Mario - Las Cenizas De Seregni

  • October 2019
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Salto, 19 de diciembre del 2004

Las Cenizas de Seregni

Me enteré casi que por casualidad, porque me lo dijo una amiga. El 18 tirarían las cenizas de Seregni en Purificación, el lugar del campamento artiguista desde donde se emitió el reglamento de 1815. Aquel famoso que prescribía que los más infelices fueran los más privilegiados...

Voy, me dije. Que voy, voy. Porque Seregni, aunque no lo hubiera tratado personalmente, era un amigo. Una de esas personas que me provocan orgullo de ser oriental, orgullo de ser uruguayo. Así que, llegando a casa, dije con voz clara y fuerte: el 18 me voy Purificación. Voy a asar un pollo, lo voy a llevar cortado en pedazos y me voy a comer el pollo allá, en la Meseta de Artigas. El que quiera venir, que venga. Ya saben cual es el programa.

Así fue pasando la semana, y yo con el pollo metido en la cabeza. Llegado el viernes cumplí mi amenaza: compré dos pollos, a $ 30.- el Kg., los aderecé con curry, orégano y sal, y los puse en el horno. Hasta prolijos quedaron los dos, como conversando sobre la asadera. Y así, lentamente al principio, y un poco más fuerte después, los fui asando en la tarde del viernes. A uno de los pollos lo liquidamos esa misma noche. El otro quedó esperando pacientemente hasta la mañana siguiente.

Amaneció lindísimo. Le dije a mi hijo que atara una bandera del Frente a la baca del Falcon, y sentí como que una alegría me entraba en el corazón. Mirando para atrás, mientras reviso el agua del radiador, lo veo a Ferreira, un veterano blanco que, según creo, votó al Frente este año.

- ¿Cómo le va, vecino? - Me voy a Purificación - Ahhh... - No me quiero demorar mucho, porque calculo que a eso de las diez va a ser la cosa - Mire que no.... en la radio dijeron que era a las tres de la tarde - ¿A las tres? - Sí, a las tres. Por lo menos eso dijeron. 1

- Bueno, gracias! Voy a ver qué hago

Entré a mi casa confundido. La verdad, en la tarde de ayer me comí como tres informativos, y en ninguno se dijo palabra sobre la liberación de las cenizas del General. Así que no tenía información propia. A sugerencia de mi mujer, fui a preguntar a un vecino frentista, de esos que están siempre en el ruido, y me confirmó que era por la tarde. ¿Y el pollo, entonces?

Y bue... a comerlo en casa. Estar al rayo del sol al cuete no es muy recomendable. Yo no sabía bien cómo era el lugar. Había estado un par de veces, pero muy de pasada, no tenía una idea cierta sobre si se podía estar o no.

Así que salimos como a las 13:30. Atrás mis cinco gurises enojados por la chifladura del viejo. No saben quien era Seregni, ni la importancia que tuvo. Y por más que uno se los explique, las cosas que uno les cuenta a ellos, que tienen a lo más 16 años, se les hace que son cosas del milenio anterior, casi que del tiempo de los romanos.

Al llegar a Chapicuy me encuentro con un grupo de compañeros de Salto, agrupándose bajo la raquítica sombra de unos talas. Me bajo. ¿Qué van a hacer?, pregunto. Vamos a esperar a que lleguen, y los seguimos en caravana, me respondieron. Yo miré la sombra, lo chiquito del lugar, el sol, el calor del mediodía y a mis cinco guachos en el auto, y me salió el anarco oriental. Ni loco me quedaba allí, esperando quien sabe cuanto, con cinco gurises jodones. Yo sigo, anuncié. Bueno, me contestaron. Así que arranqué, y recorrí a tranco lento los 15 Km. que separan Purificación de Ruta 3.

El lugar se distingue desde lejos, porque un busto de Artigas se yergue a gran altura sobre una columna de granito.

