Lopez_un Guia Sobre Evolucionismo_1998

  • June 2020
  • PDF

This document was uploaded by user and they confirmed that they have the permission to share it. If you are author or own the copyright of this book, please report to us by using this DMCA report form. Report DMCA


Overview

Download & View Lopez_un Guia Sobre Evolucionismo_1998 as PDF for free.

More details

  • Words: 27,808
  • Pages: 45
LA RECIENTE LITERATURA SOBRE LA ECONOMIA DEL CAMBIO TECNOLOGICO Y LA INNOVACION: UNA GUIA TEMATICA Andrés López1 Publicado en I&D. Revista de Industria y Desarrollo. Año 1. N° 3. Buenos Aires. Septiembre 1998. Introducción Desde largo tiempo atrás los economistas han reconocido que el cambio tecnológico es el determinante central de la dinámica económica a largo plazo. Smith, Marx o Schumpeter son sólo algunos de los nombres que han argumentado de un modo más lúcido en esa dirección. Sin embargo, sólo recientemente, y muchas veces desde posiciones que están fuera de la “corriente principal” (mainstream) de la disciplina, el tema ha comenzado a ser objeto de estudio preferente. Si esta renovada atención en parte está motivada por la insatisfacción con relación a como el mainstream maneja, desde el punto de vista conceptual, los temas de innovación y cambio tecnológico, hay algunos hechos que surgen de la propia evolución de la “economía real” que contribuyen también a incrementar el interés por estos temas. En los últimos años, se ha asistido a la introducción masiva de 1

. Investigador del CENIT y Profesor de la Universidad de Buenos Aires.

nuevas tecnologías que redefinen completamente no sólo las rutinas innovativas, productivas, comerciales, financieras, etc., sino también la propia forma de vida de buena parte de los habitantes del planeta. Las llamadas nuevas “tecnologías de la comunicación y la información” (TCI), son el núcleo de esta transformación, a la cual hay que sumar otras tecnologías todavía menos avanzadas en su desarrollo, pero también de amplios efectos (biotecnología, nuevos materiales)2. Al mismo tiempo, la dinámica de la competencia capitalista se ha desplazado ostensiblemente hacia un peso cada vez mayor de las capacidades tecnológicas como determinantes del desempeño económico y la competitividad de firmas y naciones. Productos y procesos llegan a la obsolescencia de manera cada vez más rápida, y la capacidad de diferenciación y flexibilidad se han convertido en elementos decisivos para la supervivencia en el mercado. La OECD ha podido afirmar, entonces, que estamos ingresando en la era de las “economías basadas en el conocimiento” (knowledge-based economies), las cuales “se basan directamente en la producción, distribución y uso de conocimiento e información” (OECD, 1996a). En este trabajo nos proponemos realizar un ordenamiento de la literatura más significativa que se ha producido recientemente acerca de los determinantes, características y consecuencias de los procesos de innovación y cambio tecnológico. Ciertamente, la intención no es presentar una discusión acabada sobre todas las cuestiones vinculadas a dichos temas (tarea ciclópea, que ocuparía varios gruesos tomos), sino proponer una “guía temática y de lecturas”, que ordene los principales campos de debate e indique algunas de las referencias más relevantes actualmente disponibles en cada uno de ellos3. Para cada una de las temáticas que se introducen en el texto -las cuales, por cierto, están interconectadas y han sido separadas sólo a fines de facilitar la presentación-, mencionamos los que, a nuestro juicio, son los principales argumentos y debates en juego, indicando las referencias básicas a las cuales se puede acudir para profundizar en cada caso. Presentamos también, al final de cada apartado temático, una lista de referencias adicionales que consideramos significativas. Antes de entrar en tema, es preciso, sin embargo, formular algunas aclaraciones. Si bien no es la intención de este trabajo adentrarse en los debates teóricos “internos” a nuestra disciplina -la economía-, es imposible obviar el hecho de que dentro de ella conviven distintos enfoques conceptuales, cuyas diferencias se extienden, inevitablemente, al área que nos ocupa aquí. El tratamiento que hace de la innovación y el cambio tecnológico el mainstream de la disciplina resulta, a nuestro juicio, menos adecuado y fructífero que los aportes que, desde diferentes perspectivas, han venido realizado desde tiempo atrás varios autores más o menos “heterodoxos”, a los cuales es común ver agrupados -aunque este procedimiento no siempre está justificado- bajo el rótulo de “neoschumpeterianos” (por referencia a J. A. Schumpeter, quien fue uno de los muy pocos economistas de este siglo en hacer de la innovación una preocupación central dentro de su esquema de pensamiento) o “evolucionistas”4. Es necesario advertir, en consecuencia, que la mayor parte de la literatura a la que hacemos referencia aquí se ubica dentro, o en las cercanías, de estos enfoques “heterodoxos”, los cuales, de todos modos, parecen comenzar a permear el pensamiento dominante en economía, tal como lo muestran los borradores del próximo Informe sobre el Desarrollo Mundial (World Development Report), muy

2

. Antonelli (1992); ATAS (1995); Carlsson (1995); Coriat (1992a), Fransman (1991); Freeman (1995a); Freeman y Pérez (1988); Freeman y Soete (1997); OECD (1991); Pérez (1986); Willinger y Zuscovitch (1988). 3 . Aunque los mencionaremos en varias ocasiones a lo largo del texto, cabe destacar aquí algunos de los más influyentes artículos, libros y recopilaciones que tratan de presentar -desde diferentes ángulos- una visión “global” acerca de la economía de la innovación y el cambio tecnológico, y que son un punto de partida ineludible para aquéllos que deseen adentrarse en dicha área: Dosi et al (1988), Dosi (1988a), Edquist (1997a), Freeman (1975 y 1994), Freeman y Soete (1997), Heertje (1984), Landau y Rosenberg (1986), Lundvall (1992a), Nelson (1987), OECD (1992) -hay traducción de los capítulos 1 y 2 (OECD, 1996b)-, Rosenberg (1979 y 1982) y Stoneman (1995). 4 . Entre los trabajos más representativos de este enfoque figuran Dosi et al (1988) y Nelson y Winter (1982). Para una revisión de sus objetivos y conceptos básicos véase Burgueño y Pittaluga (1994), Clark y Juma (1988), López (1996a) y Nelson (1995). 2

influyente publicación del Banco Mundial, que en su edición del próximo año se dedicará al tema del cambio tecnológico5. Una segunda advertencia, que se desprende de la anterior, es que estamos lejos de pretender que este trabajo sea “representativo” del conjunto de la literatura y de los temas vinculados con la economía del cambio tecnológico y la innovación. Lo que se presenta es una selección, necesariamente subjetiva, de las cuestiones que consideramos más relevantes, y de algunos aportes que, a nuestro juicio, resultan significativos con relación a cada una de ellas. Tampoco se intenta hacer una “historia” de las ideas en este campo, lo cual sería materia de otro trabajo -el citado libro de Heertje (1984), es un intento (que hoy ha quedado algo desactualizado) en esa dirección; también Elster (1990), puede leerse desde ese punto de vista, aunque no es la intención original de dicho trabajo-; nos concentraremos esencialmente, en cambio, en las contribuciones más recientes sobre los distintos temas tratados. La otra aclaración necesaria es que la mayor parte de la bibliografía referida no está disponible en castellano. Por una cantidad de razones que sería largo discutir -algunas de las cuales seguramente el lector podrá imaginar-, el grueso de la producción teórica sobre este tema se realiza en los países más avanzados, siendo muy lento el ritmo de traducción de estos materiales al castellano. Si bien, con un retraso más o menos extenso, varios de los libros clave en la materia se van haciendo disponibles en español, el esfuerzo es incompleto y, más importante, no abarca a la mayor parte de la producción que se presenta bajo la forma de papers y artículos académicos que se publican en las principales revistas del área, así como a los documentos de trabajo que sólo más tarde se convierten en publicaciones “formales”. Consecuentemente, si bien hemos tratado de presentar la mayor cantidad posible de referencias en castellano -aunque es posible que se hayan “escapado” algunas traducciones cuya existencia desconocemos-, el lector observará sin demasiado esfuerzo que predominan las lenguas extranjeras -y notablemente la inglesa-. Al mismo tiempo, en lo posible, hemos excluido del cuerpo central del artículo las referencias que corresponden a trabajos presentados en seminarios, congresos, etc., dado que son, en general, de difícil acceso. De todos modos, el criterio general, teniendo en cuenta el objetivo del trabajo, fue incluir la mayor cantidad de referencias relevantes para cada uno de los temas tratados. En lugar de incorporar una sección específica para los estudios sobre Argentina, hemos preferido incluir las referencias pertinentes en los apartados correspondientes a cada tema. Al final del artículo, para aquéllos entrenados en el uso de Internet, se mencionan algunos de los websites en donde es posible encontrar papers, monografías, documentos de trabajo y diferentes tipos de publicaciones -algunas de las cuales pueden estar disponibles on-line- sobre estos temas. Las concepciones acerca del conocimiento y los procesos de innovación En la teoría económica “convencional”, usualmente la tecnología es asimilada a información aplicable generalizadamente y materializada en un conjunto de instrucciones que, seguidas con precisión, llevan a un resultado especificado. El conocimiento tecnológico se percibe como explícito, articulado, imitable, codificable y perfectamente transmisible. Las firmas pueden producir y usar innovaciones a partir de un stock general o pool de conocimiento científico y tecnológico que, según los casos, será o no de acceso gratuito, pero que siempre entregará un conocimiento codificado y fácilmente reproducible. En contra de esta concepción, los autores neoschumpeterianos o evolucionistas distinguen información -la cual respondería a las características antes descriptas- de conocimiento. El conocimiento, a su vez, incluye “categorías cognoscitivas, códigos de interpretación de la información, habilidades tácitas y heurísticas de resolución de problemas y de búsqueda irreductibles a algoritmos” (Dosi, 1995). Sobre esta base, los evolucionistas destacan el carácter muchas veces tácito de las tecnologías. En general, éstas involucran el dominio de habilidades (skills), alcanzadas mediante procesos de aprendizaje activos; por consiguiente, tienden a adquirir un carácter acumulativo y específico a los agentes que las poseen. De aquí surge una primera oposición relativa al conocimiento tecnológico -articulado vs. tácito- que alude a 5

. Los interesados pueden ver -y opinar y discutir vía correo electrónico- el progreso en los borradores del informe en el website del Banco Mundial (http://www.worldbank.org). 3

la imposibilidad general de escribir instrucciones precisas (blueprints) que definan la manera de emplear una determinada tecnología (Dosi, 1988a y b). Lundvall (1996), a su vez, distingue entre diversas formas de conocimiento: know-what (referido a “hechos”), know-why (principios y leyes científicas básicas), know-how (capacidades o habilidades para “hacer algo”) y know-who (quién sabe sobre “algo” y quién sabe “hacer algo”). Estas diversas formas de conocimiento incluyen muchas veces componentes tácitos (en particular el know-how y el know-who) y si en ocasiones se adquieren a través de medios “públicos” (libros, conferencias, bases de datos, etc.), muchas veces surgen de procesos de aprendizaje, lo cual los hace difíciles de codificar y transferir6. Hay otras oposiciones que también son esenciales para definir la noción de tecnología. Por un lado, entre tecnologías “universales” -conocimiento, generalmente científico, difundido y referido a principios generales de vasta aplicación- vs específicas -conocimiento relativo a “maneras de hacer cosas”, muchas veces producto de la experiencia-. Por otro, entre tecnologías públicas -por ejemplo, libros- vs privadas -por su carácter tácito o por estar protegido a través de patentes, secreto comercial, etc.- (Dosi, 1988a y b). Asimismo, las tecnologías se distinguen por su grado de imitabilidad y por la medida en que son completamente entendidas o no en cuanto a sus principios básicos. En consecuencia, el cambio técnico es una actividad fuertemente tácita, acumulativa y “local”. No sólo la naturaleza de las técnicas en uso determina el rango y la dirección de las posibles innovaciones, sino que generalmente la probabilidad de realizar avances tecnológicos en firmas, organizaciones y aún naciones es función del nivel tecnológico alcanzado por ellas (se dice, entonces, que el proceso de cambio tecnológico es path-dependent). A su vez, los resultados de las actividades de búsqueda son inciertos 7, estocásticos y no predecibles (Kline y Rosenberg, 1986)8. Al embarcarse en actividades innovativas, las firmas están motivadas por la percepción de alguna oportunidad inexplotada, pero tal percepción difícilmente puede incluir el conocimiento detallado de todos los eventos posibles, combinaciones de insumos, características de los productos, etc.; en otras palabras, ni la solución de los problemas, ni las consecuencias de las acciones pueden ser conocidos ex ante con precisión (Dosi, 1988a y b)9. También la elección de tecnologías es un tema más complejo y sutil que lo que supone habitualmente, ya que, en general, no existe un conjunto bien definido de opciones tecnológicas. Juzgar como funcionará una tecnología creada por otra firma es un asunto complejo y necesariamente cada firma desarrollará una versión idiosincrática con variantes -algunas intencionales y otras no- respecto del original. Otras referencias relevantes: David y Foray (1995); Foray (1997); Nelson (1980), Nelson y Winter (1982). b) El surgimiento y la difusión de innovaciones El punto de partida de cualquier teoría del cambio tecnológico debe ser el análisis del proceso que lleva a que surjan y se difundan innovaciones comercialmente exitosas. En particular, la preocupación 6

. Se argumenta que las TCI justamente permiten que ese tipo de conocimientos sea cada vez más fácil de codificar y transferir a relativamente bajo costo (OECD, 1996a). En el mismo sentido de disminuir la importancia del conocimiento tácito iría el contenido crecientemente “científico” de las “nuevas tecnologías” (Nelson y Wright, 1992). 7 . El concepto de incertidumbre aquí empleado difiere del de riesgo, ya que se la concibe como no representable en términos de una distribución probabilística, por lo que es “no-asegurable” y “no-mensurable” (a diferencia del riesgo). Por otro lado, podemos decir que la incertidumbre en el plano de la innovación tiene cuatro dimensiones: técnica (factibilidad de alcanzar el resultado esperado); temporal (tiempo necesario para alcanzar dicho resultado); comercial (éxito o no del producto/proceso en el mercado) y estratégica (reacción de los competidores). 8 . Esto no impide que se intente, con suerte dispar, generar ejercicios de “prospectiva tecnológica” (technology foresight). Véase el número especial de la STI Review dedicado al tema (STI Review, 1996). 9 . Freeman y Soete (1997) revisan las dificultades para realizar estimaciones apropiadas de los retornos de las actividades de I&D y concluyen que la mayor parte de las firmas son incapaces de hacer cálculos racionales sobre los proyectos de I&D, por la incertidumbre inherente a esos procesos, porque carecen de la información necesaria y porque les falta el tiempo y/o la propensión a usarla o a usar métodos complejos de evaluación. 4

central remite a las relaciones entre “ciencia” y “tecnología”, y a las condiciones y características de los procesos de “generación” y “difusión” de las innovaciones. Antes de que se desarrollaran las modernas concepciones que resaltan la enorme complejidad de estos procesos, predominaba el llamado “modelo lineal de innovación”, bien caracterizado por Kline y Rosenberg (1986). Allí, el cambio tecnológico se concibe como un proceso unidireccional que va desde la investigación básica (ciencia), al surgimiento de aplicaciones prácticas (innovación), a la producción de nuevos bienes y servicios y finalmente a la comercialización de aquéllos. En otras palabras, aquí se supone que la innovación es simplemente ciencia aplicada -idea que responde bastante acabadamente al “saber común” en relación al tema- y que las condiciones que permiten su transformación en productos o procesos comercializables son relativamente sencillas. Un reflejo de esta concepción es la distinción entre invención, innovación y difusión como tres actos o etapas claramente separables y bien definidas. La invención sería una actividad creativa aislada del proceso productivo y cuyo impacto se deriva de las etapas siguientes de innovación y difusión. La innovación, en tanto, consistiría en la primera introducción comercial exitosa de un invento, cuyas características técnicas básicas ya se encontraban plenamente definidas. A su vez, la difusión se entiende como una actividad similar, en esencia, a la copia, encarada por los imitadores de la firma que originalmente introdujo la innovación en cuestión. Las críticas a este modelo son varias: i) no necesariamente la ciencia precede a la tecnología; muchas veces la relación es la inversa. Además, el lapso entre los avances tecnológicos y su aplicación científica varia desde meses hasta siglos; ii) el elemento “iniciador” de las actividades innovativas no se vincula con la “ciencia”, sino con el “diseño” -procedimientos, especificaciones técnicas y características operativas necesarias para el desarrollo y fabricación de nuevos productos y procesos-; iii) la “ciencia pura” no es algo exógeno a la economía; iv) los procesos innovativos no consisten en etapas claramente separables o en una sucesión de actos bien definidos, sino en procesos continuos; v) durante su “ciclo vital”, los “inventos” experimentan cambios debidos al aprendizaje y a la interacción entre usuarios y proveedores, de los cuales pueden surgir aumentos de productividad y bajas de precios muy significativas. En consecuencia, una innovación solo adquiere significación económica a través de un proceso de rediseño, modificación y mejoras que se desarrollan continuamente a partir de su introducción en el mercado (Cimoli y Dosi, 1994; David, 1993; Kline y Rosenberg, 1986; OECD, 1992). Como contraposición al modelo lineal, se ha desarrollado un modelo en cadena (chain-linked) o interactivo del proceso de innovación (Kline y Rosenberg, 1986). Allí el proceso de innovación se caracteriza por la existencia de continuas interacciones y feedbacks entre las distintas etapas y actividades que están involucradas (percepción de un mercado potencial y/o de una oportunidad tecnológica, diseño analítico -“invención”-, tests y rediseños, producción, comercialización), en el desarrollo de las cuales puede ser necesario que se recurra tanto al cuerpo existente de conocimientos científicos y tecnológicos, como a investigación “nueva”. A su vez, se pone el acento sobre la información que sube desde los estadios “aguas abajo” (comercialización y distribución) hacia los que están “aguas arriba” (invención y/o concepción analítica del producto o proceso). Asimismo, las relaciones entre “ciencia” y “tecnología” son de doble vía, con retroalimentaciones mutuas en las distintas etapas del proceso de innovación (Burgueño y Pittaluga, 1994; OECD, 1992). Por otro lado, la visión convencional de los procesos de innovación presta atención casi exclusivamente a las actividades “formales” realizadas en universidades, centros de investigación o, principalmente, en laboratorios privados de I&D. Ciertamente, la I&D realizada en las firmas privadas ha jugado un rol central a lo largo de la historia del capitalismo (Freeman y Soete, 1997; Mowery y Rosenberg, 1989; Nelson, 1990; OECD, 1992) y es evidente la importancia que han tenido las universidades y otros centros de investigación como generadores de nuevo conocimiento que impulsa el avance de la ciencia y la tecnología. Al mismo tiempo, una creciente literatura enfatiza sobre el papel clave de los procesos de aprendizaje de carácter menos “formal”. Diversos aportes en la tradición evolucionista han refinado no sólo el concepto de “aprender haciendo” (learning by doing) -apuntando que los procesos de aprendizaje nunca son automáticos, sino que requieren una inversión específica de recursos, de distinta calidad y magnitud según los casos-, sino que han construido clasificaciones cada vez más abarcativas de los distintos procesos de aprendizaje -”aprender con el uso” (learning by using), “aprender con la 5

interacción” (learning by interacting), ”aprender a aprender” (learning to learn), etc.-, resaltando su carácter “social” y su enmarcamiento en estructuras institucionales y productivas específicas. Por otro lado, no sólo los procesos de aprendizaje son importantes, sino también los de “olvido”, ya que los hábitos adquiridos pueden “bloquear” la incorporación de nuevos conocimientos (Johnson, 1992). En cuanto a la difusión de tecnología, la OECD (1992) ha estudiado la diferente dinámica y características de ese tipo de procesos, que pueden realizarse de forma “incorporada” (a través de la compra de bienes de capital, componentes, insumos, etc.) o “desincorporada”, la cual puede ocurrir tanto de forma “organizada” -mediante licencias, asistencia técnica, etc.- o “no-organizada”, por la generación de externalidades o spillovers a partir de los procesos de innovación que realizan las firmas, de los cuales siempre surgen “filtraciones” que permiten que el conocimiento generado en dichos procesos sea absorbido por otros agentes -vía “ingeniería reversa”, solicitudes de patentes, movilidad del personal, etc.-. Contrariamente al “saber tradicional”, no se puede concebir a la “difusión” como un proceso “trivial”, ya que, como se señaló antes, las innovaciones van siendo transformadas gradual y continuamente a partir de su uso, mediante procesos de aprendizaje generalmente interactivos. La difusión incluye, así, una serie de pasos que toma la firma para adaptar la tecnología a sus necesidades e incrementar la eficiencia con la cual emplea dicha tecnología; de hecho, todo acto de adopción de una tecnología involucra ciertas transformaciones y es, por lo tanto, un acto de innovación incremental en sí mismo (OECD, 1992). Otras referencias relevantes: David y Foray (1995); Dosi (1988a); Johnson y Lundvall (1994); Malerba (1992); Mohnen (1989); Nelson y Winter (1982); Papaconstantinou et al (1996); Rosenberg (1976a y b). Algunas taxonomías de las actividades innovativas Una distinción usual, aunque en sí misma no totalmente exenta de problemas10, es la que se hace entre innovaciones de producto e innovaciones de proceso. Mientras que las primeras se refieren a la introducción de productos nuevos o mejorados, las segundas aluden a cambios, o nuevas maneras, de producir bienes y servicios existentes. Dentro de las segundas puede distinguirse, a la vez, entre innovaciones de proceso tecnológicas -bienes de capital nuevos o mejorados- 11 e innovaciones de proceso organizacionales -nuevas, y más productivas, formas de organizar el trabajo (de esto trataremos en el próximo apartado)- (Edquist et al, 1997). En una perspectiva amplia, debemos entender que, para cualquiera de esas categorías, al hablar de “nuevos” productos, procesos o formas organizacionales, no necesariamente se trata de elementos “nuevos” a nivel mundial, sino que también se tienden a considerar como innovaciones la introducción de novedades a nivel de la firma o de la nación. Al bajar al nivel empírico, sin embargo, no siempre es fácil identificar de manera inequívoca cuando se está frente a una “innovación”. En el caso de productos, por ejemplo, puede ser difícil separar los casos en los que ha ocurrido un cambio significativo en el diseño en un producto, de cuando se trata de modificaciones “puramente cosméticas” -que no deberían ser consideradas como innovaciones(OECD, 1997a). Esto nos lleva a la cuestión de diferenciar las innovaciones en términos de su significación. Como observan Kline y Rosenberg (1986), hay una tendencia a identificar al cambio tecnológico con las innovaciones “mayores”, claramente visibles y de amplio alcance y repercusiones sobre el conjunto de la vida social -autos, televisores, computadoras, antibióticos, etc.-. Sin embargo, como dichos autores señalan, una de las innovaciones más significativas en el área de transporte desde la Segunda Guerra Mundial hasta nuestros días es, desde el punto de vista “tecnológico”, extremadamente simple: la aparición del container. De aquí, surge que no siempre es una tarea sencilla establecer el impacto de una innovación. 10

