Los Ciclos De Crimen

  • November 2019
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los ciclos de crimen, curacion y conquista i los asteroides, la econom�A y el crimen explicando los mismos principios que estudiamos en los casos de marate y venus, deber�amos esperar que el movimiento de mercurio, que act�a sobre la tiroides, produjera ondas de instabilidad universal o de movimiento. pero como antes notamos la �rbita de mercurio es tan exc�ntirca y tan corto su per�odo, que cualquier ciclo que pueda inducir ser�a demasiado err�tico para un estudio serio. pero lo extra�o es que este inquirir nos introduce a un ciclo semejante de actividad - pero al parecer relacionado con un ritmo astron�mico de una categor�a completamente diferente. este ciclo es de 9 a�os y los estad�sticos subrayan su distinci�n del ritmo biol�gico de 9 a�os 2/3 que ya se ha discutido. el ritmo de 9 a�os controla los precios y la bolsa, la recurrencia de crisis financieras, la actividad constructiva (18 a�os) y otros muchos factores que reflejan las curiosas curvas de optimismo y pesimismo, iniciativa y depresi�n que caracterizan a todos los fen�menos econ�mi. cos e industriales. ese ciclo resulta m�s pronunciado en las sociedades industrializadas. aparece con mucha fuerza en las grandes ciudades y es particularmente caracter�stica de los ee. uu. de norteam�rica. otros ciclos, por ejemplo de once a�os, tienen mayor dominio en europa. traducido del lenguaje estad�stico al emocional, este ciclo de nueve a�os representa, con evidencia, una fluctuaci�n en esa extra�a fuerza oculta que parece mover a las apuradas muchedumbres de cualquier gran ciudad, ora de un modo, ora de otro; en la ma�ana a un 'tempo', por la tarde a otro, y llenar a estas muchedumbres con una extra�a agitaci�n en una �poca y, en otra, de apocamiento e indiferencia completas. cualquier observador de las calles de nueva york o londres habr� notado, casi con horror, la extraordinaria impresi�n de ser chupado en alg�n lugar, que dan las muchedumbres urbanas en movimiento y la aparente indiferencia de esta succi�n invisible, para cualquier consideraci�n de felicidad o de beneficio humano. esta es la fuerza que mantiene siempre en movimiento a las masas citadinas, apur�ndose, a la carrera, sin saber hacia d�nde, aunque en realidad a ninguna parte que no sea la tumba. �qu� dios o demonio puede inducir tal inquietud? buscando en los cielos un ritmo de 8 a�os, encontramos uno en un lugar completamente inesperado. de acuerdo con la regla arm�nica conocida ahora como ley de bode, debe existir un planeta entre marte y j�piter a una distancia de 420 millones de kil�metros del sol. sin embargo, no se hab�a descubierto ning�n indicio de semejante planeta hasta 1801, cuando el primero de una serie de planetas min�sculos fu� localizado en esta �rea. desde entonces se han registrado alrededor de 1,200 que var�an en di�metro desde 400 hasta s�lo unos cuantos kil�metros. el 95% de estos asteroides est�n situados en una banda dispuesta de 325 a 480 millones de kil�metros del sol, siendo la distancia promedio casi exactamente igual a la supuesta por la ley ya referida. de acuerdo con la tercera ley de kepler, el per�odo orbital de un cuerpo a esta distancia del sol es de cerca de 1,700 d�as que, de hecho, es la periodicidad promedio de los asteroides. una masa planetaria que gire a esta velocidad, debe efectuar una conjunci�n menor con la tierra y el sol cada 468 d�as, en tanto que su ciclo sin�dico completo debe ser exactamente de nueve a�os. por tanto, la periodicidad de la masa de asteroides corresponde a las notas re, sol y si. empero, la nota re corresponde s�lo a los asteroides y, por tanto, parecer�a ser mayormente caracter�stica de ellos. en la octava siguiente esta nota estar� representada por 54 a�os, en la siguientepor 108, etc. luego, con el objeto de estudiar la influencia de los asteroides sobre la vida humana, debemos buscar fen�menos de una periodicidad no s�lo de 9 a�os, sino tambi�n de 27, 54 y 104 a�os. recordemos la octava de periodicidad sin�dica verdadera que fu� establecida en el cap�tulo 6: j�piter x 2 venus y mercurio x 3

