Marie Vanhamme

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Madrid: una mirada de guiri

La ponencia intentara especificar cómo – y si fuera posible por qué- desde fuera se percibe la imagen de Madrid como una capital más peninsular que europea y que simboliza a un país hasta caricaturizarlo; una ciudad histórica más que moderna y, sobretodo, una ciudad que no cambia en la memoria colectiva, como si las transformaciones no llegaran a sobrepasar las fronteras de la ciudad. Evidentemente esa imagen superficial, tan fragmentada como parcial, no tiene mucho interés por sí misma. Sin embargo, este perfil revela algunas contradicciones de un desarrollo esquizofrénico de la ciudad, con un centro inmóvil y una periferia en crecimiento infinito pero que todavía no llega a hacerse ciudad. También se tratará de identificar los fenómenos que, desde el punto de vista de una arquitecta europea, parecen específicos de la identidad urbana madrileña, ya sea porque destacan en positivo, ya sea porque parecen pesar sobre el futuro de la ciudad. Todos estos fenómenos pueden ofrecer algunas pistas de debate para pensar Madrid.

* Mi presencia aquí tiene su origen en una conversación que tuve con Ariadna Cantis. Me propuso organizar en Bruselas, en el centro cultural de arquitectura del cual soy responsable una exposición sobre iniciativas y proyectos interesantes que recientemente se han desarrollado en Madrid. Le contesté casi sin pensar que eso no interesaría a nadie, que si me hubiera propuesto una exposición sobre Barcelona, eso sí le podría interesar a la gente... Eso evidentemente al pesar de que desde aproximadamente 15 años, pasan muchas menos cosas interesantes en Barcelona. Y esto, después de un brillo cultural y urbano para mí sin precedentes, Barcelona hoy en día desarrolla sobre todo el arte más sofisticado de ser provincial. Tuvimos una charla sobre los motivos de aquel desinterés que se percibe desde fuera por el Madrid contemporáneo y me pidió desarrollar el argumento para este taller. Aquel desinterés tiene que ver con el tema de la imagen que transmite la ciudad que resulta por una parte de una política consciente de las autoridades, y por otra parte es el resultado de la percepción de la gente. He investigado intuitivamente, explorando progresivamente por internet, siguiendo una lógica 2.0 de “etiquetas” para identificar los conceptos claves, utilizando las informaciones disponibles desde Bruselas. Es decir que lo que puedo proponeros son preguntas más que respuestas y que lo que me parece destacar tiene más que ver con la percepción que con un conocimiento científico extendido. Hoy, todas las ciudades tienen una política de “imagen” desarrollada por profesionales de la comunicación. Es decir que el perfil así determinado no

tiene nada que ver con casualidades. Podemos decir que la imagen funciona en dos ámbitos distintos y complementarios. Por un lado, es argumento de desarrollo económico que valora los sectores en los cuales la ciudad entiende competir. Por otro lado, es argumento de identidad cultural ciudadana –verdadera o deseada- hasta de reivindicación nacionalista. Que hay competencia sobre todo económica entre ciudades es una evidencia. Me parece una consecuencia de la globalización que permite a casi todas las actividades localizarse en el lugar más adecuado. Es comparable a la competencia que existía entre ciudades en el período del renacimiento, en ambos periodos la cultura y la arquitectura desempeñan un gran papel. Pero este papel es hoy en día una versión que podemos cualificar de reducida a su dimensión económica: la cultura como capacidad de movilización turística y la arquitectura como encarnación de modernidad. En ningún momento, está valorada la cultura como factor de emancipación individual o la arquitectura como herramienta de transformación de la sociedad. Los efectos de aquella competencia fueron curiosamente una homogeneización de las ciudades: todas tienen un casco histórico trasformado en museo, unos museos diseñados o ampliados por un arquitecto estrella, una red comercial adaptada a los estándares de consumo mundializados es decir unas calles centrales con tiendas internacionales de lujo y algunos polígonos periféricos, un barrio de negocio con algunas torres que expresan el dinamismo económico requerido, unos parques temáticos periféricos para el ocio y infraestructuras que expresan, sea como sea, de modo espectacular la conectividad de la ciudad con el mundo. En este modelo los ciudadanos se quedan donde pueden, en las partes “inútiles” del centro o en la periferia. Hay algunas ciudades que destacan en este modelo porque, cumpliendo con el arquetipo, han añadido alguna especificidad o han enfatizado un rasgo particular –por ejemplo Barcelona o Paris- Hay otras que destacan porque, rechazando el modelo impuesto, han desarrollado una imagen fuerte basado sobre valores alternativos más conectados con la ciudadanía – por ejemplo Freiburg o Curitiba-. En estos últimos casos, nunca se trata de capitales de estado sino de ciudades de tamaño medio que parecen disfrutar de más oportunidades de resistencia. ¿Qué pasa con Madrid? ¡MADRID! ¿Cómo se percibe Madrid desde fuera? Fuera de internet, hay pocos recursos para conocer la ciudad en comparación con todo lo que existe por ejemplo para Barcelona. Unas guías turísticas muy generales, unas para turistas cultos y/o pijos y ya está. De arquitectura no hay nada disponible, por no hablar de arquitectura contemporánea.