. Véase Archibugi et al (1994), citado en Edquist et al (1997). . La mejora o introducción de un nuevo bien de capital puede ser tomada como una innovación de producto (para la firma que la desarrolló) o como una innovación de proceso (para la firma adoptante). 11

6

Una primer distinción separa entre innovaciones incrementales y radicales. Las primeras ocurren, en general, como resultado de procesos de aprendizaje y se asocian frecuentemente con optimización de procesos, ruptura de cuellos de botella, mejoras de calidad, scaling up en las plantas, cambios en el layout, etc. Las ganancias -de productividad, calidad, costos, etc.- que se derivan de este tipo de innovaciones pueden ser muy importantes. Las innovaciones radicales son eventos discontinuos que generalmente resultan de esfuerzos deliberados de investigación, y de los cuales resultan nuevos productos, procesos o técnicas organizacionales; por tanto, su “identificación” resulta relativamente más sencilla (Freeman y Pérez, 1988). Una distinción similar se emplea en los surveys sobre innovación que realiza la CE, donde se ha distinguido entre innovaciones “incrementales” e innovaciones “significativas” -que involucran tecnologías radicalmente nuevas o combinaciones de tecnologías existentes para nuevos usos- (European Commision, 1993). Por otro lado, también se han distinguido entre innovaciones genéricas y no genéricas. Mientras que las primeras aluden a nuevos “sistemas” o clases de tecnologías que tienen una amplia difusión y vastas consecuencias económicas, las segundas se refieren a alternativas tecnológicas dentro de esos sistemas, potencialmente substitutas entre sí. También se ha diferenciado entre innovaciones “arquitecturales” e innovaciones “modulares”. Las primeras ocurren cuando cambian las relaciones entre los componentes de un sistema tecnológico, pero no en los diseños conceptuales básicos subyacentes de los mismos, mientras que las innovaciones “modulares” corresponderían al caso inverso -cambios en los diseños conceptuales básicos pero no en las relaciones entre componentes- (Edquist et al, 1997). Otras referencias relevantes: Freeman (1975); Nelson y Winter (1982); Simonetti (1991). d) El papel de las innovaciones organizacionales La moderna literatura sobre la economía de la innovación no trata únicamente de innovaciones “tecnológicas” -entendidas como transformaciones en el ámbito “material”- sino que también incluye cambios y novedades en otras áreas12. Dentro de estas últimas, las innovaciones de tipo organizacional vienen siendo objeto de estudio de una larga serie de trabajos recientes. Las innovaciones organizacionales pueden incluir, por ejemplo, la implementación de técnicas avanzadas de gestión, la incorporación de estructuras organizativas nuevas o modificadas significativamente o la implementación de orientaciones estratégicas corporativas nuevas o sustancialmente transformadas, entre otros elementos. Los sistemas de “justo a tiempo” (just in time -JIT-), “gestión total de calidad” (total quality management -TQM-) o la “producción magra” (lean production), serían ejemplos en este sentido (Womack et al, 1990). Hay una serie de factores que distinguen a las innovaciones organizacionales de las “tecnológicas”. Por un lado, se trata de “intangibles” (no implican cambios “materiales”). Por otro, habitualmente no son el resultado de actividades formales de I&D. Asimismo, su difusión no se realiza, en general, a través del mercado, sino por copia de las prácticas de las firmas líderes (aunque en ocasiones la base de conocimiento que está detrás de las innovaciones organizacionales es vendida como servicios de consultoría). Esta difusión se facilita porque, usualmente, no están protegidas por derechos de propiedad (Edquist et al, 1997). La importancia de los cambios organizacionales ha sido destacada por una vasta literatura. Edquist (1997b) señala tres razones que subrayan dicha importancia: i) las innovaciones organizacionales son una fuente importante de cambios en la productividad y la competitividad, y pueden tener fuertes influencias sobre el empleo; ii) los cambios organizacionales y tecnológicos están íntimamente relacionados y entrelazados en el mundo real; frecuentemente, las innovaciones organizacionales son un requisito para que las innovaciones tecnológicas sean exitosas; iii) todas las tecnologías son creadas por seres humanos; en este sentido, están “modeladas socialmente”, y esto se define en el marco de formas organizacionales específicas. 12

. La lista propuesta por Schumpeter hace más de cincuenta años continúa teniendo valor en este sentido: introducción de un producto nuevo o de un cambio cualitativo en un producto existente; introducción en un proceso nuevo para una industria; apertura de un nuevo mercado; creación de nuevas fuentes de suministro de materias primas u otros insumos; cambios en la organización industrial (Schumpeter, 1983). 7

De hecho, la trayectoria que va desde la aparición del sistema americano de manufactura, pasando por las innovaciones de Frederick Taylor y Henry Ford, hasta la actual difusión de las prácticas toyotistas13 -trayectoria que es una de las bases sobre las que se debe apoyar cualquier intento de caracterización de la evolución histórica del sistema capitalista- remite, en esencia, a una historia referida a innovaciones organizacionales mucho más que a cambios en el hardware (maquinas y equipos)14. Asimismo, a nivel microeconómico, la “productividad” de los procesos innovativos es en gran medida un tema organizacional, que depende de los individuos involucrados, de la manera en que se organizan sus esfuerzos creativos y de las conexiones que se establecen entre ellos y el resto de la firma (Metcalfe, 1995). Así, el concepto de capacidades tecnológicas no se limita al plano puramente “técnico” e ingenieril, sino que incluye el dominio de procedimientos y estructuras organizacionales (OECD, 1992)15. Por otro lado, la incorporación de tecnologías completamente nuevas generalmente requiere de cambios en la organización del trabajo, en los patrones de comunicación intra e inter-empresas, en la intensidad, métodos y objetivos de las actividades de capacitación, etcétera. Como señala Pérez (1986), “la difusión de un nuevo estilo tecnológico implica también un conflictivo proceso de ensayo y error conducente a la creación de un nuevo modelo organizativo para el manejo de la empresa”. Justamente, el rol clave de lo organizacional parece reforzarse en el contexto de la presente oleada de cambios tecnológicos vinculados a la introducción de la microelectrónica en los procesos productivos. Se argumenta que para que las nuevas tecnologías se difundan y sean usadas eficientemente, es preciso que simultáneamente se adopten nuevos sistemas de organización del trabajo, formación de capacidades, relaciones con los usuarios, desarrollo de productos y estrategias de management (Coriat, 1992a; Ernst y O’Connor, 1989). Existe algún grado de acuerdo en que estos nuevos métodos organizacionales se identifican en gran medida con los característicos del “toyotismo” u “ohnismo. De hecho, los procesos innovativos en la empresa japonesa parecen corresponder, a escala micro, con el mencionado modelo de eslabonamiento en cadena, lo cual estaría explicando en gran medida la capacidad que dichas firmas tienen para adaptarse 13

. Una brevísima presentación sería la siguiente: i) circa 1850: aparición del llamado “sistema americano de manufacturas”, con la introducción de una serie de innovaciones -notoriamente, la estandarización de piezas- en la fabricación de armamentos (Best, 1990); ii) circa 1880: primeros experimentos de Frederick Taylor con la introducción del cronómetro en el taller y la normalización de tiempos y movimientos de los trabajadores (organización “científica” del trabajo), con los cuales logra enormes aumentos de productividad (Coriat, 1991; Best, 1990); iii) 1913-1914: Henry Ford introduce la cadena de montaje, a la cual agrega, luego, la cinta transportadora. Se profundizan las ganancias de productividad y la reducción de tiempos muertos originadas en el taylorismo. Se consolida la era de la producción en masa (Coriat, 1991; Best, 1990); iv) circa 1930: Alfred Sloan, en la General Motors, da nacimiento al “cambio anual de modelos”, introduciendo una cuota de diferenciación y flexibilidad en el rígido modelo “fordista”, y aporta innovaciones contables y comerciales dirigidas a perfeccionar la venta de bienes producidos en masa en mercados oligopólicos (Best, 1990); v) 1950: desarrollo inicial de las prácticas hoy llamadas “ohnistas” o “toyotistas” (Coriat, 1992b). El sistema toyotista -basado en los principios del just in time, la autoactivación, el trabajo en equipo, etc.-, en esencia, está dirigido a producir vehículos diferenciados en masa, y sus bases se han ido difundiendo gradualmente hasta convertirse en la best practice a nivel de la industria internacional (Womack et al, 1990). 14 . Notoriamente, uno de los principios centrales del toyotismo consiste en invertir la secuencia de planeación de la producción, con el objetivo de “fabricar lo que se vende”. Para ello, una fuente de inspiración fundamental fue el método de reposición de existencias empleado en los supermercados. Asimismo, la materialización del principio del just in time, el kan-ban, consiste simplemente en un sistema de cajas, con carteles (kan-ban) donde están inscriptos los “pedidos” que se dirigen entre sí los diferentes puestos de fabricación internos (Coriat, 1992b). 15 . En el mismo sentido, se ha señalado que las firmas deben poseer ciertos “activos complementarios” que les permitan crear, movilizar y mejorar sus capacidades tecnológicas; por ej., flexibilidad organizacional, capacidad financiera, recursos humanos calificados, servicios de apoyo, adecuada gestión de la información y capacidades de coordinación. Esto es cierto tanto para los procesos innovativos formales como para el aprendizaje de tipo más informal, el cual no es un producto automático de las rutinas diarias de producción, comercialización, etc., sino que requiere condiciones de organización adecuadas. Así, la implementación exitosa de un cambio técnico depende de la efectiva integración de disciplinas especializadas, funciones y divisiones dentro de la firma y de la existencia de lazos externos con fuentes de conocimiento y con las necesidades de los clientes (Bell y Pavitt, 1993). 8

flexible y rápidamente a un entorno cambiante. A su vez, las formas de gestión tradicionales parecen contraponerse a la actividad innovativa. Otras referencias relevantes: Alange et al (1995), Boyer (1991); Burgueño y Pittaluga (1994); Cimoli y Dosi (1994); Coriat y Dosi (1996), Edquist (1992), Gjerding (1992), OECD (1997a) y Teece (1991). e) Mecanismos de inducción y senderos de avance del cambio tecnológico En un reciente artículo, Ruttan (1997) revisa las que, en su visión, son las tres aproximaciones más influyentes en relación a los mecanismos de inducción y los patrones de avance del cambio tecnológico: i) la del cambio técnico inducido por factores “económicos”; ii) la “evolucionista”; iii) la que se basa en la noción de “path-dependence”. La primera, de hecho, abarca dos tradiciones de trabajo diferentes. Por un lado, la hipótesis del “empuje de la demanda” (demand-pull), avanzada por Griliches (1977) y Schmookler (1977), que, sucintamente, postula que la demanda de mercado es la que estimula la actividad innovativa, y determina su ritmo y características. Por otro lado, mucho tiempo atrás Hicks sugirió que los cambios en los precios relativos impulsan la innovación, con un sesgo hacia el ahorro del factor de producción -capital o trabajoque se hace relativamente más caro. Esta última sugerencia fue criticada, dentro del propio seno de la teoría microeconómica convencional, por Salter (1960), quien argumentó que cuando los precios de un factor de la producción se elevan, se adoptan aquellas innovaciones que tiendan a reducir los costos totales, sin importar que estén ahorrando en el uso de uno u otro factor. Obsérvese que, usando la expresión de Rosenberg (1982), en estas aproximaciones teóricas el cambio tecnológico continúa siendo una “caja negra”, en donde los mecanismos de producción y difusión de nuevos conocimientos no constituyen un objeto de atención relevante para la teoría económica. Lo único que cambia es que el ritmo y la dirección de las innovaciones que se introducen en el sistema económico se hacen dependientes de las modificaciones que se producen en algunas de sus variables más relevantes. En este sentido, y aunque Ruttan los separa, los enfoques “evolucionistas” y del “pathdependence” comparten el objetivo abrir la “caja negra”. En ambos enfoques hay coincidencia en señalar que las actividades innovativas son fuertemente selectivas, acumulativas y orientadas a lo largo de senderos de avance bastante precisos. Esta idea general ha recibido diferentes nombres: paradigmas tecnológicos (Dosi, 1988a y b), trayectorias tecnológicas (Nelson y Winter, 1977), diseños dominantes -focusing devices- (Rosenberg, 1976c) o “guías tecnológicas” -technological guide-posts- (Sahal, 1985). Un paradigma tecnológico (PT) determinado entraña una heurística y concepciones específicas sobre “como hacer las cosas” y cómo mejorarlas, compartida por los profesionales de diversas actividades, así como un marco cognoscitivo colectivo. A la vez, también define los modelos básicos (“ejemplares”) de los productos industriales y los sistemas de producción que progresivamente se modifican y mejoran. En otras palabras, un PT implica una definición de los problemas relevantes y de los patrones de investigación, de las necesidades a satisfacer y de los principios científicos y la tecnología material a utilizar (Cimoli y Dosi, 1994)16. Asimismo, los PT definen las oportunidades para realizar innovaciones y los procedimientos básicos para explotarlas; en otras palabras, ofrecen una fuente relativamente coherente de “mutaciones” (Dosi y Orsenigo, 1988). Los esfuerzos y la creatividad de ingenieros y organizaciones se canalizan en direcciones precisas, cegándose a otras posibilidades. Esto da lugar al concepto de trayectoria tecnológica, constituida por una serie ordenada y acumulativa de innovaciones sucesivas que caracterizan los desarrollos y cambios experimentados por las tecnologías a medida que se difunden y emplean en las actividades de producción de bienes y servicios. Estas trayectorias tienen dimensiones sectoriales y también especifidades empresariales (Burgueño y Pittaluga, 1994; OECD, 1992). 16

. Los ejemplos citados habitualmente para ilustrar la noción de PT se refieren al conjunto de oportunidades de desarrollo tecnológico que se abrieron, en distintas épocas, en torno al motor de combustión interna, la petroquímica y los semiconductores. 9

De aquí surgen cinco conclusiones: i) cada PT modela y restringe el ritmo y la dirección del cambio tecnológico; ii) por ende, se observan regularidades en el patrón del cambio técnico en diversas condiciones del mercado, cuya interrupción se relaciona con cambios radicales en las bases del conocimiento; iii) las sucesivas elecciones técnicas construyen un camino con alta irreversibilidad y relativa independencia del sistema de precios; iv) por tanto, en general, en cualquier momento una o unas cuantas técnicas dominan a las otras porque son mejores, independientemente de los precios relativos; v) el cambio técnico se deriva en parte de los intentos para enfrentar los desequilibrios o desbalances tecnológicos que dicho cambio por sí mismo genera (Dosi, 1988a y b; Cimoli y Dosi, 1994). En estos modelos puede haber una gran variedad de mecanismos de inducción del cambio tecnológico: i) cuellos de botella tecnológicos; ii) escasez o abundancia de determinados insumos; iii) composición, cambios y tasa de crecimiento de la demanda; iv) nivel y cambios en los precios relativos -en particular, entre trabajo y capital-; v) shocks mayores en precios y proveedores; vi) patrones de conflicto industrial -huelgas, etc.- (Dosi, 1988b). En general, la posibilidad de desarrollar nuevos PT se hace más atractiva a medida que aparecen dificultades crecientes para progresar con los existentes. Sin embargo, estas dificultades no pueden inducir automáticamente el surgimiento de nuevos PT, puesto que hace falta frecuentemente la presencia de avances en el conocimiento que permitan nuevos desarrollos tecnológicos. A su vez, el proceso de aparición y selección entre PT depende de: i) la naturaleza e intereses de las instituciones “puente” entre la investigación pura y las aplicaciones económicas; ii) factores institucionales; iii) procesos de prueba y error asociados a menudo con la presencia de empresas “schumpeterianas”; iv) los criterios de selección del mercado y, especialmente, los requerimientos de los usuarios (Dosi, 1988a). Retornando a la distinción de Ruttan, los modelos que el llama “evolucionistas” se basan en procesos autoorganizativos, durante los cuales la posición de los agentes cambia, así como los incentivos a adoptar y las capacidades para hacer un uso eficiente de la innovación. Incluso la propia innovación cambia debido a mejoras incrementales que en parte resultan de su propia difusión. Durante la etapa de difusión, las firmas tendrán diferentes comportamientos -algunas serán adaptadores tempranos, otras preferirán esperar, etc.- y, en función de factores no sólo tecnológicos, sino fundamentalmente del ambiente en el que se desarrolla el proceso, las diversas estrategias recibirán recompensas diferenciadas, con perdedores y ganadores. Si bien esta diversidad puede, obviamente, tener consecuencias negativas para ciertas firmas, a nivel sistémico es esencial para materializar el potencial del proceso de desarrollo colectivo (Silverberg et al, 1988). Como observa Nelson (1995), en estos modelos se trabaja con dos tecnologías, de las cuales hay una potencialmente superior. Ese potencial sólo se alcanza cuando algunas firmas dedican recursos a su desarrollo -porque perciben las posibilidades que abre-. Este proceso puede ser largo pero, salvo en situaciones excepcionales, finalmente la tecnología potencialmente superior se impone. En contraposición, el enfoque del path-dependence se basa en que la comparación entre dos tecnologías sólo tiene sentido si ambas tienen el mismo grado de madurez. En esta perspectiva, basada en la idea de que existen retornos crecientes derivados de la adopción de una tecnología (increasing returns to adoption), se sugiere que muchas veces una tecnología no es elegida porque es eficiente, sino que se hace eficiente porque ha sido elegida; las tecnologías se hacen más atractivas cuanto más ampliamente son adoptadas (Arthur, 1988). Este fenómeno tiene varios orígenes: i) las trayectorias de aprendizaje a medida que se utiliza la tecnología en cuestión; ii) externalidades de red, producidas a partir de las ventajas que se derivan de elegir una tecnología cuyo número de usuarios crece rápidamente; iii) economías de escala; iv) complementariedades tecnológicas, a partir de la necesidad de contar con ciertas habilidades, requerimientos de infraestructura, inversiones en otros productos, etc.. Todos estos factores pueden llevar a un efecto de “bloqueo” (lock in) de características irreversibles en el proceso de competencia entre diversas tecnologías. En resumen, la idea central es que la elección de tecnologías está gobernada básicamente por las estrategias de los primeros usuarios, que focalizan el cambio tecnológico en una dirección específica, haciéndola más atractiva que su rival. En esta perspectiva, no hay ninguna presunción de que, en el proceso de competencia entre tecnologías, se elija la que es innatamente “mejor”. Por el contrario, a causa de la presencia de retornos dinámicos crecientes, en los momentos tempranos del PT puede ocurrir que eventos fortuitos conduzcan a 10

que una de las tecnologías en competencia se vuelva más atractiva que las restantes. Esta ventaja inicial hace que los esfuerzos innovativos se concentren en esa tecnología (o en un determinado sistema organizacional), cegándose a las restantes -las cuales, de haber continuado siendo investigadas, podrían tal vez haber alcanzado atributos técnicos superiores- (Arthur, 1988 y 1990; David, 1993)17. En estos modelos, queda obviamente abierta la posibilidad de incorporar al análisis factores tales como presiones políticas, intereses sectoriales, juicios profesionales, etc. en la determinación de las tendencias tecnológicas. Las tecnologías, entonces, no se escogen por su eficiencia técnica sino por factores económicos, institucionales y sociales y despliegan su superioridad solo en el curso de su difusión. Por ejemplo, cuando una industria se establece emergen patrones de interacción entre las firmas y sus proveedores y clientes, así como entre firmas en la misma industria. Esto lleva a que se formen, por ejemplo, cámaras empresarias, que desarrollarán tareas de lobbying. A su vez, esta “cristalización” de intereses puede ser otra fuente de presiones hacia el lock in de un determinado sendero tecnológico y organizacional. En el curso de su maduración la industria misma va a alcanzar capacidad para modelar su propio ambiente selectivo, a través del surgimiento de reglas de comportamiento e interacción entre las firmas, de la formación de una variedad de organizaciones vinculadas que deciden, por ejemplo, sobre estándares técnicos, y de la acción política. Cambio tecnológico y estructura institucional coevolucionan a lo largo de estos procesos (Nelson, 1995). Otras referencias relevantes: Dosi (1997); Katz y Shapiro (1994); Malerba (1992); Mowery y Rosenberg (1982); Nelson y Winter (1982); Silverberg (1997). f) Patrones sectoriales del cambio técnico Según se sugirió en el apartado anterior, existen diferencias importantes en cuanto al modo de desarrollo y adquisición de los conocimientos tecnológicos entre los distintos sectores productivos. Las diferencias en las oportunidades tecnológicas, los regímenes de apropiabilidad y los patrones de demanda, contribuyen a determinar las diferencias inter-sectoriales en el ritmo de innovación y, conjuntamente con la naturaleza específica del conocimiento en que se basan las innovaciones, definen las formas organizacionales características para el desarrollo de las actividades innovativas en cada sector (Dosi, 1988a y b). Una de las contribuciones más importantes en este campo es la conocida taxonomía de Pavitt (1984). Allí, las industrias se clasifican en cuatro grupos: i) basado en la ciencia: se caracteriza por la importancia de las actividades de I&D, ya que las oportunidades para innovar se vinculan directamente con los avances en la investigación básica, y por desarrollar tecnologías que benefician al resto del aparato productivo; ii) intensivo en escala: incluye industrias oligopólicas con grandes economías de escala y alta complejidad técnica y empresarial. Las capacidades de innovación se basan tanto en el desarrollo como en la adopción de equipo innovador, en el diseño de productos complejos, en la explotación de ciertas economías de escala y en la capacidad de dominar organizaciones complejas; iii) proveedores especializados: se caracteriza por la alta diversificación de la oferta y la elevada capacidad para desarrollar procesos innovativos. Estos sectores suministran equipos e instrumentos para el sistema industrial, apoyando sus actividades innovadoras tanto en el conocimiento formal como en el más tácito basado en la relación usuario-productos; iv) dominado por proveedores: está compuesto por las industrias más tradicionales cuyos procesos de innovación provienen de otros sectores, a través de compras de materiales y de bienes de capital. El aprendizaje se relaciona principalmente con la habilidad para adoptar y producir (Cimoli y Dosi, 1994). Un concepto más reciente que también intenta captar las especificidades de los patrones de cambio tecnológico a nivel sectorial es el de sistema sectorial de innovación (SSI), propuesto por Breschi y Malerba (1997). Un SSI se define como un grupo de firmas que participan en los procesos de diseño y fabricación de los productos de un determinado sector, así como en la generación y empleo de las tecnologías dominantes en ese sector. Dichas firmas pueden relacionarse de dos modos diferentes: a través 17