asteroides x 3 marte x 2 saturno x 1 venus y mercurio x 5 j�piter x 3 asteroides x 4 venus y mercurio x 5 marte asteroides x 5 j�piter x 4 venus y mercurio x 8 a�os a�os a�os a�os a�os a�os a�os a�os 24 27 30 32 36 40 45 48 nota nota nota nota nota nota nota nota do re mi fa sol la si do las caracter�sticas del ciclo de nueve a�os ya se ha descrito. sin embargo, un ritmo mucho m�s fuerte de m�s o menos el mismo car�cter, se observa cada 54 a�os, por ejemplo, en los precios de mayoreo norteamericanos que han alcanzado cumbres notables en 1413, 1865 y 1919, fechas que coinciden incidentalmente con la terminaci�n del conflicto de 1812, la guerra civil y la gran guerra. tambi�n se ve la misma periodicidad en la producci�n del hierro y de carb�n y en las ganancias industriales. kondratieff y otros observadores van m�s all� y proclaman que esos ciclos de 54 a�os est�n marcados por cambios radicales en toda la estructura econ�mica - el per�odo de 1788-1842 que cubre la revoluci�n industrial en los ee. uu. de n. a., y en inglaterra; de 1842-1896, la era del carb�n, el vapor y los ferrocarriles; de 1896-1950 el de la qu�mica, el per�odo venidero, se�alado potencialmente por una nueva estructura econ�mica y una nueva fuente de energ�a. otros m�s han intentado

asociar este ritmo con la incidencia de las guerras, aunque este fen�meno depende probablemente de una conjunci�n de ciclos asteroidales y marciales que ya se ha considerado. en el fondo, todos los ciclos anteriores en m�ltiplos de 9 a�os parecen conectados con cierto est�mulo o agotamiento nervioso entre las grades masas que habitan las ciudades. a su vez, se han hecho intentos por relacionar esto con el potencial el�ctrico del aire, que muestra un ritmo de 9 o 10 a�os en un observatorio citadino (kew), por m�s que tal ciclo no fu� notado en una estaci�n rural (eskdalemuir). 1 a este respecto es interesante especular sobre qu� clase de radiaci�n puede esperar que provenga del movimiento de inn�meros asteroides, y qu� efecto podr�a producir esa radiaci�n en el campo magn�tico de la tierra. consideremos, en primer lugar, la naturaleza f�sica de este tropel de part�culas de diversos tama�os, persiguiendo a diferentes velocidades, cientos de �rbitas separadas y sumamente exc�ntricas. recordemos, despu�s, la impresi�n discordante o confusa que dan las conversaciones diversas de mil gentes durante un entreacto del teatro, comparadas con la impresi�n armoniosa que crea el mismo n�mero cuando toma parte en un canto coral bajo un solo director. tal es la relaci�n f�sica entre la masa asteroidal y los planetas individuales. en alguna forma la naturaleza de los asteroides es para representar, as�, la influencia de la multiplicidad en el concierto del sistema solar, para simbolizar la independencia o insurrecci�n de las unidades componentes contra el todo. en tal sentido, las condiciones patol�gicas son causadas por la acci�n independiente o la inercia de distintos �rganos o c�lulas del cuerpo, mientras que las rebeliones y las revoluciones representan una condici�n semejante en el cuerpo pol�tico. ese individualismo es notoriamente una caracter�stica de la econom�a industrial moderna y, particularmente, de la vida de las grandes ciudades. todo esto parece insinuar, en alguna forma, una influencia mal�fica, perturbadora e inquietante. pues a�n desde el punto de vista econ�mico, este ciclo se describe acertadamente como un cielo de depresi�n, es decir, ciclo de temor y p�nico general. ese temor, como vimos en nuestro estudio de los procesos psico-f�sicos, representa un veneno psicol�gico definido. y �ste, a su vez, da lugar a las ondas de suicidio, crimen, hurto y otros delitos que tambi�n se ha encontrado - siguen un ciclo de 9 a�os y se corresponden con las simas de la depresi�n econ�mica. a esta luz, recordamos con inter�s que cierta nota en las octavas de los compuestos org�nicos hallamos que era caracter�stica de los venenos, es decir, de las sustancias que ocasionan enfermedad. en cada mundo, por la triple naturaleza de la creaci�n, deben operar todos los seis procesos y no puede estar exento ni siquiera el mundo planetario. todav�a m�s, las diferentes notas de cualquier octava parecen corresponder de alg�n modo a estos diferentes procesos o a las sustancias que involucran. debemos, por tanto, esperar que los diversos planetas, en su propio nivel, est�n asociados en alguna forma con la operaci�n de estos procesos. ya hemos visto c�mo la influencia de venus parece relacionada con el proceso de crecimiento, y la de marte con el de destrucci�n. as�, pues, es dif�cil evitar la conclusi�n de que el ciclo de los asteroides y su influencia se encuentra asociado al proceso que, faltando una mejor