otros productos tropicales a6n no se ha presentado. Es dificil imaginar, sin embargo, lo que las cifras arriba anotadas significaron desde el punto de vista del consumo de esclavos. Por mediados del siglo XVUI la productividad media de cada esclavo fluctuaba entre 50 y 70 arrobas anuales. El promedio de años de vida-trabajo dentro la plantación se estimó bueno cuando llegaba a los años y la tasa anual de mortandad de negros adultos aproximadamente de un 5 por ciento. Pero desde el segundo decenio del siglo XIX es casi imposible encontrar al sistema mercantilista, estructurando la base económica de la plantación y de la esclavitud. Ahora se trata del capitalisrn~contemporáneo presionando sobre ambos ele128 ~nform~ción sacada de obras citadas en la nota 121. V6ase además: Simonsen, 1937. 1'4 Informaci6n sacada de obras citada4 en la nota 121.

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sumidos en este submundo de la plantación. La historiografia no ha hecho aún una divisibn clara del esclavoplantación con los otros m/ichos tipos de cautiverio que se pueden descubrir, Si lo hiciera resultaría inútil discutir si la ignominiosa institución fue más humanitaria en las colonias lusitanas, españolas, francesas, holandesas o inglesas. El binomio plantación-esclavitud es tan drástico que aplasta la posible wcistencia excepcional de amos benévolos y la mayoría de las tradiciones culturales de convivencia desprejuiciada y benefactora, en aquellas sociedades que se organizaron en torno a este complejo económico agrario. La cuestión de fondo, de la mayor o menor humanidad con que se trató a los esclavos, quedaria asi fupdamentalmente reducida a wa relacibn de producción, Y en esto hay por lo menos dos consideraciones importantes: 1

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mentos. Los indicadores arriba mencionados cambian bru-

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1) Mientras más amplio fue ei mercado exterior y la d e manda, más racionalizada se tornó Ia producción, y el

trato de los esclavos fue absolutamente impersonal, opre-

126 Los datos que aquí aparecen son promedios obtenidos de informaciones contenidas en las obras citadas en la nota 121. ,Además ocupamos: Lippmann, 1941-1942; Correia Lopez, 1944 y Taunay, 1941,

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sivo y cruel. Los iiltimos d d o s de la esclavitud en aquellos países que demoraron o prolongadon desmesuradamente el proceso de aboiici¿n, cayeron en esta categoría.

2) El panorama u distinto cuando los negros en una zona dada, no estan Gnicadiente recluidos en los límites de una estructura agraria de plantación, sino ocupan toda la gama de la producción y de profesiones y, por ello mismo, se integran en mayor o menor medida en toda la

Si esto sucedib en las colonias hispánicas con mayor r a d n se presentó en las otras, en que la población indígena fue casi inexistente desde principios del siglo xvn. La única aclamción que habría que hacer al respecto es que en las posesiones holandesas, francesas, inglesas y con menor intensid d en Brasil, la mayoría de los bienes de consumo, así c mo las manufacturas Gtiles a la mfraestructura de la producción tropical se importaban directamente de h s metrópolia respectivas, aprovechando una capacidad náutica mayor y un tráfico comercial más abierto que el español. De esta manera el orcentaje de poblaci6n esclava no dedicada con aclusivigad a los menesteres de los monocultivos tro icales fue muy rsducido. Con esta salvedad podernos &cir que la. esclavitud se institucionalizb de tal modo en América que no hubo casi nadie que poseyendo al@n capital no comprase uno o más esclavos, mtichas veces sin necesitarlo inmediatamente. Todos los qtie udieron comprar negros lo hicieron, incluso los indios. beamo8 los grupos socialea que rnh los requirieron:

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1) Los maestros oficiales en los diferentes oficios fueron

prender a travéa de muchd paginas de a t e libro, no dependib de convivencias Ctnicaa ancestrales, ni de antecedentes culturales, sino. de la manera particular en que se articulb la economla colonial del Continente.

artesanos.128

Otros poseedores de mano de obra negra

En las provincias de Hispanoam&ica, en los años posteriores a la Conquista se repartió la población indígena en encomiendas que se otorgaron ,a los conquistadores o soldados considerados benemdritos. Pero no todos los españoles que llegaron a cada provincia pudieron obtener encomiendas, no todos hablan participado en su conquista y no todos eran benemdritos. Sin embargo, la mayoría necesitó mano de obra para sus empresas, oficiales ayudantes en sus profesiones o sirvientes para sus casas.

2 ) MUC& 6rdena religiwaa compraron udavos para tener sirvientes en sus iglesias y conventos, colegios, misiones o haciendas. Entre ellas, lar aompakia de JesGs se distinguió por ensefiar oficios diversos a los esclavos que , mantenian eh sus granjerfas, de tal modo que llegaran a ser excepcionalmente valiosos y conocidos los llamados esclavos de los jesuStas.127 128

Harth-Terré, 1960-1961; Mellafe, 1959; Lockhart, 1968;

Boxer,' 1969; Stein, 1970, 127

Concolorc~m, 1942 ; Ponce, 1967.

recordar que los indios también podrían tenerlos y que de hecho los tuvieron. Cono.cemos hasta el momento dos medios distintivos a través de los cuales los indios fueron poseedores de mano de obra negra. Uno corresponde a la simple compra de esclavos por aquellos indios que desde los años posteriores a la Conquista se destacaron del común de la masa indígena y adquirieron importancia social y económica. En el Perú los nobles descendientes' de las

3) ~ o d (el gremio y los empresarios deGcados al transporte marítimo o terrestre emplearon esclavos negros en su trabajo, incluyendo arrieros y carreteros, En ello influyó sin duda un buen número de reales cCdulas y ordenanzas que trataban de evitar que los indios fueran sacados de los distritos o provincias donde vivían. 4) En muchas partes de América y en diferentes épocas, los oficiales redes, en nombre del rey, compraron partidas de negros que emplearon en trabajos públicos de importancia: consti~ucci6no reparación de fortificaciones y de caminos, trabajos duros en las maestranzas, como cargueros en lugares de difícil circulación, etcktera.

5) Muchos simples particulares que poseían alguna renta compraban esclavos para arrendar su trabajo¶ por años, meses, o días. Esta forma de rendimiento econbmico del esclavo parece haber sido bastante comGn en Brasil. Por otra parte, en Lima a mediados del siglo xvm, el trabajo de un negro as$ arrendado costaba 15 pesos de plata corriente al mes. Un poco más tarde, en 1793, un empresario que tenia ch~crasen esa ciudad y tambi6n una f4brica de ladrillos, siendo además prestamista, arrendaba 6 esclavos negms a la Casa de Moneda de esa ciudad, cobrando 5 redes por jornal diario de cada esclavo. En 10 meses que ellos trabajaron, descontando todos los gastos en que incurrieron -incluso los costos de la curación de uno de ellos en el hospital y el .entierro de otro- el amo ganó la cantidad de 794 pesos de plata, cuando por esos *os, .un esclavo costaba alrededor de 500 pesos.las 6) Algunas instituciones coloniales, como los cabildos y hospitaia, compraban también negros para encomendarles los trabajos físicos más pesados, u otros relativamente espedales como los de pregoneros y porteros. 7) Por último, y aunque este ítem representa quizás u a psquefia cantidad de radavos adquiridos, es interesa4e l

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leyes de trabajo fonado que distraían .mano de obra de las producciones típicas regionales, y las mitas mineras, las comunidades ofrecieron el equivaIente de su trabajo en materiales y dinero. En muchos lugares se lleg6 a comprar con este dinero esclavos negros, que una vez terminados los trabajos quedaban de propiedad de las comunidades indígenas.lag

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Eschewege, 1944, Archivo Nacional del Perú, sección Notarial, Notario Fracisco de Acuña, vol. 20.

La esclauitud~improductiva En muchas ciudades de Latinoarn6rica de los dos siglos finales d. periodo colonisrl, y tambih en algunos lugares 120

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Harth-Terré, 1960; Harth-Terré y Márquez Abanto, 1960 A.

lares, etc6tera. Aunque muchas regiones de Amdrica sufrieron pennnemente de cuotas deficitarias de esclavos, la tendencia general de esta sociedad esclavista fue pedir continuamente mayor número de ellos, con la idea que una trata más abierta, una gran cantidad de esclavos a bajos p n cios, solucionaría la mayoría de los problemas económicos coloniales. Estas no fueron tendencias exclusivas de los gobernantes sino un consenso general de europeos y criollos, Las ideas favorables a la esclavitud parecen robustecerse en Hispaaoam6rica a medida que el Estado y toda la estructura económica del Imperio, va perdiendo su capacidad de controlar y encauzar a grandes sectores de la sociedad en las actividades cóloniales productivas, cosa que comienza a notarse claramente desde la segunda mitad del siglo xvn.

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Las fuentes directas de la esclavitud improductiva, fuera de la compra de negros por lujo u ostentación, fueron la cesación brusca de alguna actividad económica o la transformación de alguna de ellas en el sentido de no necesitar la misma cantidad de mano de obra que en un principio. Esto ocurrió muchas veces, en ocasiones con caracteres catastróficos: muerte de empresarios, terremotos, sequías, broceamiento de minas, sublevaciones indígenas. Los fenómenos de la esclavitud improductiva y del vagabundaje fueron los que más contribuyeron a caracterizar sociahente a muchas ciudades indianas, en el sentido de mostrar una gran masa de población inactiva, una especie de klientela parasitaria y ociosa. La esclavitud improductiva puede ser considerada también desde criterios totalmente distintos. Siempre caben preguntas como: ¿hasta cuándo la esclavitud siguió siendo productiva despuCs que Latinoaméri,ca pasó desde un S& tema mercantilista al capitalismo moderno? ¿Qué importancia pudo tener una posible improductividad del esclavo en el proceso abolicionista? Hay que decir primero que el paso de :las economías latinoamericanas . al capitalismo moderno no se efectuó en un lapso cronológico muy preciso, ni muy rhpido. Tampoco ocurrió en todas las regiones del Continente al mimo tiempo. Se ha discutido, por ejemplo, si por 1850 podría considerarse que Brasil entrara en una etapa de modernización económica que pudiéramos definir como contemporinea.laO El mismo hecho, es también dudoso para los demás países latinoamericanos, sin embarga, no hay duda de que por esa fecha no existen rasgos mercantiles y que en muchas regiones del Continente comienzan a producirse transfonnaciones fundamentales en los sistemas monetarios, que acarrean mayor agilización de la moneda y del crédito y tambiCn cambios de los sistemas

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productivos. Los sistemas de producción esclavistas que aún quedaban por esos años estaban en crisis y se comenzaban a ensayar otras formas sustitutivas de mano de obra. En muchos paises incluso la esclavitud había desaparecido totalmente bastante antes de 1850: Eran, en general, zonas que Ino reposaban sobre estructuras agrarias de . plantación, como aquellas repúblicas del cono sur de América, y que constaban a la vez con una abundante población mestiza de reemplazo de fuerza de trabajo. Pero esto no solamente ocurrió en Uruguay, Argentina y Chile. Ya en México de fines del siglo xvIn se había probado con éxito el trabajo de ingenios azucareros con obreros asalariados. Es cierto que solamente en casos en que concurrían otras condiciones favorables como óptimo aprovechamiento de los medios de producción, técnicas apropiadas, producción de alimentos u otros bienes que se entregaban como parte de los salarios, etc.Ia1 En Vezuda de 1835, después que la trata había quedado casi totalmente suspendida por mucho tiempo, pero cuando aGn subsistía la esclavitud como institución viva, los trabajos de las plantaciones de café, cacao y azúcar, se hacían por manos asalariadas. A diferencia de Brasil,, la bonanza del café más que provocar una gran migración interna de los Gltimos esclavos disponibles del país, había aumentado el porcentaje de bajisimos salarios pagados a peones negros, hijos de esclavos ahora libres. Unos años después, por 1850, no se en'contraba en ninguna provincia de todo el país más de un 3 por ciento de población esclava. La mayoría de ellos tenía alrededor de 40 años de edad, estaban en el limite de su vida y de su productividad. La denigrante institución se había tornado improductiva.lsa Bauer, 1967. Lombadi, 1969, "materiales para el estudio de la cuestión agraria en Venezuela (1800-1830)", 1964. ; 181 18'

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Este tipo de evolución no se presentó así en los países o en las regiones donde una larga tradición del biiomio plantacián-esclavitud no había dado lugar a la formación de una población no esclava más o ~nenosextensa, Al mismo tiempo existi6 para estas zonas una excesiva presión de demanda de productos tropicales, junto a una absoluta dependencia de estas economías de los mercados internacionales, Si en muchos países se concibib el reemplazo de esclavos por asalariada en los primeros decenios del siglo x q esto no fue posible en esas condicionas históricas. De allí la gran distancia entre la concepción de un ideal de trabajo asalariado y la abolición de la esclavitud como realidad efectiva y viable. En Cuba de '

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e había sido el sueño : transformar a 10s iados de las mismas

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fue imposible ren el stock de negros necesarios para el nonnal funcionamiento -y crecirnientode los trapiches. La esclavitud se hizo por fin irnproductiva en estas regiones, pero después de un periodo largo - d e 20 6 30 años-; en que ya en decadencia se alternó con formas de semicautiverio. Desde este punto de ~ t losa contingentes de trabajadores chinos y mestizos, enganchados por 5, 10 ó 20 años bajo salario -retenidos posteriormente por deudas- crearon una experiencia previa y fundamental a la abolición, Estos 1" Arango y P d o , 1952, vol. 1; Saco, 1859-1928; Moreno Fraginals, 1964; Comh, 1967.

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actitud psicológica disy los progresas de la grado o de otro

Esclavitud y sociedad I

La normas socio-legades y el cimarronaje TANTO LOS representantes de la Corona Portuguesa como

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Moreno Fraginals, 1964. Otros puntos de vida sobre irnproductividad de 10s esclavos en relación con la extinci6n de la trata y la abolici6n, no necesariamente discordante con los nuestros, pueden encontrarse, por ejemplo, en Graham, 1966.