Consultando las guías, lo que se nota es que la zona de Madrid que pisan los turistas sigue igual desde el principio del siglo XX. Hay que comparar el mapa de la guía Baedeker de 1901 -primer guía turística de amplia difusión- con mapas de guías actuales. Todos los lugares de interés están localizados en la zona ya construida en aquella época. Eso significa que el crecimiento y las transformaciones sin precedentes de las últimas décadas, que afectan mayormente a la periferia, se quedan fuera del debate.

* Eso significa también que el contacto de los turistas con la arquitectura contemporánea madrileña puede resumirse en las infraestructuras de transporte –la T4, el memorial de Atocha-, los museos –el Centro de Arte Reina Sofía, la extensión del Prado-, tiendas y locales de diseño, y algunos hoteles. Las guías aconsejan a los pocos que se interesan en la condición moderna de la ciudad que la aprehendan desde algunos objetos icónicos de arquitectura de la segunda mitad del siglo XX que generalmente no se visitan y por eso existen solo durante el rato en el cual se toma la foto: el banco de Bilbao, las torres blancas, la torre Picasso, el faro de Moncloa y las torres Kio.

* Más recientemente también han aparecido unas guías que se implican en la cultura urbana. Proponen lo que describen más o menos como “escapadas a la periferia”: se trata de visitar los edificios más emblemáticos de la arquitectura contemporánea madrileña: las torres de la Castellana, el Mirador de Sanchinarro, el Ecobulevar de Vallecas y más recientemente las viviendas protegidas de Tom Mayne en Carabanchel, y también de visitar el Matadero. Tratando de esto, es significante observar que en las ediciones de los años treinta, el Baedeker aconsejaba a los viajeros de visitar el Matadero como edificio simbólico de la modernidad de la ciudad en cuanto, hoy, en las guías actuales se justifica un proyecto cultural contemporáneo por el interés histórico del edificio que lo acoge. Hablando de Madrid, no solo los extranjeros sino muchos españoles sufren de esa enfermedad llamada “falta de visión lateral” que corresponde perfectamente con la imagen oficial de la ciudad. Madrid no es una metrópoli que afronta los desafíos de la época, es la representación casi mitológica de la historia de la nación –el decorado para el 2 de mayo, el plano que te regalan en el libro de Peréz-Reverte-, un catálogo de tradiciones “deslocalizadas” –aquí también hay paella y flamenco-, y sobre todo una ciudad de la cual se disfruta, posiblemente de noche. Una ciudad culturalmente adormecida que nunca duerme. Se podría decir que la cultura de un “disfrute” de la ciudad es el principal vínculo entre la ciudad y la historia reciente, entre la ciudad y la modernidad. La movida, presentada como en continuo revival sería el

testimonio de la transición democrática y los locales de diseño serían el testimonio del dinamismo de la arquitectura contemporánea perceptible para los viajeros. La imagen de Madrid exclamativa está básicamente desarrollada para los turistas, pero una ciudad no puede desdoblar su imagen en las dos caras de una misma medalla: una para acoger las olimpiadas y la otra para movilizar a la ciudadanía. Y la exclamación no basta para construir una imagen movilizadora de cualquier proyecto de ciudad. Además esa imagen consumidora no me parece compatible con la implementación de un proyecto de ciudad democrática, sostenible y solidaria. MADRID CAPITAL DE UN ESTADO PLURAL Evidentemente, los españoles tienen una relación más complicada con la capital de España, es decir con la capital de un estado en proceso de reorganización institucional. Desde Bruselas, os puedo asegurar que este proceso afecta básicamente a la ciudad, con rasgos tanto positivos como negativos. De todos modos, estamos lejos de lo que describía Carlo Aymonino hablando de las capitales del siglo XIX. Ser una capital significa para una ciudad cualquiera que la gestión de su territorio escapa por lo menos parcialmente a la decisión democrática de sus ciudadanos. Además de ser la ciudad de los ciudadanos, es la ciudad de todos. Es decir que su centro se densifica hasta la hipertrofia con funciones incompatibles con la convivencia urbana, que las infraestructuras de transporte construyen barreras cada vez más insuperables y que los espacios públicos están encargados de pesadas funciones de representación simbólica que niegan la condición contemporánea de la ciudad. Cuando se trata de un estado centralizado, el mecanismo es sencillo: una capital se transforma casi naturalmente en una ciudad de uso más que de ciudadanía, un uso del cual se aprovechan ciudadanos que no contribuyen a su financiación, lo que generalmente se compensa con una ayuda estatal que, a su vez, permite al estado controlar la gestión de la ciudad. El proceso de descentralización del estado normalmente favorece la autonomía de la capital por la creación de un nivel intermedio, como podría ser una Región. Esta autoridad intermedia genera una identidad complementaria propia para la ciudad, entendida en su sentido de conurbación urbana. Este ordenamiento cambia el equilibrio entre las partes de la ciudad, en beneficio de la periferia y ofrece un peso democrático más importante a los ciudadanos. Eso es en teoría y además es en la etapa última del proceso, cuando funciona. En Bruselas, todavía no funciona. La verdad es que multiplicamos los problemas siendo la capital de Europa, de Bélgica y de tres entidades. Aquí tampoco no me parece que funcione. Lo que está pasando, es un proceso de negociación bilateral de la autonomía entre el Estado y cada una de las Comunidades autónomas. No se ha tratado de compartir