. Un ejemplo paradigmático de la consolidación de una tecnología menos “eficiente”, aún en presencia de alternativas comprobadamente superiores, es el del teclado “QWERTY” que se usa en las máquinas de escribir y en las computadoras personales (ver David, 1985). 11

de procesos de interacción y cooperación en el desarrollo tecnológico y mediante procesos de competencia y selección a partir de sus competencias innovativas, productivas y comerciales. Una implicación interesante del concepto de SSI es que los límites geográficos de los sistemas innovativos son, desde el punto de vista sectorial, endógenos, ya que emergen de las condiciones específicas de desarrollo y los regímenes tecnológicos dominantes en cada actividad. Así, diferentes industrias pueden tener distintos límites competitivos, interactivos y organizacionales. Las firmas en ciertas industrias pueden competir globalmente pero tener una base organizativa e interactiva “local”, mientras que en otras ramas la competencia puede ser regional pero con firmas basadas en equipos e insumos provistos por fuentes extranjeras. Asimismo, la cantidad de innovadores, así como su grado de concentración/dispersión geográfica, también dependen de las características del SSI. Otro elemento importante que surge de este enfoque es que hay diferentes límites espaciales en relación con las actividades innovativas de las firmas. En sistemas con bases de conocimiento predominantemente tácitas, que forman parte de sistemas complejos y extensos, y en los cuales las fuentes de nuevos conocimientos provienen en gran medida de la interacción usuarios-proveedores, la proximidad geográfica jugará un rol relevante en facilitar la transmisión de conocimiento entre agentes. Por tanto, los límites espaciales de los procesos innovativos tendrán una naturaleza predominantemente “local”. Lo contrario ocurre cuando la base de conocimiento es más codificable, simple e independiente, y cuando las fuentes de nuevo conocimiento se asocian con avances científicos y predominantemente genéricos. Aquí, la proximidad geográfica no jugará un rol tan relevante, y los límites espaciales de los procesos innovativos tenderán a tener una naturaleza “nacional”, “internacional” o aún “global” (Breschi y Malerba, 1997). Otras referencias relevantes: Breschi (1995 y 1997), Breschi et al (1997), Dosi (1982), Guerrieri y Tylecote (1997), Klevorick et al (1995), Levin et al (1987), Malerba y Orsenigo (1995a), g) Agentes e interacciones en los procesos innovativos Los procesos innovativos tienen su epicentro en la firma productora de bienes y servicios. Como señala Teece (1988), el “hogar” natural para las actividades de innovación, desde el punto de vista organizacional, parece estar dentro de la corporación empresaria, donde se desarrollan, además, los procesos de producción y comercialización. Por un lado, esto facilita las interacciones en el proceso de innovación, tanto dentro de la firma -entre sus diferentes divisiones- como con los proveedores y usuarios, ya que, para ser efectiva, la I&D necesita de conocimientos que se adquieren a través de interacciones y trabajos complementarios realizados en contacto cercano con las firmas productoras y usuarias, las cuales muchas veces requieren de innovaciones “a medida” de sus necesidades específicas. Asimismo, la “internalización” de las actividades de innovación evita las dificultades -”costos de transacción”- que surgen al tratar de escribir, ejecutar y monitorear el cumplimiento de contratos con organizaciones externas a la firma, teniendo en cuenta las peculiares características ya señaladas de este tipo de actividades (Nelson, 1990; Teece, 1988). Asimismo, como señala Kozul-Wright (1995), la firma ofrece un marco institucional adecuado para facilitar la toma de decisiones en condiciones de incertidumbre real, lo cual se aplica especialmente al caso de la innovación. El carácter tácito de la innovación también refuerza la importancia de la firma como vector principal del proceso de cambio tecnológico. En este sentido, la firma está en posición de cumplir una serie de condiciones críticas, actuando como: i) organización de acumulación del conocimiento; ii) institución que puede reproducir ese conocimiento, transmitirlo e incluso compartirlo con otras firmas; iii) agente social que puede establecer relaciones de confianza y cooperación. A su vez, las firmas pueden adoptar diferentes estrategias innovativas (ofensivas, defensivas, imitativas, dependientes, etc.) -que las harán realizar en cada caso distintos tipos de actividades tecnológicas y valorizar diversamente las múltiples fuentes de conocimiento disponibles-: estas estrategias no dependen únicamente de las “señales” que reciben desde el exterior (en forma de precios, demandas, etc.), sino también de sus propias competencias, estructuras organizativas y objetivos (Freeman y Soete, 1997, Nelson, 1991).

12

Pero las firmas no innovan en aislamiento, sino que establecen diferentes clases de relaciones con otros agentes -competidores, proveedores, institutos de I&D, universidades, etc.-, sin las cuales los procesos innovativos serían más lentos y de menor alcance. De hecho, según la OECD (1997b), los flujos de tecnología e información que circulan entre las personas, las empresas y las instituciones son la clave de los procesos innovativos La performance innovativa de un país depende, entonces, de como estos actores se relacionan como elementos de un sistema colectivo de creación y uso de conocimiento. Hay, además, un creciente consenso en torno al hecho de que la pertenencia a redes o los vínculos con otras firmas -asi como también con otro tipo de instituciones, como universidades, centros de investigación y asistencia tecnológica, etc.-, son cada vez más importantes para determinar el desempeño y la competitividad de las unidades económicas. Los trabajos reunidos en Lundvall (1992a) enfatizan la naturaleza interactiva de los procesos de innovación y aprendizaje. Las redes formales e informales en las que participan las firmas pueden compensar, al menos parcialmente, las limitaciones en el espacio de búsqueda de cada una. Asimismo, la generación y difusión de tecnología descansa fuertemente en la reducción de costos de transacción vía internalización de los intercambios en redes. El intercambio de flujos de información puede resultar en una “mezcla” de diferentes visiones del futuro; si, por esta vía, distintos actores llegan a compartir una expectativa similar, el riesgo percibido ante cualquier cambio tecnológico puede reducirse (Carlsson y Jacobsson, 1994). Así, por ejemplo, las innovaciones de producto tienen lugar en “mercados organizados”, donde hay interacción entre usuarios y productores. Este tipo de innovaciones sería escaso si los mercados se basaran en relaciones anónimas entre agentes autónomos, ya que los productores tendrían dificultades para observar nuevas necesidades, y los usuarios carecerían de información cualitativa sobre las características de los nuevos productos (Lundvall, 1992b). La naturaleza interactiva de los procesos de cambio tecnológico parece reforzarse al avanzar hacia la llamada “economía basada en el conocimiento”, donde las firmas desarrollan vínculos para promover el aprendizaje interactivo y buscan socios y redes que les provean de activos complementarios (Rothwell, 1994, citado en Freeman y Soete, 1997). Estas relaciones, que muchas veces adquieren un carácter internacional (Freeman y Hagedoorn, 1994; Mytelka, 1991; Narula y Hagedoorn, 1997), ayudan a las firmas a repartir los costos y riesgos asociados con los procesos de innovación, ganar acceso a nuevos conocimientos, adquirir componentes tecnológicos claves y compartir activos en la manufactura, la comercialización y la distribución (OECD, 1996a). En el mismo sentido, se argumenta que los recientes cambios en el plano tecnológico y organizacional, asociados con la difusión de la microelectrónica y el llamado sistema toyotista de producción, así como las presiones emergentes de la globalización, también incrementan la importancia de la cooperación inter-firma: “los costos crecientes de la innovación, la necesidad de un rápido ajuste ante los cambios tecnológicos y el hecho de que las tecnologías se hacen crecientemente sistémicas o genéricas, implican que las firmas necesitan compartir los costos y riesgos de sus actividades de I&D” (Dunning, 1994). Otras referencias relevantes: Camagni (1991); Coombs et al (1996); Chesnais (1988a); Fagerberg (1995); Freeman (1991); Johnson (1992); Lundvall (1994); Mytelka (1992); Perrin (1997); UNCTAD (1996a). h) Innovación, tamaño de firma y estructura de mercado Una de las discusiones que más interés ha suscitado en la literatura sobre el cambio tecnológico ha girado acerca de la relación que existe entre el tamaño de las firmas, el grado de concentración de los mercados y las actividades de innovación. El eje organizador de este debate son las llamadas “hipótesis schumpeterianas”, supuestamente adelantadas, como su nombre lo indica, por Schumpeter (1983), a saber: i) hay una relación positiva entre innovación y poder monopólico; ii) las grandes firmas son proporcionalmente más innovativas que las pequeñas18. 18

. Muchos autores opinan que, en realidad, esta hipótesis proviene de Galbraith -Kamien y Schwartz (1982)-. 13

La multitud de tests empíricos que han sido desarrollados a partir de estos argumentos ha aclarado sólo parcialmente las cuestiones en debate, ya que existe una serie de problemas que dificultan la obtención de conclusiones inequívocas: como medir los flujos de innovación, como definir los tamaños de firma, como evaluar el grado de “poder monopólico”, como establecer relaciones causales en fenómenos que se desarrollan simultáneamente a lo largo del tiempo, etc.. Los resultados de estos tests no han avalado, por otro lado, ninguna de ambas hipótesis de un modo concluyente. Por tanto, prevalece la opinión de Freeman y Soete (1997), quienes ponen en duda que puedan formularse generalizaciones válidas sobre las relaciones entre tamaño de firma, niveles de concentración y actividad innovativa. Habría, en principio, dos fuentes de interacción entre innovación y poder monopólico. La primera es entre innovación y la anticipación del poder monopólico que resultaría del éxito de la innovación (en donde la estructura del mercado resulta “endógena”, ya que es creada a partir de las actividades innovativas que desarrollan los agentes, su éxito o fracaso y su capacidad de apropiación de los resultados comerciales que genera). El grado de concentración resultante de las actividades de innovación que desarrollan las firmas depende, entre otros factores, de las oportunidades de innovación y de la facilidad de imitación por parte de las firmas no innovadoras (Nelson y Winter, 1982). La segunda fuente de interacción, es entre innovación y posesión de poder monopólico. Aquí se supone que una firma que tiene poder monopólico en los productos existentes puede ser capaz de extender su poder hacia nuevos productos. Asimismo, puede responder rápidamente a las innovaciones de los rivales. Sin embargo, también el monopolio puede tener efectos retardatarios sobre la innovación. Por ejemplo, una firma con poder monopólico puede tener menos incentivos a innovar que una firma que gana beneficios normales, o puede ser un “rápido segundo” que espera a que otros imiten. Asimismo, si ya gana beneficios extraordinarios con un producto existente, puede tardar más en reemplazarlo (Kamien y Schwartz, 1982; Scherer, 1992). El problema remite, en este caso, a una discusión sobre “cuanto” poder monopólico es óptimo. Algunos estudios sugieren que hay una relación en forma de U, donde a mercados más competitivos corresponden niveles de actividad innovativa relativamente bajos, que van creciendo a medida que se incrementa el grado de “oligopolización”, hasta llegar a un cierto punto de “máxima” actividad innovativa; pasado ese punto, mayores niveles de concentración empiezan a tener efectos negativos sobre las actividades de innovación (Scherer, 1992). La ubicación de ese punto de inflexión depende del ritmo de avance del conocimiento, de la tasa de crecimiento de la demanda, de la velocidad con que los competidores reconocen las nuevas oportunidades de innovación, etc.. En tanto, Symeonidis (1996), citado en Freeman y Soete (1997), señala que “no hay un trade-off general entre políticas de competencia y progreso técnico, aunque en algunas industrias intensivas en I&D un cierto nivel de concentración puede ser inevitable”. El rango de niveles sostenibles de concentración en cualquier industria depende de una cantidad de factores específicos, que incluyen los costos promedios de los proyectos de I&D, las oportunidades tecnológicas existentes, el grado de continuidad y predictibilidad de la tecnología y la extensión de las economías de aprendizaje, las características de la demanda (por ejemplo, el grado de diferenciación de producto), y la intensidad de la competencia vía precios. Una línea de investigación interesante es la que vincula el patrón de cambios en la estructura de mercado con la evolución de la tecnología. El punto de partida sería el trabajo de Abernathy y Uterback (1975) -citado en Nelson (1995)- donde se argumenta que antes de la emergencia de un “diseño dominante” en una determinada actividad, tiende a haber un predominio de innovaciones de producto, ya que hay una “competencia” de diseños “candidatos” a ser dominantes, cada uno con un mercado que, en ese momento, es reducido. Las firmas tienden, entonces, a ser pequeñas, y las barreras a la entrada bajas. Cuando se consolida un diseño dominante, las innovaciones de proceso se hacen más importantes, así como las economías de escala, creciendo la intensidad de capital de los procesos de producción. Así, las barreras a la entrada se elevan, y suben las exigencias de escala y capital para que una firma sea competitiva; por tanto, aumenta el grado de concentración de la industria en cuestión. En cuanto a la relación entre innovación y tamaño de firma, se argumenta que las firmas grandes tienen ventajas por economías de escala en las actividades de I&D, por la capacidad de autofinanciamiento de dichas actividades, por un mejor uso del equipo y mayores posibilidades de realizar una “división del trabajo” entre los investigadores, entre otros factores. Asimismo, se supone que la gran firma puede hacer un mejor uso, desde el punto de vista comercial, de los resultados de las actividades 14

innovativas. En “contra” de la gran firma aparecen las fallas de un sistema de incentivos “jerárquicos”, los problemas de coordinación y la lentitud burocrática, entre otros factores. De los estudios disponibles surge que las grandes firmas son mucho más proclives a mantener programas de I&D formales y recibir patentes que las firmas pequeñas, pero esto no implica que en las firmas pequeñas no existan actividades innovativas. Por otro lado, algunos trabajos muestran que las firmas pequeñas tienden a generar más innovaciones por empleado que las grandes, y también alcanzan más innovaciones por dólar gastado en I&D. Sin embargo, también se argumenta que las firmas de mayor tamaño pueden continuar con los proyectos de I&D de forma más “intensiva” que las pequeñas y medianas empresas (PyMEs). Asimismo, se debe distinguir entre quien genera la innovación y quien la comercializa y difunde exitosamente -tarea en la cual la gran firma puede ser más eficiente- (Scherer, 1992). Otras referencias relevantes: Breschi et al (1997); Cohen y Levin (1989); Levin et al (1985); Malerba y Orsenigo (1995a y b y 1996); Utterback (1987); Utterback y Suárez (1993). i) El cambio tecnológico en las PyMEs Al presente, una vasta literatura reconoce la importancia de las actividades innovativas que desarrollan las PyMEs. De hecho, algunos autores enfatizan que este tipo de firmas tiene algunas ventajas específicas para el desarrollo de actividades de innovación, particularmente en cuanto a su flexibilidad interna y su capacidad de adaptación a circunstancias cambiantes. Las desventajas, en tanto, provendrían de su tamaño limitado -que les impone restricciones financieras y de recursos materiales-, su dificultad para aprovechar las economías de escala en la I&D, las menores posibilidades de comercializar exitosamente sus innovaciones y los costos crecientes de las actividades de investigación (Rizzoni, 1994; Scherer, 1992). De todos modos, el “universo PyME” es, de hecho, un conjunto heterogéneo de firmas que presentan diferentes estructuras, siguen distintas estrategias y desarrollan patrones específicos de comportamiento. Rizzoni (1994) ha presentado una tipología interesante, en donde a diferentes “clases” de PyMEs, les corresponden estrategias innovativas diferenciadas. Más allá de estas diferencias, las actividades innovativas en este tipo de firmas se caracterizan, en general, por un elevado grado de informalidad; difícilmente cuenten con estructuras específicas dedicadas a I&D o desarrollen programas formales de investigación, el personal que realiza tareas innovativas generalmente desempeña también otro tipo de labores en otras áreas, etc. (Yoguel y Boscherini, 1996a). Algunos autores argumentan que las PyMEs son innovadores importantes en industrias skillintensive, con rápido ritmo de cambio tecnológico y que están en las etapas tempranas de sus ciclos de vida (Acs y Audretsch, 1988), idea que aparece vinculada al argumento anteriormente citado respecto del carácter dependiente de la estructura de mercado respecto de la evolución del “ciclo de vida tecnológico” de una industria. Al mismo tiempo, otros autores, si bien reconocen que las PyMEs generan una porción proporcionalmente elevada de innovaciones, señalan que la mayor parte de ellas no son particularmente “innovativas”. Al mismo tiempo, las firmas grandes pueden llevar las nuevas tecnologías a un nivel de “perfección” mayor que las PyMEs, y pueden destacarse en ciertas “clases” de actividades de innovación (Scherer, 1992). Por consiguiente, parece haber un cierto “umbral” mínimo necesario para desarrollar actividades innovativas de un modo exitoso. Las interacciones y vínculos con otras firmas e instituciones adquieren, frecuentemente, un rol clave para la propia supervivencia de las PyMEs. Según Pyke (1994), hay tres maneras básicas a través de las cuales las PyMEs pueden mantenerse y prosperar en un ambiente globalizado: pueden fortalecer sus intenciones de convertirse en proveedores preferenciales de grandes corporaciones mejorando sus estándares de calidad y plazos de entrega; pueden tratar de competir “individualmente” en mercados finales, probablemente en nichos específicos; o pueden buscar fortalecerse colectivamente asociándose con otras firmas pequeñas, quizás en distritos industriales, para cooperar, producir y vender a través de alianzas, instituciones colectivas y consorcios.

15

Mientras que la primer posibilidad corresponde, por ejemplo, a los patrones de vinculación característicos del toyotismo, la última está asociada, centralmente, a las famosas experiencias de los llamados “distritos industriales” italianos. Allí, la proximidad de proveedores de materias primas y equipos, productores de componentes y subcontratistas, junto con la combinación de intensa rivalidad inter-firma y cooperación a través de las asociaciones de productores, han generado procesos de aprendizaje colectivos y senderos evolutivos de desarrollo para las firmas instaladas en dichos distritos (Humphrey y Schmitz, 1996). De aquí ha surgido, en ocasiones, la idea de que la asociatividad, al menos en el caso de las PyMEs, se identifica con vínculos a nivel local, idea que, ciertamente, no es correcta. En este sentido, Humphrey y Schmitz (1996) formulan una distinción muy importante entre clusters, networks y distritos industriales. Según dichos autores, el aprendizaje mutuo y la innovación colectiva pueden existir en clusters definidos como concentraciones sectoriales o geográficas de empresas, o por el networking de PyMEs que no se encuentran necesariamente en el mismo sector o localidad. Un cluster se define por la concentración sectorial y geográfica de firmas, la cual debería estimular la generación de economías externas, pero no implica el desarrollo de relaciones de especialización y cooperación entre agentes locales. Un distrito industrial emerge cuando un cluster desarrolla no sólo patrones de especialización interfirma, sino también formas implícitas y explícitas de colaboración entre agentes económicos locales y fuertes asociaciones sectoriales. Finalmente, un network no implica necesariamente la proximidad geográfica de las PyMEs, ya que la cooperación entre firmas y el aprendizaje colectivo puede existir aún entre empresas que no están en la misma localidad. Otras referencias relevantes: Audretsch y Vivarelli (1994); Camagni (1991); Gatto y Yoguel (1993); UNCTAD (1994); Yoguel y Boscherini (1996b); Zanfei (1994). j) Retornos privados y retornos sociales de las innovaciones: el problema de la apropiabilidad Existe una “tensión” básica alrededor del problema de la “apropiabilidad” de las innovaciones. Por un lado, debe desarrollarse un ambiente rico en incentivos, de modo que los beneficios privados esperados a partir de la realización de actividades de innovación sean significativos. Además del retorno que un agente privado esperaría de una inversión en cualquier tipo de actividad, en el caso de la innovación se suma el hecho de la “incertidumbre” inherente a este tipo de procesos, la cual exige una “sobrerenta” o ganancia extraordinaria, cuya necesidad ya anticipó Bentham hace ciento setenta años, y a la cual Schumpeter (1983) otorgó un papel clave en su esquema teórico. Por otro, debe fomentarse la generación de numerosos spillovers, de forma que las firmas se apropien sólo de una fracción de los beneficios de la innovación y se maximicen los retornos sociales de la misma. En efecto, la sociedad como un todo se beneficia más (recibe más externalidades) cuanto más se difundan las ventajas de una innovación, lo cual sucede con más intensidad cuanto mayores sean las “fugas” de beneficios que el innovador original no puede apropiarse para sí (por ejemplo, por la imitación de sus competidores -que hará bajar los precios-, por la movilidad de recursos humanos, etc.)19. Pese a las dificultades de medición intrínsecas al problema, varios trabajos han mostrado no sólo que los retornos sociales de las actividades de innovación son significativos, sino que, efectivamente, son mayores que los que pueden apropiarse privadamente (OECD, 1992). Recientemente, varios estudios han explorado diversos métodos para mejorar la estimación de los spillovers innovativos, en orden a precisar su dimensión y poder establecer comparaciones tanto temporales como entre países, sectores y diferentes tipos de actividades tecnológicas (Los y Verspagen, 1996; Los, 1997; Verspagen, 1995), e incluso han tratado de captar en qué medida esos spillovers pueden difundirse internacionalmente (Verspagen, 1997a). La sociedad capitalista ha desarrollado distintos métodos para garantizar la apropiabilidad privada de los beneficios de la innovación. Probablemente el más conocido de ellos es el sistema de patentes, que, por otro lado, intenta balancear la “apropiabilidad perfecta”, por tiempo limitado, con la apertura (disclosure) pública de su contenido, la cual garantizaría, luego de su expiración, la difusión de sus 19