descripci�n, hemos designado como de corrupci�n o crimen. esta extra�a afinidad entre los asteroides y la corrupci�n recuerda, a su vez, las viejas leyendas sobre el crimen en nivel angelical o planetario -la rebeli�n de satan�s, la ca�da de lucifer. tales leyendas se presentan siempre con el contacto de las bien conocidas im�genes planetarias o demi�rgicas -mercurio, venus, marte, j�piter, saturno- que bajo uno u otro nombre se producen en la cosmolog�a babil�nica, griega, romana, azteca, �rabe y medioeval. los asteroides nunca son mencionados con su nombre pero en cada caso se nos habla de un '�ngel ca�do'. "c�mo has ca�do del cielo, t�, oh lucifer, estrella de la ma�ana" (isa�as xiv). en el cap�tulo 9 del apocalipsis de san juan esta leyenda es elaborada en lenguaje m�tico-m�stico. se describen extra�as visiones que se refieren a cada uno de los

siete �ngeles planetarios. particularmente nos interesa la visi�n del quinto �ngel, puesto que, en realidad, los asteroides ocupan el quinto lugar en la secuencia planetaria - despu�s de mercurio, venus, la tierra y marte. se nos dice que cuando este �ngel reson�, se vi� caer una estrella al 'abismo sin fondo', del cual se levantaron nubes de humo que oscurecieron el sol. mas de este humo surgi� un enjambre de 'langostas', con 'pelo' ondulante y 'petos de hierro', el sonido de cuyas alas parec�a el de inn�meros carros precipit�ndose a la batalla. el 'rey' de estas 'langostas', o el �ngel del abismo sin fondo, era apollyon, que m�s tarde vino a ser satan�s. una versi�n posterior describe a "una mujer vestida con el sol, y la luna bajo sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas" 2 (personificaci�n de la escala descendente de mundos, desde los doce signos del zod�aco de la v�a l�ctea, a trav�s de nuestro sol, hasta la luna, abajo) y que est� a punto de dar a luz presumiblemente a un nuevo sat�lite. sin embargo, satan�s o el drag�n, espera devorar al infante y, como resultado de esta amenaza, hay guerra en el cielo entre. miguel y sus �ngeles (el sol y los planetas mayores) y satan�s y sus demonios. estos �ltimos son derrotados "ni se encuentra m�s lugar en el cielo para ninguno.... y el gran drag�n fu� echado, esa vieja serpiente llamada diablo y satan�s, que defraud� a todo el mundo, fu� arrojada a la tierra y con �l fueron arrojados sus �ngeles". en el siglo xvii estas varias leyendas fueron sintetizadas por milton en su 'paradise lost', donde la ca�da de lucifer se relacionaba con el 'orgullo', la independencia o la rebeli�n contra un �rden c�smico. a trav�s de �sta y de todas las referencias an�logas se agita la idea de que lucifer es el esp�ritu de la multiplicidad, del caos, del desorden en una masa de individuos desorganizados. el es el 'pr�ncipe de los demonios' cuyo nombre es 'legi�n'. al principio del siglo xix el astr�nomo olbers, que descubri� el segundo asteroide, se hizo eco extra�amente de estas leyendas cuando sugiri� que los cuerpos reci�n descubiertos eran fragmentos de un planeta que existi� alguna vez y que hab�a estallado en inn�meras par. t�culas. tambi�n se supuso que el peque�o volumen total de estos fragmentos (aproximadamente el de la luna) deb�a explicarse por el hecho de que mucho de lo que compon�a el planeta perdido hab�a sido atra�do a las �rbitas de la tierra, marte o j�piter, ya como meteoros en ca�da y ya formando sat�lites a estos planetas. esta teor�a de olbers recuerda y est� acorde con la idea, bosquejada en el pen�ltimo cap�tulo, de que en alg�n remoto per�odo, una tremenda tensi�n c�smica pudo registrarse, representando la 'noche' para la tierra y produciendo el cataclismo que sumi� a la atl�ntida, que provoc� una ruptura casi completa en la historia de la humanidad. exactamente la misma tensi�n creada por el sol y el centro gal�ctico en conjunci�n, puede haber causado en ciertas circunstancias la 'explosi�n' de un planeta defectuoso, con todas las consecuencias descritas. en esta forma la leyenda de la ca�da de lucifer, 'estrella matutina', la guerra contra aqu�l por los otros planetas, su ca�da a la tierra desde su lugar en la altura, y su relegaci�n final a un papel nuevo de pr�ncipe de una legi�n de demonios o 'langostas volantes' - estar�a exactamente transcrita en el lenguaje cient�fico. m�s a�n, la influencia de estos 'demonios' o asteroides sobre la tierra, se halla ahora, fluct�a seg�n un ciclo de 9 a�os que, de hecho, corresponde a las ondas