poderes y competencias, se ha tratado de que el Estado haya abandonado poderes y competencias al final de un proceso de reivindicación autonómica y de refuerzo de identidad y coherencia ciudadana en las comunidades. Estos efectos positivos para esas ciudades no se pueden producir en la propia capital. El poder que pierde el Estado, lo pierde también la ciudad. Poco a poco se desarrollan dos figuras antagonistas: por una parte, las ciudades en las comunidades autónomas que basan su desarrollo en la modernidad y la innovación social, cultural, arquitectural, en una identidad europea con que sustituyen a la española y por otra parte, una capital de Estado que desempeña el papel de expresar los valores de siempre, la permanencia de la ciudad de siempre y un imagen de capital más peninsular que europea.

* Evidentemente, lo que podemos identificar como un repliegue frente a la modernidad afecta únicamente a la evolución del centro de Madrid. Me refiero a los proyectos de remodelación del centro simbólicorepresentativo: las reacciones en contra del proyecto Prado-Recoletos o aún más llamativo la entrada de la estación de metro de Gran vía en Fuencarral. He leído en un artículo que van a colocar una réplica de un templete de 1919 que, durante 50 años, permitía acceder a la estación de metro con ascensor. Lo que más me sorprendió fue la falta de reacción del periodista que concluyó que “los comerciantes auguran más ventas y los compradores estaban encantados con la noticia.” Este templete no tiene mucha importancia, pero la experiencia de Bruselas demuestra que –cuando se empieza con las réplicas, el “fachadismo” y todas formas de reconstrucción historicista, eso significa la pérdida casi definitiva de la identidad verdaderamente urbana del centro. ¡Bienvenidos en Disneyworld! Lo que también me sorprende es la distancia que existe entre por una parte los principios desarrollados para la revitalización del centro que expresan una voluntad política clara de contemporaneidad y por otra parte las imágenes que pública el ayuntamiento de los proyectos aprobados. No lo veo muy claro cómo van a implementarse esos principios en la realdad. MADRID ES LA PERIFERIA En el centro, podemos decir que lo que está en juego es una actitud tan ética como cultural respecto a un proceso para restituir la ciudad de todos y de siempre a la ciudadanía concreta de hoy en día. Sabemos que no es fácil pero las herramientas ya existen. Solo –y nos es nada- tenemos que dar formas apropiadas y garantizar la eficacia incluso democrática de los procesos. Además me parece que la oficina del centro ya ha planteado las líneas básicas y que un proyecto como el de Madrid Rio por ejemplo cumple perfectamente esto objetivo.

Lo único que no entiendo es ¿Por qué los criterios y objetivos básicos que guían el plan estratégico de revitalización del centro parecen no ser válidos cuando traspasemos la M30? ¿Por qué aceptar que en la periferia los criterios cualitativos desaparecen a favor de la proliferación de urbanizaciones que desde 30 años al menos ya sabemos que no funcionan? ¿Por qué reconocer la necesidad de adecuación del parque residencial del centro a las demandas del siglo XXI cuando en la periferia se tolera que al menos 40.000 ciudadanos vivan sin conseguir los estándares del siglo XIX?