. En ocasiones, sin embargo, las firmas pueden, por distintas razones, no querer “bloquear” flujos de información internos que pueden ser útiles para otras empresas (Nelson, 1990), aunque éste no es el caso general, en especial si la firma no percibe que ese “desbloqueo” le asegura una determinada contraprestación del otro lado. 16

beneficios. La evidencia muestra, sin embargo, que no siempre son las patentes el medio empleado para proteger las innovaciones. Levin et al (1987) presentan los resultados de una amplia encuesta realizada en los EE.UU. sobre los métodos empleados para apropiarse de los resultados de la innovación industrial. Además de las patentes, aparecen el secreto comercial, el tiempo de desarrollo de las nuevas tecnologías (lead time), la rapidez en moverse a lo largo de la curva de aprendizaje y los servicios post venta. La relevancia de los distintos métodos varía según la industria y el tipo de innovación considerada. Al mismo tiempo, en otros trabajos se han señalado otras formas de protección de los retornos de la innovación: por ejemplo, las marcas, el acaparamiento de insumos críticos, el control de canales de distribución, la publicidad y la presencia de economías de escala. De otro lado, como señalan David y Foray (1995), desde el punto de vista social importa el “poder distributivo” (distribution power) de un sistema de innovación, lo cual apunta a facilitar una eficiente distribución y utilización del conocimiento científico y tecnológico disponible en la sociedad. Si por una parte esto implica, por ejemplo, estimular las interacciones entre “ciencia” y “tecnología”, también supone que los mismos medios que se usan para asegurar un mayor retorno privado de las actividades innovativas, pueden disminuir el “poder distributivo” del sistema. Consiguientemente, puede surgir un trade-off entre “apropiabilidad” -que favorecería una mayor acumulación de nuevo conocimiento- y “poder distributivo” -que favorecería que ese conocimiento sea socialmente más “útil”-. A su vez, Levin et al (1987) señalan que no siempre un fortalecimiento de la apropiabilidad privada lleva a acelerar el ritmo de surgimiento de las innovaciones, y cuando lo hace, esas innovaciones pueden tener, a nivel social, un costo excesivo. Otras referencias relevantes: Dasgupta (1988); Foray (1997); Griliches (1990); Primo Braga (1990); Teece (1987). k) La medición de la actividad innovativa y de sus efectos Esta es un área que por largo tiempo ha preocupado a los economistas interesados en analizar los procesos de innovación y su relación con la dinámica económica global. Por un lado, está la cuestión de como medir la “actividad innovativa” en sí misma. Por otro, aparece la inquietud por conocer cómo influye esa actividad innovativa sobre el ritmo de crecimiento de la productividad y de la economía. La masiva introducción de “nuevas tecnologías” y el pasaje hacia la knowledge-based society han aumentado aún más el interés por investigar en estos temas. Reflejo de esta actividad son los influyentes manuales desarrollados por la OECD, que tratan de captar distintos aspectos de los procesos de innovación y generación de conocimientos. El llamado Manual Frascati (OECD, 1993) - concebido originalmente en 1963-, que define lo que se entiende por actividades de I&D, y el más reciente Manual de Oslo (OECD, 1997a) -cuya primera versión es de 1992-, que tiene como objetivo la recopilación e interpretación -pensando en facilitar las comparaciones internacionales- de datos sobre innovación tecnológica, son los más conocidos. Asimismo, hay manuales sobre balance de pagos tecnológico (OECD, 1990), patentes (OECD, 1994a) y recursos humanos dedicados a la I&D -Manual de Canberra- (OECD, 1995a). La evolución de estos “manuales” ha acompañado la propia evolución del pensamiento sobre los procesos innovativos. Así, el Manual Frascati corresponde a una etapa en donde predominaba el “modelo lineal” antes citado, concibiéndose que la I&D era no sólo el factor esencial del avance tecnológico, sino que había una relación más o menos directa entre gastos en I&D y beneficios sociales y económicos. A medida que la comprensión sobre los procesos innovativos reconoce cada vez más su carácter sistémico e interactivo, se hace necesario el desarrollo de esquemas de medición cada vez más sofisticados, de lo cual el Manual de Oslo es un ejemplo. Pese a estos esfuerzos, las dificultades para “medir” la “cantidad” de innovación que se genera en una economía son bien conocidas, y en varios trabajos se han analizado las ventajas y desventajas de diferentes indicadores -que tienen distintos niveles de referencia (la firma, regiones, naciones, etc.): patentes, recursos monetarios y humanos destinados a I&D, número de nuevos productos lanzados en los últimos años, etc., sin que exista un consenso acerca de algún indicador o conjunto de indicadores bien

17

definido que permita hacer comparaciones intertemporales o entre distintos países (o firmas) de modo satisfactorio. La OECD (1996a) señala cuatro razones por las cuales los indicadores vinculados con el “conocimiento” no pueden alcanzar el mismo status que otros indicadores económicos tradicionales (por ejemplo, los de las cuentas nacionales): i) no hay fórmulas que permitan pasar de “insumos” para la “creación de conocimientos” a “productos derivados” de esos conocimientos; ii) los insumos para la creación de conocimiento son difíciles de “mapear”, debido a su intrínseca complejidad y carácter sistémico; iii) el conocimiento no puede ser reducido a un agregado a partir del uso de un sistema de precios, ya que cada “pieza” de conocimiento es, en cierto sentido, única; iv) la creación de nuevo conocimiento no necesariamente es una adición al stock de conocimiento existente y la obsolescencia de las unidades de conocimiento “en stock” no puede ser registrada adecuadamente. Esta general insatisfacción con los indicadores existentes ha llevado a plantear algunas propuestas para reformularlos. Por un lado, la OECD (1996a) sugiere que es necesario avanzar en la definición de indicadores sobre los siguientes temas: insumos para la creación de conocimiento; “stocks” de conocimiento; impacto de la “producción” de nuevos conocimientos; formación e impacto de networks de conocimiento; procesos de aprendizaje. La misma OECD (1997b) señala que un tema central es la medición de los “flujos” de conocimiento que circulan entre distintos agentes, organizaciones e instituciones en toda la economía en distintas formas, incluyendo la difusión de tecnología y la movilidad de personal. David y Foray (1995), por su parte, señalan que un sistema de innovación no puede ser evaluado mediante la comparación de medidas de “insumo” (como gastos de I&D) con medidas de “producto” (patentes, productos nuevos, etc.). Por el contrario, la evaluación debe referirse a algunas medidas sobre el uso que se hace del conocimiento que dichos sistemas producen o adquieren y sobre cuan eficientemente asignan recursos entre acceso a las bases de conocimiento existentes y realización e programas independientes (y potencialmente redundantes) de investigación. En el caso de los países en desarrollo (PED) aparecen algunas especifidades de los procesos innovativos (ver más abajo) que han llevado a postular la necesidad de “adaptar” los indicadores desarrollados para los países desarrollados (PD) para poder captar la dinámica y efectos de las actividades de innovación en dicho grupo de países (Brisolla, 1997). En este sentido, se ha pensado en desarrollar un Manual de Oslo “latinoamericano” (Jaramillo y Albornoz, 1997; López y Lugones, 1997); Si bajamos hacia la “micro”, mientras que en las firmas grandes hay algunos indicadores usualmente empleados para medir su actividad innovativa (gastos en I&D, patentes, etc.), en el caso de las PyMEs, por las características antes mencionadas, esta tarea resulta más compleja. En atención a esto, algunos trabajos han propuesto indicadores específicos para este tipo de firmas (Yoguel y Boscherini, 1996a). En cuanto al impacto de la tecnología sobre la performance económica, hay dos grupos de indicadores usualmente empleados: los vinculados con la productividad y los relacionados con el desempeño comercial (UNCTAD, 1991). En este campo, uno de los temas que más interés ha suscitado recientemente remite a la llamada “paradoja de la productividad”, que surge de comprobar que la masiva introducción de nuevas tecnologías en los PD no se traduce en aumentos significativos de la productividad en dichas economías (OECD, 1991). Se han propuesto diversas interpretaciones para explicar este fenómeno (OECD, 1991 y 1996c), que sugieren la existencia de problemas de medición, así como otras que aluden a un cambio en los objetivos de las actividades innovativas (que buscarían diferenciación de producto, mejoras en la calidad, etc., y no tanto aumentos de productividad). Una de las explicaciones más interesantes ha sido propuesta por David (1991), quien hace una analogía con la introducción del motor eléctrico en las fábricas americanas hacia fines del siglo XIX, señalando que entre la introducción de una nueva tecnología y la verificación de sus efectos económicos plenos, media un tiempo en donde se desarrollan procesos de aprendizaje y se realizan innovaciones e inversiones complementarias, que finalmente permiten que esas nuevas tecnologías generen aumentos de productividad significativos. Otras referencias relevantes: Griliches (1990); Holbrook (1997); Lipsett et al (1995); Nordhaus (1997); Patel y Soete (1988), Sakurai et al (1996).

18

l) Tecnología, crecimiento y desarrollo Como dijimos al comienzo, el cambio tecnológico ha sido reconocido desde tiempo atrás como un factor determinante del crecimiento a largo plazo de las naciones. Solow fue, en 1957, el primero en proveer una prueba, basada en técnicas econométricas, de este argumento (Solow, 1979), demostración que, aunque luego discutida y criticada severamente, abrió un espacio para desarrollar técnicas y conceptos cada vez más sofisticados para analizar las relaciones entre cambio tecnológico y crecimiento económico. Una de las principales críticas que recibió el enfoque de Solow fue el carácter exógeno que, en su modelo, tenía el cambio tecnológico; en otras palabras, las innovaciones -o al menos las ideas básicas sobre las cuales se apoyan las innovaciones- se concebían, implícita o explícitamente, como proviniendo “desde fuera” del sistema económico, a un ritmo constante. El propio Solow reconocía en su trabajo original las limitaciones de su enfoque, que de hecho se justificaba en la necesidad de contar con un modelo matemáticamente tratable. Por otro lado, de dicho modelo se derivaban, además, “predicciones” inconsistentes con varios “hechos estilizados” observados a lo largo de la evolución del capitalismo. Modernamente han surgido, dentro del propio mainstream neoclásico, las llamadas “nuevas teorías del crecimiento”, cuyos representantes más notables son Romer (1992, 1993 y 1994) y Lucas (1988); a diferencia de Solow, aquí el progreso tecnológico se concibe como “endógeno” al sistema económico. Los elementos determinantes del crecimiento serían, en estos modelos, según los casos, las externalidades generadas por los procesos de innovación y la acumulación de capital humano y conocimiento, la cual se supone que genera rendimientos crecientes a largo plazo. Una ruptura más radical con el mainstream neoclásico, en particular por su tratamiento del comportamiento de los agentes económicos, el funcionamiento de los mercados y las características de los procesos de aprendizaje, surge con los modelos “evolucionistas” de crecimiento, los cuales, siguiendo a Higachi et al (1996), pueden ser divididos en tres vertientes. La primera de ellas opera generalmente con modelos de economía cerrada, e intenta analizar los patrones de cambio tecnológico y su relación con los procesos de crecimiento a partir del comportamiento de agentes microeconómicos que tienen diferentes capacidades de innovación/imitación y que compiten entre sí, ganando/perdiendo cuotas de mercado. Además de conseguir predecir el comportamiento de series agregadas de producto, inversión, etc. de modo consistente con las observaciones empíricas, estos modelos permiten discutir antiguas hipótesis de la teoría económica, como la de “ondas largas” y del “estado estacionario” (Nelson y Winter, 1974 y 1982; Silverberg, 1988; Silverberg et al, 1988; Silverberg y Lehnert, 1994). Una segunda vertiente apunta a comprender como las diferentes dinámicas de innovación a nivel nacional se relacionan con los esquemas de comercio y crecimiento. La preocupación central es por la persistencia de patrones de desarrollo desigual a nivel internacional, sugiriéndose que la condición necesaria, pero no suficiente, para la convergencia de salarios y rentas es la convergencia de niveles tecnológicos y capacidades innovativas (Cimoli y Dosi, 1994). Por un lado, diversas combinaciones productivas implican diferentes oportunidades y capacidades tecnológicas en el futuro; así, la especialización productiva actual de un país afectará su potencial de dinamismo tecnológico20. Además, el conocimiento tecnológico es difícil de transferir de un país a otro; buena parte del mismo se acumula en las firmas en forma de trabajadores especializados, tecnología propia y know how difíciles de copiar y también en sus interacciones con proveedores, institutos de I&D, etc. (Dosi, 1991). En este campo, Fagerberg (1988) expone un modelo donde las tasas de crecimiento de distintos países dependen de: i) la difusión de tecnologías a nivel internacional; ii) las actividades innovativas internas; iii) las tasas de inversión. Mediante tests econométricos se muestra la importancia de los tres factores, así como el hecho de que su contribución depende del grado de industrialización ya alcanzado y es, además, específica de cada país y región (ver también Fagerberg, 1994). 20

. Una de las razones clave por las cuales la especialización influye sobre la competitividad a largo plazo de las naciones -aún si tienen similares propensiones a innovar- es que existen diferencias importantes en las posibilidades de aprendizaje y de innovaciones mayores y menores entre diferentes industrias (Andersen, 1992). 19

El tercer grupo de trabajos intenta reunir las dos líneas de investigación anteriores. Se trata de analizar los patrones de convergencia/divergencia a nivel internacional a partir de modelos generales que integren la dinámica micro y macroeconómica. Dosi et al (1994a) trabajan con un modelo que genera una serie de regularidades tales como: i) países inicialmente idénticos pueden diferenciarse de manera persistente a lo largo del tiempo; ii) algunas fluctuaciones locales (a nivel de la firma) determinan efectos agregados de largo plazo a nivel nacional; iii) pueden existir retroalimentaciones o coevoluciones “virtuosas” y “viciosas” entre innovación, competitividad y acumulación de capital; iv) en diferentes etapas, se observan patrones específicos de “catching up”, convergencia o divergencia entre las naciones; v) las ventajas comparativas o absolutas nacionales emergen endógenamente, como resultado de procesos autoorganizativos en los cuales las fuerzas clave son el aprendizaje y la selección por el mercado. Ahora bien, Nelson (1994) sugiere que las teorías evolucionistas del crecimiento se distinguen, además de por los factores antes mencionados, por la introducción de dimensiones cualitativas -que habitualmente se identifican con el “desarrollo económico”-, en contraste con las teorías convencionales que representan el proceso de crecimiento como algo puramente cuantitativo. Así, el desarrollo se define como un proceso “multifacético”, en el cual el cambio tecnológico, las características de las firmas y sus comportamientos y las instituciones son vistos como los factores que modelan patrones de desarrollo específicos. En consecuencia, es preciso entender como se generan y difunden las innovaciones, la estructura de incentivos que enfrentan los agentes, la organización interna, competencias y estrategias de las firmas y las instituciones en las cuales los agentes están enraizados socialmente y que restringen y guían tanto la coordinación microeconómica como el cambio macro (Dosi et al, 1994b). Los autores evolucionistas coinciden en que las asimetrías a largo plazo en el desempeño de las diferentes economías nacionales surgen y se mantienen a través del tiempo a través de cuatro vías: i) la estructura productiva de cada país; ii) las características y estrategias de las firmas; iii) el contexto institucional; iv) el set de incentivos económicos vigentes. El aprendizaje tecnológico no se relaciona directamente con el funcionamiento de los mercados sino con los incentivos y oportunidades que perciben los agentes, que son el resultado de historias particulares de tecnologías, firmas e instituciones (Cimoli y Dosi, 1994; Dosi, 1991). A su vez, los procesos de desarrollo o catch-up, si bien dependen principalmente de fuentes tecnológicas externas, requieren del surgimiento de una “capacidad social de absorción” (Abramovitz, 1994; Albuquerque, 1997; Mowery, 1993), que involucra la disponibilidad de recursos humanos calificados, capacidades organizacionales al interior de las firmas, mercados de capitales eficientes y marcos institucionales que incentiven los procesos de aprendizaje, entre otros factores. De este modo, los países que son, en esencia, dependientes de tecnologías generadas en el exterior, se benefician de ella en la medida en que tienen esas capacidades sociales para asimilar los spillovers que surgen del conocimiento que importan; esta intuición parece confirmada a partir de algunos trabajos empíricos recientes (Mowery y Oxley, 1995; Verspagen, 1997b). De todos modos, el propio Nelson (1994 y 1995) advierte que los modelos formales de crecimiento evolucionario resultan aún demasiado mecanicistas y “cuantitativos”. En buena medida esto ocurre porque la formulación y articulación de hipótesis acerca de la influencia de la diversidad entre firmas e instituciones sobre el crecimiento y desarrollo económicos es todavía incipiente. Más aún, Nelson se muestra escéptico sobre la posibilidad de que modelos evolucionistas formales de crecimiento a nivel de naciones puedan captar los hechos que caracterizan al “desarrollo”, dado que los procesos involucrados son muy variados y complejos. Otras referencias relevantes: Freeman y Soete (1997); Pianta (1995); Silverberg y Soete (1994), Silverberg y Verspagen (1995). m) Cambio tecnológico y empleo En una época en la que conviven el cambio tecnológico acelerado -principalmente vinculado a la expansión de las TCI- con un elevado nivel de desempleo en muchos PD -y particularmente en Europa-, y presiones a la baja sobre el salario real de una parte importante de la clase obrera, no sorprende que se reavive el interés por las relaciones entre la innovación tecnológica y la creación/destrucción de empleos.

20

Si la exploración de estas relaciones ha sido objeto de estudio para la economía desde largo tiempo atrás -la obra de Smith, Ricardo o Marx es una prueba cabal en este sentido-, recientemente se han producido algunas contribuciones relevantes que intentan desagregar analíticamente las distintas cuestiones que están implicadas en el nexo tecnología-empleo. Edquist et al (1997) parten de la distinción entre los efectos de las innovaciones de producto vis a vis las innovaciones de proceso. Mientras que las segundas tienen generalmente un efecto de reducción neta del empleo, las primeras pueden tener un efecto de creación de puestos de trabajo. A su vez, en diferentes tipos de industrias y ramas de servicios predominan uno u otro tipo de innovaciones, con lo cual diferentes trayectorias de especialización a nivel nacional generarán distintas consecuencias sobre la evolución del empleo (no sólo cuantitativa sino también cualitativamente). De aquí llegan a la cuestión de la relación entre crecimiento y empleo, la cual dista de ser mecánica (y así se habla de “crecimiento sin empleos” -jobless growth-). Por un lado, puede haber crecimientos en la productividad vía mejoras de procesos, lo cual implica, en principio, una destrucción neta de empleos. Sin embargo, puede haber mecanismos compensatorios, si la demanda en los sectores donde ocurre el aumento de la productividad crece más que lo que se incrementó la productividad (lo cual depende, entre otras cosas, del traslado a precios de la mayor productividad y de la elasticidad precio de los bienes en cuestión). En tanto, puede haber aumentos en la productividad asociadas con innovaciones de producto, las cuales, en la medida que los nuevos productos no sustituyan totalmente a bienes más antiguos, tendería a crear empleos netos. En definitiva, el traslado de las ganancias de productividad al empleo depende de la medida en que las firmas trasladan dichas ganancias en forma de menores precios y nuevas inversiones, y del grado en que los consumidores responden a los menores precios con un aumento de la demanda. El funcionamiento de los mercados y su grado de concentración aparecen, entonces, como variables clave (OECD, 1996c). Asimismo, el efecto del cambio tecnológico sobre el empleo se distribuye de manera desigual entre las distintas categorías de trabajadores. Una de las comprobaciones más notables es como las nuevas tecnologías redefinen la demanda de trabajo de alta calificación vs trabajo de baja calificación, siendo que la primera ha venido creciendo a tasas mucho más elevadas durante los últimos años, lo cual se refleja, pari passu, en la evolución de los salarios reales de ambas categorías de trabajo (OECD, 1996c). Esto lleva a plantear la necesidad de replantear las políticas de educación y de capacitación laboral, de modo de adaptar la fuerza de trabajo a las necesidades de los nuevos paradigmas tecnológicos y organizacionales (Boyer, 1995). Otras referencias relevantes: Colecchia y Papaconstantinou (1996), Foray y Lundvall (1996), Freeman y Soete (1997); Lundvall (1995), Freeman et al (1982), Gjerding (1992), OECD (1994b y 1995b), Petit (1995), Papaconstantinou (1995), Soete (1995). n) Tecnología, comercio internacional y competitividad Crecientemente, desde diversas perspectivas teóricas, se reconoce que los patrones de comercio internacional y la competitividad a largo plazo de las naciones están influidos fuertemente por las diferencias en los procesos de innovación y en las capacidades tecnológicas que se desarrollan y acumulan en distintos espacios geográficos nacionales. Dosi y Soete (1988), Goglio (1991) y Yoguel (1996) presentan buenos resúmenes de la evolución desde las teorías clásicas (basadas en los conceptos de ventajas comparativas absolutas y relativas) y neoclásicas (basadas en la dotación de factores) del comercio internacional, a las concepciones más modernas -que Goglio agrupa bajo el nombre de modelos de “brecha tecnológica”-, en las cuales el progreso tecnológico y las asimetrías en las capacidades innovativas son determinantes del tipo de comercio que se desarrolla en cada caso. Estos modelos incluyen una serie de elementos que tradicionalmente se omiten en las teorías tradicionales -clásicas y neoclásicas- del comercio internacional: la intuición de que diferentes capacidades tecnológicas pueden explicar las diferencias salariales entre países y tener significativos efectos sobre el nivel de bienestar; la importancia de los procesos de aprendizaje y la presencia de

