Un disparate llamado Mariano Melgarejo Muchos años antes de que Bolivia perdiera en la guerra con Chile su salida soberana al mar Pacífico –que ahora trata de recuperar a través del Tribunal de La Haya— el dictador Mariano Melgarejo, quien la desgobernó entre 1864 y 1871, pretendía condenar a su país a la mediterraneidad, convirtiéndolo en una nación rodeada por tierra, sin litoral propio en el Océano. Cada cierto tiempo sus gobernantes recurren a instancias internacionales en procura de que se le dé por la vía jurídica y/o diplomática un libre acceso al mar de Núñez de Balboa, pero los egoístas gobiernos de Chile y Perú, como unos malos vecinos, se niegan rotundamente a atender su justificada súplica. La culpa fue del tirano alcohólico Melgarejo quien en los inicios de su pintoresca dictadura – cual mandatario de opereta– promulgó en una de sus grandes borracheras habituales una norma acabando en su territorio con las zonas fronterizas, al proclamar la necesidad de un mundo sin límites, retenes, ni aduanas. Las primeras noticias sobre el déspota boliviano las recibimos nosotros en 1970, cuando oficiaba como embajador de Colombia, en La Paz, el jurista y escritor caldense César Montoya Ocampo, quien nos trajo una divertida biografía de este loco de atar. El libro pasó por muchas manos, en calidad de préstamo, en Manizales, hasta cuando “algún ratero honrado”, de los de la custodia de Rafael Escalona, resolvió conservarlo por siempre, sin la anuencia de su dueño. La obra debe reposar en el anaquel reservado para los libros robados o mal habidos. Seguirá siendo válido por siempre el viejo refrán, según el cual, “no se sabe quién es más pendejo: si el que presta un libro o el que lo devuelve”. Mariano Melgarejo, Presidente de Bolivia 1864-1871 (Agencia UN) Don Google nos enseña que la expresión «Mediterraneidad de Bolivia» hace referencia al hecho de que dicha nación se encuentra «rodeada por tierra», es decir, que no tiene una salida al mar. De esa forma, alude específicamente a la situación como Estado sin litoral, devenido en un reclamo de acceso al océano Pacífico, de parte del Estado Plurinacional de Bolivia, y entendido como un asunto de índole diplomática y fronteriza, que involucraría a la República de Chile y, finalmente, a la República del Perú, por razones históricas y jurídicas. Los historiadores paceños plantean que “al margen de ser un alcohólico, sus locuras como presidente y luego como dictador, durante su gestión mantuvo una economía con niveles razonables de equilibrio; él eliminó el monopolio estatal y respaldó a los mineros grandes; creó el banco de hipotecas; despojó de sus tierras de comunidad a los indígenas”.
A renglón seguido señalan que “los hechos más nefastos de su gestión fueron las firmas de dos tratados, uno con Chile y otro con Brasil, que dieron pie a grandes pérdidas territoriales, como el Litoral años más tarde (1879) y cedió 300.000 kilómetros cuadrados al Brasil”. Ficha biográfica: Manuel Mariano Melgarejo Valencia (nacido en Tarata, Cochabamba, Bolivia, 13 de abril de 1820 – asesinado por un cuñado en Lima, Perú, 23 de noviembre de 1871) fue un militar y político, presidente de Bolivia desde el 28 de diciembre de 1864 al 15 de enero de 1871, asumiendo el poder mediante un golpe de estado al derrocar al general José María de Achá. De personalidad controvertida, su dictadura se recuerda por su mala administración y abusos contra la población indígena. Fue derrocado en 1871 por el Comandante en Jefe del Ejército, general Agustín Morales, y murió asesinado en Lima, donde se había autoexiliado. El escritor e historiador Alcides Arguedas lo incluye en su libro Los caudillos bárbaros (1929) como un tirano irrespetuoso de las leyes. La apostilla: Cuentan en Bolivia que aunque la lealtad que le tenían sus subordinados era mezclada con el miedo, una vez un guardia notó que el presidente Melgarejo (quien no sabía leer y bebía parejo con Holofernes, su caballo predilecto) tomó un periódico pero al revés. Al informarle el guardia sobre su error, Melgarejo le respondió: “¡Carajo! ¡El que sabe leer, lee nomás”.