*** El verdadero desafío que tenemos que afrontar es el de la periferia.

* Espero que no vaya a molestar a nadie pero, a mí no me gusta para nada el paradigma de la periferia entendida como archipiélago, como islas. Gráficamente funciona, eso sí. Pero, no me parece válido porque sobreentiendo que las partes de esa periferia, de morfologías efectivamente distintas, estarán independientes entre ellas y independientes del centro. Es decir que en teoría, una de esas islas podría cambiar, hasta desaparecer sin afectar tanto a las otras partes como al centro. Además me parece peligroso porque esconde los procesos económico, social y cultural de formación de la “ciudad por partes”. Esconde por ejemplo el hecho que para mantener un nivel suficiente de beneficio, el proceso especulativo de edificación de la vivienda tiene que mantener una mano de obra barata, lo que se consigue fácilmente con trabajadores inmigrantes posiblemente ilegales. Estos trabajadores no pueden tomar parte en la vida de la ciudad por motivos económicos y de imagen. Por eso, conviene a todos que vivan relegados en las zonas que nunca se convertirán en suelo edificable. El concepto de isla permite que por motivos ideológicos, mezclen las causas y las consecuencias de los fenómenos. Eso es el caso con la venta de droga en la Cañada real. Los inmigrantes no son la causa de que ese barrio de infraviviendas se convierta en un foco de delincuencia. El desarrollo de ese mercado en este lugar es la consecuencia de la limpieza del centro. Por otro lado, en lo que se refiere a las urbanizaciones, me parece que antes de pensar en cómo actuar en la periferia, tenemos que investigar el por qué de este crecimiento casi indefinido de la vivienda periférica. En eso, comparto la visión optimista de que la crisis puede ofrecer una oportunidad de cambio. Hablando con madrileños y españoles en general, siempre me sorprendió lo que podría identificar como el paradigma creado por un modo de vida básicamente insostenible. Si pudiera hablar de un “spanish dream” diría que consta en tener un piso en propiedad donde trabajas, una casa en el

pueblo de origen y otro piso en el mar, los tres (o más) conectados al menos por 2 coches. Ese sueño es insostenible para la ciudad y el territorio y la realdad es insostenible para la gente que se pierde la vida pagando las hipotecas y circulando en los atascos de fin de semana. Pero ese sueño tiene una potencia increíble que solo permite explicar el retraso de las políticas de movilidad sostenible en España y la sobrevivencia del mito según el cual se puede mejorar la fluidez del tráfico de coches con túneles y semejantes costosas infraestructuras sin aumentar el número de coches que luego van a circular. PISTAS He intitulado esta ponencia “Madrid una mirada de guiri” para insistir en lo que no estoy cualificada para ofrecer una análisis coherente y argumentada sobre lo que hay que hacer y cómo se debe actuar. Pero a pesar de eso y para terminar quería poner en el debate tres pistas que me parecen útiles investigar. 1. Rehabilitar la política 2. Actuar sin complejo 3. Pensar radical y actuar modesto

Rehabilitar la política Todas la herramientas sugeridas en este taller para aumentar el potencial democrático de la ciudad cuentan con métodos para implicar a la ciudadanía en los procesos, como si el nivel básico de la política representativa base de nuestra democracia se quedará sin ningún potencial. La implicación de la ciudadanía me parece evidentemente imprescindible. Y el trabajo que se hace tanto desde los colectivos, en los blogs como la implicación ciudadana de algunos arquitectos me parece realmente impresionante, al punto de ser una referencia fuera. Pero todo eso se construye como estrategias de resistencia. Me parece que antes de resistir hay que implicarse en el sistema de toma de decisiones porque el potencial que ofrecen las estrategias de resistencia está demasiado marginal para ser eficaz. Actuar sin complejo Me parece que hay que considerar la ciudad existente, el centro, los ensanches, la periferia y todos sus componentes -urbanizaciones, polígonos, centros de negocio, infraestructuras, chabolas, vertederos- sin juicio sobre lo que merece atención y lo que no vale la pena. Es decir

considerar la ciudad entera como un material que podemos trabajar, utilizando todas las potencialidades. El proyecto del Ecobulevar de Vallecas me parece significativo de esta actitud. Cuando reflexionamos un poco, es un proyecto totalmente absurdo: se trata de renovar un espacio público que todavía no sirve para constituir un foco de convivencia urbana en un medio desierto. Pero al final tenemos un espacio público de un nuevo tipo que funciona para lo que ha sido concebido y que además genera una identidad específica que no tiene equivalencia en la ciudad tradicional. Pensar radical y actuar modesto Pensar radical es: − dejar el sistema de extensión descontrolada de la ciudad y utilizar la densificación como herramienta de recualificación urbana en todo el territorio urbanizado, − substituir las inversiones en infraestructuras de transporte privado por un sistema eficaz a corto plazo de transporte público desarrollado en toda la ciudad, − recuperar el beneficio de la potencia pública sobre la concepción del espacio público aún sea financiado por el privado − tener los mismos estándares de servicios públicos sociales, culturales, de sanidad, de transporte en todas las zonas de la ciudad. Actuar modesto es: − utilizar cada proyecto como una estrategia de resolución sino de mejora de la condición urbana − dejar de utilizar proyectos de tamaño importante para hacer monumentos de revistas − resistir en contra la “clonificación” de las ciudades con intervenciones culturalmente contextualizadas más que físicamente contextualizadas.

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