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el Consejo de Indias, las reales audiencias, los cabildos, los virreyes y loa gobernadores, se preocuparon constante mente de legislar sobre los mh variados aspectos de las actividades de los esclavos negros en Américh, de tal modo que en pocos decenios se form6 una copiosisima reglamentacibn que tocaba los aspectos más intUnos e Wensadoe de la vida cotidiana de los esclavos. No pecamos de exagerados si aseguramos .que cqn esta documentación, y la de índole privada, que es muclio más abundante que h anteriormente dicha, es posible reconstruir todos los aspectos de la vida de los negros. En estos párrafos solamente trataremos de resumir las tendencias fundamentales que tal documentacibn arroja. Tres podrían ser las grandes preocupaciones que las dos Coronas exhibieron una y otra vez a lo largo de la Colonia, respecto a la legislación de carscter social, en lo que toca a los. negras esclavos o libres: 1) 'evitar que los negros convivan'con los indios o se mezclen íntimamente con los blancos; 2) prevenir y combatir el cimarronaje, que implica la fuga y sublevación de esclavos, y 3) tratar de transformar o encauzar la esclavitud improductiva y el vagabundaje en actividades econbmicas productivas y socialmente aceptables. Resumiendo los tres puntos anb tenores, las Coronas trataron de mantener un estricto control social en beneficio de un óptimo rendimiento económico y de la conservacibn de una concepción señorial de la sociedad estratificada piramidalmente,

Los reinos ibéricos tenían una larga tradición legal sobre esclavos que habían perfeccionado a lo largo de la Edad Media y a la cual habían incorporado experiencias obtenidas en la primera etapa de sus actividades expansivas. Fenómenos como la compra y venta de esclavos, su tenencia legal y transmisión hereditaria, compra de la libertad por parte del esclavo y otras maneras de manurnisi6n, castigos para los que se huían o cometian otros delitos, etc,, no fueron experiencias legales nuevas cuando comenzaron, a ocurrir en el Nuevo Mundo. Por lo menos en un pnnqipio, y mirada la cuestión de una manera muy general, podemos decir que los oficiales reales no hicieron más que aplicar en América lo que las Coronas ibéricas habían dictaminado desde varios siglos antes en la Pe! nínsula, S i embargo, no .tardaron en surgir circunstancias nuevas en América, ante las cuales las instituciones que representaban' a los conquistadores o a los gobernantes imperiales debieron crear otras leyes o modificar sustancialmente las que ya existían, Las nuevas circunstancias se derivaron especialmente de hechos como: la enorme concentración de esclavos que se formaron en aIgunos lugares del Continente. Las relaciones de convivencia a que daban lugar distintas circunstancias históricas, pero especialmente la existencia de los recién incorporados súbditos que eran los indios, Y por último, las enormes proporciones que tomaron la fuga, el vagabundaje y el cimarronaje. Aunque las sociedades esclavistas no eran novedad en la historia de la Humanidad, fue en América donde se dieron sus máximas expresiones. Aunque las soluciones legales que las coronas de Espaiía y Portugal dieron a los problemas surgidos de la esclavitud en gran escala fueron muchas veces coincidentes, hay también notables diferencias Ni en las portuguesas, ni en las españolas, existid lo que podríamos propiamente llamar un C6digo Negrero. Pero mientras en las segundas ya por 1580 existia un repertorio legal adaptado y suficiente como para. actuar en cualqqiera clcunstancia, no '

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ocwi6 lo mismo entre las posesiones lusitanas prácticac mente hasta el siglo xxx. El absolutismo centralista de. los Ausburgos creó una serie de instituciones, colegiadas y unipersonabs, capacitadas en el caso de los esclavos, para renovar, adaptar y ampliar la antigua legislación medioeval. Virreyes, gobernadores, Reales Audiencias, cabildos, corregidores, alcaldes mayores, tenientes de gobernadores, no sólo tuvieron atribuciones bien claras al respecto, sino taxnbihn pudieron recurrir a precedentes legales compilados, impresos y manuscritos: Cedularios, actas de acuerdos, etc., que sus propios predgcesores habian ido Casi nada"de esto ocurrió en las colonias portuguesas. El carácter feudal-señorial de la ocu ación de Brasil concentrb casi todo el poder en los &icipios, controlados muy pronto por plantadores y mineros, según la región, y desde allí se recreó casi toda la reglamentación tocante a esclavos. La influencia española en Brasil, entre 1580 y 1640, y posteriormente las corrientes centralistas y nodernizantes del Despotismo I l u s ~ a d oquitaron aalgúxi poder a la expresión puramente señorial, pero no alcanzaron a influir radicalmente en la legislación esclavista. Mores, que en definitiva intereses de los señores las normas rlegdes para y libres, negros y blancos. sobre el tratdento de 10s éstos con los demás gnipos

documentaies ahora difíciles de ubicár, algunos de estos documentos pueden encontrarse en las co~eccionesque provienen de las reales audiencias.. Entre los histqriadom que se han preocupado de este aspecto de la esclavitud.pueden consultarse: Vial Correa, 1957 ; Mellafe, ' 1959; Jaramillo Uribe, 1963 ; Lockhart, 1968.

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La legisiación n e p r a portuguesa de Brasii, esta pues, por este motivo, teñida de circunstancias e intereses lod e s con muy frecuentes intervenciones d,&ctas del rey. Estas intervenciones fueron muchas veces solicitadas o indicadas por los obispos y anobispos de Río de Janeiro y de Bahia. En 1711 por ejemplo, a pedido de ellos la Corona trat6 de crear un cargo de solicitador (especie de juez), especialmente para atender los reclamos de los esclavos por malos tratos y abusos de sus amos; el intento no r o ~ p e r 6 . ~ ~ ~ dpecialmente los funcionaros españoles quisieron evitar que los negros convivieran con los indios por motivos religiosos; morales, políticos y de protección a los indios. Ya hemos visto c6mo se prohibió que entrasen en América negros del Levante o cualesquiera otros de religión mahometana; y tarnbiCn nos hemos referido a la importancia y notoriedad que adquirieron muchos de los primeros esclavos que actuamn como auxiliares y compañeros de los conqustadores. Los abusos y desmanes que estos negros y otros ladinos y criol1os cometían en los pueblos comunidades indigenas obligaron a tomar una serie de zisposiciones expresadas, por ejemplo, en reales cCdulas de los años 1541, 1551, 1554, 1567, 1592, etc., dadas para diferentes lugares de las Indias, $e estipulaban que los negros no viviesen en b pueblos e los indios, ni los tuviesen a su servicio, ni contratasen negocios con ellos.187 Las abundantes leyes que las autoridades virreinales quisieron poner en práctica para conservar a los pueblos y comunidades indígenas libres de contactos, extorsiones y abusos de personas no indias, resultaron s61o parcialmente eficaces. El asunto se complicó cuando estos pueblos 186 Legidaci6ti impresa aobre esclavos y negros en Brasil puede encontrarse en colecciones como: "C6digo Filipino ou ordenacoes e leis do Reino de Portugal", 1870; "Actas da Camara da .Vila de Sáo Paulo", 19141915; sobre di mismo tema v k e : Hahmeyer Lobo, 1962; Boxer, 1969; prado1 Junior, 1971. Konetzke, 1958-1962; Encinas, 1945; " ~ t c o ~ ~ a c de idn lew de los reinos de las Indias", 9943.

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y sus tierras quedaron aprisionados entre grupos de poblaciones que tenían un alto porcentaje de negros, mulatos y otros mestizos de color. En otros flancos quedaron cercados por estructuras agrarias latifundistas que solo muy limitadambnte absorbían población no india. Las grandes haciendas ganaderas o de economias agrarias mixtas del área andina o de México, de los llanos y las pampas, 'solamente en forma ocasional incorporaron mano de obra esclava o de negros y irnulatos libres. Esto ocurrió únicamente en periodos de expansión de mercados, que no fueron muchos, o de apertura de nuevas regiones a la agricultura. El resto del tiempo las haciendas crearon incluso mecanismos de defensa, fara no permitir en sus límites la instalación de advene izos que vedan de las ciudades y de pueblos mestizos. Los pueblos de indios entonces -especialmente en los siglos xw y XVXIempezaron a sufrir presiones y fenómenos de incorporación de familias o de individuos que muy a menudo fueron negros. Algunos caciques ayudaron en el proceso: amendaron tierras de las comunidades 's~ mulatos y negros libres; casaron a sus hijas con algunos de ellos, con lo cual elementos mestizos de color tuvieron acceso privilegiado a los derechos comunes de los demás miembros indígenas de los pueblos.188 Un estudio de padrones levantados en las cercanías de la ciudad de Cbrdoba, en distritos y pueblos de indios, en los años 1785 y 1792, demostró que una gran cantidad de negros y mulatos vivían entre familias indias, habiéndose asimilado incluso hasta el nivel de su estructura familiar. Algunos de ellos eran regidores y alcaldes de los cabildos de los pueblos.las El problema de las relaciones entre negros, indios y negras y españoles surgió por primera vez en las Antillas, Panamá y México. Posteriormente se fueron aplicando las mismas medidas ensayadas en esos lugares en el resto de las posesiones españolas, modificándolas más o menos profundamente segíin el medio y las circunstancias. Los 18s Gibson, 1964; Mellafe, 1968; Mornu; 1970. GonzAlez, Elda y María Teresa de Mellafe, 196'1.

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inconvenientes surgieron desde un principio en las ciudades, y por eso fueron los cabildos los que comenzaron a preocuparse por reglamentar la convivencia entre los diferentes grupos étnicos. Todos los cabildos de América dictaron disposiciones parecidas, que en lo que nos interesa estaban contenidas en las llamadas ordenanza de policia o de fieles ejecutores, y también en las ordenanza fiara negros o para esclavos. En ellas prohíben a los esclavos portar armas, andar de noche sin licencia de sus amos, entrar en los mercados indígenas, penetrar en pro: piedades privadas, cortar drb.oles y dedicarse al comercio.140 Pero el gran problema, y más que eso, quebradero de cabeza para la Corona, el Consejo de Indias y las autoridades coloniales, fue el cimarronaje. Este fenómeno implicaba varias situaciones distintas, a saber: el motín, el bandolerismo en caminos y poblados -perpetrado: por negros huidos- y el establecimiento de comunidades negras de cimarrones al amparo de k selva o de situaciones geogrhficas favorables. Comunidades que se desarrollaron en constante pugna con las autoridad? y establecimientos coloniales, Las plantaciones tropicales, con sus grandes espacios abiertos de cultivos, con población blanca e indigena mtringida, ubicados en lugares de muy difícil cercamiento y defensa, fueron especialmate propicias al cimarronaje. Hay una conexión indudable entre cultivos agrícolas y cirnmnaje, hasta donde sabemos, en el Perú es compmbable ue el fenómeno recrudecía con las crisis agrícolac, 1% mJas co~sehasy ~ecwiiwi.~~~ Las actividades de 10; negms alzados comenzaron tempranamente. Ya por 1520 el Licenciado Zuazo tuvo que ordenar que en Cuba se castigara con látigo y corte de orejas a muchos esclavos negms que habían sido recapturados después de haber estado escondidos en las serra"iaa. Siguieron asaltos a los pueblos de españoles e indios y a los viajeros y recuas que circulaban por los caminos 140

Mallafe, 1959; "Libros del Cabildo de Lima", 1935, tomo 1. Mellafe, 1959.

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más transitados. Sucedía esto en el:año 1537 en Méxicq d año siguiente en Cuba, en 15.46 en la Isla Española, lue o en el norte de Perú, en 1548 en Honduras, en 1550 en tanta Marta y de nuevo en Perii.'4z Entre 1555 y 1556 hubo cerca de Panamá una sublevación tan importante que el virrey del Perú, marqués de Cañete, que pasaba por la ciudad para hacerse cargo de su gobernaabn, se vio obligado a concertar con ellos un armisticio. E 1573, el corsario Francis Drake, despues de toqar y sa&ear la ciudad de Nombre de Dios, i n c w sionó por sus alrededores y atacó las haciendas, apoyado por los cimarrones de la región. Con esta accibn se vieron confirmados los temores españoles acerca de la importancia política de estos esclavos sublevados. Casi imposible, sería condensar aquí todo el interés y los matices que encerró el cimarmnaje, no desapareci6 en todo el - - que &riodo 0oionial.1~ Fácil es suponer que ante estos peligros las ordenanzm para los negros huidos, dictadas por los obernadores y las audiencias y sancionadas por el rey, ueran de una extrema seveedad, Aunque estas ordenanzas se dieron en diferentes épocas y lugares, según la necesidad lo iba requiriendo, fue la Real Audiencia de Panamá la que entre 1571 y 1574, y como consecuencia de las actividades del corsario Drake, reunió las disposiciones y reales cédulas que ya existían sobre la materia y las actualizó formando un cuerpo legal definitivo para tales delitos. Estas disl42 Saco, 1937-1944; Sauer8 1966; Lockhart, 1968. l a H asta donde sabemos no *existe un libro de conjun~sobre su bibliografia regional abungenerales se puede encontrar Para Brasil: Rodriguez, 1931; 1971. Para .Colombia: 1962; ~$amilloU*, Dalton, 1967; Bamat, Corro, 1951; DavidUruguay: CarvalhoBrito Figucn, 1960;

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po$iciones fueron incorporadac.en 1680 en la 'Recopitación de las leyes de 10s reinos de Las Indias, pasando a con& tituir los procedimientos definitivos contra los ,cimarrones. Las disposiciones fundamentales de estas leyes podrían resumirse así: los gastos efectuados en la captura de negros fugitivos debían prorratearse entre la Real Hacienda y los particulares beneficiados, para lo cual en muchas ciudades se crearon fondos especiales. Las penas más importantes eran: por 4 días de ausencia, 50 azotes. Por 8 días de huido a una distancia de una legua de la ciudad, 100 azotes y una calza de hierro de 12 libras de peso en un pie por dos meses. Si el esclavo había huido por un pe"do menor de 4 meses fuera de la ciudad, pero sin , mezclarse con cimarrones, 100 azotes por la primera vez i y destierro por la segunda; si se había juntado can cimarrones, se le agregaban otros 100 azotes. El andar huido ) m83 de 6 meses, con cimarrones o no, pero cometiendo , algún delito, merecía la pena de muerte.144 Los castigos por robos, violaciones o asesinatos mere cieron durísimas penas, que fluctuaban y variaban según la región y la kpoca,. El castigo de la castración se acostunbr6 hasta mediados del siglo xvr, y subsistieron las mutilaciones de miembros y la muerte lenta en diferentes formas.*'" La nueva concepcibn del ser humano que la Ilustración aport6 produjo una serie de cambios en la legislacibn esdavista, a travCs de la acción de monarca y primeros ministros del Despotismo Ilustrado peninsular de la segunda mitad del siglo xvm. Se komenzó a vivir entonces bajo una fuerte presión ideol6gica antiesclavista, pero Csta se estrelló contra situaciones prscticas e intereses bien concretos, contra el aumento de prejuicios y pdcticas segregacionistas.