21

externalidades que de ellos se derivan, las cuales pueden tener efectos acumulativos positivos sobre las tasas de crecimiento; la “endogeneidad” de los procesos de cambio tecnológico y la existencia de asimetrías no sólo en las capacidades para innovar, sino también en la productividad con la que se usan las técnicas disponibles (Goglio, 1991). Dentro de estos modelos de “brecha tecnológica”, por un lado existe una literatura que se agrupa bajo el nombre de “nueva teoría del comercio internacional”, la cual ha evolucionado en el seno de la propia tradición neoclásica (Krugman, 1994 y 1995; Grossman y Helpman, 1990 y 1991). Aquí, los patrones de comercio se determinan por factores tales como la presencia de economías de escala, externalidades y competencia vía diferenciación de producto, así como por las diferencias en las actividades tecnológicas que realizan distintas naciones (“innovadoras” o “imitadoras”). De esta forma, se pueden explicar temas tales como la existencia de comercio intraindustrial (no considerado por la teoría neoclásica tradicional), o los patrones de intercambio Norte-Sur (cuyo carácter persistentemente asimétrico en términos del contenido tecnológico de los bienes intercambiados no puede ser explicado por las versiones tradicionales de la teoría del comercio internacional). Goglio (1991) señala que estos nuevos desarrollos teóricos han sido pensados originalmente para explicar los patrones de comercio Norte-Norte, lo cual limita su aplicabilidad, ya que, cuando se usan para explicar el comercio Norte-Sur, suponen que en el “Sur” existe una cierta capacidad de imitación. Esto hace que su pertinencia para explicar los patrones de comercio en los PED esté limitada, de hecho, al pequeño grupo de ellos que ha recorrido un sendero de industrialización y acumulación de capacidades tecnológicas relativamente complejo. En una línea más heterodoxa, varios autores neoschumpeterianos o evolucionistas (Dosi et al, 1990; Dosi, 1991; Dosi y Soete, 1988; Freeman y Soete, 1997; Soete, 1989), argumentan que la distribución internacional de las capacidades tecnológicas influye decisivamente en el patrón de especialización del comercio de cada país y determina una jerarquía de las economías nacionales en el comercio internacional (Yoguel, 1996). A diferencia de la “nueva teoría del comercio internacional”, aquí se introduce la noción del conocimiento tecnológico como fuertemente tácito y acumulativo, y se presta mayor atención a los procesos de aprendizaje y a los senderos de evolución de las capacidades empresarias. Estos modelos trabajan con dos procesos de ajuste entre y dentro de los países: i) las diferencias intersectoriales a nivel nacional en materia de avance tecnológico generan patrones de especialización en sectores con ventajas absolutas; ii) las brechas tecnológicas intrasectoriales entre países llevan a ajustes en la participación de cada país en el comercio mundial (Dosi y Soete, 1988). La concepción relativa a la naturaleza de la brecha tecnológica entre Norte y Sur hace que estos modelos contengan aplicaciones más generalizables, que pueden incluir no sólo a aquellos PED con una acumulación significativa de capacidades tecnológicas, sino también a otros de menor grado de desarrollo relativo (Goglio, 1991). Otras referencias relevantes: Bekerman y Sirlin (1994 y 1996); Chudnovsky y Porta (1991); Dosi y Soete (1983); Forstner y Ballance (1991); Krugman (1986); Ocampo (1991); Tyson (1990 y 1992). o) Innovación y medio ambiente Si bien el cambio tecnológico ha sido visto por muchos como un factor destructor de las condiciones de vida naturales y del medio ambiente, recientemente varios autores y policy-makers han comenzado a enfatizar que la única manera de compatibilizar el crecimiento económico con la protección del medio ambiente es a través de una reorientación de las actividades de innovación hacia un sendero más “verde”. Las precondiciones para que esto ocurra serían tanto microeconómicas -cambios en las estrategias, percepciones y rutinas empresarias- como regulatorias -esquemas de control de la contaminación que estimulen respuestas innovativas por parte de las firmas- (López, 1996b). En OTA (1994), Porter y Van der Linde (1995a y b) y Socolow et al (1994), pueden encontrarse diferentes argumentos en respaldo de esta hipótesis. Mientras que la primer respuesta de las firmas industriales ante la introducción de exigencias en el plano ambiental se dio a través de las soluciones de tipo end of pipe (tratamiento al final del proceso), las nuevas ideas enfatizan el papel de la prevención de

22

la contaminación (o eco-eficiencia) y de las nuevas tecnologías “más limpias”, las cuales podrían surgir a partir de respuestas “innovativas” de las firmas ante regulaciones ambientales adecuadas. En parte, estos argumentos pueden encajar en el marco teórico “evolucionista”. Por un lado, se puede argumentar que el énfasis temprano en las soluciones end of pipe, sobre cuya base se han moldeado en la mayor parte de los países las exigencias contenidas en las regulaciones ambientales, han dado lugar a un “bloqueo” (lock-in) del sistema, en el cual tanto las firmas, como los proveedores de equipo, las instituciones de I&D y los policy-makers encuentran muy difícil, o no tienen incentivos, para abandonar las estructuras institucionales y organizacionales que estaban detrás del previo sistema de gestión ambiental. Por otro, a partir de las nociones de path-dependency y del cambio tecnológico como un proceso fuertemente “acumulativo, tácito y localizado”, surge que las posibilidades de las firmas de responder innovativamente a las regulaciones ambientales no es generalizada sino que, en principio, estaría limitada a aquellas que ya hayan alcanzado un nivel elevado de competitividad, eficiencia productiva y capacidades tecnológicas endógenas. En el enfoque evolucionista, la verificación de las hipótesis de “compatibilidad” entre crecimiento y protección del medio ambiente implicaría el pasaje a un nuevo paradigma tecnológico “más verde”. No obstante, hay incertidumbre sobre cuáles serían las políticas adecuadas para facilitar tal pasaje, ya que éste implica transformaciones de largo alcance en el plano institucional, las estrategias empresarias, la lógica que gobierna las elecciones tecnológicas, los gustos de los consumidores, etc.; más aún, podrían ser necesarios avances en el plano del conocimiento científico, cuya aparición es imprevisible. Otras referencias relevantes: Barnett (1995); Chudnovsky et al (1997); Freeman y Soete (1997); OECD (1992); Palmer et al (1995); Scholz et al (1994); Skea (1995); Sorsa (1994). p) El concepto de sistema nacional de innovación Recientemente, ha surgido un concepto que, en alguna medida, intenta sintetizar una gran parte del vasto conjunto de factores que están alrededor de la problemática del cambio tecnológico y su influencia sobre los patrones de crecimiento y desarrollo: sistema nacional de innovación (SNI). Este concepto -empleado por primera vez por Freeman (1987)- ha conocido una rápida difusión, y ha sido objeto de distintas aproximaciones. Una de ellas, que informa la mayor parte de los estudios nacionales contenidos en Nelson (1993a), puede caracterizarse como más “formalista”, ya que se centra en las organizaciones e instituciones dedicadas a actividades de ciencia y tecnología. En contraste, los autores vinculados al grupo IKE (surgido en la Universidad de Aalborg, Dinamarca), trabajan con una definición más amplia, que enfatiza la interacción entre sistemas productivos y procesos de innovación e incluye también en su análisis los procesos menos formales de aprendizaje (Lundvall, 1992a)21,22. Edquist (1997b) presenta un buen resumen de los avances y debilidades de los enfoques basados en el concepto de SNI. Dicho enfoques comparten, según Edquist, las siguientes características: i) ponen a 21

. En esta última perspectiva, el SNI comprende todos los elementos que contribuyen al desarrollo, introducción, difusión y uso de innovaciones. Un SNI incluye no sólo universidades, institutos técnicos y laboratorios de I&D, sino también elementos y relaciones aparentemente lejanos de la ciencia y la tecnología. Por ejemplo, el nivel general de educación, la organización laboral y las relaciones industriales tienen crucial importancia en las actividades innovativas, al igual que los bancos y otras instituciones financieras. El SNI se define, entonces, a partir de la estructura de producción y del marco institucional de una nación. La estructura productiva determina las relaciones que se establecen entre sectores y empresas, así como las rutinas prevalecientes en la producción, la distribución y el consumo. El aprendizaje, aspecto fundamental del proceso de innovación, se halla fuertemente relacionado con estas rutinas y relaciones. En tanto, el marco institucional abarca no sólo los centros públicos y privados dedicados a actividades de I&D, sino todas las formas de organización y las convenciones y comportamientos prevalecientes en una comunidad que no se encuentran directamente mediados por el mercado. En este caso, lo institucional no se reduce a las instituciones formalmente constituídas, sino que abarca la estructura de rutinas, normas, reglas y leyes que rigen el comportamiento y determinan las relaciones personales (Johnson y Lundvall, 1994). 22 . Amable et al (1997) prefieren emplear el término sistemas sociales de innovación, que tiene la ventaja de poder emplearse en referencia a distintos espacios geográficos (o de relaciones) no necesariamente limitados por fronteras definidas desde un punto de vista político-legal. 23

los procesos de innovación y aprendizaje en el centro del análisis; ii) adoptan una perspectiva holística, interdisciplinaria e histórica; iii) enfatizan las diferencias entre sistemas, más que la presunta optimalidad de los mismos, así como las interdependencias y las no-linearidades; iv) incluyen innovaciones tanto de productos como organizacionales; v) destacan el rol central de las instituciones; vi) aún se encuentran en un estadio conceptualmente difuso; vii) son marcos conceptuales más que teorías formales. En parte por lo embrionario de estos desarrollos teóricos, y en parte por la propia complejidad del tema, resulta muy difícil medir y comparar la performance de distintos SNI. Por otro lado, el progreso técnico no es un objetivo en sí mismo, sino en la medida en que se supone que contribuye a metas socialmente deseables, las cuales pueden diferir según los países y/o regiones. Asimismo, no existe un “ideal” de SNI; diferentes sistemas pueden desarrollar modos de innovación específicos que, sin embargo, den lugar a senderos de crecimiento similares. De todos modos, más allá de su estado “rudimentario”, hay dos derivaciones importantes que surgen a partir del enfoque de SNI. Por un lado, se argumenta que las capacidades de innovación y aprendizaje están fuertemente “enraizadas” (embedded) en la estructura social e institucional de cada nación/región. Estas estructuras juegan, entonces, un rol clave en relación con las divergencias nacionales -y, a fortiori, locales y regionales- en los patrones de crecimiento y desarrollo (Dosi et al, 1994b). De aquí se desprende que, tan o más importante que el aprendizaje o transferencia de “tecnologías”, son el aprendizaje institucional y las transformaciones en la organización social, procesos imprescindibles para adaptar y emplear eficientemente las prácticas tecnológico-organizacionales desarrolladas en otros países (Johnson y Lundvall, 1994; Lazonick, 1994). Por otro, se concluye que diversas combinaciones productivas, a nivel nacional, implican diferentes oportunidades y capacidades tecnológicas en el futuro; así, la especialización productiva actual de un país afectará su potencial de dinamismo tecnológico. Entonces, la relación entre procesos de innovación y estructura productiva se puede concebir como bidireccional. Si por un lado la última es un marco estable para el aprendizaje rutinario que se produce dentro del sistema, a su vez los procesos de aprendizaje tienden a reforzar la estructura de producción vigente. Como derivado del enfoque de SNI han surgido otros conceptos que enfatizan la dimensión espacial de los procesos innovativos. Así, se ha trabajado con el concepto de sistema regional de innovación -SRI- (Cooke, 1996), el cual se entronca en la tradición de estudio de experiencias exitosas de desarrollo económico “local”, cuyos ejemplos más “célebres” son, en las áreas “high-tech”, el Sillicon Valley y la Ruta 128 en los EE.UU., o la zona de Cambridge en Gran Bretaña, mientras que los “distritos industriales” italianos ejemplifican casos de desarrollo basado, generalmente, en industrias “tradicionales” (textiles, cerámicas, etc.). Al mismo tiempo, una serie de trabajos (por ejemplo, Jaffe et al, 1993), enfatizan la importancia de las externalidades “locales” en el plano tecnológico. Así, por ejemplo, la I&D se realiza más eficientemente cuando otras firmas o instituciones que realizan dicha actividad están cercanas geográficamente, ya que esto permite a las firmas acceder a recursos calificados, así como interactuar entre ellas. De la combinación de la idea de spillovers tecnológicos delimitados espacialmente, con el carácter acumulativo de las capacidades innovativas de las firmas, surge la posibilidad de procesos autoreforzantes de convergencia/divergencia entre diferentes naciones y regiones. Así, una ventaja inicial -tal vez pequeña- de una región/nación en términos de capacidad innovativa, puede generar altas tasas de crecimiento, atrayendo nuevas firmas innovativas a la región/nación, que a su vez reforzarían la capacidad de crecimiento, etc.; de forma similar, pueden concebirse procesos donde los feedbacks sean negativos (Verspagen, 1997c). Incipientemente, se estarían conformando también sistemas “supranacionales” de innovación (SSNI); un ejemplo en este sentido es el de la Unión Europea (UE), donde, según Caracostas y Soete (1997), ha emergido -o más bien está emergiendo- un sistema “post-nacional” de innovación. De todos modos, pese al avance de la “globalización” y de la mayor internacionalización de las actividades innovativas, varios trabajos (Archibugi y Michie, 1995; Patel, 1995), muestran que las actividades tecnológicas de las firmas siguen, en general, concentradas en sus respectivos países de origen, y que si el “tecno-globalismo” (Ostry y Nelson, 1995) tiene significado, el mismo se limita, por el momento, a la explotación a nivel internacional de las innovaciones. 24

Finalmente, señalemos que tanto el marco conceptual básico como la mayor parte de los estudios de caso y temáticos realizados a partir del enfoque de SNI corresponden a PD. Si bien en un estado muy preliminar, un intento interesante en dirección a formular una tipología de SNI para los PED se encuentra en Albuquerque (1997). Otras referencias relevantes: Caniels (1996); Carlsson y Stankiewicz (1995); Chudnovsky (1997); Freeman (1988, 1995b y 1997); Katz y Bercovich (1993); OECD (1996d y 1997b), Patel y Pavitt (1994). q) Los procesos innovativos en los países en desarrollo Si bien no llega a constituir un cuerpo teórico separado, la literatura referida a los procesos de cambio tecnológico e innovación en los PED recoge una rica serie de argumentos y evidencia empírica que permiten entender y explicar las características y dinámica específicas que asumen dichos procesos, por contraposición a lo que ocurre en los PD. Muchas veces se suele concebir, y el mainstream dentro de la teoría económica generalmente asume esta posición, que los PD tienen el monopolio de las actividades innovativas, las cuales dan como resultado la creación de tecnologías que se incorporan en la “capacidad de producción”, esto es, en el stock de bienes de capital y en el know-how operativo requerido para manufacturar los bienes dentro de la frontera de eficiencia productiva. Estas tecnologías, a su vez, serían difundidas entre las firmas de los PED, en los cuales, por tanto, no se realizarían actividades innovativas. Ya desde los años ’60, una larga lista de trabajos han mostrado que esta concepción es errónea, y que en algunos casos, incluso, los PED se convertían en exportadores de tecnología23. Uno de los primeros temas clave que mostraba esta literatura era que, a causa de las diferencias en la dotación de recursos, en el tipo y calidad de los insumos, en los gustos locales, etc., siempre es preciso realizar adaptaciones en alguna medida “idiosincráticas” a las tecnologías importadas para su operación en el medio local (Teitel, 1990). Asimismo, se destacan los problemas de elección (Pack, 1990), y acceso a las tecnologías, las diferencias en las capacidades para emplearlas con el mismo nivel de eficiencia que en los países de origen, las distintas trayectorias de “aprendizaje” recorridas a partir de la adopción de una nueva tecnología (Enos y Park, 1988), etc.. Esto implica que los procesos de adopción de tecnologías extranjeras no son triviales, ya que no consisten en meras copias de los diseños originales24, sino que involucran una secuencia de actividades en la cual no sólo se transforman y adaptan las tecnologías extranjeras sino que, en condiciones institucionales y organizacionales adecuadas, se acumulan capacidades tecnológicas locales. En este sentido, una distinción relevante es entre cambio técnico y aprendizaje (o acumulación) tecnológico. El primer concepto incluye cualquier forma en la cual una firma incorpora nuevas tecnologías (a través de nuevos equipos o plantas, cambios incrementales, etc.). Si bien los insumos para ciertas clases de cambio técnico (bienes de capital, servicios de ingeniería, etc.) pueden, en general, ser comprados en el mercado, no ocurre lo mismo cuando se trata de generar cambios incrementales continuos en las fábricas existentes, para lo cual el usuario de la tecnología debe jugar un rol activo y poseer las capacidades relevantes. El aprendizaje tecnológico se refiere, entonces, a los procesos que fortalecen las capacidades para generar y administrar el cambio técnico (Bell y Pavitt, 1993). En la misma dirección, los trabajos de Dahlman et al (1987) y de Lall (1992) introducen la noción de “capacidades tecnológicas”. Dahlman et al trabajan básicamente a nivel micro, distinguiendo entre capacidades de producción -operación y mantenimiento, control de calidad, optimización de procesos, 23

. Véanse, para el caso argentino, Ablin y Katz (1982); Berlinsky (1982a y b); Bisang (1994); Castaño et al (1981); Chudnovsky (1979); Katz y Ablin (1978); Katz et al (1978); Katz y Kosacoff (1989); Maxwell (1977); Sercovich (1978). Para una visión general sobre las experiencias de América Latina, Katz (1975, 1983, 1987 y 1990) y Teitel (1990), y para el conjunto de países en desarrollo, Chudnovsky et al (1984); Dahlman et al (1987), Dahlman y Sercovich (1990), Fransman y King (1984), Lall (1984, 1990 y 1995) y Teitel (1993). Katz (1997) es un intento en dirección a evaluar la dinámica del aprendizaje tecnológico durante los años ‘90, en el contexto de los procesos de reforma estructural en América Latina. 24

. A su vez, los procesos de transferencia de tecnología también tienen costos para el poseedor de los activos a transferir (Chudnovsky, 1991; Teece, 1977).

25

etc.-, capacidades de inversión -estudios de factibilidad, ingeniería básica y de detalle, gestión de proyectos, capacitación de la mano de obra, etc.- y capacidades de innovación -desarrollo de nuevas tecnologías, mejoras, adaptaciones, etc.-. La evidencia empírica muestra que la mayor parte de las firmas en los PED dominan, total o parcialmente, el núcleo básico de las capacidades de producción (operación, mantenimiento y optimización de los procesos productivos). Sólo un grupo limitado de firmas han conseguido el dominio de las capacidades de inversión. Finalmente, un grupo más pequeño aún ha avanzado hacia el desarrollo de capacidades significativas de innovación. En base a este marco analítico, se postula que la capacidad de las firmas para innovar depende de su tamaño y naturaleza (empresas familiares, subsidiarias de empresas transnacionales (ET), empresas públicas, grandes firmas locales), de su campo de actividad y nivel de especialización, del acceso a la información técnica y a los mercados de factores, de la disponibilidad de recursos financieros, de sus competencias organizacionales y de planeamiento y de su capacidad para cambiar las estructuras existentes para absorber nuevos métodos y tecnologías (Katz, 1990; Lall, 1992). Lall (1992), en tanto, introduce la noción de capacidades tecnológicas “nacionales”, las cuales no son simplemente la suma de las capacidades individuales a nivel de la firma desarrolladas aisladamente, ya que existen externalidades e interacciones que potencian -u obstaculizan- el desarrollo de los procesos innovativos. Por otro lado, el marco institucional, de políticas, el funcionamiento de los mercados, la infraestructura física y tecnológica, etc., obviamente generan un cuadro de incentivos y restricciones para el avance tecnológico a nivel nacional. En particular, debe existir un adecuado balance entre incentivos a innovar (buena parte de los cuales surgen de la necesidad de competir en el mercado) y promoción de los esfuerzos tecnológicos, que incluyen tanto importación de tecnología como esfuerzos endógenos. De este cuerpo de trabajos se desprende una gran cantidad de derivaciones. Una de las cuestiones centrales alude a la relación entre el acceso a las tecnologías creadas en los PD y los esfuerzos innovativos a nivel doméstico. Dentro de las corrientes “heterodoxas” habría consenso con la afirmación de Fagerberg (1988), para quien “para cerrar la brecha con los PD, los PED no pueden descansar únicamente en una combinación de inversión e importación de tecnología, sino que también deben incrementar sus actividades innovativas domésticas”. Al mismo tiempo, para aprovechar los insumos tecnológicos del exterior es preciso que se desarrollen capacidades sociales de absorción en los países receptores (Dahlman y Nelson, 1993); a mayor capacidad tecnológica acumulada en la firma/país receptor, mayor será la eficiencia y las posibilidades de mejoras subsecuentes en las tecnologías que se importen. Los estudios sobre importaciones de tecnología y actividades domésticas de I&D muestran resultados variados. Si en algunos casos parece haber complementariedad entre ambos elementos (esto es, ciertas importaciones de tecnología generan actividades de I&D en el país receptor), en otras situaciones la relación es la inversa; en particular, varios trabajos muestran que la inversión extranjera directa (IED) puede tener efectos adversos sobre la realización local de actividades de I&D (Kumar, 1996). En este sentido, una cuestión central pasa por saber si las ET realizan actividades de I&D en los países receptores25. Si hay una tendencia a la descentralización de actividades de I&D por parte de las ET (Cantwell, 1994), esta tendencia, según las evidencias disponibles, parece estar limitada esencialmente a los PD (Chudnovsky, 1991), aunque por cierto esto no implica que las filiales no desarrollen otro tipo de actividades de innovación (Katz, 1990; Kumar, 1996). La otra gran cuestión en relación con la IED remite a la existencia o no de “externalidades” o “spillovers”, en forma de capacitación de recursos humanos, desarrollo de proveedores, etc. (Blomstrom y Kokko, 1996; Kumar, 1996), las cuales no sólo dependen de la complejidad del producto que manufacturan y su mercado de destino, sino también de la capacidad de absorción de las firmas locales, sean éstas proveedoras o competidoras de las filiales, de la infraestructura industrial y tecnológica del país receptor y de las políticas que éste defina para maximizarlas (Lall, 1992). Asimismo, hay una serie de otros temas, que aluden a la edad física y tecnológica de los equipos y procedimientos que se emplean en las filiales de ET, la posible fijación de “precios de transferencia” por la transferencia intra-corporación de activos tecnológicos, etc. (Chen, 1994; Chudnovsky, 1991).