de depresi�n, suicidio, asesinato y locura que se observa entre los hombres. ii j�Piter o las armonias de las lunas desde un punto de vista astron�mico el hecho m�s sorprendente acerca de j�piter es la complejidad del sistema de sat�lites que soporta. j�piter tiene once lunas conocidas, cuatro de las cuales se ven f�cilmente con ayuda de gemelos y tienen un tama�o aproximado al de la luna de la tierra. este planeta se encuentra entre el sol y la tierra en cuanto a tama�o, teniendo un mil�simo del volumen del primero y 1,300 veces el volumen de la segunda. y, por cierto, toda la relaci�n de j�piter con el sol sigue, al parecer, una proporci�n definida y significativa. el sistema

de j�piter por el n�mero de sus sat�lites, su tama�o, su distancia, sus velocidades de revoluci�n, etc., parece presentarnos un perfecto modelo a escala del sistema solar. en todo caso, la aproximaci�n es tan estrecha que se hace imposible no creer que los dos est�n construidos o se han desarrollado de acuerdo a las mismas leyes. por ejemplo, la �rbita y los per�odos de las lunas de j�piter se ha encontrado que tienen una relaci�n constante con �rbitas y per�odos de los planetas del sistema solar aunque, naturalmente, con factores diferentes para la distancia y el tiempo orbitales. considerando a los sat�lites de j�piter: lo, europa, ganymedis y calixto (i, ii, iii, iv) como correspondientes a mercurio, venus, tierra y marte, se ve que las distancias en el sistema solar promedian 140 veces las del sistema de j�piter, en tanto que los per�odos promediar�an 50 veces m�s. 3 estas cifras confirman aproximadamente la f�rmula que relaciona el tiempo y la distancia relativos en mundos diferentes (t = d 2/3), que establecimos en el cap�tulo 2, y demuestran que el principio expresado en la tercera ley de kepler no s�lo se aplica a los sat�lites dentro de un mismo sistema sino, tambi�n, a la relaci�n entre uno y otro sistema. y confirma, adem�s, que j�piter como el sol, es un cosmos o una entidad viviente completa. hay toda una serie de implicaciones en el sistema muy desarrollado de j�piter y su reflejo casi completo, en miniatura del sistema solar. en primer t�rmino, la influencia o radiaci�n que produce un sistema de esta clase, debe ser en extremo sutil, incorporando gran n�mero de frecuencias diferentes dentro de una relaci�n arm�nica. mientras que el planeta venus s�lo tiene dos movimientos (rotaci�n y revoluci�n) y as� produce s�lo dos clases de frecuencias, el sistema de j�piter incluye 15 o 20 movimientos diferentes, es decir, 15 o 20 diferentes arm�nicos. en otras palabras, j�piter debe producir una abundancia extraordinaria de sobretonos que lo sit�an con venus en la misma relaci�n que hay entre un violoncello y un pito de feria. m�s a�n, el hecho de que el sistema de j�piter es un modelo a escala de todo el sistema solar, acarrea otras implicaciones. supusimos que la estructura del hombre era una imagen de la del sistema solar y que las gl�ndulas endocrinas en su interior, correspond�an a los varios planetas, que reaccionan a sus varias influencias. j�piter, por su lugar en el sistema solar, parece emitir una 'nota' o frecuencia que activa la gl�ndula pituitaria posterior, produciendo en ella un ritmo correspondiente. pero por las mismas leyes, las lunas de j�piter producir�n arm�nicos d�biles que afectar�n a todas las dem�s gl�ndulas. aunque cada una de estas gl�ndulas estar� primordialmente controlada por la influencia de su 'propio' planeta, tambi�n, en forma mucho menos apreciable, reaccionar� a la influencia de la correspondiente luna de j�piter, la que -como hemos visto l�neas arriba- emite una frecuencia arm�nicamente referida a la de aquel planeta 'propio', pero cerca de seis octavas m�s arriba. este c�lculo nos da una idea completamente nueva acerca de la significaci�n de los sat�lites de un planeta en relaci�n con el hombre. si cada planeta controla una de sus funciones, el n�mero de las lunas de ese planeta controla la interacci�n de esa funci�n particular con las dem�s, su poder de armonizaci�n con otras. en esta forma vemos que las funciones que corresponden a mercurio y venus, que carecen de lunas, ser�an funciones 'crudas', por as� decirlo, por la falta de los arm�nicos que los capacitar�an para 'mezclarse' con otras. marte tiene dos lunas, aunque muy peque�as y en embri�n. esto significa que la funci�n de la pasi�n suprarrenal tiene arm�nicos que la relacionan, aunque muy d�bilmente, con otras dos funciones. esto significa tambi�n, que con las funciones restantes -como el pensamiento abstracto- no puede mezclarse la funci�n de la pasi�n, y que siempre chocar� con ellas. s�lo tienen un sistema completo de lunas, j�piter y saturno y producen arm�nicos que se corresponden con todas las dem�s funciones y, por tanto, la gl�ndula pituitaria en sus dos porciones, tiene una relaci�n muy especial con todas las dem�s funciones y con el organismo en su totalidad. el poder de armonizar o de producir ecos en todas las otras funciones que posee la