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Encinas, 1945. "Recopilaci6n de las leyes de los Reinos de Las Indias", 1943 ; Vial Correa, - 1957 ; Mellafe, 1959. Muchaa ordnawas hechas por los cabiidos en el siglo xw han sido pubiicadas, d a s e por ejemplo, Urueta, 1887.1891, vol. 11. 146 Vdase nota anterior.

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Pombal, el ministro ilustrado de l a Coronq Portuguesa, promulg6 entre 1761 y 1773 una serie de lbyes en que, además de abolir en el reino de Portugal viejas y odiosas distinciones entre cristianos viejos y cristianos nuevos, por ejemplo, proclamó la libertad de vientre para los negros esclavos que allí vivían y la libertad para aquellos que ingresaran al reino. Respecto a Brasil, el mismo ministro, introdujo algunas modificaciones de importancia en relaci6n al trato y control de los esclavos, especialmente en los lugares auriferos o en otras como Cerro Frío, donde desde 1729 se ocupaba gran cantidad de negros en la obtención de diamantes. Se encargó a los intendentes de estas regiones el cumplimiento de tales innovaciones. Posteriormente, con la publicación del "Códegi Criminal do Imperio do Brasil", se trató de suprimir desde el punto de vista legal al nos crueles castigos, tal como el de colocar una pesa a calza de hierro a los negros que tenían antecedentes de fuga.14% Como ocurrió muchas veces con la legislación reformista promulgada por gobernantes ilustrados, la misma obedecía más a presiones intelectuales que a la factibilidad de reordenar situaciones prácticas. No hay que pensar pues que la humanizacián de las leyes relativas a los esclavos produjo un verdadero alivio al ambiente represivo y cruel de la vida de las plantaciones y de algunas zonas mineras. Muchas de las ordenanzas dictadas por Pombal, por ejemplo, sirvieron para terminar de coartar la poquísima autonomía que siempre los negms habían tenido en las minas. Nunca como en aquellos afios, y en el siglo siguiente, los negros fueron más brutalmente tratados ni más segregados. Los hacendados cañeros y los mineros, a travhs de los Municipios, siguieron dictando las normas de castigo y persecucibn que convinieron a sus propios intereses y circunstancias. Cosa parecida o quizá peor sucedía en las colonias españolas. El nuevo Código Negrero que Carlos W pro-

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'Y26digo Criminal do Imp6rio do Brasil", 1830; Boxer,

1962. Lahmeyer Lobo, 1962; Caio Prado, 1971. l

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mulgara en una Real Cédula de 1789 levantó tales protestas de parte de los amos de esclavos de regiones tropicales, especialmente de Caracas, La Habana, Bogotá y Santo Domingo, gue su aplicación hubo de suspenderse en 1794.1'7 La presión intelectual y el ambiente social de Am6rica Latina no tenían nada en común durante la segunda mitad del siglo xvm y primeros años del siguiente. Una sucesión de crisis econ6micas regionales n lo largo de todo el continente, el aumento exorbitante de los grupos mestizos blancos y negros, mantenían a una población marginada que desbordaba caminos y pueblos. Mineros y plantadores tenían casi continuamente problemas para proveerse de nuevas cargazones de trabajadores esclavos y no podían o temían tomar bajo contrato salarial a aquella población flotantes y ociosa, que se dedicaba a pedir limosna, al pillaje y al robo. Los esclavos de obrajes, trapiches y moliendas, aplastados por el trabajo agotador y por la condición inhumana en que vivían se sublevaban cuando podían y huían a despoblados para unirse a grupos de vagabundos y bandidos. No hubo por esos años hacienda de caña importante que no mantuviese un fuerte contingente armado de fnestizos para defenderse tanto del ataque de grupos exteriores, como de sublevaciones de los esclavos aprisionados dentro de las Areas de cultivo. El orden y el control de una sociedad tan dispar, con que habían soñado los reyes absolutistas del siglo xw -y que en parte habían logrado- estaba desapareciendo definitivamente. El Estado era ahora una d4bil entidad, el poder radicaba bás, bien en el número de cuadrilleros armados que podan mantener los grandes terratenientes y mineros. Inc uso una buena parte de los ejércitos reales, especialmente en provincias, dependían del mismo factor. Y no es casual v e en muchos lugares los negros libres y mulatos de primera generación también libres fueran excluidos de las milicias y regimientos reg~1ares.l~~ 147 1'8

Leal, 1961. Prado, 1971.

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En este horizonte econ&*-social, el cimarronaje creció enormemente. En alguno4 lugares se hizo endémico, produciendo sublevaciones y a'taques con cuerpos armados de esclavos en forma casi regular. En la regibn de Bahía, por ejemplo, hubo. conspira~onesy revueltas en los años 1800, 1809, 1&13, 1816, 1826, 1828, 1830 y 1835,14@ En venimela -de la- segunda mitad del siglo vxv~u,por su parte, se estimaba la existencia de entre 30 000 y 40 000 negros y mestizos sublevados, en tanto que tomando en cuenta a todas las provincias de esta gobernación, estallaron insurrecciones en los años 1732, 1749, 1751, 1755, 1760, 1765, 1770, 1771, 1774, 1776, 1786, 1787, 1789, 1790, 1794, 1795, 1798 y 1799.150 En los siglos .XVIIXy xnr los palenques y quilombos de los negros sublevados fueron diferentes que en épocas' anteriores. Muchas veces sobrepasaron la calidad de pequeñas fortalezas escondidas .en lugares poco accesibles, Ilegando a ser verdaderos pueblos con extensas empalizadas y murallas en un complejo urbano defensivo mucho más eficaz. El conjunto sublevado ya no fue una docena de negros y mulatos fugados, tuvo representación étnica completa, incluyendo muchas veces unos cuantos criollos blancos y hasta europeos. Mas que grupos tribales ,que trataban de reproducir sus orígenes africanos, formaron ahora organizaciones político-militares sofisticadas imitando las formas de gobierno urbanos de las ciudades coloniales, Hubo también un fuerte sincretismo religioso dentro del palenque, combinado con formas mesiánicas cada vez más claras.l8* Fácil resulta entender or qué S. intentos de humanizaci6n de la esclavitud &ron letra muerta y que aún por lo contrario, se activaron o se crearon nuevos reglamentos destinados a combatir e1 cirnarronaje. Efectivamente, por lo menos para las colonias hispanas se puRodriguez, 1931; Prado, 1971. Brito Figueroa, 196% Acosta Signes, 1962. Obras indicadas en la nota niimero 149 de este mismo capitulo. Además Bastide, 1967. 149 160 161

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blicaron en 1796, 1820 y 1824 reales brdenes que insistían en el problema. Esta vez se legislaba más cuidadosamente sobre la forma de recapturar esclavos, ya que la escasez de negros estaba afectando seriamente a la producción tropical de las zonas que aún por esa fecha estaban bajo el control de la Corona Españ01a.l~~ Los organismos de gobierno y justicia coloniales trataron de mitigar los efectos económicos y sociales que resultaban de la esclavitud improductiva y del vagabundaje. Existía, por otra parte, el problema de muchos esclavos que por diversos motivos alcanzaban su manumisión y engrosaban los contingentes de trabajadores libres y asalariados y el vagabundaje. A estos negros libres u honos, como se les llamaba, se las considerb como sfibditos de la Corona Española y a ellos fueron extendidos los derechos y obligaciones que tal categoría presuponía. Para ser considerados súbditos debieron pagar una capitación o tributo de vasallaje, similar al que pagaban los indios, que en el siglo xw se estimó en 12 reales anuales, pero que en la prhtica fue resistido y nunca enteramente cobrad0.~8s Contra la esclavitud improductiva y el vagabundaje, fenómeno tan relacionado con las crisis económicas y sociales y hasta con la seguridad interior y exterior del Estado, se tomaron dos categorías diferentes de precauciones, Las medidas directas, que fueron dictadas por los o anismos de gobierno desde los primeros decenios de v#a institucional en cada región de America, no permitían que ningfin negro, fuese libre o esclavo, viviese sin estar asentado con algún amo o empresario, o no tuviese ocupación, oficio o vivienda conocida. La relade la obligatoriedad de estas disposiciones fue murectificada por los empresarios de obra que dichos sectores sol Un ejemplo entre otros, es, una pe16'

Corwin, 1967; Dalton, 1967.

la Konetzke, 1953- 1962.

tición, al virrey, de los mineros de Mexico, en 1601, para que compeliera a los negros, mbaigos y mulatos libres a trabajar en las rninas.l5' Entre las medidas indirectas más notables está la creación en los primeros decenios del siglo xvn, de cuerpos amados conocidos con el nombre de compañia de negros y mulatos libres o, más generahente, compafilm de pardos. Parece ésta una de las soluciones parciales más acertadas que tomó la metrópoli para obtener alguna utilidad y control de una población cada vez más numerosa, que eludía insistentemente el ideal político ciudadano de la epoca. La creación de estos cuerpos amados se produce a 'comienzos del siglo xvu y se intensifica en la medida que el Estado es incapaz de mantener un ejército real suficiente para la defensa de todas las colonias americanas y que las estructuras estatales de control social se debilitan, 10 menos en comparación con la efectividad exhibi a en la centuria anterior.lm , Los gobernantes coloniales comprendieron durante el periodo de la Conquista la imposibilidad de mantener un orden y control social sin un conocimiento y contacto directo con aquella sociedad nueva, que espontáneamente se creaba y mezclaba en Amdrica. Ninguna de las medi: das antes enumeradas podía ser efectiva si no se sabia cuántos negros había en cada región y ciudad, cbmo vivían qu6 producían. Por este motivo se encargó a los cabil&s que hicieran empadronamiento de la población de servicio de las ciudades, a las curas árrocos que abrieran libros de registros parroquiales bautismoi, matrimonios y defunciones por separado, de acuerdo con o grupos étnicos de sus feligresías. Posteriorreales audiencias, los corregidores, los visita-

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164 Muchos datos y ejemplos sobre intentos del control do vagabundos en las colonias españolas ae pueden encontrar en: Konetzke, 1953-1962; Martin, ,1957; Corwin, 1967. Para Brasil los hay en Boxer, 1969. 165 4'Recopilaci6n de las leyes de los reinos de Las indias9'. 1943 ; Konetzke, 1953-1962; Lahmeyer Lobo, 1962 ; Prado, 1971.

dores de minas, etc., recibieron instrucciones precisas sobre este punto. Las indagaciones de .orden socio-dernograico que tal política implicaba fueron intensificadas cuando la esclavitud improductiva, el ahorram'ento o manumisión, el vagabundaje y el cimarronaje se convirtieron en males coloniales endémicos. Entonces se obligó a los que poseian mano de obra negra a que declarasen cuantos esclavos tenían y dbnde, y que dieran noticia, so pena de severo castigo, de la huida o delitos de ellos.16e Al mismo tiempo se actualizaron y completaron antiguas disposiciones de las ordenanzas de policía que prohibían vender bebidas espirituosas a los negros, que regimentaban los juegos de azar y los bailes. En algunos lugares se .trató de agruparlos en pueblos de administración autónoma y de restringir su libre circulación mediante una célula que acreditaba la existencia de un amo o emplead~r.~~~ La Iglesia Católica, por su parte, que aparece como uno de los más fuertes organismos de control social, redobla por estos años la labor evangelizadora entre los esclavos, y da cabida a la proliferación de cofradías de negros en todas las parroquias importantes. En la ciudad de Lima de mediados del siglo XVII existían 18 cofradías de n e p s y mulatos. La cofradía aparece claramente por estos años como una institución social amparadora y encauzadora del tiempo libre y hasta de la ociosidad del elemento étnico negro a través de la libre expresión de 166 Laa indagaciones de carácter social y demográfico destinadas al control de la sociedad estuvieron generalmente mezcladas con cuestiones de orden tributario, salarial, etc. Mellafe, 1967, 1972. Algunos de estos documentos están publicados, véase por ejemplo, Apolant, 1968. Resultan también útiles: HarthTerré, 1965. Mellde, 1967. Love, 1971. 157 Urueta, 1887-1891, vol. 1, Archivo Nacional del Perú, sección Histórica, Esclavos, legajo 1; Biblioteca Municipal de , V, VI11 y XIII. Lima, Cedulario del. Cabildo, vols. 1

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los objetos cul$urales expresivos de recreación importados de Africa.la8 Las castas y el afromestko

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Toda sociedad esclavista de+ mantener una fuerte estratificación de sus clases roci~espara subsistir. España y Portugal la crean en Indias y la justifican con motivos religiosos,' tutelares, señoriales y de buen gobierno político, El ideal de la política social española fue que los españoles se casasen con españolas, los indios con indias y los esclavos negros con negras, De este modo habría resultado un perfil social de tres grandes grupos : una minoría blanca española, 91.19sustentaría el poder político y económico, un gran sustrato indígena en un segundo plano y un extenso grupo de esclavos que constituirían, y así fue en la práctica, la capa social más baja, despreciable y vil por su origen desconocido, manchada por pecados heréticos. En la realidad, sin embargo, esto no fue posible; los tres grupos étnicos fundamentales se mezclaron profusamente hacia arriba y hacia abajo, formando un confuso mosaico que los mismos españoles llamaron castru. Muchos elementos distintos concurrieron a la formación de castas, Los mismos españoles intervinieron activamente, en ellas y en diferente forma a lo largo de tres siglos: las uniones sexuales, legítimas o no, tienden a ser de españoles con indias y negras en el siglo XVI; en el siguiente, con mestizas de indios, negros y españoles; y en el siglo xvn~,casi exclusivamente con euromestizas, es decir, con criollas y mestizas predominantemente blancas. En el siglo XVI, en el lapso que ocupa la Conquista, se pudo mantener una separación de estratos sociales más o menos fácil y clara. Las únicas excepciones de consideración fuerori$las prerrogativas y privilegios de blancos concedidos a los grupos de indios nobles, bajo la denomi-