25

. Para una visión general sobre las actividades de innovación de las ET véase Cantwell (1989, 1993 y 1994), Chesnais (1988b y 1992) y Pearce (1989 y 1995). 26

Otra área de interés en este campo alude a la transferencia de tecnología vía licencias, patentes, etc., la cual supuestamente permitiría una mayor libertad de transformación de las tecnologías transferidas, especialmente luego de la expiración de la licencia. Por ejemplo, se discute en qué medida estas transferencias implican la absorción local del know why de los respectivos procesos, sobre el carácter oligopolio de la mayor parte de los mercados, sobre los problemas de información asimétrica e insuficiencia de información por parte de las firmas compradoras, la falta de capacidades para evaluar y seleccionar las opciones más apropiadas, etc. (Chen, 1994; Chudnovsky, 1991). Algunos estudios sugieren, además, que la edad de los activos tecnológicos transferidos por esta vía puede ser superior a los que se obtienen por importación de bienes de capital o vía IED (Mowery, 1993). Justamente, la importación de bienes de capital aparece como otra vía de difusión de tecnologías hacia los PED. Nuevamente, los temas en discusión son varios. Por un lado, por esta vía se pueden favorecer procesos de aprendizaje a través de ingeniería reversa (una de las claves, aparentemente, del proceso de desarrollo en Japón -Freeman, 1988-), learning by using y by doing, etc. (Mowery, 1993). Al mismo tiempo, la importación de equipos, y particularmente la de plantas llave en mano, puede implicar meramente la transferencia de activos físicos sin el correspondiente know-why, el cual permitiría no sólo mejorar las capacidades de producción, sino desarrollar eventualmente capacidades de inversión e innovación. Asimismo, muchas veces una nueva maquinaria exige cambios organizacionales para ser aprovechada plenamente, cambios que las firmas compradoras no siempre están en condiciones de realizar por sí solas (Dahlman et al, 1987), Así, por ejemplo, algunos estudios sugieren que diferentes formas y secuencias de importación de plantas y equipos dan lugar a distintas trayectorias de aprendizaje productivo y tecnológico, con obvias repercusiones sobre el desempeño económico de las firmas en cuestión (Enos y Park, 1988; Sercovich, 1978). Finalmente, al presente surge la pregunta de la inserción de los PED en el nuevo escenario de competencia internacional “globalizada” e introducción masiva de nuevas tecnologías, principalmente vinculadas con la microelectrónica (Brundenius y Goransson, 1993; James, 1991). Si por un lado se ha postulado que este cambio de “paradigma tecnológico” abre ventanas de oportunidades (Pérez, 1989; Pérez y Soete, 1988) para los PED, muchos analistas opinan que paralelamente pueden surgir nuevas barreras que “agranden” la brecha relativa con los PD (Ernst y O’Connor, 1989). Una inquietud paralela surge al preguntarse por la difusión de las técnicas “toyotistas” hacia los PED (Humphrey, 1995). Varios trabajos han subrayado las dificultades que existe para la adopción de estas técnicas en contextos institucionales y organizacionales diferentes (Fleury, 1995; Kaplinsky, 1995), lo cual podría plantear problemas de competitividad en el mediano plazo para las firmas que no logren reconvertir sus prácticas organizacionales en dirección a las best practices dominantes. Otras referencias relevantes: Amsdem (1989); Bell y Cassiolato (1993); Cassiolato (1996); Cortes y Bocock (1984); Chudnovsky (1985); Dunning (1994); Dunning y Narula (1997); Ernst (1994); Freeman y Soete (1997); Kumar (1995); Mansfield (1994); Meyer-Stammer (1995); Mytelka (1997); Pack (1993); Pack y Westphal (1986); Pietrobelli (1996); Siddhartan y Safarian (1997);Teitel (1993); UNCTAD (1992 y 1996b); Unger (1988); Wade (1990). r) Estado, mercado e innovación tecnológica Este apartado podría ser, en sí mismo, objeto de un survey separado. Brevemente, sin embargo, es posible señalar algunos de los puntos principales en debate. Contra la suposición de Schumpeter (1983) sobre la posibilidad de “planificar” el cambio tecnológico, que abriría la posibilidad de una superioridad de una economía socialista planificada vis a vis el capitalismo de mercado en el plano de la innovación, la experiencia histórica ha mostrado lo contrario, y los países del socialismo realmente existente han estado muy a la zaga respecto de las economías capitalistas en cuanto a su dinamismo innovativo (Freeman, 1995b). Las economías capitalistas tendrían tres atributos básicos que favorecen la innovación: la competencia entre agentes productivos -que básicamente se dirime a través de la innovación-, la diversidad en las “fuentes” de nuevas ideas -que amplia la posibilidad del surgimiento de innovaciones

27

técnicamente factibles y comercialmente rentables- y un mecanismo de selección ex-post -el mercado-, que “elige” las mejores de esas ideas (Nelson, 1990). Sobre esta base, se argumenta que si bien puede haber “derroches” y “redundancias” al dejar los procesos de innovación en manos del “mercado”, se pierden economías de escala y de scope por falta de coordinación en las actividades de I&D y algunos gastos de I&D valiosos socialmente no se realizan por falta de rentabilidad privada, este “despilfarro” generado en el proceso competitivo es el precio a pagar por evitar los peligros de “confiar en una sola mente para la innovación”. El capitalismo asegura que existan múltiples fuentes de iniciativas, con una competencia real entre aquellos que ponen en juego diferentes ideas (Nelson, 1990). En la práctica, sin embargo, estos mecanismos no funcionan tan perfectamente como se los describe aquí, y por ello surge la posible necesidad de la acción estatal. En primer lugar, dado que en los mercados surgen permanentemente tendencias a la concentración, es preciso que exista una política de defensa de la competencia, que asegure la posibilidad de libre entrada y salida de los mercados y reduzca el margen para prácticas predatorias, de modo de garantizar un rol preeminente a la innovación como determinante de la lucha competitiva (Pelikan, 1988). En segundo lugar, dado que, en principio, el retorno social de muchas actividades que generan conocimiento es inferior a su retorno privado, hay una tendencia a subinvertir en actividades de I&D. Esto es más acentuado cuanto más lejos de la aplicación comercial está la actividad en cuestión. Por tanto, podría haber lugar para que el Estado contribuya a financiar ciertas actividades de I&D (Arrow, 1979; Nelson, 1979). El funcionamiento de los mercados financieros y de capitales es otra área de actuación posible. Si en general los mercados financieros funcionan con una gran cantidad de fallas de mercado (Stiglitz, 1994), dichas fallas se acentúan, por diversos motivos, cuando se trata de financiar actividades de I&D; de aquí, las dificultades que pueden existir para que las firmas puedan financiar con préstamos de terceros sus proyectos de innovación. Esta es otra razón para que los gobiernos introduzcan algunos instrumentos específicos, que deben adecuarse a las especificidades de los sistemas de innovación de cada país -así, ya se habla también de sistemas nacionales de financiamiento a la innovación- (Christensen, 1992; OECD, 1995c). Dado que la innovación tecnológica es un proceso de “destrucción creadora” (Schumpeter, 1983), es obvio que genera “perdedores”, sectores, firmas, calificaciones y puestos de trabajo que desaparecen. Las políticas educativas y de capacitación juegan, entonces, un rol vital para facilitar los procesos de reconversión y, en el actual momento de transición, garantizar el acceso a la “knowledge-based economy” (Boyer, 1995; Lundvall, 1995; OECD, 1996a). La fijación de “standards” técnicos es ser otra tarea importante del gobierno. Varios trabajos han mostrado que tales estándares tienen un papel relevante, ya que facilitan la transferencia de información sobre las características de los productos entre fabricantes y usuarios, evitan duplicaciones redundantes en los sistemas de producción y distribución y contribuyen al desarrollo de infraestructuras técnicas (Hawkins, 1995). La necesidad de diseñar políticas específicas para el sector PyME es otra área que reúne cierto consenso. Crecientemente, se reconoce que tales políticas deben dirigirse a asistir a grupos de firmas, facilitando la formación de networks y el aprendizaje mutuo (Humphrey y Schmitz, 1996). Otra área importante es la capacitación de recursos humanos y el fortalecimiento de los vínculos entre las PyMEs y el sistema educativo y de ciencia y técnica. Asimismo, se debe facilitar la creación de “nuevas firmas”, para lo cual hace falta no sólo facilitar el acceso a recursos financieros, sino también proveer un marco institucional adecuado (Bianchi, 1996). Los servicios de asistencia e información técnica son también cruciales para el desempeño tecnológico de las PyMEs (Pyke, 1994). Uno de los problemas más complejos es el de la “apropiabilidad”. Si por un lado, el gobierno debe contribuir a garantizar -por ejemplo, mediante un sistema de patentes, leyes de secreto comercial, etc.-, la apropiabilidad privada de los retornos a la inversión en I&D (de modo de estimular un aumento del stock de conocimiento disponible), al mismo tiempo debería tratar de mantener el “poder distributivo” del sistema de innovación (haciendo más útil socialmente el stock de conocimiento disponible, facilitando el acceso al mismo y su transferencia a otros agentes). Esto podría implicar, según algunos autores, redefinir el funcionamiento del sistema de instituciones de propiedad industrial e intelectual, de modo de 28

acelerar la difusión de los conocimientos generados privadamente, lo cual tiende, ciertamente, a reducir la tasa de retorno privada de las actividades de innovación (David y Foray, 1995). La perspectiva de SNI, junto con el reemplazo del “modelo lineal” por el “modelo en cadena” de innovación, implican, a su vez, que se debe adoptar un enfoque integrador en materia de políticas hacia la innovación tecnológica, considerando tanto los múltiples factores que inciden sobre el ritmo y características de los procesos innovativos, así como las variadas interacciones y sinergías que surge a lo largo de dichos procesos. Más allá de estos puntos que suscitan, en general, un consenso bastante amplio, hay un área de discusión donde los consensos están ausentes: la posibilidad de instrumentar algún tipo de “selectividad” en las políticas tecnológicas. Es aquí donde se verifican algunas discrepancias bastante importantes al propio interior del propio “evolucionismo”, entre aquellos que sostienen posiciones más escépticas respecto de la posibilidad de intervención del Estado en esa dirección, y los que sostienen que dicha intervención es factible (López, 1996a). Dado que, por su propia naturaleza, el cambio técnico es impredecible y nadie, incluido el Estado, puede reclamar un conocimiento “superior" sobre su curso futuro, se podría argumentar -tal como afirma Chang (1994)- que las políticas selectivas son perjudiciales, puesto que a largo plazo dañan los mecanismos de selección natural de la economía de mercado. Si sólo el mercado puede revelar la información necesaria para la coordinación de la actividad económica, si el conocimiento humano nunca puede ser codificado y está disperso entre una multitud de agentes y si los gustos y tecnologías están cambiando constantemente, sólo el mercado y la competencia, operando análogamente a un proceso de selección natural, estarán en condiciones de elegir los “ganadores” de la competencia capitalista, tarea que está más allá de cualquier comprensión humana. De hecho, la principal recomendación que se encuentra en muchos textos evolucionistas es que la diversidad, el pluralismo y la experimentación son de importancia fundamental para guiar la evolución del sistema económico; en consecuencia, una política hacia la innovación debería fomentar esas características. Más allá de esto, autores como Nelson (1993b) son extremadamente escépticos sobre la posibilidad de que los gobiernos adopten medidas más “activas” en materia de política de innovación. Por un lado, la creciente globalización económica frustraría los intentos de definir y mantener políticas tecnológicas e industriales nacionales. Por otro, la base para formular políticas selectivas es débil, ya que no hay evidencia que señale, por ejemplo, que un país está en desventaja si carece de industrias high-tech (y tampoco está claro que en los casos donde hay industrias high-tech exitosas, ello se deba a políticas promocionales). Metcalfe (1995) agrega que la intervención pública en el campo de la innovación puede fallar por la falta de información detallada a nivel social y micro. Los programas de I&D direccionados a objetivos específicos son generalmente criticados (ver, por ejemplo, Mowery y Rosenberg, 1993, sobre las iniciativas en ese sentido en los EE.UU.). También se critican las prácticas que vinculan la política comercial con la de innovación, a través de lo que Mowery y Rosenberg llaman “mercantilismo tecnológico” (actitud que ignoraría las interdependencias entre la investigación científica y tecnológica realizada en distintos países). Nelson (1993b), por su parte, califica de “búsqueda histérica” a las preocupaciones de muchos analistas y policy makers por encontrar prácticas de comercio desleales en orden a favorecer la defensa de determinadas industrias locales. Sin embargo, algunos autores evolucionistas van más allá de estas posiciones cautas y admiten la posibilidad de que el Estado tenga un peso mayor en la orientación de los procesos innovativos. Dalum et al (1992), por ejemplo, señalan que la evolución del conocimiento no es sólo accidental, sino también acumulativa, y que a menudo se desarrolla a lo largo de trayectorias que pueden permanecer estables a lo largo del tiempo. Esto hace que la evolución tecnológica sea predecible hasta cierto punto. Consecuentemente, el rol de las políticas públicas puede ser doble: i) estimular el proceso de cambio técnico según las líneas prevalecientes; ii) hacer más fácil para los agentes el cambio de trayectoria. Carlsson y Jacobsson (1994), a su vez, argumentan que el estímulo a los procesos de aprendizaje no implica trabajar sólo en el esquema institucional de la sociedad, sino también en la modelación de la estructura productiva, de modo de asegurar la suficiente flexibilidad como para que la economía se beneficie de las cambiantes oportunidades tecnológicas que se presentan. Si el análisis de políticas se focaliza en PED, encontramos similares discrepancias. Autores como Teubal (1995a) se basan en un esquema evolucionario para justificar la necesidad de adoptar políticas 29

tecnológicas horizontales, que serían “market friendly”. Según Teubal, el objetivo último de una política “evolucionista” en los PED sería endogeneizar el proceso de innovación; en otras palabras, lograr que las firmas, luego de un período de aprendizaje colectivo, decidan incrementar los recursos dedicados a actividades innovativas con poca o ninguna asistencia estatal. Contrariamente, Lall (1992), en base a una perspectiva ampliamente similar a la evolucionista respecto de la naturaleza de los procesos innovativos, abogará por la necesidad de políticas de carácter selectivo para fomentar la aceleración del ritmo de cambio tecnológico en los PED. Otras referencias relevantes: Adam y Farber (1994); Adler (1987); Chudnovsky (1993); Chudnovsky y López (1995); Dini y Katz (1997); Edquist (1994); Ergas (1987); Freeman y Soete (1997); Gregersen (1992); Justman y Teubal (1986); Lall (1995); Nelson y Soete (1988); OECD (1992); Smith (1997); Stoneman y Vickers (1988); Teubal (1995b); World Bank (1993).

30

Referencias bibliográficas Abernathy, W. y J. Utterback (1975), “A dynamic model of process and product innovation, Omega, Vol 3, N° 6. Ablin, E. y J. Katz (1982), “Tecnología y Exportaciones Industriales”, Desarrollo Económico. Revista de Ciencias Sociales, Vol. 17, N° 65, Abril-Julio. Abramovitz, M. (1994), “Catch up and convergence in the postwar growth boom and after”, en W. Baumol, R. Nelson y E. Wolff (eds.), Convergence of productivity. Cross-national studies and historical evidence, Oxford Univ Press. Acs, Z. y D. Audretsch (1988), “Innovation in large and small firms: an empirical analysis”, American Economic Review, Vol. 78, N° 4, Septiembre. Adam, M. C. y A. Farber (1994), Le financement de l’innovation technologique, PUF, Paris. Adler, E. (1987), The Power of Ideology. The Quest for Technological Autonomy in Argentina and Brazil, University of California Press, Berkeley. Alange, S., S. Jacobsson y A. Jarnehammar (1995), “Some aspects of an analytical framework for studying the diffusion of organizational innovations”, Chalmers University of Technology, Goteborg. Albuquerque, E. (1997), “National Systems of Innovation and Non-OECD Countries: Notes about a Rudimentary and Tentative ‘Typology’”, presentado en la Conferencia Anual de la European Association for Evolutionary Political Economy (EAEPE), Atenas, Noviembre. Amable, B., R. Barré y R. Boyer (1997), Les systemes d’innovation a l’ere de la globalisation, Economica, Paris. Amsdem, A. (1989), Asia's New Giant: South Korea and Late Industrialization, Oxford University Press, New York. Andersen, E. (1992), “Approaching national systems of innovation”, en B. Lundvall (ed.), National systems of innovation. Towards a theory of innovation and interactive learning, Pinter, Londres. Antonelli, C. (ed.) (1992), The Economics of Information Networks, North-Holland, Amsterdam. Archibugi, D., R. Evangelista y R. Simonetti (1994), “On the definition and measurement of products and process innovations”, en Y. Shinonoya y M. Perlman (eds.), Technology, industries and institutions: Studies in Schumpeterian Perspectives, The University of Michigan Press, Ann Arbour. Archibugi, D. y J. Michie (1995), “The globalisation of technology: a new taxonomy”, Cambridge Journal of Economics, Vol. 19, N° 1. Arrow, K. (1979), “El bienestar económico y la asignación de recursos para la invención”, en N. Rosenberg (ed.), Economía del cambio tecnológico, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires. Arthur, B. (1988), “Competing technologies: an overview”, en G. Dosi et al (eds.), Technical Change and Economic Theory, Pinter, Londres. Arthur, B. (1990), “Positive feedbacks in the economy”, Scientific American, Febrero. ATAS (Advanced Technology Assessment Systems) (1995), Information Technology for development, Issue 10, UNCTAD, Ginebra. Audretsch, D. y M. Vivarelli (1994), “Small Firms and R&D Spillovers”, Review d’Economie Industrielle, N° 67, 1° trimestre. Barnett, A. (1995), “Do Environmental Imperatives Present Novel Problems and Opportunities for the International Transfer of Technology?”, UNCTAD, Ginebra. Bekerman, M. y P. Sirlin (1994), “Nuevos enfoques sobre política comercial y sus implicancias para los países periféricos”, Desarrollo Económico. Revista de Ciencias Sociales, Vol. 34, N° 134, Julio-Septiembre. Bekerman, M. y P. Sirlin (1996), “Patrón de especialización y política comercial en la Argentina de los noventa”, Desarrollo Económico. Revista de Ciencias Sociales, Vol. 36, Número Especial. Bell, M. y J. Cassiolato (1993), “The access of developing countries to new technologies: the need for new approaches to management and policy for technology imports in Brazilian industry”, Estudo da Competitividade da Industria Brasileira, MCT/FINEP/PADCT, Campinas.

31

Bell, M. y K. Pavitt (1993), “Accumulating Technological Capability in Developing Countries”, Proceedings of the World Bank Annual Conference on Development Economics. 1992, Washington D.C.. Berlinski, J. (1982a), “Innovaciones en el proceso y aprendizaje (el caso de una planta argentina de motores), IDB/ECLA/UNDP/IDRC, Programa de investigación sobre el desarrollo científico y tecnológico en América Latina, Documento de trabajo N° 59, CEPAL, Buenos Aires. Berlinski, J. (1982b), “Innovaciones en el proceso y aprendizaje (el caso de una planta argentina de implementos agrícolas), IDB/ECLA/UNDP/IDRC, Programa de investigación sobre el desarrollo científico y tecnológico en América Latina, Documento de trabajo N° 60, CEPAL, Buenos Aires. Best, M. (1990), The new competition, Harvard University Press, Massachussets. Bianchi, P. (1996), “Nuevo enfoque en el diseño de políticas para las PyMEs”, CEPAL. Documento de Trabajo N° 72, Buenos Aires. Bisang, R. (1994), “Industrialización e incorporación del progreso técnico en la Argentina”, Documento de Trabajo No 54, CEPAL, Buenos Aires. Blomstrom, M. y A. Kokko (1996), “Multinational Corporations and Spillovers”, Stockholm School of Economics, Department of Economics, Working Paper Series in Economics and Finance, N° 99. Boyer, R. (1991), “New directions in management practices and work organization. General principles and national trajectories”, CEPREMAP, Paris. Boyer, R. (1995), “Training and Employment in the New Production Models”, STI Review, N° 15. Breschi, S. (1995), “Spatial Patterns of Innovation: Evidence from Patent Data”, CESPRI, WP N° 80, Marzo. Breschi, S. (1997), “The Geography of Innovation: A Cross-Sector Analysis”, CESPRI, WP N° 95. Breschi, S. y F. Malerba (1997), ”Sectoral Innovation Systems: Technological Regimes, Schumpeterian Dynamics, and Spatial Boundaries”, in C. Edquist (ed.), Systems of Innovation: Technologies, Institutions and Organizations, Pinter, Londres. Breschi, S., F. Malerba y L. Orsenigo (1997), “Technological Regimes and Schumpeterian Patterns of Innovation”, CESPRI, WP N° 93. Brisolla, S. (1997), “Indicadores de innovación para países en desarrollo”, en H. Jaramillo y M. Albornoz (comps.), El universo de la medición. La perspectiva de la ciencia y la tecnología, TM Editores-Colciencias-RICYT, Bogotá. Brundenius, C. y B. Goransson (1993), New Technologies and Global Restructuring. The Third World at a crossroads, Taylor Graham, Londres. Burgueño, O. y L. Pittaluga (1994), “El enfoque neoschumpeteriano de la tecnología”, Quantum, Vol. 1, No 3. Camagni, R. (ed.), Innovation Networks; Spatial Perspectives, Belhaven Press, Londres. Caniels, M. (1996), “Regional Differences in Technology. Theory and Empirics”, MERIT Research Memoranda, 2/96-009. Cantwell, J. (1989), Technological Innovations and Multinational Corporations, Basil Blackwell, Londres. Cantwell, J. (1993), “Multinational corporations and innovatory activites: towards a new, evolutionary approach”, University of Reading, Discussion Papers N° 172. Cantwell, J. (ed.) (1994), Transnational Corporations and Innovatory Activities, The United Nations Library on Transnational Corporations, Vol. 17, Routledge, Londres. Caracostas, P. y L. Soete (1997), “The Building of Cross-Border Institutions in Europe: Towards a European System of Innovation?”, en C. Edquist (ed.) (1997), Systems of Innovation: Technologies, Institutions and Organizations, Pinter, Londres. Carlsson, B. (ed.) (1995), Technological Systems and Economic Performance: The Case of Factory Automation, Kluwer, Dordrecht.

32

Carlsson, B. y S. Jacobsson (1994), “Technological systems and industrial dynamics. Implications for firms and governments”, presentado en la Conferencia Internacional J. A. Schumpeter, Munster. Carlsson, B. y R. Stankiewicz (1995), “On the nature, function and composition of technological systems”, en B. Carlsson (ed.), op cit. Cassiolato, J. (1996), “Innovation and the Dynamic Competitiveness of Brazilian Industry: the Role of Technology Imports and Local Capabilities”, UFRJ/IEI, Textos para Discussao N° 366, Rio de Janeiro. Castaño, A., J. Katz y F. Navajas (1981), “Etapas históricas y conductas tecnológicas en una planta argentina de máquinas herramientas”, Programa de investigación sobre el desarrollo científico y tecnológico en América Latina, Documento de trabajo N° 38, CEPAL, Buenos Aires. Chang, H. (1994), The Political Economy of Industrial Policy, St Martin’s Press, Nueva York. Chen, E. (1994), Transnational Corporations and Technology Transfer to Developing Countries, The United Nations Library on Transnational Corporations, Vol. 18, Routledge, Londres. Chesnais, F. (1988a), “Technical co-operation agreements between firms”, STI Review, N° 4. Chesnais, F. (1988b), “Multinational enterprises and the international diffusion of technology”, en G. Dosi et al (eds.), Technical Change and Economic Theory, Pinter, Londres. Chesnais, F. (1992), "National systems of innovation, Foreign Direct Investment and the operations of multinational enterprises”, en B. Lundvall (ed.), National systems of innovation, Pinter, Londres. Christensen, J. (1992), “The Role of Finance in National Systems of Innovation”, en B. Lundvall (ed.), National systems of innovation, Pinter, Londres. Chudnovsky, D. (1979), “The challenge by domestic enterprises to the transnational corporation’s domination. A case study of the Argentine pharmaceutical industry”, World Development, N° 7. Chudnovsky, D. (1985), “La transferencia internacional de tecnología y las empresas transnacionales”, Centro de Economía Transnacional (CET)/IPAL, D/85/e, Buenos Aires. Chudnovsky, D. (1991), “North South Technology Transfer Revisited: Old and New Research Issues”, CENIT, Documento de Trabajo N° 2, Buenos Aires. Chudnovsky, D. (1993), “La política industrial y tecnológica en transición. Los casos de los Estados Unidos y el Japón”, en B. Kosacoff (ed.), El desafío de la competitividad. La industria argentina en transformación, CEPAL/Alianza, Buenos Aires. Chudnovsky, D. (1997), “El Enfoque del Sistema Nacional de Innovación y las Actuales Políticas de Ciencia y Tecnología en la Argentina”, Proyecto de Pesquisa Globalizacao e Innovacao Localizada: Experiencias de Sistemas Locais no Ambito do Mercosul e Proposicoes de Politicas de C&T, Primer Workshop, Gramado, Diciembre. Chudnovsky, D. y A. López (1995), “Política tecnológica en la Argentina: ¿hay algo más que laissez faire?”, CENIT, Documento de Trabajo N° 20, Buenos Aires. Chudnovsky, D., A. López y V. Freylejer (1997), “La prevención de la contaminación en la gestión ambiental de la industria argentina”, CENIT, Documento de Trabajo N° 24, Buenos Aires. Chudnovsky, D., D. Nagao y S. Jacobsson (1984), Capital Goods Production in the Third World: An Economic Study of technical acquisition, Frances Pinter, Londres. Chudnovsky, D. y F. Porta (1991), “La competitividad internacional. Principales cuestiones conceptuales y metodológicas”, CENIT, Documento de Trabajo N° 3, Buenos Aires. Cimoli, M. y G. Dosi (1994), “De los paradigmas tecnológicos a los sistemas nacionales de producción e innovación”, Comercio Exterior, Vol. 44, No 8. Clark, N. y C. Juma (1988), “Evolutionary theories in economic thought”, en G. Dosi et al (eds.), Technical Change and Economic Theory, Pinter, Londres. Cohen, W. y R. Levin (1989), “Empirical Studies of Innovation and Market Structure”, en R. Schmalensee y R. Willig (eds.), Handbook of industrial organization, Vol. 2, North-Holland, Amsterdam. Colecchia, A. y G. Papaconstantinou (1996), “The evolution of skills in OECD countries and the role of technology”, STI Working Papers 1996/8, OECD, Paris.