pituitaria en virtud de los sobretonos de su planeta, tiene un significado diferente en sus dos mitades. ser�a m�s simple decir que toma una significaci�n femenina en el l�bulo posterior, y una significaci�n masculina en el l�bulo anterior. de ah� que dote al l�bulo anterior con la funci�n de vigilar, dirigir y 'controlar' a todas las dem�s funciones - domin�ndolas, por as� decirlo. mientras que dota al l�bulo posterior con la funci�n de cuidar a todas las antes mencionadas, de conciliar las discordias entre dichas funciones, de curarlas y, en general, de ejercer una funci�n maternal en el organismo. del modo oomo saturno y j�piter act�an de 'padre' y 'madre' de sus respectivos sistemas de sat�lites, del mismo modo los l�bulos anterior y posterior de lagl�ndula pituitaria, act�an de 'padre' y 'madre' para todas las dem�s gl�ndulas y funciones del cuerpo. la referencia a sus caracter�sticas en cualquier libro de endocrinolog�a, confirmar� este an�lisis. si j�piter promueve una funci�n conciliadora y armonizante en el individuo, su ciclo -que afecta a millones de gentes- se reflejar� dentro de una fluctuaci�n universal de los instintos m�s bondadosos y humanitarios del hombre. por tanto, pueden buscarse indicios de su ritmo de doce a�os en la medicina, las obras de caridad, la prestaci�n de servicios sociales y, en general, en los aspectos m�s piadosos de la vida humana. sin embargo, con el objeto de investigar m�s efectivamente lo que se refiere a este ritmo, har�amos bien estableciendo con mayor cuidado la naturaleza de su actividad curativa. fundamentalmente, como dijimos, la curaci�n restaura la salud a las cosas afectadas por el proceso corruptivo o criminal. en realidad, puesto que casi todo lo que conocemos y cuantos conocemos est�n manchados -ya que el 'pecado original' de la humanidad, en el curso de las edades ha penetrado en todos los �mbitos de nuestro mundo-, necesitan todas de la curaci�n, en una forma o en otra. a fin de participar del proceso de regeneraci�n, el sujeto debe ser normal. el anormal y el subnormal no pueden regenerarse, no pueden renacer. la semilla podrida y la imperfecta no germinan. por tanto, la curaci�n no s�lo es restaurar la normalidad, sino tambi�n, preparar la regeneraci�n. es el ant�doto c�smico de la corrupci�n. cuando estudiamos el ritmo del proceso corruptivo en relaci�n con la humanidad, vimos que se expresaba por s� mismo en dos formas - en per�odos de laxitud y desesperaci�n conocidos como 'depresiones' por los economistas; y en per�odos de violencia expresados por motines y rebeliones. esto es interesante ya que este proceso se desarrolla merced a dos categor�as principales de emociones humanas -emociones violentas o malignas y emociones sin espeeranza o desesperadas. llevadas a su extremo, las primeras conducen al asesinato, las �ltimas al suicidiorepresentando ambas la destrucci�n de toda posibilidad, para otro, la primera; para uno mismo, la �ltima. as� pues, en sentido general la curaci�n -en tanto se refiere a la humanidadsignifica neutralizar los indicios de las emociones malignas y desesperadas. significa la prevenci�n del asesinato y del suicidio, restaurando las posibilidades perdidas. si, adem�s, pensamos en los resultados objetivos de estas dos actividades completamentarias vemos que, en tanto que el crimen deja naturalmente tras s� una atm�sfera de sospecha, odio y temor, as� tam. bi�n la curaci�n inevitable y naturalmente, deja tras s� una atm�sfera de amor y gratitud. si pensamos en la enorme calidad de amor y gratitud evocados por el ejemplo de florence nightingale o por louis pasteur en la curaci�n de los cuerpos, en san vicente de paul para el saneamiento de una condici�n social, en bartolom� de las casas reparando los males hechos por una raza a otra, en juana de arco curando a una naci�n; comprenderemos, entonces, que esta actividad no s�lo alcanza el resultado inmediato de la salud restaurada, sino que tambi�n da lugar a gran cantidad del crudo material emotivo necesario para que se inicie el proceso de regeneraci�n. dentro de ciertas condiciones abyectas de pobreza y degeneraci�n, en ciertas condiciones de enfermedad muy arraigada, en la locura y bajo el hipnotismo, la