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nacidn general de caciques, y;l,as otorgadas a los negms que habían actuado fiel y utilmente en la Conquista Pero en los dos últimos decenios del mismo siglo y primeros del siguiente, según la región, y comenzando por las áreas urbanas, existe una complicada nomenclatura de castas. Las relaciones entre los grupos negros y blancos fueron mucho m&r libres, sin continuas presiones de cardrcter legal -menos formales- en las colonias portuguesas del Nuevo Mundo. Esto fue especialmente cierta a travks del concubinato de amos blancos con esclavas negras y mulatas. Pero lo' que pudo aceptarse como costumbre universalmente permitida en la sociedad esclavista brasilera, no pudo serlo desde el punto de bista de la ordenación de los estratos sociales, que implida .tambi&nuna confonnación dada en la estructura del poder. Por tal motivo, la segregación y la violencia con el esclavo fue al mismo tiempo más fuerte precisamente en aquellas regiones en que aparentemente las relaciones humanas de la vida cotidiana eran más liberales. Más que eso, tal dicotomía produjo en el grupo blanco .formas de rechazos que e? raizaron en esquemas psicológico-sociales de matices mríltiples y profundos, que prácticamente subsisten hasta hoy.lSD 1 El hecho de que gran parte de esta liberalidad debe &ntendersedesde el punto de vlsta sexual tiene múltiples bonexiones con el tema del mestizaje. Hay una serie de bnbmenos histdricos acondicionantes y explicativos. Veamos algunos: más de un siglo de aventura expansiva portuguesa, anterior al asentamiento en Brasil, puso a este pueblo en contacto con sociedades opulentas y poligínicas, en las. cuales se colocaron en posición política y económicamente dominante transformando el contenido de poder y prestigio social polighico en concubinato. La corriente migratoria portuguesa del Viejo al Nuevo Mundo, en comparación con la castellana tuvo una pro-

porción menos y más tardía de mujeres europeas. También en comparacidn con la colonización española, el tipo de sociedad aborigen que los portugueses Cncontraron fue, en general, menos avanzada culturalmente, mas belicosa y por lo tanto aparece en gran medida marginada del proceso colonial, siendo la relación esclavo-amo la prevaleciente hasta el siglo xur, Por ello, el matrimonio entre portugueses e indias, como forma política de alianza entre el invasor y las dlites aborigenes, no fue conocido en Brasil, en c~rcunstanciasque los lusitanos lo acostumbraron en conquistas de otros continentes y que los castellanos la explotaron largamente en México y Pertí.ld0 Desde el ángulo del mestizaje, todo lo expresado anteriormente hizo que en Brasil el grupo de mestizos más importante por su extensión y por la atención que concitó en forma privada y estatal fuera el mulato -unión de blanco con negro- más bien que el producto de cruces de blancos con indios o de negros con indios. Lo ue no quiere decir que no existieran alli todas las posibili!ades y representaciones de uniones de @pos y subgrupos Ctnicos. De todos los estratos sociales, los más bajos e inferiores, denominados matar r a z a o malas castas, eran los de mayor pigmentación negra, resultando los negros puros ubicadps en el último peldaño social. Cuando los grupos minoritarios blancos se percataron de la imposibilidad de detenek o evitar la proliferacidn de castas y el empuje ascensonial de kstas, intensificaron las medidas discriminatorias segregacionistas. Aunque estas medidas afectaban, aumentando en intensidad, a todos los individuos que no fueran europeos, sin duda que los más afectados, marginados de la notoriedad social, del mando, de las actividades mis productivas, y a menudo de los centros culturales y posibilidades eclesiásticas, fueron los negms y los mestizos de color. Aunque las grandes líneas de la segregación e s t h tachonadas de excepciones, una reiterada presencia y repe160

Gonzblez, Elda y blando Mellafe, 1965.

tición de ordenanzas y leyes prohibitivas limitaba todas las posibilidades y aspectos de la vida de los negros y de todos los individuos de color qusbrada. Ya hemos visto algunas de tales limitaciones, pero hay muchas más, llegaban hasta a imponer al tipo de vestimenta y alime tacibn, a negar la mayoría de los oficios en el maestros y hasta a prohibir que fueron enterrados en ataúdes, pues éstos 8610 debían ser usados por españo1es.l" 'Pero cuáles eran estas castas de color quebrado? Las variantes de tegumentación que dio el elemento étnico negro fueron niimerosisimas, imposibles materialmente de describir en este equeño libro, pero podemos agruparlas en categorías m s grandes, comúnmente usadas en la epoca: los dos grupos m8s importantes fueron el de los mulatos y el de los pardos o zambos; el primero implica un porcentaje variable de mezcla con blanco, y el segundo, , i p f l cosa con indio. Estos dos grandes troncos se subdrvidian a su vez de la siguiente manera:

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1) Mulato propiamente dicho o mulato blanco, resultante del cruce europeo y negro.

2 ) Mulato morisco o simplemente morisco -denominado brancar80 en Brasil- resultado de la mezcla de blanco con mulata blanca. No hay que confundir esta casta con la de morisco, como extensivamente se llamaba en el siglo xvx a los esclavos mahometanos del norte de Africa El mulato morisco solía ser rubio y de ojos claros, tendfa a pasar por criollo euromestizo o como espafiol o 161 La bibliografía sobre mestizaje es abundantisima; son desde luego fitiles casi todas las obras ya mencionadas en las notas anteriores del presente capítulo. Una buena revisión crítica del problema en Morner, 1966. Además, anotamos en forma especial los siguientes autores: obras generales. Pérez de Barrada, 19.8; Rosenblat, 1954; Morner, 1956, 1967 y 1970. Para Argentina Endrek, 1966, 1967. Para Colombia: Jaramillo Uribe, 1967. Para México, Roncal, 1944; Aguirre Beltrán, 1946. Para el Perú: HarthTerré, 1965; Gutiénez Seco, 1965; Romero, 1965. Para el Uruguay: Pereda ValdQ, 1997-1940.

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portugués, ~iendo comúnmente aceptado como tal en el siglo m. 3) Mulato pricto, pardavasco en Brasil, era el hijo de negro y mulata parda (cuyo origen veremos luego), y d e bid0 a su color bkstante -m tendía a pasar por negro.

4) Los pardos o zambosJ que resultaban de la unión de negros w n indias, fueron de los mestizos m& comunes en las posesionks espaiiolas. S e g h el tono de la piel, esta casta sufría una frondosa subdivisión, que incluso varió bastante de acuerdo con las provincias indianas: todos loa llamados cochos, cambujosJ chinos, joroohos, loros, etc., pertenecen a este grupo. Los grupos generales más importantes eran: los mulatos lobos o lobos, del cruce de pardo con indio y el alobado indio alobado, en que prevaiecían las características infkenas y que ppraban a menudo por tales. Ya hemos expresado que en las colonias portuguesas de América este grupo de mestizos fue menos numeroso, pero no menos rico en posibilidades de variedad de tipos. Los vocablos: cabard, C ~ ~ U S Ooariboca , o curiboca, se usaron regionaheate para designar a los individuos provenientes de estas categorías de cruces raciales. Hay otros incluso, como oabraJ que indica una vaga proporción de sangre blanca en la ascendencialea 5) Cuando en la colonia se hablaba de mestizo, sin otra determinación, se entendía una mezcla de blanco e indio, dejándose la palabra criolla para designar a los individuos de apariencia absolutamente europea. La combinación de este extenso sector sociai de mestizos con negros o mulatos 182 Es necesario aclarar que la expresión zambo, a diferencia de la misma fhiabra en las colonias inglesas de NorteamCrica, no invducra ninguna calificación psicológica en América Latina. Por otra parte, la expresión pardo fue usada en forma un poco vaga tanto por españoles como por lusitanos, cuando solian emplearla también para designar al grupo que aquí hemos llamado mulato. Entre los portugueses, por Gltimo, solía usarse el vocablo mameZuco indistintamente para designar a una persona descendiente de negro e indio o de blanco e indio.

dio origen a otra serie de subgrupos. Los más ccinocidos fueron: el mestizo Prieto, que resultaba de la unión del mestizo propiamente dicho y negra y que se confundía con el mulato; el mestizo pardo, llamado coyote en México, resultado de la unión de mestizo blanco con mulata parda.188

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Los fenómenos de pase y dispersión

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Gamo se ve, la linea de color era bastante compleja y matizada, Los españoles insistieron en esta clasificación colorida especialmente cuando las castas amenazaban rebasar la estratificaci6n que tan rigurosamente habian construido. En el siglo XVII las denominaciones arriba anotadas son de uso corriente, con ligeras variaciones regionales. En

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a partir del negro puro. clasdicaciones. de gabie ilustradas' con pin-

fueron usados por el pueblo ni por las autoridades de la época.1a4 En cuanto a SU importancia inum6rica, la tendencia constante de las castas era la de crecer en sus denominaciones extremas en las posesiones españolas. Los más comunes no eran los negros, ni los mulatos y pardos pro/

de este capitulo.

132

piamente dichos, sino los subgrupos de estas grandes divisiones, En otras palabras, la tendencia de los negros era dejar de ser negros, al rnárgen del status de esclavos o de libres. Variadas razones obraban para que paulatinamente se cumpliera el pase del negro a las castas de menor pigmentación oscura y para que se rompiera la despreciada línea de color. Fue siempre preocupaci6n de espafioles y criollos casar a los esclavos. Reales cédulas de 1526 y 1541 declaraban que los hijos de esclavos no eran libres "a pesar de contrariar las leyes del reino (de Castilla)",que rezaban en sentido totalmente opuesto. De esto resultaba que podía ser un buen ne ocio si las esclavas tenían crfas. Tambiin significaba que fa esclavitud por nacimiento en América estaba especialmente ligada a la línea materna. Sucedía que los amos casaban a los negros con indias y la leyes anteriores se entendían aplicables para el caso d que padre y madre fueran esclavos, pero si una esclava n gra, casada o no, tenía hijos, se:entendia que los niños eran esclavos, aunque fueran hijos de un hombre libre de cualquier cahta. A pesar de que reales cédulas de 1527 y 1551 ordenaban que por todos los medios se tratara de que los negros se casasen con negras y que se evitara el amancebamiento de esclavos con indias, ocurría precisamente lo que se quería evitar. Por una parte, la proporción de hombres y mujeres importados del Africa era muy desigual: hasta 1640 por lo menos, aproximadamente un tercio de los esclavos introducidos eran mujeres. Por otra parte, estas negras tendían a unirse sexualmente con españoles o mestizos blancos. Existía de parte de ellas el interh de que sus hijos no fueran esclavos, y la costumbre era que los amos dieran libertad a los hijos que tenían de sus esclavas. Incluso las Leyes de Indias señalaban que los padres tendrían preferencia en la compra de un pequeño esclavo si se trataba de su hijo.ld6 166 4'Recopilaci6n de las Leyes de los Reinos de Las Indias", 1943.

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De este modo, la posibilidad de uniOn que quedaba al negro era con india o mestiza de color, cuestión que fue bien acogida por encomenderos y hombres de empresa, pues aunque la descendencia no resultaba esclava engrosaba a la larga la encomienda o la fuerza- de trabajo que estaba bajo su control. En Hispanoamérica el pase de la línea de color se produda, pues, como fenómeno normal al ir perdiendo el esclavo los caracteres negroides por cruces sucesivos, ya sea acercándose al mestizo con apariencia india o con ca-' racteres predominantes blancos, La preferencia general era de ser considerado euromestizo para acercarse al status social del blanco. En este pase, fuera del blanqueamiento por cruce y del proceso de aculturación que llegaba hasta el modo de vestirse y la manera de hablar, intervenía también con mucha frecuencia un elemento económico. Un mulato blanco o un morisco! por ejemplo, p?día ser inscrito como blanco o más comunmente como cnollo en el momento del bautismo y de los empadronamientos de barrios y de parroquias, pero esto suponía sobornar al encargado de la inscripción. El otro camino era simplemente comprar el título de blanco, pagando una elevada suma a las autoridades centrales, operación que se denominaba gracia al sacar.led Otro mecanismo de la dispersión y pase era ser con( siderado indio, especiaimente en el siglo xvm, aunque en épocas anteriores, en muchas zonas de América, fue referible ser esclavo. Ocurrió que la capitación que d e lían pagar los mulatos y zambos solía sea mayor que la :, de los indios, teniendo estos últimos otras exenciones y derechos, especialmente el usufructo de la tierra, a la G que los mestizos de color no podían llegar a menos que " la compraran. ' Pero tan importante como el blanqueamiento fue para negros y mulatos dejar de ser esclavos, en relación a lo cual existió tanto en la legislación medieval ibbrica

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VCaae bibliografía indicada en la nota 161 de este capitulo.