33

Cooke, P. (1996), “Regional Innovation Systems: an evolutionary approach”, en H. Baraczyk, P. Cooke y R. Heidenreich (eds.), Regional Innovation Systems, University of London Press, Londres. Coombs, R., A. Richards, P. Saviotti y V. Walsh (1996), Technological Collaboration: The Dynamics of Industrial Innovation, Elgar, Cheltenham. Coriat, B. (1991), El taller y el cronómetro, Siglo XXI, México. Coriat, B. (1992a), El taller y el robot, Siglo XXI, México. Coriat, B. (1992b), Pensar al revés. Trabajo y organización en la empresa japonesa, Siglo XXI, Madrid. Coriat, B. y Dosi, G. (1996), “Aprendiendo a gobernar y solucionar problemas. Sobre la coevolución de capacidades, conflictos y rutinas organizacionales”, Revista Buenos Aires Pensamiento Económico (RBA), Nº 1. Cortes, R. y P. Bocock (1984), North-South Technology Transfer. A Case Study of Petrochemicals in Latin America, World Bank, Baltimore. Dahlman, C. y R. Nelson (1993), “Social Absorption Capability, National Innovation Systems and Economic Development”, presentado en la UNU/Intech Research Conference, Maastricht, Junio. Dahlman, C., B. Ross-Larson, y L. Westphal (1987), "Managing Technological Development: Lessons from the Newly Industrializing Countries", World Development, Vol.15, N° 6. Dahlman, C. y F. Sercovich (1990), “Las exportaciones de tecnología de las economías semiindustrializadas y el desarrollo tecnológico local”, en S. Teitel y L. E. Westphal (comps.), Cambio tecnológico y desarrollo industrial, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires. Dalum, B., B. Johnson y B. Lundvall (1992), “Public policy in the learning society”, en B. Lundvall (ed.), National systems of innovation. Towards a theory of innovation and interactive learning, Pinter, Londres. Dasgupta, P. (1988), “The Welfare Economics of Knowledge Production”, Oxford Review of Economic Policy, Vol. 4, N° 4. David, P. (1985), “Clio and the Economics of QWERTY”, American Economic Review, Vol. 75, Mayo. David, P. (1991), “Computer and dynamo. The modern productivy paradox in a not-to-distant mirror”, en OECD, Technology and productivity. The challenge for economic policy, OECD, Paris. David, P. (1993), “Knowledge, property, and the systems dynamics of technological change”, Proceedings of the World Bank Annual Conference on Development Economics. 1992, World Bank. David, P. y D. Foray (1995), “Accessing and Expanding the Science and Technology Knowledge Base”, STI Review, N° 16. Dini, M. y J. Katz (1997), “Nuevas formas de encarar las políticas tecnológicas en América Latina”, REDES. Revista de Estudios Sociales de la Ciencia, Vol. 4, N° 10. Dosi, G. (1982), “Technological paradigms and technological trajectories: a suggested interpretation of the determinants and directions of technical change”, Research Policy, Vol. 11, No 3, Junio. Dosi, G. (1988a), “Sources, procedures and microeconomic effects of innovation”, Journal of Economic Literature, Septiembre. Dosi, G. (1988b), "The nature of the innovative process", en G. Dosi et al (eds.), Technical Change and Economic Theory, Pinter, Londres. Dosi, G. (1991), “Una reconsideración de las condiciones y los modelos del desarrollo. Una perspectiva ‘evolucionista’ de la innovación, el comercio y el crecimiento”, Pensamiento Iberoamericano, Revista de Economía Política, No 20. Dosi, G. (1995), “The contribution of economic theory to the understanding of a knowledgebased economy”, preparado para la Conferencia sobre “Employment and growth in the knowledgebased economy”, IIASA, WP-95-56, Viena. Dosi, G. (1997), “Opportunities, incentives and the collective patterns of technological change”, The Economic Journal, Vol. 107, Septiembre. Dosi, G., S. Fabiani, R. Aversi y M. Meacci (1994a), “The dynamics of international differentiation: a multi-country evolutionary model”, Industrial and Corporate Change, Vol. 3, No 1.

34

Dosi, G., C. Freeman y S. Fabiani (1994b), “The process of economic development. Introducing some stylized facts and theories on technologies, firms and institutions”, Industrial and Corporate Change, Vol. 3, No 1. Dosi, G., C. Freeman, R. Nelson, G. Silverberg y L. Soete (eds.) (1988), Technical Change and Economic Theory, Pinter, Londres. Dosi, G. y L. Orsenigo (1988), “Coordination and transformation: an overview of structures, behaviours and change in evolutionary environments”, en G. Dosi et al (eds.), op cit. Dosi, G., K. Pavitt y L. Soete (1990), The Economics of Technical Change and International Trade, Wheatsheaf, Brighton. Dosi, G. y L. Soete (1983), “Technology Gaps and Cost-Based Adjustment: Some Explorations on the Determinants of International Competitiveness”, Metroeconomica, Vol. XXXV, Octubre. Dosi, G. y L. Soete (1988), "Technical change and international trade", en G. Dosi et al (eds.), op cit. Dunning, J. (1994), "Globalization, Economic Restructuring and Development", University of Reading, Discussion Papers in International Investment and Business Studies, N° 187. Dunning, J. y R. Narula (1997), "Developing Countries Versus Multinationals in a Globalising World: The Dangers of Falling Behind”, University of Reading, Discussion Papers in International Investment & Management, N° 226. Edquist, C. (1992), “Technological and organisational innovations, productivity and employment”, World Employment Programme Working Paper N° 233, OIT, Ginebra. Edquist, C. (1994), “Technology policy: The Interaction between Governments and Markets”, en G. Aichholzer y G. Schienstock (eds.), Technology Policy. Towards an Integration of Social and Ecological Concerns, Walter de Gruyter, Berlin. Edquist, C. (ed.) (1997a), Systems of Innovation: Technologies, Institutions and Organizations, Pinter, Londres. Edquist, C. (1997b), “Systems of Innovation Approaches-Their Emergence and Characteristics”, en C. Edquist (ed), op cit. Edquist, C., L. Hommen y M. McKelvey (1997), “Innovations and Employment in a Systems of Innovation Perspective”, TEMA-T, Linkoping University, Working Paper N° 177. Elster, J. (1990), El cambio tecnológico, Gedisa, Barcelona. Enos, J. L. y W. H. Park (1988), The Adoption and Diffusion of Imported Technology. The Case of Korea, Croom Helm, Londres. Ergas, H. (1987), “Does Technology Policy Matter?”, en B. Guile y H. Brooks (eds.), Technology and global industry. Companies and nations in the world economy, National Academy Press, Washington D.C.. Ernst, D. (1994), “Network transactions, market structure and technology diffusion - implications for South-South co-operation”, en L. Mytelka (ed), South-South Co-operation in a Global Perspective, OECD, París. Ernst, D. y D. O'Connor (1989), Technology and global competition. The challenge for newly industrialising economies, OECD Development Centre, Paris. European Commission (1993), “E.C. harmonized innovation surveys, 1992/1993: Final questionnaire”, European Commission, Bruselas. Fagerberg, J. (1988), “Why growth rates differ”, en G. Dosi et al (eds.), op cit. Fagerberg, J. (1994), “Technology and international differences in growth rates”, Journal of Economic Literature, Vol. 32, Septiembre. Fagerberg, J. (1995), “User-producer interaction, learning and comparative advantage”, Cambridge Journal of Economics, Vol. 19, N° 1. Fleury, A. (1995), “Quality and Productivity in the Competitive Strategies of Brazilian Industrial Enterprises”, World Development, Vol. 23, N° 1. Foray, D. (1997), “Generation and Distribution of Technological Knowledge: Incentives, Norms and Institutions”, en C. Edquist (ed.), op cit. Foray, D. y B. Lundvall (1996), Employment and Growth in the Knowledge-based Economy, OECD, Paris. 35

Forstner, H. y R. Ballance (1991), “Especialización internacional en el comercio de manufacturas. Una determinación empírica de sus principales determinantes”, Pensamiento Iberoamericano. Revista de Economía Política, N° 20. Fransman, M. (1991), “Biotechnology: generation, diffusion and policy. An interpretative survey”, The United Nations University/INTECH, Working Paper N° 1. Fransman, M. y K. King (1984), Technological capability in the Third World, St Martin’s Press, Nueva York. Freeman, C. (1975), La economía de la innovación industrial, Alianza, Madrid. Freeman, C. (1987), Technology and economic performance: lessons from Japan, Pinter, Londres. Freeman, C. (1988), “Japan: a New National System of Innovation?”, en G. Dosi et al (eds.), op cit. Freeman, C. (1991), “Networks of Innovators: a Synthesis of Research Issues”, Research Policy, Vol. 20, N° 5. Freeman, C. (1994), “The economics of technical change”, Cambridge Journal of Economics, Vol. 18, N° 5, Octubre. Freeman, C. (1995a), “Innovation in a new context”, Science Technology Industry Review, N° 15. Freeman, C. (1995b), “The national system of innovation in historical perspective”, Cambridge Journal of Economics, Vol. 19, N° 1. Freeman, C. (1997), “Innovation Systems: City-State, National, Continental and Sub-National”, Proyecto de Pesquisa Globalizacao e Innovacao Localizada: Experiencias de Sistemas Locais no Ambito do Mercosul e Proposicoes de Politicas de C&T, Primer Workshop, Gramado, Diciembre. Freeman, C., J. Clark y L. Soete (1982), Unemployment and technical innovation, Frances Pinter, Londres. Freeman, C. y J. Hagedoorn (1994), “Catching Up or Falling Behind: Patterns in International Interfirm Technology Partnering”, World Development, Vol. 22, N° 5. Freeman, C. y C. Pérez (1988), "Structural crises of adjustment, business cycle and investment behaviour", en G. Dosi et al (eds.), op cit. Freeman, C. y L. Soete (1997), The Economics of Industrial Innovation, Third Edition, The MIT Press, Cambridge, Massachussets. Gatto, F. y G. Yoguel (1993), “Las PyMEs argentinas en una etapa de transición productiva y tecnológica”, en B. Kosacoff (ed.), El desafío de la competitividad. La industria argentina en transformación, CEPAL/Alianza, Buenos Aires. Gjerding, A. (1992), “Work Organisation and the Innovation Design Dilemma”, en B. Lundvall (ed.), National systems of innovation. Towards a theory of innovation and interactive learning, Pinter, Londres. Goglio, A. (1991), "Technology gap" theory of international trade: A survey, UNCTAD, Ginebra. Gregersen, B. (1992), “The Public Sector as a Pacer in National Systems of Innovation”, en B. Lundvall (ed.), National systems of innovation, Pinter, Londres. Griliches, Z. (1979), “El maíz híbrido y la economía de la innovación”, en N. Rosenberg (ed.), Economía del cambio tecnológico, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires. Griliches, Z. (1990), “Patens Statistics as Economic Indicators: A survey”, Journal of Economic Literature, Vol. 28. Grossman, G. y E. Helpman (1990), “Trade, innovation and growth”, American Economic Review, Vol. 80, N° 3, Mayo. Grossman, G. y E. Helpman (1991), Innovation and growth in the global economy, The MIT Press, Cambridge, Massachussets. Guerrieri, P. y A. Tylecote (1997), “Interindustry Differences in Technical Change and National Patterns of Technological Accumulation”, en C. Edquist (ed.), op cit. Hawkins, R. (1995); “The Public Sector and Information Technology Standards”, STI Review, N° 16. 36

Heertje, A. (1984), Economía y Progreso Técnico, Fondo de Cultura Económica, México. Higachi, H., O. Canuto y G. Porcile (1996), “Modelos evolucionistas de crescimento endógeno”, Instituto de Economia UNICAMP, Texto para discussao N° 56, Diciembre. Holbrook, A. (1997), “Indicadores de innovación en una economía pequeña”, en H. Jaramillo y M. Albornoz (comps.), El universo de la medición. La perspectiva de la ciencia y la tecnología, TM Editores-Colciencias-RICYT, Bogotá. Humphrey, J. (1995), “Industrial Reorganization in Developing Countries: From Models to Trajectories”, World Development, Vol. 23, N° 1. Humphrey, J. y H. Schmitz (1996), “The Triple C Approach to Local Industrial Policy”, World Development, Vol. 24, N° 12. Jaffe, A., B. M. Trajtenberg y R. Henderson (1993), “Geographic localization of knowledge spillovers as evidenced by patent citations”, Quarterly Journal of Economics, Vol. 63, N° 3. James, M. (1991). “Microelectronics and the Third World. An Integrative Survey of Literature”, The United Nations University/INTECH, Working Paper N° 2. Jaramillo, H. y M. Albornoz (comps.) (1997), El universo de la medición. La perspectiva de la ciencia y la tecnología, TM Editores-Colciencias-RICYT, Bogotá. Johnson, B. (1992), "Institutional learning", en B. Lundvall (ed.), National systems of innovation. Towards a theory of innovation and interactive learning, Pinter, Londres. Johnson, B. y B. Lundvall (1994), “Sistemas nacionales de innovación y aprendizaje institucional”, Comercio Exterior, Vol. 44, N° 8. Justman, M. y M. Teubal (1986), “Innovation policy in an open economy: a normative framework for strategic and tactical issues”, Research Policy, Vol. 15, N° 3. Kamien, M. y N. Schwartz (1982), Market Structure and Innovation, Cambridge University Press, Cambridge. Kaplinsky, R. (1995), “Technique and System: The Spread of Japanese Management Techniques to Developing Countries”, World Development, Vol. 23, N° 1. Katz, J. (1975), Importación de Tecnología, Aprendizaje e Industrialización, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires. Katz, J. (1983), "Cambio tecnológico en la industria metalmecánica latinoamericana. Resultados de un Programa de Estudios de Casos", Revista de la CEPAL, Santiago de Chile. Katz, J. (1987), Technology Generation in Latin American Manufacturing Industries, MacMillan, Londres. Katz, J. (1990), "Las innovaciones tecnológicas internas y la ventaja comparativa dinámica", en S. Teitel y L. E. Westphal (comps.), Cambio tecnológico y desarrollo industrial, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires. Katz, J. (1997), “The Dynamics of Technological Learning During the ISI Period and Recent Structural Changes in the Industrial Sector of Argentina, Brazil and Mexico”, presentado en el Seminario sobre Apertura, Competitividad y Empleo: la experiencia de América Latina en los noventa, CEDES/IDRC, Buenos Aires, Noviembre. Katz, J. et al (1978), “Productivity, technology and domestic efforts in research and development”, Programa de investigación sobre el desarrollo científico y tecnológico en América Latina, Documento de trabajo N° 13, CEPAL, Buenos Aires. Katz, J. y E. Ablin (1978), “From infant industry to technology exports. The Argentinian experience in the international sale of industrial plants and engineering works”, Programa de investigación sobre el desarrollo científico y tecnológico en América Latina, Documento de trabajo N° 14, CEPAL, Buenos Aires. Katz, J. y Bercovich, N. (1993), “National systems of innovation supporting technical advance in industry: the case of Argentina”, en R. Nelson (ed), National Innovation Systems. A comparative analysis, Oxford University Press, Nueva York. Katz, J. y B. Kosacoff (1989), El proceso de industrialización en la Argentina: evolución, retroceso y prospectiva, CEAL, Buenos Aires. Katz, M. y C. Shapiro (1994), “Systems Competition and Network Effects”, Journal of Economic Perspectives, Vol. 8. 37

Klevorick, A., R. Levin, R. Nelson y S. Winter (1995), “On the sources and significance of interindustry differences in technological opportunities”, Research Policy, Vol. 24. Kline, S. y N. Rosenberg (1986), "An overview of innovation", en R. Landau y N. Rosenberg (eds.), The positive sum strategy. Harnessing technology for economic growth, National Academy Press, Washington D.C.. Kozul-Wright, Z. (1995), “The role of the firm in the innovation process”, UNCTAD, Discussion Papers No 98, Ginebra. Krugman, P (ed.) (1986), Strategic trade policy and the new international economics, The MIT Press, Cambridge. Krugman, P. (1994), Rethinking International Trade, The MIT Press, Cambridge, Massachussets. Krugman, P. (1995), “Technological change in international trade”, en P. Stoneman (ed.), Handbook of the Economics of Innovation and Technological Change, Blackwell, Oxford. Kumar, N. (1995), “International Linkages, Technology and Exports of Developing Countries: Trends and Policy Implications”, The United Nations University/INTECH, Discussión Papers, 9507. Kumar, N. (1996), “Foreign Direct Investments and Technology Transfers in Development: A Perspective on Recent Literature”, The United Nations University/INTECH, Discussión Papers, 9606. Lall, S. (1984), “Technology exports of newly industrializing countries”, World Development, Vol. 12, N° 5/6. Lall, S. (1990), Building Industrial Competitiveness in Developing Countries, OECD, Paris. Lall, S. (1992), "Technological Capabilities and Industrialization", World Development, Vol. 20, No 2. Lall, S. (1995), “Science and Technology in the new global environment: implications for developing countries”, UNCTAD, Ginebra. Landau, R y N. Rosenberg (eds.) (1986), The positive sum strategy. Harnessing technology for economic growth, National Academy Press, Washington D.C.. Lazonick, W. (1994), “Social organization and technological leadership”, en W. Baumol, R. Nelson y E. Wolff (eds.), Convergence of productivity. Cross-national studies and historical evidence, Oxford Univ Press. Levin, R., W. Cohen y D. Mowery (1985), “R&D appropriability, opportunity and market structure: new evidence on some Schumpeterian hypotheses”, American Economic Review Proceedings, Vol. 75. Levin, R., A. Klevorick, R. Nelson y S. Winter (1987), “Appropriating the returns from industrial research and velopment”, Brooking Papers on Economic Activity, Vol. 3. Lipsett, M., J. A. Holbrook, R. Lipsey y R. de Wit (1995), “R&D and innovation at the firm level: improving the S&T policy information base”, Research Evaluation, Vol. 5. N° 2, Agosto. López, A. (1996a), “Las ideas evolucionistas en economía: una visión de conjunto”, Revista Buenos Aires Pensamiento Económico (RBA), Nº 1. López, A. (1996b), "Competitividad, Innovación y Desarrollo Sustentable", CENIT, DT N° 22, Buenos Aires. López, A. y G. Lugones (1997), “El proceso de innovación tecnológica en América Latina en los años noventa. Criterios para la definición de indicadores”, REDES. Revista de Estudios Sociales de la Ciencia, Vol. 4, N° 9. Los, B. (1997), “The Empirical Performance of a New Interindustry Technology Spillover Measure”, presentado en la Conferencia Anual de la European Association for Evolutionary Political Economy (EAEPE), Atenas, Noviembre. Los, B. y B. Verspagen (1996), “R&D Spillovers and Productivity: Evidence from U.S. Manufacturing Microdata”, MERIT Research Memoranda, 2/96-007, Maastricht. Lucas, R. (1988), “On the mechanics of economic development”, Journal of Monetary Economics, Vol. 22. Lundvall, B. (ed.) (1992a), National systems of innovation. Towards a theory of innovation and interactive learning, Pinter, Londres.