regeneraci�n es imposible. deben subsanarse primero estas condiciones. y, luego, puede iniciarse la regeneraci�n. por tanto, los hombres aciertan cuando instintivamente reconocen que, salvo una, la curaci�n es la actividad m�s elevada en la que pueden participar los seres humanos. iii saturno y la conquista el ciclo sin�dico de saturno tiene una duraci�n de 30 a�os. ya hemos visto c�mo este per�odo es una octava m�s alta que el ciclo material, en el cual imprime la urgencia, de otro modo inexplicable, de dominar que de s�bito posee a una � otra naci�n y que presta a las guerras en que luego se embarcan, .un car�cter extra�o y muy especial. en psicolog�a individual este 'af�n de dominio' es caracter�stica reconocida de los tipos de pituitaria anterior. y, probablemente, hay ciertas naciones en las cuales la estirpe t�pica se aproxima a ese tipo. de los siglos xvii al xix los brit�nicos parecen haber tenido una tendencia especial en esta direcci�n. pero, al parecer, la misma estirpe racial se modifica gradualmente por si misma, pues desde el comienzo del presente siglo parece que esta tendencia se extingue progresivamente en la raza brit�nica, que primero se di� por satisfecha con el status quo y despu�s lleg� a�n a depreciarse en su propio papel internacional. en vez de aqu�lla, desde la mitad del siglo xix hasta promediar el siglo xx, esta necesidad de dominaci�n parece pasar a los pueblos germanos, quienes en 1870, 1914 y 1939 se embarcan en una serie de guerras todav�a planeadas m�s cuidadosamente, que no pod�an tener otro designio que la eventual conquista del mundo. en nuestros d�as, tendencias an�logas, aunque sin duda combinadas con cualidades muy diferentes, parecen manifestarse en norteam�rica y en rusia. aparentemente, cuando determinada combinaci�n de influencias alcanza su m�ximo, esta urgencia de dominio expresada temporalmente en una o en otra naci�n, alcanza fuerza explosiva. la incre�ble expansi�n de los griegos bajo alejandro en 332-326 a. c., de los t�rtaros bajo gengis khan en 1215-1223, de los espa�oles en m�xico bajo cort�s en 1520-1525, de los franceses en europa bajo napole�n en 1810-12, de los alemanes bajo hitler en 1938-43 y de los japoneses en asia en los mismos a�os, son claros ejemplos. aventuras as� son por completo inexplicables por cualquier raz�n l�gica y, en algunos casos, como el espa�ol, en que se adquiri� en el curso de dos a�os un vasto imperio merced a cuatrocientos hombres, parecen colindar con lo milagroso. la urgencia de dominaci�n, acentuada por ciertos ciclos c�smicos y por los tipos raciales de conquistadores y conquistados, se convierte para el tiempo de vigencia, en algo irresistible. esta calidad aparentemente milagrosa de algunas conquistas, que es evidentemente el resultado de condiciones c�smicas, dota al hombre, naturalmente, que viaja en la cresta de tales ondas -alejandros, napoleones, hitlers- de una apariencia de dioses o demonios. en realidad, esos conductores pueden ser muy nobles o muy p�rfidos, pueden ser tambi�n otra cosa que no es ni la una ni la otra. hay ejemplos de conquistadores del mundo de cada una de esas clases. pero, en todos los casos, es muy importante comprender que ellos no hacen lo que parecen hacer. en realidad, no hacen nada. los ciclos planetarios lo hacen todo y m�s que todos, quiz�s, el ciclo de saturno. los conquistadores son sencillamente hombres con cierta capacidad natural ret�rica o estrat�. gica que, en forma curiosa tipifica su car�cter racial y que sobre todo, se percatan muy especialmente de las influencias planetarias - o, que expresa con mayor frecuencia que tienen 'sentido de la historia'. este 'ciclo de dominaci�n' es un aspecto de mayor o menor influencia de saturno sobre la gl�ndula pituitaria anterior en millones de gentes. pero es nada m�s que un aspecto del rendimiento de este �rgano. porque, como vimos antes, la pituitaria anterior es tambi�n la gl�ndulaque al funcionar activamente, produce el poder del pensamiento abstracto, es decir, de coordinar el conocimiento adquirido mediante todas las dem�s funciones y, en consecuencia, del logro de invenciones o