Ademáe, King, 1931,

como en la colonial, series completas de leyes que reqlamentaban tal posibilidad. La n i a n d 6 n , o ahdrramwnto, como. m'& comúnmente se llam6 en las colonias españolas, se podía conseguir de dos maneras generales: a) por comprii de la libertad que el esclavo hacia de sí mismo y 6 ) por disposición testamentaria. En el primer caso existía un acuerdo previo entre un amo y un esclavo o un representante legal de este, En tal acuerdo no siempre fue indispensable que la condición fundamental se basara en el pago que el esclavo debía hacer de sí rnipmo, ya que muchas veces se estipulaba realizar ciertos trabajos, acompañar al amo en algún viaje o expedición riesgosa, etc. Se hacia entonces un documento notarial que se denominó compromiro de ahorramiento, en el que se anotaban las condiciones por ambos aceptadas. Para las colonias espafiolas conocemos unos pocos casos en que la justicia obligó a un amo a firmar tal compromiso como compensación al esclavo por un delito cometido contra 61. Mucho más frecuente es el caso en que un esclavo encuentra a una tercera persona que, por hacerme buena obra, como re zaban los documentos legde , pagara por su libertad. En esta ouri6n existía tambibf un acuerdo escrito entre el benefactor y el propietario del negro. Son de esta Gltima modalidad frecuentes los casos en que los padres. como pran libertad de. sus hijos y los maridos la de sus mujeres.le7 -? E1 estado 'kcon6mico de las distintas zonas del Continente tuvo relación directa con el aumento del nr'lmero de negros horror' o ex esclavos. Las frecuentes crisis económicas zonales: cambios de mercados, agotamiento de minas, periodos largos de malas cosechas o sequias, hizo que muchos empresarios quedaran con apreciables cantidades de esclavos sin trabajos productivos. Normalmente estos esclavos fueron vendidos en otras regiones donde

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Numerosos ejemplos pueden encontrarse en las Colecciones notaricrles de los archivos nacionales de muchos pafses latinoama ricanos. Véase bibliografía al final de este libro. 167

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hacía falta mano de obra, pero también se liberaba a muchos después de concertar d erentes tipos de compensaciones, En la región Caribe y Circuncaribe española del siglo x m -pero especialmente en Cuba- apareció una forma de ahorramiento que involucra la obligatoriedad de la compra de la libertad, a la cual se llar& coartación. La circunstancia de ser deficitario el aprovisions~ miento de esclavos por aquella época hizo que la coartación se transformara en diferentes maneras de burlar

taron comportamientos defensivos y beligerantes, pasando por un campo más o menos neutral, que sería el me* tizaje mn tendencia al blanqueamiento. Si nos olvidamos del lapso en que el negro aparece como un elemento de apoyatura a la penetrad& europea en el continente podremos aislar diferentes actitudes del esclavo, que involucran unas pocas alianzas de conveniencia 7 muchas formas de ataque contra el grupo que al fin se individualizb como su enemigo por excelencia, el hombre blanco. Los mecanismos de respuesta al estado de opresidn que r creó la sociedad esclavista fueron desde reacciones inco cientes, o quizás parcialmente conscientes, hasta las abs lutamente pensadas y puestas en práctica con infinitos sufrimientos y riesgos de la vida. Entre las primeras podríamos clasificar el servilismo resignado, el concubinato y las relaciones amodaticias y ascensionales que resultaban del compadrazgo. Todos estos mecanismos eran muy importantes en el contexto social de la época. El estudio de matrimonios y bautizos de la ciudad de Lima del siglo XVI, por ejemplo, nos dicen que los padrinos que escogían los esclavos, negros mulatos libres en estos actos sociales, fueron en un &o porcentaje personas libres y de un status socioeconómico mucho más alto que los novios o el reci6n nacido, Podemos suponer que cosa parecida sucedia en la mayorla de las grandes ciudades de las colonias y que el efecto acumulativo de este fenómeno social terminó por formar, generación tras generación, una especie de frente protectivo a un buen porcentaje de los esclavos y mestizos de color urbano.lTOEn consonancia con todo esto habría ue recordar ac8 lo ya ex resado en paginas anteriores solre la notoriedad que sopan alcanzar algunos negros y mulatos en medio de comunidades indígenas y mestizas. La actitud conscientemente defensiva y a menudo beligerante, estaba representada por la fuga, el vagabundaje y el cimarronaje. La concentración regional y tem-

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de variada Indole: haber sido el esclavo un buen y fiel servidor, ofrecimiento de una buena obra por .motivos de conciencia o puramente religiosos, ser el esclavo hijo o sospechoso de paternidad u otro tipo de parentesco.ieg La guerra de castas y las personas endogctmicar ,

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; en: Klein, 1967; Corwin, 1967. [

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Mellafe, Rolindo, Lucía Poblete, etc., ,1967.

poral de la existencia de cimarrones, como las ya ejemplificadas, sugerían un panorama de guerra de castas sin embargo ésta nunca llegó a ser clara. La violencia desatada por las guerras de la independencia durante dos dkcadas, canalizó en otro sentido lo que habría podido llegar a ser una cruenta guerra de castas. No hay duda que en muchas campañas militares de los ejércitos que lucharon en la independencia, integrados en buena proporción por negros,. mulatos, zambos y otros subgrupos de color, éstos desencadenaron episodios muy parecidos a las actividades de los cimarrones. Estos hechos fueron particularmente notables en Río de la Plata y en la Gran Colombia, repitiéndose similarmente muchos años después en Cuba,lT1 En el ambiente de la situación política y económica de los primeros decenios del siglo xnr, pero esta vez en el Caribe, la influencia de la revolución haitiana provocó algunas conspiraciones y sublevaciones de esclavos en Cuba y Santo Domingo que también se diferenciaron de las sublevaciones tradicionales de los cimarrones, pero que -por otra parte- ,tampoco llegaron a unificar conscientemente las motivaciones políticas con choques raciales,lT2 El contenido político y social del proceso de la indcpendencia, así como el del periodo de caudillos regionales que le sucedió, rompieron en gran medida con la armazón jurídica colonial de la segregación, abriendo desconocidos canales a la ascensión de nuevos grupos en el tiraje social. En lugares como Venezuela, que, había tenido algunos de los focos más constantes e importantes del cimarronaje, éste desapareció casi totalmente por el decenio de 1830, prevaleciendo las fugas aisladas e Habría que señalar finalmente que el bandolerismo, tan común a mediados del siglo en todas las repúbücss latinoamericanas, tiene ya otro escenario

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171 172 178

Sales de Bohigas, 1970; Bamet, 1968. Dias Soler, 1953; Jamea, 1963; Corwin, 1967. Lombardi, 1969.

étnico, económico y politico,l con muy pocas o ninguna conexión con el antiguo cimarronaje. Las numerosas sublevaciones de esclavos en el siglo xvm, la entrada de contingentes negros al blanqueamiento por cruces raciales y, por Último, el peligro que las grandes masas de negros,podrían significar en procesos politicos emancipadores, produjeron un importante aumento de los sistemas y de los métodos segregacionistas y represivos. Demás está recalcar que esto ocurrió especialmente en aquellas regiones donde estaban aún en plena vigencia los sistemas productivos esclavistas, Dada las especiales características de la armaz6n legal e institucional de Brasil es fácil suponer que estas reforzadas actitudes se ejercieron a través de la acción de los grupos de plantadores y mineros, que dominaban abu solutamente el nivel provincial del p&, Lo mismo ocurri6 en las colonias tropicales de origen hispánico, aunque acá las costumbres y prácticas de defensa del grupo blanco tendían a quedhr escritas -y legaimente sancionadas- en nuevas leyes, bandos y reglamentos. A las minorías blancas que gobernaban estas regiones no pudo bastarles la derogación de las leyes negreras már humanitarjas de 1789. La distorsión del Imperio Español, que produjeron las guerras de la independencia, sirvió para promulgar nuevos reglamentos, que esta vez tuvieron carácter más regional, pero que en general revivían drásticas penas y precauciones ya conocidas en las colonias y que habían* ido olvidadas o abolidas por los códigos compilados ' e n e l siglo xw. De este corte fue por ejemplo el Reglamento de Esclavos, que el gobernador de Puerto Rico, Miguel de la Torre, puso en vigencia en 1826.1T4 El remozamiento de las leyes represivas fue acompañado de medidas de endogamia de castas, el viejo ideal de una ordenación piramidal de la sociedad a través de la ordenación de matrimonios solamente entre individuos del mismo grupo étnico -que había fracasado en el 174

Díaz Soler, 1953.

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siglo xw- fue de nuevo perseguido ahora para salvaguardar a una sociedad amenazada por importantes y

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j : notoriamente blancos. Posteriormente, una real cédula de 1803, rectificaba la mayoría de edad fijándola en 23 años para los hombres y en 25 para las mujeres. Otra real cédula aún,>del año 1805, agregaba la autorización de las autoridades civiles para todos los matril monios interraciales.lT6Con esta Última dispdsición se cerraba cualquiera posibilidad que pudiera contrariar al grupo dominante, agregando al problema un criterio civil, ordinariamente mucho más drástico que el ecledásti~q>,que frecuentemente fue bcusado de blando m sus JU~CIOS. Muy a menudo las razones .de conciencia que adudan los religiosos esco dían concubinatos, la existencia de hijos ilegítimos, ra os y violencia sexual, cuestiones todas que los p p o s b ncos querían manejar Con carácter eicluyente y de un doble moralidad, que conduch a la presión endogámic .lr*

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175 Algunss de estas disposiciones están publicadas en Konedce, 1953-1962, vol. 111. Comentarha sobre ellas, no necesariamente coincid-entes con los nuestros, en: Corwin, 1967; Klein, 1967; Martlnez Alier, 1971. 176 Interesantes en este punto las conclusiones de Martínez Alier, 1971.

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Abolición y formas de reemplazo de la esclavitud 1 Población, fuerza de trabajo y esclavitud

EL INCREMENTO de la esclavitud negra en las diferentes zonas de Hispanoamérica se produjo en épocas distintas y por distintos motivos. Algunas regiones como la del Caribe necesitaron esclavos negros desde la iniciación de la ocupación europea hasta entrado el si lo xot. En otras, como en México y Chile, parecen ser os años de mediados del siglo xm los que más requieren mana de obra esclava y cuando hay más comercio y entrada de ellos. En el Virreinato Peruano esto parece ocurrir en los primeros decenios del siglo xvm. En los paises del Plata, Venezuela y Colombia, en las últimas dCcadas del mismo siglo. En cuanto a las colonias portuguesas, en el siglo XVIII recibieron más negros que en todo el resto del tiempo que'estuvo allí en vigencia la trata, Un alto porcentaje de los casi dos millones de esclavos ingresados al Brasil en este siglo, llegaron, en realidad, durante los 59 años que corrieron entre 1761 y 1810. Del mismo modo, una proporción mayoritaria de los transportados en el siglo siguiente correspondieron a los entrados en los cuatro primeros decenios?TT La variada intensidad de la necesidad de mano de obra negra en cada provincia de Ambrica aparece siempre dependiendo de una serie de factores bastante complejos, de Indole económica y demo@fico-social. Ya hemos visto, por ejemplo, c6mo los camb~osde estructuras económicas

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Goulart, 1949; Curtin, 1969.

en una provincia de Indias podían producir el cese o el surgimiento del esclavismo en gran escala. Y, al mismo tiempo, que en otras regiones el esclavismo como sistema productivo podia empezar a ser más oneroso que el trabajador asalariado. Pero las regiones de América que hacia los años de la independencia -o poco después- no llegaron a necesitar de la esclavitud para producir fueron verdaderamente excepcionales. El hecho de haber pasado el periodo de incremento no signific6 la decadencia absoluta de la institucibn. También hemos insistido que en que donde subsistió la economía de plantación, siguió asimismo en pie la necesidad de esclavos, y no fue casual que ello ocurriera en las mismas re 'ones donde la población abollegada del europeo o había rigen era muy pequeña a sido aniquilada en los primeros años de ocupación. En otras palabras, la esclavitud negra siguió siend;o útil en aquellas regiones donde no se formó una clase social mestiza abundante, capaz de reemplazar al esclavo en calidad de fuerza de trabajo asalariada. Podemos afirmar que el mestizaje es uno de los factores regionales más importantes de la decadencia de la esclavitud negra en Hispanoamérica. Cuanto qás tempranamente aparece el mestizaje en el cual los mismos negros tomaron parte muy activa, cuanto más rápidamente el mestizo se incorpora a las actividades productoras, tanto más evidente va resultando a los empresarios lo costoso de la mano de obra esclava en comparación con la mano de obra asalariada libre, en forma de peón, inquilino, minero. Aunque en estos días resulta casi imposible mensurar el mestizaje en las diferentes mnas y épocas de la colonia, especiahente el mestizaje de color por los fenómenos ya descritos de pase y dispersión, podemos trazar aquí algunas líneas generales, en relación con los negros. En el capítulo anterior quedó aclarado que el esclavo negro tiende a perder sus caracteres negroides a partir de la segunda o tercera generación de permanencia en

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total de la población; los negros puros, sólo un 0.1 por ciento; los indios, un 60 pof ciento; los euromestizos, un 17.9 por ciento; los indomestizos, el 11.5 por ciento ; y los afromestizos, el 10.1 por ciento. Es decir que México, un poco antes de su independencia política, era casi un país de población pestiza y que la fuerza de trabajo que este sector represeataba podía muy bien quplir con k t o a la esclavitud negra.178 Situaciones parecidas se presentaban en el resto de las colonias hispanoamericanas, con diferencias respecto a la coloración del mestizaje. Venezuela, que habia recibido una fuerte y constante migración negra y donde la población indígena se hqbía extinguido casi totalmente durante la primera centuria, hacia el año 1810 tenia una población blanca y euromestiza que alcanzaba un 20.3 por ciento del total, una poblacibn indígena e indomestiza del 18,,4 por ciento y una población negra y de castas de color del 61.3 por ciento.a7D En el siglo XVIII, Chile había sido una provincia por donde los esclavos pasaban, de contrabando, desde Argentina a Perú y Alto Perú. La densidad de la población negra era poquísima y concentrada especialmente en los 17s Aguirre Beltrgn, 1946; en Irelación a la población indígena vCanse obras de Borah y Cook yn la bibliografia final. 179

Brito Figueroa? 1961; Roaenblat, 1954,

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lazarnientos minera y los pocos valles irrigados Las haciendas ganaderas, trigueras y anktas del resto del país encontraron suficiente mano de obra entre mestizos e indios y, en general, en todo tipo de población que no se distinguía por tener ancestros Ctnicos sin mezcla. Esta situación se reflejaba muy claramente en cifras. El aiio 1778, el Obispo de Santiago, es decir, la mitad norte del país donde se concentraba el 90 por ciento de los esclavos negros, tenía un universo demogrAfico de 241 313 habitantes, de los cuales sólo el 9 p o r ciento era de ne-

entre un 8 y 10 por ciento de toda la población americana. Hacia los años de la Independencia, la poblaci6n puramente negra de Hispanoamérica debió de representar entre un 12 y 15 por ciento de la totalidad; las castas, en cambio, entre uxí 30 y 35 por ciento.lS2 Cuando debido a las guerras de la Emancipación, las cargazones de esclavos dejaron de llegar regularmente a las costas americanas, la población mestiza estaba en condiciones de reemplazarlas. No sucedió de este modo antes, porque un sistema económico basado en parte en el esclavismo no podía ser suprimido sin un fuerte colapso, porque la trata negrera no era sólo la clave de tal sistema sino también una pieza polftica muy importante en el concierto internacional de la época y porque los sectores sociales que iban a reemplazar con su trabajo a los esclavos eludieron por mucho tiempo el efectivo control de lasacoronas ibéricas y una correcta ubicación económica en el mundo colonial.