38

Lundvall, B. (1992b), “User-producer relationships, national systems of innovation and internationalisation”, en B. Lundvall (ed.), op cit. Lundvall, B. (1994), “Innovation policy in the learning economy”, presentado ante el Seminario Internacional Policies for Technological Development, CIDE, México, Enero. Lundvall, B. (1995), “Employment and unemployment in the learning society”, presentado en el Congreso Internacional “Pourquoi la Science?”, Universidad Católica de Lovaina. Lundvall, B. (1996), “The Social Dimension of the Learning Economy”, DRUID Working Paper N° 96-1, Aalborg. Malerba, F. (1992), “Learning by firms and incremental technical change”, Economic Journal, Vol. 102, Julio. Malerba, F. y L. Orsenigo (1995a), “Schumpeterian Patterns of Innovation are TechnologySpecific”, CESPRI, WP N° 83. Malerba, F. y L. Orsenigo (1995b), “Schumpeterian patterns of innovation”, Cambridge Journal of Economics, Vol. 19, N° 1. Malerba, F. y L. Orsenigo (1996), “The Dynamics and Evolution of Industries”, Industrial and Corporate Change, Vol. 5, N° 1. Mansfield (1994), “Intellectual Property Protection, Foreign Direct Investment and Technology Transfer”, International Finance Corporation, Discussion Paper Number 19, Washington D.C.. Maxwell, P. (1977), “Learning and technical change in the steel-plant of Acindar SA in Rosario, Argentina”, Programa de investigación sobre el desarrollo científico y tecnológico en América Latina, Documento de trabajo N° 4, CEPAL, Buenos Aires. Metcalfe, J. (1995), “Technology systems and technology policy in an evolutionary framework”, Cambridge Journal of Economics, Vol. 19, N° 1. Meyer-Stammer, J. (1995), “Micro-Level Innovations and Competitiveness”, World Development, Vol. 23, N° 1. Mohnen, D. (1989), “New Technologies and Inter-Industry Spillovers”, STI Review, N° 7. Mowery, D. (1993), “Inward Technology Transfer and Competitiveness: The Role of National Innovation Systems”, presentado en la UNU/Intech Research Conference, Maastricht, Junio. Mowery, D. y J. Oxley (1995), “Inward technology transfer and competitiveness: the role of national innovation systems”, Cambridge Journal of Economics, Vol. 19, N° 1. Mowery, D. y N. Rosenberg (1982), “The influence of market demand upon innovation: a critical review of some recent empirical studies”, en N. Rosenberg (ed.), Inside the Black Box: Technology and Economics, Cambridge University Press. Mowery, D. y N. Rosenberg (1989), Technology and the pursuit of economic growth, Cambridge University Press. Mowery, D. y Rosenberg, N. (1993), "The US national innovation system", en R. Nelson (ed.), National innovation systems. A Comparative Analysis, Oxford University Press, Nueva York. Mytelka, L. (ed.) (1991), Strategic Partnerships and the World Economy, Pinter, Londres. Mytelka, L. (1992), “Strategic Partnering: Some lessons for Latin America”, Carleton University/LAREA/CEREM/Université París. Mytelka, L. (1997), “Learning, Innovation, and Industrial Policy: Some lessons from Korea”, en M. Storper, L. Tsipouri et al (eds.), Industrial Policy for Latecomers, Routledge, Londres. Narula, R. y J. Hagedoorn (1997), “Globalisation, organisational modes and the growth of international strategic technology alliances”, MERIT, Research Memoranda, 2/97-017. Nelson, R. (1979), “La economía sencilla de la investigación científica básica”, en N. Rosenberg (ed.), Economía del cambio tecnológico, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires. Nelson, R. (1980), “Production sets, technological knowledge and R&D: fragile and overworked constructs for analysis of productivity growth”, American Economic Review, Vol. 70, N° 2. Nelson, R. (1987), Understanding technical change as an evolutionary process, Elsevier, Amsterdam. Nelson, R. (1990), "Capitalism as an engine of progress", Research Policy, Vol. 19, N° 3. Nelson, R. (1991), "Why do Firms Differ, and How Does it Matter?”, Strategic Management Journal, Vol. 12. 39

Nelson, R. (ed.) (1993a), National Innovation Systems. A comparative analysis, Oxford University Press. Nelson, R. (1993b), "A retrospective", en R. Nelson (ed.), op cit. Nelson, R. (1994), “The co-evolution of technology, industrial structure, and supporting institutions”, Industrial and Corporate Change, Vol. 3, No 1. Nelson, R. (1995), “Recent evolutionary theorizing about economic change”, Journal of Economic Literature, Vol. 33, Marzo. Nelson, R. y Soete, L. (1988), “Policy conclusions”, en G. Dosi et al (eds.), op cit. Nelson, R. y Winter, S. (1974), “Neoclassical vs evolutionary theories of economic growth: critique and prospectus”, Economic Journal, Vol. 84. Nelson, R. y S. Winter (1977), “In search of useful theory of innovation”, Research Policy, Vol. 6, Nº 1, Enero. Nelson, R. y S. Winter (1982), An Evolutionary Theory of Economic Change, The Belknap Press of Harvard University Press, Cambridge. Nelson, R. y G. Wright (1992), "The rise and fall of American technological leadership: the postwar era in historical perspective", Journal of Economic Literature, Vol. 30, Diciembre. Nordhaus, W. (1997), “Traditional productivity estimates are asleep at the (technological) switch”, The Economic Journal, Vol. 107, Septiembre. Ocampo, J. O. (1991), “Las nuevas teorías del comercio internacional y los países en vías de desarrollo”, Pensamiento Iberoamericano. Revista de Economía Política, N° 20. OECD (1990), Proposed Standard Method of Compiling and Interpreting Technology Balance of Payments Data (TBP Manual), OECD, Paris. OECD (1991), Technology and productivity. The challenge for economic policy, OECD, Paris. OECD (1992), Technology and the Economy. The key relationships, OECD, Paris. OECD (1993), Proposed Standard Practice for Surveys of Research and Experimental Development (Frascati Manual), OECD, Paris. OECD (1994a), Using Patent Data as Science and Technology Indicators (Patent Manual), OECD, Paris. OECD (1994b), The OECD Jobs Study: Facts, analysis, strategies, OECD, Paris. OECD (1995a), The Measurement of Human Resources Devoted to S&T (Canberra Manual), OECD, Paris. OECD (1995b), The OECD Jobs Study: Investment, productivity and employment, OECD, Paris. OECD (1995c), National Systems for Financing Innovation, OECD, Paris. OECD (1996a), Science, Technology and Industry Outlook, OECD, París. OECD (1996b), “La innovación tecnológica: definiciones y elementos de base” y “La difusión de tecnología”, Redes. Revista de Estudios Sociales de la Ciencia, Vol. III, N° 6 y 8. OECD (1996c), The OECD Jobs Study: Technology, productivity and job creation, OECD, París. OECD (1996d), “National Innovation Systems. Report on Pilot Case Studies”, DSTI/STP/TIP(96)4. OECD (1997a), Oslo Manual. Proposed Guidelines for Collecting and Interpreting Technological Innovation Data (second edition), OECD, Paris. OECD (1997b), National Innovation Systems, OECD, Paris. Office of Technology Assessment -OTA- (1994), Industry, Technology and the Environment: Competitive Challenges and Business Opportunities, Congress of the United States, Washington D.C. Ostry, S. y R. Nelson (1995), Techno-Nationalism and Techno-Globalism. Conflict and Cooperation, The Brookings Institution, Washington D.C.. Pack, H. (1990), “La productividad y la elección de tecnología”, en S. Teitel y L. E. Westphal (comps.), Cambio tecnológico y desarrollo industrial, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires.

40

Pack, H. (1993), “Technology Gaps between Industrial and Developing Countries: Are There Dividends for Latecomers?”, Proceedings of the World Bank Annual Conference on Development Economics. 1992, World Bank. Pack, H. y L. Westphal (1986), “Industrial Strategy and Technological Change: Theory versus Reality”, Journal of Development Economics, Vol. 22, Junio. Palmer, K., W. Oates y P. Portney (1995), “Tightening Environmental Standards: the BenefitCost or the No-Cost Paradigm?”, Journal of Economics Perspectives, Vol. 9, N° 4. Papaconstantinou, G. (1995), “Globalisation, Technology and Employment: Characteristics and Trends”, STI Review, N° 15. Papaconstantinou, G., N. Sakurai y A. Wyckoff (1996), “Embodied Technology Diffusion: An Empirical Analysis for 10 OECD Countries”, STI Working Papers 1996/1, OECD, Paris. Patel, P. (1995), “Localised production of technology for global markets”, Cambridge Journal of Economics, Vol. 19,N° 1. Patel, P. y K. Pavitt (1994), “The Nature and Economic Importance of National Innovation Systems”, STI Review, N° 14. Patel, P. y L. Soete, “Measuring the economic effects of technology”, STI Review, N° 4, Diciembre. Pavitt, K. (1984), “Sectoral patterns of technical change: towards a taxonomy and a theory”, Research Policy, diciembre. Pearce, R. (1989), The internationalisation of research and development by multinational enterprises, Macmillan, Londres. Pearce, R. (1995), “The Implications for Host-country and Home-Country Competitiveness of the Internationalisation of R&D and Innovation in Multinationals”, University of Reading, Discussion Papers N° 207. Pelikan, P. (1988), "Can the imperfect innovation systems of capitalism be outperformed?", en G. Dosi et al (eds.), op cit. Pérez, C. (1986), "Las nuevas tecnologías: una visión de conjunto", en C. Ominami (ed.), La tercera revolución industrial, Grupo Editor Latinoamericano, Buenos Aires. Pérez, C. (1989), “The Institutional Implications of the Present Wave of Technical Change for Developing Countries”, The World Bank, Washington D.C.. Pérez, C. y L. Soete (1989), “Catching up in Technology: Entry Barriers and Windows of Opportunity”, en G. Dosi et al (1988), op cit. Perrin, J. (1997), “Learning and innovation in the firm: The set-up of organizational routines by innovating”, presentado en la Conferencia Anual de la European Association for Evolutionary Political Economy (EAEPE), Atenas, Noviembre. Petit, P. (1995), “Technology and Employment: Key Questions in a Context of High Unemployment”, STI Review, N° 15. Pianta, M. (1995), “Technology and growh in OECD countries, 1970-1990”, Cambridge Journal of Economics, Vol. 19, N° 1. Pietrobelli, C. (1996), “Technological Cooperation among Unequal Partners: Trends and Conceptual Aspects of Technology Partnerships”, en UNCTAD, Exchanging Experiences of Technology Partnership. The Helsinki Meeting of Experts, United Nations, New York. Porter, M. y C. van der Linde (1995a), “Toward a New Conception of the EnvironmentCompetitiveness Relationship”, Journal of Economics Perspectives, Vol. 9, N° 4. Porter, M. y C. van der Linde (1995b), “Green and Competitive”, Harvard Business Review, Septiembre-Octubre. Primo Braga, C. A. (1990), "Guidance from economic theory", en W. E. Siebeck (ed.), Strenghtening protection of intellectual property in developing countries. A survey of the literature, World Bank Discussion Papers No 112, Washington D.C.. Pyke, F. (1994), “Small firms, technical services and inter-firm cooperation”, International Institute for Labour Studies, Research Series 99, Geneva.

41

Rizzoni, A. (1994), “Technology and Organisation in Small Firms: An Interpretative Framework”, Review d’Economie Industrielle, N° 67, 1° trimestre. Romer, P. (1992), “El cambio tecnológico endógeno”, El Trimestre Económico, abril-junio. Romer, P. (1993), “Two Strategies for Economic Development: Using Ideas and Producing Ideas”, Proceedings of the World Bank Annual Conference on Development Economics. 1992, Washington D.C.. Romer, P. (1994), “The origins of Endogenous Growth”, Journal of Economic Perspectives, Vol. 8. Rosenberg, N. (1976a), “Problems in the economist’s conceptualization of technological innovation”, en N. Rosenberg, Perspectives on technology, Cambridge University Press. Rosenberg, N. (1976b), “Neglected dimensions in the analysis of economic change”, en N. Rosenberg, Perspectives on technology, Cambridge University Press. Rosenberg, N. (1976c), “The direction of technological change: inducement mechanisms and focusing devices”, en N. Rosenberg, Perspectives on technology, Cambridge University Press. Rosenberg, N. (comp.) (1979), Economía del cambio tecnológico, Fondo de Cultura Económica, México. Rosenberg, N. (1982), Inside the Black Box: Technology and Economics, Cambridge University Press, Cambridge. Rothwell, R. (1994), “Industrial innovation: success, strategy, trends”, en M. Dodgson y R. Rothwell (eds.), Handbook of Industrial Innovation, Elgar, Chelteham. Ruttan, V. (1997), “Induced innovation, evolutionary theory and path dependence: sources of technical change”, The Economic Journal, Vol. 107, Septiembre. Sahal, D. (1985), “Technological guideposts and innovation avenues”, Research Policy, Vol. 14, N° 2. Sakurai, N., E. Ioannidis y G. Papaconstantinou (1996), “The Impact of R&D and Technology Diffusion on Productivity Growth: Evidence for 10 OECD Countries in the 1970s and 1980s”, STI Working Papers 1996/2, OECD, Paris. Salter, E. G. W. (1960), Productivity and technical change, Cambridge University Press. Scherer, F. (1992), “Schumpeter and the plausible capitalism”, Journal of Economic Literature, Vol. 30, Septiembre. Schmookler, J. (1979), “Fuentes económicas de la actividad inventiva”, en N. Rosenberg (ed.), Economía del cambio tecnológico, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires. Scholz, I., K. Block, K. Feil, M. Krause, K. Nakonz y C. Oberle (1994), “Medio Ambiente y Competitividad: el Caso del Sector Exportador Chileno”, Instituto Alemán de Desarrollo, Estudios e Informes 13/1994, Berlín. Schumpeter, J. (1983), Capitalismo, socialismo y democracia, Orbis, Buenos Aires. Sercovich, F. C. (1978), “Ingeniería de diseño y cambio técnico endógeno. Un enfoque microeconómico basado en la experiencia de las industrias química y petroquímica argentinas”, BID/CEPAL, Buenos Aires. Siddhartan, N. y A. Safarian (1997), “Transnational Corporations, technology transfer and imports of capital goods: the recent Indian experience”, Transnational Corporations, Vol. 6, N° 1, Abril. Silverberg, G. (1988), “Modelling economic dynamics and technical change: mathematical approaches to self-organization and evolution”, en G. Dosi et al (eds.), op cit. Silverberg, G. (1997), “Evolutionary Modelling in Economics: Recent History and Immediate Prospects”, MERIT Research Memoranda, 2/97-013, Maastricht. Silverberg, G., G. Dosi y L. Orsenigo (1988), “Innovation, diversity and diffusion: a self organizing model”, Economic Journal, Vol. 98. Silverberg, G. y D. Lehnert (1994), “Growth Fluctuations in an Evolutionary Model of Creative Destruction”, en G. Silverberg y L. Soete (eds.), The Economics of Growth and Technical Change: Technologies, Nations, Agents, Edward Elgar, Aldershot. Silverberg, G. y L. Soete (eds.) (1994), The Economics of Growth and Technical Change: Technologies, Nations, Agents, Edward Elgar, Aldershot. 42

Silverberg, G. y B. Verspagen (1995), “Evolutionary Theorizing on Economic Growth”, MERIT Research Memoranda, 2/95-017, Maastricht. Simonetti, R. (1991), “The definition of product-innovation and process-innovation”, Science Policy Reseach Unit, University of Sussex, Brighton. Skea, J. (1995), "Environmental Technology", en H. Folmer, H. L Gabel y H. Opschoor (eds.), Principles of Environmental and Resource Economics: A Guide for Students and Decision-Makers, Edward Elgar, Londres. Smith, K. (1997), “Economic Infrastructures and Innovation Systems”, en C. Edquist (ed.), op cit. Socolow, R., C. Andrews, F. Berkhout y V. Thomas (eds.) (1994), Industrial Ecology and Global Change, Cambridge University Press. Soete, L. (1989), “The impact of technological innovation on international trade patterns: the evidence reconsidered”, Research Policy, Vol. 18, N° 2. Soete, L. (1995), “Structural Change and Employment Growth: The Challenges Ahead”, STI Review, N° 15. Solow, R. (1979), "El cambio técnico y la función de producción agregada", en N. Rosenberg (ed.), Economía del cambio tecnológico, Fondo de Cultura Económica, México. Sorsa, P. (1994), “Competitiveness and Environmental Standards. Some Exploratory Results”, World Bank, Policy Research Working Paper 1249, Washington D.C.. STI Review (1996), “Special Issue on Government Technology Foresight Exercises”, N° 17. Stiglitz, J. (1994); “The Role of the State in Financial Markets”, Proceedings of the World Bank Annual Conference on Development Economics. 1993, World Bank, Washington. Stoneman, P. (ed.) (1995), Handbook of the economics of innovation and technological change, Blackwell. Stoneman, P. y J. Vickers (1988), “The Assessment: The Economics of Technology Policy”, Oxford Review of Economic Policy, Vol. 4, N° 4. Symeonidis, G. (1996), “Innovation, Firm Size and Market Structure: Schumpeterian Hypotheses and Some New Themes”, OECD Economics Department Working Papers N° 161, Paris. Teece, D. (1977), “Technology transfer by multinational firms: the resource cost of transferring technological know-how”, Economic Journal, Junio. Teece, D. (1987),"Capturing value from technological innovation: Integration, strategic partnering and licensing decisions", en B. Guile y H. Brooks (eds.), Technology and global industry. Companies and nations in the world economy, National Academy Press, Washington D.C.. Teece, D. (1988), “Technological change and the nature of the firm”, en G. Dosi et al (eds.), op cit. Teece, D. (1991), “Innovation, Trade and Economic Welfare: Contrasts between Petrochemicals and Semiconductors”, North American Review of Economics & Finance, Vol. 2, No 2. Teitel, S. (1990), "La creación de tecnología en las economías semiindustrializadas", en S. Teitel y L. E. Westphal (comps.), Cambio tecnológico y desarrollo industrial, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires. Teitel, S. (1993), Industrial and Technological Development, Inter-American Development Bank/Johns Hopkins University Press, Washington D.C.. Teubal, M. (1995a), “A catalytic and evolutionary approach to horizontal technology policies”, Industrial Development Policy Group, Discussion Paper, Jerusalem. Teubal, M. (1995b), “R&D and Technology Policy at NIC’s as Learning Processes”, Instituto y Universidad Torcuato di Tella, Serie Seminarios, Buenos AIres. Tyson, L. D. (1990), "Managed Trade: Making the Best of the Second Best", en R. Lawrence y C. Schultze (eds.), An American Trade Strategy: Options for the 1990s, Brookings Institution, Washington D.C.. Tyson, L. D. (1992), “Who’s Bashing Whom? Trade Conflict in High-Technology Industries”, Institute for International Economics, Washington D.C.. UNCTAD (1991), “Technology indicators and developing countries”, UNCTAD, Ginebra.

43

UNCTAD (1992), Technology Transfer and Development in a Changing International Environment. Policy Challenges and Options for Cooperation, UNCTAD, Nueva York. UNCTAD (1994), Technological Dynamism in industrial districts. An Alternative Approach to Industrialisation in Developing Countries?, UNCTAD, Ginebra. UNCTAD (1996a), Exchanging Experiences of Technology Partnership. The Helsinki Meeting of Experts, United Nations, New York. UNCTAD (1996b), Fostering Technological Dynamism: Evolution of Thought on Technological Development Processes and Competitiveness: A Review of the Literature, UNCTAD, Ginebra. Unger, K. (1988), “Industrial structure, technical change and microeconomic behaviour in LDCs”, en G. Dosi et al (eds), op cit. Utterback, J. (1987), “Innovation and Industrial Evolution in Manufacturing Industries”, en B. Guile y H. Brooks (eds.), Technology and global industry. Companies and nations in the world economy, National Academy Press, Washington D.C.. Utterback, J. y F. Suarez (1993), “Innovation, Competition and Market Structure”, Research Policy, Vol. 22, N° 1. Verspagen, B. (1995), “Measuring Inter-Sectoral Technology Spillovers: Estimates from the European and US Patent Office Databases”, MERIT Research Memoranda 2/95-007, Maastricht. Verspagen, B. (1997a), “Estimating International Technology Spillovers Using Technology Flow Matrices”, MERIT Research Memoranda, 2/97-004, Maastricht. Verspagen, B. (1997b), “A Global Perspective on Technology and Economic Performance”, presentado en el NATO Workshop Quantitative Studies for S&T Policy in Economies in Transition, Moscú, Octubre. Verspagen, B. (1997c), “European ‘Regional Clubs’: Do They Exist, and Where Are They Heading? On Economic and Technological Differences Between European Regions”, presentado en la conferencia Economic Growth and Change: A Comparative Perspective, Cagliari, Junio. Wade, R. (1990), Governing the market. Economic theory and the role of government in East Asian industrialization, Princeton University Press, Princeton. Willinger, M. y E. Luscovitch (1988), “Towards the economics of information-intensive production systems: the case of advanced materials”, en G. Dosi et al (eds), op cit. Womack, J. P., D. T. Jones y D. Roos (1990), The machine that changed the world, RawsonMac Millan, Nueva York. World Bank (1993), The East Asian Miracle. Economic growth and Public Policy, Oxford University Press. Yoguel G. y F. Boscherini (1996a), “Algunas reflexiones sobre la medición de los procesos de innovación: la relevancia de los elementos informales e incrementales”, REDES. Revista de Estudios Sociales de la Ciencia, N° 8, Vol. 3, diciembre. Yoguel G. y F. Boscherini (1996b), “La capacidad innovativa y el fortalecimiento de la competitividad de las firmas. El caso de las PyMEs exportadoras argentinas”, CEPAL, Documento de trabajo N° 71, Buenos Aires. Yoguel, G. (1996), “Comercio internacional, competitividad y estrategias empresariales. El sendero evolutivo de la teoría”, Universidad Nacional de General Sarmiento, Instituto de Industria, Documento de Trabajo N° 4, Buenos Aires. Zanfei, A. (1994), “Technological alliances between weak and strong firms: cooperative ventures with asymmetric competences”, Review d’Economie Industrielle, N° 67, 1° trimestre.

44

Algunas direcciones de Internet en donde pueden encontrarse papers, documentos de trabajo, conferencias y otros materiales e informaciones útiles sobre economía del cambio tecnológico y la innovación - Aalborg University/IKE Group: www.business.auc.dk/ike - Berkeley Roundtable on International Economics (BRIE): brie.berkeley.edu/brie - BETA, Research Laboratory in Theoretical and Applied Economics, Estrasburgo: cournot.ustrasbg.fr/beta - Chalmers University of Tecnology, Goteborg: www.chalmers.se - Danish Research Unit for Industrial Dynamics (DRUID): www.business.auc.dk/druid - European Association for Evolutionary Political Economy (EAEPE): eaepe.tuwien.ac.at - International Development Research Centre (IDRC), Ottawa: www.idrc.ca - International Institute for Applied System Analysis (IIASA): www.iiasa.ac.at - Japanese Ministry of International Trade and Industry (MITI): www.miti.go.jp - Korean Institute of Science and Technology (KIST): www.kist.re.kr - Maastricht Economic Research Institute on Innovation and Technology (MERIT): meritbbs.unimaas.nl - Maastricht Research School of Economics of Technology and Organization (METEOR): wwwedocs.unimaas.nl - National Institute of Science and Technology Policy (Japón): www.nistep.go.jp - OECD/Directorate for Science, Technology and Industry (DSTI): www.oecd.org/dsti - Santa Fe Institute: www.santafe.edu - Studies in Technology, Innovation and Economic Policy (STEP Group), Oslo: www.sol.no/step - The Centre for Research on Innovation and Competition (CRIC), Manchester: les.man.ac.uk/cric - United Nations University/INTECH: www.intech.unu.edu - Universita Bocconi/Centro Studi sui Processi de Internazionalizzazione (CESPRI): www.unibocconi.it/bocconi/struttura/economia.politica/cespri.htm - University of Manchester/Policy Research in Engineering, Science and Technology (PREST): www.man.ac.uk/economics/prest - University of Sussex/Science Policy Research Unit (SPRU): www.sussex.ac.uk/spru - US Congress Office of Technology Assessment (OTA): www.ota.nap.edu - US Whitehouse Office of Science and Technology Policy (OSTP): www.whitehouse.gov/ostp

45

Related Documents