descubrimientos. porque, despu�s de todo, la invenci�n es s�lo la percepci�n de nuevas conexiones entre rubros de conocimientos, pr�cticos y te�ricos, que anteriormente no llegaron a relacionarse en forma semejante. debemos esperar, por tanto, que la fase m�xima del ciclo de saturno no s�lo acarree una urgencia de conquistas sino que, tambi�n, tenga alg�n efecto en el conocimiento e inventiva humanos. y en realidad nos encaramos al curioso hecho, se�alado con frecuencia, de que en ciertos per�odos de guerra agresiva, la ciencia y la invenci�n se adelantan fabulosa y desproporcionadamente en relaci�n a su progreso en tiempos de paz. el avance revolucionario hecho durante la primera guerra mundial en medicina y en aviaci�n, y el desarrollo todav�a m�s revolucionario de la ingenier�a, la f�sica, la electr�nica, la bacteriolog�a y, pr�cticamente, toda rama del conocimiento humano durante la segunda guerra mundial, exactamente 30 a�os despu�s, han sido frecuentemente indicados. la observaci�n es enteramente correcta. pero la deducci�n de que la guerra estimula la invenci�n o induzca una sed de conocimientos, es completamente injustificada. parece mucho m�s correcto ver en esto un reflejo de diferentes aspectos de la estimulaci�n pituitaria en gran es. cala. esta gl�ndula es el asiento de la invenci�n y la inventiva de las naciones un expresada tan prosaicamente en las cifras de las patentes registradas - se ve que var�an en realidad dentro del ciclo de 30 a�os, esto es, de acuerdo al per�odo sin�dico de saturno. empero cuanto m�s entendemos de esta influencia saturnina -con su est�mulo de la conquista tanto f�sica como intelectual, as� como tambi�n de la invenci�n y la comprensi�n intelectual - tanto m�s nos parece, no s�lo en una forma recurrente sino, tambi�n, en forma muy especial, la influencia dominante de nuestra presente era. hemos mostrado c�mo civilizaciones diferentes parecen basarse en el predominio o en el desarrollo especial de una sola funci�n. y de acuerdo a nuestra tesis, esto es como decir que cada cultura se encuentra a s� misma bajo la influencia especial de un planeta - aqu�l que controla la funci�n entonces ascendiente. si pensamos en lo �ltimo, en la cultura del renacimiento por ejemplo, inmediatamente describimos su suntuosidad ostentaci�n, colorido y versatilidad. en agudo contraste con la fr�a interioridad que surge de la cultura mon�stica cristiana, el renacimiento se caracteriz� por sugregarismo y esp�ritu de empresa, por su vasta mezcolanza y fundici�n, su tendencia a abarcar y tolerar todos los lados de la vida. y esto se acompa�aba por un desarrollo muy especial de la medicina y del arte de curar. en un individuo estas cualidades las calificar�amos de joviales y las asociar�amos con el est�mulo de la gl�ndula pituitaria posterior. el renacimiento, podemos aventurar, fu� una cultura bajo j�piter. pasando a nuestra propia cultura, cuyo origen intentamos trazar en el cap�tulo 16, nos sorprenden muy otras caracter�sticas. ciertamente, la invenci�n -desde la m�quina a vapor hasta la bomba at�mica- ha inundado con dones malos y buenos a un ritmo sin paralelo en la historia. pero si pensamos en el efecto total de estos inventos, nos damos cuenta que ha sido principalmente para poner un acento extraordinario en el intelecto de la humanidad. tal cosa habr�a sido inimaginable en la edad media. en aquellos d�as, como hoy en los lugares de m�xico o la india, un campesino no recib�a impresiones de fuera de su valle o aldea. los objetos o las historias procedentes de diferentes terrenos no le provocaban asociaciones, no ten�an significado. lo que sab�a un hombre del clima, sus vecinos, las cosechas, lo sab�a muy profundamente, con todas las partes de s� mismo. pero nada sab�a alrededor de cosas distantes y se le requer�a no saber nada de ellas. imtempestivamente, con el tel�grafo y la educaci�n popular y su corolario de la prensa, todos los hombres fueron requeridos a conocer la existencia de china o alaska, sino que a�n se preocuparan cada d�a del destino de sus habitantes; a seguir las guerras, hambrunas y plagas en partes tan remotas de la tierra y, en general a tomar como propias las preocupaciones de todo el mundo. posteriormente la radio y la televisi�n aseguraron que aquellos que hab�an escapado hasta ahora a tal responsabilidad no podr�an hacerlo en adelante.