El movimiento ideoldgico antiesclavista y las necesidades coloniales

La proyección hispanoamericana1del surgimiento del mestizaje es bien clara y elocuente. Hacia 1650, cuando adn es vilido el fenómeno continental de la disminucidn acelerada de la población autóctona, el niimero de mestizas era ya mayor que el de los blancos y negros puros comparándolos separadamente,. El primero representaba 180 Archivo Nacional de Santiago d e Chile, Colección Fondo Antiguo, tomo 24, pieza 4. La confusa manera de hacer este recuento de población impide un cálculo aproximado de las otras castas, pero es evidente que se computaron como ss$aiiolas - q u e m a n el 75 por ciento del total de la población- a una gran cantidad de mestizos cuya apariencia era predominantemente blanca, 181 S4nchez-Albornoz y Josd Luis Moreno, 1968.

En las décadas anteriores a la Independencia, muchos sectores de la producción se quejaban de lo antieconómico que resultaba trabajar con negros esclavos, y generalmente culpaban al sistema impositivo y aduanero del alto precio de los esclavos. Por su parte, las compañias negreras quebraban y se sucedlan rápidamente, No cabe duda de que el negocio de la esclavitud no era tan lucrativo hacia 1800 como lo habia sido un siglo atrás. opusieron Sin embargo, estos mismos productores

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182 Esta es s61o nuestra apreciaci6n, otra opinión se puede ver en Rosenblat, 1954. Cuando hablamos aqd de mestizos queremos significar la totalidad de las categorías de castas enumeradas en el capitulo anterior y sin vincular especialmente esta expresión con el proceso de aculturación. Sobre este punto v6ase Borah, 1954.

tenazmente a todas las medidas antiesclavistas de las nuevas repúblicas. No cabe duda tampoco de que a pesar de la existencia' de una fuerza de trabajo asalariado existían sectores de Latinoamérica que aún necesitaban de la esclavitud. La verdad es que si no hubieran sucedido imp~rtantesacontecimientos exteriores a las colonias y a sus necesidades regionales, la supervivencia de la trata habría sido más larga. Desde fray Bartolomé de las Casas en adelante la esclavitud negra y el tráfico a que daba lugar, siempre tuvo detractores y hasta encarnizados enemigos. Uno de los más notables fue el jesuita fray Alonso de Sandoval, ' que a principios del siglo xvr~discutía la legitimidad de' la esclavitud y condenaba la manera en que los negreros completaban las cargazones, opiniones que fueran aplaudidas por muchos religiosos de la época.laa El Papa Urbano VIII, en una bula fechada el 22 de abril de 1639, condenaba la trata negrera, señalándola como un medio ara privar de libertad a los hombres. Hacia 1689, mu$os misioneros predicaban en el Africa contra la esclavitud y su. comercio y, en 1741, el Papa Benito YIV repetía los conceptos de la bula de 1639.1a4 El siglo XMII fue particularmente rico én literatura antiesclavista y. en proposiciones para mejorar las condiciones jurídicas y reales de la gente de color en todo el Continente. En Brasil fueron notables las actividades y los escritos que en este sentido procuraron los jesuítas Giovanni Antonio Andreoni y Jorge Benci, Sin embargo, el hecho de que 4 primero escribiera bajo pseudbnimo y que posteriormente otros escritos del mismo tenor defensivo del africano aparecieran en forma anónima, nos da una idea sobre el ambiente poco propicio que este tipo de libros y panfletos encontraban en la sociedad esclavista de su tiempo.lS6 Por otra parte circularon muy restringidamente, sin ser conocidos por una cantidad N siquiera re@ 1"

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Sandoval, 1956. Saco,, ,1937-1944. Véase, por ejemplo, Boxer, 1963.

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de habitantes de las colonias. No creemos pues que estos influencia en el bn de los esclavos

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en la región de Orizaba.lW La abolición del tráfico abominable or la Corona Inglesa en sus posesiones dn el año 180P, fue un paso fundamental. Este hecho ha116 favorable repercusión en el espíritu de las primeras juntas al comienzo de las luchas por la independencia de Hispanoamérica, La abolición del tráfico fue declarada por la Suprema Junta de Caracas en 1810;.por Hidalgo, en México el mismo año; el Congreso Chileno lo hizo en 1811, y el gobierno dé Buenos Aires en 1812187 Clavijero, 1917; Cavo, 1836; MCnd-a, 1962, 187 Para, los temas de la súpredión del &Mico de esclavos y -el proceso de emancipación de éstos, que le precedió, puede consultarse, en general: Kidg, 1944; Sales de Bohigas, 1970. Respecto a los títuíos recomendables por regiones, podríamos enumerar los siguientes: Brasil;- Hill, 193 1; Adamq 1932; Martin, 1933; Goulart, 1949; Nabuco, 1949; Graham, 1966; Toplin, 1969; Bethell, 1970. Para Chile: "Sesiones de los Cuerpos Legislativos de la RepGblica de Chile; 181 1 a 1845", 1887-1908, -vols. 1 y 11; Bravo Hyley, 1917; Feli- Cniz, 1942. Centro América: Martlnez DurBn, Carlos t y Daniel Contreras,, 1962, Para Colombia: Zuleta, 1915; Posada, Eduardo y Restrepo Canals, Carlos, 1933186

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La campaña abolicionista llegó en 1811 hasta las Cortes Constituyentes de Cádiz, donde el diputadoirepresentante de México presentó una hoción para liquidar el comercio de esclavos, la cual fue discutida y atacada. La Constitución Española de 1812 no hizo ninguna declaración referente a la esclavitud. Gran Bretaña, que había sido q As la más importante potencia esclavista hasta unos dec nios antes, se convirtió en la más interesada en abolir 1 trata, apareciendo entonces en una política común con las colonias en proceso de independencia. España debió e trar en la misma tendencia y firmó8en 1817 un trat o con Inglaterra en el se declaraba que el tráfico quedada suprimido en e año 1820. , i La posición dilatoria y poca definida de España y Portugal ante el movimiento abol cionista había quedado clara en 1815, en el Congreso de Viena. En esa oportunidad, la declaración antiesclavista de los congresales había contrastado con la efectuada por escrito por -el representante del tq, de España, ea la que se oponía enfátizamente a toda mtervención exterior en esa materia. La frialdad de España respecto de la abolición se explica en parte por la cerrada oposición de algunos interesados 'en la trata, pero especialmente de los representantes de los productores cubanos, que en 1810, 1822 y 1823, elevaron peticiones para evitar que España se comprometiera en una drástica política antiesclavista, La metrópoli no podía 'dejar de escuchar a lo que le restaba s

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1938; Bierck, 1953; ~ern4ndezde Alba, 1956; Jaramillo Uribe, 1969. Para Cuba: Corwin, 1967; Barnet, 1968. Para Ecuador: Bierck, 1953; Pefiaherrera y otros, 1959; ,Martínez, Echardo, 1962. Para México: Aguirre BelMn, 1943; González Navarro, 1970. Para el Paraguay: Nabuco, 1949; Pastore, 1949. Para

del antiguo imperio, en momentos de difícil política internacional. En 1855, .Gran Bretaña insistió obtuvo un nuevo tratado de supresión de la trata y Xertes multa y cas tigos para los transgresores Este tratado se vio reforzado por una bula, diel 3 de noviembre de 1839, en la que además de las expresiones condenatorias para con el comercio de ébano se anunciaba la excomunión de todo eclesiástico o seglar que se dedicara a éI.lae A pesar de todo, el comercio negrero subsistió en España, y en sus colonias hasta el año 1880. Las Cortes Españolas habian emitido una ley definitiva de supresibn en 1871. El camino @e Brasil hacia la abolición del tráfico abominable no fue más fácil ni menos tortuoso que el de las últimas colonias españolas en el Continente. Portugal e Inglaterra habían firmado tratados en 1815 y 1817, que de haberse cumplido habrían conducido a la extinción gradual de la trata, ya que estipulaban la captura de los barcos negreros que no pertenecieran a las partes firmantes y prometían una 'futura ley de abolición. La independencia de Brasil, en 1822, ayudó favorable mente en el proceso, Inglaterra, que en cierto modo garanl tizaba al nuevo Imperio Americano, pudo desde entoncea reiniciar una larga serie de ne ociaciones e influencia8 para conseguir sus fines. En l8f6 se f i d un nuevo s importante tratado en que se daban tres ,años más para ejercer el comercio humano en forma lfcitai y se renovaron las disposiciones, de vigilancia que estipulaban los acuerm dos de 1815 y 1817. Pero de nada sirvieron estas primeras medidas directas que querían estrangular la .entrada de negros a Brasil. La apertura del mercado mundial del cafd provocd una demanda sin precedentes de mano de obra comprada. Desde 1820 a 1830 sigui6 subiendo la cantidad anual de esclavos entrados legal o ilegalmente y permaneció por muchos años alrededor de un promedio de 60 000 afncanos. Tampoco dieron resultados notables las leyes de 1830 188 Saco, 1837-1944; Dtsz Soler, 1953.

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y 1831 ue declaraban libres a todos los esclavos ingresados des& ente, aplicando drásticas penas a los traficantes responsables y ofreciendo recompensas pecuniarias para aquellos que ayudaran a descubrir el tráfico ilegal. Los representqtes consulares ingleses y otros funcionarios ejercían mientras tanto una severa vigilancia sobre la llegada de barcos con pasajeros de Africa, como se les llamaba en muchos documentos de la época, y denunciaban constantemente a las autoridades británicas y brasileras las irregularidades -ya normales por lo repetidasa las disposiciones bilateralmente aceptadas. La presencia e intervención de barcos de guerra ingleses cerca de las costas brasileras terminó por crear una situación de tirantez creciente entre los dos Estados, Tal rigidez diplomática fue siempre bienvenida y aún azuzada por aquellas sectores productivos que usufructuaban aún el sistema esclavista. Las relaciones estuvieron a punto de romperse cuando el parlamento Británico pasó una ley, en el año 1845, que entregaba al Almirantazgo el fallo sobre las violaciones al tratado de 1826, y cuando en abril de 1850 se anunció que las naves de guerra inglesas entrarían a las . aguas territoriales brasileras para apresar a los barcos sospechosos de contener chazones de esclavos. Por fin, en septiembre del mismo año, Brasil promulgó una ley que consideraba piratería todo tráfico de esta naturaleza, lo que después de unos años hizo declinar notablemente la llegada de nuevos esclavos, La ley inglesa de intervención en Aguas Territoriales fue derogada en 1569.la9 Pero al margen de los movimientos antiesclavistas, de los tratados y declaraciones internacionales, había>otras presiones que fueron absolutamente determinantes, las que iban aniquilando la esclavitud africana como un mal que era preciso eliminar de raíz. Aunque parezca paradójico, estos motivos de fondo eran esencialmente colonialistas, pero esta vez ,no de América sino del Africa misma, 1" Véase bibliografía dada para Brasil en la nota número 187 de este capitulo,

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Ninguna posesión colonial puede desarrollarse sin población autóctona o importada abundante. La esclavitud, que al parecer siempre debe ir acompañada de desarraigo y migraciones forzadas, aniquila a la población nativa, como le ocurrió a España con las islas Canarias, con las Antillas, y otras porciones de América. Espafia aprendió la lección a tiempo como para impedir que la esclavitud desarrollada durante la expulsión de los moros y en l a Canarias se arraigara en el Nuevo Mundo. La esclavitud de la población aborigen americana fue un fenómend más o menos normal en los primeros dece

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continente negro, dejaron el tráfico marginal costero para establecer una economía colonial y aprovechar su riqueza, como España había hecho ,tres centurias antes. Entonces debieron eliminar la trata precisamente para aprovechar la riqueza del nuevo continente ocupado. Fue la entrada del Africa en el pleno colonialismo uno de los principales motivos de la abolición de la trata y de la esclavitud.1e0 I

Independencia, caudillismo y abolición

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A pesar de l a libertad de vientres-y de las declaraciones antiesclavistas que expidieron las nuevas repiiblicas duleo Sobre este tema véase, por ejemplo, Verlinden, 1958. I

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en 1835 una circular de instrucciones a sus agentes consulares en México, Venezuela, Colombia, el PeA, la, Argentina, Uruguay y Chile, para que interesaran a 10s gobiernos de esos países en la firma de un tratado antiesclavista. Este debía firmarse por separado con cada república y en general repetía las cláusulas aprobadas en 1826 por Brasil, En lo fundamental declaraba que el tráfico negrero constituía delito de piratería, por lo tanto podía ser combatido como tal. Prohibía el uso de licencias o banderas be los países contratantes para cualquier actividad de esta

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Saco, 1937-1944, t. 11. King, 1944. Se ha publicado alguna documentación g tam-

biin narraciona contemporAneas a estos hechos. Existe, entre otros, una apasionante memoria de un contrabandista de esclavos que operaba en la regibn del Oaribe. Vease, Canot, 1854.