- Papi.... ¿Artigas era muy mentiroso? - ¿¿¿¿El qué??? - Si Artigas era muy mentiroso.... - Noooooo -.... Artigas nunca decía mentiras - Y entonces ¿por qué tiene la nariz tan larga? 2

Miro para arriba y compruebo que, efectivamente, el busto tiene una nariz que, de aguileña, pasó a parecerse un pico emergiendo del rostro.

El lugar es bonito. Arbustos de nuestra flora por todos lados, y también especies exóticas plantadas, todo con bastante buen gusto. Todo muy verde. Subiendo a la meseta, que ocupará unos 300 m2, se divisan hacia la izquierda dos islas sobre el río, casi alcanzando un recodo del mismo. El río se pierde en el horizonte azul, hacia el sur. Por allí vendrían las flotas enemigas. Del otro lado, hacia el norte, barrancas pedregosas de color rojizo, con layados de piedra. Del lado del frente Entre Ríos, donde Ramírez estaría calculando el mejor momento para tomar mayor protagonismo. Hoy, lo que se ve, son bosques plantados, y un poco a la izquierda, como a 3000 m., los techos de una población. Un poco hacia la derecha, la desembocadura de un arroyo en el río Uruguay.

El monumento es grande, de piedra del lugar que, por obra de los líquenes, ha tomado un hermoso color entre amarillo y dorado del lado donde se oculta el sol. Está custodiado por efectivos de la armada, vestidos de blanco. Rodeando el monumento, media docena de enormes braseros sobre cuatro patas. Allí se armarán fogones, de seguro, algunas noches con evocación de patria.

El lugar estaba lleno de banderas, pero capaz que había más banderas que gente. Yo había llevado tres: una uruguaya, y dos del Frente. Una banda musical esperaba.

Esperamos. El viento soplaba desde el norte, aliviando un poco la presión del sol. Por fin una fila de autos, no demasiado extensa se acercó. La gente subió, se arremolinó sobre dos sombrillas verdes, que se desplazaban. Se arrimaron al borde de al meseta, allí donde los arbustos ocultan el despeñadero. Los cameramans se prendían de las ramas. Yo subí a uno de mis hijos menores a los hombros, y pude ver un chorro de ceniza oscura que caía sobre el pasto. La gente apeñuscada, algunos con riesgo de caer. Alguien aplaudió. Lo mismo hicimos todos, pero la mayoría sin saber qué estaba pasando. Después la banda tocó el himno nacional. Luego alguien gritó ¡¡¡Viva Seregni!!! ¡¡¡Viva!!! ¡¡¡¡Viva Uruguay!!!! ¡¡¡¡Viva!!!! Y nos dispersamos.

Lo vi a Brovetto, lo vi a Lamas, el intendente de Paysandú, y lo vi a Mujica con su compañera. Tuve ganas de decirle al Pepe que hay un montón de gente con ganas de trabajar en serio, 3

con la esperanza de que se termine esa joda acomodaticia que mató al Uruguay. Decirle que muchísima gente tiene la esperanza de que el Frente sea distinto, y el temor de equivocarse en sus sueños. Decirle que mi vecino quiere que, de una vez por todas, se respete a la gente. Que los empleados públicos dejen de tomar el té mientras la gente espera... Decirle que lo quería, y que me gustaría darle un abrazo. Pero luego, viéndolo tan cansado desistí. ¿Qué diablos iba a decirle? ¿Acaso algo que él no supiera ya? Lo dejé tranquilo, que se fuera con sus años, con su cansancio, con su responsabilidad.

La verdad.... poca cosa. Yo me quedé con hambre de mucho más. Podían haberse dicho algunas palabras. Podían haberse tocado algunos otros himnos (de hecho, averiguamos que el repertorio que habían preparado era bastante más extenso, pero las órdenes fueron sólo el Himno Nacional). Podía haberse organizado mejor la cosa, en vez de apretarse al borde de un barranco, como chiquilines cuando reparten caramelos.

Habremos sido, a reventar, unas mil personas. Poca cosa para alguien a quien la patria le debe tanto.

Mario

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