aparte de esta presi�n intelectual del presente, fueron los hombres requeridos tambi�n a conocer y preocuparse por las guerras y revoluciones del pasado distante, por la ca�da de las antiguas civilizaciones, por la desintegraci�n de remotas estrellas y a�n por el destino de todo el universo. de todo esto surg�an preguntas que ocuparon las mentes de los hombres. mas, ten�an los hombre que conquistar no s�lo el fr�o y el calor, el suelo, los alimentos y la vegetaci�n como por toda la historia lo hab�an hecho sino que en adici�n, ten�an que conquistar m�quinas extraordinariamente intrincadas, tratar con fuerzas cuya existencia ni siquiera sospechaban sus abuelos. fueron requeridos a comprender todas es-tas m�quinas, todos estos pa�ses extranjeros, toda la historia, todo el universo, aunque fuese de modo rudimentario. un inmenso y completamente nuevo esfuerzo o un est�mulo inmenso y completamente nuevo, se estaba haciendo sobrellevar en la comprensi�n intelectual de la humanidad en su conjunto. si en edades anteriores no hab�a habido des canso para los m�sculos de los hombres, ahora no lo hab�a para sus mentes. y el foco principal, en cualquier hombre. individual, era la gl�ndula pituitaria anterior. de este modo, en forma muy real puede decirse que la cultura presente est� especialmente bajo saturno. ahora bien, si la procesi�n de influencias celestes requiere que la comprensi�n intelectual del hombre sea especialmente estimulada ahora, muchos aspectos de nuestra actual civilizaci�n se hacen m�s comprensibles. pues vemos que sus debilidades, fracasos y cr�menes son tambi�n predominantemente intelectuales, esto es, que surgen de las mentes incapaces de adaptarse por s� mismas a este nuevo est�mulo - exactamente como las debilidades, fracasos y cr�menes de la edad media fueron predominantemente emocionales, esto es, que surgieron de los corazones que fueron incapaces de responder a la tensi�n requerida de ellos. cada est�mulo celestial que viene a ponerse sobre el hombre es, as�, su oportunidad y su peligro. le abre nuevas posibilidades pero tambi�n, trae una nueva prueba a su ser. en la edad media, el auto de fe, la persecuci�n religiosa y las fantas�as de brujas fueron resultado de la naturaleza de los hombres expuestos a un est�mulo universal y c�smico del coraz�n. el prevalecimiento de la locura mental, de la superstici�n cient�fica, de la tonta trivialidad de pensamiento y entretenimiento que caracterizan a nuestra edad, es el resultado de la d�bil naturaleza de los hombres expuestos a un est�mulo universal y c�smico de la mente. todo esto es el resultado negativo de tal est�mulo, el cual puede observarse por cada uno de sus lados. lo que, empero, debemos estudiar son las posibilidades positivas de tal est�mulo, al alcance de los hombres de naturaleza fuerte. pues �stos, y s�lo �stos, son capaces de expiar por todos los dem�s. por tanto, a partir de un estudio de los varios ciclos planetarios en relaci�n con ciclos observados en los diferentes campos de actividad humana, llegamos a la conclusi�n de que los planetas no s�lo gobiernan las varias gl�ndulas o funciones de los seres humanos individuales sino que, tambi�n, gobiernan en toda la humanidad las seis diferentes variedades de procesos c�smicos que hemos encontrado en tan gran n�rnero de escalas. el ciclo de venus parece gobernar el crecimiento y multiplicaci�n de la humanidad. el ciclo asteroidal gobierna el crimen del hombro y su enfermedad. marte gobierna la destrucci�n en el mundo humano. j�piter su curaci�n y saturno su conocimiento e invenci�n. en tanto que en relaci�n con el ciclo lento de neptuno, todav�a por considerar, se encuentra el proceso de regeneraci�n, tanto en lo que hace al hombre individual como en lo que hace a la humanidad. las luces cambiantes de la influencia planetaria producen a trav�s de la historia un juego siempre cambiante de estos seis procesos y s�lo de estos seis. porque no existen otros y es imposible que suceda nada que no se produzca por uno u otro, o por varios de ellos en combinaci�n. estos procesos en acci�n efect�an toda la historia humana, toda la vida humana - tanto en lo que vemos como en lo que no vemos. m�s a�n, est�n unificados y armonizados estos procesos entre s� por el s�ptimo ciclo, que los mezcla en un todo �nico y crea, merced a su concordancia, otro cosmos. este es el ciclo del sexo gobernado por el planeta urano.

1 ellsworth huntington, 'mainsprings of civilization' p�gs. 477-84. 2 representada por la virgen de guadalupe, por ejemplo. 3 v�ase ap�ndice viii, 'relaci�n de los sistemas solar y jupiteriano'.

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