índole, daba facilidades para perseguir a los barcos' o contrabandistas dedicados al tráfico e incluso fijaban en algunos casos áreas de patrullaje marítimo preventivo, Creaba además, una corte de justicia especial para juzgar los casos de piratería e s c l a ~ i s t a . ~ ~ ~ Gran Bretaña hubo de emplear toda su habilidad diplomática y hasta la presión política y económica para conseguir las firmas y ratificaciones del tratado. Tuvo, en fin, que entenderse con los caudillos locales que se disputaban el mando en las nuevas reptiblicas despu6s de la Independencia, y entrar en conflictos de limites y en arreglos y garantías internacionales, El contrabando de esclavos por el Río de la Plata s61o pudo ser eliminado después de tratar con el tirano Rosas, en 1839?, pero la ratificación se produjo el año siguiente. El mismo año accedió Uruguay al acuerdo y lo ratificó en 1b42. México había abolido definitivamente la esclavitud en 1829, pero el tratado de colaboración con Inglaterra en su lucha contra el contrabando de esclavos nb fue firmado hasta 1842, después de una serie de complicaciones con Francia y hasta con la propia Gran Bretaña, que había reconocido la independencia de Texas.le4 En el seno de la Gran Colombia, Venezuela había ordenado la manumisibn y libertad de los negros en el año 1821, pero hacia 1837 existían casi 38 000 esclavos en el'país. Firmó por Último el tratado de 1839, después de algunas dificultades, pues el acuerdo podla ori 'nar gastos y lesionar parte del comercio exterior, En Co ombia había también parecida cantidad de esclavos, a pesar de que la manumisión se había reglamentado cuidadosamente, Durante algunos años, en el decenio de 1830-1840 existió una reducida trata negrera local entre Colombia y Ecuador, motivo suficiente como para demorar la firma

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VCase bibliografía indicada en la nota número 187 en este capítulo. 104 Vhase bibliografía indicada en la nota ntmero 187 en este capitulo,

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del tratado. Colombia lo finrió en 1851 y Ecuador en 1847.1Q6 Las negociaciones con Bolivia, Perú y Chile sufrieron algún retardo como consecuencia de la guerra contra la confederación. Después de ella, en el Perú, los productores de la costa iniciaron un movimiento a favor de la esclavitud que no dejó de producir algunos resultados: Agustín Gamarra firmó una ley que anulaba el decreto antiesclavista de San Martín del año 1821, Por último, el PerG accedió a incluir en un tratado comercial firmae do con Inglaterra en 1850, un artículo condenatorio del tráfico. La aboli~ióndefinitiva se produjo el año 1854, a propósito de lah contiendas políticas entre el presidente José Rufino Echeñique y el mariscal Ramón Castilla.le8 Chile consideraba, hacia esa epoca, que no tenía ningún problema relacionado con la esclavitud negra, por lo menos desde 1823, año en que se habían, manumitido 4 000 negros que quedaban en el territorio en calidad dc esclavos, El deseo de no contraer obligaciones y compromisos acerca de un problenia inexistente y la guerra contra la confederación peruano-boliviana, retardaron la firma y ratificación del tratado con Inglaterra hasta los aííoa 1841 y 1842, respectiva~n&nte.~~~ La abolición de la esclavitud en Puerto Rico se produjo en el año 1873, y en Cuba en 1880. En ambos lugares la situación política española influyó notablemente, la Constitución de 1869 y las Cortes de 1882 y de 1889 tuvieron una fuerte re resentación liberal e incluso d e . algunos grupos más raicales, que habían tomado como bandera política el abolicionismo. Hubo también otras cuestiones importantes por esos años: las estadísticas de producción mostraban que en las provincias ultramarinas de la monarquía la producción aumentaba en la medida que la cantidad de esclavos entrados anualmente dismi'

aQ6 Véase bibliografía indicada para Colombia, Venezuela y Ecuador, sugerida en la nota námero 187 en este capitulo. Véase nota número 1 8 7 . d ~este capítulo. 197 Véase nota número 187 de este capítulo.

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nuía y que muchos de los que ya existían como tales obtenían una manumisión acondicionada, a través de las llamadas leyes preparatorios' a la abolici6n.lQ8 En este cuadro especialmente apropiado ocurrió una última y decisiva' campaña de Gran Bretaña, esta vez apoyada por -los Estados Unidos de Norteamérica. En Puerto RICOfSe produjo la liquidación de la institución, sin indemnización para los amos, Pero este éxito chocó aún con una situación diferente en Cuba, donde aún seis años después de 1880 existían en la isla unos 30 000 negros en estado de trabajo obligatorio para compensar a sus dueños de una futura libertad que no se veía aún muy clara. La reacción antiesclavista final se plasmó en la ley de octubre de 1886, que liberaba totalmente, y sin ninguna condición, a los iíltimos esclavos. El proceso de la libertad final de los negros no fue menos complejo en Brasil. La declaración de la ilegalidad del tráfico, en 1850, no significaba la libertad de cientos de miles de negros que quedaban dentro del país, ni tampoco significaba la supresión del contrabando, que como es lógico suponer, au ' entó notablemente, Por otra parte, también crecía la d anda de materias primas y de café por parte del mund industrial, cuestlión que ampliaba no sólo el mercado clavista, sino también el de trabajadores asalariados. Pro to estos cambios comenzaron a provocar modiiicaciones structurales en la sociedad brasjlera. En varios puntos del país la densidad de la población urbana aumentó c ' explosivamente. Una nueva clase empresarial empezó a innovar en las técnicas de producción, al tiempo que avorecía el enrolamiento industrial de un tipo de trabajador no alienado por un largo cautiverio e s ~ l a v i s t a . ~ ~ ~ Especialmente por el decenio de 1870 hubo un nuevo y claro ambiente ideológico urbano, una opinión pública formada y poderosa, ideologías políticas más dinámicas y activas, que amparaban a un movimiento antiesclavista 108 Dlaz Soler, 1953; Corwin, 1967. 199 Martin, 1933; Cardoso, 1962; Graham, 1966. ,

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se fueron agregando sucesivamente. Duqmte la Guerra del Paraguay, en la Triple Alianza (1865-1870)) una gran masa de negros había alcanzado la libertad enrolándose en el ejército y despuds del conflicto muchos de ellos permanecieron en él con distintos grados bajos de mando. El abolicionismo prendió en el ejército regular que empezó a resistirse a participar en la sofocaci61i de sublevaciones de esclavos, quedando privados los cosecheros de uno de sus principales apoyos de seguridad y mantención de trabajadores sojuzgados compulsivamente. El año 1887, el ejCrcito lleg6 a formular una petición oficial para que se mantuviese al margen de cualquier tipo de represión antiesclavi~ta.~~0 Inglaterra, por otra parte, siguió en su campaña antiesclavista, usando todos sus resortes políticos y hasta ecun&micos.De este modo, Pedm II se vio practicamente obligado a referirse al problema de la esclavitud como a un mal que había que erradicar, en su discurso anual de 1887. Con anterioridad, se habfa aprobado una ley de libertad de vientre en 1871, aunque su efecto concreto lo anulaba en cierto moda la misma ley, al acondicionar tal promesa a un lapso de trabajo obligatorio y de compensación económica que duraba hasta la edad de 21 años del futuro hombre libre, A pesar de sqineficacia la ley de 1871 surtió un efecto preparatorio. Más importante que ella fue la presión antiesclavista externa e interna, la ineficiencia del ejército para controlar las insurrecciones en las zonas de plantaciones y el amparo que daban las ciudades y la nueva industria a los negros libertos y fugitivos. En el decenio de 1870 hasta los más recalcitrantes plantadores esclavistas se comenzaban a convencer de. que la deniGraham, 1966; Toplin, 1969.

grante institución se estaba transformando en peligrosa e improductiva. Sobrevino un periodo violento y caótico, en que algunos estados como Ceará en 1884, se adelantaron a roclamar la libertad completa de los esclavos en un a f k de evitar problemas dentro de sus territorios, pero aumentándolos en relación a otras provincias con diferentes sistemas productivos y de las ciudades importantes, que más que nunca aparecían como centro de refugio y de redistribución de mano de obra. La ley de abolición sin compensaciones, que se dictara en 1888, fue pues, en cierto modo, una medida largamente esperada y deseada por an parte del país.401 Recien el alba deypesente siglo encontró a Ambrica sin esclavos. Por el largo y dificultoso camino que hubo de recorrerse para obtener la supresibn completa de la trata y después la libertad total de los esclavos, bien puede apreciarse el arraigo e importancia de la institución. En cada uno de los países y en el Continente en su conjunto, su desaparición depresenta mucho m'ás que la libertad de una buena parte de su población. Creemos que no es uha casualidad que en los dos paises que más demoraron la abolición este hecho fue acompañado posteriormente de otros cambios fundamentales: Cuba dejó de ser parte de España y Brasil de ser monarquía,

Las formas sustitutivas de la esclavitud En las páginas anteriores nos hemos referido varias veces a la esclavitud negra como a un sistema productivo necesario a una etapa del colonialismo, dadas además ciertas estructuras bhsicas demogriificas y de mercados. Hemos visto tarnbibn cómo, en ciertas circunstancias, esta peculiar e ignominiosa institución se fue haciendo improductiva, en una transición que se dio tardíamente en varias regiones del Continente. Si persistimos en mirar el problema desde este ángulo

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resulta incompleto y parcial considerar la extinción de la trata y del status de esclavo a través de una legislacibn antiegciavista solamente, sin describir al mismo tiempo la multitud de formas que acostumbraron a poner en práctica aquellos sectores que usaban de los esclavos para mantener una exitosa empresa económica. Los empresarios que necesitaban de los negros no 0610 se opusieron a las medida, y leyes antiesclawtw sino que pusieron en práctica una serie de recursos que, por un lado trataban de recuperar el fenómeno del cautiverio y por otro tendfan a su prolongacibn a través de una serie de categodas de trabajadores que sin ser legalmente esclavos se asemejaban a ellos en muchos rasgos básicos. El conjunto de formas sustitutivas de la esclavitud podría agruparse en dos grandes categorías: a) unas que trataron de retener o de reconvertir en esclavos a muchos negros que momentáneamente alcanzaron la libertad, y b) otras que. trataron de convertir por engaños en esclavos a hombres que ni la tradición ni los mercados locales e internacionales de trabajadores los consideraban previamente como tales. A estps hombres libres no se les dio el ,calificativo de esclavos; y los sistemas legales vigentes los am araban en calidad de asalariados. Su status de semies$avos era pues solamente una condición originada en una situación de facto dentro de un circuito product i v ~ . ~Los O ~ dos conjuntos de sustitución tenían en común que prescindían de la trata negrera como tradicionalmente había sido. 202 Es importante insistir en que lo que expresamos en el texto era, <'una situación de facto dentro de un circuito productivo*', ya que loa esclavos negros regulares también eran tales por situaciones de facto: guerras tribales, simple caza, etc., pero que ocurrfan en sus tierras de origen. Desde el siglo xvr en Latinoamérica a nadie preoqupó el origen y la manera en que h a b h llegado 'a ser esclavos los negros que compraban. La frase que regularmente se estampaba en los contratos notariales de compra de los negros recién importados, habidos en justa gusrra, no era más que una f 6 m 4 a que tranquili,zaba el aspecto legal de la transacción comercial.

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de. las maneras de reconvertir ex esclavos sn%d",W?uevamelate, ilarnáranse estos libertas, amancipados, ahorrados, etc., fueron conocidas desde el siglo xvx. Estas fonnas se ampliaba o perfeccionaban cada vez que la trata negrera resultaba deficitaria en alguna zona donde, al mismo tiempo, la esclavitud podía ser altamente rentable. Casi todas estas maneras han sido también descritas en páginas anteriores y queremos ahora solamente recordarlas, agregando algunas consideraciones aclaratorias. Son fundamentalmente cuatro: la captura y caza de cimarrones y negros huidos, la reutilización de emancipados, el acondicionamiento de d o s de trabajos obligatorios p,ara obtener una futura libertad y la crianza de esclavos. La captura de cimarrones y negros huidos creó, como hemos visto, una frondosa le$idacibn desde el siglo xvi en adelante, se vio reactlvada y enriquecida en los Últimos años el siglo xvrn y primeros decenios del siguiente. Esta actividad que había originado una policía especial en todas las ciudades importantes, también fue ,motivo de la organizacibn de expediciones armadas y cuerpos de ejércitos permanentes. En el siglo xxx se emplearon profusamente los periódicos para organizar grandes redadas de esclavos prófugos, para denunciar g ofrecer '

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a' las le es de manumisión hubo apreciables cantidades de exesdavoi que &oia siendo. ~egahente' libres tuvieron

que esperar a ser puestos físicamente en libertad o ser iepatriados a sus países o continente de origen. El fenómeno fue corriente en Brasil y Cuba. La desestimación de la libertad se producía, porque los funcionarios encargados de restituirla prolongaban artificialmente este momento, manteniendo a los interesados arrendados bajo contratos en plantaciones o establecimientos manufactureros que más se asemejaban a cárceles que a ftibricas. Muchas veces se les juntó con cimarrones y se les envió a otras provincias y países - c o m o ocuriiera entre Ecuador y Pení y entre Ecuador y Colombia- en lugar de repatriarlos o dejarlos libres donde antes habian sido esclavos.208 En los países que retrasaron el proceso abolicionista, casi regularmente se estipuló que los futuros hombres libres debían compensar económicamente a sus amos trabajando para ellos gratuitamente durante lapsos que fluctuaron entre 5 y 20 años. Por 10 general estas disposiciones se agregaron a las h a s leyes de manumisión, pero ocasionalmente se presentaron para la aprobación 1 otros proyectos que incidían en el mismo problema. Este ' fue el caso de intentos legales presentados a la legislación de Brasil, Cuba y Perú, en el sentido de retener a los ex esclavos compu1sivamente trabajando en las plantaciones - c o m o asalariados- después de haber obtenido la libertad. Se alegaba para ello la falta de manoade obra y la disminuci6n de la producción que acarreala el 6xodo de manumisos, a la par que el aumento de los vicios y ocios de la clase trabajadora204 Cuando las perturbaciones al normal ejercicio de la trata negrera comenzaron a ser efectivas, destruyendo los tradicionales mercados locales de venta de esclavos y subiendo desmesuradamente sus brecios, surgieron pmyec-

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'08 Moreno Fraginals, 1964; Stein, 1970. Para el Perú, por ejemplo, puede consultarse, 'El Peruano': ntimero 16, segundo sunestre de 1843. 1 Hay muchos testimonios en este latido para los p k a mmdonadoa. Vdase, entre otros, en la bibliografia finai, los n b meros citadoa del peri6dico pemano, "El Oonciliador".

tos e intentos más. o menos prolongados de reemplazar

el aprovisionamiento de esclavos de importación por otfos

nacidos y criados cerca de los centros de consumo: cnaderos de esclavos. Antes del siglo XIX s610 tenemos un testimonio de tal fenómeno en América Latina. Se trata de la primera mitad del siglo xwr, en Cbrdoba (Argentina), lugar de iin activo comercio de mulas y otros productos agrícolas con los emplazamientos de las minas de plata de Potosí. En una hacienda de la CompaÍíía de Jesús de esa region existib una crianza de esclavos, aunque no sabemos si éstos iban a engrosar la trata interna que se dirigía a las minas o se empleaban en otros de los nervios productores que constituían los complejos agricolas jesuíticos. La reiterada preocupación de esta Orden de preparar esclavos con especializados conocimientos y técnicas manuales, de acuerdo a sus propios planes de producción, hace pensar más bien en el segundo destino de estos esclavos c r i o l t o ~ . ~ ~ ~ Por mediados del siglo XIX los criaderos proliferaron en Brasil y en Cuba. En la Isla existieron por lo menos en Bocaranao y Cienfuegos, siendo cinicamente aplaudidos por el Real Consulado de la Isla, en el año 1854, como un acertado "sistema de conservación y reproduc&n'',.206 Varios inconvenientes parecen haber impedido que el sistema de los criaderos tomara verdadera unportancia. Existía desde luego gran escasez de mujeres negras en plena edad de fertilidad, pues siempre habIa sido menor la cantidad de esclavas y porque desde años antes se estaban usando eficazmente a las negras en dierentes tipos de labores en los trapiches azucareros. En estas circunstancias, y con una elevadisima mortandad infantil, los e~clavosas5 resultantes eran muy cara y pocos coma para reemplazar a l n parcialmente a los importados. El otro gran conjunto de formas sustitutivas de la esclavitud trataba de conseguir y transformar trabajadores que eran originalmente hombres libres en mano de obra Citado por Moreno Fraginds, a1964; Stein, 1970.

Concolorcorvo, 1942.

muy similar a la esdava. Eran jurídicamente libres y comenzaban a trabajar después de aceptar y firmar un contrato salarial que les aseguraba, además de un bajísimo salario, otra serie de garantías: movilidad migratoria, libertad después de caducado el documento firmado -que, los comprometía en un lapso fluctuante entre 5 y 15 años- cuidado médico, posibilidades de volver a la tierra de origen, etc., etc. En la prActica, sin embago, estos contratos3en conjunto trataban de reemplazar a la trata negrera por otra corriente inmigratoria que no tenia casi ninguna diferencia con k anterior, y que en algunos casos como en el de los indios yucatecos y los chinosj fue a b más cruel, definitiva y denigrante. Estas formas sustitutivas se odrían resumir en cinco hombres libres; 2) esdiferentes: 1) levas forzadas &vos indios; 3) inmigración de colonos africanos; 4) inmigrantes europeos, y 5) inmigrantes orientales, Los enganches de hombres libres por medio de la justicia, o de alguna institución de gobierno, no eran novedad en el siglo xrx. Ya a fines del siglo xvr, en las ciudades m& importantes de Hispanoamérica, se habían juntado abundantes grupos de población de personas libres: indios, mestizos y esclavos rnanumitidos, que aparecían claramente mqrginados tanto de la estructura social de la época como de los qtemas productivos. Era la primera expresi6n de aquella población flotante que con el tiempo reemplazana a la esclavitud. Cuando hubo escasez de mano de obra, recrudecimiento del vagabundaje o del cimarronaje o cuando-por cuaIquier motivo la trata negrera se suspendía momenthnearnente, se compelía a estos grupos urbanos a enrolarse bajo la tutela de algún empresario. En estos casos los cabildos y los corregidores eran los encargados -y a veces los interesados- en el qmplimiento de este tipo de trabajo compulsivo. .Este fenómeno fue mucho m+ común en los siglos XVIII Y XIX en todo el Continente, especialmentp cuando algunas de las leyes de manunisi6n .y los smtomas ,de la esclavitud improductiva comenzaron a hacer sentir sus

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efectos. Entonces muchos esclavos liberados fueron prol cesados por ociosos y vagos, siendo posteriormente envia-

dos a trabajar a talleres fuertemente custodiados, junto con algunos blapcos y mestizos de todas las categorlai. La esclavitud de los. indios no fue' tampoco un f e n b meno típico 'del siglo xnr, sino más bien del XVI y siguiente, para las colonia espaiíolas y portuguesas del Nuevo Mundo, Lo extraño y sintomático del hecho fue que surgiera de nuevo c p o alternativa de la 'esclavitud negra en momentos en que había un importantisimo movimiento universal aetiesclavista y cuando las nuevas repúblicas del Continente habían' reivindicado al indio como ciudadanos de iguales derechos al resto de los habitantes libres de cada lugar, La solución de los esclavos indios no fue de importancia - s i pensamos en la cantidad de cautivos trasladadosy se usó como alternante con todos los otros mecanismos descritos acá. :Donde mayor importancia alcanz& este comercio
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este nuevo tráfico deaesdavoa a lo largo del decenio de 1870.20T En la medida en qhe todos los mecanismos j u t s de reemplazo de esclavos africanos no fueron suficientes y la misma esclavitud negra tendia .a desaparecer surgiemn nuevas e increíbles soluciones. A mediados del siglo xa los proyectos de colotijzacibn, para ocupar y hacer producir provincias enteras, empezaron a ponerse de moda. Los primeros que adoptaron la idea fueron los productores de monocultivos tropicales que, por supllesto, entendieron ei término "colonizara' como una operación de importación de mano de obra destinada a reemplazar a los ahora añorados esclavos negros. En el decenio de 1840 aparecieron simdtáneamente en Perú, Brasil y Cuba, una multitud de proyectos para importar directamente desde Africa a cdonol bajo contratos especiales de trabajo. Los intentos fueron bastante serios: bancos privados, empresarios, hacendados, usaron todos los resortes del poder para convencer a la opinión ptblica y a los gobiernos de las bondades del propósito. Se publicaron panfletos y artículos en diarios y revistas. Se presentaron proyectos de ley y peticiones a Ids gobiernos con planes cuidadosamente estudiados. Pero, hasta donde sabemos no lleg6 a concretarse i ninguna empresa efectiva en este sentido.a08 Por supuesto, no todas las iieas de inmigración y de colonización estaban encadenadas con actitudes de reemplazo de la trata de negros. La mayoría de las nuevas reptíblicas tenían legltimos deseos de ocupar regionea poco pobladaa, en los momentos en ue se dia utaban provindas limítrofeea o que hablan silo aparta{= de las sedes tradicionales de la administracibn colonial. Pero las mk recalcitrantes cosecheros con base productiva esclavista supieron escondene en todos estos proyectos. Los impulsores de la inmigraci6n estaban divididos pues en dos !

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grandes grupos: los que querían inmigrantri blancos, con la posesión y la aptitud de aprendizaje de nuevas t 6 d cas de producci6n, y aquellos que sblo necesitaban braceros con habilidades mínimas. Estos Últimos fueron 10s promotores de la idea de los colonos africanos, de los trabajadores asiáticos y aún de europeos, siempre que se engancharan bajo largos contratos de carhcter pseudoesclavi~ta.~~~ Así por lo menos una parte de los inrnigrantes blancos que ingresaron al Caribe, durante la primera mitad del siglo xnq deben considerarse como representantes de otro mecanismo de sustitución del esclavo negro. A fines de la década de 1830 llegaron los primeros a la isla de Cuba: irlandeses y canarios. Venían bajo contratos que fluctuaban entre uno y cinco años, según el cual reciblan el bajkimo sueldo de 9 pesos mensuales. Hay que aclarar .que allí mismo, y por idbiticos años, muchos mulatos y negros libres tenían salarias de entre 15 y 20 pesos. Por 1840 arribaron algunos barcos con, pmajeros catalanes y en 1854 fueron gallegos, que promovieron serios disturbios en la isla en el misma año de su arribo.210 Por lo menos en Cuba, por el año 1850, ya se consideraba fracasada la posibilidad de reemplazar a los cada vez mas escasos esclavos por asalariados blancos. Las dos razones más importantes para ello fueron la cerrada oposición que hicieron a esta nueva trata los negreros que aún lucraban con el comercio de esclavos africanos y la oposición de los mismos gobiernos que *e sentían afectados por la emigracián de trabajadores, en momentos que en Europa la Revolucidn Industrial tomaba un nuevo y decisivo impulso. La otra razón fue que estos blancos transplantados ingresaron a una sociedad fuertemente segregacionista, donde tendieron a identificarse con las clases superiores y a escapar a la vigilancia y trato de

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00 Para el Brasil por lo menos, creemos que el problema está ac rado por Cardoso, 1962. al0 "El Peruano", nhmero 20, segundo semestre de 1848; Moreno Fraginals, 1964.

tipo esclavista a la que se les .quiso someter. La mayoría de ellos s e ubicaron prontamente en nuevas industrias y en el pequeño comercio, sin quedarse. dentro de .];u; plantaciones.a11 A los productora con base de producción esclavista no les quedó otra alternativa que la Mportaci6n de asi6ticos e hindúes, solución que concentrándose en la inmigración de chinos fue la m& eficaz y amplia. Desde fines del siglo XVI existía en Latinoamérica el precedente de una modesta trata de esclavos chinos -llamados así, pero que fueron en su gran mayoría filipinos- producto de los contactos comerciales de los virreinatos del P e 4 . y de la Nueva España con el Oriente a través del Océano Pacífico. Por 1807, en Brasil, hubo ya serios proyectos de hportaci6n de orientales e h i n d b e ~ . ~Por l ~ último, fueron Cuba y Perú los lugares de concentraci6n de esta curiosa y en cierto modo increíble solución. El primer cargamento de contratados chinos lleg6 a Cuba en el año 1847 y al Perú en 18541118 El contrato de los c o o h era por 5 o 6 años, tiempo durante el cuai se les pagaba un bajísimo salario. Pronto fue un negocio revender los contratos al doble o al triple de lo que se había pagado originalmente por ellos. La demanda de chinos se mantuvo siempre muy alta por la escasez de brazos y porque demostraron 'ser magníficos trabajadores de 18 horas diarias. Los chinos eran además Mbiles y muy aptos para aprender nuevas tecnicas de pmducci6n. A pesar de ello, el tratamiento que se les daba, en general, era quizás peor que el de los esclavos negms da los siglos xw y .xm. El .código aprobado en Cuba cl aíio 1854 había sido escrito especialmente pensando en los coldnos chinos y yucatecos, pero las diferencias con las leyes sobre el trap de esclavos eran mínimas. Fraginals, 1964. Rodríguez, 1965; Viotti de Costa, 1966. Stewart, 1955; Moreno. Fraginals, 1964; Gutiérrez Saco, 1965. Segall, 1968. ,. 21% Moreno 222 Honorio

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El aporte de los chinos en las zonas de plantaciones de Hispanoaxnhica fuy muy importante. En el Perú este tráfico comenzó a decaer a mediados del decenio de 1870; se estima, sin embargo, que/ entre 1850 y 1874 entraron a uel país 887 247 coolíes~La cifra fue mucho mayor en?!uba, donde el sistemasiguió en vigencia hasta entrado el presente siglo.a14 Dejando de lado el aspecto numérico y su representacibn como fuerza de trabajo, la importancia del trabajador chino para el Continente fue que se manifestaron como la údca transicibn posible entre los iiltimos s i s b mas de producción esclavista y el trabajador asalariado. Este último ocu a enteramente el escenario productivo de Am6rica en e siglo xx.

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214 Stewart, 1955, Respecto a Cuba es interesante el hecho de que en los primeros 30 150s del presente siglo entraron en la Ida un total de 1082 546 inmigrantes europeos, antillanos, etc., entre 10s cuales por lo menos 60 000 fueron chinos. Esto quiere decir que en los años indicados Cuba recibi6 más trabajadores que el atd de esclavos recibidos a través de la a t a nevera durante todo su pedoda colonial. V ~ P M SPnchez-Albornoz y f os6 Luis Moreno, 1968,

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Antecedentes niedievales. Economfa de Edpansidn y mano de obra. Regalfas, excepciones y juros. La alianza itnica y el sentido señorial de ¿a conquista. El ecdmene y la . concentracidn de esctavos negros en Amdrica.

Formas y evolución de la trata negrera

El periodo de licencias. El periodo de los asientos portugueses. La lucha de monopolios y hegemonfa holandesa. El predominio de liu compaiifas negreras, El libre comercio de esdavos.

Tráfico, Rutas, Mercados y precios

Medidas y caractertsticas de la imp6rtacidn. Barcos negreros, puertos y volumen de importacidn. Comercio interindiano, contrabando y aduanas. Negreros, mercados ' y precios.

Los negros en la estructura económica colonial

Mano de obra, minsrfa y esclavitud. Esclavitud y Agricultura. Otros boseedores He mano de obra negra. La esclavitud improductiva.

Esclavitud y Sociedad

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Las normas sociolegales y el cimarronaje. Los fendmenos de pase y dispersidn. La guerra de cd~tosy las personas endogdmicas.

Abolición y formas de reemplazo de la esclavitud.

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Población, fuerza de trabajo y esclavitud. El movimiento ideolbgico antiesclavista y las necesidades coloniales. Independencia, caudillismo y abolicidn. Las formas sustitutivas de ta esclavitud.

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